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De todas esas teorías, no obstante, sólo dos paradigmas asumen el papel de dominantes; en primer lugar, el Funcionalismo, que defiende un proceso lineal de transmisión eficaz de información dominada por la fuente emisora ante la cual los receptores son meros sujetos pasivos y exige el método experimental como soporte fundamental de las investigaciones; junto a él, la Teoría Crítica de la sociedad y de la comunicación que, con raíces freudianas y marxistas, aporta como legado fundamental la crítica de la irracionalidad de la sociedad industrial, responsable de la conformación de la cultura como pseudocultura tal como explica Muñoz (1995) a través de la que ellos peyorativamente denominan industria cultural y su componente básico, la comunicación de masas.

Junto a estos paradigmas ha de concederse relevancia específica a la Teoría matemática de la Comunicación de C. Shannon y W. Waever (1949) que adquiere su mayor importancia a partir de la segunda mitad del siglo XX debido, sobre todo, a su adaptación a campos científicos diferentes, entre otros al de la Lingüística estructural-funcional de R. Jakobson (1981: 79-94).

Según Mattelart (2002: 64-65), el ingeniero y matemático Claude Elwood Shannon formula una teoría matemática de la comunicación que implica una definición de la información estrictamente física, cuantitativa, estadística; se refiere, sobre todo, a «cantidades de información» y hace caso omiso de la información en cuanto proceso que da forma al conocimiento gracias a la estructuración de fragmentos de conocimiento. El problema planteado guarda relación con el cálculo de probabilidades ya que pretende encontrar la codificación más eficaz (velocidad y costo) de un mensaje telegráfico de un emisor para llegar a un destinatario. Por otra parte, este modelo mecánico remite a un concepto behaviorista (estímulo-respuesta) de la sociedad, perfectamente coherente con el de progreso indefinido que se difunde desde el polo central hacia las periferias. El receptor, de alguna manera, está condenado al estatus de clon del emisor. La construcción del sentido no figura en el programa del ingeniero. La noción de información que defiende este paradigma no tardará en transformarse en caja negra, palabra clave, llave maestra y comodín más allá del ámbito de la comunicación y, para ello, contará, además, con todas las facilidades que le ofrecía un contexto científico en el que numerosas disciplinas de las ciencias humanas, deseosas de participar de la legitimidad de las ciencias de la naturaleza, convertirán la teoría de Shannon en paradigma.

El objetivo de Shannon es diseñar el marco matemático dentro del cual es posible cuantificar el coste de un mensaje, de una comunicación entre los dos polos de este sistema, en presencia de perturbaciones aleatorias, llamadas «ruido», indeseables porque impiden el «isomorfismo», la plena correspondencia entre los dos polos. Si se pretende que el gasto total sea el menor posible, se transmitirá por medio de signos convenidos, los menos onerosos

Esta fase de la etapa científica de la construcción de la Ciencia de la Comunicación está, pues, definida por el surgimiento de todos los paradigmas a los que hemos aludido anteriormente, pero, según casi todos los estudiosos, lo más relevante de este período es el comienzo de la construcción científica sistemática de los estudios de la comunicación provenientes de las dos tendencias explicativas e interpretativas, Funcionalismo y Teoría Crítica, que significan básicamente dos modelos de entender no sólo la realidad comunicativa, sino también de establecer la demarcación de las ciencias sociales y humanas, dentro de las cuales ha de incluirse la teoría y la ciencia de la comunicación.

En resumidas cuentas, en su trayectoria posterior, han constituido el punto de referencia para conformar dos formas de estudiar e interpretar la sociedad y la comunicación (Saperas, 1993: 164). La corriente norteamericana que, surgida desde finales de los años veinte, intentará establecer un planteamiento empírico con aspiraciones de cuantificación estadística estricta y desde una óptica global de convertir a las Ciencias de la Comunicación en una rama más de las ciencias experimentales. La Teoría crítica, de procedencia europea, que se interesará esencialmente por determinar los aspectos subyacentes y no explícitos de los procesos de comunicación; es decir, los aspectos ideológicos en donde el sistema de comunicación debe de enmarcarse.

El tercer momento de la etapa científica de los estudios de la comunicación, el que hemos denominado de normalización, se soporta básicamente en la demarcación científica de esos estudios de acuerdo con los postulados que, desde la epistemología y filosofía de la ciencia, se exige a todo conocimiento científico y en el reconocimiento de esos estudios como campo específico y autónomo del saber tanto por la comunidad científica como por la académica.

Desde nuestro planteamiento, a partir de 1960, la investigación de los fenómenos comunicativos está consolidada y normalizada pero, al mismo tiempo, factores diversos (los cambios sociales, la evolución de la teoría científica, la implantación y predominio de nuevos medios de comunicación y las perspectivas de acercamiento y valoración de los mismos, en especial la televisión, la incidencia de las infraestructuras tecnológicas, la nuevas formas de acceder a la información, han hecho que surjan, en el campo científico de la comunicación, paradigmas diversos que intentan responder a las exigencias provenientes de las conformaciones complejas que va presentando el objeto de investigación y, desde luego, a los postulados implantados desde la Teoría de la ciencia.

La normalización a la que estamos aludiendo no significa, en modo alguno, unanimidad o univocidad paradigmática; antes bien, durante este largo período, y como ocurre en el resto de las ciencias sociales y naturales, uno de los rasgos más significativos es la convivencia de modelos explicativos y teorías alternativas, complementarios y, raramente, contrarios. Al fin al cabo, los paradigmas son propuestas de comprensión, análisis e interpretación de una realidad, en este caso la comunicativa, seleccionada como objeto de explicación e investigación que, por lo tanto, deben estar atentos a la evolución de la complejidad de los fenómenos comunicativos y, desde luego, a las novedades ofrecidas por la teoría científica en general que ofrece nuevos marcos y postulados metateóricos que pueden ser trasladados a los campos de conocimientos específicos

A modo de resumen, a partir de los años setenta surgen, en el ámbito de la comunicación y del resto de las ciencias sociales, paradigmas que adquieren especial relevancia representativa y explicativa debido a la adecuación que presentan con respecto a la situación real del sistema comunicativo (producción, productos, circulación y consumo) y a la adaptación de los modelos científicos en general a la realidad comunicativa en particular.

Por otra parte, en casi todos los casos parten de la concesión de un estatuto científico autónomo a la comunicación e información, superando, pues, la dependencia y subsidiariedad respecto a disciplinas como la Sociología o Psicología, lo cual no significa en modo alguno dejar de lado las ineludibles interrelaciones con otros factores o subsistemas que conforma el entramado sistémico de la sociedad.

Estructuralismo, Semiología y Semiótica, Estudios Culturales, etc., son paradigmas que responden a esos rasgos detallados anteriormente y que ofrecen, en contraste con lo que ocurría con el Funcionalismo y la Teoría crítica, la particularidad, por un lado, de tener vigencia mundial y no exclusivamente en uno u otro continente, por más que su aplicación pueda presentar algunas particularidades en las comunidades científicas de cada país; por otra, la de afrontar el fenómeno comunicativo en su totalidad y no sólo de modo más bien fragmentario como ocurría tanto en el Funcionalismo como en la teoría Crítica. Como es lógico, por otra parte, el predominio de estos paradigmas no significa la desaparición de los anteriores que, con revisiones y adaptaciones a los cambios del propio objeto de investigación, la realidad comunicativa, seguirán siendo cultivados por los investigadores de la comunicación.

En las últimas décadas del siglo XX, la peculiaridad de la normalización de los estudios de la comunicación proviene fundamentalmente de que los investigadores desarrollan su actividad en el contexto histórico de la Sociedad de la Información. En ella se produce el pleno reconocimiento académico y social de la investigación comunicativa y de sus investigadores, al mismo tiempo que se asiste a una notable diversificación teórica y metodológica.

En conclusión, afirma Saperas (1998: 106-107), las últimas décadas del siglo XX han significado la aparición de:

Una generación caracterizada por la diversidad teórica. Sin embargo, también será una generación del diálogo y del intercambio de experiencias académicas. Esta situación vendrá dada por el hecho de situarnos en un momento de transición histórica, de cambio del sistema comunicativo y de pérdida del valor de los grandes paradigmas teóricos. Es una generación que integra a la investigación la dimensión macrosocial aplicada al estudio de la comunicación de masas, rompe con el modelo lineal del proceso de comunicación e incorpora componentes estructurales. Es una generación que incorpora abiertamente los métodos cualitativos a la investigación comunicativa: la observación participativa, las encuestas en profundidad, las técnicas etnográficas, las técnicas de observación directa intensivas, el estudio cualitativo de los mensajes, la tematización, el estudio de la situación de recepción, entre otras. Sin embargo estas formas cualitativas conviven con los métodos cuantitativos, experimentales y aplicados. Es una generación que crea una teoría de la comunicación que se define como disciplina académica autónoma, pero sin renunciar a mantener un estrecho contacto con científicos sociales. Por ello, actualmente, no podemos entender la actual evolución de la sociología o la ciencia política o de las disciplinas lingüísticas sin su creciente interés por incorporar las implicaciones del sistema comunicativo sobre sus propios objetos de estudio.

 

1.3.2 Supuestos para la aproximación científica a la comunicación actual

1.3.2.1 Las dimensiones de la realidad comunicativa

La Epistemología y la Filosofía de la ciencia actuales consideran que el proceso de investigación ha de girar en torno al objeto que, teniendo como referencia la realidad que se pretende estudiar, se delimita de acuerdo con unos parámetros, factores o supuestos específicos.

La realidad comunicativa, el sistema comunicativo, en definitiva la comunicación, forma parte, como subsistema, de la sociedad contemporánea (sistema) y, por lo mismo, ha de entenderse como un fenómeno complejo debido a los factores que convergen en él, bien como marco para el desarrollo del proceso comunicativo o bien como elementos estructurantes del mismo. La adecuación y eficacia de los paradigmas que pretendan afrontarlo, de forma genérica o en alguno de los aspectos, deberán, pues, asumir esa complejidad como supuesto y principio determinante para ensayar su explicación e interpretación.

Al mismo tiempo, la comunicación e información actuales son el resultado de la incidencia determinante de las llamadas nuevas tecnologías, sobre todo las relacionadas con la informatización, la digitalización y la realidad virtual, que constituyen la base de nuevas formas de percibir, representar, comunicar y conocer (Bettetini y Colombo, 1995: 29-39). Al decir de Ramonet (2000: 12):

La comunicación se ha visto afectada en los últimos veinticinco años por transformaciones tecnológicas de gran envergadura. Transformaciones tecnológicas que han modificado no sólo el campo de la comunicación sino que han modificado, en realidad, el contexto general de nuestras sociedades. Pero de hecho, evidentemente, son tecnologías, se llaman nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, que han afectado, muy directamente, al campo de la comunicación».

La delimitación de la realidad comunicativa actual como objeto de investigación definido por la complejidad supone, como hemos dicho, partir de la complejidad de la propia sociedad contemporánea dentro de la cual se enmarca la dinámica comunicativa a la que pretendemos enfrentarnos y, por consiguiente, el punto de partida para definir los fenómenos comunicativos actuales ha de ser el diagnóstico de la sociedad actual que, en la mayoría de los casos, se denomina con términos o expresiones que aluden al factor informativo: sociedad o era de la información, sociedad informacional, sociedad digital.

Un aspecto fundamental del diagnóstico sobre la sociedad actual hace referencia a la trascendencia de la revolución tecnológica y, de forma especial, de la revolución que conllevan las tecnologías de la información (Castells, 1997: 44-45). Es decir, los especialistas conceden un lugar preferente a la comunicación e información, a sus industrias y a sus productos, en la estructura y desarrollo de la propia sociedad. Esto es, las industrias de la información y de la comunicación y las actividades relacionadas con ese complejo industrial ocupan cada vez un mayor número de personas y significan un mayor porcentaje de la actividad productiva nacional de un país. Todo ello exige, sin duda alguna, la necesidad de atribuir a la comunicación rasgos específicos que superan la mera función transmisora de mensajes o de contenidos informativos y la convierten en un factor que participa necesariamente de la misma naturaleza compleja de la sociedad en que cumple una función preponderante como agente social (Livolsi, 2000: 333351, 455-483). Precisamente por eso, Ramonet (2000: 11-12) sostiene que:

Cuando reflexionamos así, como acabamos de hacer muy rápidamente, sobre la larga historia de la relación entre tecnología y comunicación, nos damos cuenta de que la tecnología es un aspecto, pero no el único, y que para que haya cambios sustanciales, se producen también otros cambios. Por ello yo digo siempre, y a mis estudiantes en particular, que cuando reflexionen sobre la comunicación tengan en cuenta, sistemáticamente, tres parámetros. Primero, el parámetro tecnológico que, efectivamente, tiene su importancia y sobre lo que vamos a hablar ahora. Segundo, el parámetro económico, o económico-industrial: ¿Qué tipo de industria, qué tipo de empresa se preocupa de desarrollar la comunicación de masas en un momento dado? Y tercero, el parámetro retórico: ¿Qué tipo de retórica, qué tipo de discurso organiza esta nueva tecnología, esta nueva empresa cuando se producen esos cambios?».

Tal como afirma Castells (1997: 360-361):

Una transformación tecnológica de dimensiones históricas similares está ocurriendo 2.700 años después, a saber, la integración de varios modos de comunicación en una red interactiva. O, en otras palabras, la formación de un supertexto y un metalenguaje que, por vez primera en la historia, integran en el mismo sistema las modalidades escrita, oral y audiovisual de la comunicación humana. El espíritu humano reúne sus dimensiones en una nueva interacción entre las dos partes del cerebro, las máquinas y los contextos sociales. Pese a toda la ideología de ciencia ficción y el despliegue comercial que rodea el surgimiento de la denominada autopista de la información, no se debe subestimar su significado. La integración potencial de texto, imágenes y sonido en el mismo sistema, interactuando desde puntos múltiples. En un tiempo elegido (real o demorado) a lo largo de una red global, con un acceso abierto y asequible, cambia de forma fundamental el carácter de la comunicación.

La complejidad que hemos presentado de forma sucinta constituye, como hemos reiterado, el supuesto básico para afrontar las siguientes fases del proceso de investigación: conformación del modelo de representación y explicación, el corpus conceptual y terminológico, el planteamiento de hipótesis y el método adecuado. Por supuesto, en esta delimitación no hemos incidido en algo a lo que hemos aludido a la hora de hablar, en otro apartado, de la necesidad de superar las restricciones que muchas veces ha impuesto la selección exclusiva de la comunicación de masas como objeto de investigación, pero es evidente que, bien estudiadas de forma autónoma o bien en relación con la comunicación social y mediada o mediática (condicionantes de la recepción y consumo), las peculiaridades de cada forma y nivel de comunicación (Rosengren, 2000: 89ss.), como es lógico, constituyen, como manifestaciones fundamentales de la realidad comunicativa, el objeto de la investigación y, por lo mismo, han de incluirse en las preocupaciones de las disciplinas relacionadas con el estudio de la comunicación.

1.3.2.2 Los límites de los paradigmas

A partir de lo afirmado anteriormente, aunque no nos atrevemos a afirmar con la rotundidad que lo hacen algunos autores, la realidad comunicativa tal como se presenta actualmente exige un cambio radical de paradigma o paradigmas explicativos y, por tanto, nos colocaría ante una revolución científica en los términos que acuñó Khun en su obra La estructura de las revoluciones científicas y en desarrollos posteriores y que vendría provocada por la crisis e ineficacia de la mayor parte de los elementos y factores que conforman los paradigmas comunicativos vigentes actualmente. No obstante, y valiéndonos de las acotaciones de algunos autores, haremos alusión a algunas carencias que, cuando menos, sirvan como señales de alerta ante la pérdida de vigencia y, sobre todo, eficacia científica y epistemológica de aquellos modelos o teorías de la comunicación que no contemplen las peculiaridades que definen actualmente los fenómenos comunicativos, sus infraestructuras y sus derivaciones con respecto a la generación de nuevos productos y a la percepción e interpretación de los mismos.

Rojas-Vera y Arape (1998: 64-80) han elegido el término Poscomunicación para construir una teoría que afronte los nuevos retos y exigencias que conlleva la comunicación contemporánea realizando este diagnóstico:

Con toda seguridad, hoy tenemos, además de la desilusión en la comunicación, un gran déficit conceptual y teórico para entender la nueva posibilidad. La comunicación puede ser el eje transformacional para contribuir a nivelar el déficit. A pesar de los cambios vertiginosos, el progreso tiene una deuda con la comunicación. La parcialidad disciplinaria podría ser ahora un peligro.

No existen tantos conceptos claros para interpretar y entender lo que puede estar sucediendo. En realidad, la situación no es tan fácil como para reducirla a modelos operativos. La sociedad preinformacional tiende a simplificar el tema de sociedad de la información a sociedad informatizada, precisamente por existir un déficit conceptual. El mismo peligro corre al entender la idea de poscomunicación como una comunicación supertecnificada o simplemente hiperinformatizada. Tal vez tengamos una curvatura en la evolución y acerquemos las tecnologías a la comunicación no tangible. A pesar de que la distancia temporal entre la sociedad de la información y la industrial fue menor que entre esta última y la agraria, la brecha cultural y epistemológica que nos anuncia la poscomunicación será mayor [...] La brecha para comprender lo que debemos afrontar parece mayor que las anteriores. ¿Cómo aproximarnos a la sociedad poscomunicacional? Y ¿acaso podremos imaginarla o comprenderla con la racionalidad aún incomprendida de la misma sociedad de la información? Si explicar la sociedad de la información desde conceptos industriales ha sido un error por el riesgo de reduccionismo técnico, tanto más lo será acercarse a la sociedad poscomunicacional desde los conceptos de la misma sociedad de la información.

Otros autores, en cambio, constatan las peculiaridades de la nueva comunicación, sobre todo las que provienen de la incidencia trascendental de las nuevas tecnologías y de las nuevas dimensiones y funciones en la estructura y dinámica de la sociedad global y, sin afirmarlo clara y rotundamente, también plantean, e incluso han ensayado, la necesidad de incorporar un nuevo bagaje analítico e interpretativo para aproximarse a la nueva comunicación ante el riesgo de inadecuación e ineficacia de los modelos vigentes. En esta dirección han de ser leídas las obras de autores ya citados (Bettetini y Colombo, 1995; Echeverría, 1999; Gubern, 1986 y 1999; Ramonet, 1998; Terceiro y Matías, 2001).

1.3.2.3 Exigencias de la complejidad

Los autores citados anteriormente, Rojas-Vera y Arape (1994: 64-80), también han diseñado el paradigma de la poscomunicación como respuesta a la complejidad que presentan la comunicación y la sociedad en la que se enmarca y cuyos ejes fundamentales son:

1) la valoración del cambio acelerado de todo y, en especial, del mundo de la comunicación; 2) el papel preponderante de la información y la comunicación, y su conocimiento científico, para la construcción de la sociedad del siglo XXI; 3) la crisis de las fronteras comunicacionales; 4) la nueva esperanza del mundo comunicacional y 5) el creciente déficit conceptual para entender las nuevas realidades.

Partiendo de esos supuestos, pueden extraerse algunas pautas importantes para analizar e interpretar de forma adecuada la realidad comunicativa tal como enumeraremos a continuación.

La aceptación de la complejidad de los fenómenos comunicacionales y, por tanto, de los respectivos paradigmas explicativos, asumiendo, como correlato, la necesidad de la interdisciplinariedad o transdisciplinariedad en estos términos. En efecto, el gran tema de las comunicaciones, desde el sentido humano al social, desde lo técnico a lo estratégico, exige abordajes más allá de lo interdisciplinario, conduciéndonos hacia la transdisciplinariedad. Lo cual representa un reto para científicos y estudiosos de la comunicación centrados en modelos comunicacionales industriales o informacionales.

La creación de nuevos conceptos, nuevos términos para nombrar los nuevos fenómenos comunicativos y, de esa manera, superar el déficit conceptual, puesto que:

No existen tantos conceptos claros para interpretar y entender lo que puede estar sucediendo. En realidad, la situación no es tan fácil como para reducirla a modelos operativos. La sociedad preinformacional tiende a simplificar el tema de sociedad de la información a sociedad informatizada, precisamente por existir un déficit conceptual.

 

1.3.2.4 Ciencia, tecnologías y comunicación

Como hemos señalado reiteradamente en este trabajo, un factor especialmente relevante e importante para definir la complejidad de los fenómenos comunicativos es el componente tecnológico de la producción comunicativa e informativa. Es cierto que caben diferentes interpretaciones sobre el papel que se les asigna en la conformación de los productos, en el conjunto del proceso de producción, circulación y recepción e incluso en la explicación de la evolución de la sociedad, pero hoy en día no podemos limitar la valoración de las tecnologías al ámbito infraestructural o de soporte de la dinámica comunicativa, puesto que la mayoría de los especialistas están de acuerdo en que el factor tecnológico (la informatización, la digitalización y los artefactos de la realidad virtual) es un elemento constitutivo de los productos comunicativos en cuanto a su producción y percepción (Gubern, 1996) y, por lo mismo, ha de ser considerado elemento indispensable de su definición.

Las nuevas teorías de la comunicación, por consiguiente, están obligadas a conceder a las tecnologías un papel imprescindible en la delimitación del objeto y en los procesos de investigación y, para ello, a nuestro parecer, es preciso incidir en este trabajo en las aportaciones que la filosofía de la tecnología puede aportar a la planificación y formulación de una teoría compleja de la comunicación, puesto que, por otra parte, es uno de los ámbitos que, hasta el momento, los teóricos de la comunicación han relegado normalmente. Como afirma J. Echeverría (2000: 249):

Tanto los sociólogos de la ciencia como los filósofos de la ciencia han comenzado a hablar de tecnociencia en los últimos años, rompiendo la separación tradicional entre ciencia y tecnología. En la medida en que los filósofos, los sociólogos y los historiadores estudian la ciencia contemporánea, y no sólo la ciencia moderna, la componente tecnológica de la actividad científica resulta inexorable.

Las acotaciones que presentamos a continuación, no obstante, han de entenderse como una propuesta de trabajo y no como una formulación de un paradigma científico. Por ese motivo, centraremos la atención en aquellas cuestiones que los filósofos de la ciencia y de la tecnología consideran fundamentales para delimitar ese ámbito del saber, para marcar los pasos de la dinámica investigadora y asumir algunas de las posibles implicaciones que la integración de la tecnociencia tendrán en la formulación de los nuevos paradigmas que pretendan afrontar la comunicación desde la complejidad. En palabras de Castells (1998: 360):

Sin examinar la transformación de las culturas en el nuevo sistema de comunicación electrónico, el análisis general de la sociedad de la información fallaría por su base. Por fortuna, aunque haya discontinuidad tecnológica, existe en la historia una gran continuidad social que permite el análisis de las tendencias mediante la observación de las que han preparado la formación del nuevo sistema durante las dos últimas décadas.

La bibliografía sobre esta nueva perspectiva científica comienza a ser, también en nuestro país, muy abundante (López Cerezo y Sánchez Ron, 2001; Broncano, 2000; Quintanilla, 1989, 2000; González, López Cerezo y Luján, 1997; Medina, 1989; Muguerza y Cerezo, 2000) y está adquiriendo un elevado grado de especialización en torno a los diversos aspectos y cuestiones objeto de su preocupación. Nuestro interés, dentro de los límites de este trabajo, se reduce únicamente a plantear la exigencia y necesidad de recurrir a esta disciplina como requisito de la adecuación y eficacia de los paradigmas comunicativos y, por eso mismo, nos limitaremos a subrayar algunas cuestiones básicas.

Teniendo en cuenta ese diagnóstico, es evidente que el cambio acaecido en el contexto externalista puede servir para justificar la aparición de un nuevo paradigma en el ámbito de la comunicación, más aún cuando la relación entre comunicación y sociedad quizás sea la clave para entender esta nueva sociedad y que, por lo tanto, obligue a replantear tanto la definición de la comunicación e información como la delimitación de la propia sociedad contemporánea dado que la nueva comunicación se ha convertido en el soporte indispensable de la globalización que, con todas sus ventajas e inconvenientes, parece ser su característica más relevante.

Junto a esos cambios coyunturales de la sociedad, es preciso resaltar también la evolución que ha tenido lugar en el contexto científico que hace referencia al conjunto de las ciencias y de la investigación científica y, como ya hemos anotado, a ciertos aspectos relacionados con la filosofía de la ciencia y de la epistemología como pueden ser: el concepto de ciencia, el estatuto y clasificación de las ciencias, el proceso de investigación, el papel del investigador, que tiene que ver, entre otras cosas, con la integración de la tecnología dentro del ámbito de la teoría científica.

Llámese cambio o revolución científica, es evidente que las teorías o paradigmas que pretendan estudiar la comunicación de una forma adecuada y coherente no pueden prescindir ni de los condicionantes o determinaciones que impone la naturaleza del objeto, la realidad comunicativa actual, ni el bagaje epistemológico vigente en el ámbito de la comunidad científica internacional. Por esta razón, y a modo de sugerencia, concluiremos el trabajo sugiriendo algunas pautas para desarrollar investigaciones parciales o globales en el campo de la comunicación.

El postulado de la complejidad del objeto ha de ser, sin duda, un requisito ineludible y así lo han entendido los investigadores que han formulado y desarrollado paradigmas como la Sociosemiótica, la Economía Política de la Comunicación o los Estudios Culturales. No obstante, por razones fácilmente comprensibles si se estudian los objetivos de dichas teorías y las delimitaciones del objeto de investigación que proponen, no han cumplido con todas las exigencias que impone la complejidad de los hechos comunicativos y que supone considerar el conjunto de dimensiones que conforman su naturaleza.

Para avanzar coherentemente en esa dirección es preciso, sin duda, superar la parcialidad que, con respecto a la delimitación del objeto y a la conformación de un modelo explicativo, supone la fragmentación del conocimiento y de la investigación en ámbitos disciplinares y avanzar hacia la transdisciplinaridad, que no es la suma de los resultados de cada disciplina, sino la conformación de un modelo complejo en el que se interrelacionen las diferentes perspectivas disciplinares de manera que puedan abarcar las plurales dimensiones del objeto.

En el caso de los hechos comunicativos, el modelo deberá interrelacionar su naturaleza retórica, semiótica y tecnológica con su dimensión política, socioeconómica e ideológica y, por lo mismo, construir un modelo que, partiendo de la sociedad como sistema global, establezca las interrelaciones e interdependencias existentes entre los subsistemas político, social, económico y cultural e ideológico dentro del cual se enmarcan específicamente los productos comunicativos e informativos, si bien, precisamente por las interrelaciones mencionadas, los hechos comunicativos superan esa dimensión y adquieren peculiaridades que provienen del resto de subsistemas.