La isla etaria

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La isla etaria. Tercera edad y medios de comunicación.

Colección Readuck Divulgación

Coordinado por Virginia Guarinos

La isla etaria. Tercera edad y medios de comunicación.


No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos sin el permiso y por escrito del Editor y del Autor.

La ilustración de portada corresponde a la interpretación de una imagen de Benedicta Sánchez en la camapaña publicitaria Valor diferencial: la vejez de Adolfo Domínguez.

Ilustración de portada e interiores: José Antonio González Padilla

Maquetación: José Antonio González Padilla

© Sergio Cobo-Durán, Valeriano Durán Manso, Inmaculada Gordillo, Virginia Guarinos, Irene Liberia Vayá, Francisco Javier López Rodríguez, María Isabel Menéndez Menéndez, Laura Pacheco-Jiménez, Miguel Ángel Pérez-Gómez, Irene Raya Bravo, Inmaculada Sánchez-Labella Martín, Sergio Toledo, María Toscano Alonso y Francisco A. Zurian.

Los autores de cada capítulo son los responsables de sus textos.

Directora de la colección: Irene Raya Bravo

Título: La isla etaria. Tercera edad y medios de comunicación.

Febrero de 2021. Primera edición

Impreso en España / Printed in Spain

Impresión: Podiprint

©ReaDuck Ediciones

41020-Sevilla

E-mail: ediciones@readuck.es

www.readuck.es

ISBN: 978-84-18406-31-7

ISBN ePub: 978-84-18406-32-4

ISBN Mobi: 978-84-18406-33-1

Depósito Legal: SE-65-2021

ADMIRA (SEJ-496: Análisis de Medios, Imágenes y Relatos Audiovisuales en su Historia para el Cambio Social) admiraresearchgroup@gmail.com

ÍNDICE

Unas palabras preliminares. Rumbo a la isla

Prólogo. Jóvenes y vitales a los 80, ¿por qué no? Una pequeña introducción a los estudios etarios

Capítulo 1. La vieja radio del salón

La programación radiofónica española hecha por y para mayores de 65 años

Virginia Guarinos

Capítulo 2. Algunos viejos del cine

Masculinidades envejecientes en el cine de Paolo Sorrentino: confidencias y memoria en La juventud (Youth, 2015)

Valeriano Durán Manso

Capítulo 3. Teleficción y envejecimiento

Un acercamiento a las representaciones de personas mayores de 65 años en la serie Grace and Frankie

María Toscano Alonso

Capítulo 4. Las yayas millennials de La Resistencia

Un paradigma contra el edadismo

Laura Pacheco-Jiménez

Capítulo 5. Mi abuela es influencer

Redes sociales y envejecientes

Inmaculada Gordillo y Sergio Toledo

Capítulo 6. Las arrugas: buenas, bonitas e ¿invisibles?

El cuerpo envejecido, una nueva apuesta publicitaria

Inmaculada Sánchez-Labella Martín

Capítulo 7. Viejugones

El tratamiento del gamer envejeciente en la prensa española especializada

Francisco Javier López Rodríguez e Irene Raya Bravo

Capítulo 8. Sexo, mayores y cintas de vídeo

La erótica de la vejez en el cine del nuevo milenio

Irene Liberia Vayá y Sergio Cobo-Durán

Capítulo 9. Vejez a la fuga

Marcas tecnológicas y tercera edad en la publicidad de productos tecnológicos

Miguel Ángel Pérez-Gómez

Capítulo 10. Más allá del edadismo en el Novo Cinema Galego

Cine frágil y matriótico en O que arde (Oliver Laxe, 2019)

María Isabel Menéndez Menéndez

Unas palabras preliminares. Rumbo a la isla

El libro que ahora comienza a leer surge de una necesidad investigadora. El equipo de investigación AdMira ha dedicado en sus doce años de andadura parte de sus investigaciones a análisis de productos audiovisuales en su relación con diversos colectivos sociales desfavorecidos en una clara tendencia a la investigación-acción, intentando aportar desde las limitaciones propias todo lo posible a los elementos que se han considerado más marginados o desfavorecidamente representados en los productos audiovisuales. Mujeres, colectivo LGTBIQ+, adolescentes, inmigrantes han formado parte de nuestras publicaciones individuales y colectivas en busca del zerotipo, por una sociedad sin estereotipos, como aparece en el nombre oficial del grupo de Investigación en medios, imágenes y relatos audiovisuales para el cambio social.

Con el paso del tiempo algunos de los que formamos parte de este equipo hemos ido creciendo, madurando y envejeciendo. Era el momento de centrarnos también en un colectivo que, desafortunadamente, constituye uno de los más maltratados en representación y existencia en los medios y tanto en ficción como no ficción, la tercera edad. El miedo al envejecimiento de la cultura contemporánea ha ejercido un doble movimiento: hacia la construcción del estereotipo tradicional del anciano/a como persona limitada y necesitada de cuidados en el final de una existencia, como carga social, a quien devolver con gratitud y cierto paternalismo los servicios prestados cuando eran útiles socialmente, viejos malhumorados, además, en clara oposición millennials vs baby boomers; y hacia el lado opuesto, los “jovenzuelos” saludables, estereotipo generado a partir de los estados del bienestar, el de la vejez como edad dorada, el del envejecimiento activo que ha recreado, a través de la ficción y la publicidad también, en los últimos años un perfil prototípico, modelo de comportamiento, que prácticamente ha creado en vez de mayores joviales, jóvenes con canas en aras de la efebocracia.

El título de este libro no es casual. Los estudios etarios en comunicación audiovisual en España aún continúan siendo una cápsula a-isla-da y pequeña, aunque nosotros preferimos usar este término de isla más en relación al concepto de paraíso, ese lugar donde los mayores de 65 puedan verse reflejados y reflejadas, y puedan sentirse estudiados y centro de atención primordial, porque de ellos venimos y hacia ellos vamos. No se puede olvidar que La ínsula Barataria fue ese episodio que Cervantes incluyó en El Quijote para demostrar la valía de Sancho, el segundón necesario. Pues en esta isla etaria, los mayores de 65 ya no serán los personajes secundarios, los rellenos de las series familiares para resolver una trama, los temas colaterales de otros centrales en los informativos… En esta isla etaria serán los protagonistas de la acción.

Desde la libertad ensayística también queremos jugar, poniendo en práctica algo que tantas veces hemos estudiado los miembros de AdMira, a la transmedialidad. Por eso, cada uno de los capítulos de este libro está incompleto, aunque tiene sentido en sí mismo. Y si desean rematarlo y conocer algo más de cada uno de ellos, tienen la opción de hacerlo en el programa radiofónico así titulado, La isla etaria, de RadiUS, la radio de la Universidad de Sevilla, a través de este enlace: https://radio.us.es/programa/la-isla-etaria/. Aquí encontrarán ampliación de los temas y entrevistas interesantes con protagonistas y consumidores, espectadores, oyentes de estas edades implicadas.

Si ya están preparados y preparadas, enfúndense el neopreno y acompáñennos buceando rumbo a la isla etaria.

 

Dra. Virginia Guarinos

Directora de AdMira

Prólogo. Jóvenes y vitales a los 80, ¿por qué no? Una pequeña introducción a los estudios etarios1

“La edad es intermitente”

Glenda Laws

El pasado 18 de septiembre de 2020 fallecía Ruth Bader Ginsburg a los 87 años de edad, jueza del Tribunal Supremo (Supreme Court) de los Estados Unidos. Con casi 30 años de carrera en el alto tribunal, la jueza Ginsburg ha devenido en una especie de icono pop por su carácter fuerte y decidido en la defensa de los derechos civiles, curtida en mil batallas feministas y de justicia social (racial y LGBTI+). La jueza Ginsburg ha sido un ejemplo para jóvenes estadounidenses y del mundo entero por su lucha, su trabajo y su tantas veces encarnizada defensa de posiciones progresistas a favor de los sectores más desfavorecidos de la sociedad norteamericana. Los jóvenes llevaban su imagen en camisetas, carpetas, cuadernos y todo tipo de memoralia. Una mujer de 87 años, icono de la juventud.

No es el único ejemplo. Lo hemos visto también con Bernie Sanders, que con 79 años de edad ha sido, en las dos últimas campañas electorales norteamericanas, el líder más valorado y seguido por la juventud, llegando a congregar a 25.000 jóvenes en Los Ángeles el 2 de marzo de 2020.

Y un último ejemplo, la incombustible Jane Fonda, actriz, militante desde su juventud en la defensa de los derechos civiles, raciales, feministas y por la diversidad sexual e identidad de género y, más actualmente, dura defensora de los derechos medioambientales, luchadora contra el cambio climático e impulsora del Green new deal, liderazgo que le ha valido numerosos arrestos por parte de la policía que, sin embargo, no se atreve a llevarla ante los tribunales. Fonda, protagoniza una serie, Grace and Frankie, donde prácticamente se interpreta así misma, una mujer en los ochenta, fuerte, peleona, autónoma y sexy. ¿Por qué no? Jane Fonda se ha convertido de nuevo (todo el mundo recuerda a una joven Jane Fonda peleando contra la guerra de Vietnam) en un icono para la juventud por su compromiso, pero ahora con sus 83 años.

Se puede ser joven y vital con 80 años. Todo depende del “espejo sociocultural” en que se mire. No únicamente tiene en esto voz la medicina. Desde un punto de vista geriátrico, seguramente Ginsburg, Sanders o Fonda deberían estar dando paseos al sol y ser personas alejadas de la vida pública y laboral, aparcadas y apartadas, ¿inservibles? Pero han decidido que su edad les sirve también para aportar su experiencia de vida. Están en los ochenta. Y ¿qué?

La profesora Margaret Morganroth Gullette del Women’s Studies Research Center de la Brandeis University, una de las grandes investigadoras en esa área de conocimiento que llamamos “Estudios Etarios (Age Studies)”, afirma que las etapas en las que se suele dividir la edad de las personas son “un gran catálogo de ficciones”2, puesto que no son más que un constructo cultural, unas fronteras borrosas que no están basadas en ninguna objetividad, donde la catalogación de las edades y las generaciones van y vienen, se estrechan o se amplían a conveniencia de los tiempos. ¿Cuál es el margen de edades que comprende la juventud? ¿Qué años son los que incluye el concepto de la “mediana edad”?

Ninguna objetividad. Lo que sí sabemos es que no es un asunto que afecta de modo único (ni exclusivo) a la gerontología, ni a la geriatría o, en general a la medicina, puesto que el envejecimiento biológico está mediado por la construcción cultural: envejecer no es lo mismo siendo rico o pobre, siendo mujer o siendo hombre, o siendo hombre gay o siendo una mujer lesbiana o una mujer transexual (que desgraciadamente no llegan en muchos países a esa edad al ser asesinadas mucho antes; el horror de los transfeminicidios aumenta año tras año en todo el mundo).

El envejecimiento no es un asunto únicamente de edad, no es únicamente una cuestión biológica y/o sanitaria y/o medicalizada, sino una experiencia vital personal y social, comunitaria y cultural con implicaciones en la economía, la política y toda la variedad de circunstancias materiales y psicológicas que la rodean.

Es por ello que los estudios etarios, los estudios sobre la edad y el envejecimiento, son un área de estudio marcadamente interdisciplinar donde se cruzan también con los estudios culturales y los estudios de género y, como demuestra este libro, con los estudios fílmicos, televisivos y audiovisuales, porque de lo que se trata es de estudiar los discursos, las prácticas y representaciones que construyen el significado social y cultural de la edad y del envejecimiento y, así, estudiando sus manifestaciones, expresiones y representaciones, ayudar a entender cómo se crea la visión limitada de las etapas de vida de las personas, de la vejez y la discriminación por edad así como la división por edad y generaciones.

Así, hemos pasado de una preocupación (y estudio) desde la medicina y la salud, a un estudio cultural de la edad y el envejecimiento de las personas. Y es que, por un lado, la esperanza de la vida crece (de ahí el inestable concepto, por ejemplo, de “juventud” o “mediana edad”, que cada vez abarcan más años) y, por otro lado, la invisibilización y el vacío social, cultural, económico y político de las personas mayores aumenta. Se da constantemente una discriminación por edad y nos parece lo más normal del mundo ("este ya no es su tiempo"), a la vez que el imperio de la juventud pretendidamente perpetua intenta ocuparlo todo a nivel social, cultural pero también laboral y económico (prejubilaciones con apenas 50 años, por ejemplo). Es la marginación de la arruga. Y la decadencia masculina entra ahora, ya, en juego: el hombre maduro hetero pierde su encanto y protagonismo; obviamente el gay queda, como siempre, absolutamente borrado (incluso de Grindr). Es la exaltación de la piel tersa y firme. El futuro económico glorioso de los cirujanos plásticos. Pero es, y tenemos que tenerlo claro, una ideología, un constructo, un artificio (del capital).

Los estudios culturales han insistido e insisten (con razón) en sus estudios sobre género, clase, orientación sexual y raza, pero debemos aplicar también nuestra atención a la edad como lo venimos haciendo con el resto de categorías de la diferencia. Es otra realidad trasversal. Es otro factor que debemos siempre incorporar en nuestros estudios. También la edad tiene unas implicaciones de clase (se habla ya de “clase etaria”), raza y sus implicaciones particulares de género y diversidad sexual, así como de exclusión.

Debemos aportar otra visión crítica frente al planteamiento imperante; como diría Chenoa, no plastifiques mi corazón / ya estoy cansada de cuerpos duros3.

Y en el área de las representaciones audiovisuales tenemos un gran campo de trabajo en esa línea: aportar crítica a las representaciones y discursos que se manejan en los medios y, además, siguiendo la tradición de los estudios culturales, deberíamos hacer hincapié en la autorrepresentación de las personas ancianas, en ser capaces de acometer y ver su propia mirada sobre sí, con toda su complejidad, con toda su diversidad.

Este libro es, sin duda, un buen ejemplo de ello.

Francisco A. Zurian

1 Quiero expresar mi agradecimiento al Grupo de Investigación AdMira de la Universidad de Sevilla (y muy especialmente a su directora la profesora e investigadora Virginia Guarinos) por su amable invitación a unirme con un breve texto introductorio a este magnífico libro.

2 “Los estudios etarios como estudios culturales. Más allá del slice-of-life” en Debate feminista, Vol. 42, 2010, octubre, Disponible en:

http://debatefeminista.cieg.unam.mx/df_ojs/index.php/debate_feminista/article/view/821/726.

3 Chenoa: “Cuando tú vas”, canción compuesta por William Luque, 2002.

Capítulo 1. La vieja radio del salón

La programación radiofónica española hecha por y para mayores de 65 años

Virginia Guarinos

De todos los medios analizados en este volumen, si hay alguno que presente una relación “longeva” con la tercera edad, ese es, sin duda, el medio radiofónico, tanto por existencia histórica del mismo, que acaba de cumplir en agosto de 2020 su primer centenario, como por la fidelidad de los oyentes de este segmento de edad. En estas páginas se buscarán algunas relaciones más profundas entre la radio y el ser humano de edad superior a los 65 años, en concreto las que se mantienen entre la radio y el sector envejeciente como consumidor y como productor de discursos radiofónicos.

1.Un edadismo a gritos

El segmento de población que actualmente supera los 65 años ha tenido en la radio convencional su referente comunicativo a lo largo de toda su vida. La relación de la vejez con la radio, desde el punto de vista histórico y de audiencias, además de pertenecer a nuestro imaginario colectivo (¿quién no recuerda a un abuelo o abuela pegados a un transistor?), se fundamenta en la idea de encontrar en este tipo de oyente un consumidor fiel, diario, que participa activamente con intervenciones en directo a través de llamadas telefónicas o mensajes en contestador en una amplia gama de programas en todas las principales radios comerciales españolas, convirtiéndose en sustentadores del medio. No obstante, solo revisando el tipo de publicidad que se inserta en los programas de las diversas parrillas, ya se observa que no son muchos los productos destinados a ellos y ellas los que se emiten en cuñas, de lo que se deduce que existe una diferencia importante entre el oyente deseado y el oyente real, o una parte muy importante de ese número de oyentes. El oyente deseado de las radios es un hombre, o mujer, maduro, en plenitud de sus condiciones laborales y con poder adquisitivo medio-alto.

Este hecho ya supone dar la espalda, desde el punto de vista simbólico, a este sector, lo que se ve agravado de forma explícita por la escasez de programas dedicados a ellos y ellas y por la escasez de referencias al grupo de población como tema en los informativos o programas de otros géneros y formatos. En claro contraste con otros medios y productos audiovisuales, se puede decir que la radio adolece de edadismo, un edadismo positivo, pero edadismo al fin y al cabo. En la publicidad, en las series de ficción, en los programas de entretenimiento televisivo, la presencia como personajes o como protagonistas reales, e incluso público en plató de mujeres y hombres mayores, es una realidad. Aun tratándose de una representación interesada, al menos los espectadores se encuentran con correlatos en los productos audiovisuales con los que identificarse. En la radio no sucede este hecho.

En estas circunstancias se produce además otro elemento que concierne a la representación de los sujetos protagonistas: un vuelco diametral entre la imagen que desde hace dos décadas se lleva difundiendo de los mayores y la nueva imagen, que no es más que el retorno a la ancianidad del pasado. La “edad dorada” desaparece de la radio en los últimos tiempos. El sector de jubilados y envejecientes ha sido en las dos últimas décadas el objetivo de venta de todo tipo de productos vinculados al esplendor y la calidad de vida de un envejecimiento activo y económicamente potente, con mucho tiempo libre y poder adquisitivo para desarrollarse en el ocio y el cuidado personal. La edad dorada deseable, ociosa y solvente da paso a otra imagen atada a una realidad social que domina los medios (en época de pandemia, la sucedida a nivel mundial mientras se escribe este libro, desde marzo de 2020) vinculada a la dependencia, la enfermedad y la muerte.

Es cierto que hemos asistido en los últimos veinte años a la resignificación de todas las edades. Los niños se han convertido en sujetos con derechos, los jóvenes en sujetos de incertidumbre, los adultos en autoridades simbólicas y los envejecientes en potenciales consumidores de ocio, siempre presentes en series de televisión familiares o en el cine como personajes secundarios, y ya también con productos audiovisuales específicos destinados para ellos, como igualmente posibilidades de acceso, aprendizaje y disfrute de redes sociales y productos tecnológicos lúdicos. Del concepto de “tercera edad” se pasó al de “edad dorada”, una edad sana, activa, plena, que queda representada fundamentalmente en la publicidad y las series de televisión, construyendo un estereotipo de “viejóvenes”, tan distante de la realidad social como promocionado, potenciado, por los propios medios de comunicación y la publicidad. Es una vejez que, sin embargo, como afirma Rey-Beltrán, “se subvalora en muchas formas, entre otras cosas, por parte de los medios de comunicación, cuya influencia, como ya se ha señalado, permanece en debate”1. En palabras de Martín-Barbero:

 

Esta sociedad está produciendo una inversión de sentido (radical como jamás se había producido en ninguna otra sociedad del mundo), la cual hace que los modelos de vida hayan pasado de ser los ancianos a ser los jóvenes, de tal manera que los medios se están encargando de colocar actualmente a los jóvenes como modelos de cuerpo, de vida, de comportamiento, invirtiendo el sentido que esa relación había tenido en la sociedad durante milenios, en que los jóvenes no existían, porque eran la etapa intermedia entre el niño y el adulto. Y esto sucede más allá de la buena o mala voluntad de la gente que tiene que ver con los medios, puesto que, como veremos, tampoco es una acción de estos, sino de cómo los medios catalizan un profundo desplazamiento del modelo de vida, y sobre todo, del modo de saber que fueron los ancianos2.

La Teoría de la Vitalidad Etnolingüística, ya desde los años 70 del siglo XX, profundiza en la importancia del papel de los medios como elemento de fortaleza social y de influencia de los grupos en la sociedad3. La vitalidad es una medida de la fuerza de un grupo particular en la sociedad; es decir

del nivel de representación demográfica, apoyo institucional y estatus de los cuales disfruta (…) Un elemento fundamental de apoyo institucional es la representación de un grupo en los medios. Los medios son instituciones sociales claves y su apoyo es un indicador claro de un soporte más general para el posicionamiento de un grupo en la sociedad4.

En otras palabras, el contenido de los medios sobre un grupo social es un indicador de la fuerza y de la influencia de dicho grupo. Cuanta menor presencia del grupo en los medios, menor poder como grupo en su consideración por el resto de grupos sociales.

Dentro de esta parcela de estudios etarios, la perspectiva del edadismo se centra en la representación y consumo, como personajes y como receptores (a modo de espectadores, consumidores o usuarios), en este caso, de la tercera edad de modo discriminatorio o vejatorio. La definición de edadismo o etarismo se resume como “mantenimiento de estereotipos o actitudes prejuiciosas hacia una persona únicamente por el hecho de ser mayor”5. Si bien existe un edadismo positivo (no dañino) para algunos teóricos6, es poco común, siendo el edadismo negativo7 el más desarrollado y resurgido en el presente siglo8 como una de las tres grandes violencias, junto con la discriminación por género y por raza, paradójicamente, puesto que al mismo tiempo el de los jubilados es un sector deseado para el consumo, al menos en lo que a los medios se refiere, en un doble movimiento anti-age y pro-age9. A la vez que se resignifica el estereotipo del “viejoven”, se radicaliza y se omite por negación el estereotipo de vejez tradicionalmente entendido, silenciándolo porque “la ancianidad queda reflejada en el imaginario cultural como una situación indeseable frente a la que no queda sino la necesidad de combatirla, de alejarla por todos los medios, de enmascararla y disimularla”10. Tanto es así que, como afirma Zurian (además de Medina y Núñez)11

El término viejo(a) se ha convertido en un concepto negativo y la sociedad ha necesitado construir eufemismos para eliminar del imaginario los conceptos incómodos. En el caso de las mujeres, la terminología utilizada para describirlas es más negativa todavía, consolidando las imágenes desmoralizantes sobre el envejecimiento femenino12.

La asociación con la decrepitud, la enfermedad, la dependencia, la inutilidad, la pasividad, la fealdad, la debilidad provocan un rechazo social que se refleja en los medios de comunicación, a veces explícitamente, otras por omisión, mantenida junto con el perfil positivo de la vejez vigorosa, con la consecuente angustia que puede provocar en el propio espectador de estas edades13.

Este edadismo se plantea desde la misma selección del oyente como miembro activo en los estudios de medios. La representación de mayores de 65 años era de entre un 2.8 y 1.3, sobre 5.0 (siendo este el máximo, correspondiente a oyentes de entre 40 y 49 años), por debajo incluso de la franja de edad comprendida entre los 14 y 19 años, que cuenta con una representación del 3.614. Aun así, el Estudio General de Medios, primera oleada de 2020, demuestra que de las siete franjas de edad establecidas para análisis, la población de más de 65 años supone el 24,9 %15, es decir, que una cuarta parte de la audiencia española carece de temas específicos destinados a ella y son tema de representación únicamente cuando suponen un foco de interés informativo.

2.La tercera edad como oyente deseado

Así las cosas, el rastreo de programas o secciones de programas ofertados para la tercera edad entre las cuatro emisoras generalistas más escuchadas del territorio nacional (por este orden, Cadena SER, COPE, Onda Cero y RNE, según el último EGM) arroja un resultado mínimo.

Juntos paso a paso (RNE)16 es el programa de mayor relevancia, si bien su franja horaria de emisión (sábados, de 7.00 a 8.00) lo convierte en un producto de difícil alcance, a pesar de la buena voluntad del ente por cumplir con su función de servicio público, ofreciendo temas de interés a los mayores, no solo de salud, ni mucho menos. Entre dichos temas se contemplan desde ofertas culturales hasta problemas legales o de jubilación. Su director, Juan Fernández Vegue, por un lado equilibra de un modo ejemplar los temas de interés, semana tras semana, y, por otro, también reproduce una imagen del segmento poblacional realista y, por tanto, multiforme, sin caer ni en paternalismos ni en falsas estereotipias alejadas de las personas que se encuentran en estas edades.

También del ente público, puede oírse El legado de nuestros mayores (Radio 5, Juan Presa)17, ya fuera de emisión, pero que estuvo en activo, a modo de píldoras de 5 minutos, entre 2018 y 2019 (los domingos a las 8.00 de la mañana), recogiendo testimonios de vida de toda la generación que vivió la Guerra Civil española, con motivo de la proximidad de la efeméride de los 80 años de su finalización. Se puede decir que RNE ha estado siempre al lado de este sector, puesto que no se pueden olvidar los 20 años de programa de El club de la vida, en antena desde octubre de 1987 hasta 2007, con doble emisión en Radio 1 y Radio 5, los sábados y domingos, de 6.00 a 7.30, por donde pasaron insignes mayores como Gabriel Celaya, José Luis Sampedro, Olga Ramos o Gloria Fuertes, dirigido por Loles Díaz Aledo y pionero en el sector.

Con un horario mucho más asequible, los martes, de 12.00 a 13.00 se emite Palabras mayores (Radio Internacional), un programa de larga trayectoria, que ha pasado por distintas radios, dirigido por una de las pocas periodistas españolas especializadas en el universo de temas que incumben al envejecimiento poblacional, Juani Loro. Como su propia cabecera indica, se trata de un espacio centrado en noticias de actualidad y otras informaciones para la mejora de la calidad de vida del sector, viajes, cultura y nuevas tecnologías a su alcance. Como en Paso a paso, el tratamiento que se da al oyente es respetuoso con la realidad social y ofrece perspectivas de temas generales bajo la óptica de la ancianidad, desde literatura a política o ciencia, tratando con sutileza problemas de difícil encaramiento por parte de los oyentes, como analizar el Alzheimer desde su representación en el cine, por ejemplo.

Y hasta aquí llegan las grandes radios. Loables son los intentos de otras radios del tercer sector que de alguna manera y con mucho esfuerzo dirigen sus miradas a los mayores. Siendo universitarios, no podemos dejar de hacer referencia al programa El arte de envejecer, dirigido y coordinado por los psicólogos Manuel Salgado y María del Carmen R. Matute, que con carácter mensual ahonda en los perfiles de personas anónimas (algunas no tanto) mayores de 65 años, profundizando en sus inquietudes, intereses e historias de vida, dando la voz necesaria a quienes tienen tan poca en la actual radio18.

3.Radiofonistas de cierta edad

Si las radios generalistas españolas presentan este desolador panorama en lo que respecta a programas dedicados a la tercera edad, el campo de programas producidos por mayores es sencillamente inexistente. Son muchos los oyentes mayores que intervienen opinando o preguntando en los programas, siendo parte del discurso. Son muchos los colaboradores, comentaristas, contertulios y voces autorizadas, jubiladas o no, mayores de 65 que intervienen en muchos programas en todas las franjas horarias, pero lo hacen no como representantes de ningún grupo de población, sino justo así, como voces autorizadas que tratan temas informativos de interés general y hablan a la audiencia de cualquier edad, no a la audiencia que tiene su misma edad. A excepción de esta representación, que tampoco es excesiva entre los columnistas o contertulios radiofónicos, no existe en las cadenas importantes citadas ningún programa producido y protagonizado por personas mayores. Hay que buscar en otros tipos de medios radiofónicos, alejados del modelo de negocio comercial, para localizar iniciativas que conviertan a este grupo de edad en generadores de programas.

En esta dirección se ha de destacar el proyecto Con mayor voz. Se trata de un programa importante porque aúna dos focos de alta discriminación en la actualidad, por género y por edad, puesto que en su base existe como objetivo la visibilización de las problemáticas de las mujeres mayores. Realizado por las Lideresas de Villaverde y los integrantes del proyecto Mayores en las Ondas, a través de OMC Radio (la radio comunitaria de Villaverde Bajo), cuenta con el apoyo del Ayuntamiento de Madrid y la Obra Social de La Caixa. El objetivo principal del proyecto, como se lee en su página, es el de “dar voz al colectivo de mayores, especialmente a las mujeres, usuarias de los Centros Municipales de Mayores y vecinas de Villaverde, activas o no en el tejido asociativo; formándoles en materia de comunicación radiofónica 2.0 y producción radiofónica comunitaria para convertirlas en agentes de comunicación activas dentro de nuestro distrito”, un objetivo, sin duda conseguido, a la luz de los resultados que pueden oírse19. Como dinamizadoras del barrio, a estas mujeres les interesan los temas de apoyo vecinal en plena crisis social, la gestión de las emociones, la soledad, la nutrición y hasta la propia comunicación, como también en otro programa de OMC titulado Estoy contigo. Las palabras de la sintonía del programa son en sí mismas una gran declaración de intenciones: “Soy mujer, soy mayor. No tengo miedo, no tengo rencor. No tengo vergüenza, no tengo pudor. No tengo agilidad. No tengo lujos, tampoco malhumor. Sí tengo ilusión, sí tengo locura. Sí tengo rebeldía, sí tengo muchas ganas de vivir con alegría. Tengo barrio y tengo tesón. Y sobre todo tengo Con mayor voz”. Este final no puede interpretarse de otro modo: la radio como un elemento fundamental en sus vidas, un recurso de comunicación que les ha dado también esa ilusión, esa locura y esa rebeldía.