Asalto A Los Dioses

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CAPÍTULO 2

Puedes medir la inmadurez de una gente por el grosor de sus libros de leyes.

—Anthropos, Cordura y Sociedad

Dev y Dunnis permanecieron de pie bajo la lluvia, incapaces de moverse durante varios segundos. Sus ojos estaban fijos sobre los penosos restos de quien apenas hacía unos segundos antes, había sido su compañero tripulante. El aire se sintió cargado con electricidad y un tenue hedor flotaba hacia sus narices a pesar del aguacero—el desagradable aroma de carne quemada.

Lentamente, se dieron cuenta del movimiento a sus alrededores. Una multitud de nativos se encontraba reunida en la oscuridad de la noche daschamesa, emergiendo de sus chozas al final para ver las consecuencias de la increíble escena. Demasiado tímidos, sólo se acercaron a la periferia del círculo de luz arrojado por la linterna de Dev; todo lo que ella podía divisar eran las siluetas de sus cuerpos rechonchos. Se juntaron en un semicírculo detrás de ella y Dunnis y miraron los humeantes restos de Dmitor Zhurat. Los nativos se mecían hacia atrás y hacia adelante sobre sus pies, tan suavemente, todos a un mismo ritmo y el aire parecía sonar con el sonido de zumbido—o canto—de un gran número de gargantas úrsidas.

Dev cerró sus ojos y frotó su frente pensativamente con su mano izquierda. Se sintió mareada y con ligeras náuseas, y más que nunca deseó haber podido quedarse a bordo de la nave leyendo algún libro interesante.

Los deseos sólo son buenos en los cuentos de hadas, se dijo a sí misma acuciosamente. Esta es la vida real, y tienes obligaciones que cumplir. Muévete, mujer.

Estaba segura de que no habían pasado más de treinta segundos desde la muerte de Zhurat. Al abrir sus ojos nuevamente, se sacudió la parálisis de shock y comenzó a dar un paso hacia adelante cuando otro sonido llegó a sus oídos. Primero, era apenas audible entre el canto de la multitud a su alrededor y la penetrante caída de la lluvia sobre el suelo charcoso, pero rápidamente su fuerza creció hasta que el aire reverberaba con su volumen. Era un zumbido que era más que ruido blanco; más bien era el preludio hacia otro sonido que seguiría en el debido curso.

Había una luz que acompañaba al zumbido, suavizando la oscuridad de la noche daschamesa. Venía desde arriba y se hacía más brillante con cada segundo que pasaba. Algún objeto brillante descendía desde el cielo—un descender lento y ordenado, diseñado para impresionar a la audiencia con su estaticidad. Mientras el objeto bajó lo suficiente como para ver a través del fuerte aguacero, Dev descubrió que debía proteger sus ojos el brillo total de la criatura ante ella.

Su figura se parecía a la de los nativos del planeta, con dos brazos y dos piernas, así como un cuerpo redondo y felpudo, con nariz en forma de hocico. Pero sobre su espalda, había un enorme conjunto de alas, que se movían suavemente mientras la criatura flotaba en el aire frente a la multitud. Si bien tenía más de dos veces el tamaño de cualquiera de los nativos, Dev calculó su estatura en tres metros y medio, quizás cuatro metros, cuyas alas al abrirse por completo eran de un ancho de cinco metros o más. La criatura emanaba un fresco brillo azul blanquecino que iluminaba el área en un radio de dos docenas de metros y en una de sus manos sostenía una espada larga con un brillante fulgor dorado propio. Los profundos ojos de la criatura brillaban en un color rojo, como dos carbones calientes entre una chimenea oscurecida.

Un Oso de Peluche Vengador, fue la primera reacción de Dev, pero el humor estaba seco adentro de su mente. El flotar en el aire a diez metros de distancia y a cinco metros por encima del suelo era más impresionante, y lejano a la idea de un adorable juguete. Dev se puso de pie con su mano reposando ligeramente sobre su pecho—a un par de centímetros a distancia de la empuñadura de su pistola láser—y esperó para ver qué sucedería a continuación.

El resplandor hacía girar su cabeza de manera que su mirada se deslizaba sobre toda la muchedumbre que se encontraba en la lluvia frente a él. Finalmente, abrió su boca para hablar. Dev ya tenía su casco listo para traducir.

“Los dioses son omnipotentes,” gruñó la criatura.

Un coro de gruñidos en respuesta emergió desde la multitud de daschameses. El computador de Dev tradujo los gruñidos como una ronda de ‘Amenes.’

“Los dioses están en todos lados,” dijo la brillante criatura, y la multitud respondió con otro coro de ‘Amenes.’

“Los dioses son buenos,” dijo la figura, y la respuesta de la multitud fue la misma. Dev decidió decir un ‘Amén’ ella misma, como buena medida.

Al terminar la letanía, la brillante criatura comenzó su discurso. “Los dioses tienen el poder de la vida y la muerte sobre todos los que moran en Dascham,” dijo. “Los dioses hacen que la cacería sea buena y la cosecha sea rica, según su elección. O, como castigo, pueden dañar los cultivos y regar plagas a través de los bosques. Como está escrito en los antiguos pactos, los dioses son los maestros supremos de Dascham y de todos los seres sobre él, y de todo lo que allí existe.”

“Amén,” dijo la multitud y posteriormente, Dev. Dunnis le asestó una extraña mirada con el rabillo de su ojo, pero no dijo nada.

“El poder de los dioses es absoluto,” continuó la gigantesca criatura. “Los dioses todo lo saben. No hay escapatoria de su conocimiento y de la justicia que imparten. Nadie puede oponerse a sus benévolas normas. Recuerden, todos ustedes, la Hora de la Incineración y sepan qué retribuciones pueden causar los dioses por rebelarse contra su régimen.”

La criatura se quedó en silencio durante un segundo, y Dev casi murmuró un “Amén” una vez más, antes de darse cuenta de que nadie más iba a decirlo. Acalló la palabra antes de que escapara de sus labios y esperó en silencio junto a los demás a que el ángel decidiera hablar de nuevo.

“Cuando esos seres celestiales vinieron entre ustedes por primera vez, no nos opusimos a ellos. A pesar de que muchos de ustedes tenían miedo de que fuesen los demonios contra los que luchamos hace muchos años, los dioses sabían que ellos eran criaturas mortales como ustedes, capaces de actuar para mal o para bien. No nos opusimos cuando les trajeron comercio y bienes a cambio de sus minerales. Pero al traer también la herejía, los dioses deben actuar para defender el mundo que legítimamente les pertenece.”

La criatura terminó ese discurso con sus ojos directamente enfocados sobre Dev, en conocimiento de su posición como capitana y responsable por el comportamiento de los humanos. Supo que se esperaba alguna reacción de su parte; el destino de la misión comercial del Foxfire podía aquí estar pendiendo de un hilo. Enmascarando sus emociones para prevenir que cualquier indicio de nerviosismo se notara en su voz, dio un paso hacia adelante y se dirigió al mensajero divino.

“Oh, ser bendito, escúcheme,” dijo. Su voz tomó los tonos cuidadosamente modulados que generalmente empleaba en las emergencias de la sala de control. No había señal de sarcasmo o irreverencia en su discurso. “Los seres humanos somos individuos, como los daschameses. El individuo llamado Zhurat era un perpetuo irrespetuoso hacia las autoridades. Se encontraba tan ebrio esta noche, como seguramente ya lo sabe. En su omnisapiente conocimiento, sabe que intenté disuadirlo de estas acciones irritantes y heréticas; es mi falta y me avergüenzo de no haber tenido éxito. Lidiaron con Zhurat según sus normas y costumbres, como es su derecho. De hecho, los dioses son los maestros de Dascham, y pueden tratar con los transgresores según les parezca justo. Pero los dioses de Dascham son reconocidos a lo largo de la galaxia por la rectitud de su justicia; pido a esa justicia no condenar a todos los humanos por las transgresiones de uno como Zhurat.”

Esa última parte era una mentira descarada. Al menos el noventa y nueve por ciento de la raza humana jamás había escuchado hablar sobre Dascham; y entre la distinguida minoría que había escuchado sobre ese planeta, consideraban que sus dioses eran parte de un pintoresco folclor. Pero de acuerdo a las lecturas extensas de Dev acerca de religiones, ella tenía conocimiento de que todos los dioses tenían un trato en común: eran inmensamente susceptibles a las adulaciones. Con una situación tan crítica, ciertamente no haría daño el jugar con los egos de las deidades de Dascham.

Al terminar de hablar, dio un paso hacia atrás e inclinó humildemente su cabeza en espera de la respuesta del ángel. La fulgurante criatura pareció considerar sus palabras durante medio minuto antes de hablar nuevamente. “Los dioses son justos,” anunció a un apasionado coro de ‘Amenes.’ “Han decidido que Zhurat actuó solo en su atento de impartir la herejía entre los verdaderos creyentes. Fue castigado en una forma justa, para mostrarle a quienes tienen dudas, el poder de los dioses. Una muerte rápida debe ser el final de todos los que se opongan a los dioses.”

Más ‘Amenes.’

“Los otros humanos parecen inocentes de esta mancha de herejía. Los dioses han ordenado que ellos vivan y continúen con su misión comercial como antes—pero la muerte de un tripulante les servirá como ejemplo. Todo aquél que se oponga a los dioses, morirá.”

En este momento, Dev, quien ahora conocía bien el sistema, condujo el canto de “Amén” de los espectadores.

“Grandes son los dioses, porque de ellos es el poder y la gloria eternos.”

“¡AMÉN!”

Con este último pronunciamiento, el Oso de Peluche Vengador se levantó serenamente hacia el cielo una vez más, moviendo sus alas como si nada. Su espada brillaba con un fulgor dorado mientras ondeaba su hoja casi de una manera amenazadora. Dev no podía inclinar su cabeza hacia abajo demasiado lejos para mirarlo subir porque el torrencial aguacero entraba en sus ojos. En lugar de eso, miró hacia donde habían estado las cenizas de Zhurat. El uniforme carbonizado, ahora enterrado en el fango, hizo imposible diferenciar entre los restos de su tripulante y el barro natural de Dascham.

 

Moviendo suavemente su cabeza, se perdió de vista. Seguramente tienen un infierno de película, pensó—pero teniendo cuidado de no expresar ese sentimiento en voz alta.

***

Dev y Dunnis rodaron de vuelta al Foxfire en el pequeño carruaje que los nativos les dieron. El daryek que lo tiraba era una bestia de aspecto viejo y enfermizo, probablemente la única a la que los habitantes de la localidad pudieron comprar. El animal, quien no estaba contento con la idea de estar obligado a trabajar de noche, mostró su resentimiento tirando lentamente a un paso apenas más rápido que el que los humanos podían llevar a pie. El carruaje retumbaba y se sacudía a través de las irregularidades del camino en una forma que parecía haber sido planificada para producir los peores moretones en los traseros de los pasajeros. Aún así, Dev recordaba lo desagradable que fue su camino hacia el pueblo por este mismo camino y decidió que prefería estas humillaciones—a duras penas.

Ambas personas permanecieron en silencio durante la mitad del camino, contemplando todo lo que habían visto. Finalmente, Dunnis exhaló un largo suspiro. “Eso fue terrorífico,” dijo. Toda señal de ebriedad había desaparecido de su voz; la muerte de Zhurat lo puso en sobriedad rápidamente.

Dev sonrió levemente. “No puedo discutir contra eso.”

“¿Qué supone usted que sucedió allí, de todos modos?”

“Los dioses hirieron a Zhurat por su blasfemia y un ángel descendió y nos dijo que no pecáramos más.”

Dunnis la miró con extrañeza. “¿De verdad cree en toda esa palabrería?”

“Es así como me pareció que era. Estoy abierta a mejores explicaciones, si las tiene.”

“Pensé que ustedes los eoanos no creían en nada además de ustedes mismos.”

“¿Está intentando decirme en qué creo?” Dev fue muy cuidadosa al decir eso. Sería demasiado fácil interpretar su observación como un sarcasmo. En su lugar, se aseguró de doblar las puntas de su lengua en una mueca severa pero cálida, de manera que el ingeniero pudiese ver que no había ninguna hostil defensa tras su observación.

El gran pelirrojo se rindió. “Francamente, capitana, no sé qué pensar. Seguramente usted estuvo haciendo reverencias y diciendo amenes por todo el lugar frente a ese… ese....”

“‘Ángel’ creo que sería un buen término. Y yo no hice ni una sola reverencia—aunque si todos los demás a mi alrededor lo hubiesen estado haciendo, yo lo hubiese hecho. La cortesía y las buenas maneras siempre te harán ganar puntos, siempre y cuando sean aplicadas correctamente.”

“Pero se entregó tan fácilmente a esa cosa, prácticamente chupándole el culo para pedir perdón—”

“Mis padres no me criaron para ser un pararrayos,” dijo Dev con simpleza.

“Si, pero… bueno, si son dioses, ¿por qué sólo están aquí en este atrasado planeta? ¿Por qué no están en el espacio o en otros mundos?”

“Yo no puedo responder eso. Simplemente no tengo suficiente información. Ciertamente no parece que estuvieran en el espacio, y sé que no están en Eos. Si así fuese, toda la población habría sido incinerada hace mucho tiempo. Pero se me ha dicho que los dioses trabajan de maneras misteriosas. Este es un universo enorme y variado; todo es posible.”

“Pero—”

“Escuche, hace mucho tiempo, una vez un poeta llamado Alexander Pope escribió, ‘Una verdad está clara: cualquiera que sea, es correcta.’ Eso, finalmente, es lo que yo creo. Lo que sea cierto para el resto del universo no tiene importancia aquí; lo que sea cierto en Dascham es que hay dioses que tienen magníficos poderes. Mientras estoy aquí, intento tomar en cuenta ese hecho antes de hacer o decir cualquier cosa. Le aconsejo que haga lo mismo—los dioses saben todo lo que se hace y pueden escuchar todo lo que se dice en este mundo.”

“Pero estamos hablando galingua ahora; seguramente ellos no entienden ese idioma.”

“No los subestime. Ya he perdido a uno de mis tripulantes, no puedo permitirme perder otro.” Y con eso terminó de hablar. Dunnis, comprendiendo que ella no tenía intenciones de hablar más, se sentó taciturno a su lado e intentó acompañarle a través de la lluvia y la oscuridad mientras su daryek caminaba lenta y pesadamente.

***

Fue cuestión de suerte el hecho que Dev había encendido algunas luces externas al dejar la nave, de lo contrario, podrían haber ido más allá de su destino, más allá de los bosques, en la penumbra. La Foxfire era pequeña para ser una nave de carga—siendo una bala de apenas treinta metros de altura y doce de diámetro en su base—aunque aquí en Dascham se veía gigantesca. Aunque es grande en comparación con las construcciones a pequeña escala de este mundo, podría ser completamente engullida por la total oscuridad de la noche daschamesa.

Dev ató al cansado daryek a una aleta estabilizadora de la nave, para eliminar la posibilidad de que la patética criatura intentase escapar durante el resto de la noche. Luego, tomando el empapado uniforme espacial que era todo lo que quedaba de Zhurat, siguió a Dunnis subiendo la escalera y entró en la compuerta de aire. Una vez adentro, continuó subiendo todo el camino hacia la nariz de la nave, moviéndose silenciosamente para que el ingeniero la siga. Pasaron el área de alojamiento y en su lugar, fueron a la sala de control, donde Dev caminó decididamente hacia la consola del capitán y activó un par de interruptores. Suspiró levemente y cerró sus ojos. “Creo que estaremos bien ahora.”

Dunnis la había observado con creciente curiosidad. Por sus acciones, ella había encendido las pantallas deflectoras alrededor de la nave. “¿Le preocupaba que los meteoritos pudieran golpearnos aquí?” preguntó.

“No, sino que el campo de las pantallas debe ser suficiente para atajar cualquier transmisión de baja intensidad proveniente desde el exterior de la nave. Ahora podremos hablar libremente.”

“¿Sobre qué?”

“Sobre los dioses. No se equivocó al pensar que yo no creía en ningún ser sobrenatural. Pero lo más importante es que alguien—o algún grupo de alguienes—ha armado un teatro aquí, y son bastante poderosos.”

“Pero ¿qué relación tiene con las pantallas...?”

“Comencemos por el principio,” dijo Dev. “Asuma que esos dioses son mortales como nosotros y que son tecnológicamente más avanzados que los demás nativos. Para una raza tan primitiva como la daschamesa, las maravillas de la ciencia serían vistas como magia, y pudieran ser vendidas por cualquiera que desee esforzarse para hacerlas. Por ejemplo, los dioses dicen ser capaces de escuchar todo lo que sucede en todo el mundo. Usted es un ingeniero, ¿cómo manejaría eso?”

“Micrófonos y transmisores,” dijo lentamente el hombre grande. “Existen dispositivos en forma de insecto, tan pequeños que los nativos nunca se darían cuenta de su función.”

“Exacto.”

“Pero hacer eso a lo largo y ancho del planeta—”

“Olvide eso por ahora. Asuma que hay una cuenta ilimitada para los gastos y hable de posibilidades tecnológicas.”

Dunnis hizo una mueca. “Sí, es posible—pero coordinar todas las conversaciones espontáneas debe ser muy difícil.”

“Sabemos que pueden escuchar lo que se dice porque obviamente escucharon a Zhurat,” continuó Dev, ignorando el comentario de Dunnis. “Por lo tanto debemos asumir la posibilidad de que nuestras conversaciones estén siendo monitoreadas. ¿Por qué cree que yo era tan cuidadosa con lo que decía de regreso aquí? Aún no nos encontrábamos fuera de peligro y usted aún quería continuar metiéndonos en él. Hasta que podamos hablar con seguridad, no quería decir cualquier cosa que me haga candidata para su práctica de puntería etérea.”

Dunnis miró al panel de control, donde la luz azul de las pantallas deflectoras brillaba frescamente. “¿Y cree usted que tienen algunos de sus bichos aquí? ¿Cómo?”

“No puedo ser certera, pero hemos llevado una gran cantidad de carga la semana pasada. Algunos de los diablillos pudieron haberse colado por allí y haberse esparcido por la nave, por ahora. Pero si fuesen tan pequeños, no podrían transmitir con mucha intensidad, y las pantallas deflectoras deberían hacer suficiente interferencia para bloquearlos.”

“¿Qué hay de ese ángel? ¿Cómo lo explica?”

“Era un robot,” dijo Dev, sentándose en su sillón de aceleración y tocando ociosamente el uniforme de Zhurat. “Debió haberlo sido, para brillar así. Me han dicho que algunos peces en las profundidades del océano tienen su propia fosforescencia natural, pero es una adaptación a su medio ambiente. Este ángel no la necesitaba—ni tampoco necesitaba sus alas.”

“Entonces, ¿cómo volaba?”

“De la misma manera como el Foxfire lo hace—impulso gravitacional. ¿No se dio cuenta de cómo permaneció lo suficientemente alto y distante de cualquier persona, para evitar matarnos a todos con su estela? Cuando aleteaba, sus movimientos no eran lo suficiente rápidos o fuertes para llevar algo tan grande al cielo. Luego planeó durante un largo tiempo sin aletear en lo absoluto. Con el equipo adecuado, posiblemente usted pueda construir uno para usted en un par de días.”

El ingeniero negó con su cabeza. “Sí, ahora que lo explica todo suena tan simple. Pero aún así no puedo pasar sobre el alcance de la operación.”

“Cuando se desea controlar un planeta, se debe pensar en grande,” Dev señaló.

“Eso supongo,” admitió Dunnis. “Bien, ¿qué vamos a hacer al respecto?”

“Nuestra primera instrucción para los negocios será limpiar nuestra nave—asumiendo que esté llena de bichos, en primer lugar. Dejar los escudos antimeteoros encendidos durante todo el tiempo es un gran derroche de energía. ¿Hay alguna manera en que pueda usted fabricar un detector para encontrar los transmisores?”

“¿Ahora, capitana? No he dormido nada desde la noche anterior—”

“Tampoco yo. Como recuerdo, el hecho de que usted y Zhurat se hayan quedado afuera durante más tiempo del que debían, ha sido lo que inició esta cadena de eventos. Me estaba preguntando sanción sería adecuada—posiblemente una pérdida adicional de sueño sería apropiada.”

No agregó que, para asegurarse de él no arruinase el trabajo, ella también tendría que perder horas de sueño—sin haber hecho nada que le hiciera merecer un castigo. La responsabilidad viene con la autoridad, se recordó a sí misma. Por eso eres una capitana y él es sólo un ingeniero.

Dunnis sacudió su cabeza. “Aún si yo no estuviese cansado, sería horriblemente difícil detectarlos. No tengo la más remota idea de cuál es la frecuencia en la cual transmiten, o la intensidad de su señal. Tomaría una eternidad.”

Dev pensó acerca de eso. “Entonces tendríamos que encontrar una primero y examinarlo. Eso debería darnos suficientes pistas para construir algo.” Se puso de pie. “La bodega de carga es el lugar más lógico para comenzar nuestra búsqueda. Vamos.”

Notoriamente, Dunnis se sentía infeliz por tener que trabajar cuando estaba tan cansado, pero también estaba claro que respetaba la autoridad de Dev. Al menos ella había establecido eso durante las seis semanas que llevaba con la nave a su cargo. Zhurat había sido el único que la despreciaba—y ahora ella ya no tendría ese problema de nuevo, aunque su pérdida significaba más trabajo para todos, inclusive ella misma, al menos podía darle las gracias a los dioses de Dascham por ese pequeño favor.

Los incómodos camarotes del equipo estaban cerca de la sala de control. Roscil Larramac dormía detrás de una de esas puertas cerradas, y Lian Bakori, el astrogador de la nave, estaría en la otra habitación. El complemento restante del Foxfire consistía en robots, que habían estado bajo la responsabilidad de Zhurat; habían sido apagados durante la noche y estaban almacenados en una habitación especial, justamente delante de la bodega. Una nave de este tamaño realmente debería tener al menos el doble de esta tripulación, pero Roscil Larramac recortó los gastos a modo de poder tener gananciales; Dev había discutido con él para incrementar el número de tripulantes, por lo menos una o dos personas más, pero él se había rehusado. Ahora, en su primera parada planetaria, ya se encontraban cortos de manos.

 

“No disfrutes al señalar a los demás cuando eres ti quien tiene razón,” citó a un escritor del siglo veintidós llamado Mellers, “a menos que ellos disfruten al señalarte cuando tú estés equivocada.” No obstante, le hubiese gustado haber tenido esos compañeros extra.

Inmediatamente atrás de los camarotes se encontraban las áreas comunes, que incluían cocina, capilla, lavandería, muelle de salvavidas, reciclador y sala de recreación. Después, la sala de almacenaje de robots y finalmente la bodega de carga, con los motores hacia el final de la nave. La distribución era estándar para la mayoría de las naves comerciales pequeñas. Aunque Dev sólo había estado a bordo durante dos meses, sentía como si hubiese vivido allí durante la mayor parte de su vida.

Mientras se acercaba a la bodega, Dev creyó haber escuchado un ruido proveniente del otro lado de la puerta. De inmediato miró a Dunnis y el gran hombre hizo un gesto indicando que también lo había escuchado. Silenciosamente, ambos bajaron hacia la escotilla de la bodega. Dev retiró su arma láser de su cinturón, preparándola para disparar, incitando a Dunnis a hacer lo mismo. Cuando ambos estuvieron listos, presionó el botón que hacía que se abriera la escotilla.

La bodega estaba oscura por dentro, la única luz se filtraba a través del corredor donde se encontraban. Nada se movía, nada parecía estar fuera de lugar, pero Dev no se bajó la guardia. Al llegar al próximo botón, encendió las luces adentro de la bodega.

Allí—tras una fila de cajas cubiertas—vio que algo se movió, de eso estaba segura. Se lanzó cuidadosamente a través de un agujero en la pared, aterrizó con las rodillas flexionadas y miró en dirección al ruido. Encima de las cajas, sólo pudo ver un techo de pelaje marrón.

Había un polizón a bordo del Foxfire.