Incursiones ontológicas VII

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Interesante este punto, no lo había visto, hablo de represión anteriormente y esto que hacemos también lo es, enseñarle a hacer las cosas como nosotros las hacemos y no que ella explore cómo deben realizarse bajo unos lineamientos adecuados para que no suceda algo malo; interesante hallazgo, además. ¿Por qué esperar a que sucedan las cosas? ¿Por qué no generar posibilidades preventivas? ¿Hay que caer en el corregir exclusivamente? ¿Qué energía debo utilizar para prevenir? ¿Será que el actuar exclusivamente es la única vía que estoy contemplando?

Salomé, al ver que no podía tener lo que quería sostener y viendo que su mamá le había llamado la atención, comenzó a llorar desconsolada y salió corriendo a su habitación, a tirarse encima de una silla. Allí comenzó a gritar desaforadamente, comenzó a tirar las cosas que tenía a la mano, y en modo de protesta le decía cosas a la mamá como ‘no te quiero’, ‘quiero estar con mis amigos’, ‘déjame en paz’; en ese momento dejamos que se desahogara, con la esperanza que pudiera calmarse, pero siento yo, que como ella vio que no le pusimos atención, se regresó a donde estaba la mamá y comenzó a gritarle en la cara, a desafiarla, la encaraba fuertemente; esto ya no lo permitió mi esposa y fue inmediatamente a aplicarle un tiempo fuera; una cosas es protestar por algo que no le gusta y está en todo su derecho, pero otra cosa es que le falte el respeto a sus papás; mientras esto sucedía, yo solo me iba preparando para la “guerra”, salía de mi esa rabia, ira que se enciende cuando siento que inicia un espacio de este tipo, no había dentro de mí ni siquiera la esperanza de poder tomar otro camino de conciliación, repetía mi historia vivida. En el camino de mi esposa de tomar a Salo y llevarla a su silla para comenzar su castigo, Salo comenzó a gritar desgarradamente, a tirarse al piso, inclusive a manotearle y pegarle; yo no vi esto, me lo describe ella, pero continuaba en mí ese inicio de furia que ya se había antes habilitado. Escuchando todo lo que sucedía, comenzaba a subirse más una adrenalina fuerte, las pulsaciones de mi corazón cada vez eran más rápidas, mi respiración más corta, en mi cabeza comenzaban a generarse preguntas y juicios fuertes como ¿Y esta niña cree que va a pasar por encima de nosotros? ¿Acaso vamos a permitir que ella haga lo que le dé la gana? ¿Si esto hubiera pasado en mi caso hace años, ya me hubieran dado una paliza tremenda, que hago para no repetir lo mismo que me hicieron a mí? Aparece una ambivalencia fuerte de rabia extrema por el desacato y falta de respeto de Salome hacia nosotros y las ganas de no repetir lo que a mí me había pasado como hijo. En este momento, solo aparecían incógnitas, preguntas, entre el activar el modo fácil de vivir, la rabia, o entrar en un momento de conciencia, ¿Esto es realmente lo quiero enseñarle a ella? ¿Puedo mostrarle un punto previo a llegar al caos?

Con el tiempo, la situación empeoró, a mi esposa se le dificultó un montón poder llevarla a la silla, se tiró al piso, pataleaba, gritaba de una manera que era casi como si la estuvieran torturando y eso a mí ya me sacó de mí mismo, hasta acá llegó la razón; con la rabia, ira y gran molestia que tenía, subí las escaleras corriendo y le grité fuertemente: ¿Y a ti, que es lo que te está pasando? Salió con una fuerza tal que la niña se quedó viéndome a los ojos, quieta y expectante a lo que siguiera después, y en ese precisó instante, mi esposa me toma del brazo y me dice: “estoy yo a cargo, permíteme, hago lo que hemos acordado”, esto es, hacer tiempo fuera hasta que comience a calmarse. En ese instante, solo me devolví, bajé las escaleras y seguí haciendo lo que estaba realizando, pero ya mi cuerpo, emociones, conversación interna, y lenguaje estaban fuera de control; en mi cuerpo sentía un calor increíble, estaba en un momento de rabia extrema, si me pudiera describir, era un cuerpo en llamas, solo pensaba en mi cabeza: “¿Qué le pasa a esta niña? ¿Me voy a quedar acá sin corregirla?, ¡Lo que ella necesita es mano dura!”, todas las cosas que escuche de niño, lo que se decía alrededor mío cuando había un desacato, cuando se pasaba por encima de la autoridad paterna, además, también comencé a murmurar cosas un poco inaudibles con mi boca casi entre cerrada, y decía algo cómo ¡No voy a dejar que esto pase! ¡Si dejo que esto continúe hoy, va a hacer más grande lo que le dé la gana! ¡Esta niña necesita una educación diferente, tocará a las malas!, frases que siguen el mismo camino de las preguntas que hice anteriormente.

Es importante ir uniendo cabos que se han venido entrelazando con la construcción del primer boceto de estructura de coherencia, y ¿dónde está el justo medio? ¿La opción a seguir es la mano dura? ¿Es más grande mi amor a ella como para comenzar a construir nuevos caminos? ¿Cuál es el nuevo camino a seguir, ese justo medio a construir? ¿Quiero seguir construyendo el mismo camino? ¿Qué camino quiero construir para ella?

La situación no mejoró, Salo estaba cegada en gritar, pegar, tirar las cosas, ya estaba fuera de control, y como era de esperarse, no duré mucho tiempo abajo escuchando esto, cuando en un segundo momento, sentí que se llenó dentro de mí algo mucho más fuerte, algo que me sacó de control, quedé ciego, no podía manejarme a mí mismo, ya no tenía control sobre lo que iba a suceder, comencé a correr por la escaleras con el cuerpo hacia adelante, decidido, la cabeza caliente y con la rabia más grande que podía tener, en mi cabeza iba la frase, ¡esta niña no va a hacer lo que le dé la gana! Mi esposa, al verme como iba, medio intentó frenarme, para no dirigirme así a la niña, pero fue inútil, no podía frenarme, entré al cuarto donde Salo estaba haciendo la pataleta y con una mirada penetrante de rabia, casi de odio, lanzando el cuerpo hacia ella, con toda la disposición de corregirla con un golpe en la cola, le grité: ¡Y a ti qué es lo que te pasa! Esta vez, con el tono de la voz, mi corporalidad, mi cara de furia desbordada, la niña se corrió hacia atrás de la silla, comenzó a sollozar y bajó inmediatamente la intensidad de lo que estaba haciendo, se asustó profundamente… Paro acá de escribir, y lloro recreando el momento, me he cuestionado mucho esto, tengo absolutamente claro que no es la forma, no debería interactuar con ningún ser humano cuando no tengo control de mí, pero puedo evidenciar algo característico, tengo una enorme capacidad de no pisar el fondo y perder la vida en ello; no llegué a lastimarla ni a transgredir su espacio físico, hay algo que me frena inmediatamente, me ata a no cometer algo de lo que me vaya a arrepentir; ahora que lo digo siento que hasta en ese momento de ceguera de conciencia, aparece en mí un mecanismo de freno de emergencia, me alerta, me detiene, por un momento me vuelve consciente de no cometer algo de lo que me arrepienta, creo que esto lo aprendí, ya que como he podido muchas veces perder mi vida por hacer las cosas sin pensar, aparece esta parte consciente del desastre que sabe que no tengo que llegar al fondo.

Después de todo esto, no solo queda el dolor de haber sacado lo que salió con mi hija, si no que transgredí el espacio acordado y construido con mi esposa, ¿Qué más quiero destruir con la rabia de mostrar mi autoridad, de mostrarme a mí mismo?

Aparte de la frase que dije, apareció otra como: ¡Es que no entiendes que hay que respetar ¿qué te está pasando? Acá ya Salo estaba clavada a la silla, tenía cara de pánico, movió su mano a la cola, como sobándose previamente de un golpe que ella creía que le iba a dar, pero, al ver que la intensidad de todo lo que ella estaba haciendo bajó notoriamente, retrocedí y comencé a irme poco a poco, mi esposa atónita solo me veía y cuando vio que me estaba retirando, me dice: “Sabes que esta no es la manera”, a lo que le respondí: “¿Y entonces, cuál es?, ¿vamos a dejar que haga lo que se le dé la gana? ¡Ya estoy mamado, cansado de esta situación, qué mierda tener que vivir esto!”, me volteé, retirándome de nuevo al primer piso.

¿Y no era acaso ese mismo niño Rafael, mirando a su padre atónito por lo que había pasado? ¿En un momento similar fue que asumí una postura diferente hacia él? ¿Si ya reconozco el dolor que genera esto, por qué recrear lo ya vivido? ¿Será que no hay una puerta alterna desde el amor y la compasión para acompañar su proceso de aprendizaje? Tantas son las preguntas que nacen como posibilidad hoy, que siento con el corazón que puedo hacer algo distinto.

Definitivamente Salo dejo de llorar, comenzó a bajar su intensidad rápidamente, quedaron en ella sollozos y salió a buscar a su mamá para que la consolara; mi esposa no fue porque seguía en el tiempo fuera, así que la niña se quedó allí por el tiempo que le tocaba, yo bajé las escaleras y detrás de mí se iba quedando todo ese calor, fuerza, rabia, descontrol, ya había explotado, la olla a presión que tenía en mi cabeza, ¡se le rompió la tapa! y ahora que ya la presión se había liberado, no volví a intervenir ni meterme en lo que mi esposa terminó de hacer para calmar a la niña; inclusive, apenas su castigo terminó, la llevó a nuestro cuarto y cerró la puerta, para que la niña se calmara y para que yo no la escuchara más y no existiera el riesgo de ir de nuevo a explotar como lo había hecho, pero esto ya no iba a suceder, ya me había descargado, sacado todo lo que tenía, así que no había riesgo que esto sucediera, ¿Parecido al evento anterior del trabajo no? Definitivamente, es más lo que pierdo que lo que gano.

Ya de regreso a lo que estaba haciendo, sentí un cuerpo cansado, agotado mentalmente, solo pensaba en que había asustado a la niña, pero ¿cómo habría logrado calmar a Salo de otra manera? Lo extraño del asunto es que no llegó remordimiento a mí, como hubiera sido lo que había pasado, se calmó Salome, frenó todo lo que estaba sucediendo, pero ¿a qué costo?; en ese momento no me importaba mucho eso.

 

Debo confesar que me duele mucho escribir esto, darme cuenta de todo lo que pasa en mí, en mi cuerpo, en mis pensamientos, recordar la cara de mi hija, de pánico, dolor, susto, ese afán de protegerse, de no ser lastimada, me duele profundamente, solo pienso en que fracaso como padre, no sé cómo llevar la situación, me regreso a la rabia primitiva y poco útil en esos momentos, además celebro que algo en mí me frene a ir al extremo más fuerte, descaradamente lo confieso, eso por lo menos no me hace sentir frustración, el no perder el control total por lo menos me mantiene un poco tranquilo, porque el remordimiento no es tan grande, es algo medio extraño, raya en lo desquiciado ahora que lo escribo, pero agradezco a Dios no repetir la historia que yo viví; en mi caso, mi papa no frenaba, llegaba el grito, con los golpes y con la irónica pregunta ¿va a seguir llorando o se va a calmar? ¿Cómo me iba a calmar y dejar de llorar si estaba sintiendo más dolor y lo único que tenía en mi cabeza era el pánico que me generaba la situación? Recordar lo que es estar al otro lado de la historia me muestra que lo que hago solo es repetir lo mismo, pero sin entrar en el golpe físico; ya sé cuáles son las consecuencias de esto.

No quiero sonar como el que se justifica para volverlo a hacer, ni mucho menos, menospreciar el gran remordimiento que siento al actuar desde mi cerebro reptil, desde mis memorias, el dolor que se genera de haber instaurado un recuerdo poco agradable para mi hija, desde donde ella de pronto se moverá para relacionarse conmigo y con el mundo, no quiero que esto vuelva a suceder.

Lo que me parece más fuerte de toda la historia es que, cuando pasó todo, ya había calma y una aparente tranquilidad; realmente no la había, no es así, el ambiente queda tenso, con toda esa energía liberada de la niña con miedo, yo desfogando todo ese fuego y mi esposa expectante de que no me vaya a equivocar, hacen que el espacio esté incómodo, la niña me buscaba, como tratando de compensar lo que había hecho; eso me duele profundamente, aún más en mi alma, mi corazón, ella llega con su carita de nobleza y amor a intentar contentar a su padre, y yo lo que hago es hacerme a un lado para terminar de calmarme por lo sucedido; qué gran lección de humildad y entrega al otro que me llega, ella muestra su amor propio para poder volver a su padre, tengo en casa a mi maestra.

Es muy doloroso ver que el patrón se repite, con Salo y con más personas a mi alrededor, aunque no existe un golpe físico como yo lo sentí, sí hay uno psicológico, poner esto acá me muestra una forma equivocada y poco aterrizada de la realidad, de lo que debo hacer como padre, pero si puedo frenar y ver las cosas cuando estoy en furia extrema, siento que antes que eso pase podría también poner freno para que la emocionalidad no se exacerbe; sé que debo corregir a mi hija pero debo hacerlo desde los mejores recursos que tenga disponibles para ella, corregir también es amar, pero ese amar no tiene que ser malintencionado, acá aparece de nuevo el justo medio, el utilizar un poco de frío y un poco de calor – Lo dijo Edelmira, una prima que respeto y valoro mucho – el poder equilibrar las cargas para entregar la educación que quiero dar pero sin tener que recurrir a los recursos más instintivos y primitivos, yo ya puedo hoy ser consciente de mis actos, el camino de verme en una nueva versión creo puede empezar desde ahí, ver todo el abanico de posibilidades posibles sin tener que recurrir a lo que aparece siempre como el único recurso.

Este es el primer peldaño de las experiencias que quiero relatar, cómo aparecen diferentes factores que van rodeando el ser visto en el mundo, cómo desde aprender a atacar o retraerme, ser la víctima o el victimario, y cómo desde el recurso de la rabia construyo un resentimiento que ha cobrado una factura costosa de vida, veamos que sigue cuando me aíslo de todo lo que sucede.

Capítulo 2. El camino al Autoaislamiento – La Resignación

El segundo peldaño, el lugar que ocupo cuando me salgo, me voy, me canso, y su consecuencia, la razón por la que estoy hoy certificándome como Coach Senior, esa resignación que me tomó por sorpresa, que me dejó sin recursos para moverme liviano en la vida, esa que me genera es el aislamiento y quedarme retraído en algún lugar, sin opción de poder moverme.

Antes de darle forma a este capítulo, quisiera compartir algunos hallazgos clave en el desarrollo de este tema.

En el inicio de este PIO (Proyecto de Investigación Ontológica), puse sobre la mesa, temas clave y muy notorios, reconocidos en mí como la rabia, la víctima y la resignación, y esta última como el detonante para declarar un espacio de indagación importante, ya que completaba los momentos que tengo en mente que más me han afectado en la vida, pero en este espacio que he abierto para conocer más mi grieta existencial, he venido identificando constantemente dos cosas bien importantes e interesantes, que harán parte de este escrito, y que ya lo he mencionado tímidamente; estos son la arrogancia o prepotencia en la búsqueda de la visibilidad como persona, para ser visto a través de acciones negativas disfrazadas de positivas.

En cuanto a la arrogancia, he venido apreciando que en varias sesiones de Coaching, realizadas por mí o hacia mí, o en mi día a día laboral, surge una prepotencia o arrogancia ante ciertos comentarios en donde, o veo que un colaborador me está exigiendo, pasando por encima de mi autoridad, o cuando el conocimiento no es claro y para mí resulta algo básico, allí hago alarde de lo que soy como profesional, mi experiencia y poder como gerente, pero al final de la conversación o la situación aparece un intenso sentimiento de culpa, por haber actuado de la manera en que lo hice, pensando mucho en cómo se sintió en el otro y queriendo enmendar lo que hice, pero esto ya no es posible de realizar. Al inicio de la situación, siento una prepotencia enorme, vuelve la intención de aplastar al otro, mi cuerpo se ensancha, crece, se expande, la superioridad mostrada es arrogante, brusca, pero cuando el daño está hecho, vuelvo al caparazón, a la concha, a esconderme, victimizarme, quizás a justificar lo vivido, la culpa es partícipe de este momento.

En cuanto a la consecuencia de la arrogancia, la añorada visibilidad, el llamar la atención, el voltear las miradas hacia mí, he notado mucho que, de una u otra manera, en mi vida diaria y en el coaching cuando no tengo la atención o no veo que esta es generada, hago o comentarios graciosos para que las miradas vengan acá, o soy grosero, fuerte y dominante para generar un poco de molestia, temor o malestar, para que la gente esté pendiente de lo que hago, o con un uso excesivo del lenguaje, la retórica, envuelvo de manera tal que confundo más y deben volver a mí. Y me pregunto: ¿Qué se esconde detrás de querer ser visto? ¿Qué emociones habitan allí? ¿Será que existe un miedo al no ser reconocido? ¿Cuál es la necesidad de figurar? ¿Cuándo no figure y hoy quiero que me vean? Bueno, desarrollémoslo.

Desearía iniciar este espacio pudiendo mostrar un evento fuerte y doloroso que recuerdo, no de muy buena manera, y marcó pautas de funcionamiento en mi familia que fueron difíciles de romper.

Estábamos ad portas de iniciar un nuevo milenio, era el año 1998 o 1999, a mis trece o catorce años de edad, la indico aproximada, ya que recuerdo que en esa época fue el lanzamiento en Colombia del juego que voy a mencionar; teníamos en casa un computador en donde hacíamos trabajos, mi hermana y yo, del colegio, y mi madre, de su trabajo, y los fines de semana nos daban la oportunidad de jugar en él. Busqué la manera de que me grabaran un juego que recuerdo con mucho agrado, no se me va a olvidar nunca, era Age of Empires, un juego de rol que proponía construir civilizaciones antiguas, podía pasar horas enteras jugando con él, ya que siempre me ha gustado mucho la mitología y la historia de las antiguas civilizaciones.

En un fin de semana yo llevaba ya muchísimo tiempo jugando y mi hermana quería también usar el computador, recuerdo que me insistió varias veces que le permitiera jugar, y yo le decía que me dejara terminar, realmente el que me dejara terminar podría implicar una hora o casi dos, por la extensión del juego; así fue mencionado por ella, varias veces, hasta que no aguantó más y de un momento a otro, sin yo darme cuenta, por estar concentrado en mi juego, abrió la unidad de CD, sacó el CD y me lo rompió en la cara; y este momento lo tengo muy marcado en mis recuerdos, porque se desató en mí la rabia más absurda posible, fue uno de los momentos en donde recuerdo que en mí creció una ira desenfrenada, ciega, solo quería vengarme, generarle el máximo dolor posible, para que recordara que eso no se hacía; así fue que, cuando ella vio mi cara desencajada, vi en su rostro un pánico extremo que lo único que le permitió hacer fue iniciar su huida a resguardarse con mis padres, que estaban cocinando, así que arrancó a correr desde el estudio hacia la cocina; recuerdo que tiré la silla del computador al piso para correr tras ella; por mi estado atlético de ese momento, ya que entrenaba muchísimo fútbol, salté por encima de la cama de mis papás de un solo brinco; recuerdo que no era consciente de ni una sola parte de mi cuerpo, tenía toda mi atención centrada en mis ojos, que veían fijamente a mi hermana, sentía que era un depredador que iba a cazar a su presa, tenía unos ojos vidriosos, llenos de lágrimas de rabia, dolor e injustica, solo quería venganza; en esa maratón, que la verdad fueron pocos segundos, mis padres ya estaban alertados de lo que sucedía, pues los gritos de pánico de mi hermana eran fuertes y muy angustiantes, recuerdo algo como :“Mami Andrés me va a pegar”; mi hermana pensó que alcanzaba a llegar a la cocina y quedarse detrás de mi mamá, pero no sé cómo vi un solo momento posible para ejecutar mi venganza y cuando ella iba a girar a la cocina, como cuando un jugador de fútbol va a encarar un balón que viene de un centro largo, puse mi pie izquierdo bien adelante y apenas ella iba a girar, ya estando cerca de mi mamá, salió mi pie derecho directamente a su humanidad, solo sé que la fuerza que empleé en ese golpe fue desmedida, hoy digo que fue brutal, porque la siguiente imagen que tengo es la de mi mamá recibiendo a mi hermana casi encima de ella, por la fuerza con la que le pegué, empujándola con la punta del pie, inmediatamente vi a mi papá atrás de mi madre arrancando a venir hacia mí a castigarme.

Volviendo a ese momento a lo que pasaba por mi cabeza, recuerdo que la rabia, la ira, y cólera que tenía se fueron con esa patada; toda esa energía contenida quedó en la cola de mi hermana, afortunadamente no dejó lesiones físicas graves, solo un morado en su piel y una actitud de ella hacia mí mucho más lejana, ya que no me habló por dos semanas, pero inmediatamente inició en mí otra configuración de pensamiento diferente, inició la culpa por haberme desmedido en mi acto, el remordimiento, porque al final del día era mi hermana a quien lastimé profundamente y con extrema violencia, y el miedo por lo que iba a pasar de ahí en adelante

Cuando vi el cuadro completo, mi mamá recibiendo a mi hermana casi volando del golpe terrible, y a mi papa venir hacia mí, casi que con la misma cara con la que yo vi a mi hermana cuando me rompió el CD, desencajada, llena de una rabia inmensa hacia lo que había pasado, arranqué a correr ahora yo, para salvarme de la reprimenda que venía; sabía que el castigo físico que iba a recibir sería muy fuerte, así que inmediatamente me volteé y arranqué mi maratón a mi cuarto; claramente yo corría muchísimo más rápido que mi papá, así que en dos o tres zancadas ya le llevaba una diferencia grande; entré y cerré la puerta fuertísimo, con seguro - recuerdo que las puertas no se podían abrir de afuera hacia adentro ya que las llaves en algún momento se perdieron – yo me fui a un rincón que, el que tantas veces me alojó cuando me pegaban de niño, entre el armario y la pared, y me senté allí a llorar profundamente, mientras mi papa le pegaba a la puerta para que yo abriera; no recuerdo qué decía literalmente, pero hasta donde tengo memoria, eran amenazas de lo que iba a suceder apenas abriera la puerta, solo escuchaba los gritos de rabia de mi papá, los golpes que le daba a la puerta y el llanto desgarrador de mi hermana, junto a mi madre, en la cocina; así fue como duré cerca de una hora llorando, allí tirado en el piso con las manos abrazando las rodillas y mi cabeza guardada en ellas; recuerdo los pensamientos en mí en ese momento, donde solo tenía en mi cabeza la injusticia de estar encerrado y aislado, porque todo lo que había pasado no era solo mi culpa, sin reconocer que mi acto fue desmedido, también sentía mucho miedo por lo que pudiera pasar de ahí en adelante, además de una soledad infinita por estar llorando allí, cuando mi primer error había sido no haber pensado de manera equitativa, para que mi hermana pudiera también jugar; por último, tenía un gran remordimiento por haber actuado como lo hice, me había desmedido físicamente. Sabía que el acto de mi hermana hacia mí iba a pasar inadvertido, porque lo que yo le había hecho a ella había sido demasiado violento, y no tenía comparación.

 

Hoy, como adulto vuelvo a ese momento y me pregunto: ¿qué me hubiera dicho a mí mismo para que no hubiera explotado como lo hice?, con los recursos que hoy tengo, ¿que le hubiera dicho ese niño dolido por lo que había sucedido, para que pudiera actuar de una manera mucho más adecuada? Sabiendo las consecuencias, tanto de la rabia que yo manejaba como de la actitud de mi hermana frente a las peticiones que hacía, ¿qué hubiera pasado si me permitiera ceder un poco y permitir al otro también disfrutar?, ¿cuál fue la consecuencia de esa rabia vivida?, ¿qué he ganado y perdido por ella? Las respuestas son cortas y contundentes: “esa rabia no es tuya, tu energía sí”, además de: el mundo permite que habitemos todos en él, el asociarte y permitir que otro pueda disfrutarlo contigo, generará más capacidad de disfrute en equipo, tolerancia, respeto y esa añorada unión con tu amada hermana. Tuvieron que pasar veintidós años para poder ver ese espacio diferente y con compasión.

Pasó el tiempo allí en mi habitación, mi mamá llegó a la puerta a decirme que saliera a almorzar, pero el miedo que tenía que mi papá me pegara y la rabia que todavía sentía en mí por lo que mi hermana había hecho, me impidieron salir de la habitación en todo el resto de día, así que me acosté en la cama y dormí no sé por cuánto tiempo; la verdad, estaba agotado, ese momento me había dejado realmente cansado, me desperté en la noche y escuché todo en silencio, así que abrí la puerta y me fui a la cocina a buscar comida, no recuerdo qué tomé o que comí, pero me abastecí de lo que necesitaba y regresé a mi cuarto, y allí me quedé hasta el otro día.

En el ABC, en mi primera experiencia de Coaching, trabajé mucho el miedo al dolor y al maltrato; al ser vulnerado físicamente, este miedo a los golpes generó en mí una destreza inigualable de huir, de correr, esconderme y protegerme, incluso de desafiar la autoridad, pero desde la distancia, pero lo que no revisé en ese espacio fue: ¿qué hubiera pasado si me hubieran regresado un comportamiento con la misma rabia que yo tenía? Es bien interesante poder identificar esa sensación de poder ponerme en la situación del otro, sentir, pensar y hacer lo que viene después de ese gran maltrato físico y moral, pero me paro desde el lugar en donde efectivamente lo viví y realmente sé lo que pasaba, me disminuía por un momento, lamentándome quizás por haber venido a la tierra a vivir esto, pero después de muchos golpes, me paraba firme y fuerte, porque no me iba a dejar vencer. ¿Con qué postura me paraba? ¿Era valiente, o era arrogante? ¿Buscaba justicia o venganza?

En los días siguientes, la única que me hablaba era mi mamá, mi papá me evadía, mi hermana me ignoraba y mi mamá se me acercaba a preguntarme cosas, no recuerdo qué, pero yo era muy temeroso y precavido de cada movimiento que sucedía; creo que aprendí a desconfiar de cualquier intención con la que llegaran, me volví meticuloso en conocer sus movimientos, en intentar descubrir lo que podía pasar, se generó una desconfianza enorme hacia mi familia; no sabía qué iba a pasar y en qué momento, solo sé que esta situación tensa duró como una semana, hasta que mi mamá se acercó a mí y me pregunto todo lo sucedido; le conté con toda la honestidad del caso y me pidió que le pidiera disculpas a mi hermana, sin esperar nada a cambio, algo que me generó un conflicto muy grande, porque la verdad era que el acto más fuerte, antes del golpe, lo había tenido mi hermana, al romperme algo que para mí era un bien muy preciado, pero hoy, siendo consciente, no escuché su necesidad y no llegué a ningún acuerdo, así que acepté ir a pedirle perdón, pero ella solo me vio, dijo bueno y se fue; las cosas nunca fueron igual entre nosotros.

Recuerdo también un evento similar, muy parecido en cuanto a la violencia de ese golpe a mi hermana, pero que fue realizado por mi papá hacia mí. Yo tenía como diez años, mi hermana y yo estábamos en primaria, en el colegio de la Presentación Centro, en Bogotá, Colombia. Recuerdo que mi papá fue a recogernos para unas citas médicas que teníamos. El colegio tenía un corredor que iba de primaria a bachillerato, el cual íbamos transitando, mi papá, mi hermana y yo; recuerdo que comencé a saltar y a molestar a mi hermana, le movía el cabello, o algo así por el estilo, mi papá iba como afanado, quizás un poco molesto, no hablaba mucho y nos decía que nos moviéramos, empezó a alterarse mucho porque mi hermana solo le decía que yo la estaba molestando, así que me mandó adelante de él y tomó a mi hermana de la mano para separarnos; yo seguí muy folclórico, saltando y desde adelante molestando a mi hermana, solo recuerdo que mi papá muy molesto dijo “no más”, con un tono muy firme, pero no paré de hacerlo, solo sé que de un momento a otro salió su pierna derecha con mucha fuerza hacia mí y sentí una patada en la cola que recuerdo fue muy dolorosa; inmediatamente, me adelanté mucho más a ellos dos para sobarme del golpe, mi papá solo me miraba con una cara de rabia que ya me daba miedo, y mi hermana se reía de lo que había pasado; solo sé que desde ese día comencé a tener, puedo decirlo aunque suene muy fuerte, odio por mi papá y su forma de castigar – Este fue un quiebre muy fuerte que trabaje en el ABC – lloré mucho en el camino a dónde íbamos. En la noche llegué a contarle a mi mamá lo que había sucedido, no me dijo nada, pero sí escuche como ellos, en su cuarto, discutían por el tema, solo recuerdo a mi mamá diciéndole -“Cómo se le ocurre pegarle una patada al niño”, es lo último que registro en mi memoria.

Hago también acotación a este evento para volver a un punto claro y común, el silencio, el retraerme, el conformarme y quedarme resguardado, resignado, solo y con mi cabeza creando algún tipo de realidad que quizás no era la adecuada, pero era la que quería recordar, vivir o utilizar para justificar, de ahí en adelante, algunos actos por mí cometidos. En ese espacio de autoaislamiento, solo me daba fuerza para seguir, para no dejarme derrotar, en ese momento del dolor, el maltrato, quizás hoy puedo ver que en ese espacio de soledad hicieron falta declaraciones fuertes y vitales, para no entrar en modos de vida que me llevaron después a buscar venganza, pero tampoco tenía el espacio para desarrollarlas, afortunadamente hoy esas declaraciones de liberar la violencia que no me pertenece, y el identificar que tengo capacidad asociativa para crear en conjunto, apoyan y aportan para que estos espacios de dolor y aprendizaje tengan una bonita resignificación.

Confieso que recordar los momentos descritos no me generó dolor, como pensé que podía suceder, el trabajo que hice en el ABC respecto a estos temas me ayudó muchísimo a entender los espacios vividos. Lo que rescato de este espacio es recordar las sensaciones de mi cuerpo, mis pensamientos, las caras de los demás, cómo se sentía, las emociones vinculadas, pero sobre todo las miradas, la mirada de mi padre hacia mí, la mirada que yo tenía y lo que sentía haciéndola, adicionalmente sigo construyendo cómo, poco a poco, la relación con mi hermana se iba deteriorando; fueron muchas peleas y situaciones, que como esta aportaron a que nuestra separación temporal por muchos años se diera; tengo mucha más tela que cortar para seguir construyendo el camino a mi grieta existencial.