100 millones de Hair Ties y un Vodka Tonic (Latinoamérica y Estados Unidos)

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5.

De repente, teníamos 22 años


LO QUE APRENDÍ:

• Puede que las personas no te tomen en serio si tienes una empresa, pero aparentas ser adolescente.

• Los productos que se ven raros pueden ponerse de moda.

• Pensar en empaquetar de una manera completamente diferente puede ser un factor determinante para tener éxito.

En septiembre de 2012, cuando Felix y yo comenzamos nuestro segundo año en la universidad, se volvió evidente que necesitábamos organizarnos un poco mejor. Ya habíamos vendido alrededor de USD 56.500 en invisibobbles, principalmente a peluquerías en el Reino Unido y en Alemania, y nos habíamos dado un año para hacer que el negocio funcionara o, de lo contrario, rendirnos y comenzar algo diferente.

Yo seguía viva después de mi primer año en la residencia universitaria, sobreviviendo a la cama de prisión, a los inodoros tapados y a la criatura de pelusa blanca de la cocina, pero había decidido mudarme con dos chicas y dos chicos a una casa adosada de estilo victoriano en Leamington Spa, un pueblo señorial famoso por su arquitectura del estilo de la Regencia de principios del siglo XIX.

A pesar de su fealdad, al menos mi habitación en el edificio de dormitorios de la residencia universitaria tenía forma cuadrada. Una de las peculiaridades de Gran Bretaña es que a los diseñadores les encanta incorporar diferentes ángulos, como las ventanas en saliente. Pareciera no haber ángulos rectos y eso dificulta acomodar los muebles. Mi habitación en la casa adosada estaba en la planta baja y eso apestaba, porque la casa quedaba sobre una calle principal. Calcé mi escritorio en la ventana en saliente y cada persona que pasaba podía verme, tal como yo podía verlos pasar, mientras trabajaba en mi emprendimiento de gomas plásticas para el cabello y, ocasionalmente, estudiaba.

Por si eso fuera poco, conocía todos los chismes de Leamington Spa.

Solía despertarme a las 2 de la mañana escuchando una conversación como esta:

Adolescente ebria y chillona 1: —¡No puedo creer que besé a Phil, el deportista!

Adolescente ebria y chillona 2: —¡Eso es genial, te gustó por años!

Adolescente ebria y chillona 1: —No lo entiendes. Unos 10 minutos más tarde se fue a su casa con Tina-Tetas-Grandes.

Adolescente ebria y chillona 2: —Siempre odié a Tina-Tetas-Grandes.

Lo escuchaba todo.

Mientras tanto, en Múnich, nuestros amigos Dani y Niki alquilaron una oficina para New Flag que estaba ubicada junto a una discoteca llamada Call Me Drella13. Drella era un apodo con el que Andy Warhol se había bautizado a sí mismo —una mezcla entre Cinderella14 y Drácula— y la discoteca era famosa por sus shows de acrobacia y por el hecho de que había que vestirse realmente bien para poder ingresar, lo que era conveniente porque cuando trabajaban hasta tarde podían caminar directamente de la oficina al club.

Dani y Niki habían contratado a su amiga Lisa para administrar la oficina, facturar y asegurarse de que todos cobren sus salarios; su escritorio era una caja de madera dada vuelta con una superficie inclinada y astillas que se trababan en la base del mouse.

El escritorio de Dani parecía un inmenso cofre del tesoro, y era tan grande que hubo que entrarlo a la oficina utilizando una grúa, que lo depositó a través de la ventana. Un tiempo después, cuando yo trabajaba en esa oficina, tenía un escritorio que se asemejaba a una enorme ala de avión.

Como muchas empresas emergentes, New Flag en sus inicios no era precisamente la más eficiente de las operaciones. Al poco tiempo de unirse, Lisa se encontró sola en la oficina con una pila de cartas sin abrir. Abrió la primera.


New Flag GmbH Max-Joseph-Straße 780333 Múnich Alemania2 de octubre de 2012Estimados/as sres/as de New FlagComo instancia posterior a las cartas de recordatorio enviadas en las fechas 2 de julio, 2 de agosto y 2 de septiembre de 2012 en las que se les intimaba al pago de la deuda atrasada por el monto de EUR 14, hemos gestionado la cobranza del importe adeudado por parte de un cobrador de deudas externo en la fecha y hora que se detallan a continuación.2 de noviembre de 2012 - 10:00 a. m.En caso de incumplir con el pago de la deuda, se procederá a iniciar un proceso penal.Atentamente,Munich Printers

Lisa se fijó en la hora. Era el 2 de noviembre de 2012 y eran las 9:40 a. m. El cobrador de deudas llegaría en 20 minutos. Llamó a Dani.

—Hola, soy Lisa.

—¡Hola! ¿Cómo estás?

—Bueno... acabo de abrir una carta y TE ARRESTARÁN SI NO ESTÁS AQUÍ EN 20 MINUTOS.

No pasó nada porque Lisa llamó al número que aparecía en la carta, pagó a la imprenta los EUR 14 (aproximadamente USD 15) y no apareció ningún cobrador de deudas; pero este es el tipo de cosas de las que se necesita estar al tanto cuando tu negocio comienza a despegar, porque aun los montos más pequeños pueden afectar tu calificación crediticia, como lo descubriríamos más tarde. Lo gracioso era que el trabajo encargado a la imprenta que había generado la deuda era un letrero para el escritorio que decía “Mi posición favorita es la de CEO”. Desopilante.

Niki y Dani eran conocidos en nuestro círculo de amigos como los chicos que vendían cepillos plásticos para el cabello, y ahora también nos estaban ayudando a nosotros con el negocio de hair ties para el cabello. Lisa me contó que, en aquel momento, a pesar de que creía que las invisibobbles eran en cierta forma geniales, a la vez pensaba que eran bastante feas. Los colores eran horribles (la Submarine Yellow no era un best-seller) y la forma era rara (“¿Por qué llevarías un llavero en tu cabello?”).

Tal como sucede con muchas de las nuevas modas que en un principio creemos que son espantosas —como las camisetas de neón, los zapatos de plataforma y las zapatillas gigantes—, una vez que las personas se acostumbraron al aspecto de las gomas, comenzaron a volverse cool. La gente, además, empezó a usar invisibobbles en sus muñecas, algo que, en palabras de Lisa, es un espacio de publicidad muy efectivo ya que todos pueden verlas.

Tuvimos también una idea para hacer que nuestro producto fuera completamente diferente a cualquier otra goma para el cabello que existiera en ese momento, algo que nunca antes se había visto y que sentí que sería fundamental para el éxito de invisibobble: nuestro packaging.

Como ya dije, las hair ties habían sido siempre un producto poco querido, y nosotros estábamos vendiendo nuestras invisibobbles en esas bolsas plásticas transparentes tipo Ziploc que no se veían muy bien. Sabía que debíamos hacer algo para lograr que se destacaran, por lo que en las vacaciones de verano comencé a hacer pequeñas cajas cuadradas y rectangulares de cartón en las que entraban 1, 3, 6, 10 o 50 invisibobbles.

Quería usar las cajas de cartón como modelo para una versión transparente, con la idea de que se vieran adorables, como golosinas. Tan solo ese aparentemente pequeño cambio en la forma en que se vendían las hair ties resultó ser un inmenso punto de inflexión y algo que nos ayudó a ser hoy en día una marca rentable, icónica y reconocida.

Nuestro packaging ayudó a darle personalidad a invisibobble. Podíamos usarlo para poner nombres divertidos, así que en lugar de verde podíamos tener “mint to be”15 o en lugar de rosado, “blush hour”16, y podíamos usar los seis lados del cubo para ser creativos y explicar por qué nuestras gomas para el cabello eran diferentes.

Al mismo tiempo, pensamos que podríamos hacer algo divertido con nuestros exhibidores en las peluquerías. Un fin de semana en que fui a visitar a Felix en Bath pasamos todo el tiempo recortando cajas de cereales y transformándolas en el exhibidor ideal. Finalmente, llegamos a una versión cuadrada con escalones de cartón en los que entrarían 24 de nuestros adorables cubos de empaque; es casi el mismo diseño que usamos hoy. Hallamos al fabricante de nuestros exhibidores en internet e hicimos un primer pedido de alrededor de 300 unidades. Todavía trabajamos con el mismo proveedor, e invisibobble se convirtió en su mayor cliente.

Felix y yo estuvimos contactando a distribuidores en el Reino Unido y logramos organizar una reunión con un tipo de un pequeño pueblo al norte de Inglaterra del que jamás habíamos oído hablar. Los distribuidores son absolutamente cruciales para empresas como la nuestra, porque tienen redes de minoristas y peluquerías a los que les venden; conseguir la distribución correcta, sin duda, ayuda a crecer.

Tomamos el tren hacia el norte la noche antes de nuestra reunión y nos sentamos en la pequeña cama de nuestra habitación de hotel para ensayar lo que diríamos. Fuimos a WHSmith17 y compramos la pluma fuente más lujosa posible creyendo que nos haría ver más adultos y profesionales que un bolígrafo de plástico. Imaginamos un escenario al estilo de Dragon’s Den o Shark Tank en el que cuatro empresarios estarían sentados en una sala con expresiones de entusiasmo en sus rostros y un fondo de ladrillos a la vista mientras nosotros, de pie, dábamos un discurso de venta sobre nuestras gomas plásticas para el cabello. Después de nuestra presentación, ellos pelearían para ver quién invertiría en el proyecto.

No fue así en absoluto.

La reunión transcurrió en una pequeña habitación no calefaccionada y la única persona de esta empresa de padre e hijo que apareció fue el hijo. Sin embargo, el hijo parecía bastante optimista con respecto a invisibobble. Finalmente, llegó el padre.

 

—Hey, soy Peter —dijo—. ¡Vaya! Qué frío. ¡Tendré que sentarme sobre mi abrigo!

Dijo esto usando su acento del noreste, que por momentos nos costaba mucho entender. Hubo muchas expresiones de este tipo durante la presentación.

La mayor parte del tiempo no pareció estar interesado en nosotros en absoluto. Y, por cierto, ¿por qué lo estaría, considerando que nuestro producto tenía un aspecto tan extraño y un precio de venta mayor al de las gomas comunes para el cabello? A pesar de esto, mientras más hablábamos, mejor comprendía que realmente habíamos pensado en el concepto y que lo que ofrecíamos sería una manera sencilla de lograr que su equipo pudiera ganar dinero extra vendiendo invisibobbles junto con sus champús y otros productos para el cabello conocidos en la industria como “líneas húmedas”. Para el final de la reunión, Peter se disculpó por sus quejas y por el frío, y dijo que creía que realmente teníamos algo entre manos. El caballero y su hijo en el noreste firmaron para ser nuestros distribuidores en la región.

Aún teníamos 19, pero honestamente aparentábamos tener unos 15 años (la pubertad había llegado un poco tarde) y creo que nuestra apariencia, en ocasiones, hacía que la gente no nos tomase muy en serio. Nos sentíamos ridículos al pensar que éramos niños haciendo una presentación para adultos. Consideramos que nuestra edad debería, al menos, comenzar con un dos; así, de repente, nos encontramos diciendo que teníamos 22 años.

No siempre nos creían. En esos casos debíamos dar marcha atrás y admitir que aún éramos adolescentes. Sin embargo, las reacciones de la gente solían ser positivas desde un principio, y todavía hoy mantenemos algunas de esas primeras relaciones. El tipo que fabrica nuestro packaging de plástico transparente dice que cuando comenzamos a trabajar juntos sintió que éramos sus nietos.

Si bien teníamos nuestro packaging, nuestra presentación y algo parecido a una oficina en Múnich, ya que New Flag nos permitía tener allí un escritorio, todavía llevábamos apenas unos meses al frente de invisibobble (en este momento nos encontrábamos más o menos en otoño de 2012) y éramos un emprendimiento emergente muy rudimentario. Felix y yo asistíamos a reuniones con distribuidores, hacíamos más pedidos con nuestro proveedor de Alibaba y destinábamos tiempo a enviar packs de productos. Luego, volvíamos a la universidad para intentar ponernos al día con nuestros estudios, pero, siendo realista, a estas alturas diría que pasaba el 80% de mi tiempo haciendo cosas de invisibobble y el 20% estudiando. No era un buen equilibrio; de hecho, no era un equilibrio en absoluto. Hubo montones de noches en las que me desperté a las 3 de la mañana sintiendo pánico, o bien por una fecha límite para la entrega de un ensayo, o bien por pensar en si invisibobble crecería para convertirse en algo y cómo podríamos hacer que eso sucediera.

Al ser nuestros productos tan pequeños, Dani y Niki hallaron un lugar para las cajas en el depósito que tenían en las afueras de Múnich, y los cargamentos llegaban allí desde China antes de ser enviados a nuestros distribuidores por el administrador de almacenamiento de New Flag.

Hacia el final de 2012, nuestro primer año en el negocio, obtuvimos ingresos por alrededor de USD 90.000 y éramos rentables. Definitivamente no estábamos pagándonos un salario, debido a que reinvertíamos todas las ganancias en invisibobble para comprar más stock.

El feedback que recibíamos por el producto seguía siendo muy variado. Podríamos habernos dado por vencidos (y muchas veces la gente lo hace), pero a pesar de que algunas personas pensaban que las invisibobbles eran ridículas, nos mantuvimos firmes.

En este punto, Felix todavía debía confiar en mí con respecto al potencial de nuestras gomas para el cabello, porque eran un producto enfocado en el público femenino y porque las gomas en sí eran mi pasión. Nosotros decidimos seguir adelante, y nuestro objetivo para 2013 fue volvernos internacionales. ¡Hurrah!

13. En español, ‘llámame Drella’. (N. del T.)

14. En español, ‘Cenicienta’. (N. del T.)

15. En inglés, juego de palabras entre meant to be, ‘predestinado’ y mint, ‘menta’. (N. del T.)

16. En inglés, juego de palabras entre rush hour, ‘hora pico’ y blush, ‘rubor’. (N. del T.)

17. Conocida cadena de tiendas minoristas de Gran Bretaña. (N. del T.)

6.

Una fuga de agua en Leamington Spa


LO QUE APRENDÍ:

• El vómito puede activar los detectores de humo.

• Conoce a tu comprador: la preparación es clave a la hora de reunirse con minoristas.

• Crear tu propia empresa es una de las cosas que más ansiedad pueden provocarte en la vida.

Nos llevó un tiempo llegar al packaging adecuado, pero para marzo de 2013 ya usábamos nuestras adorables cajas cúbicas de plástico para 3 unidades y las presentábamos en las peluquerías usando nuestros exhibidores de cartón para 24 cajas. Vendíamos las cajas en Alemania por unos USD 5,50. En el Reino Unido se vendían por USD 6.

A pesar de que obtuvimos ingresos razonables en nuestro primer año, aún éramos bastante pequeños. Por medio de nuestro vínculo con New Flag, con quienes operábamos básicamente como una compañía unificada, estábamos en peluquerías del Reino Unido y de Alemania, pero las invisibobbles seguían siendo un producto de nicho. Necesitábamos un comerciante minorista.

Dani y Niki nos habían contactado con una gran cadena de farmacias de Gran Bretaña; nos dijeron que estaban “algo” interesados, pero en realidad les entusiasmaba más la idea de que nos convirtiéramos en sus proveedores y vender nuestras hair ties bajo una marca propia.

Se habla de marca propia —o marca privada— cuando una tienda crea su propia versión de algo. Así, por ejemplo, Tesco (la cadena de supermercados más grande de Gran Bretaña) vende botellas de kétchup Heinz por alrededor de USD 3,40, pero también vende botellas de kétchup con la marca Tesco por más o menos USD 1,20. Es probable que Tesco tenga un fabricante que hace una variedad de productos para su rango de artículos de marca propia, y la estrategia es, generalmente, la de venderlos más baratos que los de las marcas conocidas.

Detrás de esto hay mucha psicología involucrada. A menudo, las personas compran el producto de marca, como Heinz, en lugar de la versión de marca propia debido a que hay una percepción de que los productos de marca son de una calidad superior. Esto puede deberse a las campañas de publicidad o a que las personas piensan que los productos de marca, como Heinz, son mejores simplemente porque son más caros.

No queríamos que nuestras hair ties se convirtieran en un producto con el sello de una tienda, algo que podrían vender con una etiqueta propia abrochada a un cartón como cualquier hair tie común y corriente. Parte de la idea detrás de invisibobble era cambiar por completo la categoría de accesorios para el cabello y convertir nuestro producto en algo que las personas estarían orgullosas de comprar, haciendo que se viera diferente y presentándolo de una manera totalmente nueva.

En todos los lugares a los que íbamos, los minoristas nos decían que estábamos locos por siquiera pensar que habría alguna remota posibilidad de vender este producto en donde fuera. ¿Por qué alguien gastaría USD 8 (que es el valor al que vendemos hoy invisibobbles en EE. UU.) en hair ties de plástico cuando podía fácilmente conseguir 20 hair ties comunes por USD 3?

De todas maneras, la cadena británica aceptó tener una reunión con nosotros. Para que invisibobble pareciera una empresa más formal, Dani y Niki nos acompañaron. Si bien seguíamos pareciendo niños pequeños, al menos Dani y Niki aparentaban ser niños un poco más grandes que nosotros.

La oficina principal estaba en una pequeña ciudad del centro de Inglaterra, y muchas de las personas que vivían allí trabajaban para la compañía. La central era impactante: se veía muy corporativa y abrumadora. Nos hizo sentir, a nosotros y a nuestros productos, aún más chicos de lo que éramos.

A medida que nos acercábamos a la recepción, pudimos ver la parte superior del monitor de una computadora y un montón de cabello oscuro y brilloso ajustado en un rodete alto con forma de dona. Tenía el tamaño de una pelota de futbol para niños. Me acerqué algo nerviosa y el rodete se alejó del monitor para revelar un rostro redondo y amigable que, evidentemente, había sido sometido a una larga sesión de decoración aquella mañana. Dije quiénes éramos y ella lo escribió en el teclado de su computadora usando las uñas más largas que vi.

—Siéntate, cariño —dijo—. Tu comprador va a recibirte pronto.

Nos sentamos, sintiéndonos las personas más jóvenes e inexpertas del lugar. Había una atmósfera de eficiencia corporativa, con mujeres que usaban faldas de tubo azules y tacones de media altura para reunirse con vendedores de los mayores fabricantes de cosméticos del mundo. Pertenecían a compañías como Procter & Gamble, que crean marcas de miles de millones de dólares como Olay y Pantene, y L’Oréal, que posee todo, desde Maybelline hasta Lancôme. La mayoría de quienes aguardaban para entrar a reuniones eran personas de mediana edad que vestían trajes de negocios, y formaban parte de este tipo de empresas que venden maquillaje, champú, pasta dentífrica, pañales, analgésicos, cuchillas de afeitar, perfumes, tinturas para el cabello, desodorantes y todo tipo de lociones y pócimas a gran escala.

Para ellos, el objetivo era conseguir posicionar la mayor cantidad posible de productos en las estanterías, comprando espacio de exhibición por metro para poder dominar la categoría. Si observan la sección de pasta dentífrica en cualquier supermercado o cadena de farmacias, comprenderán lo que digo.

Las relaciones con los compradores de comercios minoristas son críticas para una marca: ellos son quienes deciden vender los productos y cuánto espacio de exhibición darles. Si los productos no se venden bien, los equipos de compra pueden amenazar con retirarlos, y los fabricantes pueden tener que responder con una gran campaña publicitaria para mover más productos o reducir su precio. Los compradores tienen poder, y conocer a uno de una gran cadena minorista con más de 2.000 comercios en el Reino Unido era algo muy importante para nosotros.

Representando a nuestra pequeña marca con nuestra versión cool de la elegancia, blazers y jeans oscuros, realmente sobresalíamos. No hubo que esperar demasiado hasta que vino a buscarnos nuestra compradora, una chica de entre 20 y 30 años, muy capaz, llamada Julie. Caminamos por un pasillo repleto de salas de reunión y nos sentó afuera de una de ellas “para tener una charla”.

Su actitud era firme y eficiente. A menudo las grandes cadenas se enfocan en las operaciones y en asegurarse de que las cosas lleguen del punto A al punto B en la cantidad adecuada y en el tiempo correcto, y necesitan también asegurarse de que los proveedores vayan a poder cumplir con sus requisitos.

Intentamos tomar todo eso en cuenta para nuestra presentación, que era muy detallada en cuanto a las cifras. Si bien fue rigurosa, nuestra compradora también fue amigable, y comprendió que éramos una compañía joven con un producto nuevo. Se mostró positiva y dijo que nos contactaría con la posibilidad de hacer una prueba.

Volvimos a la universidad sintiéndonos optimistas, pero debimos ponernos serios para ocuparnos de nuestras tareas académicas. No podía dejar de pensar en si estos empresarios minoristas le darían una oportunidad a invisibobble, lo que era muy emocionante, pero a la vez tenía libros por leer y vocabulario de administración que entender. Algunos días la cabeza me daba vueltas por la cantidad de trabajo, y fueron muy pocas las ocasiones en las que me sentí en verdad relajada. El estrés estaba comenzando a acumularse.

 

Un par de meses después, durante las vacaciones de Pascuas, estaba en una montaña en Suiza con algunos amigos de la universidad. Habíamos ido a esquiar por un par de días y estábamos tomándonos un descanso para almorzar. Sonó mi teléfono. Era Felix. “¡Confirmaron que quieren hacer un pedido de invisibobble!”, dijo.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y dejé la mesa disculpándome. Caminé hacia un punto a la vuelta de donde estaba y solté un pequeño grito. Un minorista enorme, inmenso, había accedido a vender invisibobble. No podía creerlo. Volví a ponerme las gafas de sol y regresé con mi grupo. “¿Sucedió algo malo?” preguntó uno de mis amigos. “Estoy bien”, respondí. No dije nada más.

No quise contarle sobre el pedido a ninguno de mis amigos por un par de razones. En primer lugar, porque no quería que pareciera que estaba alardeando para recibir atención. Además, todos estaban preocupándose por sus exámenes y por qué promedio general18 (una forma de comprender qué tan alta o qué tan baja fue tu puntuación en los exámenes) obtendrían, así que hablar sobre invisibobble no parecía interesante ni relevante, y probablemente resultaría en respuestas silenciosas y rostros inexpresivos. Era más sencillo no decir nada.

Más que un encargo concreto, una confirmación de pedido es simplemente una declaración de que un minorista desea vender tu producto en sus tiendas. A partir de ese punto deberíamos negociar cuántas tiendas venderían invisibobble e intentar persuadirlo de aceptar la mayor variedad de colores posible. Era la primavera19 de 2013, las invisibobbles llegarían a las tiendas en octubre y despacharíamos el pedido al minorista cerca de agosto. Hasta ese momento solo se había vendido nuestro producto en peluquerías, y, por eso, conseguir un pedido de un minorista del Reino Unido con alcance nacional era una noticia muy emocionante.

¡Apenas habían pasado 15 meses desde la noche en que había sujetado mi cabello con un cable telefónico y ahora podríamos abastecer a un minorista nacional! Pero aún sentía que debíamos aclarar nuestras ideas y acelerar la marcha.

Eso resultó ser difícil. Nunca antes había tenido una crisis nerviosa, pero en ocasiones llegas a un punto en tu vida en el que la curva de ansiedad se dispara hacia arriba y pasas raspando por el abismo de que todo se desplome. Luego recuperas la compostura y, gradualmente, vuelves a bajar la curva hacia la normalidad. Durante mi segundo año en la universidad pude sentir cómo iba escalando esa curva. Me desesperaba a las 3 de la mañana sin lograr volver a dormir. No podía concentrarme, no podía comer y bajé de peso. Cada vez que alguien me molestaba con cualquier cosa, me ponía a llorar, y no suelo ser así en absoluto.

En mayo de 2013 los exámenes estaban cerca. Nos encontrábamos en las negociaciones finales con la cadena de farmacias y estábamos, a la vez, trabajando con diferentes distribuidores. Teníamos otros dos minoristas británicos interesados, y la combinación de todas esas cosas se estaba volviendo demasiado pesada.

Cuando comienzas a enviar pedidos a distribuidores, no tener noticias es una buena noticia. No recibes elogios por lo que haces bien. El silencio es el mejor halago. Sin embargo, comenzamos a recibir quejas por la calidad, o por envíos que llegaban tarde, y se sentía como si la gente estuviera diciendo “eres un pedazo de mierda, tus productos son una mierda, ¿por qué son tan caros?”.

Es muy diferente hacer un envío retrasado a un gran distribuidor que a una peluquería que hace un pedido en línea, porque en el último caso, lo peor que puede pasar es tener un cliente enojado. Con una empresa de distribución es algo como “¿qué demonios estás haciendo?”. Y en nuestro caso, ellos eran un millón de veces más grandes que nosotros.

Lo cierto es que cometimos errores. Pasamos de no ser nada a tener distribuidores y recibir pedidos por parte de un minorista nacional, pero seguíamos haciendo todo solos; y mientras más alto subes, más grande es la caída. Por mucho que estuviéramos aprendiendo y divirtiéndonos, nuestra preocupación era casi constante. Era como una montaña rusa: teníamos picos enormes cuando encontrábamos un nuevo distribuidor o un minorista se interesaba en nosotros, y luego fuertes depresiones cuando volvíamos a caer por algo que había salido mal en el negocio.

Un día alcancé lo que considero el punto más bajo de mi paso por la universidad. Estaba en la biblioteca del campus intentando trabajar, pero no podía debido a que tenía demasiada ansiedad corriendo por mis venas. Venía de una de esas noches de despertarme a las 3 de la mañana, y a pesar de que llevaba muchas horas sin dormir, no había tenido hambre. Sentía el estrés a nivel físico: lo podía sentir especialmente en mis rodillas, y debía ponerme de pie constantemente para agitar mis piernas y hacer que la sensación se fuera. Caminé hasta las escaleras de la biblioteca, me senté y llamé a Felix.

—.N n n n no pue no pue... No puedo seguir haciendo esto —sollocé. Era el tipo de llanto en el que tu rostro se vuelve realmente feo y no puedes respirar. Estaba desconsolada.

—Sí, puedes. Trágatelo. Tienes un examen, como todo el mundo. Y simplemente vas a superarlo.

Eso no era lo que necesitaba oír.

—Vete a la mierda. —Corté.

No podía parar de llorar. Era la clase de sollozo en el que tus hombros se agitan y tu rostro está estrujado y rojo, como si tu cuerpo intentase expulsar algo. Mi cara era la definición de la angustia y el estrés. Tuve que arrastrarme por el campus hacia la parada del autobús y, cuando llegó, me senté durante media hora sin dejar de llorar desconsoladamente. Finalmente, llegué a mi habitación de mierda en mi casa de mierda donde podía continuar llorando feo en paz.

Diría que tenía tanta ansiedad que pasé todo un mes al borde de una crisis nerviosa durante el final de ese segundo año en la universidad.

Felix a veces era muy duro, es cierto, pero no podría haber comenzado el emprendimiento sin él. Atravesar algo así completamente por mi cuenta hubiese sido imposible, porque en la universidad me sentía totalmente sola. Nadie comprendía por lo que estaba pasando, y la gente a menudo se burlaba de invisibobble. “Ja, ja, es una goma para el cabello, ¿qué tan estresante puede ser?”. Incluso cuando comenzó a aparecer en las grandes cadenas minoristas, sus reacciones eran del tipo: “Oh, entonces creaste el producto y está en las tiendas, entonces, ¿qué otra cosa tienes que hacer?”. Ahora las personas comprenden un poco mejor que invisibobble es mi vida y lo que hago durante todo el día, todos los días, pero aun así hasta hace no mucho seguían preguntándome: “¿Este es tu trabajo de tiempo completo?”.

Lo cierto es que Felix y yo nos complementábamos porque su carrera tenía muchas más asignaturas que la mía; algunos días al mes él se dedicaba a trabajar duro en lo académico mientras yo me ocupaba de invisibobble. En mi caso, la carrera era más bien algo como nada, nada, nada y luego la MUERTE durante la que debía tomarme varias semanas por fuera del negocio para concentrarme en mis estudios.

Estábamos llegando al final de nuestro segundo año en la universidad y todos teníamos exámenes. Felix y yo estábamos, además, negociando el volumen de producto que encargaría la cadena de farmacias. Habían accedido a vender invisibobbles de cuatro colores (negro, marrón, blanco y azul) en 250 tiendas. Estábamos muy contentos, pero también muy estresados porque tuvimos que repasar durante las negociaciones, y esto implicaba hacer numerosos viajes al centro de Inglaterra en pleno período universitario. Había mucha administración involucrada en el proceso, y uno de los formularios que debimos completar estaba relacionado con la calificación crediticia de New Flag (por entonces New Flag era dueño del 50% de invisibobble y todo el papeleo incluía su nombre, ya que habíamos decidido que sería la empresa que nos representaría al tratar con distintas sociedades). Llamé a Niki para pedirle el dato.

—No —dijo Niki al otro lado del teléfono.

—¿Por qué no?

—No podemos permitirles verificar nuestro crédito. No funcionará.

—¿Qué?

—Bueno, hubo una factura que olvidamos pagar el año pasado.

—¿Qué factura? ¿Por qué importe?

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