Movilidad Urbana y Espacio Público

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(8)Los sistemas de redes peatonales se consolidan por sí mismos a medida que se van implantando y fortaleciendo los nodos de actividades en el espacio público. Así pues, la comprensión de las dinámicas sociales en el sector ofrece información vital para estructurar los ejes peatonales, considerando que el sistema se organiza en torno a nodos de actividades diversas que incluyen puntos de intercambio modal conectados por itinerarios peatonales exclusivos y prioritarios.

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El desarrollo del noctambulismo en el seno de los centros históricos densos permite reexaminar las movilidades urbanas contemporáneas. El noctambulismo es una ocupación lúdica, nocturna y festiva de los espacios urbanos que da la posibilidad de ver la coexistencia de un régimen utilitario (desplazamiento) y un régimen lúdico (deambulación) del caminar en un medio sociourbano. Frente a dicha coexistencia, el sistema público de gestión de las movilidades nocturnas parece centrarse en el régimen utilitario. Sin embargo, es importante comprender las condiciones de activación de un régimen del caminar respecto a otro, a fin de aportar elementos críticos sobre la gestión de las movilidades nocturnas.

Estas líneas están basadas en un programa de investigación doctoral que aborda los aspectos sociourbanos del noctambulismo en París y Madrid a comienzos del siglo XXI. Su objetivo es experimentar las noches para comprender las relaciones entre un medio sociocultural, una actividad social y un medio urbano en situación espacio-temporal. Esto supone analizar la manera en que la relación con los otros y con el espacio modifica, no sólo la manera de ser, sentir y actuar, sino también las intenciones y la participación en una actividad a partir de las propias experiencias sociales y aspiraciones. Paralelamente, la idea es desarrollar el noctambulismo como objeto de estudio en construcción, desde la sociología, en la que las relaciones con el espacio urbano son poco tenidas en cuenta y, desde el urbanismo, que se basa sobre todo en el estudio de los fenómenos diurnos.

La elección de estas dos ciudades está ligada a consideraciones prácticas en términos de accesibilidad geográfica y lingüística, así como a consideraciones científicas. En efecto, las vidas nocturnas londinenses y berlinesas han sido objeto de numerosos discursos incluso en relación con las noches parisinas; en cambio las noches madrileñas han sido menos tenidas en cuenta. Ahora bien, estas dos ciudades son comparables en cuanto a su estado de derecho, su proyección política, económica y cultural y sus interconexiones históricas. No obstante, la ciudad de París se distingue por su densidad de población residente y la ciudad de Madrid por su historia política marcada por la dictadura de Franco, la cual favoreció el desarrollo cultural y festivo de la movida1. Llevar a cabo un enfoque comparativo antes que un enfoque exclusivamente monográfico es la elección metodológica asumida. Para que la comparación rinda frutos, se hace necesario comprender detalladamente los aspectos locales. Esta comprensión se lleva a cabo de forma paralela entre los dos territorios, de manera dinámica, lo que conduce a redefinir cada vez las hipótesis y la manera de abordar los contextos citados. Así pues, se reexaminó la percepción de una singularidad (como la idea de una cultura festiva en Madrid o de la “ciudad luz” parisina y su gastronomía amigable) en cuanto a manifestación particular de un fenómeno similar, como el botellón (o beber en exceso) y sus problemáticas vecinales. No se buscó, por tanto, estudiar las causas del noctambulismo, sino su desarrollo en una configuración.

El noctambulismo no es un fenómeno nuevo, pero se ha banalizado frente al mito de las noches transgresivas. Ya en 1861 este fenómeno fue descrito por J. Lemer (1861). El autor expone que, si bien para esta época existían en París grupos de población que prolongaban su día mucho más allá de la media noche, las memorias y las crónicas de los siglos XVI y XVII ya mostraban grupos de clérigos y jóvenes que perturbaban el sueño de los burgueses de París al golpear puertas, cantar copas licenciosas o satíricas, mover letreros o golpear a guardas.

Se aborda este fenómeno entonces, desde los caminantes que aman la noche en sí. Este interés proviene de la intensificación de éste fenómeno desde los años noventa y que lo ha llevado a su banalización. Para examinar las relaciones entre un medio sociocultural y los sujetos, se analizó mediante un corpus de prensa española y francesa las representaciones sociales externas sobre el noctambulismo y luego, a través de un cuestionario y entrevistas con habitantes de la Isla de Francia2, la manera en que estas son incorporadas. Igualmente, se tomaron en cuenta los aspectos legislativos y reglamentarios que resultan de estas representaciones sobre las noches urbanas y que condicionan los usos, por ejemplo, la regulación de bebidas alcohólicas ofrecidas por los establecimientos comerciales, sus horarios, niveles de decibeles, consumo de tabaco o el consumo de alcohol en lugares públicos.

 

El noctambulismo como espacio-tiempo seduce hoy en día a las ciudades a pesar de que anteriormente era reprimido y restringido por la implantación del toque de queda. Ocuparse de las noches urbanas se ha vuelto legítimo debido a la importancia del tiempo de ocio, a la cualidad de los desarrollos urbanos y a la expansión de servicios, comercios y equipamientos. Ésta ha sido una colonización progresiva de la noche por parte de los elementos del día3.

La economía del turismo nocturno se desarrolla en el marco de la competición de las metrópolis. Eventos urbanos festivos y fiestas oficiales son creados en diversas escalas y permiten enmarcar los comportamientos. Sin embargo, estos eventos excepcionales que acompañan los ciclos festivos de las ciudades responden a una inversión ordinaria para un perfil de noctámbulos en París y Madrid que se diferencian según la edad (entre 19 y 28 años), la ocupación profesional (ejecutivo, empleado o estudiante), el hecho de no tener hijos y de residir en una zona urbana densa. Estas personas huyen del público que asiste a los eventos institucionales pues “no saben festejar” debido a la densidad de individuos que tienen una relación no controlada con el alcohol. Esto produce conflictos simbólicos: frecuentar lugares que están acondicionados para este propósito (como los clubes nocturnos o eventos oficiales) produce una percepción más positiva de la práctica que los lugares menos formales (como las propiedades ocupadas o los espacios verdes cerrados), y al mismo tiempo, hace que una misma práctica sea más o menos legítima dependiendo de si es organizada o no, por instituciones públicas. Así, las free party están sujetas a procesos de autorización prefectoral (pudiendo ser anuladas a último minuto), a diferencia de los conciertos organizados por el Ayuntamiento de París legitimados por ley. Así mismo, en España la manera de vivir estos momentos es reconsiderada a través del botellón. Se pone el acento en los consumidores, aquellos jóvenes que son responsables, y a veces en las industrias de alcohol. Este consumo es percibido negativamente por quienes no salen debido a consecuencias visibles como desechos, ruido, alcoholismo, etc. Por lo tanto, estas prácticas y practicantes son vistos como atractivos y, simultáneamente, rechazados por ir a contracorriente de la cultura dominante.

Estas representaciones derivan de una construcción sociohistórica, especialmente de los mitos que satanizan las noches. Estar fuera de casa es percibido como un acto transgresivo. En efecto, el carácter nocturno oscurece los rasgos de los individuos, negando la posibilidad de que los jóvenes puedan salir de su hogar y de los lugares comerciales, para deambular y participar de un espacio urbano. El consumo de alcohol, la disponibilidad de tiempo y la baja densidad de usuarios en las calles, hacen que esta apropiación tenga lugar fuera del control social institucional o pertinente del mundo adulto. Así, los jóvenes pueden efectuar actos que, en referencia al comportamiento diurno adecuado, se consideran transgresores como cantar en la calle, orinar entre dos automóviles o beber sentados en el suelo. Sin embargo, aquellos que experimentan las noches urbanas tienen de ellas una percepción más bien positiva en torno a la fiesta, los encuentros y la diversión. Estos momentos festivos se construyen y organizan colectivamente para encontrarse con otras personas cercanas. Louise, una chica joven de 22 años, estudiante de ciencias sociales, muestra esta tensión entre los caminantes de día y los caminantes nocturnos, norma y transgresión:

De entrada, es cierto que el espacio público para mí es realmente de dos tipos diferentes: la noche y el día […] y esto es divertido: de día, disfrazados, y al día siguiente volvemos vestidos, serios, solos, nos reimaginamos en este espacio para hacer cualquier cosa. Entonces, para mí, son dos tiempos diferentes y dos espacios diferente (Guérin, 2017, p. 129).

El corazón de la noche es objeto de conflictos que se cristalizan. El noctambulismo es calificado como yonqui, aun cuando quienes salen no son “personas desviadas” en el sentido sociológico clásico. La convivencia es objeto de debate con residentes que tienen un perfil sociológico desfasado respecto a los noctámbulos jóvenes. Se originan conflictos de legitimidad debido al alborozo durante el tiempo de sueño o entre las festividades gratuitas y las formas de convivencia mercantil. Por lo tanto, habitar los espacios urbanos nocturnos cuestiona la transformación de un medio en un lugar de vida y experiencias, así como las desigualdades en el acceso a los lugares. Estas formas de apropiación difuminan los límites entre lo privado y lo público y de la búsqueda de una apropiación, entre lo cotidiano y la extrañeza del acontecimiento, es decir, de las dos caras del alter (lo mismo y lo diferente).

1. El lugar del caminar en el noctambulismo frente a otras formas de movilidad

1.1. De las trayectorias diurnas a las trayectorias en el seno del noctambulismo

Durante sus trayectorias noctámbulas, los caminantes utilizan ante todo el metro y la red ferroviaria exprés regional (réseau express régional) como referentes para explicitar el marco espacial y temporal de sus salidas. Este referente es, sobre todo, objeto de negociaciones del umbral que marca el fin de los momentos festivos. En efecto, los últimos servicios de estos transportes colectivos establecen el final de las noches de la semana4, pero en los fines de semana los primeros servicios son los que cuentan.

En cuanto a este último ámbito temporal, los horarios de servicio de las redes de transportes colectivos férreos influyen en parte sobre la trayectoria festiva, que puede involucrar el uso de los últimos metros para ir a los clubes nocturnos. Se trata, por lo tanto, de un momento de reconfiguración del grupo en el que volverán a sus casas aquellos que no desean pasar toda la noche en el club. Así mismo, la ausencia de la red de metros durante la noche contrae el territorio festivo. Al utilizar el referente diurno del funcionamiento de esta red, los noctámbulos notan un constreñimiento en su libertad de desplazamiento. Por ejemplo, aquellos que van a las puertas de París con el fin de participar en una fiesta electrónica, asumen que deberán permanecer allí durante toda la noche por las restricciones de movilidad. El territorio de salida de los parisinos se encuentra enmarcado, entonces, por la posibilidad de volver caminando al hogar debido a que el servicio de metros termina antes que la hora de cierre de los bares viéndose en la obligación de aceptar pasar toda la noche en un lugar predefinido. Este fenómeno tiende a acentuar la polarización festiva alrededor de los barrios de residencia de los noctámbulos.

En lo que respecta a los habitantes de la Isla de Francia, la centralización de los lugares de salida parece vinculada a la centralización del sistema de movilidad y a la posibilidad para cada miembro del grupo de volver a casa en la réseau express régional. El bus nocturno (el noctilien) aparece como una alternativa posible. Sin embargo, los habitantes que residen en la gran corona5 tienen de él una opinión más bien mixta debido a la lejanía entre la parada del noctilien en París y los polos festivos y a la información poco clara. Así mismo, la baja frecuencia impone tiempos de espera que pueden ser bastante largos, además de que la duración del trayecto es mayor que en la red ferroviaria exprés regional. Ahora bien, puesto que la espera del transporte se da en la calle, los noctámbulos más alcoholizados yacen en el suelo o apoyados en un muro ante la falta de espacios de prevención o de asistencia. Ellos se mezclan con los trabajadores nocturnos que residen en la gran corona.

Los noctiliens que prestan el servicio en la ciudad de París tienen una frecuencia mayor. No obstante, su uso frecuente parece estar reservado para los fiesteros, quienes tienen comportamientos más relajados en comparación a cuando es de día. Así, algunos continúan bebiendo alcohol en el noctilien, incluso fumando, y las risas se escuchan en un ambiente generalmente animado, sobre todo al final de la noche. De hecho, el noctilien se toma colectivamente, lo que permite gestionar la espera mientras se realiza una sesión informativa (debriefing) de la noche.

El hecho de volver solo se relaciona más con el desplazamiento a pie o en bicicleta. Sin embargo, el largo tiempo de espera parece empañar el recuerdo de la noche. Los noctámbulos pueden encontrarse en lugares que les son poco conocidos, lugares cuyos habitantes tienen una identificación sociocultural que les es ajena generando en ellos un sentimiento de inseguridad. Estas condiciones hacen que se pongan en práctica tácticas para evitar tomar el noctilien como esperar los primeros transportes colectivos o utilizar la aplicación de la Compañía Arrendataria Autónoma de los Transportes Parisinos RATP (Régie Autonome des Transports Parisiens) para llegar a tiempo.

Finalmente, se señala la cuestión de la falta de información. La cartografía de los noctiliens es difícilmente legible y está escasamente interconectada con los lugares de salida. De hecho, existen pocos dispositivos de información sobre las posibilidades de movilidad urbana nocturna en París. Igualmente, no parece haber ninguna señalización que permita orientarse en un barrio específico. Como resultado, ante la modificación del sistema de transporte colectivo respecto al funcionamiento diurno, desplazarse de noche requiere de un aprendizaje que se da a largo plazo.

Frente a estas diversas problemáticas planteadas por el sistema institucional de movilidad nocturna, los usuarios utilizan modos alternativos de desplazamiento. Es el caso del uso de vehículos de turismo con conductor (VTC), que reemplazan el automóvil individual cuando hay un nivel de alcohol muy elevado para conducir. De esta manera, según la evaluación efectuada por la empresa Heetch (2016)6, el servicio parece estar reservado para los residentes de la pequeña corona (la mitad de los usuarios, respecto a un tercio que son parisinos) más bien jóvenes (90% de los usuarios tienen entre 18 y 29 años) y de un alto nivel social (un cuarto de los usuarios viven en Hauts-de-Seine). La mitad de los usuarios utiliza el servicio principalmente los fines de semana, entre las dos y las seis de la madrugada. No se trata de reemplazar el taxi, sino el automóvil individual. En efecto, el taxi es considerado como un medio de transporte costoso y la oferta está polarizada a nivel de las zonas festivas. Los VTC no son utilizados simplemente para los trayectos entre el lugar de salida y el hogar, sino también para ir a clubes nocturnos.

Otra alternativa destinada a las distancias más cortas es el uso de la bicicleta. Ésta se experimenta como algo cómodo debido a una cantidad mucho menor de automóviles en las carreteras. Pero el uso de la bicicleta de autoservicio (vélib’) es restringido, pues se debe pagar un depósito de 150 euros (para los que no tienen suscripción anual). Además, existe el problema de no poder encontrar un vélib’ en funcionamiento cerca de una zona festiva cuando la demanda es más grande o, por el contrario, el problema de no poder regresar la vélib’ en una estación cercana al hogar cuando el número de plazas es más escaso (debido a la similitud de las trayectorias de las personas que salen en la noche). Entonces, hay una falta de rotación del número de bicicletas que se pone en circulación en función de las zonas festivas.

1.2. El caminar como alternativa frente al sistema de movilidades nocturnas

Frente al sistema institucional de movilidades nocturnas, los informes de las visitas de campo en la Isla de Francia señalan una doble forma de segregación. En primer lugar, se advierte una segregación socioespacial relativa al lugar de residencia y su lejanía de las zonas festivas, acentuada para aquellos que residen en la gran corona. En segundo lugar, se percibe una segregación sociotemporal relativa al tiempo de uso de la ciudad, acentuada para aquellos que tienen una experiencia nocturna del espacio urbano. Esta segregación puede ser visibilizada a través de la escasez o la falta de servicios urbanos en medio de la noche. Para ilustrar, tomar los últimos metros puede conducir a situaciones incongruentes tales como corredores de metro sin operación, puertas de acceso cerradas (incluso cortinas de hierro que han sido bajadas a pesar de que el servicio no se ha acabado), menor presencia de autoridades competentes, escaleras eléctricas que ya no funcionan, etc. Así, un representante de los usuarios nocturnos, Clément Léon R. (el alcalde extraoficial de la noche parisina), declara en una entrevista que:

 

La accesibilidad en la noche no es muy atractiva en París, es complicada porque no hay transporte para todo el mundo, para los que trabajan de noche, para los que disfrutan de la misma; es complicada porque no hay voluntad, me parece que hubo una buena intención política en París con la nueva alcaldesa [evocando la elección de Anne Hidalgo], pero resultó ser una bella humareda (Guérin, 2017, p. 54).

La voluntad de desarrollar un sentimiento de libertad nocturna, de fluidez espacial y temporal, se ve socavada por los horarios restrictivos de los transportes públicos colectivos. Los noctámbulos reivindican principalmente un cierre posterior de los establecimientos de bebidas con el fin de dar fluidez a la presencia de noctámbulos en la calle y de hacer una mejor gestión de los tiempos vacíos, de los transportes en la noche como la ampliación de los horarios del metro7. No obstante, los parisinos, que se enfrentan a otras experiencias de movilidad nocturna en un contexto diferente, notan la diversidad de posibilidades en cuanto a la elección de salidas que permitan evitar largas distancias, y en relación a los modos de desplazamiento.

El caminar constituye una alternativa debido a la extrema flexibilidad de las trayectorias; sin embargo, esta acción no es evocada espontáneamente por los encuestados ya que no corresponde a un medio de transporte que requiera de un proceso para acceder a él y se relaciona con la cotidianidad banalizada. Para regresar al hogar, la caminata se realiza individualmente a un ritmo rápido, donde el cuerpo se cierra sobre sí para evitar mirar al otro y se experimenta seguridad cuando se pasa por lugares donde los almacenes están abiertos. Desde recuerdos ligados a este tipo de trayectorias de regreso a pie, los usuarios hablan de viajes difíciles por su duración y por la fatiga ligada a la actividad intensa de la noche precedente. También se hace énfasis en la espera y en el tiempo anormalmente extensos, es decir, largas horas debido a una ausencia o a un problema en los transportes colectivos, así como a una ausencia de vélib’ en la estación o por el cierre del metro.

Contrario a lo anterior, en el paso de un lugar festivo a otro, el desplazamiento a pie es sobre todo colectivo, a un ritmo lento, donde el cuerpo se encuentra abierto a las diversas capturas que ofrece el medio urbano en el que se participa. Estos recuerdos son más bien positivos cuando se experimentan en grupo y negativos para los regresos individuales. Este tipo de actividades sociales resultan ser el centro de la presente investigación.

2. Del régimen utilitario al régimen lúdico del caminar nocturno

2.1. Las condiciones de activación entre los regímenes lúdicos y utilitarios en el caminar urbano nocturno

El desplazamiento a pie permite proponer una alternativa al sistema de transporte urbano, especialmente en el marco del trayecto de regreso a casa. Sin embargo, este no es un simple medio de transporte dentro de las prácticas festivas en zonas urbanas densas. En efecto, el régimen utilitario coexiste con el régimen lúdico8 en el marco de una caminata urbana ligada a una actividad festiva y de convivencia. El régimen lúdico parece, en ciertas pulsaciones de los ritmos festivos, anteponerse al régimen utilitario. La presente investigación busca comprender las condiciones de activación de un régimen respecto al otro, en el marco del noctambulismo.

El régimen lúdico de la caminata urbana nocturna debe diferenciarse del régimen utilitario del desplazamiento a pie. Este corresponde a un campo de referencias teóricas ligado a los transportes, es decir, a la comprensión del caminar como medio de transporte que está al mismo nivel del automóvil individual. Esto implica una reflexión sobre la manera de agilizar el desplazamiento, de acrecentar la velocidad y de seguir una ruta trazada por ese modo de desplazamiento, evitando colisiones y minimizando los obstáculos. Se considera la calle y la acera como soportes para el desplazamiento, del mismo modo en que las redes férreas lo son para los trenes o los canales para las barcazas9.

Además, el caminante nunca es exclusivamente un peatón. Esto hay que analizarlo en cuatro planos a escala micro10:

(1)El recep-tón: escala de recepción visual y cognitiva que le permite crear representaciones sociales que son el origen de futuros comportamientos y tomas de decisión en la orientación, la dirección, etc.

(2)El mani-tón: escala en el plano de la mano y del intercambio.

(3)El sen-tón: escala en el plano del asiento y del reposo.

(4)El pea-tón: escala en el plano de los pies y del desplazamiento.

De esta manera, el vehículo del caminante se debe analizar en su corporalidad global, para comprender la actividad del caminar que incluye el desplazamiento, el reposo, las interacciones sociales, etc.11. El caminar nocturno nunca funciona exclusivamente bajo el régimen del desplazamiento o bajo el régimen lúdico, sino que mezcla diversos modos de ser. Este fenómeno puede observarse en otros medios de transporte, como cuando el metro adquiere un ambiente festivo con las subparties12, en las que el objeto de la inversión y la utilización del metro tiene que ver con un momento festivo grupal, más que con un desplazamiento. No obstante, la coexistencia de regímenes del caminar implica también la coexistencia en un espacio urbano densamente ocupado por diversos caminantes diferenciados. En consecuencia, en un mismo espacio y al mismo tiempo, el paseo puede coexistir con la pausa, la carrera a pie, las deambulaciones festivas o la disposición de la acera como terraza.

El caminante debe situarse en medio de la “relación de una sociedad con el espacio y la naturaleza, la cual es a la vez física y fenoménica”13 La sociedad y el individuo social, por extensión, interactúa con el espacio físico y el espacio sensible, con el ambiente y el paisaje. Por tanto, existe una articulación ambivalente entre las dimensiones sensibles y factuales, subjetivas y objetivas. De esta manera, los recursos del medio se vuelven capturas potenciales para el caminante.

Identificar un elemento del medio como una de estas capturas hace que el mismo se vuelva un recuerdo para el caminante. Tal es el caso de los peñascos que se vuelven capturas para el niño que los escala14. Así pues, la captura sólo existe en la relación del caminante con el medio (las propiedades del objeto se mantienen invariantes) y, por consiguiente, el caminante sólo la genera sumergiéndose en un medio en el que transforma los elementos en capturas (según los cuatro planos de la corporeidad). En suma, el caminar puede convertirse en un recurso para el acceso a las capturas del medio.

En este orden de ideas, la acera no es el único elemento urbano que el caminante puede tomar prestado para moverse. Los peatones producen una acera al hacer funcionar un elemento de la calle como tal, por lo que ésta no es solamente el soporte del desplazamiento, sino que resulta ser, junto con los otros elementos del entorno, el medio de la actividad de caminar y de las actividades efectuadas durante la caminata.