¿Te cuento un vino?

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¿Te cuento un vino?
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© Enrique López

Diseño de edición: Letrame Editorial.

ISBN: 978-84-18362-67-5

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

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A los que han estado antes, o durante o después. Y sobre todo a los que han estado antes, y durante y después. En especial a las personas más generosas y entregadas que conozco; mis padres Enrique y Mercedes, mis hermanos Fali, Mercedita y María José, y mi persona preferida del mundo,

mi sobrino Fran.

PRÓLOGO

Amigo lector;

Déjeme que le confiese algo antes de continuar. Cuando Enrique, el autor del libro que tiene usted entre sus manos, me pidió que escribiera el prólogo de este, sentí una mezcla de sentimientos que oscilaban entre el pánico y el orgullo. Pánico, porque es una responsabilidad muy grande para el que suscribe el estar a la altura de la obra. Y orgullo, porque el que una persona como Enrique quisiera depositar en mí semejante encargo, hizo que mi ego se engrandeciera hasta el límite de la pedantería.

Las personas que tienen la suerte de conocerlo personalmente me entenderán más fácilmente. Para los que no han tenido la oportunidad, déjenme que se lo describa de un modo más que subjetivo, porque, sepa usted querido/a amigo/a, que es tanta la admiración, simpatía, y, por qué no decirlo, amor, que siento hacia este hombre, que me va a impedir por completo describirlo desde un punto de vista objetivo.

Ante todo, Enrique López es un ser especial; brilla por su locuaz manera de relacionarse y, sobre todo, es un hombre coherente con sus actos, justo y apasionado. Es el típico tipo que destaca en las reuniones, que sobresale por encima del resto, que en un primer momento te gustaría odiar, pero no puedes, porque ya ha dicho un par de gracietas, y ya te cae bien.

Es con esa pasión y, sobre todo, con amor, con lo que, créame, se ha escrito este libro. Amor, ha leído bien. Amor hacia algo tan arraigado en la humanidad como es el vino. Amor no solo hacia el producto en sí, sino hacia todo un proceso de elaboración, desde el comienzo de todo en el campo, hasta su degustación en una buena mesa con la mejor compañía o, por qué no, solo. Un amor hacia el vino, tan solo superado, por el amor que Enrique siente por su familia, su «Flechita» y sus amigos.

Se podría decir que este libro es una mezcla entre «novela de amor», «guía práctica» de cómo parecer entendido en vino sin serlo y un compendio de lo que denomino «cotilleos de Bodega». Déjeme que le explique el porqué de tan difícil descripción.

Es una «novela de amor» nada convencional porque se ha escrito y describe un sentimiento de amor, no hacia otra persona en sí, sino hacia un producto, hacia esos manjares que Baco ha tenido a bien concedernos. Y porque en muchas de las historias, las personas que pertenecen a la vida de Enrique van a verse reconocidas. Y pueden estar seguros de que cada palabra que forma este libro destila este sentimiento, hacia el vino y hacia su gente.

Es una «guía práctica» porque en este libro encontrará anécdotas que solo los verdaderos profesionales del sector vitivinícola pueden conocer y estoy seguro de que no todas. A casi todos nos ha pasado en alguna ocasión el compartir una cena de empresa, reunión familiar, comida de amigos o de negocios…, con esa persona, ya sea el jefe, el amigo o el típico cuñado que todo lo sabe, que a la hora de pedir el vino suelta algún comentario sobre la añada, la bodega o la Denominación de Origen, queriendo resaltar sus conocimientos sobre este. Esta obra es la ayuda que, los que no sabemos mucho sobre este vasto mundo, necesitamos para «dejar contra las cuerdas» a estos personajes que, a veces, rozan la pedantería, y quitarnos esa espina clavada desde hace tiempo.

Pero también, este libro en un «compendio de cotilleos». Sí, amigo/a mío/a, efectivamente, somos cotillas. El ser humano, por naturaleza, siente curiosidad por las cosas y no hay que avergonzarse de reconocerlo, todo lo contrario, ha sido, es y será esa condición la que nos hace progresar. Yo soy el ejemplo más claro que conozco…, y si usted conoce a alguien más cotilla que yo, me gustaría saberlo. Usted, sin ir más lejos, si ha llegado a este punto del prólogo, tenga claras dos cosas; la primera es que a usted le gusta la vinicultura, de no ser así no habría elegido este libro, y la segunda es que siente usted curiosidad por todas las rarezas que pueden pasar en una bodega, es decir, es usted un cotilla.

En las próximas páginas no va a encontrar una clase magistral sobre el mundo del vino, su proceso de elaboración y sus características. Lo que va a encontrar es el lado humano de este universo enológico; las historias que han hecho posible el producto que elabora cada bodega participante, aquellas que también han aportado su color, aromas y sabor al vino.

Tan solo, y para acabar, me gustaría dirigirme en primera persona al autor de la obra, licencia que espero que usted me disculpe.

Gracias, Enrique, gracias por dejarme ser el padrino de este tu primer «hijo», gracias por permitirme el formar parte de tu vida y, sobre todo, GRACIAS por dejarme ser tu amigo. Te quiero.

Juan Manuel Carrasco Rivas Gerente GM Cash Granada Jefe y amigo del autor

INTRODUCCIÓN

Cuando quiero vivir digo Moraima.

Digo Moraima cuando siembro la esperanza.

Digo Moraima y se pone azul el alba.

Cuando quiero soñar digo Moraima.

Digo Moraima cuando la noche es cerrada.

Digo Moraima y la luz se pone en marcha.

Cuando quiero llorar digo Moraima.

Digo Moraima cuando la angustia me asfixia.

Digo Moraima y el mar se pone en calma.

Cuando quiero sonreír digo Moraima.

Digo Moraima cuando la mañana es clara.

Digo Moraima y la tarde se pone mansa.

Cuando quiero morir no digo nada.

Y me mata el silencio de no decir Moraima.

Imagino que a todos los que hacemos algo por vez primera (lo que conlleva no ser un profesional de aquello que estás haciendo), nos asaltan mil y una dudas en el proceso… ¿Seré capaz? ¿Va a quedar bonito? ¿Gustará a mi gente?...

Nunca he escrito un libro, no soy escritor. Lo que estás leyendo no es una obra de arte, yo no sé hacerlas. Esto no es un libro, es algo más; es un sueño, es un reto, es una nueva vida. En estas letras no hay aspiraciones a nada, no hay premios futuros. Este libro es mucho más que eso; es una historia de amor inquebrantable, de amistad eterna, de FAMILIA.

Todas las páginas que vienen a continuación son (una tras otra) un grito alto y fuerte: gracias, os lo debo, esto no es mío, esto es nuestro. No es por mí, es por nosotros.

Y, sin embargo, de entre ese mar de dudas que he tenido y sigo teniendo al iniciar este trabajo, hay algo en lo que nunca he titubeado: la historia que abriría ¿Te cuento un vino?

Porque tuve la suerte de conocer de cerca el vino y la bodega, y en el mismo momento de escuchar la poesía que acabas de leer, este libro ya tenía principio.

Moraima es considerado uno de los poemas de amor más relevantes de la poesía europea. Fue escrito por el gallego Celso Emilio Ferreiro, y está dedicado a su mujer, que puedes imaginar cómo se llamaba…

Viña Moraima toma el nombre de la bodega y de su vino insignia de este poema. Con Denominación de Origen Rías Baixas, elabora un excelente, especial y diferente albariño, que seduce y enamora, como la obra en la que está inspirado.

Empezar con esta historia no es una casualidad. Este vino me buscó y me encontró, como lo hizo la profesión a la que ahora me dedico. Moraima encierra en sí misma la pura esencia con la que nace ¿Te cuento un vino?: contar historias especiales en torno a este producto tan nuestro y arraigado a nuestra tierra y nuestra cultura.

A partir de ahora, comienza la aventura. El mundo del vino es apasionante, atrayente, embriagador… Cada vino que pruebas es diferente: nace de un terruño, de una variedad, de un proceso de elaboración, de un clima… Y tiene una historia detrás. Esas historias son las que vas a encontrar en las páginas siguientes.

Lo que dijo el poeta gallego lo uso para decíroslo a todos vosotros; los que me habéis apoyado que sois parte de mi vida, de mi alma y de mi corazón, y todo comprador de este modesto libro, que ya forma parte de la familia de ¿Te cuento un vino? Quiero sembrar esperanza, quiero soñar y poner azul el alba. Quiero llorar, que la angustia me asfixie y que el mar se ponga en calma. Quiero sonreír, que la mañana sea clara y la tarde se ponga mansa. Quiero decir Moraima.

Quiero matar el silencio… Quiero contarte un vino. Y me gustaría que lo disfrutaras.

 

Por último, mil millones de gracias a bodegas, viticultores, enólogos, sumilleres, empresarios… Gracias por hacer vino, gracias por dejarme un minúsculo pedacito de este universo. En él me siento pleno, libre y feliz. Gracias.

LA VERSIÓN MODERNA

DE UNA FÁBULA CLÁSICA

La vieja y taimada zorra estaba decepcionada. Durante todo el día había merodeado tristemente por los densos bosques buscando comida, pero no encontró un solo bocado. Además, sentía sed, una sed terrible. Su garganta estaba reseca.

En ese estado de ánimo dio la vuelta a un muro de piedra y se encontró con algo que le pareció casi un milagro. Allí, frente a ella, había un viñedo lleno de racimos de frescas y deliciosas uvas, que solo esperaban que las comiesen.

La zorra no perdió el tiempo. Corrió, dio un salto y trató de asir la rama más baja, pero no logró alcanzarla. Volvió a saltar, esta vez a una altura algo mayor, y tampoco pudo atrapar con los dientes una sola uva. Cuando fracasó por tercera vez, se sentó por un momento y, con la reseca lengua colgándole, miró las docenas y docenas de ramas que pendían fuera de su alcance.

El espectáculo era insoportable para una zorra famélica, y saltó y volvió a saltar, hasta que sintió mareos. Necesitó mucho tiempo, pero comprendió que las uvas estaban tan fuera de su alcance… como las estrellas del cielo. Y no le quedó más recurso que retirarse.

¿Quién necesita esas viejas uvas agusanadas?, se dijo a sí misma. Están verdes…, sí, eso es lo que pasa. ¡Verdes! Por nada del mundo las comería.

Un cuervo que había estado observando la escena desde una rama próxima comenzó a reír, y entre risas le gritó: ¡Si te dieran un racimo, veríamos si en verdad las uvas te parecían verdes!

Si toda fábula tiene una moraleja, seguramente la de esta sea que no hay que despreciar aquello que no hemos conseguido simplemente porque nos parece inalcanzable. Y que no hay que abandonar la lucha de lo que anhelamos tener; en continuar luchando cada momento ya hay una victoria. El resultado final es muy importante, pero no es lo único que cuenta.

Esta historia es atribuida a Esopo, del que dicen que vivió alrededor del 600 a. C., y tiene su continuación en pleno siglo XXI…

En Sant Sadurní D’Anoia, en los viñedos pertenecientes a Celler Credo (D.O. Penedés), durante los controles de maduración de la uva en julio de 2012, los viticultores se encontraron con una zorrita en las viñas. Joven, avispada, inquieta, intrépida y traviesa, se quedó ensimismada con el fruto de la uva. Atrapada por los aromas de la xarel·lo, parecía adivinar el resultado final del proceso que estaba presenciando; unos vinos de gran calidad, elaborados según los principios de la agricultura ecológica y biodinámica. Trabajados con lías, macerados con las pieles o los raspones, sin añadir sulfitos…


Durante tres días consecutivos, la zorra fue vista entre las cepas, ganándose el nombre de Miranius, que significa literalmente «quien mira nidos», es decir, alguien que anda distraído, en su mundo, viviendo un sueño. Miranius es hoy uno de los primeros vinos biodinámicos de la D.O. Penedés, y nuestra zorrita es su protagonista absoluta. Tanto que finalmente acabó adornando su botella en la etiqueta.

Otra de las marcas de Celler Credo es Estrany (extraño en catalán); lo que ofrece algo inexplicable y que incita a la curiosidad… ¿Era extraño el vino de nuestros abuelos? Estrany recupera una manera ancestral de elaborar, de cuando el vino se maceraba con la piel de la uva. Se trata de un trabajo con las pieles llevado al límite y que tiene como objetivo mostrar la variedad xarel·lo sin concesiones y con total franqueza, profundidad y ruda elegancia. El resultado es un vino blanco ecológico y biodinámico que nos remite a los aromas del pasado.

Celler Credo es una bodega independiente pero que pertenece a Cavas Recaredo, siendo la apuesta y compromiso de esta última por elaborar vinos blancos de terruño. Sin fertilizantes químicos, ni pesticidas ni herbicidas. Vinos que se sinceran y se erigen en cronistas de una historia sensorial sin artificios, genuina. Es un diálogo entre el hombre, la variedad y la tierra; un diálogo con mucho que decir y nada que ocultar.

Recaredo era el nombre del primer rey visigodo en convertirse al cristianismo. Pero ¿qué tiene que ver el rey visigodo con la fundación de esta mítica casa de cava situada en Sant Sadurní d’Anoia?

El padre del fundador de las cavas se llamaba Lleó (nacido en 1878), y fue llamado así por deseo de su madre, ya que en aquel momento el papa de Roma era León XIII. Ahora bien, el nombre no acababa de convencer a su padre, quien pronto empezó a llamarle Recaredo. En Sant Sadurní d’Anoia, donde Recaredo trabajaba como artesano ceramista, todos lo conocían por el sobrenombre… Cuando en 1924, su hijo Josep Mata Capellades decidió fundar la cava, optó por Recaredo en honor a su padre.

Cavas con elaboración únicamente de añada, exclusivamente Brut Nature (totalmente secos), de vinificación, elaboración y crianza 100 % propia y degüelle natural sin congelar el cuello de la botella.

Un nombre de rey para uno de los reyes del país de los cavas.

VINOS DE REYES

A ochocientos metros sobre el nivel del mar, en Pampliega (Burgos), se asienta Enológica Wamba. El terreno que ocupa esta localidad era una zona tradicional de viñas; multitud de escritos antiguos hablan de que abastecía de vino a la capital Burgos, y de hecho se demuestra en la cantidad de bodegas en túnel que tiene el pueblo, y los tratados existentes sobre comercio del vino que hacían los antiguos monjes de Pampliega y Palazuelos. La entrada principal de la iglesia está adornada con una parra que recorre su arco de lado a lado, lo que indica que la zona era vitivinícola.

Wamba es el nombre de un rey visigodo que murió en el monasterio de Monjes Negros (actualmente desaparecido), en Pampliega. Fue el último rey que dio esplendor a los visigodos, ya que tras su muerte comenzó la decadencia de estos. Enológica Wamba adopta su nombre de este personaje del que cuentan que fue el único que murió de muerte natural, ya que el resto de los reyes de la época no llegaban a viejos… Además de Wamba, por Pampliega pasaron otros reyes visigodos como Recesvinto y Chindesvinto.

Los orígenes de Pampliega se remontan al siglo II a. C., cuando aparece en las tablas de Ptolomeo (astrónomo y astrólogo griego) con el nombre de Anbisna, un emplazamiento celta que se convirtió en uno de los cruces de camino más importantes de la época. Posteriormente, Pompeyo el Grande le cambió el nombre por Pompeyica, evolucionando después su denominación a Pampilica y el actual Pampliega. Punto de partida de la historia de la localidad, Anbisna es también uno de los vinos que elabora Enológica Wamba.

Tras la elección de nombres como Wamba, Anbisna o Zarzanas (otro de los tintos que elaboran, que es el nombre de una zona del municipio, la opuesta a la zona de viñedos, más fresca y fértil y repleta de zarzamoras), los responsables de la bodega deciden «facilitar» la pronunciación de su próximo vino. Si a un español le cuesta pronunciar estos nombres, imaginen las dificultades de un inglés, alemán o chino…

Por eso, su última creación es Lyna (tinto y rosado), sin un significado histórico o particular, pero de fácil dicción en cualquier idioma, con uno u otro acento, pero reconocible, en cualquier caso.

Para Lyna, rosado dulce, han elegido un precioso diseño de etiqueta, realizado por Rocío Guerrero.


SI EXISTE LA REENCARNACIÓN…

Recién llegado a este mundo del vino, en una de mis primeras visitas a una bodega de la localidad malagueña de Ronda, tuve la suerte de estar acompañado durante todo el recorrido por un anciano de aspecto cansado, pero de mente lúcida y brillante. Se jactaba de no haber estudiado enología, de no saber elaborar el producto, de no dominar las fases de la cata, pero de entender más de vino que todos los que estábamos allí presentes (y bien cierto que era). Decía, con mezcla de gracia y maldad, que más sabe el diablo por viejo que por diablo, y que más sabe el borracho por borracho que por enólogo.

De entre las múltiples perlas que nos dejó ese día, recuerdo que me dijo que a él lo que le gustaba era el vino, en todas sus clases y expresiones, y que si pudiera reencarnarse le gustaría hacerlo en algo que pudiera vivir cerca de las viñas. Le daba igual el humano que elabora, el jabalí que se come las uvas o las malas hierbas que crecen en el viñedo…

Bodegas Mitarte se ubica en Labastida, en plena Rioja Alavesa. Mezclando tradición y modernidad, tienen en el mercado un amplio, variado y sugerente surtido de tintos (como sus excelentes Defaula y Syc), blancos y rosados.

Su blanco Mitarte fermentado en barrica, 100 % Viura y procedente de viñedos de más de sesenta años de antigüedad, encierra una curiosa historia que increíblemente se repite año tras año…

Todas las añadas, en el momento de elaboración de este vino, única y exclusivamente con este vino y nunca con ningún otro, aparece en la bodega una libélula. Se sabe que cada año la libélula es distinta, ya que viven alrededor de seis meses, pero nunca deja de aparecer una, que además siempre es enorme y preciosa. Permanece en bodega durante todo el proceso de elaboración, y después desaparece. Una criatura pequeña y delicada enamorada de esta marca concreta, eternamente fiel… Mitarte no podía hacer otra cosa que dedicarle su vino y su etiqueta.

Y yo, al conocer esta historia no pude más que acordarme del anciano de la bodega rondeña. Y desde entonces lo imagino reencarnándose cada año en una libélula, para visitar Labastida y asistir, como invitado de lujo de Bodegas Mitarte, a la creación de este vino blanco. Y, como hizo toda su vida, seguir disfrutando de este maravilloso producto sin más pretensiones que el del placer de consumirlo, saborearlo y disfrutarlo. Sin tecnicismos ni conocimientos. El placer de gozar con aquello que simplemente te gusta.


PURA GARNACHA

Que por mayo era por mayo, cuando hace la calor, cuando

los trigos encañan y están los campos en flor, cuando

canta la calandria y responde el ruiseñor…

Así, como el ave que canta en el Romance del prisionero. Y así, como una de las variedades españolas más reconocidas y reconocibles, con sus aromas especiados y su carnosidad en boca. Así se llama nuestra bodega protagonista; La Calandria. Pura Garnacha.

Dos niños en clase de gimnasia, Luis le da a Javier un balonazo, justo el más doloroso de todos los balonazos… El primer cigarrito de sus vidas, juntos, para sellar la reconciliación, escondidos en el hueco de la escalera. Una amistad que ha nacido para siempre. Y una separación de caminos y profesiones; Javier a Cuenca a estudiar bellas artes, Luis a Burdeos a estudiar enología. Y años que pasan. Y vidas que siguen, y que vuelven a encontrarse. La verdadera amistad, como el buen vino, no conoce de tiempo y espacio. Y nace La Calandria, un proyecto para buscar y encontrar la pureza de la garnacha.

Sin una ubicación fija, volando de cepa en cepa, como la propia calandria lo hace de nido en nido, esta bodega elabora interesantes e innovadores vinos, no solo en sus características, sino también en los diseños de botellas y etiquetas.

Los tintos Tierga, Cintruenos y Volandera, y el rosado Sonrojo, son un derroche de personalidad y creatividad, de gusto y de elegancia. De ganas de hacer vinos buenos y diferentes. Como ellos dicen, la vida es muy corta para hacer vino malo.


De su bodega, nos detendremos en el tinto Volandera, por supuesto 100 % garnacha. Un vino que te recuerda a días de playa, a pelotas de plástico azules y blancas, a helados con forma de pie y de dedo, a series con titos y pirañas, a los dibujitos de después del telediario, Dartacán y Willy Fog, y Espinete, y Don Pimpón…

Una botella ochentera, evocando el aspecto de las gaseosas clásicas, la de aquellos tiempos. Con un tapón que no es de corcho, no. El corcho sirve para ayudar al vino en su envejecimiento. Este vino no va a envejecer, es un vino joven, fresco y alegre. Maceración carbónica, explosión de fruta en nariz y en boca. Su tapón puede invitarnos a proteger el sobrante de vino, pero… ¿acaso nos va a sobrar vino?

 

Pura garnacha. Vinos de pureza. Como la que define la amistad. Nada que surge del sentimiento más temprano de compañerismo, hermandad, lealtad, aprecio, apego y lealtad… nada que surge del sentimiento de amistad, puede dejar de ser fresco, alegre, joven, divertido, optimista, descarado, desvergonzado, actual…

Luis y Javier. Como Pancho, David, Valle, Pardo, Oscar. Y los Andreses, Fernando, Javi, Diego. Y César, Ana, Enrique, Igor, Amil, Loli. Y tantos y tantos otros, tan importantes y presentes. La amistad es eso, un sentimiento puro. Como la pura garnacha. Y como La Calandria y sus vinos.

MÁS DE CIEN AÑOS DE HISTORIA

Transcurría la década de los setenta del siglo XIX cuando los hermanos Raimundo y Eusebio Real de Asúa se mudaron desde el País Vasco a la localidad riojana de Haro, en busca del clima más adecuado para recuperarse de sus problemas de salud. Su traslado coincidió con la aparición en Burdeos de una plaga de filoxera, un parásito de la vid que acabó con los viñedos de una de las mejores zonas vinícolas del mundo. Los bodegueros franceses comenzaron a buscar un clima y terrenos de características similares a los suyos y encontraron en La Rioja los factores necesarios para continuar con la producción y prolongar su tradición.

Los dos hermanos, aprovechando el buen saber hacer de los expertos viticultores franceses, crearon la Compañía Vinícola del Norte de España (C.V.N.E.). Así, el 24 de marzo de 1879, nació CVNE, una empresa de carácter familiar que, cinco generaciones después, sigue elaborando vinos que ocupan las mesas de cuatro continentes.

Asentados desde entonces como uno de los grupos bodegueros más importantes de España, gestionan tres bodegas diferentes. La que dio origen a la compañía, CVNE, sigue conservando su primer emplazamiento en el vinatero barrio de la estación de Haro, en la Rioja Alta. En la Rioja Alavesa, en el cerro de la Mesa, está situada la bodega Viña Real. También en esta subzona de la Denominación de Origen Rioja, se encuentra la tercera de las bodegas propiedad del grupo, Viñedos del Contino, un nombre que evoca a los tiempos de los Reyes Católicos, que concedían la distinción de Contino al oficial de una guardia de cien soldados que velaba «de contino» por los monarcas y su familia.

Con motivo del centenario de la bodega CVNE en 1979, los descendientes de los hermanos Real de Asúa decidieron hacer su particular homenaje a los creadores guardando una representación de sus mejores vinos, procedentes de añadas significativas. Todas estas botellas, una muestra significativa de los primeros cien años de historia, se encuentran ocultas tras una verja y frente a ella, un cuadro testigo de aquella reunión recoge las firmas de los asistentes, así como la ubicación, tipología y añada de cada botella. Se dice que la llave que cerró aquella puerta fue tirada al río Ebro y que, en el próximo centenario de la bodega, en 2079, si se reúnen de nuevo los descendientes de la familia, la verja volverá a abrirse.


Como es lógico, una bodega con una historia tan longeva se asienta en el éxito continuado de las marcas que elabora. Por ejemplo, Imperial, cuya elaboración comienza en los años veinte y que en poco tiempo se convertiría en el buque insignia de sus creadores. Su nombre viene de los embotellados especiales utilizados para el mercado inglés, denominados «Pinta Imperial» (una pinta inglesa o imperial, medio litro aproximadamente). La gama de vinos Imperial solo incluye «Reserva» y «Gran Reserva» y su elaboración únicamente se da cuando se producen cosechas excepcionales en Rioja Alta. Su excelente calidad le ha convertido en uno de los vinos predilectos del rey emérito Juan Carlos I.

Precisamente, en el banquete de boda de su heredero y actual monarca, se sirvió un Imperial Gran Reserva de 1994, tras una minuciosa selección realizada mediante una cata a ciegas de entre más de ochenta vinos de denominación de origen Rioja. Además, Imperial fue el primer vino español, y hasta la fecha el único, en ser elegido Mejor Vino del Mundo por la prestigiosa revista estadounidense Wine Spectator.

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