Desafío social

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1.1 NUESTRA EDUCACIÓN A LA LUZ DE LA REVOLUCIÓN MUNDIAL

Las Sagradas Escrituras nos cuentan con palabras sencillas un acontecimiento. El Salvador, el Gran Maestro, el Educador de los Pueblos, había enviado a sus apóstoles en un viaje apostólico. No ha de haber durado demasiado tiempo. Vuelven cansados, cansados del trabajo, cansados tal vez, también, por los fracasos. Y el Maestro los recibe, lleno de bondad, y los llama diciéndoles: “Venite...” (Marcos 6, 31). ¡Venid y descansad un poco de vuestros cuidados y trabajos!

¿Acaso no nos sucede actualmente lo mismo a nosotros? No somos solamente doce. Podemos ser entre 130 y 140. Y no andábamos en una labor apostólica transitoria. Hemos luchado durante meses en el frente. Sabemos lo que significa estar en medio de esta lucha que libran las distintas cosmovisiones. Tal vez no estamos cansados y agotados sólo espiritualmente, sino también físicamente, a causa de estas luchas. Sin embargo, el Salvador quisiera decirnos también “Venite...” ¡Venid, descansad un poco de vuestros esfuerzos y de vuestra tarea!

¿Irán a ser para nosotros estos días que pasaremos juntos un tiempo de descanso, realmente? Es difícil. No sólo han elegido ustedes esta vez un tema que toca directamente sus propias almas, sino que va a hacerlos avanzar en el conocimiento que ustedes tienen de la vida del alma de los niños que les han sido confiados y el modo de tratarlos. Pienso, pues, que debería decirles esto: venimos de un trabajo serio y llegamos a hacer otro tanto; por eso sería bueno que aprovecharan las pocas horas que les quedan disponibles para descansar. Esto significa dormir bien y largamente, y salir a caminar.

Y para que ustedes no se sientan demasiado ajenas las unas con respecto a las otras, a causa de las muchas participantes, tal vez sería también recomendable que dividieran la gran comunidad en comunidades más pequeñas. La mayoría de ustedes se conoce. Esto es una gran ventaja. Así pueden descansar un poco, reuniéndose y juntándose con otras.

En cuanto al reparto del tiempo, ustedes tienen que preocuparse de su recreación. Además, deben preocuparse también de crecer en la incorporación al centro mismo de la comunidad, a la Familia, al gran Movimiento.

1.2 FUNDAMENTOS PARA LA ELECCIÓN DEL TEMA

Ustedes me han fijado la otra meta indicada en el tema de la jornada: Jornada pedagógica sobre la industria. ¿Qué las ha movido a ustedes para elegir este tema? Me parece que hay tres razones para esta petición. Por una parte, el fuerte sentido de responsabilidad por las almas de nuestros niños; por otra, el gran desamparo, en medio de la actual maraña de opiniones y corrientes. Y, finalmente, la conciencia de que tenemos aquí en Schoenstatt para nuestra familia una universidad apostólica y ascética, de modo que podemos exigir, con razón, de nuestras jornadas no sólo que nos introduzcan más profundamente en la vida ascética y religiosa, sino que también nos ayuden a ver con más claridad nuestra labor profesional y a llevarla a cabo con más fidelidad y energía.

Comienzo, pues, a acoger los deseos de ustedes. Con todo, quisiera responderles al instante con un pero. Puedo imaginarme perfectamente que con el correr de los días va a surgir aquí y allá un clamor y algunas de ustedes dirán: “No sólo quisiera conseguir algunos elementos pedagógicos para llevarlos en mi portadocumentos, sino que yo misma quisiera continuar desarrollándome desde un punto de vista ascético”. Respecto de ello quisiera darles una rápida respuesta para no volver sobre el punto y trazar enseguida un camino recto, a fin de ocuparnos después solamente en nuestro tema. Es tan vasto y rico, que se nos hace difícil lograr un resultado en tres días. ¿Se toman en cuenta, por lo tanto, nuestras almas? Esto depende de ustedes. Trataré de dar aquí una triple respuesta, aunque no sea sino someramente.

Últimamente he dado a veces el nombre de ‘sacramental de alianza’ a las visitas a Schoenstatt, a las visitas a nuestro santuario. Si ustedes quieren, podría agregar también que, en cierto sentido, las visitas a nuestro santuario son hasta un sacramento de alianza. Pero teológicamente es más exacto decir que es un sacramental de alianza.

¿Qué quiere decir esto? Que hay gracias internas enlazadas y unidas a un signo externo. ¿A qué signo externo nos referimos aquí? Es la visita a Schoenstatt, es el contacto físico con nuestro pequeño santuario. Tendremos, por tanto. suficientes oportunidades durante estos tres días de aprovechar muy a menudo este sacramental de alianza. ¿Y qué gracias están unidas a este signo externo? Me parece que podemos nombrar, ante todo, dos. En primer lugar, una fe vigorosa, invencible, en la gran tarea y misión de Schoenstatt para estos tiempos; en segundo lugar, una vigorosa disposición a sacrificarse por ella, haciéndonos semilla para ser plantada en los surcos de la vida, aun cuando nos hubiera de costar la propia vida, la propia muerte. Así, pienso yo, las visitas a nuestro santuario podrían satisfacer las necesidades personales, espirituales, de ustedes.

Una segunda respuesta: si hablé recién de un sacramental de alianza, bien podría igualmente hablar de un sacramental para este tiempo, con lo cual quiero significar el tiempo en que vivimos en este momento: el tiempo de Pentecostés. El año pasado esperamos en este tiempo la gracia de la declaración de la mayoría de edad del Movimiento femenino; también la gracia de la mayoría de edad de cada uno de los miembros. ¿Qué hemos de esperar para nosotros en estos días de Pentecostés? ¿Qué elaboraremos con dedicación? ¿Qué imploraremos y suplicaremos se nos conceda? Me parece que una profunda comprensión y un gran amor por nuestro pueblo. Pero esta noble gracia tiene sus raíces, en último término, en un gran amor a Dios, extraordinariamente cálido, extraordinariamente profundo. Con el crecimiento de un entrañable amor a Dios, podrán y deberán crecer también, al mismo tiempo, nuestra comprensión por las penurias del pueblo y el amor entrañable hacia él. Pienso, pues, que del acto litúrgico celebrado ayer podemos esperar gracias abundantes para la vida de nuestras almas.

Pero ustedes no deben esperar que este año, como en los anteriores, les explique en cada caso la liturgia del día, porque el tiempo no alcanza para ello. Si ustedes quieren, pueden ir a misa y participar todas en ella, pero preparándose cada vez para el día siguiente en la tarde anterior, ayudándose con el misal. Esto puede tener la ventaja de que ustedes no se aparten tanto de la costumbre de prepararse.

Por último, considero —esto es una tercera respuesta— que las conferencias (a pesar de que tengan una estructura filosófica, cultural y psicológica) iluminarán algo la vida de nuestras propias almas y, de ese modo, harán fructificar nuestras luchas y esfuerzos. De esta manera creo haber dado respuesta a la inquietud sobre las necesidades de su propia alma. Así, creo haber preparado las líneas que habremos de continuar y completar en estos días.

Hemos dado a este curso el título de Curso pedagógico sobre la industria. O sea. reflexionaremos juntos sobre el aspecto que presenta la estructura del alma de nuestro pueblo dedicado a las tareas industriales y cómo hay que tratarlo y educarlo, a causa de esta estructura anímica, a fin de que pueda ser plenamente incorporado de nuevo al “Corpus Christi mysticum”, al organismo del reino de Dios.

1.3 UNA COMPARACIÓN ENTRE NUESTRA COMUNIDAD EDUCACIONAL Y LAS COMUNIDADES EDUCACIONALES SOCIALISTAS

Hoy en la tarde quisiera primeramente elaborar grandes contextos en relación a la tarea que deseamos y debemos realizar y grandes contextos relacionados con las grandes corrientes educacionales del tiempo actual. Formulando esto de manera más clara, diría: nuestra comunidad de educadores vista a la luz de las comunidades educacionales bolcheviques y socialistas.

Por favor, no olviden ustedes lo que deseo al expresar estas ideas. Nos conducen, si bien todavía no directamente, al centro de nuestra educación. Sólo preparan el desarrollo de las ideas y tratan de allegar y reunir, mediante la ley de la asociación de los conceptos y las ideas, todo lo que mueve al tiempo actual. Porque mientras mejor conozcamos el organismo de las corrientes de la época, más fácilmente podremos hacer grandes cosas, aun en los círculos más pequeños y en los lugares y vecindarios más pequeños.

El tema para esta tarde y tal vez también para mañana en la mañana temprano será, por tanto, “Nuestra comunidad educacional a la luz de las comunidades educacionales bolcheviques y socialistas”.

¿Cómo es que doy a nuestro Movimiento el nombre de comunidad educacional? Quien conozca el Movimiento va a poder dar por sí mismo la respuesta. Por favor, consulten ustedes las colecciones antiguas de “MTA”8. O estudien nuestras líneas orientadoras. Allí ustedes encontrarán una y otra vez la afirmación de que nuestra Familia fue concebida desde un principio como comunidad de educadores. Tal vez aparece aquí y allá en las antiguas revistas la expresión ‘comunidad de trabajo’. Lo hemos dicho a menudo: éramos hasta entonces una comunidad educacional, pero también debemos llegar a ser una comunidad de trabajo. La comunidad de trabajo debe ser entendida en el sentido de una comunidad educacional. Trabajamos para educarnos recíprocamente. ¿Por qué razón destaco con tanta fuerza esta verdad que se entiende por sí sola? Pienso que aquí tenemos la clave para responder esa gran pregunta: ¿Cómo podemos no sólo comprender, sino también cumplir acertadamente nuestra gran misión para estos tiempos?

Profundización de nuestra conciencia de misión en cuanto comunidad de educación.

 

Desde un principio hemos tenido gran fe en la misión de nuestro Movimiento. Si bajan hasta la capilla, de nuevo ustedes encontrarán expresada esta misión en dos palabras en clave que la dan a entender en una forma deliberadamente velada: Ingolstadt-Schoenstatt9. La hemos puesto de manifiesto después, pública y frecuentemente, al formular el ideal de toda la Familia: desde aquí debe manar una gran obra de renovación religiosa y moral del mundo. Posteriormente, esta expresión desembocó, agrandándose aún más, en otra fórmula; “A la sombra de nuestro santuario deben codecidirse fundamentalmente los destinos de la Iglesia por siglos, aún más, por milenios”.

Son ideas grandes, poderosas; grandes formulaciones. Pero si ustedes me preguntan cómo hemos de entender entonces esta acción que parte a la sombra de nuestro santuario y se proyecta hacia el mundo y la historia de esta época, sólo cabe dar una respuesta, al menos según la entendemos nosotros, remitiéndonos a estas palabras: comunidad de educación.

Hace poco leí estas hermosas palabras: “Schoenstatt es mi mundo y el mundo debe llegar a ser Schoenstatt”. Sobre estas palabras di días atrás la Jornada para hombres, a partir del centro mismo de la mentalidad masculina y de los problemas que ellos tienen.

Al término de la Jornada me contó uno de los varones -estaba bastante lejos de su casa- que había viajado muchas veces por el mundo, había estado repetidas veces en Jerusalén, en Egipto, en París y no sé dónde más, y había visto una cantidad de imágenes de María. Conservaba el recuerdo de las impresiones que le había dejado una cantidad de santuarios, pero ningún lugar del mundo le había producido hasta ahora una impresión tan profunda como Schoenstatt y nuestro santuario. Cuando vio la imagen, prorrumpió en llanto. Con esto, toda su vida había recibido un nuevo sentido, tenía una nueva meta. Ahora volvía al seno de su familia y a la vida pública, donde tendría múltiples oportunidades de dedicarse a poner en práctica esta consigna: Schoenstatt es mi hogar. Schoenstatt es mi mundo y Schoenstatt debe llegar a ser el cielo para mi familia.

Escuchen bien ustedes qué se quiere decir con esto. Schoenstatt es mi mundo y el mundo debe ser Schoenstatt. Donde quiera estemos debemos construir un pequeño Schoenstatt, educar hombres schoenstattianos, formar familias schoenstattianas. ¿Perciben ustedes que, en último término. aquí se trata, de un trabajo de educación?

Donde quiera trabajemos debemos construir un pequeño Schoenstatt. Eso es posible en la época actual si nos esforzamos por realizar en todas partes un profundo trabajo de educación, según lo entiende nuestra Familia.

Por cierto que este punto programático nos plantea una severa exigencia a nosotros, los que estamos permanentemente en Schoenstatt. Si Schoenstatt es nuestro mundo y el mundo debe ser Schoenstatt, tenemos que preocuparnos de que todo lo que suceda en Schoenstatt sea también ejemplar10.

Mientras más se trabaje afuera para que nuestro entorno reciba el espíritu de Schoenstatt, tanto más deberíamos profundizar ese espíritu de Schoenstatt, aquí, en el lugar mismo. De no ser así, querría decir que no hemos captado correctamente nuestra misión para esta época. Y es así como Dios, en su bondad, se ha dignado conducir y disponer las cosas de manera que pudiésemos establecernos concretamente en este mismo lugar. Hay tantas cosas que se orientan de acuerdo a este punto programático y están en gestación. Todo el Movimiento debe estar encarnado de manera ideal en este lugar.

Esto ya ha sucedido en el caso de ustedes, las ramas femeninas del Movimiento, de una manera fecunda en las Hermanas de María. Los que vemos aquí en su forma ideal, como aspiración infortunadamente no realizados aún, debemos llevarlos a todas partes donde podamos educar mujeres y muchachas; a las escuelas, a las asociaciones, donde se presente la oportunidad.

Así, pues, ustedes comprenden lo que quiero decir cuando declaro que el concepto que teníamos y tenemos de nosotros mismos corresponde a una comunidad de educación. Esta tendría que ser, por lo tanto, nuestra tarea más esencial, en toda su anchura, altura y profundidad, y en todo lugar donde estemos: actuar educando. Con razón, por tanto, he escogido esta frase: nuestra comunidad schoenstattiana de educación vista a la luz de las comunidades educacionales bolcheviques y socialistas.

Diagnóstico de nuestra época: revolución mundial en el sentido bolchevique y en el sentido cristiano

Esta tarde voy a ocuparme en forma más esquemática y clara del bolchevismo, por cuanto aquí se exponen metas e ideas educacionales. Por lo tanto, los enunciados deberían expresar más claramente que se trata de nuestra comunidad de educación, o si ustedes quieren, de nuestra educación a la luz de la revolución mundial. Porque la revolución mundial es, en verdad, la meta de la pedagogía bolchevique, de los instrumentos y tendencias educacionales bolcheviques. Escuchen ustedes una vez más esta frase, con todos sus elementos colocados unos al lado de otro: nuestra educación a la luz de la revolución mundial.

Si ustedes escuchan esta frase por primera vez, tendríamos que explicarla, dado que poseemos una visión más profunda de taller de la educación cristiana: nuestra educación debiera, en verdad, poner en escena esta revolución mundial, pues nuestra educación es realmente la primigenia, cristiana, católica.

Escuchen ustedes de nuevo lo que el salvador dejó encargado a los suyos, señalándoles como meta educacional: Id a todo el mundo, enseñad a todos los pueblos y bautizadlos. Esto no tiene nada de cómoda indolencia, sino que evoca un ímpetu de conquista, ustedes tienen que salir al mundo, esparcir la semilla de la palabra de Dios, conquistar el mundo para Dios.

O quizás piensan ustedes en el gran programa sobre el reino de Dios, así como está presentado en las ocho bienaventuranzas (véase Mateo 5, 3-11). ¿Qué impresión nos produce? ¿No es un rechazo de la cómoda indolencia? ¿No exigen una profunda revolución de la personalidad y una revolución mundial? Así enfoca el cristianismo, de acuerdo a la esencia de su espíritu, la revolución. De suyo, nuestra educación católica debiera haberse decidido por esta revolución. en su sentido divino, hace largo tiempo.

¿Y qué sucede en la práctica? Infortunadamente, parece que el catolicismo, el cristianismo, se encontrara metido en un refugio de concreto armado, como si tuviese miedo de ponerse en contacto con el mundo, como si quisiera llevar en un segundo plano una existencia apacible de cómoda indolencia y tranquilidad, no mezclarse en las grandes luchas del mundo. Infortunadamente, hoy vemos una revolución mundial en un sentido demoníaco, sobre todo y en primer lugar, porque nosotros los cristianos, nosotros los católicos, no hemos puesto en escena la revolución con un sentido divino, no nos hemos decidido por ella.

¿Me engaño al decir que la revolución mundial en un sentido demoníaco nos rodea, que esta revolución arde en todas partes? ¿Debo señalarles lo que percibimos en los niños, en la gente adulta; lo que ustedes escuchan sobre la inobservancia de las leyes del matrimonio, la decadencia de la moral, el rebajamiento del sexo femenino? Todas estas cosas son solamente otras expresiones de esa única manifestación: la revolución mundial en un sentido demoníaco. ¿Y no ha encontrado acaso esta revolución mundial con demasiada frecuencia, un rebrote también en nuestro interior? ¡Revolución mundial en el sentido demoníaco!

1.4 LAS TRES ÉPOCAS DEL CRECIMIENTO Y LA FORMACIÓN DE UNA COMUNIDAD

Desde un punto de vista histórico-filosófico tendríamos que considerar como probable una revolución de esa índole al conocer las circunstancias actuales. El filósofo de la historia acostumbra a distinguir tres grandes épocas en el crecimiento y formación de una comunidad. La primera época es el tiempo durante el cual los vínculos existentes surgen de una aceptación interior de los mismos. La segunda época es el tiempo durante el cual las vinculaciones se convierten en rutina. La tercera época es el tiempo de la anarquía, el tiempo de la disolución.

El filósofo de la historia sabe que después del transcurso de estas tres épocas comienza de nuevo el ciclo. En este momento nos encontramos en la época de la completa disolución, de la anarquía en todos los campos.

Si aplicamos la medida que hemos oído y trazado recién en la historia del cristianismo, deberíamos señalar lo siguiente. El tiempo del orden que surge de una aceptación interior, de la vinculación a Dios, al orden querido por Dios llegaría aproximadamente hasta el apogeo de la Edad Media. Es un tiempo en que el orden existe en todas partes. Pero se consiente en él desde el interior, está animado desde adentro.

Entonces comenzó el tiempo del cristianismo rutinario. También allí hay un orden. Se consiente en este orden, pero no se consiente en él en forma viva, no se consiente en él aceptándolo interiormente. Se trata sencillamente de un quehacer rutinario, del cristianismo rutinario. De acuerdo con leyes psicológicas fundamentales, es claramente probable que este tiempo del cristianismo rutinario no pueda durar mucho. Y que después entre a regir la ley de la completa disolución, de la anarquía. En esta época nos hallamos ahora nosotros.

Luchan entre sí, ciertamente, dentro del cristianismo y desde hace tiempo, por una parte las vinculaciones rutinarias, y por otra la disolución y el ímpetu de la anarquía. Ciertamente, también vemos que aquí y allá en el cristianismo ya surge lentamente de nuevo la época del orden que se acepta interiormente. Y ustedes bien saben que, desde un principio, hemos escrito en las banderas de nuestro Movimiento ‘queremos vínculos, pero sólo en la medida en que sean necesarios’. Nuestra tarea, por otra parte, consiste en aprovechar la libertad y llenarla de espíritu.

Esta es la gran ley sobre la cual está construido desde un principio el Movimiento: “Tanta libertad como sea posible; vínculos obligatorios solamente en la medida en que sean necesarios, pero sobre todo, cultivo del espíritu, tanto cuanto sea provechoso y adecuado”.

Así pues, ustedes pueden presumir no sólo a partir de la realidad histórica, sino también por razones histórico-filosóficas, que en este momento nos encontramos en medio de una revolución mundial.Podría plantearse para nosotros —que estamos en medio de las corrientes de la época— lo siguiente: ¿Por qué Dios permite estas corrientes? ¿Porqué la revolución en un sentido demoníaco? La respuesta sólo puede ser una: para que finalmente despertemos; para que finalmente recordemos nuestros deberes y tareas; para que nosotros pongamos en escena la revolución mundial con un sentido divino.

Es así como nosotros esperamos con toda humildad, pero con gran confianza, que Dios, grande y bondadoso, por intercesión de la querida Madre tres veces Admirable, también nos haya encomendado a nosotros, a Schoenstatt, una gran misión en ese sentido. ¿Nos atreveremos a poner aquí, una junto a la otra, las dos palabras: Moscú y Schoenstatt? Si desde Moscú mana una revolución en el sentido demoníaco, una revolución en la educación, podremos esperar tal vez que también desde nuestro santuario mane una revolución en la educación, ciertamente con un sentido divino.

Quien tiene esa fe, debe adoptar de antemano una actitud de gran paciencia. Allí está la gran diferencia entre la revolución mundial en un sentido demoníaco y la revolución mundial con sentido divino. Allí donde trabaja el demonio, ha encontrado fácilmente cómplices en los instintos más bajos, en las inclinaciones y pasiones más bajas. Entonces todo se esparce fácil y rápidamente, hacia arriba, abajo, a lo ancho, y todo se convierte en humo y vapores espesos.

Pero allí donde actúa Dios, cuando se trata de un movimiento de reforma religiosa, se necesita una paciencia extraordinaria, porque esas ideas sólo maduran a lo largo de siglos y siglos. Por eso, todos nosotros, los que estamos todavía en la etapa inicial del Movimiento, necesitamos una fe muy grande en su misión. Por eso, nosotros, que debemos tener en él una tarea como dirigentes, necesitamos una paciencia muy grande. No debemos pretender conducir de la noche a la mañana el barco de la obra de Schoenstatt a mar abierto. Necesitamos tiempo, tal como todos los grandes pensamientos de Dios necesitan tiempo para madurar.

¡Y ay de la generación que quisiera difundir de la noche a la mañana hacia todos los ámbitos el movimiento de reforma que emana de Schoenstatt. Eso sería su muerte, la ruina de la fe en su misión. Por eso, nuestra actitud debe ser ahora y durante largos trechos del camino, una fe firme en la misión del Movimiento y una gran paciencia, una sosegada expectación, hasta que las últimas y grandes ideas hayan madurado, teórica y prácticamente.

 

1.5 LA EXIGENCIA DE LA ÉPOCA: UNA REVOLUCIÓN MUNDIAL CON SENTIDO DIVINO

Nosotros también en el Movimiento queremos contribuir a poner en escena la revolución mundial con un sentido divino, a través de nuestra educación. Y si hablo ahora de educación, hemos de pensar en la educación que se da a los demás y en la educación de nosotros mismos. Y ahora, para adelantarnos en seguida a las ideas sobre la educación de sí mismo, les expondré un par de ideas sobre la revolución mundial. Pienso en la revolución dentro del propio yo, en el sentido de la revolución mundial que fluye desde Rusia.

1.5.1 LA EDUCACIÓN DE SÍ MISMO: LA REVOLUCIÓN DENTRO DEL PROPIO YO

Educación de sí mismo y educación de los demás en el sentido de la revolución mundial. Sí, mi propia educación, la revolución dentro del propio yo ¿cómo puede ser fecundada por todas las grandes corrientes de la época que hoy día agitan confusamente al mundo?

Tal vez ustedes alguna vez han leído las notas de una mística francesa. Lucie Christine11. Ella contempló en sus visiones místicas cómo el Salvador le señalaba: “Dí a los sacerdotes que trabajan tan apartados de las grandes rutas de la vida, en un puesto aparentemente perdido: ‘Cuando todo lo que hacéis en la cura de almas parezca en vano, os queda todavía una cosa: ¡debéis ser sacerdotes santos!’.

¿Comprenden ustedes lo que se quiere decir con ello? ¿Comprenden ustedes las señales de la época sobre nuestra autoeducación, sobre la revolución dentro del propio yo? Mientras más trabaje el demonio, mientras más fuertes sean las corrientes contra Dios y Cristo, tanto más debemos sentirnos impulsados hacia las últimas metas, a obsequiarle sin reservas todo nuestro ser a Dios, a ser santos. Por su solo ser, los santos son los mayores educadores del mundo. Si nuestro Movimiento engendrara sólo un santo, ¡qué gran cosa habría hecho ya en pro de la revolución mundial con un sentido divino!

Tratemos de extraer de todo esto una sola cosa. Muchas veces decimos: ¿Qué sentido tendrá que nosotros, que somos tan pocos, nademos contra la corriente? La mentalidad general es enteramente contraria a la concepción católica de las cosas. ¿Que debemos hacer entonces? Una cosa podemos hacer todos: y eso es y sigue siendo lo más importante. Nosotros podemos y debemos aprovechar las circunstancias actuales de la época para llegar a ser santas profesoras. Todos los fracasos que tanto nos cansan interiormente; todas las luchas contra las corrientes de la época que no podemos comprender ni superar; todo el dolor que nos reportan interiormente los fracasos; los grandes y pequeños momentos de aislamiento y soledad; todas estas cosas que nos causan dolor, podemos y debemos aprovecharlas para ser santos.

Nuevo estilo de la personalidad del dirigente

Pienso que esta voluntad de ser santos, el hecho de que podemos serlo, debería tomar una forma muy determinada, una configuración muy determinada. Si ustedes quieren, podría formularlo así: nosotros tenemos que imprimir a nuestra manera de ser un estilo característico muy determinado. ¿A qué estilo característico me refiero? ¿Cuál es el estilo característico de los profetas? Deberíamos ser para nuestro tiempo dirigentes proféticos. ¿Puedo remitirme nuevamente a esa división de las épocas que he mencionado antes?

Estilo de la personalidad del dirigente en las distintas épocas

Piensen ustedes en la época en que se aceptaba interiormente el orden vinculado a Dios. ¿Quién puede ser dirigente en ella? Todo el que de algún modo haya recibido de Dios una misión ordinaria. ¿Quien puede ser dirigente, mejor dicho, qué fisonomía presentan los dirigentes en la época de la vida vinculada a la rutina? Ahí nos encontramos con el dirigente convertido en funcionario. Todos hemos experimentado esta época, la época de los funcionarios. Pero la época de la disolución, la época de la anarquía, exige dirigentes proféticos.

Vivimos en este momento en el período de transición. Por eso luchan y combaten también entre sí los distintos estilos de dirigentes. Por una parte —así es en nuestros círculos y también en los círculos de ustedes—, el funcionario y, por otra, el profeta.

¿Pero qué es lo que yo entiendo por estilo característico del profeta? Quien quiera ser profeta —y lo acepte interiormente— en una época de transición desde la disolución, la anarquía, hacia el tiempo del orden querido por Dios, debe tener una conciencia de misión extraordinariamente vigorosa.

En el corazón y en los oídos del profeta deben resonar nuevamente, como en otros tiempos, estas palabras: Yo te envío, aún cuando tienes una fe de niño y una fe de carbonero; aún cuando vengas con las dolencias de un niño: aún cuando quieras responder a la misión que te encargo y que deseo para ti con un ‘¡Ay, tengo una lengua torpe!’12. Tengo tantos impedimentos ¿cómo puedo ser profeta?

El profeta tiene una conciencia de misión extraordinariamente vigorosa. Es enviado como Dios lo envió en su tiempo: Te envío como muralla de bronce, para que te enfrentes a los príncipes, a los sacerdotes y al pueblo13.

Una muralla de bronce: así debemos erguirnos los profetas contra las corrientes de la época. El profeta debe tener también conciencia de que en todas partes se le denigra. Hoy día todo es inseguro. No es tiempo de reposo. Ya no podemos marchar cómodamente por caminos tranquilos. Debo producir una revolución en mi propio yo. El tiempo actual necesita como estilo característico el estilo de los profetas.

Sí, ser profeta. ¿Qué significa esto? Ser profeta significa estar libre de todo, significa escuchar la palabra de Dios, como la escuchó en su tiempo Abraham: “Sal de tu tierra, deja a tu parentela y la casa de tu padre, y anda a la tierra que yo te indicaré”. (Véase: Génesis 12, 1).

Ser profeta significa escuchar las palabras que pronunció el Salvador: “Quien no abandona a su padre y a su madre por Mí no es digno de Mí. (Véase Lucas 14. 26). Pero ser profeta significa también ser libre y llegar a ser libre para Dios. El quiere enviarnos al mundo. Debemos escucharlo. Debemos ser la sal de la tierra. Por lo tanto, ser libres respecto de todo y ser libres para Dios.

Elementos del estilo del dirigente profético: pobreza, humildad, pureza.

¿Saben ustedes todo lo que encierra en sí esta libertad? Es esa conocida palabra que antes hemos escuchado tan a menudo, la palabra ‘radicalismo’. Diré una vez más, resumiendo los conceptos: radicalismo en la pobreza, radicalismo en la humildad, radicalismo en la pureza.

Estas son las joyas del profeta, de la profetisa, de la dirigente en la época actual. Y si queremos señalar rumbos a la época actual, si queremos cumplir nuestra tarea, según la entiende el Movimiento, cuanto más fuertes se tornen las corrientes revolucionarias tanto más vigorosamente debemos luchar nosotros.

Radicalismo de la pobreza. Lo oirán ustedes más adelante, si tenemos tiempo. Si queremos ayudar al trabajador industrial de hoy, como sacerdotes, como profesores, debemos hacernos sencillos, debemos descender, debemos ser sencillos en el vestir, también en el manejo de la casa, sencillos en toda nuestra manera de actuar. No quiero hablar ahora largamente del radicalismo de la pobreza. Eso lo han hecho muy a menudo los que se han consagrado solemnemente14. Aquí no deben comprender ustedes este concepto tanto a partir de los esfuerzos de santificación, al menos directamente, sino más bien desde el punto de vista social.