Los Milagros de Jesús

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Capítulo 3

Alimentando a los Cinco Mil

Mateo 14:13-21 • Marcos 6:32-44 Lucas 9:10-17 • Juan 6:1-13

Pastor y Oveja

Todos los cuatro Evangelios mencionan el milagro de Jesús alimentando a los cinco mil hombres, sin contar mujeres ni niños. Si estamos de acuerdo que hay tantos hombres como mujeres, la multitud se dobla en tamaño. Y si agregamos a los niños, el conteo total puede bien exceder las veinticinco o treinta mil personas. Alimentar a tal multitud sin detenerse a pensar, sin duda es un milagro.

Los escritores de los Evangelios también relatan cuándo y dónde ocurrió el milagro. Jesús y sus discípulos habían ido a un lugar solitario apartado de ciudades y aldeas cercanas. Eso fue en la orilla oriental del Lago de Galilea, en la primavera de ese año, probablemente en Abril, cuando el pasto aún estaba verde. Jesús eligió este lugar para tener privacidad y estar lejos de las multitudes que lo seguían por doquiera que iba.

Sin embargo, la quietud que Jesús y sus discípulos buscaban llegó al final, cuando la gente se le acercó por miles. Ellos caminaron alrededor del lago y llegaron donde Jesús estaba, anhelando que los sanara de sus enfermedades y que les enseñara.

Jesús pasó el resto del día ministrando a la gente porque estaban como ovejas sin pastor. Aunque el clero de ese tiempo trataba de darles dirección espiritual e instrucción religiosa, ellos fracasaron. Jesús llenó esa necesidad. Él cuidó a la gente con su enseñanza y con sus hechos, Él sanó a los enfermos y afligidos.

La gente se quedó hasta el final del día y pronto se hizo evidente que necesitaban alimento físico. El tiempo de enseñar a las multitudes había terminado y el momento de suplir las necesidades de sus cuerpos físicos había llegado. En un sentido, Jesús se convirtió en su gentil anfitrión, en tanto que ellos se convirtieron en sus ilusionados invitados. ¿Sería Él capaz de cuidar de esta inmensa multitud e incluso ser su proveedor?

Todos los escritores de los Evangelios relatan que los discípulos se le acercaron a Jesús con la sugerencia de despedir a las multitudes para que fueran a comprar comida en las aldeas cercanas. Pero Jesús sabía exactamente lo que iba a hacer. Él preguntó a los discípulos si tenían el dinero para comprar suficiente pan para todas esas personas. Él quería que ellos participaran en la labor de alimentar a la muchedumbre y probó su fe al enseñarles a satisfacer las necesidades físicas de las multitudes.

Felipe hizo un cálculo rápido y estimó que la cantidad de dinero que un trabajador ganaba en ocho meses no sería suficiente para darle a cada persona un pedazo de pan. Él comprendió rápidamente la imposibilidad de satisfacer las necesidades de las multitudes. Su sugerencia había sido una simple suposición y ahora él veía a Jesús ayudar a resolver el problema.

Pan y Pescado

Andrés, el hermano de Simón Pedro, observó que un muchacho tenía cinco hogazas de pan de cebada y dos pequeños pescados. Esto era suficiente para calmar el hambre de un muchacho pero no era nada para una multitud. Por eso, Andrés le preguntó a Jesús hasta qué punto esta diminuta cantidad de comida satisfaría la necesidad de una multitud. Andrés no comprendía que estaba en presencia del Creador del universo que alimenta diariamente a todas sus criaturas. Es más, los discípulos no vieron que Jesús nunca envía a la gente lejos con las manos vacías. Él siempre ministra a quienes dependen completamente de Él.

El pan de cebada era consumido por los pobres que no podían comprar un pan hecho de mejores granos. La cebada no es apropiada para hacer un pan compacto; el trigo y el centeno son granos más adecuados para ese propósito. Los dos pequeños pescados eran del tamaño de las sardinas que servían como condimento cuando estaban saladas. Esta fue la elección de Jesús para alimentar a la multitud.

Jesús ordenó a los discípulos que hiciera que la gente se sentara sobre el pasto verde en grupos de cien y de cincuenta. Esto fue hecho por familias y de esa manera, el número total podía ser rápidamente contado. Ellos se sentaron agrupándose en una manera ordenada, así que no hubo confusión. Los jefes de familia se encargaron de reunir a sus propios clanes, en una forma muy parecida a como Moisés agrupó a los israelitas en el Desierto del Sinaí.

Luego Jesús tomó el pan y los peces en sus manos, miró al cielo y bendijo el alimento dándole gracias a Dios, el proveedor de todo lo bueno y perfecto. De esa manera, Él demostró a la gente su dependencia en Dios para suplir sus necesidades diarias y la necesidad de expresar gratitud.

Cuando Jesús partió el pan, el milagro de la multiplicación ocurrió de una manera que puede ser explicada al compararlo con el milagro que Jesús realiza cuando Él alimenta diariamente a toda la población de la tierra. Sin duda, ¡esa hazaña es un milagro!

Jesús dio el pan y los peces a los discípulos, quienes a su vez lo pasaron a la gente hasta que todos estuvieron llenos. Cuando cada uno estuvo satisfecho, Él dijo a los discípulos que reunieran las piezas sobrantes de pan y pescado para que nada se desperdiciara. Toda la comida sobrante ocupó doce canastas.

Este milagro describe a Jesús cuidando las necesidades tanto espirituales como físicas de la gente. Él les enseñó la Escritura del Antiguo Testamento y les trajo la revelación de Dios. En resumen, Él les dio el pan de vida, y al final del día, los alimentó físicamente con pan y pescado.

Puntos para Reflexionar

 Dios es bueno con todos, pues Él hace que la lluvia caiga sobre justos e injustos. De hecho, Él provee diariamente comida y bebida para toda la gente, aun cuando algunos experimentan períodos de hambre. En pocas palabras, este acto en sí mismo es un milagro que exige respuestas de gratitud de quienes lo reciben.

 En el tiempo de la comida, los cristianos expresan su gratitud a Dios y con frecuencia enseñan a sus hijos a orar: “Dios es grande, Dios es bueno y le agradecemos por nuestra comida”. Jesús expresó su gratitud a Dios Padre y mediante su ejemplo enseña a los cristianos a expresarle su gratitud a Él también. Sin embargo, olvidar dar gracias es una señal de ingratitud y negarse a hacerlo es un acto de insolencia que culmina apartando a la persona del Dios viviente.

 La gente que Jesús alimentó probablemente pensaba en el profeta Elías, cuyo milagro en Sarepta consistió en que el tarro de harina de la viuda nunca estuviera vacío y su jarra de aceite nunca se secara (1 Reyes 17:7-15). Y ellos recordaron que el profeta Eliseo alimentó a cien hombres con veinte panes de cebada y aún sobró comida (2 Reyes 4:42-44).

 Aquí, ellos reconocieron que había un profeta mucho más grande que Elías y Eliseo. Ellos reconocieron al que Moisés había anunciado, al Mesías, el Gran Profeta. Ellos incluso quisieron hacerlo su rey para derrocar a los invasores romanos. Pero Jesús no sería un rey político en un reino terrenal. Él es el Rey de reyes y Señor de señores en un reino que no es de este mundo.

Capítulo 4

Jesús Camina sobre el Agua

Mateo 14:22-23 • Marcos 6:45-51 • Juan 6:16-21

Un Bote Lento

Después de una tarde placentera con parientes y amigos, sabemos que ha llegado el momento de decir adiós. Luego, a los amables anfitriones nos queda la tarea de limpiar y ordenar las habitaciones y de lavar los platos. Después nos relajamos por un momento antes de retirarnos para descansar en la noche.

En un sentido, esto es lo que le sucedió a Jesús y sus discípulos. Después de alimentar a una multitud de cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños, Jesús despidió a la gente. Él dijo a sus discípulos que entraran al bote y se adelantaran para cruzar el Lago de Galilea hacia la ciudad de Betsaida. Él se retiró y fue a un lugar alto a orar. Él necesitaba tiempo para estar a solas y en comunión con su Padre. Entre otras necesidades, Él oró por la seguridad y el bienestar de los discípulos que necesitaban su protección de los tormentosos elementos del viento, el agua y las olas.

Los discípulos entraron al bote tarde en la noche. Tan pronto como ellos dejaron la orilla, enfrentaron un viento que pronto se convirtió en tormenta. Los discípulos no podían avanzar. Sin poder izar una vela, sólo podían usar sus remos, pero todos sus recursos humanos parecían ser de poca utilidad. Ellos entendieron que su progreso era mínimo y que después de muchas horas de estar remando no habían avanzado más allá de la mitad del lago. Al final de la noche, ellos aún estaban a casi cinco kilómetros de su destino. Cansados y frustrados, ellos sabían que su esfuerzo había terminado sólo en un éxito limitado.

Los discípulos preguntaban por qué Jesús los había enviado solos en la noche a cruzar el lago. ¿Él los había abandonado? Ellos querían escuchar de Él, especialmente en medio de las tormentosas aguas, palabras de seguridad; ellos recibirían su poder omnipresente sobre la naturaleza. Ciertamente ellos preguntaban dónde podría estar Él. ¿Acaso durmiendo mientras ellos se esforzaban?

De repente, ellos vieron a alguien caminando sobre las olas del lago. Ellos habían remado durante toda la noche sin haber avanzado sustancialmente y ahora veían a la distancia una tenue figura que se acercaba sin esfuerzo, como si los fuera a pasar. ¿Cómo podía un hombre caminar sobre la superficie de las olas como si estuviera por tierra seca? ¿No se hundiría y se ahogaría? Ellos estaban llenos de miedo. De repente, uno de ellos gritó: “¡Es un fantasma!” Todos estaban de acuerdo en que era un fantasma, una ilusión, un espíritu demoníaco flotando como una aparición por encima de la superficie del agua. Ellos estaban aterrorizados y todo rastro de valentía desapareció.

 

Luego ellos oyeron una voz familiar, la de Jesús diciéndoles: “¡Cálmense! Soy yo. No tengan miedo.” Jesús no los había abandonado del todo. Él había pasado tiempo orando, pidiéndole a su Padre que los protegiera de todo mal y peligro. Pero ahora Jesús quería fortalecer su fe en Él, demostrándoles que controlaba los elementos. Ellos presenciaron el milagro que Jesús realizó justo delante de sus ojos, ejerciendo todo su poder sobre la naturaleza; Él fue capaz de desafiar las leyes de la gravedad y de la hidrodinámica. Las fuerzas físicas estaban totalmente sujetas a Él.

Fe y Temor

Este milagro produjo en Pedro la reacción que Jesús había pretendido, es decir, que Pedro pusiera su fe en Él. Pedro dijo: “Señor, si eres tú, mándame que vaya a ti sobre el agua.” Él no dudó por un momento que esa persona era Jesús. En efecto, dado que él sabía que era Jesús, le preguntó si podía caminar con Él sobre el agua. Su petición no estaba queriendo decir que él era más fuerte en la fe que los otros discípulos. Pedro quería estar cerca de Jesús para poder experimentar también del poder de Cristo sobre la naturaleza. Él necesitaba la aprobación divina del Señor para hacer que este milagro se volviera auténtico para él en respuesta a la fe.

Mientras Pedro miró a Jesús, efectivamente pudo caminar sobre el agua aun cuando el viento soplaba y las olas crecían. Al momento que él apartó su mirada del Señor y vio la fuerza del viento y del agua, se precipitó a lo profundo. Pero antes de hundirse, él gritó pidiendo ayuda. Inmediatamente Jesús lo tomó de la mano y lo sacó del agua. Y una amable reprensión salió de los labios de Jesús: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” Luego ambos subieron a bordo y para el absoluto asombro de los discípulos, el poder del viento se detuvo en seguida. Ellos adoraron a Jesús y dijeron: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios.”

Pedro no pudo mantener su mirada en Jesús y por lo tanto, empezó a hundirse. Cuando él gritó, “¡Señor, sálvame!”, Jesús lo tomó de la mano y lo subió al bote. Observe que la urgente oración de Pedro por su vida fue seguida por una genuina adoración.

Jesús caminó sobre el agua, Pedro caminó sobre el agua y el viento dejó de soplar. ¿Cuál es la importancia de esta serie de milagros? ¿Cómo explicar estos fenómenos? Podemos comenzar con la alimentación de los cinco mil, donde Jesús demostró su poder para hacer un milagro extraordinario. Eso debería haber dejado una indeleble impresión en los discípulos que, desde una perspectiva humana, Jesús podía hacer lo imposible. Pero sus mentes estaban embotadas debido a la falta de sueño y al cansancio de sus extremidades. Sus corazones eran crueles e insensibles. En medio de una tormenta y cansados por los remos, los discípulos no podían aplicar el significado del milagro a la situación por la que pasaban. Ciertamente, el milagro de Jesús caminando sobre el agua se dio de manera inesperada en la noche y en condiciones climáticas adversas.

Jesús dijo a los discípulos: “Soy yo. No tengan miedo.” Al pronunciar las palabras, “Soy yo”, Él asumió la identidad del Dios que envió a Moisés a los israelitas en Egipto a decirles: “Yo soy me ha enviado a ustedes” (Éxodo 3:14). Dios se reveló a sí mismo como el Dios Omnipresente que hizo milagros entre ellos en Egipto y en la travesía del Mar Rojo. De manera similar, Jesús caminó sobre el agua del Lago de Galilea y se identificó como divino. Sus discípulos lo adoraron como el Hijo de Dios, el Mesías.

Como Amo del universo, Jesús podía desafiar las leyes de la gravedad porque Él es el legislador y por su divino poder, Él anula esta ley. Pedro pudo caminar sobre el agua porque su fe en Jesús se lo permitió. Pero cuando él apartó su mirada de Jesús y comenzó a vacilar, el milagro terminó para Pedro.

El viento dejó de soplar en el momento en que Jesús subió al bote. Este fenómeno también ocurrió en un incidente anterior cuando Él calmó la tormenta en el Lago de Galilea. Ahora, con Jesús a bordo, los discípulos llegaron al otro lado rápidamente, lo cual puede ser interpretado como otro milagro, aunque de menor importancia.

Puntos para Reflexionar

 Cada vez que los discípulos abordaban el bote de pesca, Jesús realizaba un milagro más frecuentemente, como por ejemplo: calmar una tormenta, atrapar una cantidad de peces y caminar sobre el agua. Pero, ¿cómo desafió Jesús las leyes de la gravedad y la hidrodinámica? La respuesta a esta pregunta sólo puede ser dada al ver a Jesús como el Creador del universo. ¿Acaso el que creó tanto la fuerza de gravedad como los cuerpos de agua, no tiene el control sobre lo que ha hecho? Debido a su divinidad, Él tiene autoridad sobre los elementos de la naturaleza.

 Jesús hizo el milagro de caminar sobre el Lago de Galilea para fortalecer la fe de los discípulos y asegurarles que ellos no tenían nada que temer. Él se identificó con las palabras “Soy yo”, las cuales en un sentido constituyen el mismo nombre de Dios. Observe que Jesús pronunció esta misma auto-identificación en el Jardín de Getsemaní, con el resultado que los guardias del Templo que vinieron a arrestarlo cayeron al suelo.

 Los discípulos tenían que aprender la lección del acercamiento de Jesús en medio de una tormenta. Ellos gastaron su energía remando un bote durante la noche. Aunque ellos hicieron pequeños progresos, vieron el poder milagroso de Jesús sobre las leyes de la naturaleza. Por esa razón, ellos lo reconocieron y lo adoraron como el Hijo de Dios.

 Pablo escribió: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Eso significa que él podía hacer todas las cosas en la presencia del Señor, mientras caminara con la certeza de seguir los pasos de Jesús. Los seguidores de Jesús encuentran frecuentes tormentas en sus vidas, pero mientras sepan que Él está cerca, ellos están seguros.

Capítulo 5

Alimentando a los Cuatro Mil

Mateo 15:29-39 • Marcos 8:1-10

Comida para Todos

Un sabio maestro sabe que la repetición es la fórmula comprobada para un buen aprendizaje. Para ayudar a los estudiantes a aprender una lección, el maestro debe repetirla de vez en cuando. Jesús no fue la excepción a esta regla. Por ejemplo, los Evangelios presentan relatos duplicados de las Bienaventuranzas, la Oración del Señor y la parábola de la Oveja Perdida.

Los escritores de los Evangelios registran los dos milagros de la alimentación de los cinco mil y de los cuatro mil. Algunos creen que este es uno solo y el mismo milagro expuesto por dos reportes diferentes. Pero la abrumadora evidencia demuestra que hay dos ocasiones, escenarios, locaciones y métodos contrastantes. En el primero, la gente está con Él sólo un día; en el otro, ellos se quedan por tres días. Incluso Jesús mismo se refiere a estos dos incidentes cuando Él pregunta a los discípulos acerca de la cantidad de comida sobrante que ellos habían reunido. Ellos respondieron en el primer relato que hubo doce canastas y en el segundo sólo siete.

Multitudes de personas calculadas en varios miles habían venido donde Jesús. Entre ellos había varios enfermos: el ciego, el lisiado y el mudo. Él los sanó y el ciego pudo ver, el lisiado caminó y el mudo habló. Sin duda hubo muchos otros que sufrían pérdida del oído, estaban poseídos del demonio o incapacitados de una u otra manera. Jesús los sanó a todos con la consecuencia que todos glorificaron al Dios de Israel.

La multitud permaneció con Jesús por tres días, durante los cuales consumieron todas las provisiones que habían traído con ellos. Jesús sintió compasión y comprendió que había llegado el momento de actuar. Si Él enviaba a la gente a casa con hambre, ellos podían desmayarse por el camino.

Los discípulos de Jesús preguntaron dónde podían encontrar comida suficiente para alimentar a una multitud tan grande. Su pregunta fue una simple cuestión de hecho, pues ellos ya sabían la respuesta. Obviamente, ellos recordaban lo que Él había hecho antes, al alimentar a una multitud.

El Mismo Milagro

Jesús preguntó a los discípulos cuántos panes tenían y ellos respondieron: “Siete, y unos pocos pescaditos.” Esta cantidad sería insuficiente para los discípulos y mucho más para una muchedumbre. Una multitud de cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños, necesitaba ser alimentada. Si Jesús pudo alimentar a una multitud de cinco mil con cinco panes y dos pescados, Él podía alimentar fácilmente a cuatro mil con siete panes y unos pocos pescaditos. Si Él pudo realizar el milagro una vez, ciertamente podía hacerlo una vez más.

Esta vez no había grama verde sobre la cual la gente pudiera sentarse. Sólo había un suelo duro con grama seca. Esto confirma que los dos relatos no sucedieron en la misma época del año. Jesús le dijo a la gente que se sentara. Luego tomó el pan y dio gracias a Dios en oración. Luego partió el pan y se lo dio a los discípulos, quienes a su vez lo distribuyeron entre la gente. Jesús hizo lo mismo con los peces, dando gracias a Dios, y con la ayuda de sus hombres alimentó a la multitud. Pan y pescado era una comida común para la gente del área del Lago de Galilea.

En el momento en que Jesús partió el pan y el pescado, el milagro sucedió. Ningún ser humano es capaz de explicar cómo sucedió esta hazaña, pues el acto en sí mismo fue un regalo de Dios para su pueblo a través de las manos de su Hijo. Todos en la multitud comieron hasta quedar llenos y de esa manera tuvieron la energía para viajar de regreso a sus casas.

Jesús ordenó a sus discípulos que recogieran los sobrantes para que todo quedara en orden. Nada se desperdició. La comida que ellos recolectaron cupo en siete cestas completas. Estas eran recipientes considerables. Si consideramos que el apóstol Pablo fue bajado en una cesta por la muralla de Damasco cuando escapó a mitad de la noche, tenemos una vaga idea de su capacidad. No hay explicación acerca de lo que se hizo con la comida adicional, pero ciertamente la distribución a los pobres es una opción.

Jesús probó una vez más ser el proveedor tanto de las necesidades físicas como espirituales de la gente. Él despidió a la gente mientras se embarcaba con sus discípulos para ir al otro lado del lago. Ellos remaron hacia una ciudad llamada Dalmanuta, situada en la orilla suroccidental en la región de Magdala.

Puntos para Reflexionar

 La repetición del milagro del pan y los peces se enfoca en el hecho de que Jesús es el hacedor de milagros que cuida a su pueblo en necesidad. Él hace señales para que la gente venga a Él y cuando ellos responden y se acercan, Él los bendice con regalos celestiales y terrenales y luego les da descanso. Los políticos llaman a las multitudes a acercarse y escucharlos. Ellos prometen muchas cosas, pero no pueden darles los regalos que Jesús promete.

 Jesús muestra su amor a todas las personas al satisfacer sus necesidades vitales. “El amor de Dios es mucho más grande de lo que una lengua o una pluma pueden decir.” La multitud de cuatro mil, sin contar mujeres y niños, estaba compuesta por judíos y gentiles. Las multitudes habían viajado de lejos y de cerca, lo cual apunta a una multitud mixta. Durante todo su ministerio, Jesús ayudó a los creyentes y a los no creyentes por igual. Él elogió a los gentiles por su fe en Él, pero reprendió a los incrédulos que presenciaron los milagros que Él realizó en medio de ellos pero rehusaron creer. Él los comparó a los habitantes de Sodoma y Gomorra que se levantarían contra ellos en el día del juicio.

 Los discípulos en esta historia estaban involucrados en el acto de dar hasta que todos estuvieran satisfechos. Todo lo que Jesús les dio, los discípulos se lo dieron a otros y al final, ellos reunieron las sobras. La lección que su pueblo debía aprender era dar libremente a aquellos en necesidad. Usted ha recibido libremente y así mismo debe dar. Con frecuencia yo he desafiado a la gente a imitar a Dios en dar. Luego agrego la predicción de que ellos fracasarán porque Dios siempre da muchas más bendiciones de las que podemos imaginar.