Psicoterapia Integrativa EIS

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Conocimiento, ciencia y teoría

Se podría sostener que las teorías, en "macro-física", pueden ser predictivas y precisas; el objeto de estudio de la "macro-física" funciona en un contexto de regulaciones y de leyes precisas. Sin embargo, puesto que en la dinámica psicológica puede ocurrir "cualquier cosa", cualquier teoría puede resultar igualmente explicativa. Veremos que, no obstante, las múltiples diferencias entre la física y la dinámica psicológica, ésta dista mucho de funcionar de un modo aleatorio o caótico.

La ciencia, procura avanzar encontrando orden en medio del desorden. Descubriendo aquellas regularidades que se esconden detrás de los fenómenos, con el objeto de enriquecer su comprensión, predecir su ocurrencia, y posibilitar la aplicación de esos conocimientos en el plano de la acción. Seguidamente la tecnología, se vale del conocimiento científico, trasladando comprensión y predicción a los niveles aplicados y concretos.

La ciencia involucra una actitud, un método de investigación, un cuerpo de conocimientos y una fuente de aplicaciones prácticas. La actitud científica se relaciona con curiosidad, con pasión por explorar y comprender los cómo y los porqué; con apertura, falta de prejuicios, búsqueda, escepticismo, humildad, imparcialidad. El pensamiento crítico, y la autocrítica, están muy ligados a la actitud científica; e involucran un no aceptar pasivamente argumentos y conclusiones.

La metodología científica apunta a la verificación de las teorías explicativas, vía observación, génesis de nuevos datos, formulación de nuevas hipótesis precisas y falseables, verificación de esas hipótesis vía observación, vía experimentación, réplicas, seguimientos, etc. Todo, apuntando a la autocorrección, a la superación de errores de evaluación, de subjetivismos, de deseos personales, de sesgos.

El cuerpo de conocimientos científicos, involucra un ir decantando lo investigado. En la línea de ir acumulando un conocimiento explicativo, el cual es probabilístico. Y, como lo señalamos, el conocimiento que se va acumulando es falseable, verificable, autocorrectivo, replicable, enriquecible, modificable…

Como lo explicitábamos también, el conocimiento científico nutre las aplicaciones prácticas… aun cuando la ciencia privilegia el conocer por sobre el uso tecnológico.

Para la ciencia, resulta fundamental el diálogo entre el observar y el teorizar. Las "buenas" teorías no surgen de la mera especulación; surgen de observaciones acuciosas. Es así como, de la observación, van surgiendo ciertos supuestos acerca de cómo operan los fenómenos. Estos supuestos e intuiciones se van elaborando y precisando; y se van transformando en hipótesis. Cuando la observación sistemática verifica esas hipótesis, se empieza a acumular conocimiento, el que a su vez es fuente de nuevas reflexiones y conexiones y sirve de base para ir generando teorías más abstractas. En suma, la observación es fuente de teorías, las teorías nos orientan en la génesis de nuevas observaciones, las que a su vez van enriqueciendo las teorías.

Se ha señalado que los datos "crudos" reunidos por nuestros sentidos, no son directamente inteligibles tal cual se presentan. "Ligarlos, tejerlos en una estructura que permita entenderlos, requiere de un paso intermedio, un paso que llamamos teoría" (Davies, 1992, p. 79).

Una teoría, es un conjunto de afirmaciones y supuestos, usados para explicar los datos en un área determinada (Marx y Goodson, 1976). Una teoría, "es un principio o cuerpo de principios inter-relacionados, que se propone explicar o predecir un número de fenómenos inter-relacionados" (apa, Dictionary of Psychology, 2007, p. 934).

A partir del aporte de diversos autores, es posible explicitar que una teoría, pretende explicar el porqué de la ocurrencia de un hecho o fenómeno. Al esclarecer reguladores, la teoría contribuye a la predicción de los hechos. Al precisar las áreas de influencia, una teoría contribuye a guiar la investigación. Al organizar hechos aislados, una teoría simplifica las cosas. Al conectar puntos observados, las teorías revelan un cuadro coherente. Al aportar predicciones precisas, las teorías enriquecen el conocimiento aplicado.

Como lo señalaba, más adelante nos detendremos en temáticas epistemológicas; por ahora, solo haremos algunos alcances… indispensables aquí. Por relativa que sea nuestra opción al conocimiento, asumiremos que unas percepciones son mejores que otras, unas hipótesis son mejores que otras, unas investigaciones son mejores que otras, unos datos son mejores que otros y… unas teorías son mejores que otras. Y, en el ámbito aplicado, asumiremos que unas estrategias clínicas son mejores que otras. Consideraríamos absurdo sostener que "da lo mismo lo que se haga con cada paciente".

En el ámbito clínico, las mejores teorías involucran una mejor lectura de los datos aportados por la investigación. Permiten predecir mejor la ocurrencia de problemáticas clínicas. Y permiten enriquecer el conocimiento aplicado, en nuestro caso, la psicoterapia. De una teoría "débil" se deriva una psicoterapia "débil". De una mala "teoría", se deriva una "mala" psicoterapia. De una mejor teoría se deriva una mejor psicoterapia.

Las teorías explicativas, pueden ser propuestas con distinto grado de precisión; y en diferentes niveles de complejidad y de abstracción. Desde una simple opinión explicativa, hasta un planteamiento sistemático; acerca de las "reglas explicativas que explican" un fenómeno. Como lo señalábamos, en el territorio de las teorías científicas, las hipótesis más específicas y puntuales, una vez verificadas, contribuyen a identificar regularidades y leyes, y a ir generando teorías más abstractas.

De este modo, y dado lo complejo del tema, resulta deseable abundar algo más en el concepto de teoría. En un sentido más "macro", las teorías son conjuntos de leyes o de regulaciones conectadas deductivamente. Implican una integración de conceptos, definiciones y proposiciones, relacionados entre sí; y que permiten la explicación y la predicción de los fenómenos. Las teorías científicas, entonces, son una conexión de hipótesis, regulaciones y leyes en redes sistemáticas, que procuran describir y predecir gamas más amplias de eventos.

La pregunta de rigor se refiere, ahora, al real aporte de las teorías. ¿No será parte de una "mala" teoría el pensar bien de las "buenas" teorías?

Aun cuando esté "de moda" el descalificar las teorías, no estamos dispuestos a compartir esa moda.

Como lo señalábamos en el capítulo anterior, está claro que una teoría difusa, reduccionista, poco predictiva, y alejada de la práctica clínica, dista mucho de constituir un aporte. Una tal teoría, solo contribuye a aprisionar, a desorientar, a empobrecer, a "aburrir".

En un sentido de fondo, entonces y como lo hemos señalado, abogamos por una teoría sólida, fundamentada, completa, orientadora y práctica. No abogamos por una "entelequia" teórica, que navegue entre las galaxias; abogamos por una macro-teoría-práctica, realmente orientadora y efectiva del conocer y del hacer.

La función e importancia de las teorías no pareciera ser menor. Se ha señalado que "en el diálogo entre teoría y experiencia, la teoría siempre tiene la primera palabra. Determina la forma de la pregunta, y así le pone límites a la respuesta" (Jacob,1975,p.15). Adicionalmente, el propio Einstein señalaba que la teoría determina lo que vamos a observar. Y se ha señalado también, que es la teoría la que determina el método. En estos sentidos, podríamos decir que la teoría constituye una guía, tanto para la observación como para la investigación.

Se ha sostenido, asimismo, que "todas las ciencias valoradas cuentan con principios organizativos que, además de proponer orden, proporcionan la base para formular hipótesis y estimular nuevo conocimiento" (Millon y Davis 2000, p. 191). A contrario sensu, la ausencia de teoría nos dejaría a merced de la desorganización y del desorden.

Nada es tan práctico como una buena teoría, decía Kurt Lewin (Lewin, 1951). La ausencia de teoría conduce a la ausencia de una pauta guiadora, que ayude a organizar el proceso y a generar progreso. No resulta aventurado asumir que los datos "sueltos" aportan menos que los datos organizados o sistematizados: "La comprensión científica requiere más que hechos. Requiere análisis teórico e interpretación de los hechos, y de una posterior verificación de estos análisis e interpretaciones, a través de estudios bien construidos" (Orlinsky, Grawe y Parks, 1994, p. 361). En otras palabras, y como lo han señalado Lezenger y Clarkin (1996), los datos sin teoría llevan a la confusión y a la incomprensión. O bien, como lo ha señalado Henri Poincaré (1898): "Una casa está hecha de ladrillos, así como la ciencia está hecha de datos. Sin embargo, un montón de ladrillos no es una casa, así como un montón de datos no es ciencia".

En el ámbito específico de la psicoterapia, una teoría no puede constituirse en una mera formulación abstracta, lejana a los hechos que pretende explicar. Por el contrario, la psicoterapia requiere de una teoría-práctica, capaz de orientar realmente el trabajo aplicado del psicoterapeuta; y capaz de contribuir al proceso de cambio del paciente. En psicoterapia, una teoría aporta una perspectiva consistente acerca de la conducta humana, acerca de la psicopatología, y acerca de los mecanismos del cambio terapéutico.

Una teoría, en psicoterapia, contribuye a describir el fenómeno clínico, delimita la cantidad de información relevante, organiza esa información, e integra todo en un cuerpo coherente de conocimiento […] que otorga prioridades a nuestra conceptualización y dirección a nuestro tratamiento. El modelo de ser humano involucrado dentro de una orientación teórica en psicoterapia, no es meramente un asunto filosófico para puristas. Afecta cuáles capacidades humanas serán estudiadas y cultivadas, y cuáles serán ignoradas y no desarrolladas. Los tratamientos, inevitablemente, son una consecuencia de la concepción subyacente acerca de la psicopatología, salud, realidad, y acerca del proceso terapéutico (Prochaska y Norcross, 2007, p. 5; las negrillas son nuestras).

 

El valor efectivo de una "buena" teoría

La aplicación del método científico a la psicología, y a la psicoterapia, requiere de cierta flexibilidad; y de adaptación al objeto de estudio. No es cosa de llegar y trasladar la metodología de las ciencias "duras" al ámbito de las ciencias sociales. El punto lo retomaremos próximamente.

Si nos preguntamos acerca de la utilidad de las teorías en psicoterapia, lo primero que nos sale al encuentro, ya lo hemos señalado. Involucra que, las "buenas" teorías, aportan mucho: comprensión, predicción, una guía para la investigación, un trasfondo guiador de la psicoterapia, organización de la acumulación del conocimiento, etc. Y hemos visto que las "malas" teorías, restringen, aprisionan, distorsionan, desorientan, empobrecen y perjudican. La inquietud siguiente pasa a ser cómo reconocer la "calidad" de una teoría; y cómo ir rescatando, y/o generando, teorías de "buena calidad". Bandura, logra precisar muy bien lo que sería una "buena" teoría:

El poder explicativo de una teoría psicológica, está relacionado con diferentes aspectos. Primero, las teorías deben demostrar poder predictivo. Segundo, los métodos que las teorías arrojen deben ser capaces de efectuar cambios significativos en el pensamiento, afecto y acción humanos. La debilidad en las teorías se manifiesta rápidamente cuando son puestas a trabajar y pueden ser juzgadas por los resultados que producen. Uno puede producir y cambiar eventos sin conocer las bases para el éxito. Por lo tanto, tercero, las teorías deben identificar los determinantes de la conducta humana y los mecanismos intervinientes por los cuales producen sus efectos. Pero aquellas explicaciones que no tengan valor predictivo serán pseudo-explicaciones (1986, p. 3).

En suma, la estatura del conocimiento – y de las teorías en psicoterapia – se establece por su capacidad de aporte a predicción y cambio. Y carece por completo de sentido sostener que toda teoría tiene sus méritos, que basta con el hecho de que sea consistente consigo misma, y que ninguna teoría es superior a otra. Si ninguna fuera superior a otra, no se sabe muy bien qué aportaría cada una; por lo pronto, ninguna aportaría un plus a la génesis de un mejor conocimiento.

En el contexto de una "teoría-práctica", una "buena" teoría debería ser capaz de contribuir a generar una mejor psicoterapia. Conectando conceptos, podríamos decir que una "macro-teoría" guiadora, de "buena calidad", involucraría un "macro-aporte" al desarrollo de la psicoterapia. Y una "macro-teoría" guiadora, de buena calidad, no podría ser reduccionista, lo cual constituiría otro aporte esencial al desarrollo de la psicoterapia.

En los dominios de las teorías, sin embargo, nos encontramos frente a un panorama particularmente complejo. Si hemos tenido serios problemas para generar teorías válidas, en niveles más "micro", difícilmente seremos capaces de generar una teoría, no reduccionista y válida, en un nivel más "macro". En el contexto que he venido explicitando, alcanzar el objetivo de generar una "macro-teoría" predictiva, guiadora, no reduccionista, fundamentada, válida y compartida, se dificulta mucho. Paradójicamente, el que una tal teoría llegue a ser "compartida", se dificulta mucho; por muy bien fundamentada que esta teoría pueda estar.

De este modo, el generar esta tan necesaria "macro-teoría integrativa", involucra dificultades que, hasta ahora, han resultado insalvables. Adicionalmente, todo hace suponer que, si seguimos recorriendo los mismos caminos, simplemente no desarrollaremos jamás una "macro-teoría integrativa" realmente orientadora y realmente predictiva.

Por el camino de una "Macro-Teoría"… integrativa

Un enfoque, para ameritar el nombre de enfoque integrativo, requiere estar regido por una teoría integrativa central. Cuando esta teoría no existe, o no amerita, el enfoque no califica para ser denominado integrativo.

Por obvio que pudiera parecer, es importante destacar la relevancia de qué vamos a integrar y cómo. Una integración, bien planteada, abre esperanzas de desarrollo. Una integración mal planteada, se limitará a trasladar a un nuevo escenario los viejos problemas de siempre.

Hemos definido el integrar como el "construir una totalidad coherente a través de la conexión de partes válidas diferentes". No se trata tan solo de seleccionar y de "mezclar" partes aportativas; una mezcla de caviar, chirimoyas, huevos de codorniz, azúcar, vinagre, chocolate, carne de avestruz y miel – por ejemplo – daría pésimos resultados, por mucho que cada ingrediente fuera óptimo. Tampoco seleccionar al mejor en cada puesto garantiza el buen funcionamiento de un equipo como un todo. La integración exige, entonces, un buen afiatamiento entre partes compatibles y valiosas. De modo de gestar una totalidad armónica y sinérgica.

Puesto que una teoría integrativa y completa, tiene que calzar perfectamente con el cómo funcionan los seres humanos, no se trata de integrar elementos afines dejando fuera otros elementos válidos "no afines". Los elementos integrados a la teoría tendrán que ser afines… porque funcionan "afinadamente" en la dinámica psicológica humana. Si algún elemento no es compatible con los otros, es porque no es válido y por lo tanto no amerita ser integrado.

Se hace preciso agregar, entonces, que para que la integración tenga sentido, las partes deberán ser compatibles e involucrar un aporte al todo; caso contrario, carece de lógica pretender integrarlas. Adicionalmente, para una integración de la dinámica psicológica, deberemos cuidar que se integren todas las partes relevantes… que no se nos quede nada relevante "en el tintero". En otras palabras, nuestra "macro-teoría-integrativa" deberá integrar partes válidas compatibles, sin descuidar parte válida alguna.

Y, como lo señalábamos, si son válidas, son compatibles. Caso contrario, el ser humano estaría configurado de un modo "desintegrado".

En un sentido genérico, hemos venido dejando en claro que existen "incompatibilidades integrativas" obvias. Por ejemplo, no se puede integrar la materia con la antimateria, por mucho esfuerzo que invirtamos en la tarea. En territorios más "nuestros", no podemos integrar al realismo ingenuo con el constructivismo radical. En todos estos casos, se trata de opciones ontológicamente incompatibles, es decir, radicalmente incompatibles.

Si lo que pretendiéramos fuera integrar la química con la alquimia, o la astronomía con la astrología, el futuro de ambas integraciones tampoco se vislumbraría como muy halagüeño. Las diferencias en las premisas, en la calidad de los métodos, e incluso en el valor de los objetivos, generarían una total incompatibilidad.

Al respecto, veíamos que una hipotética integración de enfoques – por ejemplo, el psicoanálisis con el enfoque gestáltico – no solo involucra arbitrariedades, al seleccionar esos dos enfoques; involucra, también, sustanciales incompatibilidades epistemológicas, teóricas y metodológicas. "Creemos, por lo tanto, que la integración de las terapias conductuales, cognitivas y psicoanalíticas, con el modelo propuesto por Guidano, es definitivamente no viable; y nos parece que la integración en psicoterapia – entendida como la integración de diferentes enfoques terapéuticos y por lo tanto de diferentes técnicas terapéuticas, sin considerar los aspectos epistemológicos que los sustentan – parece imposible" (Ruiz, 2003, p. 235). Una buena razón para no pretender integrar ni autores ni enfoques, como totalidades.

Más allá de estas incompatibilidades, cualquier integración de enfoques genera la interrogante acerca de su utilidad. Cada enfoque existente, está compuesto por algunos aciertos y muchos desaciertos; esto, a la luz de la investigación. Integrar los aciertos es necesario y aportativo: Integrar enfoques completos – incluidos desaciertos – sonaría a una especie de "macro-desacierto". Integrar teorías poco predictivas, e integrar fuerzas de cambio "poco potentes", solo conduciría a generar el mismo "débil" efecto, pero después de un gran esfuerzo. No pareciera ser una gran idea.

La interrogante que surge, entonces, adquiere un carácter imperativo: ¿disponemos – en el mundo de la psicoterapia – de suficientes "partes" válidas, como para que su integración pueda constituir un aporte?

La inquietud siguiente se refiere al aporte específico de autores y enfoques, en lo relativo a conocimientos válidos. Las preguntas relevantes podrían ser estas: ¿Qué autor, o qué enfoque, ha acertado en todo y no se ha equivocado en nada? ¿Qué autor, o qué enfoque, se ha equivocado en todo y no ha acertado en nada? ¿Y, sería lógico, o criterioso, o útil, o aportativo, o inteligente, el que nos diéramos el lujo de dilapidar aquello en lo que autores y enfoques sí han acertado?

No parece legítimo, entonces, asumir que uno de los enfoques existentes o uno de los autores existentes aporte puros aciertos o puros errores. Si se rechaza un enfoque o un autor, en forma radical, estamos alejando sus errores, pero nos estamos farreando sus aciertos. A la luz del conocimiento, el hacer algo así no suena bien; más aun: suena bastante mal.

En el contexto de "luces y sombras" que explicitaba anteriormente, cada conocimiento específico válido – por pequeño que este fuera – pasa a valer oro.

No obstante, todo el análisis crítico que he venido explicitando, la premisa de que los autores aportan específicamente cero, y que los enfoques aportan específicamente cero, me parece más que cuestionable. Una cosa es que los enfoques tiendan a "empatar", y a mostrar escaso aporte específico; otra, muy diferente, es que cada enfoque no genere aporte específico alguno. Y aunque en los "grandes números" los enfoques tiendan a no superarse unos a otros, aportes específicos de calidad pueden ser encontrados dispersos por doquier.

La idea de ir buscando "agujas válidas" en los "pajares psicoterapéuticos" podría calzar bien con esta problemática. Aunque, en los grandes números, los diferentes "pajares" empaten, ello no involucra que "cada pajar" no pueda realizar algunos aportes específicos a predicción y cambio.

El aporte etiológico de los autodiálogos, por ejemplo, parece estar muy bien documentado, aun cuando esto no avale, en modo alguno, una "superioridad" para todo el enfoque cognitivo. El rol de las contingencias en el cambio está muy bien documentado, aun cuando esto no avale en modo alguno una "superioridad" para todo el enfoque conductual.

De lo que se trata, en el fondo, es de ir rescatando e integrando – desde autores y enfoques – los segmentos teóricos válidos y los segmentos terapéuticos válidos que estos aportan. Entendiendo, por válido, lo que autores y enfoques aportan efectivamente a predicción y cambio.

La premisa es que una totalidad poco válida, puede contener segmentos – mayores o menores – de notable validez. Aun cuando suene extraño, la afirmación es plenamente consistente con la investigación. Habría que agregar que la investigación de "segmentos" es incluso más confiable que la investigación de enfoques completos. Es así como aportes relevantes de cada enfoque pueden pasar inadvertidos en los grandes números; pueden ser anulados en su aplicación (por ejemplo, al ser aplicados combinados con segmentos "no válidos"), o pueden ser "devaluados" por mal uso. Todo lo cual contribuiría a explicar el que no logren inclinar la balanza, rompiendo el "empate" a favor de un enfoque determinado. Esto es de la mayor relevancia.

El territorio de los "segmentos teóricos válidos", ejemplifica lo anterior y amerita un énfasis adicional. Si ninguna teoría se ha mostrado aportativa, si todas tienden al reduccionismo, y si los psicoterapeutas tienden a alejarse de las teorías dada su inutilidad, ¿dónde estarían esos "segmentos teóricos válidos" que pudiéramos rescatar para una eventual integración? Sería muy tentador asumir que carecemos de teorías validadas que pudieran nutrir una teoría integrativa más abarcativa y completa.

 

Es en este punto, donde emerge una temática de la mayor importancia para una teoría integrativa. Es aquí donde propongo un cambio de óptica en el ámbito de las teorías; se trata de un cambio de la mayor importancia explicativa. Dicho cambio de óptica se explicaría así:

Por supuesto, muchas teorías simplemente no son válidas. Pero no todas las teorías en psicoterapia son deficientes en cuanto a su poder predictivo y guiador. El problema surge cuando, una teoría es llevada a explicar más de lo que puede explicar, cuando es llevada a invadir ámbitos que no le corresponden; es entonces cuando una teoría se torna reduccionista. Y esto ocurre por doquier en psicoterapia. Por ejemplo, la teoría "algunos afectos disfóricos derivan principalmente de evaluaciones cognitivas distorsionadas", puede ser válida y no reduccionista; la teoría "el primer principio de la terapia cognitiva es que todos los afectos del paciente son evocados por sus cogniciones o pensamientos", pasa a ser inválida y reduccionista. Del mismo modo la teoría "algunos problemas neuróticos derivan principalmente de mecanismos inconscientes reprimidos" puede ser válida y no reduccionista; la teoría "la represión es la causa de todos los problemas neuróticos", pasa a ser inválida y reduccionista. Desde esta perspectiva, una teoría operativa, funcional y predictiva, se puede transformar en reduccionista por mal uso y por mala "teorización" adicional, posterior a su enunciación. Despojándolas de estos "males post-facto" – derivados de nuestra tendencia al reduccionismo – diversas teorías pueden ir aportando "segmentos teóricos válidos" e irse transformando en potenciales nutrientes de una teoría integrativa.

Paradójicamente, entonces, "un segmento teórico válido" puede aportar mucho más "fuera" de su ambiente semántico reduccionista, es decir, "fuera" de su cuna original. Integrar este segmento, al interior de una teoría válida, amplia, completa e integrativa, pasaría a tener un rol "liberador" y potenciador de su aporte.

El planteamiento anterior puede contribuir sustancialmente al avance de nuestra opción integrativa. Por supuesto, queda pendiente la inquietud acerca de qué ocurre con el valor predictivo y/o de cambio de un planteamiento teórico… una vez apartado ese segmento de su cuna y de su hábitat originales.

En el ámbito de los "segmentos terapéuticos válidos", tiende a ocurrir algo similar. Un mecanismo de cambio enunciado como "algunos pacientes se benefician de ensanchar el darse cuenta", puede abrir importantes avenidas de cambio. Por el contrario, asumir que "hacer consciente lo inconsciente es el mecanismo de cambio esencial en psicoterapia", lejos de abrir avenidas, las va cerrando. El reducir, involucra un "todo se rige por esta estrecha teoría"; o significa "todos se benefician con esta estrategia de cambio". Pero este reducir – sea hacia lo simple o hacia lo complejo – trae consigo, a su vez, un reducir nuestras opciones de comprensión y de cambio terapéutico.

Desde la óptica que estoy explicitando, se vislumbra la opción de identificar "segmentos teóricos válidos", y "segmentos terapéuticos válidos", provenientes de múltiples vertientes. Queda pendiente la difícil tarea de lograr integrar los segmentos que vayamos identificando, de modo de reorganizarlos en un encuadre global coherente y no reduccionista.

La tarea pasa a ser, entonces, lograr integrar – en el marco de una nueva y más amplia totalidad – todos los segmentos teóricos válidos, y todos los segmentos terapéuticos válidos… cualquiera sea su procedencia. Y esta nueva macro-teoría integrativa – derivada del hacer esto – deberá ser capaz de ir ayudando a gestar, y deberá ser capaz de acoger, los nuevos segmentos teóricos y terapéuticos válidos que se vayan generando.

De este modo, una macro-teoría integrativa deberá establecer y esclarecer qué se puede conocer, y en qué grado; hacia dónde es necesario mirar, con qué criterios se va a validar, qué se debe investigar, con qué metodología se debe investigar, qué amerita ser acumulado, cómo se conectará el nuevo conocimiento con el antiguo, cómo se organizará lo almacenado, cómo se va relacionando el conocimiento "nuevo" con el ya acumulado, cómo se van generando los desajustes en la dinámica psicológica, cómo se puede ir cambiando lo que se desea cambiar… En una "macro-teoría integrativa" válida, todo conocimiento válido tendrá su espacio y sus conexiones... y no debería haber espacio alguno, para el conocimiento "no válido".