Yo, mi doctor

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GUILLERMO BALDOMERO CASTRO

Yo
Mi Doctor
Un caminar hacia la ausencia de stress, ansiedad, tristeza y depresión buscando la Sanación Interior


Castro, Guillermo Baldomero

Yo mi doctor / Guillermo Baldomero Castro. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-1735-7

1. Autoayuda. I. Título.

CDD 158.1

EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA

www.autoresdeargentina.com info@autoresdeargentina.com

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

Dedicatoria

A la memoria de Marta, mi Muy amada Esposa y Amiga.

A mis queridos hijos: Sandra, Ramiro y Lorna.

A mis hermosos nietos: Valentina y Lorenzo.

Y un especial afecto al ocasional lector, en el deseo que encuentre en estas líneas la palabra o pensamiento que le ayude a encontrar la felicidad buscada.

PRÓLOGO

La Providencia de Dios ha querido que tenga en mis manos esta hermosa obra, y que pueda leerla y gustarla detenidamente.

Confieso que soy el primer beneficiado de tanta sabiduría contenida aquí.

El mismo Dios providente y bueno ha querido que hace muchos años, al menos 35 años nos encontráramos por primera vez con Guillermo y Marta, gracias a mi Mamá Esther que hizo posible ese encuentro y a la fe que el Señor nos ha regalado. El contexto de ese encuentro: la Capilla Santísimo Sacramento y el ser vecinos del mismo barrio, el querido Bº Camus. Hay mucho amor entre Guillermo, Marta y mi familia, Hemos compartido largas conversaciones, con mates, cafés, almuerzos o cenas de por medio.

Fuimos testigos del sufrimiento de Marta, que llevó a cuestas un “martirio neurológico durante 42 años”, nosotros la conocimos cargando su cruz desde hacía varios años.

Marta siempre en paz, sonriendo, alabando a Dios día y noche, llenando de cariño y esperanza a sus hijos y a todos los que íbamos a verla. Guillermo siempre en paz, sereno, fiel y amoroso esposo y padre, custodio incansable de su familia como un verdadero varón creyente. A mi entender, y por lo que he aprendido de la fe, Guillermo y Marta –ahora ella cara a cara con el Señor– son testigos de que Jesucristo vive en medio de nosotros, tanto para mí como para mi familia y la comunidad: discípulos del Señor, modelos de humanidad y de fe.

En esta obra tuve la gracia de descubrir a Guillermo en la profundidad de su pensamiento manifestado en su mirada realista de la vida y del mundo en el que vivimos, y también en su profunda mirada sobre el hombre interior que todos llevamos, en el que están latentes sentimientos, vínculos, dolores, heridas, frustraciones, búsquedas, consuelos, amor, esperanzas, certezas, fe. La profundidad y sencillez del pensamiento de Guillermo, está expresado por medio de un elegante uso de la lengua y de una erudición plasmada en una elocuente y atractiva narración revestida de bellísimas imágenes y metáforas.

En Tomás, el autor representa los diversos vaivenes de la vida cotidiana de todo ser humano. El hombre “es el resultado de una pluralidad de vivencias” que lucha en medio de la “adversidad latente” para salir a la luz y encontrar el sentido profundo de la vida.

En Zazar, Tomás encuentra la cálida acogida y paciente escucha humana y profesional, que lo invita a elegir una mejor calidad de vida, para tener el equilibrio necesario cuando vengan las situaciones desfavorables.

Es necesario como punto de partida –según el autor– la observación de la riqueza de nuestro mundo interior, tomándonos como tarea dicha observación, con absoluta “tolerancia, comprensión y cariño para con nosotros mismos”, aceptando nuestros límites y fragilidades. En dicha mirada iremos descubriendo que, “en realidad no somos dueños de nada”, sino “administradores de todo lo que hemos recibido”. De ahí que, “debemos aprender a no apegarnos a lo que en realidad no nos pertenece y tampoco lamentarnos cuando lo perdemos”.

El autor nos advierte que las condiciones de vida que “impone” el mundo actual al ser humano de hoy, lo conduce consciente o inconscientemente al riesgo de “perder lo esencial de la naturaleza humana”, siendo necesario volver “al verdadero hábitat natural para el que fuimos concebidos”: somos con otros, fuimos creados para la vida, el amor, la verdad, la justicia, la amistad, el perdón, la misericordia. Es parte de nuestro hábitat natural lo espiritual, “pertenecemos más al mundo espiritual que al mundo físico”, teniendo siempre presente que “nuestro verdadero hogar es la eternidad”. Todo ser humano posee en su corazón el deseo de ser felíz, deseo que muchas veces es consciente, pero muchas veces permanece inconsciente en nosotros. En esa búsqueda de la felicidad nos encontramos frecuentemente con nuestro “pequeño omnipotente”, que nos confunde e impide ser felices, quedándonos solo en lo terrenal.

El autor nos enseña a buscar en nuestro interior al “verdadero omnipotente”, a Dios que nos ama así como somos. La virtud de la humildad será necesaria para dejar de lado el vicio de la soberbia del “pequeño omnipotente” que todos de algún modo llevamos adentro. La humildad nos conduce a la docilidad para escuchar las enseñanzas de la Palabra de Dios, y obedecer a Aquel que nos ama, y que nos eligió y amó primero. Esa escucha–obediencia como respuesta, es precisamente la fe. El corazón creyente es agradecido, “cultiva la acción de gracias a Dios por todo lo que le da la vida”, abre su corazón a lo que El le quiera dar, se abandona en adoración delante del Sagrario, evitando “condicionar a Dios” para recién decir “creo”.

Recomiendo la lectura detenida y contemplativa de este libro. Sus páginas logran trasmitir un mensaje muy positivo, válido y actual, que puede ayudarnos a conseguir el tan ansiado equilibrio físico, psíquico y espiritual que todos anhelamos para ser felices.

Con el deseo de que todos descubramos el “yo mi doctor”, concluyo con las sabias enseñanzas que laten una y otra vez en estas preciosas páginas: “todo camino tiene salida y esas salidas imprevistas, suelen a veces, ser más productivas de lo que solemos imaginar”; “mirarnos con delicadeza y paciencia”; “solo somos dueños del esfuerzo y la actitud”; “saber que Dios nos ama”; “quiérase… porque al quererse estará amando lo que Dios amó desde el principio”.

P. LEONARDO VICENTE PONS

SAN JUAN, 8 DE MAYO DE 2021,

FIESTA DE NTRA. SRA DE LUJÁN,

PATRONA DE LA REPÚBLICA ARGENTINA.

PROLEGÓMENOS

¿Por qué nace este libro?

Si hay algo intrínsecamente fecundo, es la lectura de un libro, las cartas enviadas y recibidas (hoy el Correo Electrónico) y el diálogo interpersonal –no importa con quien se haga–.

El intercambio de ideas y pensamientos siempre es fructífero, porque tanto lo enviado como lo recibido está sujeto a la coincidencia o disidencia del receptor.

Cuando se da la coincidencia, el receptor quizá inconscientemente fortalece su propio pensamiento al encontrar que alguien más, está dando su apoyo –sin proponérselo– a su propia idea o pensamiento.

Cuando se da la disidencia, la consecuencia se bifurca en dos alternativas: la primera seria que se fortalece el propio pensamiento si, al evaluar los fundamentos que apoyan el pensamiento personal, resultan ser más sólidos que los recepcionados. La segunda, tiene lugar cuando al pensamiento recibido, se le considera más correcto, coherente y justo que el enviado, y por tanto al ser incorporado, pasa a formar parte del acervo cultural de quien recibe.

No dejamos de lado por cierto, que el intercambio de ideas, generan muchas veces nuevas ideas –generalmente más robustas– que tienen como soporte los fundamentos entrelazados de las dos anteriores.

Es así, que tanto la lectura como el diálogo y también la observación de situaciones cotidianas de la realidad, fueron fortaleciendo en el autor, los cimientos de ideas y pensamientos referentes a la vida, al sentido de la propia existencia, a cuestionamientos en temas de la Fe, a las actitudes y búsquedas de una vida mejor.

Y en el convencimiento de que, aquellos criterios cada vez más fortalecidos con el pasar del tiempo, eran bastante correctos y aceptables, no era mala idea volcarlos en un libro, en el cual el lector, eligiendo libremente el mejor momento de mayor tranquilidad, silencio y paz, se dispusiera para recibir o evaluar con mansedumbre una opinión supuestamente novedosa.

En estos primeros inicios del siglo XXI en que la sociedad en general a nivel mundial, se manifiesta tan afectada por la soledad, por la ausencia de principios, por la violencia y el delito, por un stress generalizado y lo peor, por un alejamiento acelerado de la Fe y la espiritualidad, se hace necesario contribuir en un mensaje que contraponga a la desesperanza colectiva, una luz de esperanza, que invite al hombre a volver sobre sus pasos y buscar nuevamente en sus raíces, el milagro de Amor de su existencia y el Esplendor maravilloso de su destino final.

 

Ojalá lo realizado, se acerque un poco, al ideal concebido.

Este libro no ha sido pensado ni proyectado con fines de lucro. Solo se ha pretendido volcar en el papel, un conjunto de ideas, conceptos y pensamientos alineados con aquellos principios culturales, éticos y morales que hemos recibido de nuestros mayores, que son eternos invariables y que han conducido siempre a la raza humana a mostrar en obras, la riqueza más grande que anida en su interior.

Se ha intentado modestamente imprimir a la obra, un formato de diálogo novelado, con la única intención de hacer más amable y distendida su lectura para el ocasional lector. No pretende en modo alguno, ser un tratado de principios y actitudes profundamente estudiadas o avaladas por datos estadísticos de corte científico.

Solo se ponen al alcance del lector algunos pensamientos y conceptos que modestamente se consideran válidos y que actuarán como la fresca brisa de un oasis, en medio de la tormenta de arena que representa la época actual. Por su carácter novelado, se han usado en el texto, términos y conceptos médicos que si bien están muy cerca de la realidad, no cuentan sin embargo con un respaldo profesional que los avale.

Hecha la aclaración, rogamos al lector, sepa dispensar la imprecisión que pueda presentar algún término o una expresión durante su lectura.

EL AUTOR

Capítulo I

La suave llovizna de otoño había menguado su presencia, y el fondo grisáceo de aquellas nubes bajas, desplegaba un manto de quietud en la serena tarde.

La fresca brisa, dibujaba con mano invisible, la danza sin ritmo de las hojas secas, intentando alterar, con sus vaivenes, el monótono andar de aquellas horas.

No había encanto. Ni trinos. Ni sonidos. Como un reloj sin cuerda, o el silencio tenaz de algún violín sin dueño. Como si duendes ocultos cubrieran con hálito inerte el compás natural del apacible ocaso.

Una figura gris, adormecía la vereda con su caminar desganado, mientras el barniz del agua en las baldosas, acompañaba, con lejano eco, las pisadas de su andar cansino y soñoliento.

Buceaba, sumergido en profundos pensamientos buscando respuestas escondidas que se alejaban como mariposas asustadas al oír el insistente “por qué” de su pregunta.

Fugazmente, casi con desgano la figura levantaba su rostro levemente mirando al azar, el número impreso de algún portal, e instintivamente y con pereza cotejaba lo leído, con aquel papelito que sacaba inadvertidamente de su abrigo.

Se sentía cansado. Como si todo el peso de un pasado lejano, se agolpara en un instante del presente, agobiando con su carga, aquella marcha lenta y oprimiendo su pecho como una invisible tenaza de cemento.

Pensamientos extraños, sin precisión ni forma, desfilaban confusos por su mente, sin encontrar respuesta ni sentido, en una rara mezcla de abandono, rabia, frustración y miedo.

Recordaba un pasado feliz. Su niñez, su juventud, y agitadas inquietudes cobraban viva realidad en una revisión metódica, que explicara un presente tan distante y diferente de aquellos viejos anhelos, que alguna vez fueron motor de ansias y proyectos, que se veían hoy borrosos, como la imagen distorsionada de algún rostro reflejado en un estanque.

Abrumado en el agobio, aún despierto, hubiera querido sumirse en un profundo sueño que pusiera fin a ese cansancio que encorvaba su espalda.

Como un sueño salvador, que al despertar dejara tras de sí, la ilusoria realidad de una Pesadilla cruel.

Pero la claridad de las imágenes, la rugosidad de un tronco, un cartel de colores que anunciaba, un coche que pasaba cincelando en la Acera aun mojada dos huellas paralelas y el chasquido del agua cediendo a los neumáticos, mostraban signos concretos de una realidad palpable y elocuente.

No había ilusión. Triste realidad. Y una pregunta martillaba insensible en su interior: ¿otra vez empezar?..

Fijó su mirada en alguien que pasaba… luego en otro… y otro más…

Todo era tan normal… Un caminar apurado… varios papeles bajo un brazo… Un portafolio ligeramente gastado, o dos paquetes colgando a los costados por alguna compra vespertina… Alguien dialogando con fuertes gestos y ademanes, como aseverando con ellos la palabra vertida. Una mujer mirando con lascivia una vidriera de pendientes, anillos y collares.

Todo era simple… cotidiano… sin prisa…

Sin embargo contrastaba con su imagen interior que reflejaba un mundo tan distante, atemporal… lejano, como si los hechos sucedieran en dimensiones diferentes, y desde su propio plano observara un transcurrir ajeno a su presencia, como espectador de una película antigua, opaca, sin sonido ni final.

Hubiera deseado trasmutar su cuerpo y su alma sobre aquel mundo que pasaba con apariencia feliz ante sus ojos, para recobrar aquel hálito de vida que parecía haberse esfumado en algún tiempo, del que no podía precisar el cuándo, ni el cómo, ni el porqué..

Sintió un escalofrío... y mecánicamente extendió su brazo ajustando sobre el cuello, aquella bufanda a cuadros escocesa casi sin uso, que despertaba en él, un infantil sentimiento de cariño.

Caminó sin precisión de tiempo, y con el mismo desgano de veces anteriores alzó su mirada sobre la numeración de una vivienda, sacó nuevamente el arrugado papelito de su bolsillo izquierdo, y como si despertara, brotó en su boca una imperceptible mueca de molestia, y retornó sobre sus pasos escudriñando con mayor atención sobre las placas gastadas de las puertas.

Finalmente se detuvo frente a una edificación sencilla, de paredes blancas y de frente plano. Observó la chapa de bronce bien bruñida que resaltaba sobre el costado de la entrada y leyó:

DR. ABEL ZAZAR

MEDICO PSICOLOGO

Meditó un momento, algo indeciso, pero finalmente apoyó su índice sobre el botón del timbre, y apretó.

Sintió el sonido apagado de un din–dong que se alejaba... respiró profundamente... y esperó.

Recordó en aquel instante el encuentro casual, hacía tiempo, con aquel Amigo de la infancia, en que ambos confesaban uno al otro la dureza de sus mutuas realidades.

También vino a su memoria la anotación que hizo con poco interés de aquel nombre sugerido que surgió espontáneamente del amigo, y que guardó quizá, más por compromiso que por utilidad. No creyó utilizarlo. Hasta se sorprendió haberlo encontrado después de tanto tiempo. Quizá no hacia tanto… pero sintió la sensación de haber vivido un siglo desde aquel instante y como un acto reflejo, hizo una lenta inspiración hasta llenar sus pulmones y entrecerró sus ojos...

La puerta se abrió, sacándolo de su recuerdo, y apareció ante él, un hombre bastante mayor, ya entrado en años. Aunque solo abrió la puerta parcialmente, trascendía en él una estatura mediana, avanzada edad, el rostro grande, franco, coronado con abundante cabello cano, marcadamente blanco, y unos anteojos de montura oscura con gruesos cristales que agrandaban notoriamente sus ojos amigables de color celeste claro. Impactaba en él, su mirada profunda, pacífica, serena, casi ingenua.

AZ —¿Si?.. Inquirió.

T —¿Dr. ¿Zazar?

AZ —Si… soy yo. Usted es…

T —Tomás. Acordé por teléfono una cita…

AZ —Oh… sí. Adelante por favor…

—Abrió la puerta de par en par ‚ hizo un ademán de cortesía para que ingresara. Subió el pequeño escalón de mármol Travertino, atravesó una pequeña salita con algunos asientos sin respaldo e ingresó al interior del consultorio.

Le extrañó su sencillez. Un escritorio casi antiguo con cuatro libros apilados a un costado, algunos papeles sueltos, una lámpara encendida que alumbraba directamente sobre un folleto abierto.

Delante del escritorio dos sillones chicos pero de vista confortable y por detrás, uno mayor, giratorio, seguramente recién abandonado por su dueño. Sobre un costado, un sofá con dos almohadones y sobre el lado opuesto un modesto modular que mostraba numerosos volúmenes algunos visiblemente gastados por su uso. Sobre un rincón, una discreta y ordenada mesita, infundía un ambiente familiar, mostrando sobre una bandeja de bronce, un aparato eléctrico para café y cinco pocillos finamente decorados.

No había mucha luz y quizá aquello influyera en una primera sensación de paz que envolvía el ambiente y lo tornaba sensiblemente agradable. Tal vez el médico se percató de ello, pues se acercó a la ventana y levantó un poco más la celosía, lo que aumentó solo parcialmente, la luminosidad interior.

AZ —Acostumbro a bajar un poco la persiana, porque me resulta cómodo para leer y trabajar –dijo casi disculpándose–.

Por favor… tome asiento –le indicó– mientras colocaba casi paternalmente su mano, sobre la espalda de Tomas. Este corrió ligeramente el sillón y accedió al pedido. Esperó que el médico fuese a su lugar natural en el sillón giratorio, pero se sorprendió cuando éste desplazó lateralmente la butaca que estaba a su costado, y tomó asiento como si fuese un paciente más.

El médico se inclinó ligeramente hacia él. Lo miró de frente con rara benevolencia fijando sobre los suyos sus grandes ojos celestes agrandados por el aumento de sus gafas, y le dijo con voz suave:

¡Cuénteme!…

Algo se quebró en el interior de Tomas.

Hacia solo unos instantes, experimentaba en la profundidad de su alma una soledad angustiante mientras un mundo indiferente transitaba ante sus ojos ajeno a su presencia, y de pronto, muy cerca suyo... frente a si, alguien esperaba sus palabras con una desusada actitud de vieja amistad y paternal cariño.

Inspiró profundamente y como tomando fuerza, inclinó levemente su cabeza hacia abajo, cruzó sus manos sobre las piernas y comenzó a decir...

T —No ando bien doctor... No sé por dónde empezar…

No sé si es por el trabajo… o por el dinero… o soy yo mismo, pero lo cierto es que no me siento bien...

Tengo la sensación de que mi cuerpo no me pertenece, experimento contracciones en los músculos como si tuviera escalofríos… a veces como un hormigueo interno…

Es una sensación muy fea,… horrible.

Tampoco duermo bien… me despierto varias veces a media noche con una transpiración fría en todo el cuerpo y… sé que no es calor…

Pero lo más duro es en la mañana… cuando me levanto…

Quisiera taparme con las sábanas y no amanecer. No sé si llamarle miedo… pero es como una inseguridad… o temor… más fuerte que yo.

Quisiera seguir durmiendo… esconderme para no experimentar más esta sensación que me quema por dentro y me llena de angustia…

Si no fuera por mi familia… quizá no amanecería......

AZ —Está tomando algo?... ¿Alguna medicación…?

T —Si…

Tomo unas pastillas para dormir que me recetó un médico amigo.

En realidad he consultado dos médicos... y los dos coinciden en que estoy muy nervioso… que trate de no darme tanta cuerda…

Me han sugerido salir a caminar… o practicar algún deporte.

El último me recetó un tranquilizante…

—Tomás buscó en sus bolsillos y extrajo una tirilla de plástico con unos comprimidos pequeños de color rosado suave, y lo extendió a la vez que decía: tomo una y media todos los días…

El médico alargó su mano, tomó el medicamento y lo leyó pausadamente: Nervosedan, 5 miligramos… –dijo en voz baja–.

Sí. Un Psicofármaco muy recetado en estos días…

y guardó silencio.

T —Tomás continuó: he intentado no darle mucha importancia a las cosas como me han aconsejado… pero es una sensación que me domina…

Como si estuviera en un pozo del cual no puedo salir… no sé cuánto más voy a soportarlo…

—El médico lo miraba atentamente mientras Tomás hablaba, y muy discretamente ponía sus ojos en esas manos que frotaba nerviosamente, a la vez que agitaba su pierna derecha apoyada sobre la punta de su pié en un suave pero intermitente temblor.

AZ– Sin duda está muy estresado…–dijo con cierta seriedad– ¿Desde cuándo experimenta este malestar? –preguntó–

T– Hace varios meses que vengo mal… ocho… diez… ó más…

Me cuesta concentrarme… y ahora que más lo necesito…

AZ —Seguramente hay alguna causa que lo provoca –dijo el médico–

¿No lo cree así?

T —Son muchas cosas doctor, que han pasado… en realidad vengo pendiente abajo como si fuera un tobogán…

El año pasado, en Noviembre falleció mi madre…

No lo esperábamos… sucedió repentinamente… en una semana…

 

Fue un golpe muy grande porque éramos muy apegados.

Mis hijos…–su nietos– eran sus regalones… aun hoy no termino de aceptarlo.

Cada vez que lo recuerdo siento una opresión muy grande…

Después mi esposa tuvo un accidente muy grave con el coche y falleció como consecuencia de muchas quebraduras y golpes internos.

El coche no sirvió más, y me quedé sin movilidad… y ahora para rematar… quizá pierda mi empleo, porque se vende la empresa en que trabajo y seguro van a despedir a todo el personal…

-¡No sé de qué‚ vamos a vivir!

Conseguir trabajo nuevamente con 45 años es muy difícil… y con una familia atrás… tres niños… y como no le faltan pulgas al perro flaco… yo no sirvo para nada… y no puedo encontrar una salida… siento como si estuviera paralizado…

Pienso en el mañana que puedo perderlo todo… sin trabajo… sin dinero…

Toda mi vida he trabajado con honestidad, he buscado siempre el bien de mi familia… puse mis mejores años en la empresa… y ahora esto…

La vida es injusta… ¿no cree?..

AZ– Mi opinión Tomás… no va a cambiar la realidad del mundo… pero vamos a hablar de eso quizá más adelante...

¿Cómo está su relación familiar?... con sus hijos…

T– También se está deteriorando. Discutimos mucho últimamente...

Nos decimos palabras hirientes cosa que antes jamás sucedió.

Me preocupa mucho, porque nuestra relación ya no es como antes…

Y si le digo la verdad… tengo miedo. Miedo de perder lo único que poseo y que verdaderamente importa. La familia...

Las cosas no han salido bien...

He tratado por todos los medios de hacer algo sólido, asegurar un porvenir para mis hijos… mi esposa, tener una familia unida… y de pronto veo como si todo aquello por lo cual luché, se hubiese escurrido de las manos como arena. Creo que he fracasado en muchas cosas…

¡No es lo que había planeado para mi vida!...

Está saliendo todo mal…

O hay algo en mí que no funciona…

¿Puede doctor… que me falte alguna vitamina o algo así?

AZ —Sin duda hay en su interior algunas cosas que no andan bien. Sin embargo –aunque no pueda asegurarlo– no me parece que lo suyo sea un caso de carencias Tomas. De todos modos… deberíamos tal vez pedirle unos análisis para un control.

No es conveniente descartar alguna causa paralela...

Por cierto... ¿usted no consume alcohol o drogas verdad?

T– Un poco de vino en las comidas... Menos de un vaso...

Lo segundo ni pensarlo...

Pero esto… de no poder controlar lo que siento…

¿Qué está pasando dentro mío que me siento tan mal?

AZ —¡Linda pregunta Tomás! ¡Y es bueno que la haga!

Saber qué‚ está sucediendo internamente, nos va a ayudar mucho para encontrar la solución.

Voy a tratar de explicarle…

Aunque es un tema complejo, intentaré‚ hacerlo en la forma más sencilla:

Vea Tomás… nuestro organismo está relacionado íntimamente con el medio ambiente.

Y reacciona de forma extremadamente compleja, a los estímulos que de ella recibe. Es un permanente ir y venir de estímulos y reacciones dirigidas todas, a conservar el cuerpo vivo y mantener procesos vitales de nutrición, crecimiento, reproducción, etc.

Estas acciones internas y naturales del cuerpo, forman lo que se llama Metabolismo.

En ese Metabolismo, las células nerviosas o neuronas, liberan ante un determinado estimulo, –interno o externo– algunas sustancias que se llaman Neurotransmisores. Son muchas y de distinta índole.

Ahora bien…

Cuando un Neurotransmisor llega a un Neuroreceptor, desencadena una serie de reacciones, como una respuesta al estímulo recibido.

Por ejemplo… si toca un objeto muy caliente, retirará la mano en forma inmediata. Igual, si recibe un pinchazo doloroso. Tanto el pinchazo, como el calor, generaron un estímulo, que hicieron al sistema nervioso liberar Neurotransmisores, los que a su vez indican, a una parte específica del cuerpo dar una respuesta.

Pero no termina aquí Tomás...

Hay Neurotransmisores que preparan una acción más enérgica que otros. Seguramente oyó hablar de la Adrenalina.

T —Sí. En las películas de acción…

AZ —Bueno. La Adrenalina o Epinefrina predispone a los músculos y otras partes del cuerpo para una acción más fuerte y rápida que otros de acción más retardada.

Ahora bien… y aquí lo importante de su pregunta Tomás…

Así como hay Neurotransmisores que predisponen a una acción más o menos enérgica, hay otros que actúan exactamente al revés, inhibiendo la acción de los primeros.

La Dopamina por ejemplo, si su nivel es bajo, puede producir rigidez muscular y disminución en la coordinación motora, como en la enfermedad de Párkinson y si su nivel es alto, puede asociarse hasta con fenómenos de Esquizofrenia o alteraciones mentales.

A ver cómo anda su memoria…

Recuerda lo que es el Cuerpo Calloso?

T– No me pregunte… rendí anatomía tres veces en la escuela…

Si recuerdo un versito que sabíamos repetir en clase…

Un Frontal…Un Parietal…Un Etmoides…Dos Esfenoides..

AZ —Humm...

Bueno, el Cuerpo Calloso es una parte del cerebro.

T —Ahora que lo dice…

AZ. Es el núcleo de las emociones fuertes. la Ira, el Miedo, la Depresión… etc. Esta parte del cerebro también responde por cierto al metabolismo celular…

Decíamos que, cuando siente un pinchazo… rápidamente se aparta.

Pero no todos los estímulos son… digamos… físicos.

Que pasa entonces, con aquellos de tipo subjetivo… dificultades en el trabajo, una discusión familiar… una rueda pinchada cuando va a sacar el coche…

T —¡Hay! No me haga acordar… me enfermaba…

AZ —El ómnibus que pierde…-¡Justo cuando está más apurado!… la falta de dinero… la comida que se quemó en la olla… los hijos que no se levantan…

Todos ellos, son estímulos que inciden directamente en la Sinápsis del Cuerpo Calloso.

T —¿La qué?...

AZ —Sinapsis. El estímulo y respuesta entre las células nerviosas.

Y con cada uno de ellos, está liberando el organismo, sustancias para controlar los efectos generados.

Si un hombre atascado en una vía, imposibilitado de liberarse… se ve muy próximo a ser embestido por una locomotora, sentirá un desfallecimiento mortal, al ver tan próximo su fin, a raíz de los Neurotransmisores liberados.

Pero… escuche esto Tomas…

Si sus conceptos no son claros... es posible que sienta la misma desazón frente a una locomotora de juguete…

Frecuentemente el organismo responde bastante bien ante estos estímulos, llamémosle “contrariedades”. Pero la permanencia de estímulos extremos, fuerzan al cuerpo a respuestas extremas, y pueden desencadenar una disfunción en el metabolismo neuronal o de otro orden.

Y en este caso, el efecto será el mismo, y no importa entonces, si la locomotora es realmente de verdad o de juguete.

Si estamos acostumbrados mal, muy mal, a sobredimensionar la magnitud de los hechos, deja de importar la causalidad misma, porque sea el acontecimiento grande o minúsculo, siempre estaremos enviando mensajes superlativos que liberarán enzimas y Neurotransmisores acordes al estímulo recibido.

Un caso típico, es el síndrome que suele presentar un ex–combatiente.

Sometido por tiempo prolongado a un estado de stress excesivo; Terminada la acción, no retorna a su estado armónico previo.

Y así, aunque esté insertado en un ambiente de paz, reaccionará ocasionalmente con los estímulos vividos, y la agresividad o la Depresión, llegan a veces a estados verdaderamente clínicos.

En pruebas con roedores, Tomas, expuestos en forma continua a la cercanía de culebras –para ellos un enemigo mortal–, el stress causado provoca en el ratón, la muerte al cabo de cierto tiempo.

T —Hay momentos doctor, que me siento como uno de esos ratones que no tienen escapatoria…

AZ —Quizá podamos superarlo Tomas... vamos a intentarlo…

Volviendo a su pregunta inicial, sobre qué‚ pasa con el organismo… se habrá dado cuenta, que esta máquina compleja que habitamos, va respondiendo segundo a segundo, a ese intercambio de influencias con el mundo externo… o interno.

Por eso, ante las contrariedades diarias, –asumidas como tales y sobredimensionadas– el sistema nervioso va liberando enzimas, Neurotransmisores, toxinas y demás, cuyo resultado se ve, en el común de los casos, en músculos tensionados, hombros contracturados, hipertensión, insomnio, mala digestión, y otros muchos trastornos que, en casos de rechazo extremo de la realidad puede provocar hasta una ceguera total – lo he visto personalmente – aunque generalmente transitoria y felizmente rara.