Los mejores reyes fueron reinas

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Los mejores reyes

fueron reinas

Los mejores reyes

fueron reinas

VICENTA MÁRQUEZ DE LA PLATA


Colección: Historia Incógnita

www.historiaincognita.com

Título: Los mejores reyes fueron reinas

Autor: © Vicenta Márquez de la Plata

Copyright de la presente edición: © 2018 Ediciones Nowtilus, S.L.

Camino de los Vinateros 40, local 90, 28030 Madrid

www.nowtilus.com

Elaboración de textos: Santos Rodríguez

Diseño y realización de cubierta: Universo Cultura y Ocio

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

ISBN edición digital: 978-84-9967-983-9

Fecha de edición: octubre 2018

Depósito legal: M-29162-2018

Índice

A modo de prólogo

Tz’u-hsi

Catalina la Grande

María Teresa de Austria

Cristina de Suecia

Isabel Tudor

Catalina de Médicis

La reina de Castilla, Isabel la Católica

Capítulo 1. La emperatriz viuda, Tz’u-hsi (1835-1909)

Sus orígenes y familia

La llegada al Palacio Imperial

El imparable camino ascendente de Yehenara

Una conspiración

La lucha por el poder. Desenlace

Los inicios del Poder. Primera regencia

Tongzhi, el hijo de la emperatriz

Un nuevo heredero, Guangxu

«Los cien dias de las reformas». La reacción de la emperatriz

Guerra entre China y Japón

La rebelión Bóxer

Los cambios iniciados en China y respaldados por Cixí

La resistencia a tales cambios

Fin de la emperatriz

Capítulo 2. Catalina la Grande, zarina de Rusia

El tiempo que le tocó vivir a Catalina la Grande

Orígenes de Catalina, nacida Sofía de Anhalt-Zerbst

Un matrimonio frío. Personalidad del joven Pedro

La difícil sucesión. Amantes, amores y amoríos

La conspiración de Catalina. La suerte del zar

Otros amantes de Catalina

El gobierno de Catalina. Sus contradicciones

El Imperio Ruso

El origen del Hermitage

Política exterior de Catalina la Grande

Capítulo 3. La emperatriz María Teresa de Austria (1717-1780)

Nacimiento, educación y familia

Matrimonio de María Teresa

El Corregente. El Sacro Imperio Romano Germánico

La herencia y la guerra de sucesión

Consecuencias del Tratado de Aquisgrán

La continuación de la guerra de sucesión. La guerra de los Siete Años

Vida familiar de la soberana

El asunto de María Antonieta. La guillotina

La relación matrimonial de la emperatriz María Teresa

Religiosidad de la emperatriz

La opinión de María Teresa en cuanto a judíos y protestantes

Reformas realizadas por la emperatriz

Derechos civiles de los ciudadanos

El fin del reinado de la emperatriz

Capítulo 4. Cristina de Suecia (1626–1689), una reina ilustrada

Nacimiento y familia

Educación de cristina

El siglo XVII. El inicio de la guerra de los Treinta Años

Coronación de la reina de Suecia

La reina, Descartes y otros eruditos

Pretendientes y amoríos

El asunto del matrimonio. Su conversión al catolicismo y renuncia al trono

De un lado para otro

La última estancia en Roma

Su obra literaria

Capítulo 5. Isabel I, reina de Inglaterra e Irlanda (1558-1603)

Nacimiento e infancia de la princesa Isabel

El primer pretendiente de Isabel

Muerte del joven rey Eduardo. Jane Grey y su efímero reinado

El reinado de Maria Tudor

El advenimiento de Isabel Tudor. Organización del Estado

El asunto de María Estuardo. Desenlace y muerte de la reina de Escocia

Relación con España y Felipe II. Como surgió la Grande y Felicísima Armada

La Grande y Felicísima Armada. Causas de su fracaso

Candidatos a la mano de la reina. Favoritos y galanes

Isabel y su reinado

La literatura isabelina

Muerte de Isabel I

Capítulo 6. Catalina de Médicis. Reina de Francia (1519-1589)

Primeros años de Catalina

 

La fastuosa boda de Catalina

Catalina en la corte de Francia

Cambio de suerte

Catalina, reina legítima y Diana de Poitiers, amante oficial

El reinado de Enrique. Catalina, reina regente

El problema de los hugonotes

Carlos IX. Catalina, regente de Francia

Las guerras

La Miguelada y años siguientes

El nuevo rey de Francia

Juicio crítico sobre Catalina de Médicis

Algunas curiosidades

Catalina como reina regente

Capítulo 7. Isabel la Católica (1451-1504)

Una heredera inesperada

Semblanza y retrato de la reina Isabel

Pretendientes de doña Isabel

El siglo en el que le tocó vivir. Inestabilidad social

La acción de Isabel en el cambio de costumbres en la Iglesia

Otros objetivos del reinado

La reina Isabel. Su familia

El cónyuge, don Fernando

Isabel, la hija mayor. Princesa de Asturias (1470-1498)

Juan, el heredero (1478-1497)

Juana (1479-1555)

La infanta doña María (1482-1517)

La infanta doña Catalina (1485-1536)

Reina mecenas. Algunas notas sobre el Renacimiento bajo la reina Isabel

Bibliografía

A modo de prólogo

Al escribir este libro la autora tuvo la intención de buscar y reunir en un ejemplar la vida y obra de los mejores soberanos que han reinado en Europa, e incluso de fuera de ella. Aquellos que, además de una personalidad relevante, durante de su reinado proporcionaron o bien prosperidad o bien gloria a sus pueblos, o ambas cosas.

Pronto se hizo patente que las personalidades más fascinadoras y sugestivas y que los reinados más admirables, eficientes y útiles, si es que pude usarse ese adjetivo refiriéndose a reinados, fueron las de algunas reinas. Ha habido muchas menos reinas con autoritas que reyes, sin embargo, el resultado es abrumador a favor de estas. Entre los mejores monarcas, ellas gobernaron mejor y su personalidad fue más interesante. ¿Casualidad? ¿Circunstancias? No entraremos en eso, simplemente hablaremos de ellas y que el lector juzgue.

Para presentarlas en algún orden, hemos empezado por la más cercana a nuestro tiempo: la emperatriz de la China: Tz’u-hsi (quien normalmente es conocida como Cixí en Occidente) la cual reinó con plenos poderes desde 1835 hasta 1890.

Cronológicamente le siguen Catalina la Grande de Rusia (1729-1796), la emperatriz María Teresa de Austria (1717-1782), Cristina de Suecia (1626-1689), Isabel I de Inglaterra (1558-1603), Catalina de Médicis, reina de Francia (1519-1589) y por último, cerrando esta ilustre lista está nuestra Isabel la Católica (1451-1504).

TZ’U-HSI

Última emperatriz de la China. La emperatriz viuda Tse-hsi (1835-1908) fue primero concubina y llegó a emperatriz, posteriormente emperatriz viuda, que ejerció el poder efectivo en China desde el año 1861 hasta su muerte en 1908. También desempeñó varias veces el cargo de regente del emperador. Su etapa en el poder coincidió con los años de declive de la dinastía Qing o manchú, la última dinastía imperial china. Aunque en un principio se resistió a los cambios, fue una gran reformadora que llevó a China, decaída después de la segunda guerra del Opio, a un período de modernización y crecimiento económico hasta el día de su muerte. Su nombre de pila era Orquídea, pero pasó a ser llamada Yehenara (el nombre del clan manchú al que pertenecía) al ser nombrada concubina imperial y más tardíamente se la denominó Tz’u-hsi.

CATALINA LA GRANDE

Catalina la Grande (1729-1796) cuyo nombre verdadero al nacer fue Sophie Friederike Auguste von Anhalt-Zerbst, era hija del general prusiano Christian Augusto, príncipe de Anhalt-Zerbst, un noble de segunda línea. Fue elegida como esposa del futuro zar, Pedro, para fortalecer la amistad entre Prusia y Rusia.

En 1762 Pedro subió al trono y con él Catalina. Tras varios errores el zar se retiró del poder y al poco tiempo fue asesinado. El vacío fue llenado por la zarina viuda: Catalina. En su política interior y exterior intentó una europeización (modernización) del país, y otorgó a la nobleza un puesto relevante.

En el interior fracasó su intento de regir el país bajo las ideas de Montesquieu. En el exterior se centró en la expansión territorial. La llamada Semíramis del norte fue considerada como una mujer inteligente, culta, sagaz, muy hábil, apasionada y con una vida privada un tanto peculiar. Mantuvo una gran amistad y comunicación con los grandes ilustrados franceses, como Diderot, Montesquieu o Voltaire, o con el escritor belga Charles-Joseph de Ligne.

En su reinado se introdujeron novedades en la agricultura y la industria, basándose en el pensamiento de las Luces. Trajo la vacuna, una novedad que ella misma probó. En pocas palabras: fue un gran reinado que intentó armonizar Rusia con Europa.

MARÍA TERESA DE AUSTRIA

Reina-emperatriz de Austria. Fue la primera y única mujer que gobernó sobre los grandes dominios de los Habsburgo y la última jefa de esta casa, pues a partir de su matrimonio la dinastía pasó a llamarse Casa de Habsburgo-Lorena. Fue archiduquesa y soberana de Austria, Hungría, Bohemia y Croacia. Duquesa de Milán, Mantua, Galitzia, Lodomeria, Parma y los Países Bajos austriacos. Gracias a su influencia (y ya que ella no podía ser nombrada emperatriz por ser mujer) hizo nombrar a su marido, Francisco Esteban de Lorena, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, con lo que ella vino a ser emperatriz, cosa que en realidad era más que el esposo.

Gobernó con sabiduría y se la puede considerar una déspota ilustrada de primera línea. A su muerte la emperatriz María Teresa dejó un imperio revitalizado, lo que influyó al resto de Europa durante el siglo XIX. Sus descendientes siguieron su ejemplo y dieron continuidad a las reformas que ella había instituido, lo que influyó en la grandeza de su país en los años venideros.

CRISTINA DE SUECIA

Hija única de Gustavo II de Suecia y de Leonor de Brandenburgo, nació el 19 de diciembre de 1626 en el castillo Tre Kronor, en Estocolmo, Suecia. Siempre tuvo una relación conflictiva con su madre. Huérfana de padre a los seis años, el canciller Oxenstierna se hizo cargo de educar a Cristina en asuntos de Estado y política, y el obispo Johannes Matthiae Gothus se encargó de instruir a Cristina en idiomas, filosofía, historia, teología y astronomía, entre otras materias. También era muy diestra en los deportes como equitación, la caza y la esgrima. Solía dormir poco y dedicaba muchas horas del día a la lectura. En 1650, una joven Cristina de poco más de veinte años era coronada como reina de Suecia. Fue en su reinado cuando se firmó la Paz de Westfalia. Durante un breve período de cuatro años, Cristina gobernó con eficacia su país. En 1654 anunció oficialmente su deseo de abdicar del trono y seguidamente se convirtió al catolicismo. Su primo Carlos Gustavo fue nombrado rey de Suecia.

Durante toda su vida conservó su soltería. Fue mecenas de las artes y las letras y trabó amistad con los sabios de su tiempo. Ha merecido el nombre de «la erudita libertina» y «la reina errante», como veremos luego.

ISABEL TUDOR

También conocida como Isabel I de Inglaterra fue sin duda la personalidad más vigorosa de su tiempo en su país y quizás en toda Europa. A ella se enfrentaron grandes figuras como Felipe II, pero ella no perdió de vista que la gloria y el honor de su nación estaban en juego y que ella era la primera responsable. No quiso compartir el poder para no ser ensombrecida por un marido que quisiera eclipsarla o dominarla y permaneció soltera en unos tiempos en que ello era insólito. A ella deben los ingleses el engrandecimiento de su nación por tierra y sobre todo por mar. De ella dijo Walter Raleigh en The Age of Elizabeth que «la época isabelina es la más gloriosa y en cierto modo la más significativa de la historia inglesa». De hecho, la época isabelina es el verdadero Siglo de Oro en las islas británicas.

CATALINA DE MÉDICIS

Reina de Francia, hija de Lorenzo de Médicis y Magdalena de la Tour. Cuando llegó a Francia como esposa del segundo hijo del Francisco I, no estaba destinada a reinar, pero la muerte del delfín cambió su destino. Su esposo, con una amante de toda la vida, le relegó al papel de consorte oficial sin prestarle ninguna atención, mientras la favorita, Diana de Poitiers, era la reina efectiva de Francia y la luz de la corte. La prematura muerte de su marido le entregó el poder, pues reinó con sus sucesivos hijos a los que la muerte persiguió. Reinó en un tiempo turbulento: el de las guerras de religión. Ella intentó ser contemporizadora y, aunque católica, permitió una cierta libertad a los hugonotes; pero su política conciliadora fue interpretada como debilidad. A pesar de todos sus esfuerzos la reina no logró unir al dividido reino. Tampoco logró resolver la desesperante falta de ingresos de la Hacienda, pero sí acabar con los abusos judiciales, eliminar aduanas internas y unificar pesos y medidas. Asimismo, se acordó la reunión de los Estados al menos una vez cada cinco años.

Bajo su reinado tuvo lugar la noche de San Bartolomé, que ella no pudo evitar. Fue una mujer enérgica al par que prudente, sin ella los Valois hubieran desaparecido del trono de Francia mucho antes.

LA REINA DE CASTILLA, ISABEL LA CATÓLICA

Organizó de un mosaico de naciones un solo reino, terminó la Reconquista y patrocinó el Renacimiento desde su corte. Fue la reina con más poder y territorios que hasta entonces hubiera reinado, sus dominios se extendieron del uno al otro confín del mundo conocido hasta al otro lado del océano. Casó a todos sus hijos para asegurar la supremacía e influencia de España en toda Europa y con ello intentar cortar las alas al creciente poder de Francia. Otra cosa es que el destino se opusiera de plano a sus proyectos matrimoniales. Las bases de la organización que Isabel y Fernando pusieron en pie han sujetado el edificio de la nación española durante siglos.

 

Capítulo 1
La emperatriz viuda, Tz’u-hsi (1835-1909)

Cuando la emperatriz Cixí murió, en 1908, los gobernantes que la sucedieron quisieron transmitir la idea de que era una persona incompetente y muy conservadora, para así arrogarse el mérito de la modernización de China

SUS ORÍGENES Y FAMILIA

Cuando nació en noviembre de 1835, la que luego sería emperatriz autócrata en China recibió el nombre de Orquídea, el cual cambiaría por Yehenara (apellido familiar) al llegar a la Ciudad Prohibida.. La familia de esta niña era de nobles orígenes, descendía en línea recta del príncipe Yang-ku-un, jefe de uno de los más antiguos clanes manchúes. En el seno de esta familia de rancios orígenes nació la que habría de mandar sobre millones de seres humanos, ser tres veces regente de China, ejercer un poder sin límites y poner en jaque al Imperio británico.

Su padre, Huizheng, a pesar de su reconocida nobleza, solo ostentaba el rango de capitán del cuerpo de las Ocho Banderas, que eran las divisiones administrativas en que se colocaban todas las familias manchúes. Ellos proporcionaban el marco básico para la organización militar manchú.

Murió el padre de familia cuando ella tenía trece años y el sostén de la casa recayó sobre un pariente de nombre Muyangga, que estuvo en situación de apoyar a los suyos una vez que una de sus hijas ingresó en la corte del emperador Daoguang, y suponemos que con estas relaciones sus medios económicos serían superiores a los de la viuda de Huizheng.


Yehenara

La madre de Yehenara, del clan Manchu Fuca, sobrevivió muchos años al esposo. Vivía en la calle del Estaño, cerca del barrio de las Embajadas. Lo que de ella se dice es que su inteligencia y energía eran notables, incluso en esta familia donde las mujeres destacaron más que los hombres. Cuando falleció fue enterrada junto a su esposo en el cementerio de la familia. Señalemos de paso que cuando su hija llegó a emperatriz hizo nombrar a su madre duquesa imperial. Cerca del cementerio en donde fue enterrada su madre, la emperatriz hizo elevar un arco de honor y poner las tradicionales lápidas de mármol. La costumbre de piedad filial exigía que cuando los hijos pasasen cerca del cementerio de sus padres se detuviesen y arrodillasen, esto le ayudaba a cumplir dicha costumbre cuando la emperatriz pasaba cerca del dicho cementerio. Como no le era posible cuando pasaba en tren, muchas veces hizo que el tren imperial diese un gran rodeo para no pasar cerca del enterramiento de su madre, pues no era viable detener el tren para rendir tributo a sus antepasados. Este detalle gustaba mucho a los habitantes de la ciudad, que se hacían lenguas de la piedad de la emperatriz.

Pocas cosas se saben de la niñez de Yehenara, solo detalles sueltos, por ejemplo que uno de sus camaradas de juegos infantiles era un niño pariente suyo, de nombre Jung-Lu, al cual encontraremos más adelante en la historia de la emperatriz. Algunos autores dice que este Jung-Lu era el hombre que sus padres habían escogido como esposo de Yehenara cuando ella tuviese edad para contraer matrimonio, otros dicen que ella mantuvo relaciones íntimas con él antes de ser emperatriz, pero nada de esto puede ser probado.

La joven recibió la educación tradicional de su clase, aprendió a pintar y a componer versos, a los dieciséis años terminó sus estudios chinos y manchúes y era versada en la historia de las veinticuatro dinastías. Fue por su excepcional inteligencia que la joven se pudo elevar por encima de esta cultura tan superficial; por su inteligencia, sí, y por la gran ambición que mostró a lo largo de toda su vida.

Cuando en 1850 le llegó la hora de morir al emperador Daoguang, tenía la joven Yehenara quince años. El hijo mayor de Daoguang, Xianfeng que tenía diecinueve años, heredó el trono.

LA LLEGADA AL PALACIO IMPERIAL

Durante el período de luto por la muerte del emperador, estaba prohibido casarse, pero trascurrido este, que duraba veintiocho días, ya se podía efectuar cualquier boda. Mediante decreto se llamó al Palacio Imperial a todas las jóvenes manchúes que fuesen bellas y de edad núbil para poder elegir entre ellas a las que habían de configurar el harén del nuevo soberano. El que ahora iba a ser emperador de la China ya había tomado por esposa a una doncella, que no era otra que la hija mayor de Muyangga, el protector de la familia de Ye-ho-na-la. Desgraciadamente ella había muerto antes de que su marido subiese al trono. Entre las jóvenes damas que acudieron al llamamiento del emperador —más bien de la madre del emperador, que era la que escogía a las adolescentes— estaban la segunda hija de Muyanga, de nombre Niohuru y la prima de esta, Yehenara.

Como hemos apuntado someramente, era costumbre que la madre del emperador examinase a las muchachas que optaban al honorable puesto de concubina del soberano. El 14 de junio de 1850, desfilaron unas sesenta muchachas ante la mirada atenta de la viuda de Daoguang. De las que eligió veinticuatro. No terminaba ahí el papel de la viuda, había de adjudicar a cada una su rango en la jerarquía de las esposas. Estas jerarquías eran cuatro: las fe, las pen, las kueyeng, y las tch´ang tse. Niohuru fue admitida como pen y Yehenara como kueyen o ‘persona honorable’.

No dejaremos de mencionar que las concubinas, salvo excepciones, eran algo más que servidoras de la viuda y dependían de su buena voluntad para ascender hacia el emperador. En los asuntos domésticos la viuda ejercía una autoridad sin límites, aunque a veces el emperador podía elegir entre las concubinas.


Palanquín chino

A Yehenara, como honor particular, se le envió un palanquín cerrado. Una dama de palacio, cuyo nombre era Yi, fue enviada a mediodía, tal y como previamente se les había anunciado a los parientes de la joven por medio de un eunuco. Los vecinos de la familia al verla así encumbrada salieron a ambos lados de la calle para alegrase con el gran honor y distinción que se otorgaba a una de sus conciudadanas y vecinas.

Cuando llegó el palanquín los eunucos rogaron a la dama Yi que descendiera, y así lo hizo, entró en la sala principal y ocupó el sitio de honor. Todos se acercaron a saludar a la matrona y se arrodillaron, menos la madre de la escogida joven y los parientes ancianos. Seguidamente se sirvió un banquete y se colocó a Yehenara en un sitial más alto que el de su madre en señal de su ascensión en la escala social. Tras el banquete, a la caída de la tarde, la dama Yi advirtió que era la hora de partir, la honorable persona se despidió de su familia con sentidas muestras de afecto y tras dejar un regalo a cada uno partió hacia palacio. Antes de partir, la dama acompañante advirtió a la madre de Yehenara que siempre que quisiera podía visitar a su hija en la Ciudad Prohibida, su hija en cambio no podría salir de allí salvo por algún motivo muy relevante. La vida de la joven había cambiado trascendentalmente.