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2.1 Definición de sistema

Es muy probable que toda persona tenga alguna noción de qué es un sistema y también que esa noción sea parcialmente consistente con definiciones técnicas, como las que se presentan a continuación. Las conceptualizaciones informales de sistema generalmente giran en torno a tres aspectos: 1) un sistema es algo que posee unidad, en el sentido de que no es posible dividirlo sin que pierda su identidad; 2) un sistema es algo que contiene partes observables; 3) las partes de un sistema presentan alguna forma de articulación o coordinación entre sí. Estos aspectos forman parte esencial de toda definición válida de sistema. Revisemos una muestra de las muchas definiciones de sistema que pueden encontrarse en la literatura.

En física un sistema es una porción del universo físico escogida para ser estudiada. Lo que está fuera del sistema se conoce como ambiente, el cual se ignora en el análisis del sistema, excepto en lo que se refiere a los intercambios de energía y materia entre sistema y ambiente. Los límites del sistema (y su frontera con el ambiente) se definen a conveniencia del analista. En función de los intercambios entre sistema y ambiente, se pueden reconocer sistemas abiertos, cerrados o aislados. Los últimos son sistemas que no presentan intercambio alguno con el ambiente. Los sistemas abiertos intercambian tanto materia como energía con su ambiente, mientras que los sistemas cerrados intercambian energía, pero no materia con el ambiente. Bajo este concepto, el tipo al cual un sistema pertenece —aislado, cerrado o abierto— está determinado por la permeabilidad a la materia y a la energía que presenta su frontera. En matemática, un sistema es un conjunto de dos o más ecuaciones acopladas entre sí, a través de un conjunto compartido de incógnitas. Por otro lado, en matemática se define un sistema dinámico como un sistema (formado por una o más ecuaciones acopladas) cuyo estado evoluciona o cambia con el tiempo de acuerdo con una regla establecida.

Los científicos que han aportado a la teoría de sistemas, que se esgrime desde su origen como una disciplina transdisciplinaria, han desarrollado diversas definiciones de sistema. Von Bertalanffy aclara que “un sistema puede ser definido como un complejo de elementos en interacción. Interacción significa que tales elementos p, establecen relaciones R, de modo que el comportamiento de un elemento p en R es diferente de su comportamiento en otra relación R’. Si los comportamientos en R y R’ no son diferentes, entonces no hay interacción y los elementos se comportan independientemente respecto de las relaciones R y R’ (Von Bertalanffy, 1968)”. Una definición particularmente lúcida, por su agudeza y concisión, es la que proporcionan Maturana y Varela (1973). Según estos autores, un sistema es “cualquier conjunto señalable de componentes que se especifican como constituyendo una unidad ”. Meadows (2008) define sistema como un conjunto de elementos interconectados de tal manera que producen su propio patrón de comportamiento a través del tiempo (dinámica). Fuerzas externas pueden gatillar o inhibir un comportamiento que se encuentra latente en la estructura del sistema. Tal comportamiento o respuesta es, además, característico del sistema. Más adelante, Meadows (2008) define un sistema como un conjunto interconectado de elementos organizado coherentemente de forma que exhibe una función o propósito. Los sistemas exhiben diferentes tipos de comportamiento: pueden cambiar, adaptarse, responder a eventos, perseguir metas, autorrepararse, ocuparse de su propia sobrevida. Los sistemas pueden exhibir autoorganización, resiliencia y evolución. Watt, situándose en el ámbito de la ecología, define un sistema como “un complejo de procesos entrelazados caracterizado por muchas vías de causación recíproca” (1966). También desde la perspectiva de las ciencias naturales, Berryman y Kindlmann (2008) definen un sistema como “un ensamble de objetos o componentes que interactúan, se intercomunican, o dependen uno del otro para funcionar como un todo integrado”.

A partir de esta diversidad de concepciones de sistema ofrecidas por los autores antes mencionados y por varios otros, podemos extraer preliminarmente un conjunto de propiedades necesarias que debe contener —implícita o explícitamente— una definición de sistema, que luego procuraré sistematizar.

1 Un sistema es señalado o especificado por un observador, por lo tanto, no posee una expresión objetiva y unívoca en la realidad.

2 Un sistema debe poseer límites o fronteras que lo distingan de su ambiente y lo delimiten como unidad.

3 Un sistema se reconoce como una unidad coherente, que presenta un comportamiento, función o propósito definible.

4 El comportamiento de un sistema está especificado por su estructura.

5 Un sistema puede presentar cambios en sus propiedades observadas, es decir, en su estado a través del tiempo. Sin embargo, mantiene su integridad.

6 Un sistema está compuesto por un conjunto de elementos y un conjunto de interacciones entre dichos elementos.

7 Los componentes de un sistema presentan un comportamiento específico de acuerdo al sistema del cual forman parte.

8 Un sistema puede contener sistemas de orden menor y, a la vez, estar conectado con otros sistemas, formando parte de un sistema de orden mayor.

A partir de las propiedades anteriores, propongo la siguiente definición de sistema: Conjunto especificado de elementos interconectados e interdependientes que constituyen una unidad coherente, persistente, diferenciable de su entorno y que exhibe un rango de comportamientos característicos determinados por su estructura.

2.2 Estado de un sistema

Un concepto clave en el ámbito de los sistemas, particularmente relevante en el contexto del comportamiento o dinámica de sistemas, es el de estado que explico a continuación. Llamamos estado del sistema a su condición en un instante y tiempo dado, definida por la condición, en ese instante, de sus elementos internos especificados. Para el caso de buena parte de los sistemas naturales, sociales y socioecológicos que son de nuestro interés, los elementos que los componen presentan valores que cambian en el tiempo. Para estos sistemas dinámicos su estado en un instante t corresponde al conjunto de valores de sus elementos en t y, más rigurosamente, el conjunto de valores en t de sus variables de estado. Las variables de estado son aquellas variables necesarias y suficientes para describir los estados del sistema. Además, en ausencia de fuerzas externas que afecten al sistema, el conocimiento del estado presente del sistema y, por lo tanto, de la condición actual de sus variables de estado, es suficiente para determinar el estado futuro del sistema si se conocen las reglas de cambio que gobiernan su dinámica. Finalmente, el comportamiento del sistema o dinámica del sistema en un intervalo de tiempo determinado, corresponde a la secuencia temporal de estados del sistema en ese intervalo.

2.3 Tipos de sistemas

2.3.1. Sistemas simples y sistemas complejos

La distinción entre sistemas simples y sistemas complejos es elusiva y no se encuentra completamente resuelta en la literatura. Podemos reconocer dos dimensiones en la descripción del nivel de complejidad en los sistemas. A una de estas dimensiones la llamaremos complejidad estructural y a la otra complejidad funcional. Los sistemas que poseen complejidad estructural son aquellos que presentan las siguientes características a nivel de sus componentes: a) están compuestos por un gran número de elementos (desde decenas hasta millones), b) los elementos establecen un gran número de interacciones entre ellos (en un sistema totalmente conectado, el número de interacciones crece con el cuadrado del número de elementos), c) las interacciones se distribuyen de modo heterogéneo entre los elementos del sistema, es decir, algunos elementos establecen pocas conexiones, mientras otros elementos establecen muchas, d) el patrón de distribución de conexiones entre los elementos del sistema no puede ser enunciado en forma abreviada. Es decir, se requiere de mucha información para efectuar una descripción apropiada de la estructura del sistema (ver Fig. 2.1), e) las interacciones exhiben típicamente no-linealidad, esto es, la magnitud de un efecto no es proporcional a la magnitud de su causa o, en otras palabras, si A influye a B, un cambio en A generará un cambio en B, cuya magnitud será exageradamente mayor o menor en relación a la magnitud del cambio experimentado por A, f) el sistema presenta numerosos ciclos de retroalimentacion (en inglés feedback, ver Sección 2.4). Estas características estructurales de los sistemas tienen como consecuencia (funcional) que el ejercicio de una acción sobre un elemento o un grupo de estos influirá al resto de los elementos del sistema, pero de una forma no-uniforme.


Figura 2.1: Ejemplos de patrones de distribución de conexiones con baja complejidad estructural. Exceptuando los bordes, los nodos (círculos) tienen el mismo número m de conexiones y, además, el patrón de conexiones entre los nodos puede describirse con una simple regla abreviada como “cada elemento se conecta con sus m vecinos más cercanos mediante conexiones de igual longitud”. En A, B y C m = 4, m = 6 y m = 3 respectivamente.

Desde la otra perspectiva y atendiendo a la segunda dimensión de complejidad enunciada, un sistema presentará complejidad funcional cuando su comportamiento manifieste algunas de las siguientes características: autoorganización, adaptación, emergencia, estar en la frontera del caos y transiciones abruptas de estado. Todo lo anterior genera una baja predictibilidad de su dinámica. A continuación se explican estos conceptos.

 

Autoorganización y adaptación

En pocas palabras, la autoorganización se refiere a la capacidad de un sistema de exhibir organización espontánea. Esto incluye la capacidad de formación del sistema, desarrollo del mismo y mantenimiento de su organización y funcionamiento, en ausencia de control, manejo o restricciones externas como fuerzas determinantes. Este proceso de autoorganización global del sistema emerge como resultado del conjunto de las numerosas interacciones locales entre sus elementos componentes, las cuales operan sin estar determinadas o moduladas por objetivos a nivel del sistema completo. La autoorganización de sistemas no se explica entonces por la operación de un controlador central, sino que se gobierna por la cooperación de interacciones y decisiones locales ampliamente distribuidas dentro del sistema. Ejemplos de sistemas que exhiben autoorganización son ecosistemas, células, bandadas, cardúmenes, sociedades y movimientos sociales masivos.

La adaptación es la capacidad que exhibe un sistema para modificar su estructura y su función en respuesta a cambios en su ambiente. En otras palabras, es el mantenimiento de su autoorganización frente a la novedad. En general, los sistemas biológicos, sociales y socioecológicos se consideran sistemas complejos adaptativos y su estudio se ha constituido recientemente como una disciplina autónoma.

Emergencia

Es el fenómeno de formación de nuevas estructuras y comportamientos a partir del acoplamiento coordinado de elementos diferenciados. Este acoplamiento coordinado de elementos origina un nuevo nivel de organización, más inclusivo, de mayor orden, con propiedades coherentes no explicadas por la adición simple de las propiedades de los elementos constituyentes. Las propiedades que exhibe la nueva entidad formada a través del proceso de emergencia, se denominan propiedades emergentes y, dentro de ellas, las propiedades funcionales se llaman comportamientos emergentes. La frase popular con que comúnmente se asocia el fenómeno de la emergencia es: el todo es más que la suma de sus partes. Ejemplos de propiedades emergentes se encuentran en ciertas propiedades químicas de moléculas, en la expresión de los genomas, la estructura y función celular, los servicios ecosistémicos, los movimientos sociales, etc. En todos ellos, el comportamiento o estructura emergente proviene de las interacciones no-aditivas (i.e., sinérgicas e inhibitorias) de sus diferentes partes. Una propiedad interesante que es inherente al fenómeno de la emergencia en sistemas complejos es la causación descendente. Debido a que en un sistema coexisten al menos dos niveles de organización, uno al que pertenecen sus elementos —nivel local— y otro del sistema completo —nivel global—, se producen vías de causación recíproca entre ambos niveles y, en general, entre los varios niveles del sistema. Es normalmente intuitivo entender la causación ascendente, según la cual las propiedades globales están determinadas por las propiedades locales. Por ejemplo, la calidad de un equipo de fútbol es determinada por la calidad de sus jugadores y técnico, la productividad de una empresa depende del desempeño de sus empleados, la precisión y durabilidad de las piezas de un reloj determina el funcionamiento correcto de la máquina, etc. Sin embargo, la causación descendente es una propiedad prevalente en sistemas complejos, pero menos intuitiva de apreciar. Aquí, ciertas propiedades locales se determinan por las propiedades globales del sistema. Por ejemplo, el desempeño colectivo del equipo de fútbol determina el desempeño de sus jugadores, la productividad de los empleados de una empresa se ve afectada por los resultados globales de la empresa, los procesos de un ecosistema influyen en el desempeño de sus especies componentes, el correcto funcionamiento del reloj determina la vida útil de sus partes. Con todo, la apreciación de la emergencia en sistemas complejos confronta la visión reduccionista, bajo la cual se asume que las propiedades globales de un sistema se pueden explicar completamente a partir de las propiedades de sus componentes.

En la frontera del caos

La llamada frontera del caos es una condición de transición, en la que los sistemas exhiben un comportamiento dinámico controladamente inestable, en un constante intercambio entre un comportamiento ordenado y un comportamiento cáotico. Un comportamiento dinámico ordenado converge a una dinámica predecible, ya sea de estado estable (sin cambios de nivel a través del tiempo) como en Fig. 2.2A o periódica como en Fig. 2.2B. Cuando el sistema exhibe un comportamiento ordenado, variaciones moderadas en el punto de inicio (i.e. condición inicial) de la trayectoria temporal del sistema tienden a no ser determinantes en los estados del sistema en el largo plazo. Un comportamiento cáotico se caracteriza por cambios aperiódicos y aparentemente aleatorios en el sistema a través del tiempo (Fig. 2.2C). Si el sistema exhibe un comportamiento caótico, diferencias incluso minúsculas en las condiciones de partida se amplifican a través del tiempo, lo cual hace prácticamente imposible efectuar predicciones de largo plazo. Un comportamiento ordenado preserva la integridad del sistema pero carece de flexibilidad. Un comportamiento caótico es poco funcional en cualquier contexto, aunque promueve respuestas insospechadas del sistema. Un sistema que está en la frontera entre el caos y el orden es lo suficientemente ordenado como para presentar comportamientos coherentes y suficientemente caótico como para exhibir flexibilidad ante el cambio. En esta condición transitoria, presumiblemente, se encuentran buena parte de los sistemas complejos que conocemos en nuestro mundo.

Transiciones abruptas de estado

Este término alude al comportamiento en el que se produce una reorganización radical y persistente de la estructura de un sistema, con un cambio notable en su funcionamiento. Esta transición se genera en respuesta a alguna perturbación que ejerce cambios persistentes (a menudo graduales) sobre ciertos componentes del sistema. El carácter abrupto de esta transición de estado se explica porque los cambios acumulados en el sistema, producto de una perturbación sostenida, sobrepasan en cierto momento un punto crítico o umbral (tipping point), lo que gatilla el cambio de estado. La propensión de algunos sistemas a exhibir transiciones abruptas de estado se explica por su complejidad estructural, particularmente, por una marcada no-linealidad de sus interacciones entre elementos. Este fenómeno tiene como expresión popular la frase “la gota que derramó el vaso”, en referencia a que una acumulación gradual de líquido en un vaso no produce un efecto drástico hasta que se cruza el umbral en que el vaso se llena. Ejemplos naturales de transiciones abruptas de estado se encuentran en avalanchas, pérdidas de hielo en glaciares, eventos climáticos, generación de incendios, cambios ecosistémicos en lagunas y los llamados estallidos sociales, entre otros. Una característica interesante, pero que dificulta la restauración de los sistemas sometidos a estos cambios, es que estas transiciones son irreversibles, en el sentido de que si las variables que gatillan el cambio recuperan sus valores iniciales, esto suele no ser suficiente para que el sistema regrese a su estado inicial (Biggs et al., 2009).

Baja predictibilidad

Una consecuencia relevante de las propiedades referidas, asociadas a la complejidad funcional de sistemas es que tienden a generar comportamientos que, aunque sean consistentes y exhiban patrones, son difíciles de predecir en el largo plazo. Particularmente ardua es la predicción de las respuesta de sistemas complejos a perturbaciones ambientales. Este es el caso de muchos de los grandes desafíos actuales del mundo, como la respuesta de sistemas naturales y socioecológicos al cambio climático, la respuesta de sistemas sociales a la globalización y al mismo cambio climático, así como las respuestas de sistemas socioecológicos a las migraciones provocadas por los cambios ambientales como las sequías, las inundaciones, los incendios, entre otros.

2.4 Retroalimentación (feedback)

Un proceso presenta retroalimentación cuando la salida o resultado del proceso que se genera en un tiempo t, actúa como entrada de (es decir, alimenta a) el mismo proceso en un tiempo t + τ, donde τ es la duración de un ciclo del proceso.

Un sistema, que representa las influencias recíprocas entre sus elementos, presenta ciclos de retroalimentación cuando una secuencia de influencias entre pares de elementos es cerrada, es decir, cuando el inicio y el término de esa secuencia son indistinguibles (Fig. 2.3). Los ciclos de retroalimentación tienen mayor sentido y relevancia cuando se consideran los signos de las influencias entre las variables implicadas. Por ejemplo, supongamos que en la Fig. 2.3A las variables a y b representan los niveles de agresividad de dos personas, Julio y Juan, respectivamente. Las flechas indican influencia positiva entre las variables, es decir, si aumenta a también aumenta b y viceversa. En el ejemplo, si Julio eleva su nivel de agresividad contra Juan, este último responderá aumentando su agresividad contra Julio, a lo que Julio responderá aumentando aún más su agresividad contra Juan y así sucesivamente. Este fenómeno, popularmente llamado círculo vicioso es un ejemplo de retroalimentación positiva. El término positiva no tiene que ver con su carga valórica sino simplemente con el signo del ciclo de retroalimentación, que en el caso de ser positivo tienen un carácter autorreforzante. El signo del ciclo completo de retroalimentación se obtiene mediante la multiplicación de los signos de las influencias entre los pares de elementos que componen el ciclo. El ciclo de la Fig. 2.3B es similar. Aquí supongamos que la variable a representa la cantidad de basura acumulada en el parque, mientras que b representa el aprecio y actitud de cuidado de la comunidad local hacia ese parque. La influencia negativa de a hacia b indica que cuanta más basura tenga el parque, menor será mi aprecio hacia ese lugar y viceversa. La influencia negativa de b hacia a indica que mientras más aprecio tenga la comunidad por el parque, se acumulará menor cantidad de basura y viceversa. Entonces, el ciclo de retroalimentación define que si la comunidad disminuye su aprecio por el parque, este acumulará más basura, lo que generará menor aprecio posterior por el parque y esto a su vez generará un nuevo incremento en la acumulación de basura y así sucesivamente. Este ciclo es otro ejemplo de retroalimentación positiva, en esta oportunidad generado por la concatenación de dos influencias negativas. Los ciclos de retroalimentación negativos, como los de la Fig. 2.3C y D, al contrario de los ciclos positivos, son ciclos regulatorios y, por lo tanto, son de gran importancia en el mantenimiento de las funciones y de la integridad de los sistemas. Supongamos ahora que la Fig. 2.3C representa el volumen de ventas de un juguete de moda (variable a) y el precio de venta del juguete (variable b). Se muestra que ocurre una influencia positiva del volumen de ventas a sobre el precio b, y una influencia negativa del precio b hacia las ventas a. Entonces, si aumentan las ventas del juguete, este subirá su precio, pero al subir el precio bajarán las ventas, lo que hará esta vez disminuir su precio en el futuro. Tras la disminución de precio aumentarán las ventas y así sucesivamente. Este ciclo de retroalimentación negativa corresponde al clásico juego económico entre oferta y demanda que sustenta la planificación de mercado en sociedades económicamente liberales. Lo que genera, en caso que la representación sea correcta y no omitamos influencias anexas, un comportamiento de equilibrio o bien oscilatorio pero controlado del precio y de las ventas del juguete. Nótese que, independiente del número de variables involucradas, los ciclos de retroalimentación positivos resultan en un aumento o en una disminución descontrolada del nivel de las variables, mientras que los ciclos de retroalimentación negativos promueven la regulación y el equilibrio de los niveles de las variables. En las Fig. 2.3E-F se muestran ciclos de retroalimentación de 6 variables, uno positivo (E) y uno negativo (F). Como los ciclos no tienen un inicio y un término absolutos, no importa la variable que se tome como referencia de inicio (para construir el relato), el signo del ciclo de retroalimentación siempre será el mismo y el resultado dinámico, invariante.

 

Figura 2.2: Comportamiento dinámico de un sistema. x es el nivel de una variable que cambia a través del tiempo t. A: comportamiento ordenado, de estado estable. B: comportamiento ordenado, periódico. C: comportamiento caótico. Este ejemplo numérico son soluciones del mapa logístico xt+1 = xt · k(1 - xt), con k = 1,5 (A), k = 3,1 (B), k = 3,8 (C) y xo = 0,1 en los tres casos.


Figura 2.3: Ciclos de retroalimentación de dos (A-D) y seis (E-F) variables. Los ciclos de retroalimentación A, B y E son positivos, mientras que los ciclos C, D y F son negativos. El signo sobre cada flecha indica el signo de la influencia directa de una variable sobre la otra.

2.4.1. Sistemas naturales, artificiales y socioecológicos

Desde el inicio de este texto, he hecho una distinción quizá demasiado drástica entre aquello que pertenece a la esfera humana, cultural y aquello que pertenece al mundo natural. De acuerdo con esa tradición, es común encontrar una distinción entre sistemas naturales y sistemas artificiales.

Los sistemas naturales están conformados por elementos del mundo natural (i.e. elementos químicos, materiales de la Tierra, seres vivos, grupos de seres vivos) cuyas interacciones en el sistema no han sido elaboradas por seres humanos, como es el caso de una célula, un río o una colonia de abejas. En los sistemas artificiales, en cambio, los elementos o sus interacciones en el sistema son humanos o son entidades elaboradas por seres humanos (e.g. un reloj, un zoológico, una empresa). Una clase de sistemas artificiales son los sistemas sociales, los cuales están compuestos por personas, grupos de personas o instituciones. A esta clase pertenecen las familias, los grupos de amigos, las agrupaciones gremiales, las etnias, las religiones, los Estados y corporaciones, entre otros. Para establecer si el sistema es natural o artificial debemos determinar si los elementos e interacciones que definen la identidad del sistema provienen del mundo natural o de la actividad humana. Sin embargo, muchos sistemas existentes en la Tierra contienen elementos y/o interacciones de ambos tipos, natural y artificial. En estos casos, si la identidad del sistema se define por interacciones entre elementos naturales y elementos artificiales, el sistema será propiamente híbrido. Encontramos ejemplos de sistemas híbridos en los biorreactores, que consisten en máquinas que contienen otros seres vivos (típicamente microorganismos) como elementos centrales para generar un producto deseado mediante procesos biológicos como la fermentación; en los biochips, que consisten en películas de material biológico (i.e. adn) sobre superficies artificiales conectadas a sistemas de registro y procesamiento de señales, con el fin de registrar la ocurrencia de múltiples reacciones bioquímicas de interés, como también en los sistemas agrícolas, donde un cultivo vegetal manipulado convive con fauna y flora nativa y con infraestructura y maquinaria industrial. Una clase de sistemas híbridos la constituyen los sistemas socioecológicos, que contienen elementos de la sociedad humana en interacción con elementos naturales, pertenecientes al medio físico o biológico, los cuales establecen también interacciones naturales entre sí. Por ejemplo, un lago sobre el que se ha construido una infraestructura, un conjunto de viviendas que comparte un sector de tierra con vegetación nativa, un embalse que contiene elementos naturales y artificiales, un humedal con instalaciones turísticas, una zona de manejo pesquero, un bosque nativo bajo explotación controlada, un área verde urbana, etc. Este tipo de sistemas híbridos ha recibido distintos nombres: sistemas humano-naturales, sistemas humano-ambientales, sistemas sociales-ecológicos, sistemas socioecológicos, sistemas ecosociales, sistemas econaturales, sistemas socionaturales y sistemas socioambientales. Aunque es posible notar distintos énfasis en cada uno de estos conceptos, pues provienen de distintas tradiciones académicas, aquí no haremos distinción entre ellos y usaremos el término sistema socioecológico. El concepto detrás de los sistemas socioecológicos es que los humanos somos parte integral de los ecosistemas. No hay separación real entre el mundo natural y el mundo social y, por lo tanto, deben entenderse de forma conjunta (Fig. 2.4). Esta visión es bastante realista, puesto que prácticamente no existe rincón del planeta exento de la acción humana directa. El marco de sistemas socioecológicos se utiliza en forma creciente en la actualidad por practicantes de disciplinas diversas como la ecología, las ciencias ambientales, las ciencias sociales, la economía y la salud pública. Desde sus inicios, a fines del siglo XX, el estudio de los sistemas socioecológicos ha sido genuinamente interdisciplinario.

El impacto a nivel global que el cambio climático inducido por la actividad humana ejerce actualmente sobre los ecosistemas, las ciudades, las economías y las naciones ha provocado lentamente la toma de decisiones por parte de los privados y los Estados conducentes a minimizar este impacto sobre el planeta y, particularmente, sobre las sociedades humanas. Hoy, el cambio climático se hace sentir sobre la organización de la vida humana, la actividad agrícola, pecuaria, forestal, pesquera, turística. Los cambios climáticos en países con menor desarrollo macroeconómico han promovido migraciones campo-ciudad, migraciones entre países, estimulando incluso conflictos armados. Por otro lado, el impacto social de nuestras decisiones sobre la economía, a través de la globalización financiera y cultural, tiene efectos sobre nuestra relación con el medioambiente. Por ejemplo, cada vez compramos más productos que son transportados por muchos kilómetros hasta llegar a nuestros hogares, con la consecuente huella ecológica asociada. Se fomentan economías extractivistas y de cultivos básicos en países de menor desarrollo macroeconómico, que se materializan, por ejemplo, en una explotación inadecuada de los recursos pesqueros, las plantaciones forestales y la crianza de animales exóticos, que terminan ejerciendo fuertes impactos sobre los ecosistemas nativos. Ejemplos sobran y lo que resulta evidente es que los grandes desafíos actuales de la humanidad guardan una estrecha relación con las formas en que los humanos nos relacionamos entre nosotros y las formas en que interactuamos con el mundo natural, el que a su vez tiene sus propias estructuras de interacción. El enfoque para resolver estos problemas, que afectan directamente al planeta como un todo, incluyendo la esfera humana, naturalmente, debe ser interdisciplinario, en el que personas con experiencias y capacidades diversas y complementarias trabajen en conjunto para entender la estructura y el funcionamiento de estos fenómenos complejos. Ello se ve favorecido por el marco que brindan los sistemas socioecológicos.


Figura 2.4: Representación gráfica de un sistema socioecológico.

2.5 Ventajas del enfoque sistémico

Es útil, a fin de apreciar la utilidad del concepto de sistema, recordar —por antítesis— la naturaleza de una mezcla. Ejemplos de mezclas son soluciones químicas como la salmuera —cuyos componentes son agua y sal— o el martini seco —vermouth más gin— o mezclas heterogéneas como el hormigón —arena, cemento, agua—, el guacamole —palta (aguacate o avocado), tomate, cebolla, ajo, sal, aceite. En los ejemplos anteriores, el todo está definido por su composición de elementos en determinadas cantidades, pero su definición no contempla la organización que pueden adoptar sus componentes entre sí. En estos casos, la conformación de la unidad mayor puede llevarse a cabo mediante la adición simple de sus componentes, acaso requiera seguir un orden de adición específico. Asimismo, las reglas de conformación de la unidad se reduce a completar una lista de ingredientes. Por el contrario, un sistema es tal en cuanto especifica las relaciones que adoptan entre sí sus elementos. La diferencia es mayúscula. Supóngase un equipo de fútbol concebido como mezcla: junte un grupo de once chicos hábiles con la pelota, provéanles de la ropa adecuada y un balón. En contraste, un equipo de fútbol pensado como sistema: reúna un jugador que actúe como arquero, tres como defensas, cuatro mediocampistas —dos de los cuales juegan en el centro de la cancha y otros dos en los laterales— y tres delanteros —dos laterales y uno central. El balón se hará circular entre defensas y mediocampistas adyacentes, así como entre mediocampistas y delanteros. El arquero podrá enviar el balón tanto a defensas como a mediocampistas. Mirado como sistema (Fig. 2.5), el equipo tiene una organización, una estructura y un comportamiento colectivo cuyo éxito depende de la realización de las interacciones entre sus jugadores. Tampoco se debiera esperar que un jugador de buen desempeño en un equipo tenga igual eficacia en otros equipos, ya sea en equipos con diferentes jugadores o en equipos conformados con los mismos jugadores, pero con otra organización (e.g. mediocampistas que jueguen como defensas o donde haya dos delanteros en vez de tres). En otras palabras, el comportamiento de un elemento (un jugador) depende de su contexto relacional y, por extensión, la expresión de sus propiedades (su desempeño) depende del sistema del cual forma parte, no solo de sus cualidades individuales.

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