La Esposa Perfecta

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CAPÍTULO DOS

A pesar de los gritos interminables, Jessie intentaba reprimir el dolor de cabeza que le mordisqueaba los bordes de su cráneo. Daughton, el niño de tres años de carácter tierno, pero sorprendentemente ruidoso de Edward y Melanie Carlisle, se había pasado los últimos veinte minutos jugando a algo que llamaba Explosión y que básicamente consistía en chillar “¡boom!”

Ni Melanie (“llámame Mel”) ni Edward (“Teddy” para los amigos) parecían sentirse molestos por los chillidos intermitentes así que Jessie y Kyle también actuaban como si se tratara de algo normal. Estaban sentados en la sala de estar de los Carlisle, poniéndose al día antes de dar el paseo que habían planeado para ir a almorzar al puerto. Los Carlisle vivían a solamente tres manzanas de allí.

Kyle y Teddy habían estado charlando afuera durante la última media hora mientras Jessie se familiarizaba de nuevo con Mel en la cocina. Aunque solo la recordaba de un previo encuentro, después de unos pocos minutos, estaban charlando con toda la cordialidad del mundo.

“Le pediría a Teddy que hiciera una barbacoa, pero no quiero que os pongáis enfermos durante vuestra primera semana por aquí,” dijo Mel sarcásticamente. “Estamos mucho más a salvo yendo al malecón a comer.”

“¿No es el mejor cocinero del mundo?” preguntó Jessie con una ligera sonrisa.

“Digámoslo de esta manera. Si alguna vez se ofrece a cocinar, pretended que tenéis algo urgente que atender. Porque si os coméis algo que él haya preparado, vais a tener una urgencia de verdad.”

“¿Qué pasa, cielo?” preguntó Teddy mientras Kyle y él pasaban al interior. Era un tipo barrigón, con aspecto pastoso y cabello rubio en retroceso, y una piel pálida que parecía que pudiera quemarse con tan solo cinco minutos al sol. Jessie también percibió que su personalidad era bastante parecida—pastosa y maleable. Un instinto profundo que no podía describir pero en el que había aprendido a confiar con el paso de los años le decía que Teddy Carlisle era un hombre débil.

“Nada, cariño,” dijo ella casualmente mientras le guiñaba el ojo a Jessie. “Solo le estaba dando a Jessie cierta información esencial para su supervivencia en Westport Beach.”

“Muy bien,” dijo él. “Asegúrate de advertirle sobre el tráfico en Jamboree Road y en la Autopista de la Costa del Pacífico. Puede ser dura de roer.”

“Eso era lo próximo en mi lista,” dijo Mel inocentemente mientras se levantaba de uno de los taburetes de la cocina.

Mientras Mel se adentraba en la sala de estar para recoger los juguetes de Daughton del suelo, Jessie no pudo evitar darse cuenta de que, con esa falda de tenis y su camiseta de algodón, su menuda constitución estaba compuesta de músculos fibrosos. Sus pantorrillas se abultaban y sus musculados bíceps se flexionaban de manera impresionante mientras barría como una docena de coches de Matchbox con un único movimiento veloz.

Todo en ella, incluyendo su pelo corto moreno, su energía sin límites, y su voz directa y mordiente proyectaban la imagen de una chica dura, de las que no se andan con rodeos de New York, que era exactamente lo que había sido antes de mudarse al oeste.

A Jessie le cayó bien de inmediato, aunque no pudiera entender que es lo que le atraía de un tordo como Teddy. Le reconcomía ligeramente por dentro. Jessie se enorgullecía de su habilidad para leer a las personas. Y este hueco en su perfil informal de Mel le resultaba levemente perturbador.

“¿Estamos listos para marcharnos?” preguntó Teddy. También él iba vestido elegantemente con una camisa floja de botones y pantalones blancos de verano.

“Solo tienes que recoger a tu hijo y estaremos listos,” dijo Mel con cierta sequedad.

Teddy, aparentemente acostumbrado a su tono, se fue a buscar la máquina de “Explosión” sin decir palabra. Unos segundos después, escucharon unos gritos mientras regresaba sujetando a Daughton cabeza abajo por los tobillos, mientras el niño se resistía con todas sus fuerzas.

“¡Para, papá!” gritaba el niño.

“Déjalo en el suelo, Edward,” dijo Mel, siseando.

“Me contestó,” dijo Teddy mientras depositaba a su hijo en el suelo. “Solo necesitaba recordarle que ese tipo de cosas no está bien.”

“¿Y si se hubiera resbalado y caído, y se hubiera abierto la cabeza?” demandó Mel.

“Entonces habría aprendido una valiosa lección,” contestó Teddy con toda tranquilidad, sin que pareciera preocupado en absoluto por esa posibilidad.

Kyle se echó a reír con admiración y solo se detuvo cuando Jessie le lanzó unas miradas asesinas. Intentó cambiar la risa por una tos, pero era demasiado tarde y se encogió de hombros con aspecto arrepentido.

A medida que se dirigían al puerto, por el sendero bien cuidado que iba paralelo a la carretera principal, Jessie observó cómo iban vestidos Kyle y ella en comparación con sus amigos. Hasta Daughton, que tenía la piel pálida de su padre, pero el cabello oscuro de su madre, llevaba puestos unos pantalones cortos planchados y una camisa de cuello alto. Kyle llevaba unos pantalones cortos y una camiseta y Jessie se había puesto un sencillo vestido de verano en el último minuto.

“¿Estáis seguros de que vamos vestidos adecuadamente para almorzar en vuestro club?” le preguntó a Mel con aprensión.

“Oh, no te preocupes de ello. Sois nuestros invitados. Las normas sobre atuendo no os afectan a vosotros. Solamente los miembros reciben azotes por ir vestidos inapropiadamente. Y como Daughton es pequeño, a él solo le harían una marca con un hierro candente.” Seguramente Mel vio la mirada en los ojos de Jessie, porque le puso la mano en la muñeca de inmediato y añadió, “Solo estoy bromeando.”

Jessie sonreía con tensión ante su incapacidad para relajarse. Y justo entonces, Daughton pasó corriendo a su lado soltando un impresionante “boom” que le hizo saltar del susto.

“Tiene mucha energía,” dijo ella, tratando de sonar entusiasta. “Me encantaría embotellarla.”

“Sí,” asintió Mel. “Da mucho trabajo, pero lo adoro. Es extraño cómo las cosas que molestan a otra gente te resultan graciosas cuando se trata de tu hijo. Ya verás lo que quiero decir cuando te pase a ti. Asumiendo que eso es lo que quieres, claro está.”

“Así es,” dijo Jessie. “Llevamos un tiempo hablando de ello. Ha habido algún que otro… contratiempo por el camino, pero esperamos que el cambio de ambiente ayude.”

“En fin, debería advertirte. Es probable que surja el tema a menudo entre las mujeres que vas a conocer hoy. Les encanta hablar de niños y de todo lo que se relacione con ellos. Seguramente te preguntarán acerca de tus planes, pero no sufras por ello. Esa es la conversación típica, que siempre acaba surgiendo por estos lares.”

“Gracias por avisarme,” dijo Jessie cuando llegaron al final del sendero.

Se detuvo un momento para admirar las vistas. Estaban sobre el borde de un acantilado que daba a la Isla de Balboa y a la Bahía Promontory. Más allá estaba la Península de Balboa, el último pedazo de tierra antes del Océano Pacífico. El agua azul marino se extendía hasta donde alcanzaba la vista, y se acababa fundiendo con el cielo de un azul más pálido, punteado con unas cuantas nubes abultadas. Era realmente impresionante.

Más de cerca, vio el animado puerto, con barcos que entraban y salían según un sistema tácito que era mucho más organizado y hermoso que el de la autopista. La gente, diminuta como hormigas desde aquí arriba, merodeaba por el complejo del puerto y su gran cantidad de tiendas y restaurantes. Parecía que estuvieran en un mercado de agricultores.

El sendero había dado paso a una escalera enorme de piedra que descendía hasta el complejo. A pesar de los pasamanos de madera a ambos lados, era ligeramente sobrecogedor.

“El sendero reaparece de nuevo unos cincuenta metros más adelante y desciende hasta el puerto,” dijo Mel, sintiendo la reticencia de Jessie. “Podríamos ir por ese camino en vez de subir las escaleras, pero se tarda veinte minutos más y la vista no es tan agradable.”

“No, esto está bien,” le aseguró Jessie. “Es solo que últimamente no me he tomado muy en serio mi rutina en el Stairmaster y de pronto me estoy arrepintiendo.”

“Las piernas solo te duelen al principio,” dijo Daughton al saltar delante de ella y tomar la delantera.

“No hay nada como tener a un chiquillo que te rete a moverte,” dijo Jessie, tratando de reírse.

Empezaron a descender el largo tramo de escalones, Daughton por delante, seguido de Mel, Jessie, y Kyle, con Teddy a la cola. Después de un minuto, Daughton se les había adelantado bastante y Mel se apresuró a ponerse a su altura. Jessie podía escuchar a los chicos hablando por detrás de ella, aunque no podía entender lo que estaban diciendo. Y con estos escalones tan traicioneros, tenía dudas sobre darse la vuelta para enterarse.

Como a mitad de descenso, vio a una chica en edad universitaria subiendo por las escaleras, vestida solamente con un bikini y sandalias de playa, con una bolsa playera colgada del hombro. Todavía tenía el pelo mojado del agua y se le derramaban unas gotas de sudor por su piel morena y expuesta. Tenía unas curvas impresionantes que el bañador apenas contenía. Parecía que fuera a explotar por varios puntos en cualquier momento. Jessie intentó no mirar al pasarla de largo y se preguntó si Kyle estaría haciendo lo mismo.

“Vaya culo tan bonito tiene esa,” escuchó decir a Teddy unos pocos segundos después.

Jessie se puso tensa sin querer, no ya por la grosería sino porque lo más seguro era que la chica estuviera lo bastante cerca como para haberlo oído. Sintió la tentación de darse la vuelta y echarle una mirada de reprobación cuando escuchó la voz de Kyle.

 

“¿Verdad que sí?” añadió, riéndose disimuladamente como un colegial.

Jessie se detuvo en seco. Cuando Kyle le alcanzó, le agarró por el antebrazo. Teddy también se detuvo, con una mirada de sorpresa en la cara.

“Continúa, Teddy,” dijo ella, colocándose una sonrisa de plástico en la cara. “Solo necesito hablar con mi hombre un segundo.”

Teddy le lanzó a Kyle una mirada de asentimiento antes de seguir adelante sin hacer ningún comentario. Cuando ella estuvo segura de que ya no les podía oír, miró a su marido.

“Ya sé que es tu amigo del instituto,” susurró. “Pero, ¿crees que podías dejar de actuar como si aún siguieras allí?”

“¿Cómo?” le preguntó él a la defensiva.

“Seguramente esa chica escuchó a Teddy y su tono lascivo. ¿Y tú vas y le animas? No está bien.”

“No es para tanto, Jess,” insistió él. “Solo estaba haciendo una bromita. Quizá se sintió halagada.”

“O quizá le puso los pelos de punta. Sea como fuere, preferiría que mi marido no apoyara la idea de ‘la mujer como objeto sexual’. ¿Es esa una petición razonable?”

“Vaya… ¿así es como vas a reaccionar cada vez que pase una chica en traje de baño?”

“No lo sé, Kyle. ¿Es así como tú vas a reaccionar?”

“¿Venís, chicos?” les gritó Teddy desde abajo. Los Carlisle ya estaban como unos cincuenta escalones más abajo que ellos.

“Ya vamos,” le gritó Kyle de vuelta antes de bajar la voz. “Quiero decir, si todavía te parece bien.”

Kyle siguió hacia adelante antes de que ella pudiera responder, bajando las escaleras de dos en dos. Jessie se forzó a tomar una respiración larga y lenta antes de seguirle, esperando poder exhalar su frustración junto con el aire en sus pulmones.

Ni siquiera nos hemos mudado aún del todo y ya se está empezando a convertir en la clase de cabrón que he tratado de evitar toda mi vida.

Jessie intentó recordarse a sí misma que un comentario estúpido mientras se encontraba bajo la influencia de un viejo compañero de la escuela no quería decir que su marido se hubiera convertido de pronto en un filisteo. Sin embargo, no se podía sacudir de encima la incómoda sensación de que esto no era más que el principio.

CAPÍTULO TRES

Cinco minutos después, con Jessie aún furiosa, entraron al recibidor del Club Deseo, donde recibieron el alivio que necesitaban de un día que ya era tórrido con el aire acondicionado. Jessie echó un vistazo a su alrededor, observando el lugar. No pudo evitar pensar que el nombre, que, según Teddy significaba “Club de los Deseos”, era un tanto grandilocuente, a juzgar por lo que tenía delante.

Casi pasa por alto la entrada al club, una puerta grande, sin carteles, de roble envejecido, adosada a una estructura de aspecto modesto en el extremo más silencioso del puerto. La recepción misma no era nada del otro mundo, con un podio sencillo para la recepcionista que estaba ocupada en este momento por una morena atractiva de aspecto diligente que parecía tener unos veintitantos años.

Teddy se inclinó para hablarle en voz baja. Ella asintió e hizo un gesto al grupo para que pasaran a un pequeño pasillo. Solo cuando otra jovencita rubia, igual de bella, le pidió que depositara su bolso en un canasto, Jessie cayó en la cuenta de que el pasillo también hacía las veces de detector de metales, pero con estilo.

Cuando atravesaron el pasillo, la joven le devolvió su bolso y le indicó que debía seguir a los demás a través de una segunda puerta de paneles de madera que parecía fundirse con la pared que había a su lado. Si hubiera estado ella sola, puede que se hubiera pasado la puerta totalmente por alto.

Una vez atravesaron esa segunda puerta, toda la modestia de la recepción del edificio se desvaneció rápidamente. La habitación cavernosa y circular que estaba mirando con atención tenía dos niveles. El superior, donde estaba ella, tenía mesas en círculo y con vistas al nivel inferior, que se accedía mediante una amplia escalinata.

El nivel inferior tenía una pequeña pista de baile rodeada de multitud de mesas. Parecía que hubieran diseñado todo el lugar utilizando madera reciclada de viejos barcos de vela. Había paneles que estaban juntos, de los que estaban hechas las paredes, de diferentes calidades y tonos. Aunque ese revoltijo no debería haber funcionado bien, lo cierto es que lo hacía, dándole al espacio un ambiente náutico que resultaba reverencial, en vez de un truco barato.

Al extremo de la sala estaba lo más impresionante. Todo el lateral del club que daba al océano estaba compuesto de una ventana de cristal gigantesca, la mitad de ella por encima del nivel del agua, y la otra mitad por debajo. Dependiendo de donde se sentara uno, podía tener una vista del horizonte o de bancos de peces nadando bajo la superficie. Era espectacular.

Les llevaron hasta una mesa grande en el nivel inferior, donde les esperaba un grupo de unas quince personas. Teddy y Mel hicieron las presentaciones de rigor, pero Jessie ni siquiera trató de memorizar los nombres. Le dijeron que había cuatro parejas, con unos siete niños entre todas ellas.

En vez de eso, sonrió y asintió con cortesía a medida que cada una de ellas le asaltaba con más información de la que podía procesar.

“Yo me dedico al marketing en las redes sociales,” le dijo alguien llamado Roger o Richard. Se movía con nerviosismo todo el tiempo y se metía el dedo a la nariz cuando pensaba que no había nadie mirándole.

“Estamos seleccionando moquetas para la pared en este momento,” dijo la mujer sentada junto a él, una morena con mechas rubias en su pelo que a lo mejor era su mujer, pero que, sin duda alguna, le estaba echando miradas de deseo al tipo moreno al otro lado de la mesa.

Continuó así. Mel le presentaba a alguien, Jessie no intentaba memorizar su nombre de verdad, y en vez de eso, trataba de deducir algo sobre su verdadero carácter basándose en su aspecto, lenguaje corporal, y estilo verbal. Era una especie de juego, uno que utilizaba a menudo en situaciones incómodas.

Después de las presentaciones, entraron otras dos jovencitas muy guapas a recoger a los niños, incluido Daughton, para llevárselos a la Cueva del Pirata, que una de las esposas le dijo era el nombre de la zona de diversión infantil. Jessie asumió que debía de estar muy bien porque todos los niños se marcharon sin señal alguna de ansiedad por la separación.

Cuando se hubieron ido, la comida procedió más o menos como le había advertido Mel. Dos mujeres que, o eran gemelas o tenían aspecto tan similar que lo podrían haber sido, contaron una historia sobre un campamento de verano que principalmente se trataba de la horrible voz de canto del que lideraba las alabanzas.

“Sonaba como si estuviera a punto de dar a luz,” decía una de ellas mientras la otra se reía a carcajadas dándole la razón. En la medida que les prestaba atención, Jessie se perdió mientras se interrumpían y se imponían la una a la otra de manera interminable.

Un chico con un sorprendente pelo largo y rizado y una pajarita con la que estaba demasiado embelesado relataba los detalles de un partido de hockey al que había ido la primavera pasada. Solo que no había nada memorable sobre ello. La historia entera de cinco minutos solo era sobre quién metió los goles. Jessie seguía esperando algún giro en la historia, como cuando se ha arrojado un pulpo a la pista de hielo o algún fan ha saltado la barrera. Pero no hubo ninguno.

“De todos modos, fue un partido increíble,” concluyó finalmente, momento en el que ella supo que era su turno de sonreír con admiración.

“Mejor. Historia. Del. Mundo,” dijo Mel con sequedad, proporcionándole a Jessie el único momento satisfactorio que había disfrutado y algo así como un soplo de aire fresco.

Una gran parte de la conversación se consumió hablando de varios eventos que iban a tener lugar próximamente en el club, entre ellos el baile de Halloween, la Fiesta para Llevar los Barcos (fuera lo que fuera) y el Baile de las Vacaciones.

“Qué es eso de Llevar los…” comenzó a preguntar antes de ser interrumpida por los gritos de la mujer que estaba sentada dos sitios más abajo cuando una camarera tiró un vaso de agua, dejando caer unas gotas sobre ella.

“Zorra,” murmuró demasiado alto después de que se fuera la camarera. Poco después, todos los hombres se levantaron, besaron a sus esposas, y se despidieron. Kyle le lanzó a Jessie una mirada de perplejidad, pero les siguió sin decir nada.

“¿Supongo que te veré más tarde?” le preguntó más que decirle.

Ella asintió con cortesía, aunque estaba igual de confundida. Parecía que estuvieran en esa escena de Titanic, en la que todos los hombres se iban después de la cena para hablar de negocios y política tomando brandy en la sala de fumar.

Jessie observó cómo paseaban los hombres entre las mesas hasta llegar a la puerta de madera ornamentada que había al rincón de la sala, delante de la que había un hombre muy serio parado. Tenía el aspecto de un portero de club nocturno, solo que este llevaba puesto un esmoquin. Cuando los chicos de su mesa se acercaron, se echó a un lado para dejarles pasar. Dio la impresión de echarle una mirada escéptica a Kyle hasta que Teddy le murmuró algo. El portero asintió y le sonrió a Kyle.

El resto del almuerzo se pasó en un santiamén. Como había prometido Mel, la conversación se centró en los niños y en los niños por llegar, ya que al menos dos de las mujeres en el grupo estaban claramente embarazadas.

“Me estoy preparando para darle una bofetada al próximo barista que me eche miraditas mientras estoy dándole el pecho,” dijo alguien llamado Katlyn o Kaitlyn. “Fui demasiado tolerante después de que naciera Warner.”

“Amenaza con una demanda legal,” dijo la Morena de Mechas Rubias. “Yo lo hice y conseguí un certificado de cien dólares como disculpa. Lo mejor de todo es que nadie había hecho nada malo. Solamente me quejé de un ‘entorno de incomodidad.’”

Jessie era la única que no era madre de toda la mesa, pero intentó unirse a la charla, haciendo preguntas educadas sobre la escuela primaria local (“un basurero”) frente a la privada a la que parecían ir todos sus hijos.

Mientras Jessie escuchaba los desacuerdos sobre la mejor guardería o las opciones de preescolar y el consenso general sobre el mejor supermercado, sintió como su mente divagaba. Se pellizcó por debajo de la mesa unas cuantas veces cuando se enunciaron opiniones sobre las mejores iglesias, el mejor gimnasio local, y dónde encontrar el mejor vestido para el Baile de Vacaciones.

Sin embargo, dejó de intentar seguir quién estaba diciendo qué, o incluso de ofrecer afirmaciones sosas, y se metió en el papel de observadora pasiva, como si estuviera observando el comportamiento social de alguna especie exótica en plena naturaleza.

¿Es esta la vida con la que me he comprometido? ¿Almuerzos con damas que se enfocan en qué gimnasio tiene la mejor clase de spin? ¿Es este el mundo por el que Kyle ha estado trepando y del que quiere llegar a formar parte? Si es así, que me maten ahora mismo.

En algún momento, se dio cuenta de que Mel le estaba dando un golpecito en el hombro para decirle que el almuerzo se había terminado y que tenía que pasar a recoger a Daughton. Por lo visto, Teddy y Kyle se encontrarían con ellas en la recepción.

Jessie asintió, se despidió con elegancia de las mujeres cuyos nombres no podía recordar, y siguió sin pensar a Mel hasta la Cueva del Pirata. Se sentía desorientada y agotada, y solo quería regresar a casa, darse un baño, tomar una copa de vino, e irse a dormir. Echó una ojeada a su reloj y le sorprendió descubrir que no era ni la una del mediodía.

*

No consiguió distenderse hasta horas más tarde. Después del camino de regreso al hogar de los Carlisle y el rato obligatorio que pasaron allí, acabaron por irse a su casa, aunque no sin pasar antes por Costco para comprar productos básicos. Jessie se imaginó las caras de desaprobación que pondrían sus compañeras de almuerzo.

Más tarde esa misma noche, mientras ella se refrescaba la cara y Kyle se lavaba los dientes, se habían recuperado lo suficiente como para hacer una breve puesta en común del día.

“¿Qué pasó en la sala secreta a la que te fuiste?” le preguntó. “¿Te hicieron quitarte la ropa hasta quedarte en calzoncillos y te dieron diez latigazos?”

“La verdad es que estaba un poco preocupado de lo que pudiera haber detrás de esa puerta,” admitió Kyle mientras pasaban al dormitorio. “Pero resulta que solo se trataba de un bar para deportes muy bien equipado. Tenían los partidos en la televisión, un camarero dando vueltas y tomando nuestras órdenes, y unos cuantos tipos poniéndose o quitándose su ropa de golf.”

 

“Entonces, ¿nada de sala para fumar con brandy?” le preguntó Jessie, cuestionándose si pillaría la referencia.

“No que yo sepa, aunque me di cuenta de que Leonardo DiCaprio estaba vagando sin rumbo por el vestidor.”

“Bien hecho, marido,” dijo Jessie con admiración mientras se metía a la cama. “Todavía estás en tu punto.”

“Gracias, esposa,” le contestó, deslizándose debajo del edredón junto a ella. “De hecho, escuché que hay una sala para fumar puros por alguna parte, pero no fui en busca de ella. Creo que está oculta en algún rincón que está exento de las normas del club de no fumar. Pero apuesto a que hubiera podido conseguir un brandy si lo hubiera pedido.”

“¿Conociste a alguien interesante?” le preguntó con escepticismo mientras apagaba la luz del dormitorio.

“Sorprendentemente, sí,” dijo Kyle. “Eran todos bastante agradables. Y como dos de ellos están buscando inversiones potenciales, eso les hizo interesantes para mí. Creo que ese club puede ser un auténtico filón para hacer negocios. ¿Y tú?”

“Todo el mundo era muy agradable,” dijo Jessie titubeante, esperando que la oscuridad de la habitación ocultara su ceño fruncido. “Muy abiertas con todo tipo de ofertas para ayudarme con cualquier cosa que necesite.”

“¿Por qué puedo escuchar un ‘pero’ en alguna parte?”

“No. Es solo que ni una vez durante todo el tiempo que estuve a solas con ellas, ninguna de esas mujeres habló de otra cosa más que de niños, colegios o familia. Ni una mención de trabajos o acontecimientos actuales. Resultaba todo muy provinciano.”

“¿Quizá solo querían evitar temas polémicos en un almuerzo con alguien nuevo?” sugirió Kyle.

“¿El trabajo es algo polémico hoy en día?”

“No lo sé, Jessie. ¿Estás segura de que no estás buscándole tres pies al gato a esta inocente reunión?”

“No estoy diciendo que sean como las Esposas de Stepford o algo parecido,” insistió. “Pero excepto Mel, todas eran compulsivamente narcisistas. No creo que ninguna de ellas le dedique ni un pensamiento pasajero al mundo que hay más allá de sus ventanas. Solo digo que después de un rato, empecé a sentirme un tanto… claustrofóbica.”

Kyle se sentó sobre la cama.

“Esa manera de hablar suena familiar,” dijo, con preocupación en la voz. “No te enojes conmigo, pero la última vez que hablaste de sentirte claustrofóbica fue cuando—”

“Recuerdo la última vez,” interrumpió Jessie, disgustada. “Esto no es lo mismo.”

“Muy bien,” replicó Kyle delicadamente. “Pero entenderás que te pregunte si te sientes cómoda con tu medicación estos días. ¿Todavía funciona la dosis? ¿Crees que quizá sea buena idea organizar una cita con la doctora Lemmon?”

“Estoy bien, Kyle,” dijo ella, saliendo de la cama. “No siempre se trata de eso. ¿Es que no puedo expresar algunas reservas sin que te apresures a sacar conclusiones?”

“Por supuesto,” dijo él. “Lo siento. Por favor, vuelve a la cama.”

“Es que vamos, de verdad…. tú no estabas allí. Mientras tú estabas relajándote con los chicos, yo tenía una sonrisa falsa en la cara mientras estas mujeres hablaban de presentar demandas contra cafeterías. Esto no tiene que ver con la medicación. Tiene que ver con que ‘estas tipas son horribles’.”

“Lo siento, Jess,” repitió Kyle. “No debería haber dado por sentado que se trataba de la medicación.”

Jessie le miró, sin poder decidirse entre querer perdonarle o machacarle un poco más. Decidió no hacer ninguna de las dos cosas.

“Regresaré en unos minutos,” dijo ella. “Solo necesito distenderme. En caso de que estés dormido para cuando regrese, te daré las buenas noches ahora.”

“Muy bien,” dijo él sin ganas. “Buenas noches, Te quiero.”

“Buenas noches,” dijo ella, dándole un beso a pesar de su falta de entusiasmo en ese momento. “Yo también te quiero.”

Salió del dormitorio y se puso a vagabundear por la casa, esperando a que se disipara su frustración mientras pasaba de una habitación a la otra. Intentó sacarse el desdén de la cabeza, pero seguía colándose dentro de ella, irritándole a pesar de sus mejores intenciones.

Se estaba calmando lo bastante como para regresar a la cama cuando escuchó el mismo crujido distante de la otra noche. Solo que esta noche no estaba tan distante. Siguió el sonido hasta que encontró el que parecía ser su origen—el ático.

Se había detenido en el pasillo de arriba justo debajo de la puerta de acceso al ático. Después de un momento de titubeo, agarró la manivela que había en la puerta y le dio un tirón hacia abajo. Definitivamente, el crujido sonaba ahora más claro.

Se encaramó a la escalera de acceso con todo el sigilo que pudo, intentando no pensar en cómo este tipo de decisión siempre acababa terriblemente en las películas de miedo. Cuando subió las escaleras, sacó su teléfono y utilizó la función de linterna para registrar el espacio. Pero, excepto por unas cuantas cajas raídas y vacías, no había nada más en todo el espacio. Y el crujido se había detenido.

Jessie descendió con cuidado, reemplazó la escalera y, demasiado excitada como para dormir, reanudó su inquieto vagabundeo. Acabó en el dormitorio que estaban anticipando utilizar para el bebé, cuando y si alguno decidía unirse a ellos.

Ahora estaba vacío, pero Jessie podía imaginarse donde iría la cuna. Se la imaginaba contra la pared de atrás, con un móvil colgando sobre ella. Apoyó la espalda contra la pared y se deslizó hacia el suelo, con lo que acabó sentada con las rodillas delante de su rostro. Las envolvió con sus brazos y se abrazó con fuerza, intentando convencerse de que la vida en este nuevo y extraño lugar sería mejor de lo que parecía por el momento.

¿Estoy malinterpretando todo esto?

No podía evitar preguntarse que a lo mejor su medicación necesitaba un reajuste. No tenía claro si estaba siendo demasiado dura con Kyle o si estaba juzgando a las mujeres del Club Deseo con demasiada crudeza. ¿Era el hecho de que Kyle se estuviera adaptando tan fácilmente a este lugar mientras que ella no un reflejo de su adaptabilidad, de la fragilidad de ella, o de ambas? Kyle ya parecía sentirse como en casa, como si llevara viviendo años aquí. Se preguntó si ella llegaría alguna vez a ese punto.

No estaba segura de si solo estaba nerviosa porque su último semestre de clases empezaba al día siguiente y tendría que volver a sumergirse en el mundo del estudio de los violadores, depredadores infantiles y asesinos. Y no estaba segura de si ese crujido que seguía escuchando era real o solo estaba en su cabeza. En este momento, no estaba muy segura de nada. Y le asustaba.