Za darmo

Cuentos Clásicos del Norte, Segunda Serie

Tekst
iOSAndroidWindows Phone
Gdzie wysłać link do aplikacji?
Nie zamykaj tego okna, dopóki nie wprowadzisz kodu na urządzeniu mobilnym
Ponów próbęLink został wysłany

Na prośbę właściciela praw autorskich ta książka nie jest dostępna do pobrania jako plik.

Można ją jednak przeczytać w naszych aplikacjach mobilnych (nawet bez połączenia z internetem) oraz online w witrynie LitRes.

Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

Os aseguro, Íngham, que era tarea bien difícil condensar la historia de medio siglo en aquella conversación con un enfermo. No sé todo lo que le dije acerca de la inmigración y la manera de realizarla; de vapores, ferrocarriles y telégrafos; de inventos, libros y literatura; del colegio militar de West Point y de la escuela naval de Annápolis; todo esto con las interrupciones más originales que podáis imaginar. ¡Figuraos a Róbinson Crusoe haciendo las preguntas acumuladas en cincuenta y seis años!

Recuerdo que preguntó de improviso quién era presidente ahora; y cuando se lo dije, inquirió si el Viejo Abe era hijo del general Benjamín Lincoln. Decía que cuando era aun muy joven había conocido al viejo general Lincoln en cierta negociación llevada a cabo con los indios. Díjele que no, que el Viejo Abe era de Kentucky, como él; pero no pude decirle a qué familia pertenecía; había salido de esfera baja. “¡Bravo!” gritó Nolan. “Me alegro. Meditando y rumiando todo esto, he llegado a la conclusión de que nuestro mayor peligro consistía en la sucesión regular al mando, de nuestras primeras familias.” Entonces hablé de mi visita a Wáshington. Le conté cómo había conocido al diputado por Óregon, Hárding; le hablé de la Smithsonian Institution44 y las expediciones exploradoras; le conté del Capitolio y de las estatuas del frontón y de la Libertad de Cráwford en la cúpula; y del Wáshington de Gréenough. Íngham, díjele cuanto pude recordar que demostrara la grandeza y la prosperidad del país; pero ¡no me fué posible forzar mis labios para decirle una palabra acerca de la infernal sublevación!

Y él bebía mis palabras y gozaba con ellas hasta un extremo indecible. Iba quedando poco a poco más silencioso, pero no se me ocurrió que estuviera fatigado o desfalleciente. Le alcancé un vaso de agua en que apenas humedeció sus labios, y me dijo que permaneciera a su lado. Entonces me pidió que le trajera el libro presbiteriano de Oraciones generales que estaba cerca, y me anunció con una sonrisa que se abriría por sí solo en el sitio deseado, como efectivamente sucedió. Había una doble marca roja en el extremo inferior de la página; yo me arrodillé y leí, mientras él repetía conmigo: Por nosotros y por nuestra patria, te damos gracias, Dios misericordioso porque, a pesar de nuestras repetidas transgresiones a tu santa ley, has continuado dispensándonos tu bondad maravillosa– y así hasta terminar la acción de gracias. Entonces volvió las páginas hasta el final del mismo libro, y leyó palabras más familiares a mis oídos: —Desde el fondo del corazón te suplicamos, Señor, sostener con tu gracia y bendecir a tu siervo el presidente de los Estados Unidos, a todas las demás autoridades… y el resto de la oración episcopal.

“Dánforth,” dijo, “he repetido estas oraciones mañana y noche hace cincuenta y cinco años.” Y luego, expresó el deseo de dormir. Hízome inclinar sobre él, y me besó; entonces dijo: “Abrid mi Biblia, Dánforth, cuando haya muerto.” Salí.

No tenía idea de que aquello fuera el fin. Imaginé que estaba fatigado y quería dormir. Sabía que era feliz, y quise dejarle solo.

Pero una hora más tarde, entrando suavemente el doctor, encontró que Nolan había entregado su alma en una sonrisa. Oprimía algo contra sus labios. Era la banda de la Orden de Cincinnati, de su padre.

Abriendo su Biblia, encontramos una tira de papel en una página donde había subrayado el texto:

Desean patria, una patria celestial; allí donde Dios no se avergüence de llamarse su Dios: porque Él ha preparado una ciudad para ellos.

En la tira de papel había escrito:

Sepultadme en el mar; ha sido mi hogar, y le amo. Pero ¿querrá alguien colocar una piedra a mi memoria en el fuerte de Adams o en Órleans, para que mi desgracia no sea mayor de la que estaba condenado a sobrellevar? Decid allí:

En memoria de
PHÍLIP NOLAN
Teniente del Ejército de los Estados Unidos
Amó su patria más que ninguno; pero ninguno como él
fué indigno de su patria
44La Smithsonian Institution se estableció en Wáshington en 1846. Es debida a la iniciativa y legado de James Smithson “para difundir los conocimientos entre los hombres” y funciona bajo lo dirección del gobierno, dedicándose especialmente a investigaciones científicas. —La Redacción.