Universidades, colegios, poderes

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Z serii: CINC SEGLES #43
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41. Por ejemplo, el AUSA 335 comienza en el folio veintiséis con los estudiantes y bachilleres de la Facultad de Cánones.

42. El doctor Rodríguez-San Pedro lo presenta y contextualiza para el período que transcurre entre 1598 y 1625 (Luis Enrique Rodríguez-San Pedro Bezares: La Universidad Salmantina del Barroco…, III, pp. 106-177). Con posterioridad la doctora Ramírez González hizo lo propio para 1555-1606 (cf. Ramírez González, Clara Inés: La Universidad de Salamanca en el siglo XVI…, op. cit., pp. 394-395).

43. De igual manera, aunque vaya más allá del marco temporal de esta investigación, cabe señalar que, en el curso 1763-1764, la Compañía de Jesús no realizó matrícula; la importancia de este dato se debe a que corresponde a la única vez anterior a la expulsión en que se produce esta salvedad desde que fueron incorporados en 1570.

44. Las cátedras de propiedad de la Compañía de Jesús en la Universidad de Salamanca son otorgadas el 10 de enero de 1668; tema sobre el cual profundizaremos más adelante.

45. Biblioteca General Histórica (BG). Universidad de Salamanca (USAL). Manuscrito (Ms.). 576, f. 7v.

46. «Por espacio de un mes, antes de Spíritu Santo, no hubo lección en Escuelas a causa de estar ocupadas con las prevenciones del túmulo y, porque los hermanos no careciesen de ellas, prosiguieron los dos padres lectores en casa, y acudieron también a oyrles los seglares sin reparo alguno». BG. USAL. Ms. 576, f. 120v.

47. RAH. Ms. 9-3780/32, s. f.

48. BG. USAL. Ms. 576, ff. 17v-18r.

49. Constituciones, 440.

50. Referencia tomada del 19 de febrero de 1624, cf. BG. USAL. Ms. 576, f. 53r.

51. BG. USAL. Ms. 159 ff. 130r-131v.

52. RAH. Ms. 9-3780/32, s. f.

53. BG. USAL. Ms. 576, f. 103v.

54. Ibíd., f. 105v.

55. José Simón Díaz: Historia del Colegio Imperial de Madrid, I, CSIC, Madrid, 1952, pp. 33-43.

56. Archivo Privado. Memorial del hecho del pleito que está visto en el conseio en el grado de la segunda suplicación de la ley de Segouia, entre los señores testamentarios de la magestad católica y cesárea de la señora emperatiz doña María y sus criados con el Colegio Imperial de la Compañía de Iesús desta villa de Madrid (1627).

57. AUSA. PV. 28/12, f. 251.

58. Referencia tomada del 17 de octubre de 1627, cf. BG. USAL. Ms. 576, f. 103v.

59. BG. USAL. Ms. 576, f. 104r.

60. Ibíd.

61. Ibíd., f. 106r.

62. Ibíd., f. 107r.

63. Cf. RAH. Ms. 9-3780/32, s. f.

64. En la carta de Antonio de Córdoba a Ignacio de Loyola, fechada en Salamanca a 29 de diciembre de 1554 localizamos lo siguiente: «[…] algunos maestros acuden a nuestras Conclusiones, que sustentan cada quince días, y van admirados de lo bien que se haze, y alauan la diligencia en el disputar, y admíranse de la molestia con que los hermanos lo hacen; en special el maestro fray Pedro de Sotomayor, que lee la cáthedra de Vísperas, que, hauiendo estado en vnas Conclusiones, fue a Sant Steuan diciendo, que venía espantado de nuestro collegio; que pensó que eran ceremonia nuestros studios, y que auía visto que entendía la doctrina de santo Thomás los hermanos, mejor que sus frayles, y que la tratauan con más modestia […]». MHSI, Epp., Mixtae, IV, p. 486.

65. Un ejemplo es el de 1649, cf. BG. USAL. Ms. 577, f. 96r.

66. BG. USAL. Ms. 577, f. 67r.

67. Ibíd., f. 62r.

68. Ibíd., Ms. 578, f. 11v.

69. Archivo Histórico del Santuario de Loyola (AHL). Colegio. Legajo (Leg.). 60. N.º 2d.

70. Para ver la repercusión que poseía la existencia de cátedras de propiedad de la Orden véase Luis E. Rodríguez-San Pedro Bezares y Juan Luis Polo Rodríguez: «Cátedras y catedráticos: grupos de poder y promoción, siglos XVI-XVIII», en Luis E. Rodríguez-San Pedro Bezares (coord.): Historia de la Universidad de Salamanca. II. Estructuras y flujos, Ediciones Universidad de Salamanca, 2006, pp. 767-801.

71. Benigno Hernández Montes: «Colegio de la Compañía de Jesús. Estado de la cuestión, trayectoria histórica y proyecciones», en Manuel Fernández Álvarez (dir.): La Universidad de Salamanca. I Trayectoria histórica y Proyecciones, Universidad de Salamanca, Salamanca, 1989, p. 402.

72. Cf. AUSA. 2108/13.

73. Creada el 31 de diciembre de 1720 por don Francisco Pereas, arzobispo de Granada, cf. Archivo Histórico Nacional de Madrid (AHN). Clero-Jesuitas. Leg. 291. N.º 1.

74. ARSI. Fondo del Gesù 203/4. N.º 45, s. f.

75. BG. USAL. Ms. 578, f. 47v.

76. AUSA. 2108/13, f. 30v.

77. Ibíd., f. 50r.

78. Ibíd., f. 50v.

79. Ibíd., f. 31v.

80. Ibíd., f. 51v.

81. BG. USAL. Ms. 376, ff. 271r-271v.

82. Ibíd., Ms. 578, ff. 396r-397r.

DENTRO DE LA GUERRA
LAS UNIVERSIDADES SICILIANAS Y EL PRIMER CONFLICTO MUNDIAL

DANIELA NOVARESE

Università degli Studi di Messina

EL SUR Y LA GRAN GUERRA: UNA HISTORIA DE LUGARES COMUNES1

En los días que siguieron a la emoción de las «espléndidas jornadas», que caracterizaron la entrada de Italia en la Primera Guerra Mundial, el Corriere della Sera del 24 de mayo de 2015, al describir el «escenario de la guerra», informaba de que las operaciones militares se referían especialmente «al Trentino, al Cadore, a la Carnia, y al valle del Isonzo».2

Además, teniendo en cuenta que el periódico más famoso y de mayor difusión del país situaba el desarrollo de las acciones armadas en el noroeste, no sorprende que, en el imaginario colectivo, esos kilómetros de trincheras en las que los días transcurrían interminables, como narra Emilio Lussu en Un anno sull’altipiano, hayan constituido el escenario representativo de la Gran Guerra en Italia. Y precisamente la altiplanicie que Lussu, claro intervencionista, encontraba «insoportable» ya desde finales de mayo de 1916 se transmitiría a la memoria de la posteridad como lugar fundamental de ese primer conflicto mundial.

El historiador Alberto M. Banti ha afirmado que la Gran Guerra ha representado en los últimos treinta años «uno de los arsenales de obras históricas más ricos e interesantes, tanto por las interpretaciones que ofrece como por las elaboraciones metodológicas que propone».3

Sin duda, ese arsenal se ha enriquecido recientemente, gracias a los múltiples actos del centenario, merecedores de haber tratado fuentes, enfoques y narraciones diferentes del panorama historiográfico y de interpretaciones más tradicionales.4

Si hasta hace un año solo era posible encontrar escasas referencias, por ejemplo, de países que permanecieron al margen de la guerra, como España,5 esas celebraciones provocaron el nacimiento de un conjunto de escritos con la intención de señalar cómo, aun fuera del escenario bélico con todo su significado, los efectos de la fractura producida por la Gran Guerra, evidentes en «el largo siglo XIX»,6 y de sus códigos (culturales, políticos, sociales, de comportamiento, económicos) influyeron también en esos ordenamientos considerados neutrales.

Con relación a Italia, que decidió entrar en la guerra casi un año después del estallido de las hostilidades, en mayo de 1915 junto a la Entente, las iniciativas fuera del centenario afectaron a la imagen tradicional de un país en el que guerra y altiplanicie han representado un binomio inseparable, destacando quizá por primera vez la implicación, aunque con modalidades diferentes, de otras zonas geográficas de la nación, sobre todo de la participación del sur de Italia.7

Al respecto, hay que recordar otro dato reciente acerca del elevado número de insumisos en Sicilia, considerada desde siempre un «refugio peligroso de rebeldes y desertores»,8 y que según análisis minuciosos de los datos aportados por el Ministerio de la Guerra, por lo menos parcialmente, explicaría el fenómeno de la emigración masiva que entre finales del siglo XIX y principios del XX caracterizaba a las regiones del sur de Italia, con la problemática de localizar a los emigrantes.9 Este hecho llevaría al presidente del Gobierno, Vittorio Emanuele Orlando, acabada la guerra, a promover una amnistía a favor de quienes no se habían presentado al reclutamiento por haber sido deportados.

Por otra parte, ya a finales de los años sesenta del siglo pasado, Piero Melograni señalaba, «en cuanto a la noticia de la rendición de los tres regimientos sicilianos», en los días difíciles de Caporetto, que el propio general Cadorna reconocía «en las cartas a sus familiares que esa había sido exagerada por algunos mandos militares para ocultar sus responsabilidades».10

Lo mismo puede decirse acerca de la actitud con la que durante bastante tiempo la historiografía italiana ha subrayado «los escasos enfrentamientos políticos entre intervencionistas y neutralistas en el Mezzogiorno, y en particular en Sicilia», mientras que recientemente se ha señalado cómo «el debate sobre la guerra contribuyó no poco a redefinir el escenario político de la isla».11

En particular, refiriéndose a Sicilia, de las regiones italianas la más lejana del Trentino, del Cador, de la Carnia y del valle del Isonzo, nuevas investigaciones han destacado cómo la isla, con sus casi 53.000 caídos y 250.000 entre heridos y mutilados, pagó un precio muy alto en cuanto a vidas humanas, rotas, durante la Gran Guerra, lo que desmiente una vez más el estereotipo de un sur poco implicado en aquella tragedia.

 

Por otro lado, ese conflicto no sería solamente un peso en la vida diaria de todas las comunidades sicilianas grandes y pequeñas, que esperaban ansiosas el regreso de esos 440.000 hombres llamados a filas y que marcharon a ese altiplano remoto, si bien menos distante de la isla de lo que se suele creer.

Por ejemplo, el estrecho de Messina, con sus tropas costeras ocupadas en la acción contra los sumergibles alemanes, con Real Decreto del 14 de septiembre de 1917, n. 1511, se convertía realmente en un frente de guerra, pues declaraba en «estado de guerra el territorio de los alrededores de Messina y de Reggio Calabria», y transformaba así la isla en «una frontera sin trincheras»:12 no es casualidad que en ese brazo de mar se contaran miles de muertos, particularmente en el bienio 1917-1918.13

Además, la presencia de campos de prisioneros en la parte suroriental de la región, que acogieron a miles de presos, especialmente austriacos y húngaros, determinó una imagen posterior y poco conocida de la Sicilia «zona de guerra».14

Entre las líneas de investigación que han propuesto nuevos elementos de reflexión no podía faltar una mirada al mundo universitario.

Han sido numerosas las ocasiones en las que se ha tratado de reconstruir la compleja situación de las universidades italianas y del apoyo que dieron a la Gran Guerra. Un contexto rico en matices en el que se mezclan motivos como el de la «espera» de la guerra en los intelectuales italianos y, al mismo tiempo, la desaparición de la koiné científica y literaria europea, que Giulio Cianferotti ha reconstruido cuando se refiere a las relaciones entre universidades italianas y alemanas tras la declaración de guerra a Alemania.15

Exaltada ya como «escuela de energía nacional»,16 ya como fragua de «artes et arma»,17 considerada por el régimen fascista un lugar de entrenamiento para «miles de militares de los pelotones»,18 en general, la Universidad italiana apoyaba, convencida, el esfuerzo bélico del país.

Las tres universidades sicilianas también se unieron a lo que el mundo académico percibía como una misión. Aunque con formas y rechazos diferentes, condicionadas por contextos para nada diversos, como los ofrecidos por Palermo, Catania y Messina a finales de la era giolittiana, esas universidades se propondrían y se verían, al igual que otras universidades italianas, como lugares «de referencia de la propaganda intervencionista» (si bien no faltaron opiniones contrarias a la intervención), para asumir al final de las hostilidades la función de espacios privilegiados de la memoria, del culto de una juventud heroica y de sus maestros, y que a aquellas aulas jamás regresarían.

Las tres universidades sicilianas se hallaron totalmente «dentro de la guerra»,19 como indica el título de mi intervención, y en el clima que se respiraba en el país no solo buscaron y dieron su tributo de muertos, sino también su apoyo ideológico al esfuerzo militar y a la conclusión de la unificación italiana.20

Sin embargo, no faltaron en la isla, como en otras partes, voces discordantes. Coherentes o contradictorios, no fueron ni pocos ni insignificantes los itinerarios de quienes se alejaron de la retórica demasiado fácil de apoyo a la nación, o llegaron en un momento posterior, después de haber sacrificado en el altar de la patria vocaciones culturales y convicciones políticas.

Así pues, trataré de reconstruir aquí algunos itinerarios tras los que se intuye un mundo complejo de motivos que ponen difícil establecer un límite claro entre las razones del intervencionismo y las del neutralismo,21 precisamente para indicar la gama de matices y de posiciones manifestadas, y los daños que el país sufrió entonces, dentro y fuera de las aulas universitarias.

PALERMO: GOLIARDIA Y CIENCIA PARA APOYAR A LA GRAN GUERRA

Stamane, celebrandosi un servizio religioso nella chiesa evangelica […] pel compleanno dell’imperatore di Germania, gli studenti universitari, in numero di 300, si riunirono nell’atrio dell’Università. Al cancello era affissa la scritta «oggi festeggia il compleanno il sacrificatore della umanità». Gli studenti, dopo bruciate alcune bandiere, dai colori germanici, fischiarono all’imperatore e all’Austria, cantando in coro l’inno di Garibaldi, di Mameli e la Marsigliese. Poco dopo tentarono di uscire, in corteo, all’Università, ma ne furono impediti dai cordoni dei militari dell’arma e guardie di città.22

Así, un informe de la prefectura de Palermo, uno de los muchos de ese periodo, registraba la participación de los estudiantes universitarios en las manifestaciones antialemanas y antiaustriacas del 27 de enero de 1915. En Palermo, donde se habían concentrado las manifestaciones más significativas que habían tenido lugar en la isla,23 el clima incandescente que estalló en las «espléndidas jornadas» de mayo había servido como telón de fondo a un contexto académico en el que se había pasado del Gobierno de la academia representado por Federico Raffaele, catedrático de Anatomía Comparada y Zoología, cercano al grupo de Coenobium24 la revista de Lugano fundada en 1906 por Enrico Bignami y Arcangelo Ghisleri, y rector desde 1911 a 1914–, al del profesor de Historia Antigua Gaetano Mario Columba, que dirigió la Universidad25 durante todo el conflicto armado, comprometido en numerosas actividades colaterales a la acción bélica.26

Ya con ocasión de la inauguración del curso académico 1914-15, el rector Columba había pronunciado un discurso en el que se notaba su inquietud al constatar que:

L’Europa è sconvolta da una guerra di cui non si è vista mai l’eguale. Dalle rive della Vistola a quelle della Marna scorre in copia il sangue umano. L’Italia, nell’immane conflitto, ha potuto tenersi in disparte, seguendo i suoi diritti senza venir meno ad alcuno dei suoi doveri. Ma noi non sappiamo che cosa prepari l’incerto domani.27

Las preocupaciones de Columba se harían realidad al poco tiempo. De hecho, algún mes después, la situación empeoraría y los disturbios callejeros, también en Sicilia, marcarían el final de la actitud de espera de la clase política italiana.

En Palermo, durante los enfrentamientos que caracterizaron las «espléndidas jornadas», casi 20.000 personas, atravesando el casco antiguo de la ciudad, llegaron a la entrada de la Universidad, donde Benedetto Migliore, periodista y crítico literario, daba un apasionado discurso.

Giovanni Alfredo Cesareo, profesor de Literatura Italiana y uno de los primeros intervencionistas28 recordaría ese momento con estas palabras:

Un sole velato di maggio del 1915; la città animata di gente […] di qua e di là […] una duplice siepe aerea di bandiere nazionali […] E davanti questa nostra Università si formava il corteo degli studenti, serii, disciplinati, giocondi, e pur consapevoli dell’improvvisa responsabilità che già pesava su di loro. C’era un comizio in piazza delle Croci. Il governo, incerto d’interpretare la volontà della Nazione, dichiarando la guerra, aveva chiesto una manifestazione collettiva che giustificasse e sorreggesse il suo atto. E Palermo si accingeva a rispondere, in nome della Sicilia.29

Las fuentes disponibles subrayan la masiva participación de los estudiantes palermitanos en esos eventos, pero era en las aulas de la Universidad donde el profesorado analizaba conscientemente los ritmos de una universidad en guerra, a pesar de que no faltaban estudiosos, como el catedrático de pedagogía Giovan Antonio Colozza, el romanista Salvatore Riccobono y Federico Raffaele, que se unían al grupo identificado con el neutralismo de la revista de Enrico Bignami.30

Así, Erminio Troilo, catedrático de Historia de la Filosofía, pronunciaba un discurso titulado La Filosofia e la Guerra, con ocasión de la ceremonia de apertura del curso académico 1915-16. Al año siguiente, el filósofo del derecho Vincenzo Miceli daría una conferencia sobre La filosofia della pace, y si en 1917-18 no tenía lugar la ceremonia, el curso 1918-19 lo inauguraría Giuseppe Oddo con un discurso sobre La chimica nella guerra e nel dopoguerra, en el que, considerando la indudable calidad de la industria química alemana, se preveía una fuerte recuperación económica del país vencido. Bastante distinta era la opinión expresada acerca de la industria química italiana, despreciada a causa de estar constituida por «…reventas de mercancía retirada del extranjero».31

La identificación de esos profesores y de esos asuntos demuestra ser el fruto de una estrategia inteligente para indicar el papel que Palermo y su universidad, en sintonía con el rector Columba, querían desempeñar tanto en el contexto siciliano como nacional, en aquel trágico momento.

No es casual que precisamente un grupo de docentes de materias filosóficas de esa universidad (Miceli, Troilo, Colozza, Guastella, Orestano), en las páginas de la Rivista di Filosofia de 1915, hiciera «un llamamiento muy noble […] a sus colegas italianos ante la inminente participación de Italia en la gran guerra para la defensa de su derecho y la preparación de una Europa más civilizada y más libre».32

En cuanto a Giuseppe Oddo, representante de relieve de la ilustre escuela química palermitana fundada por Stanislao Cannizzaro, su situación demuestra la laceración que produjo la Gran Guerra en muchos intelectuales italianos. Ya se ha mencionado la admiración expresada por ese estudioso sobre la industria química alemana con ocasión de la inauguración del curso 1918-19, acabada la guerra, cuando en el tiempo el restablecimiento de las relaciones entre los diferentes países volvería a establecer la koinè científica europea y a dar fuerza a esos paradigmas científicos internacionales, que el conflicto había destruido en nombre del principio que anteponía el espacio limitado de la nacionalidad al de la pertenencia a la comunidad internacional de científicos, bastante más amplio.33

De hecho, ya en septiembre de 1915 Oddo había denunciado la total dependencia de la química italiana de la alemana, y con una carta al ministro había pedido el despido de la Commissione per i Gas Asfissianti, ya que estaba dominada por germanófilos. Respecto a Emanuele Paternò, alumno de Cannizzaro y maestro del propio Oddo, este último afirmaba que «viéndose cada día más rodeado de alemanes, él también buscó un apoyo alemán y creyó hallarlo en el germano-catanés Peratoner».34

En esos años, Oddo se había comprometido seriamente a contribuir de forma concreta a la movilización y ha enviado al Ministerio de la Guerra una serie de propuestas sobre medios de defensa y de ofensiva como dotación a nuestros soldados. Igualmente lo haría Emanuele Paternò, presidente de la Commissione per i Gas Asfissianti y fundador de la Gazzetta Chimica Italiana, contrario al conflicto pero que, junto a otros «después de la entrada de Italia en la guerra», participaría «activamente en la movilización científica del país».35 Una orientación y un itinerario similar caracterizarían también las decisiones tomadas por Emanuele Olivieri Mandalà, famoso por sus investigaciones sobre los gases asfixiantes, en servicio como oficial de ingenieros.

En definitiva, la Universidad de Palermo expresaba su compromiso a favor del conflicto en un contexto urbano en el que el estallido de la Gran Guerra parecía volver a impulsar una economía desde hacía tiempo débil, como lo demuestra la patente de un camión para el transporte de municiones y víveres en las carreteras de montaña, obtenida en 1916 precisamente en Palermo y usada con éxito en esa circunstancia, y donde los importantes pedidos de ácido cítrico empleado como desinfectante hacían que la fábrica de Arenella trabajara a tope.36

CATANIA, UNA UNIVERSIDAD PREPARADA PARA LA GUERRA

Al observar en esos años la realidad de la Universidad de Catania, la universidad siciliana37 más antigua, se constata que esa institución desde el principio y por diversos motivos desempeñaba un papel determinante dentro del espacio urbano, proponiéndose como «centro de agregación para las muchas almas de la lucha etnea».38

De hecho la Universidad se mostraba como «plataforma virtuosa capaz de gestionar la movilización […] distinguiéndose así el epicentro político –antes que cultural– de una ciudad lejos del conflicto, pero no por ello sin interés por su destino».39

 

En un informe de abril de 1915 enviado al presidente Salandra, como ministro de Interior, el prefecto Minervini escribía: subrayando, además para Sicilia, un apoyo a la guerra preferentemente burgués o medio burgués.

Mi pare potersi affermare che lo spirito pubblico, in questa provincia, non sia sinceramente e ponderatamente favorevole ad un’entrata in guerra del nostro paese. Una guerra per assicurare i futuri destini della Patria […] qui non è generalmente compresa dalle masse. Esse si commuoverebbero, se qualche potenza straniera minacciasse l’integrità della patria o la vilipendesse. Ma una guerra, dirò così, per misura preventiva, non le appassiona.40

El final de la década giolittiana coincidía para Catania con el final del empuje fuertemente innovador que el alcalde Giuseppe De Felice Giuffrida había sabido dar a la Administración local, a partir de 1902.41 La parábola política del primer ciudadano, exponente de relieve de la democracia cristiana siciliana y nacional, luego partidario de la empresa en Libia y de la intervención en la guerra, parecía coincidir con el itinerario emprendido por la universidad de la ciudad, y si después de las «espléndidas jornadas» el prefecto Minervini señalaba con prudencia la tímida actitud de las masas, en cambio la Universidad se mostraba, desde el principio, ciertamente a favor de la intervención.

Un personaje clave, capaz de gestionar e interpretar la función que desempeñaba en aquellas circunstancias el antiguo Siculorum Gymnasium, era el rector Giuseppe Majorana, representante de una verdadera dinastía, cuyo tiempo lo ocupaba entre «academia, foro y poder político».42

A propósito del relevo de Vadalà Papale con Majorana para dirigir la Universidad de Catania, Corrado Dollo ha señalado cómo ello implicaba una nueva configuración de los equilibrios anteriores, incluso académicos:

prima Vadalà Papale e poi Giuseppe Majorana» –ha scritto lo studioso– «diventano Magnifici, e non è a dire che l’involuzione, nel primo, non fosse abbastanza visibile: bisogna essere forti «per vivere e vincere», diceva, nel mentre ricordava «le epiche lotte delle regioni italiane dell’Istria per avere una università italiana». Ma l’appello alla pubblica opinione e il cauto ricorso all’inventario della topica nazionalista è nulla se si paragona con l’atteggiamento di Giuseppe Majorana, rettore durante gli anni della prima guerra mondiale […].43

En 1890 Majorana, profesor de Estadística en Messina, se trasladaría a Catania, su ciudad natal, donde desarrollaría su vida profesional.44 En 1894 pasaba a la cátedra de Economía Política, hasta entonces ocupada por su padre, Salvatore. Decano durante dos mandatos de la Facultad de Derecho, Majorana dirigiría sin interrupción la Universidad de Catania entre 1911 y 1919, motivado por un fuerte sentimiento de pertenencia a la institución universitaria.45

Durante los años del conflicto, primero demostró ser firme partidario de la agresión a Libia y luego ferviente intervencionista, además de presidente de un Comitato di resistenza civile (junto al prefecto Bonomo y al alcalde Sapuppo), creado en febrero de 1917 para vigilar la difusión de noticias falsas sobre el desarrollo de la guerra.46

En torno al rector Majorana se concentraban, concretamente, todos los miembros de la Universidad de Catania, y no es una casualidad la circunstancia del reclutamiento de 30 docentes y 46 unidades del personal técnico administrativo. Entre los estudiantes resultaba alistado el 60 % de los matriculados en el curso 1915-16, y casi el 80 % de los del curso siguiente, cómplice en parte, una actitud de apertura de las autoridades académicas hacia los estudiantes soldados.47

Sin embargo, es indudable que esos jóvenes que marcharon al frente voluntariamente conocieron dentro de las aulas universitarias una continua llamada a la guerra. De hecho no deja de sorprender la centralidad que el conflicto había asumido en la vida de esa universidad, no solo en las intervenciones de su rector, sino también en los discursos inaugurales, en las conferencias y en otros discursos celebrados en el aula magna de la Universidad en aquellos años. Sirvan de ejemplos el Discorso del profesor Francesco Saverio Giardina Sulla Tripolitania, en 1911-12, y el leído por el internacionalista Eduardo Cimbali, en junio de 1915, sobre I miei quattordici anni di campagna contro la triplice alleanza. La sospirata nostra guerra santa.

L’arte di dopo la guerra es el título del discurso de inauguración del curso académico 1915-16, del docente de Arquitectura Francesco Fichera, y de Inutilità, calamità ed ipocrisia del presente diritto internazionale in pace e in guerra hablaba Eduardo Cimbali en 1915. Con una lección titulada La pace antipacificatrice dei socialisti ufficiali e la pace pacificatrice del nuovo diritto internazionale, Cimbali inauguraría el curso académico 1916-17.48

El itinerario de Eduardo Cimbali, cuya actividad de conferenciante en esos años es frenética, indicaba el paso del rechazo absoluto de la guerra a posiciones totalmente opuestas. Aunque en abril de 1912, o sea, en medio de la agresión a Libia, Cimbali seguía promoviendo la fundación de la Società Universale dei Diritti d’Indipendenza, per la Libertà la Giustizia, la Pace e il Disarmo, sus convicciones necesitaban experimentar una evolución repentina al estallar la Gran Guerra, de manera que el ferviente neutralista se transformaba en un animado intervencionista.49

Del intervencionismo al fascismo el paso sería breve y, precisamente en Catania, Cimbali fundaría en octubre de 1919 la primera organización fascista siciliana, el Fascio dei Combattenti Universitari ed ex Universitari.

En cambio, muy diferente era el itinerario de Achille Pellizzari, pugliese, docente de literatura italiana en Catania entre 1915 y 1919. Durante los años de su magisterio en esta ciudad, Pellizzari, futuro partisano Poe, antifascista, medalla de plata al valor militar y diputado en la constituyente,50 era considerado un sujeto peligroso y gran parte de la comunidad académica51 lo miraba con recelo. Su caso, que debía convertirse en asunto nacional, estaba relacionado con su posición bastante crítica, en 1917, sobre las ayudas para favorecer a los estudiantes militares, respecto a las que Pellizzari había enviado una carta abierta al ministro de Educación Agostino Berenini. Diferentes artículos publicados por Pellizzari en las páginas del Giornale d’Italia, entre 1917 y 1918, posteriormente se reunirían en un librito caracterizado por su sagaz ironía y por su título emblemático, L’Ignoranza obbligatoria, editado en Bolonia en 1920.52

En un artículo titulado «Gli studenti soldati», el profesor de literatura italiana, aun declarando abiertamente su «simpatía más conmovedora» hacia los jóvenes universitarios en el frente, al igual que para los otros combatientes, rechazaba admitir cualquier «equivalencia entre heroismo y cultura».53 En la inevitable bagarre que se producía, a Pellizzari lo calificaban de desertor, yerno indigno de ese Guido Mazzoni, docente de literatura italiana en Padua y en Florencia, que por sentimientos irrendentistas e intervencionistas había solicitado y obtenido su reclutamiento como voluntario, por lo que mereció nada menos que dos cruces de guerra.54

Destinatario de todo tipo de calificativos, además de cartas anónimas,55 Pellizzari, trabajando junto a un grupo de estudiantes de distintas facultades de la Universidad de Catania, desarrollaba un proyecto de ley a favor de los estudiantes militares,56 antes de dejar en 1919 la ciudad del Etna.

El asunto podía dividir la Universidad de Catania, que hasta ese momento el rector Majorana había conseguido presentar como una institución unida y firme en su papel de luz defensora de la guerra y de la patria. La «calma» en la Universidad, según se ha escrito recientemente, volvía «solo en los meses siguientes, con el eco de las noticias del frente».57

MESSINA, UNA UNIVERSIDAD EN CRISIS, ENTRE TERREMOTO Y GRAN GUERRA

A diferencia de las universidades de Palermo y de Catania, la Universidad de Messina se preparaba para enfrentarse a la guerra, junto con la ciudad, en condiciones precarias.

Ante el estallido inminente de la Primera Guerra Mundial, la ciudad del Estrecho mostraba de manera evidente las heridas abiertas provocadas por el desastroso seísmo de 1908 y por los atrasos que caracterizaban por distintos motivos su reconstrucción. En una realidad urbana que había perdido casi el 40 % de sus habitantes, la Universidad había pagado con el terremoto nada menos que un tributo de 29 profesores, 12 empleados y un número impreciso de estudiantes.58