Consagración personal a San José

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Día 3

El poder de intercesión

Muy querido lector:

Dentro de 28 días nos consagraremos a San José. Qué alegría saber que al unirnos a él, nos unimos de un modo especial también a la Santísima Virgen María, su esposa y junto con ellos podemos ser más perfectamente consagrados a Jesucristo.

Vamos a meditar hoy un pasaje del Antiguo Testamento narrado en Genesis 41, 55. Son muchos los autores que citan como figura de san José a José, virrey de Egipto y aplican a san José este texto: «Id a José y haced lo que él os diga». (Gen 41, 55).

El Faraón, tuvo aquel famoso sueño de las siete vacas gordas y las siete flacas. José interpretó el sueño y vio con la luz de Dios que eran siete años de abundancia y siete de hambre y aconsejó al Faraón, recoger en la abundancia en graneros para distribuir en tiempo de hambre. Cuando escuchó esto, el Faraón dijo:

¿Acaso podremos encontrar un hombre como este en el que esté el Espíritu de Dios?». Y el Faraón dijo a José: «puesto que Dios te ha hecho conocer todo esto, no hay nadie tan sabio como tú. Estarás al frente de mi casa y todo mi pueblo acatará tus órdenes, solamente en el trono seré superior a ti». Y añadió el Faraón a José: «Mira, te pongo al frente de toda la tierra de Egipto». Luego el Faraón se quitó el anillo de su mano y lo puso en la mano de José. El Faraón dijo: «Yo soy el Faraón, pero sin tu permiso nadie moverá mano o pie en toda la tierra de Egipto» (hasta ahí el texto de Gen 41,38-45).

En tiempos de hambre, el faraón dirigía a los egipcios hacia José para que éste les distribuyese el trigo acumulado en tiempos de abundancia y les decía: Id a José. De la misma manera, Dios nos dice en nuestros problemas: Id a José. Y así, como José fue virrey de Egipto y el más importante del reino después del faraón, José también es el virrey de la Iglesia, es decir, el santo más importante de todos.

San Bernardo (1090-1153) dice:

Aquel José, vendido por la envidia de sus hermanos y llevado a Egipto, prefiguró la venta de Cristo: este José, huyendo de Herodes, llevó a Cristo a la tierra de Egipto. Aquel, guardando lealtad a su señor, no quiso consentir al mal intento de su señora; éste, reconociendo virgen a su Señora, Madre de su Señor, la guardó fidelísimamente, conservándose él mismo en castidad. A aquél le fue dada la inteligencia de los misterios en sueños; éste mereció ser sabedor y participante de los misterios soberanos. Aquel reservó el trigo, no para sí, sino para el pueblo; éste recibió el pan vivo del cielo para guardarlo para sí y para todo el mundo. Sin duda, este José, con quien se desposó la Madre del salvador, fue un hombre bueno y fiel11.

Hasta ahí san Bernardo, pero también los papas han utilizado esta comparación, por ejemplo, el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1870, al nombrar a san José patrono de la Iglesia universal, dijo:

De modo parecido a como Dios puso al frente de toda la tierra de Egipto a aquel José, hijo del patriarca Jacob, a fin de que guardase trigo para el pueblo, así, al venir la plenitud de los tiempos, cuando iba a enviar a la tierra a su Hijo unigénito Salvador del mundo, escogió a otro José, del cual el primero fue tipo o figura, a quien hizo amo y cabeza de su casa y de su posesión, y lo eligió como custodio de sus tesoros principales12.

Esta misma comparación la han usado varios papas como León XIII, Pío XII y San Pablo VI. Y con ellos muchos autores sagrados. Esas palabras del Génesis «no hay nadie como tú, tan lleno del Espíritu de Dios, así pues, gobernarás mi casa y todo mi pueblo obedecerá tu voz». (Gén 41, 38 ss.).

Vemos que a San José se le ha dado poder y distribuye las gracias de Dios. Fíjense, José consagrado totalmente a Jesús y a María es todopoderoso por gracia. Como María y con María. José está totalmente consagrado a ellos. Por eso, ellos no le niegan nada.

Nosotros en este mes queremos prepararnos para consagrarnos a San José, que está totalmente consagrado a Jesús y a María. Lo hacemos para ser del todo y para siempre de Jesús y de María, por José. Si le preguntamos a Jesús y a María cómo podemos consagrarnos bien a ellos, ellos nos responderán: «Id a José». Él nos ayudará a vivir como él, consagrados totalmente, toda nuestra vida a Jesús y a María.

Hoy estamos considerando a José como intercesor. Es el administrador de las gracias y regalos, como José en Egipto. Vamos a probar a pedirle lo que más necesitamos.

Nuestro querido Papa Francisco en su viaje a Manila contó en un encuentro con miles de familias lo siguiente:

Yo quisiera también decirles una cosa muy personal. Yo quiero mucho a san José. Porque es un hombre fuerte y de silencio. Y tengo en mi escritorio una imagen de san José durmiendo. Y durmiendo cuida a la Iglesia. Sí, puede hacerlo. Nosotros no. Y cuando tengo un problema, una dificultad, yo escribo un papelito y lo pongo debajo de san José para que lo sueñe. Esto significa para que rece por ese problema13.

Fíjense qué sencillo. Es un modo de rezarle. Yo quisiera pedir a todos los que están realizando este mes de San José, que lo prueben. Compren un San José y si no, saquen el del Belén. No lo pongan solo en Navidad, sáquenlo todo el año, y coloquen un papelito debajo con sus intenciones.

El director de cine Juan Manuel Cotelo, contaba hace bien poco que le llamó una monja argentina y le preguntó si tenía alguna necesidad material. Ella le explicó que tuviese durante un mes cojo a San José, poniéndole un papelito debajo con sus necesidades y que le dejase incómodo. Es de este modo, como había conseguido la casa central de Roma, colegios y muchas necesidades de todo tipo que tenían. Así lo hizo este productor de cine y consiguió al poco todo el dinero para realizar su preciosa película sobre el perdón.

Santa Teresa de Ávila decía:

Tomé por abogado y señor al glorioso San José […]. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo...14.

Solo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no le creyere y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso patriarca y tenerle devoción15.

Yo les aseguro que también lo he probado y funciona para bienes materiales y espirituales. Venga, ponga usted también cojo a San José.

Hace poco una chica a la que acompaño espiritualmente, me contaba que agradecía a San José el haberse podido quedar embarazada. Los médicos les habían dicho que por la enfermedad de su esposo y el tratamiento que había recibido, era prácticamente imposible. Pusieron el papelito a San José, y ahora está a punto de dar a luz.

San José tiene más poder de intercesión que aquel José de Egipto. Consideremos hoy esta omnipotencia por gracia que comparte con su esposa María. Recuerdo a mi abuelo que nos contaba siempre la historia de José en Egipto y me conmovía.

Medita hoy en este texto y en su parecido con San José, reza el Santo Rosario y pídele que te conceda a ti también la gracia que le estás pidiendo en este mes y con ella, te otorgue también saber interceder por los demás.

San José esposo de la Virgen María, padre y custodio de la Sagrada Familia, celestial patriarca del pueblo de Dios, ruega por nosotros.

Que Dios te bendiga querido lector y hasta mañana si Dios quiere.

11. San Bernardo, Homilía super missus est, 2, 16.

12. Papa Pío IX, Quemadmodum Deus. (Roma, 8 de diciembre de 1870).

13. Papa Francisco, Discurso del Santo Padre, encuentro con las familias, (Manila, 16 de enero de 2015).

14. Santa Teresa de Jesús, Libro de la vida, cap.6, 6.

15. Ibíd., 6-8.

Día 4

San José, hijo de David

Muy querido lector:

Dentro de 27 días nos consagraremos a San José. Qué alegría saber que al unirnos a él nos unimos de un modo especial también a la Santísima Virgen María, su esposa y junto con ellos podemos ser más perfectamente consagrados a Jesucristo.

Meditemos hoy especialmente el texto del Evangelio de Mateo 1, en el versículo 20 se nos dice que: Se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José hijo de David». Así respetuosamente le habla el ángel a José. Él es el heredero de una raza. La humilde condición presente no significa nada: Es, en efecto, de sangre real y por ser de la casa y familia de David (como narra Lucas 2,4), irá a empadronarse en Belén, cuna de la dinastía.

Lo más importante es subrayar la divinidad de Cristo. Jesús es Dios y nació de María Virgen, pero a veces para defender esta verdad fundamental, lo han querido hacer poniendo a San José como viejo, feo y en la sombra. Lo que defiende la virginidad de María no es la vejez, sino la santidad de José.

Según algunos escritos apócrifos de los primeros siglos, José ya anciano con ochenta y nueve años, se habría casado con María, que tenía unos catorce o quince. Según estos libros apócrifos, José habría vivido hasta los ciento once, pasando unos veinte años con Jesús.

Estos libros, influyeron en la opinión de que San José era un anciano, que más que esposo era un padre para María, y que se habría casado con ella para salvar las apariencias ante la sociedad. Nada más fuera de la realidad. San José tuvo que hacer frente a todas las responsabilidades de una familia, lo que hubiera sido imposible si hubiera sido un anciano, que necesitaba cuidado y atención. ¿Cómo hubiera podido guiar a la Sagrada Familia por el desierto, con todos los peligros y con todo el esfuerzo que supone caminar veinte días hasta llegar a Egipto? Dios puso al lado de María un compañero y un esposo fuerte y vigoroso para defenderla de todos los peligros y para ayudarla en todas sus necesidades. Un esposo, que debió trabajar mucho para poder sustentar una familia pobre, especialmente durante su estancia en Egipto, donde no tenían familiares. Hablar de José como de un anciano enfermo es algo que sólo libros apócrifos y fantasiosos pudieron inventar.

 

José es joven. Seguramente no llegaría a los 20 años cuando contrajo matrimonio con María. Esa era la costumbre judía, casarse antes de los 20 años. José es descendiente de David, y de David se nos dicen varios datos. Cuando fue elegido como Rey, en primera Samuel 16,12 es que «era rubio, de hermosos ojos y buena presencia». También cuando fue a luchar con el gigante Goliat, dice que este, «fijó su mirada en David y lo despreció, viendo que era un muchacho rubio y de hermoso aspecto» (1ª Sam 17,42).

Lo despreció porque era joven y guapo. Se ve que para la guerra era importante ser feo, así asustabas al enemigo, pues no, David era hermoso. También sabemos que tenía fuerza física, ya que llegó a medirla con un león en el desierto. Esta nobleza, esta fortaleza y esta belleza seguramente las heredaría San José. Se dice: de tal palo tal astilla. El que estaba destinado a ser esposo virginal de la que el Cantar de los cantares, llama la más hermosa de las mujeres (cant 1,8). El que custodiaría como padre virginal al «más hermoso de los hijos de los hombres», tenía que mostrar ese aspecto noble que además traslucía la bondad y la verdad de su corazón.

El padre Tomás Morales, fundador de los Cruzados de Santa María, afirma:

Aquí está san José: anchas espaldas para el trabajo, no pierde ni un segundo, está siempre adorando, está siempre trabajando, está siempre solícito, cuidando de la Virgen y, sobre todo, del Jesús niño. No tiene un instante libre, no piensa más que en amar, adorar y en trabajar para ellos. Aquí está san José. Es el ministro de relaciones exteriores de la Sagrada Familia. Él es el que se tiene que preocupar de todo en Nazaret, en los cuatro o cinco días de camino hacia Belén, en la gruta de Belén, en Egipto después, en Nazaret y siempre relacionándose con todos16.

El Padre Ángel Peña en su libro San José el más santo de los santos, recoge que, desde los primeros siglos, varios Santos Padres tuvieron que hablar de un San José joven, y no anciano y viudo.

San Jerónimo defiende su virginidad en su escrito contra Helvidio, dice él:

Yo reivindico para mí [no solo que María fue Virgen] sino aún más, a saber, que también el mismo José fue virgen por María, para que del consorcio virginal naciese el Hijo virgen. En el santo varón no hubo fornicación y no se ha escrito que haya tenido otra mujer. De María fue custodio […]; de donde se sigue haber permanecido virgen con María, quien mereció ser llamado padre del Señor.17

San Pedro Damián (1007-1072) escribió:

No parece que fuese suficiente que sólo la Madre fuese virgen; […] que también aquel que hizo las veces de padre ha sido virgen. Nuestro Redentor ama tanto la integridad del pudor florido, que no sólo nació de seno virginal, sino también quiso ser tocado por un padre virgen18.

Santo Tomás de Aquino dice: «Se debe creer que José permaneció virgen, porque no está escrito que haya tenido otra mujer y la infidelidad no la podemos atribuir a tan santo personaje»19.

Muchos santos de peso, como San Francisco de Sales, creen que José había hecho voto de virginidad antes de casarse con María. Lo que no se puede dudar es que, a partir de su matrimonio con María, cumplió santamente la voluntad de Dios de ser el custodio virgen, de la Virgen María. San José es maestro de castidad.

Cuentan los monjes de la Abadía de San José de Clairval:

Una joven había hecho el voto de castidad. Habiendo tenido la desgracia de ser infiel a este compromiso, no tuvo la valentía de confesarse de su pecado. Desde entonces, con la profanación de los sacramentos, comenzó para ella una vida de remordimientos y tormentos. Se le ocurrió acudir a San José; durante nueve días, recitó devotamente el himno y la oración del Santo. Terminada la novena, la falsa vergüenza desapareció, y arrepentida pidió a su sacerdote el Padre Barry rogándole que publicara este favor de San José, ya que lejos de costarle, la confesión fue para ella una verdadera felicidad. Concluye esta chica diciendo: «Convencida por esta experiencia del poder y de la bondad de San José, llevo siempre su imagen sobre mi pecho con la resolución de no separarme de ella ni de día ni de noche. A partir de ese momento, he podido vencer las tentaciones impuras, y he recibido tantas gracias que no sé cómo agradecerlas»20.

Meditemos hoy en esta nobleza de este hijo de David y en la belleza de la pureza de San José. Pidamos en un momento de oración y con el rezo del Santo Rosario, que se nos conceda la virtud de la castidad además de la gracia especial que pedimos durante este mes de San José.

San José esposo de la Virgen María, padre y custodio de la Sagrada Familia, celestial patriarca del pueblo de Dios, ruega por nosotros.

Que Dios te bendiga querido lector y hasta mañana si Dios quiere.

16. Tomás Morales, Homilía, (2 de enero de 1985).

17. San Jerónimo, Adversus Helvidium 19: PL 23, 213.

18. San Pedro Damián, Epístola 6 ad Nicolaum II: PL 145, 384.

19. Santo Tomás de Aquino, S. Th. III, q. 28, a. 3.

20. Abadía San José de Clairval, Id a José, (Francia: Traditions Monastiques, 2004), 91.

Día 5

San José carpintero y la importancia del trabajo

Muy querido lector:

Dentro de 26 días nos consagraremos a San José. Qué alegría saber que al unirnos a él, nos unimos de un modo especial también a la Santísima Virgen María, su esposa y junto con ellos podemos ser más perfectamente consagrados a Jesucristo.

Vamos a meditar hoy el Evangelio según San Mateo, en su capítulo 13, versículos 54 y siguientes:

En aquel tiempo viniendo Jesús a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María…?» […] Y se escandalizaban a causa de Él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio». Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe. (Mt 13, 54-58).

A Jesús no le debió gustar nada que despreciasen a su padre, por ser un humilde carpintero. No hizo milagros por su falta de fe. Cuanto le gusta a Dios servirse de la sencillez y cuanta grandeza pone y ve Dios detrás de esta aparente pequeñez.

El Papa Francisco el 1 de mayo de 2013, decía:

En el evangelio de san Mateo, en uno de los momentos que Jesús regresa a su pueblo, a Nazaret, y habla en la sinagoga, se pone de relieve el estupor de sus conciudadanos por su sabiduría, y la pregunta que se plantean: «¿No es el hijo del carpintero?» (13, 55). Jesús entra en nuestra historia, viene en medio de nosotros, naciendo de María por obra de Dios, pero con la presencia de san José, el padre legal que lo protege y le enseña también su trabajo. Jesús nace y vive en una familia, en la Sagrada Familia, aprendiendo de san José el oficio de carpintero, en el taller de Nazaret, compartiendo con él el trabajo, la fatiga, la satisfacción y también las dificultades de cada día21.

Dice el Padre Henri Caffarel:

¿Qué significa carpintero? No es un campesino ni un comerciante, sino el hombre de quien echa mano todo el mundo: el carpintero y carretero al mismo tiempo fabrica yugos, forja y trabaja construyendo y manteniendo viviendas. Atiende igual al labrador que quiere que se ocupe al instante del yugo roto o del arado torcido que a la mujer que va a comprarle un baúl o un cajón, al panadero que quiere una artesa nueva o al albañil que necesita jambas y dinteles para sus puertas. Fijémonos en lo que todos estos trabajos en madera y en hierro han supuesto para José: gracias a su oficio, conoce el valor de las cosas y del timpo, el precio del esfuerzo del hombre, la resistencia de los materiales, la dignidad del trabajo bien hecho y adquiere por todo ello una dignidad y una sabiduría nuevas. Y gracias también a su trabajo, gracias al desfile interminable de clientes, se sitúa en una encrucijada de contactos sociales, se enriquece con el múltiple conocimiento de los deseos, las necesidades, las ambiciones, las preocupaciones y en resumen de todo lo que es propio del hombre22.

Es cierto que la riqueza humana de este oficio es grande. Además, por ser trabajo manual, le da tiempo a la contemplación a la vez que está serrando o martilleando un madero. José no vive acomplejado por ser carpintero, no olvidemos la grandeza de su antepasado que siendo rey había sido pastor.

El Papa Francisco sigue en aquel discurso, hablando de San José, de su trabajo de carpintero:

Esto nos remite a la dignidad y a la importancia del trabajo. El libro del Génesis narra que Dios creó al hombre y a la mujer confiándoles la tarea de llenar la tierra y dominarla, lo que no significa explotarla, sino cultivarla y protegerla, cuidar de ella con el propio trabajo (cf. Gén 1, 28; 2, 15). El trabajo forma parte del plan de amor de Dios; nosotros estamos llamados a cultivar y custodiar todos los bienes de la creación, y de este modo participamos en la obra de la creación. El trabajo es un elemento fundamental para la dignidad de una persona. El trabajo nos «unge» de dignidad, nos colma de dignidad; nos hace semejantes a Dios, que trabajó y trabaja, actúa siempre (cf. Jn 5, 17); da la capacidad de mantenerse a sí mismo, a la propia familia, y contribuir al crecimiento de la propia nación. Pienso también en las dificultades que, en varios países, encuentra el mundo del trabajo y de la empresa; pienso en cuantos, y no sólo los jóvenes, están desempleados, muchas veces por causa de una concepción economicista de la sociedad, que busca el beneficio egoísta, al margen de los parámetros de la justicia social […]También san José tuvo momentos difíciles, pero nunca perdió la confianza y supo superarlos, en la certeza de que Dios no nos abandona23.

San José, sigue siendo el patrono de los trabajadores y es muy eficaz para encontrar trabajo y ayudarnos en los apuros si se le pide con confianza.

Cuentan los monjes de la abadía de San José de Clairval:

Un sacerdote, dedicado durante muchos años al ministerio de las almas en Francia, era consultado frecuentemente por la superiora de un centro social de acogida dirigido por religiosas. Este centro, contaba con más de ochocientas mujeres arrepentidas de mala vida y prostitución que se habían refugiado allí para escapar de esa vida. La superiora recibía encargos de varios grandes almacenes de París y eso era lo que le permitía mantener a tanta gente.

«Entre nuestras ochocientas chicas, –decía ella a este sacerdote–, hay unas cuatrocientas que viven como verdaderas santas». En un momento dado, las industrias que proveían de trabajo al establecimiento cesaron los pedidos durante cierto tiempo. Se buscó en otro lado un proveedor, pero fue en vano. Ya casi todos los recursos estaban agotados, no se podía continuar más así. «Si no nos llegan auxilios, –dijo la Superiora al sacerdote director suyo–, hay que resignarse a morir de hambre, o despedir a nuestras pobres muchachas. Y si las despacho, ¿acaso no volverán a caer en el vicio y se perderán para siempre? ¿Qué tengo que hacer? El sacerdote le respondió: –Diríjase a San José, comience una novena en su honor con toda su comunidad.

La Superiora siguió el consejo. A los pocos días, aparece una señora con mucha agitación interior y le dice: –Permítame, Padre, contarle lo que me ha sucedido esta noche y pedirle consejo. He visto aparecer a un anciano venerable que, con un gesto amenazador, me ordenó ir en auxilio de un cierto convento. Desde ese momento, no tengo descanso y estoy presa de una gran agitación. Dígame, pues, Padre, lo que debo pensar de todo esto.

 

El sacerdote empezó a sonreír, sabiendo perfectamente de qué se trataba, y le contó todo lo que sabía respecto a la aflicción del establecimiento de acogida y sobre el recurso de las jóvenes a San José.

–¿No piensa Ud., dijo al despedirse de la señora, que San José oyó la oración de esas pobres chicas y quiso elegirla a Ud. como instrumento de sus misericordias? Sería Ud. digna de lástima si no hiciera caso al santo.

Al poco, recibió de su parte un sobre sellado con la suma exacta que necesitaban las religiosas, para volver a poner a todas a trabajar. Era la respuesta de San José a la invocación que le habían hecho24.

Meditemos hoy en el carpintero de Nazaret y en su modo de santificar el trabajo, y pidamos en un momento de oración y con el rezo del Santo Rosario, que se nos conceda que se termine tanto paro como hay y la virtud de la laboriosidad ofrecida por amor, además de la gracia especial que pedimos durante este mes de San José.

San José esposo de la Virgen María, padre y custodio de la Sagrada Familia, celestial patriarca del pueblo de Dios, ruega por nosotros.

Que Dios te bendiga querido lector, y hasta mañana si Dios quiere.

21. Papa Francisco, Audiencia general, (Roma, 1 de mayo de 2013).

22. Henri Caffarel, Op. cit., 21.

23. Papa Francisco, Audiencia general, (Roma, 1 de mayo de 2013).

24. Abadía San José de Clairval, Op. cit., 46-48.