Mitología Yoruba

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Mitología Yoruba
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© Plutón Ediciones X, s. l., 2020

Diseño de cubierta y maquetación: Saul Rojas

Edita: Plutón Ediciones X, s. l.,

E-mail: contacto@plutonediciones.com

http://www.plutonediciones.com

Impreso en España / Printed in Spain

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del «Copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

I.S.B.N: 978-84-18211-14-0

Para Doña Divina Javier,

que lleva el corazón de África

en su alma y en su piel.

Prólogo: El bien y el mal, o negro o blanco

¡Elehuá, Elehuá!

El último en irse

Y el primero en llegar,

¡Elehuá, Elehuá!

Para los seguidores de Olofin y en pleno corazón de la África medieval, lo blanco solo era bueno como comida, y lo siguen pensando, por eso es que, tanto albinos como gente demasiado blanca de pelo, exceptuando a los ancianos, y de piel, son siempre invitados o bienvenidos a una cena en la que ellos son el plato principal.

Cuentan los ancianos que hace mucho, mucho tiempo, en una de esas largas sequías que atribulan a la humanidad, el orisha Olofin, guardián del palacio de Olodumare, el más grande, se condolió de los humanos, bajó a la Tierra en cuerpo de hombre blanco, como la cal, y empezó a quitarse trozos de su propia carne para darla a comer a los humanos, salvándoles así la vida e introduciendo en sus seres internos la savia de los orisha.

En la religión Yoruba original no hay dioses ni santos, hay orishas (señores de la mente), sus seres sagrados y divinos, que según cuenta la historia fueron llevados al Níger por un general llamado Oduduwá, quien impuso, además de la religión, un sistema político similar a la monarquía parlamentaria, y una economía de mercado, pero no de mercado internacional o de economía política, sino de mercado literalmente dicho, es decir, concentrando el intercambio de bienes, mercaderías y servicios en una plaza común, en un solo lugar en cada comunidad, lo que dio un gran avance a ciertos pueblos de la región que aún dura en nuestros días.

Hablar de fechas más o menos exactas es muy difícil, incluso en otras mitologías más cercanas, y lo es aún más en culturas, como las del cinturón de África, que no comparten su sentido del tiempo con las culturas occidentales. Algunas carecen de calendario cronológico que mida el tiempo en años que empiezan y terminan, y que, por tanto, correspondan a una numeración, por lo que la medición es comparativa en el mejor de los casos.

Superar la visión hoyista y eurocentrista, es decir, no ver el pasado con nuestros valores y visión actual de las cosas dentro de un marco académico, nos resulta casi imposible, lo que a menudo no nos deja observar la realidad de otros pueblos y de otros tiempos.

Haciendo ciertas comparaciones más o menos históricas, los estudiosos del tema creen en la posibilidad de que la Mitología Yoruba, y su consecuente forma religiosa y reglada, provenga del Alto Egipto, es decir, de Etiopía y de Eritrea en su etapa egipcia, alcanzándole formas y creencias semíticas que también alimentaron a pueblos hibraim, o hebreos, semi sedentarios sin tierra que vendían su fuerza de trabajo a otros pueblos asentados, como los egipcios, y que acabaron en las páginas de la Torá hace dos mil setecientos años.

Los pueblos Yoruba del occidente y centro de África, a pesar de tener una lengua compleja y refinada, no conocían el arte de la escritura, y tampoco hacían grandes construcciones ni dejaban rastros de su historia en grabados, con lo que sus tradiciones se han ido transmitiendo únicamente de manera oral desde el principio de los tiempos.

Sus colores son los atávicos que proporcionan la selva y la naturaleza, pero su vestimenta, cuando la hubo, fue por siglos una mezcla arábiga europea que finalmente, y en la época de las colonias, culminó en los tejidos holandeses, donde el negro y el blanco brillan por su ausencia y no identifican la maldad ni la bondad en ningún sentido.

Para el pensamiento yoruba la bondad y la maldad no está en los aciertos o en los errores que cometen los seres humanos, sino en el camino acertado o equivocado que tome cada uno.

Los orisha nos pueden orientar y llevar al camino adecuado, pero ni nos castigan ni nos redimen. “Los Orisha no caminan con nuestros pies”, dice una máxima yoruba, que será una de las guías a lo largo y ancho de esta Mitología Yoruba que les ofrecemos a continuación, y que esperamos que ustedes disfruten apartando las tinieblas del hoyismo y del eurocentrismo.

Introducción: Por los caminos del olvido

Te agradezco,

Olodumare,

por abrirme

este sendero.

Una de las funciones básicas de la Historia es mantener viva la memoria, el cúmulo de conocimientos que nos han legado nuestros ancestros, y que siempre está en peligro de desaparecer y perderse por los caminos del olvido.

Agradezco, por tanto, la oportunidad y el honor de recordar, en medida de lo posible y por este medio, los mitos y las leyendas del misticismo yoruba como parte de su historia, que corre más riesgo que otras por no encontrarse en los senderos occidentales del conocimiento académico, tan presto a denostar lo que se escapa de su comprensión, e incluso a lo que no le conviene a las estructuras del pensamiento pretendidamente único y universal en el que se sustenta.

¿Por qué no tenemos que conocer aquello que aparentemente no es cuadrado, repetitivo y racional? ¿Por qué conocer y ponderar únicamente lo occidental?

Por supuesto, la ortografía de los nombres de los orisha no es regular, sino de oído y dependiendo de cada fuente, pues los yoruba ancestrales no escribían, no usaban las grafías ni tenían letras, así, usted puede encontrarse con diversos textos que escriban “Elehuá”, “Eleguá” o “Helegua”, al referirse al pícaro orisha de la fortuna, porque en realidad no hay un referente común escrito.

Al chino mandarín le sucede lo mismo: lo escribimos en base a la ortografía y fonética inglesa, que ya ha sido revisada un par de veces en pleno siglo veinte, pero que no se parece en nada a la pronunciación de los que hablan esta lengua escrita en ideogramas y no en letras. ¿Mao Tse Tung, o Mao Tze Dong? He ahí el dilema.

Los lingüistas y fonólogos saben hace tiempo que, además, la forma de pronunciar un nombre, o cualquier palabra, varía de un pueblo a otro aunque solo los separen algunos metros. En el presente texto nos regiremos por la economía de lenguaje y escribiremos los nombres de los orisha en su forma más elemental en castellano; por tanto, pedimos disculpas en el caso de que algún nombre de orisha no corresponda a la idea previa que puedan tener los lectores.

Por otra parte, hay que señalar que no abundaremos en la religión yoruba, aunque haremos las referencias necesarias en los capítulos correspondientes, y que nos centraremos en los patakies o leyendas y mitos de los orisha, es decir, en la Mitología Yoruba, como parte más extensa de esta obra, donde muchas de las leyendas son de corte netamente africano, en un contexto arcaico y selvático, mientras que otras son, por el sincretismo colonialista, de aire afrancesado y cortesano, y algunas, las menos, debidas al traslado de la gente yoruba al continente americano en los años de la esclavitud.

Precisamente la esclavitud, algo nada nuevo en el continente africano, ha marcado buena parte de su historia, ya que como muchos otros pueblos trashumantes, nómadas o semisedentarios, vendían su fuerza de trabajo a cambio de alimento y refugio, ya fuera por temporadas más o menos largas mientras acababa una sequía o se recuperaba la selva tras un incendio, o bien durante generaciones enteras.

Actualmente el continente africano cuenta con una población de mil doscientos millones de habitantes, y sufre todo tipo de calamidades naturales, enfermedades, desnutrición, así como las causadas por el hombre: deforestación, guerras tribales, sobre explotación de todo tipo de recursos, y una muy precaria y nociva imitación de los paradigmas occidentales, pero resiste.

Emigran hacia Europa, Israel y Arabia huyendo de las calamidades, a menudo hacia una muerte segura, pasando por otras tantas calamidades. Hoy como ayer intentan vender su fuerza de trabajo a quienes los invadieron o colonizaron, y en más de una ocasión terminan siendo esclavos, pero resisten.

Malthus, el presbítero inglés que aseguró en el siglo XVIII que la humanidad iba a morir de hambre al agotar los recursos del planeta, señaló que África y sus habitantes serían los primeros en desaparecer, cosa que no ha sucedido, porque resisten.

Los Yoruba son una de las etnias subsaharianas del oeste africano con historia, cultura, creencias, lengua y mitos propios. Níger, Nigeria, Ghana, Togo y Benín, con casi treinta millones de personas yoruba que mantienen vivas sus creencias, son sus principales representantes, si bien hay más seguidores en el corazón de África hasta llegar a Burundi, e incluso a lo largo del río Níger, y, por supuesto, en buena parte de América como efecto de las colonias y el esclavismo, con lo que se podría considerar que posiblemente sean más de cincuenta millones de yorubas residiendo en este planeta que comparten mitos y creencias.

 

Si hablamos solo de supersticiones yoruba, la mancha sería mucho mayor, ya que tanto en Senegal, Sudán y el Congo, así como en Cuba, Brasil y Colombia, las tradiciones yoruba, de una o de otra forma, tienen vigencia.


El sagrado árbol de la ceiba

Hay yorubas de hoy en día, como Yop, de Burundi, o el doctor Job Touré, de madre yoruba y padre francoitaliano, que en pleno siglo XXI opinan que lo que han perdido los yoruba en particular, y los africanos en general, es su propio camino, y que todos los males les vienen de haberse empeñado en recorrer un camino que no es el suyo, porque no es el que les marca su orisha; y que mientras no vuelvan al sendero que en realidad han de recorrer, su suerte seguirá siendo de lo peor, aunque no desaparezcan del todo, como tantas veces les han vaticinado, porque Olodumare los creó fuertes, duros y resistentes, como el tronco del Árbol Sagrado, que en América los yoruba han identificado con la ceiba, por similitud con algún tipo de acacia africana, y por supuesto, la palma y el coco son sus antecesores naturales más arcaicos, cuyas raíces que siempre han estado presentes en la Mitología Yoruba.

Mis colaboradores, aunque se corrigen mutuamente, pueden tener razón cada uno desde su perspectiva, porque, como en muchos otros casos de leyendas aborígenes de todo el mundo, hay mitos o versiones para todos los gustos, y si una pataki yoruba que cuenta que Olofin creó a los humanos blancos para que sirvieran de alimento a la humanidad de piel oscura en caso de extrema necesidad, y que solo tenían que tener paciencia para que los de piel blanca cayeran por ellos mismos en el caldero; otra pataki cuenta que Olofin dio su cuerpo en sacrificio para hacer sabia a la humanidad cuando llegara a tener el pelo blanco, es decir, en la ancianidad. Por lo tanto, no es que los blancos los hayan esclavizado, engañado, saqueado y utilizado, sino que los yoruba los han estado engordando en los últimos milenios para que sean un guisado más suculento.

Usted tendrá una opinión más reforzada al respecto tras la lectura del presente libro.

J.T.R.

I: Cosmovisión Yoruba

Olodumare, Olodumare,

por las venas de la ceiba

baja la savia bendita

y se recrea en la creación del Orisha,

quien por sus raíces

baja tu esencia a esta tierra.

Existen al menos tres mil patakies yoruba conocidas, tres mil leyendas que nos hablan de su cosmovisión, o aparición del mundo, y las actividades y aventuras de los Orishas. Como en todas las leyendas, su contenido depende en buena parte de sus narradores, que si bien en todas se mantiene la esencia del contenido, a menudo varía la forma externa de su continente.

Primera pataki de Olodumare

Cuenta la pataki que Olodumare es la esencia misma del universo, un aroma que crea estrellas y nebulosas, mundos y soles, y seres de todas y cada una de las formas pensables e impensables.

Olodumare no mata ni destruye, son los seres y las cosas que pierden consistencia al terminar su sendero, mientras el aliento de Olodumare permanece, porque la esencia del universo es eterna, las formas vienen y van, Olodumare permanece.

Así estaban las cosas, fluyendo de estrella en estrella, hasta que en un tiempo lejano que se desconoce, Olodumare sopló, y de ese soplo empezó a crecer una árbol gigantesco, de la copa hacia las raíces, y las raíces buscaban donde aposentarse, querían agua y tierra, tenían hambre.

Los brotes y las ramas crecían por el aliento de Olodumare, un aliento que dentro del gran árbol se iba convirtiendo en savia sagrada, y de la savia iban brotando Orishas como espinas gordas, pero no tenían qué hacer ni dónde ir.

Olodumare seguía soplando y la ceiba creciendo con hambre de agua y tierra, y los Orishas, señores que piensan, queriendo poner en acción sus pensamientos; así este mundo se fue formando, de las raíces de la ceiba y los deseos de los Orishas, hasta quedar como lo conocemos, con agua y selva, montañas y piedras, y muchos árboles, todos mirando hacia las estrellas del cielo, donde se encontraba Olodumare.

Cuando todo estuvo hecho, Olodumare dejó de soplar, y los Orishas empezaron a salir de la ceiba para ver el mundo y los cielos, disfrutando de la esencia que Olodumare había dejado en ellos.

En el mundo no había más vida que la de los árboles, los ríos y los Orishas, ni un animal, ni un insecto, ni una flor. Nada y todo, y así fue pasando el tiempo.


Olodumare en esencia

Fue la Orisha Oshun quien pensó que al mundo le hacían falta cosas, que era hermoso, pero demasiado simple, y así empezó a inventar seres y cosas que le iban saliendo de la mente unas y otras, por eso es la señora de las aguas de los ríos, porque del agua de los ríos se puede sacar muchas cosas, y en ella pueden vivir muchos seres.

Olodumare vio todo desde los cielos, y dijo que estaba bien, que era bello lo que había hecho Oshun, y que ahora los Orishas tendrían lugar para ser y estar, y se alejó a soplar otros mundos.

“No interferiré en este mundo, hijos míos”, les dijo a los Orishas desde el cielo, “marcad vosotros los caminos y los senderos, mi esencia queda vuestros pensamientos para que puedan saber de mí.”

Es por eso que no podemos conocer a Olodumare ni adorarle ni pedirle, son los Orishas quienes pueden llegar a él y llevarles sus ruegos y nuestros ruegos, lo demás queda sellado en el misterio hasta que se concluya el camino de los Orishas y el nuestro, y volvamos a la esencia de Olodumare.

Segunda pataki de Olodumare

Olodumare es el ser supremo de absolutamente todo.

Olodumare es el señor de todo lo existente.

Olodumare es el señor del ayer, del ahora y del mañana.

Olodumare creó todo lo que existió, lo que existe y lo que existirá.

Olodumare es el señor de lo oculto y de nuestro destino.

Olodumare no conoce ni escucha al hombre.

Olofin es su esencia en Orisha que se ocupa del palacio y escucha los secretos de la humanidad.

Olorun es su esencia Orisha que se encarga de los asuntos abiertos de la humanidad.

Olodumare los escucha, pero no interviene, simplemente los escucha, y de ellos, de los Orisha, depende el ser escuchados para que actúen en su nombre.

Olodumare no tiene figura.

Olodumare no tiene altares.

Olodumare no recibe ofrendas.

Olodumare está mucho más allá de toda veneración y de toda ofrenda.

Olodumare no tiene collares ni amuletos ni se presta a creencias o supersticiones.

Olodumare es inconmovible, incognoscible e incomprensible.

Olodumare lo es todo, porque todo nace y brota de él, desde lo más pequeño e invisible, hasta lo más grande e inimaginable.

Los Orishas son su savia y su canal, seres menores cercanos a la humanidad, conducto y obra de Olodumare, pero nada más.

Mitología Yoruba y Cábala

En la mitología comparada se pueden encontrar ciertas similitudes entre la cosmovisión yoruba y la cosmovisión cabalística, que también cuenta con un Macroprosopus, La Gran Obra Incognoscible, un Árbol de la Vida Cabalístico que se desdobla desde lo más alto hasta lo más bajo, y un Microprosopus, La Obra Menor, como ser sagrado y mítico más cercano a la humanidad.

La gran diferencia radica en que la Cábala es forzosamente escritura, y la Mitología Yoruba, al menos hasta donde se conoce, carece de letras gráficas.

Al Árbol de la Vida y similares lo vamos a encontrar en diversas mitologías como la egipcia, la hebrea, la hindú y la maya; esta última como la misma especie de árbol, la ceiba, y más lejanamente con el árbol de las Hespérides de la mitología griega. Lo original de la Mitología Yoruba radica en la forma de construir el árbol, ya que Olodumare lo inspira de la copa a las raíces, y no de la semilla potencial al nacimiento y posterior crecimiento del árbol.

Hoy sabemos que hace ciento veinticinco millones de años no había ni una sola flor, ni insectos, y que la forma predominante de vida en el planeta eran los árboles junto a algunos saurios y reptiles. No sabemos si los antiguos pueblos de los que se desprenden los yoruba tenían este conocimiento, por lo que llama la atención la intuición de plagar la Tierra solo de árboles en lo que ellos consideran el origen de nuestro planeta.

La representación no física de Olodumare también es significativa, es decir, no es un dios con forma humana, sino un ser trascendente que se encuentra más allá de los patrones de la humanidad, una concepción casi única, mucho más mística y esotérica que los referentes clásicos humanoides de otras mitologías.

Olodumare ni siquiera se va a encargar de la creación de la humanidad, él solo pone la savia en los Orishas que van a transformar las partículas del ser humano, es decir, no lo hace a su imagen y semejanza, porque ni siquiera los Orishas, muchos de ellos con características antropomorfas, están hechos a la imagen y semejanza de Olodumare.

Hay Orishas elevados, como Olofin, señor de los palacios celestiales, y Orishas más cercanos al planeta y a los seres y fenómenos que lo habitan, como Changó, que representa al rayo entre muchas otras cosas, o como Oshun, señora de los ríos y madre de la raza humana. Olodumare no representa absolutamente nada de lo terrenal, aunque en esencia lo es absolutamente todo, y no necesita ni de este planeta ni del planeta para subsistir.

Esta concepción de una deidad como el todo universal, nos da una idea de la capacidad de abstracción que tenían los antiguos yoruba con respecto al firmamento y las estrellas, distinguiendo perfectamente a nuestro planeta del espacio que la rodea, un espacio y unas estrellas que no comprendemos, aunque a veces lo intentemos, como a Olodumare, que es el universo y el destino mismo. “Señor del destino” sería la traducción del yoruba al castellano.

Tercera pataki de Olodumare

Y así Olodumare lo dispuso todo, y así lo dejó, riquezas inmensas al alcance de la mano, para que quien tuviera hambre que se hartara, quien tuviera sueño que durmiera hasta cansarse de sueño, quien quisiera amor que lo tuviera en abundancia, y quien quisiera beber que disfrutara del agua cristalina de los ríos.

Así se podía gozar una vida plena de salud y eterna para los seres que los Orishas fueran creando.

Olodumare se fue y dejó a los señores de la mente, los Orishas, a cargo de aquel paraíso, para no mirar atrás.

Pero los Orishas fueron perezosos, como Elehuá, ambiciosos como Obatalá, lúbricos como Oshun, y pronto empezaron los incestos y las disputas entre ellos, y más tarde entre sus creaciones. Olorun perdió los caminos de los destinos, y Olofin tuvo que restañar las heridas.

Cuando Olofin preguntó a Olodumare qué debía hacer, Olodumare le respondió: “Os lo di todo, y todo lo tenéis, así que no me llames, no me preguntes, no me pidas, no me veneres, no me nombres siquiera, porque ya tenéis todo de mí.”

Misticismo Yoruba

Solo el Eterno Continuo de la mitología hindú tiene parangón con la sabiduría mística y espiritual de Olodumare, y, en menor medida, el Cosmos de la mitología griega. Para los cristianos Jesús es el camino, mientras que para la Mitología Yoruba su señor de los destinos, Olodumare, es todos y cada uno de los senderos, el camino de todos los caminos, el todo de todas las cosas, y, si ya lo ha dado todo, no hay nada más qué pedirle.

Su nombre es conocido, pero no se le debe nombrar para nada, ni imitar ni seguir y mucho menos adorar, pedir o perseguir, pero no porque sea una prohibición absurda o un pecado a castigar, sino porque Olodumare siempre está ahí, en todas y cada una de las cosas existentes e inexistentes.

Esta es una de las razones por las que la Mitología Yoruba ha trascendido y se ha mantenido a lo largo de los siglos, sin importar las penalidades que hayan sufrido sus seguidores, hasta convertirse en la Religión Yoruba, y sus ramificaciones, que conocemos hoy en día; y con la misma esencia y savia de Olodumare, a pesar de todos los sincretismos y cambios que ha ido observando a lo largo de la historia.

 

Cuarta pataki de Olodumare

El abuelo de Yop contaba que Olodumare vino del cielo en forma de viento que removió la tierra, elevó las aguas y templó los fuegos, para poder soplar las ramas, el tronco y las raíces del Árbol Sagrado, y así lograr su firmeza, su alimento y que no se quemara, para que la sangre del árbol, su savia, estuviera siempre conectada con las estrellas.

De cada rama creció un collar de frutos, vainas y flores, cada uno con su color, y del collar nacieron las cabezas y sus señores, los Orishas, que pensaron el mundo varias veces hasta dar con el mundo que conocemos.

De cada cabeza nació un mundo con sus seres y sus cosas. Ikú, el no estar (la muerte), tardó en llegar.


La acacia sagrada y conectada con Olodumare

Obatalá, orgulloso de sus creaciones, llamó a Olodumare para que las viera. Olodumare bajó y vio, y le regaló una gallina a Obatalá para que picoteara las semillas, escarbara la tierra e hiciera llegar las aguas de Oshun a todas partes y así esparciera mejor la vida. Luego se retiró.

Así los árboles se multiplicaron y todos fueron sagrados, todos unidos por su savia a Olodumare, creando junto con los Orishas el mundo que conocemos.

Un poco de historia

Estas patakis o leyendas reflejan un mundo yoruba donde el hombre blanco parece haber metido la mano, o bien, parecen estar fuera del contexto africano y de la zona subsahariana donde se supone que proceden.

Muchas de las leyendas anteriores al contacto entre africanos y europeos, egipcios o árabes, nada tienen que ver con el panteón yoruba.

Lo más lejos que podemos situar históricamente a la Mitología Yoruba, con Orishas y similares, es en el siglo VII de nuestra era, con la llegada del mítico Oduduwá y la expansión del Islam en la zona.

El primer Islam era menos radical y menos mítico de lo que es ahora, y, en cierta forma, era muy cercano al judaísmo y a las tradiciones semíticas. Mahoma aún no estaba tan mistificado ni tan mitificado como lo estuvo después.

Se puede anotar que el Islam provenía de un mal padre, Abraham, de una madre repudiada, Agar, y de un hijo rechazado, Ismael, pero de un mismo dios o dioses, Eli o Elohim, es decir, Alá.

Era sin duda una religión dolida, pero muy refinada, con una concepción muy elevada de Alá y unas metas de paz, armonía, felicidad y abundancia para todos y cada uno de los seres humanos, una bella religión de amor sin duda alguna, que tardó varios años en dejar de serlo, y muchos más en radicalizarse.

El primer Islam fue tolerante y se fundió con muchas otras creencias y religiones, entre ellas la yoruba, ya que en sus principios no fue tan imperialista e impositiva como la Religión Católica; los infieles eran infieles y no gozarían nunca de las mieles de Alá, pero no se les mataba o quemaba por no compartir la misma creencia.

No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta, y todos los islamistas deben estar unidos bajo el credo Shahada, pero hay varias ramas del mismo árbol, como Orishas en la Mitología Yoruba.

Suníes, sufís y shías son las más conocidas, pero dentro de estas tres divisiones, más de una vez en pugna y en guerra, hay diferentes escuelas, por ejemplo, dentro del shiismo, o chiismo, se encuentra el ismaelismo, que parece el más cercano a las creencias de la Mitología Yoruba.

Como toda gran religión, el Islam buscaba superar las supersticiones y las leyendas de su entorno, pero libros como Las mil y una noches nos demuestran que, como en el caso de muchas otras grandes religiones, nada pudieron hacer para que el pueblo confiara más en el mítico rey Salomón, en genios y en hadas, que en Mahoma y en Alá, por mucho que les rezaran y adoraran, para solucionar sus problemas cotidianos y satisfacer sus ambiciones, de la misma manera que los católicos confían en sus santos y vírgenes antes que en el Dios Padre, y los yoruba en sus Orishas antes que en Olodumare.

Eli, Alá y Olo, aunque en castellano no nos lo parezca, tienen una pronunciación muy similar, sobre todo en la letra consonante intermedia, la que importa.

Nigeria, Níger, Benín y Togo se habla actualmente la lengua yoruba, sobre todo en Nigeria, donde es oficial, pero también se habla en Cuba y en Brasil, e incluso en Miami.

Las leyendas cuentan que el yoruba se habla desde hace miles de años, y que Oduduwá les llevó las letras, pero científica e históricamente no es hasta el siglo XIX que se le da un cuerpo escrito y formal, y el lucumí, considerado arcaico y muy popular entre babalaos, en realidad es la derivación dialéctica del yoruba que se utiliza en los rituales de santería en Cuba, Haití y República Dominicana.


Diversidad antropomórfica yoruba

No hay duda que el idioma yoruba tuvo una gran influencia a lo largo y ancho del río Níger, los actuales estados de Ogun, Oya y Oba, y los ríos que llevan su nombre, es una clara preeminencia del yoruba sobre las lenguas de otras etnias, e incluso de su influencia mítica y religiosa, pero Naana Buluku, en Benín, resultó más vieja que Olodumare, al menos en su llegada a la Tierra, porque los arara son quizás más antiguos que los yoruba, al menos como etnia particular, ya que los yoruba no tienen un aspecto específico, y están formados por más de dieciséis grupos humanos.

Entre los yoruba se pueden encontrar rasgos antropomórficos de varios pueblos, como los hutus y los tutsi, pero nunca tan específicos y propios como los bosquimanos, los pigmeos, los zulú o los suajili, que también tiene lenguas complejas y rica mitología; sin embargo, es la Mitología Yoruba la que se ha expandido y ha tenido un amplio eco en las creencias y religiones afroamericanas.

Por lo que respecta a las lenguas hay una gran diversidad, y al menos dieciséis lenguas bien estructuradas como el yoruba y su famoso saludo “luk’u’mi”, que da nombre al dialecto yoruba de Cuba, el lucumí. En América el yoruba se ha castellanizado, pero desde las colonias del siglo XVI tuvo un claro afrancesamiento tanto en su grafía como en su pronunciación.

Muy lejos de todo ello quedan las patakis más antiguas, aquellas donde los Orishas todavía no tienen forma humana, los ríos son las grandes divinidades y los animales de la selva tienen algún papel.

En estas patakis y leyendas se adivina lo que será la Mitología Yoruba del setecientos de nuestra era, y que algunos estudiosos sitúan en la Edad de Piedra, mucho antes de que egipcios, griegos y romanos incursionaran tímidamente en el continente africano.

Primera Pataki de Agayú

El Ríos de Ríos (el Níger) era todo lo que había.

Solo agua hasta que crecieron las tierras y el Señor de las Arenas empujó a los ríos y a las montañas.

Entonces los cielos se elevaron y las nubes se pusieron de por medio.

El Río de Ríos empezó a tener hijos como las ramas de los árboles, abriéndose paso porque quería llegar lejos y a todas partes.

Así engendró a Oya, Oba, Oshun y Agayú, el revoltoso.

Todos se cruzaban entre sí creando vida a su alrededor.

Pero Agayú fue el más adelantado porque creo todo un reino a lo largo de su cauce hasta llegar a su palacio.

Creó mucho seres en su interior, pero también alrededor de su cuenca.

Nacieron las aves y los peces.

Los insectos y las ranas.

Las serpientes y los gusanos.

Los lémures y los babuinos.

Los cocodrilos y los hipopótamos.

Los dromedarios y los elefantes.

Los tigres y los leones.

Y, finalmente, cuando todo ya estaba hecho, aparecieron los hombres.

Agayú, su padre, vio que tenían dos manos y diez dedos, y que con ellas podían trabajar para él.

También vio que hablaban y reían, más que los monos, así que podían honrarlo, festejarlo y celebrarlo.

Agayú los tomó bajo su manto.

Luego vio que también eran violentos y perezosos, y que muchos de ellos le faltaban al respeto, así que un día los cubrió con sus aguas y los hizo temerosos de su poder, tanto, que siempre estaban quietos y tristes, y no se atrevían a levantar la mirada.

Ahora sí le obedecían en todo.

Todo estaba muy tranquilo y en orden, y las riquezas de Agayú aumentaban cada día. Nadie, ni siquiera su padre, el Río de Ríos, le importunaban, y Agayú podía vivir confiado y tranquilo.

Fue entonces cuando Agayú tomó la forma de hombre y de rey en tierra, y así era hombre y río a la vez, y podía gozar de sus bienes y de su mando tanto en la selva como el en agua, en el árbol como en el viento, y disfrutar del espíritu y de la carne en su existencia.