Ángeles de la oscuridad

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Un clan

Sentía el viento chocar contra mi rostro y mi cabello moverse entre la brisa. Sujetaba con fuerza a Ángeles quien manejaba a toda velocidad. No sabía hacia donde se dirigía, estaba cuidando el hecho de no caerme de la motocicleta. Me aterraban, no entendía porque había aceptado.

Me percaté de que comenzó a reducir la velocidad y subí la mirada para ver el camino. Estábamos llegando a un sendero boscoso.

Por la temporada, la cantidad de hojas naranjas en el suelo era inmensa y podía escuchar el chasquido que se producía cuando la motocicleta pasaba sobre ellas.

Se detuvo ante un camino rocoso y me bajé tan apresurada que tropecé y caí de espalda sobre las hojas. Ella no pudo evitar reír y se apresuró para ayudarme.

Tomé su mano mientras maldecía entre dientes y una vez de pie la miré a los ojos. Acercó su mano a mi cabello castaño para quitar los restos de hojas que habían quedado atrapados y por un segundo me perdí en su manera de mirarme.

Sus ojos color café, tan intensos, penetraban dentro de mí de una manera que no podría explicar y repentinamente sentí miedo. Quité su mano bruscamente de mi cabello y me alejé unos pasos. Esa mirada. Esos ojos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y ella frunció el ceño.

—¿Sucede algo? –preguntó dando un par de pasos hacía mí.

—No, yo... debo irme –miré a mi alrededor y no tenía idea de dónde estaba. No entendía que sucedía. No entendía por qué ese temor se apoderó de mi sin más.

Mi cuerpo quedó repentinamente inmóvil y ella minimizó el espacio entre las dos. Posó su mano en mi brazo y lo acarició con delicadeza.

—Debes estar pasando por algo difícil, pero estás bien acá –aseguró.

Tragué fuerte y me estremecí ante el roce de su mano en mi brazo. Traté de tranquilizarme pensando en lo estúpido que podía verse temerle a ella.

Asentí y comenzó a caminar por el sendero rocoso frente a nosotras. Me tomó un par de segundos empezar a seguirla mientras miraba a mi alrededor. No había más ruido que el de algunas aves y el crujir de las hojas. Al fondo pude visualizar una pequeña cabaña y algunos chicos frente a ella. Tres para ser exactos.

El más alto y corpulento vestía únicamente una bermuda. Tenía el cabello rizado y rubio que le llegaba hasta sus mejillas. Sus ojos azules se sentían sumamente fríos y su cuerpo, sin dudas, llamaría la atención de más de una chica. Él iba descalzo y no apartó su vista de mí desde que me vio aparecer con Ángeles.

Su expresión era seria y la miró a ella como esperando una explicación. Me hizo sentir un tanto incómoda, pero luego una chica alta y delgada, sumamente hermosa y delicada, se acercó a mí con una cálida sonrisa mientras corría su pelirrojo cabello hacía atrás con sus dedos.

—Hola, soy Kate –saludó y me brindó un abrazo.

—Claire –contesté sonriendo igual.

—¿Claire? –preguntó una voz ronca desde la entrada de la cabaña. Era un chico de unos 14 años delgado, de tez oscura y cabello corto.

Asentí y entonces el chico alto e intimidante que miraba a Ángeles me miró a mí nuevamente, esta vez sonriendo.

—Lo siento, casi no recibimos visitas –se disculpó por su actitud–, soy Arcángel. Ellos son mis hermanos menores, Kate y Justin. Y ya conoces a Ángeles.

Sonreí por cordialidad. ¿Hermanos? Todos eran tan diferentes.

—No te traje a mi casa –aclaró Ángeles mientras dejaba su bolso en el frente de la cabaña– solo vine por algo –terminó y entró haciéndome señas para que la siguiera.

Fui detrás de ella. Era una cabaña discreta, había libros por todos lados, una pequeña cocina, un sofá largo y una pequeña mesa de comedor.

Ángeles caminó hasta la puerta del fondo entrando a una pequeña habitación. Me miró de arriba a abajo y sacó algunas cosas del armario.

—Colocate esto –ordenó dándome un jean negro y una franela sin mangas y holgada con unas alas blancas en la espalda.

Lo tomé en mis manos y miraba alrededor buscando algún lugar donde cambiarme sin que me viera, justo cuando me percaté de que ella se había comenzado a desvestir frente a mí.

Se quitó todo el uniforme quedando únicamente en ropa interior, como si yo no estuviera en la habitación y se tomó algunos segundos, que parecían eternos, buscando algo para ella en aquel mismo armario.

Yo evitaba mirarla, pero un impulso me hizo volverme en su dirección. Subí la vista desde sus piernas perfectas hasta su espalda, donde me detuve al contemplar lo que parecía un tatuaje de tinta blanca que abarcaba toda la superficie. Eran unas alas, sumamente hermosas.

Las detallé por el tiempo que ella estuvo mirando adentro del ropero, pero repentinamente se giró encontrándose con mis ojos postrados en su cuerpo y me sonrojé. Desvié la mirada y escuché una risa provenir de su boca.

—Tranquila, te dejaré cambiarte –me dijo mientras se colocaba un jean negro y una franela blanca. Tomó unas botas de abajo de su cama y salió de la habitación.

* * *

Ya habíamos caminado unos diez minutos entre los árboles sin mediar palabras. Yo la seguía tontamente como si la decisión de acompañarla no dependiera de mí. Ángeles me miraba de vez en cuando sin detenerse y yo solo le sonreía un poco tímida.

Nos detuvimos cerca de un abismo donde se encontraban otros chicos en pantalones cortos y chicas en traje de baño y ropa interior. Los miré algo confundida y en ese momento vi como uno de ellos corría al borde y se arrojaba de un salto.

Coloqué las manos en mi boca sorprendida y asustada y ella al darse cuenta no pudo contener la risa.

—Solo es un acantilado, abajo hay un lago –se acercó indicándome que la siguiera para mostrarme.

Lo hice y me sentí una tonta al ver al chico en el agua jugando con otros.

—Chicos, ella es Claire –me presentó y todos me saludaron.

—Hola –hice un gesto con mi mano y les regalé una sonrisa un tanto incómoda.

—Son algunos amigos –me dijo Ángeles– cuando te hablé de salir a conocer me refería a mostrarte esta parte de tu pueblo. Ya tendremos tiempo para que me presentes tu lado de la película.

—Con mi padre solemos acampar en el bosque un par de veces al año –le conté, pero pareció no interesarle.

—Lo sé –dijo con severidad– tu padre es dueño de más de la mitad de estos terrenos y ha destrozado absolutamente todo.

Abrí la boca para decir algo, pero no lo logré. Ella tenía razón así que preferí no decir nada.

Me tomó solo un minuto percatarme de que la mayoría de los chicos tenían el mismo tatuaje en la espalda así que decidí preguntarle de que trataba.

—Oye –dije para llamar su atención y ella enseguida me miró a los ojos–. Todos tienen esas alas tatuadas... digo, ¿son una especie de grupo?

—Como una secta –rio al ver mi expresión de espanto– solo bromeo, pero si somos una especie de clan. En su momento te hablaré de ello.

Me guiñó el ojo y no podría explicar lo que sentí en ese instante. Algo se revolvió en mi estómago y dejé escapar una sonrisa de mis labios.

2+2=4

Me bajé de la motocicleta de Ángeles una vez que estuvimos frente a mi casa. Le entregué su casco y ella sonrió de medio lado.

—Te veo mañana –se despidió y no esperó que yo respondiera para iniciar su marcha.

La vi alejarse y giré sobre mis pies para encontrarme con la figura de un hombre alto, extremadamente blanco, con arrugas y algunas canas en su cabellera negra. Vestía de traje elegante y esperaba que alguien le contestara en la puerta de mi casa.

—¿Puedo ayudarle en algo? –pregunté mientras caminaba en su dirección.

—Sí, busco a Arthur Weber..

—Por la hora no creo que esté en casa, pero puede dejarle un mensaje.

Él me miró a los ojos con severidad. El frío azul de su mirada se clavó en lo más profundo de mí y me hizo dar un paso atrás. Miró su reloj y pude notar un extraño anillo en su dedo anular, lucía antiguo, era grande y llevaba grabado unas letras que parecían latín.

—No, solo dile que Samuel estuvo acá –contestó antes de marcharse.

Me apresuré a abrir la puerta y di media vuelta para divisar nuevamente al sujeto, pero había desaparecido. Fruncí el ceño y entré a toda prisa.

Mi hermano venía bajando los escalones y se extrañó al verme recostada contra la puerta con mi rostro pálido. Corrió a mi lado y me tomó en sus brazos.

—¿Qué sucede? –preguntó con preocupación.

—No lo sé, ese hombre... –mi voz apenas se escuchaba– no lo sé.

Era muy extraña la manera en que me había hecho sentir. Un escalofrío aterrador recorrió mi cuerpo y pequeños flashbacks de la muerte de mi madre llegaron a mi mente. No entendía lo que sucedía.

—¿Qué hombre? –preguntó esta vez con un tono fuerte.

—Sa... Samuel –respondí– no lo sé, no lo conozco.

Mi hermano solo se limitó a abrazarme y a decirme que todo estaba bien. Me sostuvo muy cerca de él por un largo tiempo hasta que me sentí más tranquila.

Me liberé de los brazos de Ben y tomé mi bolso para subir a mi habitación. Coloqué un poco de música cuando mi teléfono comenzó a sonar. Era Mike.

—Hola –atendí al tercer repique.

—Hola, hermosa –dijo del otro lado con voz tierna– ¿te parece si vamos a cenar?

—Claro –no pude evitar sonreír– ¿vienes por mí?

—De hecho, estoy afuera –contestó con gracia en su voz y colgué.

Corrí al baño a verme en el espejo. Lavé mi cara y arreglé un poco mi cabello antes de bajar. Abrí apresurada y él estaba de espaldas a la puerta. Yo no pude contenerme así que salté sobre él, rodeándolo con mis piernas y mis brazos.

 

—Auch –se quejó entre risas.

—Hola, pequeño –reí entre dientes y besé su mejilla antes de bajarme.

* * *

Habíamos llegado a un pequeño café popular en el pueblo. Los chicos suelen reunirse allí cada tarde luego del colegio o los fines de semana a charlar. Bajamos al mismo tiempo del auto y él caminó hasta mí para tomar mi mano.

Nos abrimos paso hasta adentro del local y nos dispusimos a tomar una de las pocas mesas vacías al fondo. Más de un chico conocido nos saludó y en mi vuelta de reconocimiento con la mirada la vi a ella. Jodidamente sexy. Se encontraba sentada en el espaldar de una silla junto a otra chica que no reconocí al instante.

Ángeles posó sus ojos en mí y me dedicó media sonrisa para volver a su conversación. Con algo de nerviosismo injustificado miré a Mike y sonreí al ver cómo hacía gestos mirando el menú.

—¿Lo de siempre? –preguntó con voz suave.

—Sí, no me vendría mal una especial –arqueó sus cejas con insinuación– una hamburguesa –aclaré.

* * *

Intentaba comer las papas fritas que acompañaban mi hamburguesa mientras reía de las ocurrencias de Michael. Sin embargo, ocasionalmente mi vista se desviaba en su dirección, la de Ángeles, y la observaba por algunos segundos.

Ella, a su vez, parecía haber olvidado que yo también estaba en la habitación y no me miró ni por un segundo. Eso no debe importarme. Me dije a mí misma una vez que volvía a mirar a mi novio a los ojos.

—Oye, no me topé contigo en la salida hoy –dijo él, ahora con algo de seriedad.

—Estuve con una amiga –le conté– nada interesante.

Él asintió y siguió comiendo cuando me percaté de que Ángeles y esa chica salían del café juntas. Una vez afuera parecían despedirse con lo que se vio como un beso subido de tono. En ese instante sentí como mi corazón se aceleró un poco y no dejé de seguirla con los ojos hasta que se marchó en su motocicleta.

—¿Estás bien? –preguntó Mike percatándose de mi reacción.

—No... sí, todo bien –contesté confundida.

—Vale, es hora de llevarte a casa –se colocó de pie colocando dinero sobre la mesa y extendió su mano para que yo la tomara.

* * *

No se cuánto tiempo teníamos besándonos frente a mi casa. Aún no nos bajábamos de su auto y parecía como si no quisiéramos hacerlo jamás. Yo sujetaba su cuello y él tenía una mano en mi cadera. Nuestra respiración estaba agitada y por un segundo olvidamos donde estábamos.

Mi corazón se detuvo cuando alguien toco la ventana del lado del chofer y me alejé lo más rápido que pude de Mike. Era ella. ¿Qué rayos?

Ella se encogió de hombros mirando a mi novio con una sonrisa de culpabilidad por habernos interrumpido. Yo no pude evitar sonreír y besé su mejilla.

—Te veo mañana, cielo –me despedí y bajé del auto.

Ángeles esperó que Mike se fuera para acercarse hasta donde estaba yo.

—Entretenido, ¿no? –dijo riendo.

—Para –sonreí con vergüenza– ¿qué haces acá? –pregunté extrañada.

—Toma –extendió sus manos con mi uniforme– lo dejaste en casa.

Lo tomé aún apenada y comencé a caminar a la puerta mientras ella me seguía. Podía sentir su mirada sobre mí y mi corazón se aceleró, haciendo mis movimientos un poco torpes e impidiéndome concentrarme para abrir la puerta.

—Te ayudo–se acercó a mí y colocó sus manos sobre las mías para ayudarme con la cerradura.

Mi piel se erizó y me alejé al instante. Ella me miró extrañada y no pude evitar sonrojarme. No entendía del todo lo que ella causaba en mí.

—¿Estás bien? –preguntó dando un paso atrás.

—Sí –contesté rápidamente–. ¿Te veo mañana?

Ella soltó una especie de risa burlona y solo me guiñó el ojo antes de irse. Me sentía realmente confundida. Ángeles era realmente muy misteriosa y eso me causaba interés. Suspiré.

La nota

Nuevamente había llegado antes de la hora al instituto. No había muchos estudiantes además de mí y eché un rápido vistazo a las motocicletas por curiosidad, pero ella no se encontraba aún.

Tomé mi teléfono y le escribí a mi novio.

Yo: ¿Dónde estás?

Mike: Aún no salgo de casa.

Yo: ¿Te veo después de clases?

Mike: No puedo, entrenamiento. Voy a tu casa en la noche. Te amo.

Guardé el teléfono en mi bolso y caminé hasta mi casillero. Era un día sumamente nublado y frío así que estar al aire libre no era buena idea.

Dejé mis cosas adentro del casillero y tomé únicamente mi libreta de notas y un lapicero. Suspiré un poco frustrada por tener que esperar, realmente odiaba hacerlo. Me dispuse a caminar en dirección a mi primera clase, literatura.

Aún no había nadie en el salón, por lo que me dirigí al fondo y me senté a rayar con dibujos la última hoja de mi cuaderno. El tiempo parecía pasar diez veces más lento de lo común y ya yo estaba perdiendo la cabeza. Siempre he sido sumamente ansiosa.

Escuché a alguien más entrar al salón. Era Ángeles. Me sonrió y se sentó a mitad de la clase. La miré por unos segundos hasta que me animé a hablarle.

—No muerdo –le aseguré y escuché una risita escapar de su boca.

—Jamás pensé que lo hicieras –respondió sin mirarme.

Guardé silencio sin poder despegar mis ojos de ella y pasados unos minutos aclaré mi garganta para llamar su atención.

—¿Todo bien? –preguntó mientras se volvía a verme.

—No –contesté con una sonrisa– me preocupa el que creas que soy capaz de morderte...

Ella no pudo contener la risa y me sonrojé al darme cuenta de lo inapropiado que había sonado el comentario. La vi tomar sus cosas y dirigirse a mi lado.

—No me preocupa que me muerdas –aclaró con picardía– pero me sentaré acá porque si me preocupa que sigas los siguientes 20 minutos reprochándome por qué no lo hago.

Yo evité su mirada con algo de vergüenza, pero sonreí a mis adentros. Ella solo guardó silencio y comenzó a leer un pequeño libro del que intenté leer el nombre, pero no lograba entender el idioma en el que estaba escrito.

—Es francés –dijo notando mi mirada curiosa, pero sin volverse hacía mí.

—Lo siento –me disculpé con timidez– solo fue curiosidad.

—Poesía francesa –esta vez sí me miró con una sonrisa en sus labios– de hace muchos años.

—¿Te gusta mucho la lectura? –pregunté y ella asintió regresando la atención al libro.

Yo miré detenidamente cada parte de su rostro. Su tez morena se veía tan suave. El cabello un poco despeinado pero perfecto en todo sentido, ondulado, caía a cada lado de su rostro y a lo largo de su espalda hasta su cintura. Su mirada color café tan profunda y misteriosa. Sus labios carnosos... Espera, ¿sus labios? ¿Qué te sucede, Claire?.. giré mi mirada con nerviosismo y traté de pensar en otra cosa. Ella seguía sumergida en la lectura y yo solo contaba los minutos para que comenzara la clase.

Sentí cierto alivio cuando comenzaron a llegar el resto de mis compañeros y por último el profesor. Realmente no presté mayor atención a la lección. No podía evitar volver mi mirada sobre Ángeles de vez en cuando, algo que seguro había notado. Ella, por su parte, no me había dirigido la mirada ni una sola vez.

* * *

Estaba terminando mi última clase y copiaba mis apuntes cuando uno de mis compañeros me entregó una nota. La tomé extrañada y miré alrededor a ver si identificaba de quién provenía, entonces la abrí:

Tu hermano pudo haber regresado a la vida, pero sin dudas tú no tendrás la misma suerte. No temas, vine por ti.

Esto no podía ser más que una mala broma. Arrugué el papel aterrorizada y corrí fuera del salón de clases ante la vista perpleja de todos por mi repentina actitud. Sentía como el camino a mi locker se hacía cada vez más extenso y mi respiración se dificultaba, como si el aire a mi alrededor se esfumara. No lo soporté, mis piernas no respondían así que entré al baño de chicas más cercano que encontré.

Miré mi reflejo en el espejo. Estaba pálida. Mis manos temblaban. Mis ojos se cristalizaron y un par de lágrimas bajaron por mis mejillas. El temor se apoderó de mí y no lograba concentrarme. El espacio se reducía a mi alrededor y me sentí atrapada.

—¿Estás bien? – preguntó una voz conocida.

Traté de responder, pero las palabras no lograban salir de mi boca. Levanté la mirada y mis ojos se encontraron con los de ella. Por un segundo me sentí aliviada de tenerla junto a mí.

—Vamos, salgamos de aquí –dijo extendiendo su mano.

La tomé sin pensarlo y un sentimiento de paz me recorrió por completo. Me llevó consigo hasta fuera del instituto y al fin pude respirar con tranquilidad.

—Yo... –comencé a hablar– lo siento, yo...

—¿Claire? –escuché a alguien llamarme desde atrás.

Giré para encontrarme con Rose, quien corría hacía mí. Parecía preocupada y enseguida me abrazó.

—¿Estás bien? –preguntó ya liberándome de sus brazos– me dijeron que saliste corriendo de tu clase.

—Estoy bien –mentí y cuando me percaté, ya Ángeles se había marchado.

—Vamos, te llevaré a casa –dijo pasando su brazo sobre mis hombros.

* * *

El camino se hizo largo. Pero ya estaba recostada en mi cama con Rose quién me abrazaba de la manera más tierna posible. Tenía su brazo alrededor de mi cuerpo y yo apoyé mi cabeza en su hombro. No habíamos dicho ni una palabra.

Pensé en la nota una vez más. ¿Quién era capaz de jugar con algo así? ¿Jugar? Pensé recordando la última frase, No temas, vine por ti. Tal como recuerdo, tal cual como en mis sueños. Nadie sabía eso. Nadie podría saberlo.

Nuevamente me sentí aterrada y me aferré más al costado de Rose. Mi teléfono no había dejado de sonar, pero no quería leer ningún mensaje, no quería hablar con nadie.

En ese instante fue el teléfono de Rose el que repicó y ella no dudó en atender.

—Hola... Sí, estoy con ella... no es buena idea... lo sé, pero no es buena idea... vale, yo le digo.

Me miró y limpió el desastre de lágrimas que había en mi rostro.

—Era Mike –comenzó a hablar– está preocupado.

—¿Acaso todos lo saben? –pregunté algo molesta.

—Es inevitable, todos te vieron salir bruscamente antes de que terminara la clase, se iba a enterar tarde o temprano.

Suspiré y me levanté para ir al baño y lavarme la cara. Estaba hecha un lío y no quería que Ben o mi padre me vieran en este estado.

Tomé mi teléfono y luego de descartar un montón de mensajes vi un número no registrado que llamó mi atención.

Desconocido: No preguntes cómo, pero conseguí tu número y quería saber si estabas bien. A.

Oh, por Dios, era ella. Una sensación extraña se apoderó de mí y me apresuré a responder.

Yo: Mejor. Gracias... por ayudarme.

Ángeles: Está bien, te veo mañana.

* * *

Intentaba cenar algo cuando la puerta de la casa sonó. Me incorporé para abrir, pero ya Ben lo había hecho y alcancé a ver como saludaba con un abrazo a mi novio.

Yo le sonreí de manera forzada y él levantó sus manos con lo que parecían unas bolsas llenas de golosinas.

—Debes estar bromeando –no pude evitar sonreír ante el gesto y le di un gran abrazo.

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