Enamorado de la vida

Tekst
Autor:
0
Recenzje
Książka nie jest dostępna w twoim regionie
Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

Son grandes las implicaciones de esta declaración. Zaratustra está diciendo que los pájaros son felices porque sale el sol. Las flores son felices porque sale el sol. Todo el planeta parece estar feliz, despierto, lleno de energía, de esperanza, por el día que llega; el sol está saliendo.

Esta declaración indica que el sol también debe estar feliz porque han florecido tantas flores, tantos pájaros están cantando. Si no existieran los pájaros o las flores, y no hubiera nadie esperándolo, el sol estaría triste.

Las implicaciones son claras: estamos interconectados, la existencia está interconectada. Hasta la más pequeña hoja de pasto está conectada con la gran estrella en el cielo. Esas conexiones no son visibles.

Es sabido que si un día no sale el sol, desaparecería la vida en el planeta. Sin el calor del sol y la energía que proporciona nada permanecería con vida. Pero los místicos siempre nos han indicado también sobre la otra posibilidad: si la vida desaparece del planeta, el sol no saldría, ¿para quién?

Zaratustra está diciendo: “Estoy lleno de gozo, lleno de paz. Ahora necesito alguien que lo reciba. Estoy rebosado. Tengo que compartirlo, de otra manera hasta el mayor gozo sería muy pesado. Hasta el mayor gozo puede volverse doloroso si no se comparte”.

Tú, gran astro, qué sería de tu felicidad si no tuvieras aquellos a quienes iluminar.Durante diez años has venido subiendo hasta mi caverna, sin mí, mi águila y mi serpiente te habrías hartado de tu luz y de este camino.

Zaratustra usa dos símbolos: el águila y la serpiente. La serpiente representa la sabiduría, y el águila el valor para volar dentro de lo desconocido, sin miedo. Tenía a su lado el águila y la serpiente. Debemos ser tan conscientes, tan sabios e inteligentes como sea posible. Necesitamos también el valor para penetrar en lo desconocido y, finalmente, dentro de lo que no es posible conocer. Saltar dentro de lo que no se puede conocer es hacerlo dentro de los mandatos de Dios en la existencia.

Pero nosotros te aguardábamos cada mañana, te liberamos de tu superabundancia y te bendecimos por ello.

Todo lo que nos has dado era superfluo para ti. Tienes mucho de eso, estás sobrecargado con eso. Deseabas a alguien con quién compartir, y hemos tomado de tu energía superflua y abundante, energía rebosante, y te hemos bendecido por eso.

¡Mirad! Estoy cansado de mi sabiduría...

De la misma manera que estás cansado de tu luz y quieres alguien para compartirla, yo estoy cansado de mi sabiduría; es demasiado. Ya no puedo contenerla, debo encontrar a alguien para compartir. Tengo que descargarme.

Ésta es una gran reflexión, que hasta la sabiduría puede convertirse en una carga. Zaratustra está absolutamente en lo correcto.

...como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan.Me gustaría regalar y repartir, hasta que los sabios entre los hombres hayan vuelto a regocijarse en su locura...

Lo anterior puede decirlo solamente alguien que sepa. Una persona ordinaria que simplemente ha aprendido, que tiene sabiduría prestada, no podría siquiera concebir la idea.

Nietzsche está diciendo en Zaratustra: “Voy a ir a compartir entre los hombres, a distribuir y descargarme hasta que los sabios entre los hombres hayan vuelto a regocijarse en su locura”

El verdadero hombre sabio no es serio, se regocija porque entiende que la existencia es juguetona. El verdadero hombre sabio puede parecer un poco loco a la gente, disparatado. porque la humanidad ordinaria concibe una idea fija de lo que es un hombre sabio: que es serio, que no pude ser juguetón, que no puede reír, que no puede bailar.

Esas cuestiones son para gente tonta. Zaratustra dice: “Seguiré compartiendo mi sabiduría hasta que el sabio entre los hombres se haya vuelto tan sabio que pueda aceptar aún las cosas que parezcan tontas para el hombre ordinario”.

...y los pobres, con su riqueza.

En lo concerniente a la riqueza interna, el ser humano pobre ha sido dotado por la naturaleza como a un hombre rico. El rico está muy comprometido con el mundo exterior, y tal vez no encuentre la forma o el tiempo para entrar a su interior. Por su parte, el pobre está en una condición afortunada, no tiene nada que lo comprometa con lo exterior, puede cerrar los ojos e ir al interior. Zaratustra está diciendo que al menos que el sabio sea tan sabio que hasta la tontería se vuelva sólo regocijo, y el pobre sea tan feliz como si hubiera encontrado el más grande tesoro...

Para ello tengo que bajar a la profundidad: como haces tú al atardecer, cuando traspones el mar llevando luz incluso al submundo, ¡astro inmensamente rico!Yo, lo mismo que tú, tengo que hundirme en mi ocaso como dicen los hombres a los que quiero bajar. ¡Bendíceme pues, ojo tranquilo capaz de mirar sin envidia incluso una felicidad demasiado grande. ¡Bendice la copa que quiere desbordarse para que de ella fluya el agua de oro llevando a todas partes el resplandor de tus delicias! ¡Mira! esta copa quiere vaciarse de nuevo y Zaratustra quiere volver a hacerse hombre.

Ésta es una rara cualidad de Zaratustra. Han existido miles de individuos que han querido convertirse en superhombres, quién no desea ser como Buda, Jainas, Cristo; sin embargo, Zaratustra, solo en toda la historia, quiere ser nuevamente hombre. Habiendo visto las alturas, habiendo visto las profundidades, conociendo la soledad última, estando lleno de sabiduría, quiere ir hacia abajo y ser sólo un hombre entre los hombres, no alguien superior.

Entonces, Zaratustra inició su camino descendente.

Este descenso de Zaratustra es tan único y significativo que, a menos que todos los hombres sabios tuvieran el mismo valor, no podrá cambiarse el destino de la humanidad.

Si Buda Gautama, Jesucristos, Moisés y Mahoma hubieran regresado a la humanidad sólo como hombres, le habrían dado dignidad un gran valor; se hubieran vuelto fuentes de enorme inspiración. Pero ellos están muy lejanos: la distancia es tan grande que crea un desencanto. No sólo ellos, sino también sus discípulos han estado tratando, de todas las maneras posibles, de crear más y más distancia.

Por ejemplo, Jesús nació de una joven virgen: es desalentador para la humanidad porque hemos nacido del pecado, sólo Jesús no nació del pecado. Si él es el único hijo de Dios, entonces ¿quiénes somos nosotros? ¡Ni siquiera somos primos!

¿Por qué Dios es tan miserable que sólo tuvo un hijo? ¿Cree en el control de la natalidad? Los cristianos están en contra. ¡Al menos era necesaria una hija! Pero, para deshonra del género femenino, Dios no puede tener una hija, ni tiene una esposa; pero tiene un hijo. Su hijo camina sobre el agua, tú no puedes hacer eso, trae gente de la muerte —resurrección—, tú no puedes hacer lo mismo.

Naturalmente la distancia es muy grande. Tú eres sólo un ser humano; él es Dios. Cuando mucho, puedes adorarlo. Es una humillación para ti. Significa un gran insulto para la humanidad. Y esos milagros son ficción. Nadie nunca ha hecho esos milagros, pero sus seguidores han ido muy lejos sólo para crear la distancia entre Jesus y tú, han ido a distancias extremas.

Mahoma murió, pero no como un hombre ordinario. De hecho, él no falleció de la forma en que muere la gente; simplemente se fue directo al cielo, vivo. Y no él solo, montando un caballo, así que el caballo también se fue directo al paraíso. No es un caballo ordinario, sino el caballo Mahoma Hazrat. No puedes pensar que perteneces a la misma categoría.

Mahavira nunca sudó. En los veranos calurosos de India, particularmente en Bihar, en caminos polvosos, él se movió desnudo cuarenta años, ¡y nunca sudó! Esto sólo es posible si su cuerpo no estuviera cubierto de piel, sino de plástico. Debido a que el cuerpo está protegido por piel y ésta respira, la sudoración es un proceso necesario para sobrevivir, de otra manera moriríamos.

El sudor es protección. Cuando está muy caluroso, los poros empiezan a arrojar agua fuera del cuerpo para que el calor se dedique a evaporar el sudor y que no se eleve la temperatura; la temperatura permanece igual. Si el cuerpo no suda, la temperatura se elevaría más y más alto. Y no tenemos mucho rango, entre treinta y seis y treinta y siete grados. Sólo doce grados más y Mahavira hubiera reventado; no podría permanecer vivo. Sólo para marcar una diferencia, él nunca se bañó; no había necesidad. Cuando no se suda, no se requiere tomar un baño.

Lo mordió una serpiente y le salió leche en lugar de sangre. En una conferencia Jaina, justo antes que yo, habló un monje Jaina. Alabó todos estos milagros de Mahavira, y cuando hablé yo, dije: “Éstos no fueron milagros. Con pensar un poco quedará claro que sólo puede salir leche de un pie, si en lugar de sangre haya circulado leche en el cuerpo de Mahavira. Sin embargo, durante cuarenta años la leche circulando se hubiera convertido en jocoque, se hubiera vuelto mantequilla, incluso se hubiera hecho manteca. ¡Permaneció siendo leche! ¡Salió leche fresca!

“La otra posibilidad es que la leche hubiera salido tal como en los senos de una mujer, pero los senos tienen un mecanismo sutil para transformar la sangre en leche. Esto también era posible, si insisten en que el cuerpo de Mahavira tuviera sistemas creadores de leche”.

Esto es absurdo. Sin embargo todos... El Buda Gautama nació estando su madre parada, lo cual puede aceptarse porque no es mucho problema. Tal vez la madre estaba un poco loca; de otra manera, debía estar acostada cuando nacía el niño, no parada. Podría aceptar que tal vez la madre estaba loca, pero el Buda Gautama nació parado; cayó en la tierra parado. Esto también ocurre algunas veces. Normalmente sale primero la cabeza, pero de vez en cuando nace un niño con los pies por delante.

 

Es posible si la historia parara ahí, y no provocaría gran impresión, pero el Buda caminó siete pasos. Y cualquier niño recién nacido no se puede parar, pero él anduvo siete pasos. Y no sólo los caminó, después miró al cielo y declaró: “Yo soy el más grande de los budas, el hombre iluminado más grande; pasado, presente y futuro”.

Ahora bien, éstas son grandes decepciones: no puedes controlar estas cosas. En primer lugar, tú ya naciste, inténtalo la próxima vez. En esta vida puedes convertirte en una persona despierta, así que sólo practica para la siguiente. Recuerda exactamente lo que hay que hacer.

Dichas ficciones tienen un propósito particular, que es alejar a estas personas de los seres humanos para que sólo sea factible cuando mucho, adorarlos; no es posible ni soñar que pueda pasarte a ti esa misma experiencia.

Lo que hizo Zaratustra deberían haberlo llevado a cabo todos los seres iluminados, hubieran regresado al mundo, se lo deben. Están en deuda con la humanidad. Nacieron como niños humanos y no pueden perdonar que se creen mitos alrededor de ellos o permitir que otra gente establezca esos mitos en torno suyo para que se vuelvan algo inalcanzable.

Zaratustra es más humano, más adorable; se puede ver su visión al regresar a la humanidad. Ha reunido tanta sabiduría, tanta miel, que quiere compartirla, distribuirla. Él quería de nuevo estar vacío porque ahora que sabe que entre más dé más existencia se seguirá derramando sobre él. Puede ir vaciándose y aún tendrá abundancia para compartir.

Un hombre que auténticamente está enamorado de la humanidad, un hombre que afirma la vida, no condena, no es negativo; no hace que nadie se sienta culpable. Por el contrario, ayuda a todos: “Todo lo que tengo está oculto también dentro de ustedes”. Su regreso hacia abajo no es nada más que alentar a aquellos que estuvieran listos, los que tienen necesidad de alguna guía, los que quieren conocer el camino, aquellos que quieran experimentar su mayor tesoro interior.

Zaratustra debe ser mejor y mejor entendido para el beneficio de la humanidad que viene. Ésta es una bendición mayor que cualquier otra.

Así habló Zaratustra.

Capítulo 2 · La sabiduría trae auténtica libertad

Prólogo, parte 2

* * *

Zaratustra bajó solo de la montaña, y nadie se lo encontró. Pero cuando entró al bosque, un viejo que había dejado su santa choza para buscar raíces en el bosque de pronto se paró ante él. Y entonces le habló a Zaratustra:

“Esta maravilla no me es extraña. Hace muchos años pasó por aquí. Se llamaba Zaratustra. Pero ha cambiado”.

“Entonces cargabas a la montaña tus cenizas contigo: ¿ahora llevas tu fuego a los valles?, ¿no temes un castigo incendiario?”.

“Sí, reconozco a Zaratustra. Sus ojos son claros, y ningún disgusto acecha su boca. ¿Acaso va solo como un bailarín?

“¡Cuánto ha cambiado Zaratustra! Zaratustra se ha vuelto un niño, un hombre despierto: ¿qué quieres ahora con los que duermen?”.

“Has vivido en soledad como en el mar, y el mar te aburrió. Ay, ¿quieres ir a la playa? Ay, quieres nuevamente arrastrar tu cuerpo?”.

Zaratustra contestó: “Yo amo a la humanidad”.

“Por qué”, dijo el santo, “¿fui dentro del bosque y el desierto? ¿No era porque amaba demasiado a la humanidad?”. “Ahora amo a Dios: A la humanidad no la amo. El hombre es una cosa tan imperfecta. El amor a la humanidad me destruiría”.

Zaratustra contestó: “¿Yo que digo amor? Le traigo un regalo a la humanidad”.

“No les des nada” dijo el santo. “Mejor quítales algo y que carguen con eso, les gustará más; ¡si tan sólo te complaciera a ti!

“Y si quieres darles algo, ¡no les des más que ayuda, y déjalos que mendiguen por ella!”.

“No”, contestó Zaratustra. “No doy ayuda. No soy suficientemente pobre para eso”.

El santo le sonrió a Zaratustra y continuó:

“¡Fíjate si ellos aceptan tus tesoros! Desconfían de los eremitas y no creen que vengamos a dar”.

Nuestros pasos suenan muy solitarios entre sus calles. Y por las noches, si escuchan en sus camas a un hombre que va mucho después de que salió el sol, seguramente se preguntarán: ¿adónde va ese ladrón?

“No vayas a los hombres, ¡permanece en el bosque! ¡Mejor ve a los animales! ¿Por qué no eres como yo?, un oso entre los osos, un pájaro entre los pájaros?”.

“¿Y qué hace el santo en el bosque?”, preguntó Zaratustra. Y el santo contestó: “Hago canciones y las canto, y cuando lo hago, me rio, lloro y murmullo: luego alabo a Dios.

“Alabo a Dios con el canto, con el llanto, y con mis sollozos alabo a Dios, que es mi Dios. Pero ¿cuál es el regalo que nos traes?”.

Cuando Zaratustra escuchó estas palabras, saludó al santo y dijo: “¿Qué es lo que podría tener para darte?”.

“Pero déjame ir rápido, que podría tomar algo de ti”. Y entonces se separaron uno del otro, el viejo y Zaratustra se reían como se ríen dos muchachos.

Pero cuando Zaratustra se quedó solo, entonces habló con su corazón.

“¡Puede ser posible! Este pobre santo aun no ha escuchado en su bosque que Dios ha muerto!”.

Zaratustra fue a las montañas en busca de soledad. Puedes encontrar soledad en la muchedumbre, pero nunca solo. La soledad es una especie de hambre por el otro. Estás extrañando al otro. No estás suficientemente dentro de ti, estás vacío. De ahí que todos quieren estar con la multitud y que sean saludados en su derredor por muchas clases de relaciones sólo para que desengañen, para olvidarse de que están solos. Pero esta soledad irrumpe una y otra vez. Ninguna relación puede esconderla. Las relaciones son delgadas y frágiles. En lo profundo sabes perfectamente que aunque estás en la multitud, te encuentras entre extraños. También eres un extraño para ti mismo.

Zaratustra y todos los místicos han ido a la montaña en busca de aislamiento. El aislamiento es algo positivo, el sentimiento de tu propio ser y el sentimiento de que tú eres suficiente para ti mismo, que no necesitas a nadie. La soledad es una enfermedad del corazón, pero estar solo es curativo.

Aquellos que saben de estar solos han ido más allá de la soledad para siempre. Cuando se encuentran solos o con personas, están centrados dentro de ellos mismos. En las montañas están solos, y en la multitud están solos, porque ésa es su realización; esa soledad es nuestra naturaleza. Hemos venido al mundo solos, y vamos a dejar al mundo también solos.

Entre estas dos soledades, entre nacimiento y muerte, sigues solo. Pero no has entendido la belleza de la soledad, y entonces has caído en una clase de engaño, el engaño de la soledad.

Para descubrir la soledad individual no debemos irnos fuera de la multitud. Despacio, despacio mientras nos olvidamos del mundo, hasta que la conciencia se concentre en nosotros mismos, y sucede una explosión de luz. Por primera vez llegas a conocer la belleza y la bendición de estar solo, la tremenda libertad y sabiduría de estar solo.

Zaratustra acostumbraba acompañarse de una serpiente y de un águila mientras vivía en las montañas. En Occidente la serpiente representa la sabiduría. La sabiduría más grande es irse deslizando del pasado, no apegarse a él, tal como la serpiente se desliza de su propia piel y nunca ve para atrás. Siempre su movimiento es de lo viejo a lo nuevo.

La sabiduría no es una colección del pasado, sino la experiencia, la vida en constante renovación. La sabiduría no junta el polvo de la memoria, permanece como un espejo limpio, reflejando lo que es; siempre fresco, siempre nuevo, siempre en el presente.

El águila es un símbolo de libertad. Sola, va a través del sol, lejos en un cielo sin límites, sin miedo. Sabiduría y libertad son dos caras de la misma moneda.

Habiendo vivido en las montañas durante diez años, Zaratustra logró el éxtasis de estar solo, la purificación de estar solo, la independencia de estar solo. Aquí es donde él es único dentro de otras personas despiertas; cuando ellas descubrieron eso, permanecieron en las alturas. Zaratustra inició su camino abajo, de regreso a la multitud. Debía entregar el mensaje a la humanidad: “Están sufriendo innecesariamente, han sido dependientes innecesariamente, están creando toda clase de cárceles para ustedes, solo para sentirse a salvo y seguros. Pero la única seguridad y posibilidad de estar a salvo es conocerse a sí mismos, porque así, hasta la muerte es impotente. No puede destruirlos”.

Zaratustra se situó debajo de las montañas para decir a la gente que la sabiduría no es sinónimo de conocimiento. De hecho, el conocimiento es lo opuesto a la sabiduría. Básicamente, la sabiduría es inocencia, el conocimiento es ego, y la sabiduría es la desaparición del ego. El conocimiento te llena de información. La sabiduría te vacía por completo, pero ese vacío es una nueva clase de llenado. Es lo espacioso.

Va a la gente para decirles que la sabiduría trae libertad. No hay ninguna otra libertad: política, económica; las libertades sociales son falsas. La única libertad auténtica es la del alma, que puede tratarse de un águila e ir sin ningún miedo dentro de lo desconocido y de lo que no se puede conocer.

Porque ha obtenido su estado de última conciencia quiere compartirla. Lo único en él es que sigue amando a la humanidad. No hay una condena sobre la gente dormida, la gente ciega. Siente una tremenda compasión por ellos. Va hacia abajo porque ama la vida. No está en contra de la vida.

El pequeño diálogo con el viejo santo que vive en el bosque es muy significativo. Contiene muchas cuestiones que podrían no resultar aparentes, pero trataremos de descubrirlas tan profundo como sea posible.

Zaratustra bajó de la montaña solo, y nadie lo encontró. Pero cuando entró al bosque, un viejo, que había dejado su santa choza para ir a buscar raíces en el bosque, de pronto se paró frente a él. Y entonces el viejo le dijo a Zaratustra:“Este buscador no es extraño para mí. Hace muchos años pasó por aquí. Se llamaba Zaratustra, pero ha cambiado”.

El viejo santo pudo ver el cambio. Aunque es el mismo hombre, no representa la misma energía. Es el mismo hombre, pero es un individuo totalmente diferente. Partió a las montañas como un ignorante, y está saliendo de las montañas como el hombre más sabio posible. Se fue allá dormido, y regresa despierto. Ha pasado por una transformación.

Cuando se fue a las montañas era sólo un mortal, y cuando regresa, ha logrado la inmortalidad. Ahora está lleno de gozo, lleno de paz, derramando bendiciones en su derredor. Está colmado de amor, de compasión.

“Entonces llevaste tus cenizas a las montañas...”

No eras más que un cadáver. Y has cargado tus cenizas a las montañas.

“...¿ahora llevarás tu fuego a los valles?”.

Esta transformación ha sido tan radical, que en vez de que sean cenizas ahora es fuego. Se fue como oscuridad, y ahora es flama.

“¿No temes un castigo incendiario?”.

Ésta es una nota significativa. El viejo santo está diciendo: “¿No temes regresar hacia la gente ciega, con ojos? ¿Ir lleno de vida hacia los muertos? ¿Ir hacia los dormidos despierto?

“Cuando venías de ellos, eras uno de ellos. Ahora eres totalmente diferente. ¿No crees que estás tomando un riesgo? Ellos te castigarán. No te perdonarán. Tu felicidad es demasiado, no serán capaces de tolerarla”.

 

Es un hecho extraño, podemos tolerar la miseria de la gente, sin embargo, en lo profundo. Tenemos un cierto gozo cuando otros son desgraciados, porque cuando son desgraciados, tú estás más alto que ellos. Puedes mostrar simpatía y te puedes regocijar de que no eres tan desgraciado. Por eso no se ha crucificado a ninguna gente desgraciada, o envenenado, o apedreado hasta la muerte.

Pero es peligroso ser feliz entre la gente desgraciada porque tú estás en alto, y ellos se sienten ofendidos. Tú puedes ver, ellos no. Es insoportable. Ellos están muertos, y tú vivo. Tienes que ser castigado. Te has desviado de la multitud. ¿No tienes miedo al castigo?

“Sí, reconozco a Zaratustra. Sus ojos son claros, y ningún disgusto acecha en su boca. ¿Qué no va solo como un bailarín?”.

Los ojos son simbólicos. Forman parte de tu cuerpo, pero también son ventanas del alma. En la medida de que tu alma se silencia, pacífica y gozosamente, tus ojos obtienen profundidad, claridad, pureza e inocencia. Se vuelven tan transparentes que es posible mirar dentro de la propia alma de un hombre.

“Sus ojos están claros, y ningún disgusto acecha su boca”.

Si te fijas en la gente, están a disgusto con todo en su vida, pero no puedes culparlos. ¿Qué han obtenido? Su vida no es más que una larga tragedia de ahogamiento. Es enfermedad hasta la muerte. Siguen respirando, y siguen viviendo y deseando. Sin embargo estos deseos siempre permanecen como deseos. Sus sueños nunca se cumplen.

Mientras van creciendo, ven que sus esperanzas se desvanecen más y más. Es natural que estén llenos de disgusto con todo este negocio de la vida. Nunca pidieron nacer, nunca pidieron que les fuera dado un corazón que sintiera, que necesitara calor, que necesitara amor.

Ellos nunca requirieron que les fuera otorgada un alma que añore las últimas alturas del gozo y del éxtasis. De pronto se encuentran, y todo lo que se les ha dado en la existencia resulta sin llenar. Están verdaderamente enojados.

Uno de los novelistas mas significativos, Fiódor Dostoyevski, en su gran novela Los hermanos Karamazov, un personaje dice: “Sólo tengo una relación con Dios, y ésta es de disgusto. Estoy enojado, y si puedo encontrarlo, lo único que haré es darle un boleto de regreso y decirle que encuentre un camino fuera de mi vida. Es una broma cruel. Nos da tantos deseos, tantos anhelos que no hay posibilidad de llenarlos.Ni siquiera hay una esperanza en el futuro”.

Todo mundo nace con gran entusiasmo y todo mundo muere frustrado.

El viejo santo dice: “Ahora no veo ningún disgusto, ninguna agonía: en su lugar veo éxtasis. Ahí va como un bailarín”. Llegaste a las montañas de alguna manera, arrastrándote, cargando tu cadáver en tus hombros y ahora “¿No va acaso como un bailarín?”.

Ha sucedido la transformación. El hombre se ha realizado a sí mismo. El hombre está borracho de las fuentes de lo divino.

Éste es el cambio más grande en la vida: ser nuevamente un niño.

“...él despierto: ¿qué quieres ahora con los que duermen?”.

La pregunta del santo es la de todos los santos del mundo, de todos los budas, de todos los místicos y de todos los hombres despiertos. Te has convertido en un niño, estás despierto” “¿qué quieres con los que duermen?” Eres un completo extraño para ellos. Te castigarán, podrían matarte. Tu sola presencia se volverá un peligro para su sueño, un peligro para su miseria, un peligro para su ceguera.

“has vivido en soledad como en el mar, y te aburrió el mar. Ay, ¿quieres ir a la costa? Ay, ¿quieres nuevamente arrastrar tu cuerpo?”.

¿Has olvidado el día que llegaste a la montaña? ¿quieres volver a ser el viejo tú nuevamente?¿Por qué vas hacia abajo, dejando tus asoleados picos? Sabes que en el valle sólo hay oscuridad. ¿Cuál es el propósito de que vayas?

Zaratustra contestó: “Yo amo a la humanidad”.

En aquellas tres palabras se condensa la filosofía de Zaratustra : “Yo amo a la humanidad. Yo amo la vida. No he renunciado al mundo. No he venido a las montañas como un escapista contra la vida. He venido a las montañas para encontrarme a mí mismo, mi aislamiento, mi libertad, mi sabiduría. Y lo he encontrado”.

“Ahora no hay necesidad de que permanezca en las alturas. Por el contrario, estoy tan lleno que necesito gente con quién compartirlo. Quiero compartir mi amor, quiero compartir mi sabiduría, quiero compartir mi libertad, estoy muy sobrecargado, estoy rebosando”

“¿Por qué” dijo el santo, “fui al bosque y al desierto? ¿Qué no era acaso porque amaba demasiado a la humanidad?”.

El santo mencionó: "Yo también fui dentro de las montañas y el bosque debido a que amaba demasiado a la humanidad. Se había vuelto una esclavitud y se había vuelto una dependencia. Me traía sólo miseria y nada más”.

Pero aquí hay una diferencia. Él amaba a la humanidad...demasiado... cuando era ignorante, cuando él mismo estaba dormido. Zaratustra ama a la humanidad cuando está completamente despierto, cuando está iluminado. El amor en quien no está despierto no es nada más que lujuria. Solamente el despierto conoce la belleza, la espiritualidad y la divinidad del amor. Ya no es una atadura.

El amor que está despierto te da libertad. El amor que no está despierto es el amor del limosnero: quiere que tú lo ames, quiere recibir más y más amor. El amor despierto es lo contrario. Es el amor del emperador, quiere darte a ti; tiene demasiado, tal abundancia. Es dar, es compartir, sin ningún deseo de recompensa y sin ningún deseo de obtener algo a cambio.

El santo dijo:

“Ahora amo a Dios: a la humanidad no la amo”.

En esta declaración está contenida la actitud de todas las llamadas religiones. Han estado creando una división que a través de señalar si amas a la humanidad, no puedes amar a Dios. En el Antiguo Testamento Dios dice: “Yo soy muy celoso. Si me amas, no puedes amar a nadie más”.

Ésta es la actitud de casi todas las religiones. Puedes amar este mundo, pero entonces tienes que renunciar al otro mundo: si amas al hombre, has olvidado a Dios. Puedes elegir. Si amas a Dios, debes retirar tu amor por la humanidad; de hecho, debes odiar a la humanidad, debes odiar la vida, debes odiar los placeres. Esta idea de las religiones es monopólica. Dios desea el amor en tu corazón en su totalidad. No tolera ningún competidor.

“Ahora amo a Dios: a la humanidad no la amo . El hombre es algo muy imperfecto para mí. El amor a la humanidad me destruiría”.

A través del santo se condensa la actitud anti vida, anti gozo y anti placer. ¿Por qué no amas a la humanidad? porque la humanidad es algo muy imperfecto. Dios es perfecto. “El amor a la humanidad me destruiría”.

La realidad es que el amor es pureza, en su florecimiento espiritual no hace distinciones. Ama, no porque lo merezcas; ama, no porque eres perfecto; ama, no porque eres dios; el verdadero amor ama por sí mismo. El objeto del amor es irrelevante. Estás tan lleno de amor que vas compartiéndolo con aquellos que son imperfectos. Y, de hecho, lo necesitan más. Aquellos que no son valiosos, necesitan más. Aquellos no tienen merecimientos, de hecho necesitan más.

El dios perfecto no tiene necesidad de tu amor; el dios perfecto es sólo una hipótesis, sólo está en tu mente. Nunca te lo has encontrado; de otra manera, el hombre que va buscando imperfecciones encontraría también imperfecciones en Dios.

¿Alguna vez has pensado en eso? Si de pronto Dios se apareciera frente a ti, ¿no serías capaz de encontrarle imperfecciones?

Tal vez no sea tan hermoso como te lo imaginabas. Probablemente parece chino, o quizás sea negro, o tal vez sea ¡una mujer negra! Tal vez sea muy viejo, un anciano, sin frescura alrededor, sino sólo un viejo apestoso que ha estado ahí durante siglos.