Marketing, más de un siglo de historia: antecedentes, génesis y evolución

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Tecnología

Al inicio del periodo las manos eran la única herramienta del hombre, luego se ayudó con piedras, palos y huesos, sin hacerles ninguna transformación previa (Kuczynski, 1975). Descubrió a continuación el fuego, el cual le permitió integrar las carnes a la dieta. Después se dio otra gran innovación tecnológica, la invención de instrumentos de caza como la maza y la lanza, lo que permitió avanzar de la ingesta de productos de río y mar, a la de otro tipo de animales, especialmente de mamíferos. En la última etapa del salvajismo (estadio superior), se introduce otra gran desarrollo, el arco y la flecha, herramientas que le permitieron volverse más eficiente en la consecución del alimento (Morgan, 1975). Estos, junto con el puñal y la lanza, permitieron que el hombre aumentara su eficiencia para cazar animales y que dicha forma de alimento fuera más corriente. Aparecieron también instrumentos de trabajo rudimentarios hechos de piedra, hueso y madera (Shteerman y Sharevskaia, 1968). Otro invento importante fueron los propulsores o lanzadardos que permitían al cazador alcanzar mayores distancias y, a la vez, permanecer lejos de la presa y estar más seguro (Childe, 1985).

Para fabricar los artefactos anteriormente referidos, se necesitaban otro tipo de herramientas, denominadas secundarias y terciarias. Para ello, el hombre se servía de la piedra, el marfil, la madera y el hueso; con estos elementos se fabricaban hachas, herramientas para raspar la pieles, y también agujas para convertir estas en vestido y vivienda (Childe, 1985). En la parte alta del salvajismo, refiere Kuczynski (1975), el hombre inventa la embarcación, que permitió el aprovechamiento más amplio de los cuerpos de agua disponibles. Como se anotaba anteriormente, los desarrollos en la caza y la pesca imprimieron un desarrollo importante a la raza humana, llevándola a una mejor alimentación, una mayor competencia técnica y un mayor desarrollo mental.

Barbarie (neolítico)

La aparición de la alfarería inaugura esta etapa y la separa de la salvaje (Morgan, 1975), pero es en la etapa media de la barbarie en la que se da la gran revolución de la humanidad: la agricultura, un suceso que produjo un salto cualitativo y cuantitativo de enorme importancia. Su inicio puede situarse entre quince y diez milenios atrás6 (Kuczynski, 1975) y tuvo una influencia importante hasta los años 1650-1750, época en la cual se da la Revolución Industrial (Toffler, 1985). Gracias a la agricultura, el hombre, que para ese entonces alcanzaba un total de seis millones (Livi-Bacci, 2009), empezó a volverse sedentario y a concentrase en zonas geográficas de una manera mucho más regular. Esto, y el aumento de la población dadas las mejores condiciones alimentarias, sembraría la semilla para los grandes asentamientos humanos que luego se convertirían en ciudades. Esta etapa tuvo como resultado un hombre mejor alimentado y con un desarrollo mental superior a la etapa anterior, en la que predominaba el hombre biológico, para quien su principal preocupación, aunque no la única, era satisfacer sus necesidades.

Economía

En esta etapa, tal como se señaló, se produce un salto importante a nivel económico: la agricultura. Alvin Toffler (1985) la denominó como la primera gran revolución en el mundo; gracias a ella y a la domesticación de animales, los seres humanos obtenían muchos más beneficios mediante la explotación de extensiones geográficas más pequeñas, el trabajo ahora era más productivo y eficiente. Esto permitió entonces alimentar mejor a la población y generar algunos excedentes. La producción y el consumo en esta etapa aún no se habían separado, se vivía una economía de autoconsumo o de tipo autárquica.

En esta etapa, anota Kuczynski (1975), segunda subetapa del primitivismo, el hombre ya se dedicaba a la agricultura y a la cría de ganado para uso doméstico y seguramente aún practicaba la caza. Aunque es común afirmar que la agricultura antecedió a la domesticación de animales, la Escuela Historicista Alemana afirma lo contrario, lo cual no es descabellado ya que, en la etapa salvaje, es posible que el hombre a través de pastores haya dado los primeros pasos para la domesticación, antes de abandonar su condición nómada y antes de dedicarse a la agricultura (Childe, 1954).

El hombre se empieza a volver sedentario, por lo menos en forma temporal, pero persiste aún la vida nómada sobre todo porque las técnicas de producción y las herramientas utilizadas eran muy precarias; en la medida en que el hombre aumenta su experticia en estos temas, se estabiliza la obtención de alimentos, lo cual lleva a que los asentamientos poblacionales aumenten (Kuczynski, 1975).

Propiedad privada

En esta etapa paulatinamente desaparece el concepto de propiedad colectiva característica del salvajismo, la cual se mantiene por un tiempo importante sobre la tierra. Empieza a aparecer entonces el concepto de propiedad privada individual. En esta se entiende que quien más se destaca en un proceso debe recibir más que quien no lo hace, a manera de ejemplo, los comandantes de los ejércitos empezaron a ser reconocidos como importantes generadores de riqueza y, por ello, se les empezó a reconocer mayor acceso a los bienes y demás beneficios posibles, derecho que fue extendiéndose paulatinamente a otros niveles dentro de los ejércitos, hasta que de una manera notoria empezaron a aparecer grandes propietarios de lotes de ganado y de esclavos (Kuczynski, 1975).

La organización social y el

desarrollo cultural

Aunque no es posible describir de manera taxativa la organización social de la sociedad bárbara, Childe (1954) afirma que los grandes logros de esta no hubieran sido posibles sin que los seres humanos se hubieran organizado de alguna manera. El esfuerzo cooperativo para limpiar grandes extensiones de tierra y el cuidado de los animales domésticos frente a los salvajes son tareas que debieron requerir una mínima organización social.

En el neolítico surgen los primeros templos y la clase sacerdotal, lo cual implica que el pensamiento místico se vuelve más fuerte y más complejo. El tiempo para el ocio aumenta y algunas personas se dedican a producir algunos elementos para la comunidad como objetos de alfarería y textiles (Behaine y Díaz-Granados, 1997).

La sociedad se empieza a volver compleja y a dividirse en clases, aparecen los religiosos, los trabajadores (que se ocupaban del campo o de la arcilla, por ejemplo) y los guerreros, quienes protegían las tierras que se iban conquistando paulatinamente. El hombre se vuelve sedentario y hay un aumento importante de las aldeas (Behaine y Díaz-Granados, 1997).

Excedentes e intercambio

Una vez se estabilizan los procesos productivos fundamentales de la agricultura y la cría de ganado, aparecen colonias humanas más estables y también se empieza a generar intercambio entre poblaciones cercanas ya de una manera deliberada, por lo cual, Kuczinsky (1975) sitúa el nacimiento del comercio organizado y del comercio internacional en esta etapa. Al respecto anota Childe (1954) que a pesar de que las comunidades neolíticas eran autosuficientes, no por ello vivían aisladas unas de otras, sino más bien formaban una “cadena continua de comunidades” (p. 176) que, aunque no sostenían contacto permanente, sí se mantenía una relación a lo largo del tiempo.

Se empieza a generar intercambio entre poblaciones cercanas ya de una manera deliberada, por lo que, según Kuczinsky, se sitúa en esta etapa el nacimiento del comercio organizado y del comercio internacional.

El intercambio se da primero de manera casual y luego se realiza de una manera más formal e intencional. Se daba sobre elementos de poca importancia como conchas y otros utilizados para la elaboración de adornos, por lo cual se puede afirmar que el comercio en los inicios de la barbarie no era parte del sistema económico por lo precario de este y de sus alcances (Kuczynski, 1975). No obstante, Childe (1954) afirma que la civilización neolítica o bárbara, debe su desarrollo en gran parte a este enlace comercial rudimentario, porque a través de él, se empezó a realizar una especie de intercambio de valores culturales entre diversos grupos primitivos. Esta aseveración resulta importante porque el autor citado reconoce que ya desde esa época existía la mercancía entendida como un libro a través del cual se pueden leer las particularidades culturales de ciertos grupos humanos, elemento que resultaría esencial para Estados Unidos al momento de instaurar su imperio del consumo como se verá más adelante y crucial en la manera como se desarrolla el marketing hoy en día, el cual trasciende su función eminentemente económica y se convierte en un mediador del orden social (Díaz, 2009).

Luego, los productos agrícolas y pecuarios dejan de servir solo para el consumo de las familias y pasan a convertirse en mercancía, se pasa del valor de uso al valor de cambio, esto da pie a la aparición de una economía basada en mercancías o economía mercantil, y, derivado de ello, a la aparición del comerciante formal (Kuczynski, 1975).

Aparece el concepto de dinero representado por collares, paños, pieles y otros elementos.

La aparición del artesano, que corresponde a una segunda división social del trabajo7, se da porque al elevarse los niveles de producción, algunos hombres se pueden dedicar a estas labores parcialmente en principio y luego completamente. Antes la división del trabajo se daba entre hombres y mujeres, ahora se hace entre diferentes comunidades y personas; hay unos grupos que se dedican solo a la agricultura y otros a la cría de ganado, inclusive entre estos últimos también hay divisiones, pues se forman grupos que cuidan diferentes tipos de ganado. El comerciante es un ejemplo de este tipo de división soportada en factores diferentes al género. El desarrollo del comercio da pie a la aparición del dinero, representado en collares, paños, pieles, cueros, puntas de arado y anzuelos, entre otros (Kuczynski, 1975).

 

La agricultura permitió generar excedentes que eran guardados con diversos fines, primero para poder atender la escasez de los alimentos en el invierno y para intercambiar por otros elementos con poblaciones cercanas. Kuczinsky (1975) insinúa que para poder almacenar el trigo y otros granos, estos eran sometidos a procesos de trilla y molido para ser luego almacenados en primitivos silos, los cuales eran excavados en la tierra y forrados con paja o con esteras (Childe, 1954). Según Helpman (2014), “el comercio a larga distancia, que desempeña un papel esencial en las economías modernas, también fue una característica importante del desarrollo económico después de la revolución neolítica” (p. 16).

El comercio se concretó a través del intercambio de ganado por productos agrícolas entre diferentes colonias humanas, adelantándose de alguna manera al comercio interior, el cual en la práctica no existía, dice Kuczinsky (1975), ya que los productos derivados de la agricultura y otros oficios eran de propiedad colectiva, por lo que no se podría afirmar que estos fueran objeto de intercambio ya que pertenecían a todos los miembros dentro de una comunidad. Solo hasta que se presentó la división del trabajo entre agricultores y artesanos, se empezó a delinear lo que se conocería como comercio interior.

Consumo

Aparecen los primeros bienes como los tejidos y objetos domésticos, también se da la ingesta de productos más elaborados que hoy son comunes entre nosotros, como la mantequilla, el queso, la miel, las salchichas, las sopas, el vino, la cerveza, la sidra, las salsas, los condimentos, las hierbas y las aromáticas. En palabras de Kuczinsky, “se empieza a usar la mesa y el plato” (1975, p. 36).

La vida doméstica

Transcurre entre el desarrollo de tareas relacionadas con cuidar a los hijos, la elaboración de la alfarería y la producción de trajes de lino, lana y algodón. La vida doméstica es muy sencilla, y tal vez se complementaba con actividades alrededor de la magia en procura de obtener mejores resultados en las labores propias de la comunidad. La enseñanza de estos oficios en cada hogar seguramente constituía otra tarea importante de la vida cotidiana en la familia bárbara o neolítica (Childe, 1968).

Tecnología

El hacha de piedra pulimentada fue el símbolo distintivo del periodo neolítico (Childe, 1954). Se usó también la guadaña, la piedra de moler, el molino a mano y la prensa para la uva. Sin embargo, fue la invención del arado, los sistemas de irrigación y el uso de ganado para la agricultura, hace alrededor de siete mil años, lo que imprimió a la agricultura un gran desarrollo frente a la manera primitiva de cultivar, que consistía en hacer agujeros con el bastón y mover tierra con la azada (Kuczynski, 1975). El uso del bronce y la fundición de hierro cierra la etapa media de la barbarie (Morgan, 1975).

El arte de la alfarería se desarrolló de manera importante, y, a partir de él, se desarrollaron, paralelamente, la técnica del horneado y de la pintura, lo cual permitió tener objetos muy elaborados. Esto aportó mucho al desarrollo mental del ser humano, pues se necesitaba desarrollar un pensamiento más complejo para lograr los altos estándares que se conocen actualmente (Childe, 1985). Aunque ningún historiador lo comenta, en esta etapa empiezan a aparecer los primeros esbozos de lo que hoy se conoce como el packaging o empaquetado, variable importante del marketing de consumo contemporáneo; efectivamente, para poder almacenar los granos, estos tenían que ser guardados en recipientes apropiados para ello, elaborados lógicamente en cerámica; luego fue el vino el que fue protegido por este tipo de envases.

Primeras manifestaciones del packaging en los granos y los cereales, en primer lugar, y luego en el vino.

La creación de un alfabeto fonético coincide con el fin de la barbarie y abre el camino a la civilización (Morgan, 1975). El hombre ya había alcanzado en este momento un gran desarrollo social y cultural, y se dan los primeros esbozos de la medicina, la arquitectura y de otras disciplinas conocidas hoy. Los seres humanos pasan de vivir en colonias y centros habitados, a vivir en verdaderas ciudades (Kuczynski, 1975).

En esta etapa se evidencian los primeros desarrollos de la industria textil, los vestidos de lino, primero, luego en lana y algodón, que fueron reemplazando los antiguos vestidos de piel de animales y de hojas vegetales. Esto supone el desarrollo de competencias relacionadas con el cultivo de plantas especiales, la selección de especies adecuadas y el desarrollo de instrumentos que permitieran el tratamiento de fibras, como ruecas y telares (Childe, 1954). La existencia del vestido se evidencia a partir de una figura tallada en marfil hallada en una cueva en Francia que exhibía una especie de falda pequeña compuesta por tiras o cuerdas entretejidas que se puede considerar uno de los primeros vestidos de la humanidad (Pericot y Malluquer, 1982).

Otro gran aporte a la tecnología es la invención de la “rueda que facilita el transporte y la producción misma de algunos bienes” (Kuczynski, 1975, p. 47). Su real impacto se daría posteriormente en otras etapas de desarrollo de la humanidad gracias al desarrollo de nuevas tecnologías.

El esclavismo

Esta segunda etapa del desarrollo de la humanidad se da en sociedades complejas y podría afirmarse que es el primer estadio de lo que los antropólogos han llamado civilización. Cuando se habla de él como sistema económico, se está abarcando un periodo bastante amplio, que empieza con los sumerios, primera civilización reconocida como tal, pasa por los egipcios, luego por los griegos y culmina con los romanos, sin prejuicio de que existan otros grupos sociales que pudieran ser incluidos en este periodo como se menciona posteriormente.

Las civilizaciones mencionadas, de alguna manera, se sucedieron de forma cronológica, por ello, su grado de desarrollo aumentó gradualmente. Como afirma Kramer (2015), los sumerios establecieron una sociedad muy evolucionada, con comportamientos y desarrollos comparables a los de nuestra época; sin embargo, fueron los egipcios, los griegos y, claro está, los romanos, quienes mostraron un grado de sofisticación alto en las artes, la filosofía y el derecho, que todavía tiene gran influencia en nuestros días (Van-Doren, 2013).

Esta etapa coincide con lo que se conoce como Edad Antigua8 (ver figura 1), la cual va desde la aparición de la primera civilización conocida (los sumerios9) entre el año 3000 a. C. y va hasta la caída del Imperio Romano de Occidente en el siglo v d. C. (año 476). Se caracteriza por el hecho de que el ser humano se vuelve un objeto al servicio de su amo y se integra a la producción como un medio más; aquí el hombre empieza a cosificarse al servicio de la acumulación de riqueza. El esclavismo es un sistema económico en el que la generación de riqueza se basa en la explotación de los seres humanos en tareas relacionadas con la producción de alimentos, la extracción de minerales y otras actividades. En este sistema, “todo el producto pertenecía al amo del esclavo, que le daba a este lo suficiente para mantenerlo con vida” (Kuczynski, 1975, p. 118).

Aunque ya en plena etapa bárbara existía el esclavismo, este no se daba como sistema principal para producir, sino como un recurso subsidiario que permitía cuidar el exceso de ganado (Kuczynski, 1975). Como sistema económico surge en el sur de Mesopotamia y en Egipto hacia el año 3000 a. C. Se extendió a Siria, Fenicia, Palestina, Persia, India y China del 2000 al 1000 antes de nuestra era, aproximadamente. En Grecia se desarrolló entre los siglos viii al vi a. C. y en Roma entre los años 500 y 301. El esclavismo fue el sistema predominante en el mundo antiguo y se extendió por alrededor de 3500 años (Shteerman y Sharevskaia, 1968).

Aunque el esclavismo resulta a todas luces un régimen oprobioso para la dignidad humana, “las quejas acerca de la esclavitud que han llegado hasta nosotros son de orden moral, no económico” (Finley, 2003, p. 125). Inclusive Aristóteles defendía la figura de la esclavitud afirmando que los seres inferiores, es decir, los esclavos en este caso, les convenía estar bajo el dominio de un amo (Galbraith, 1999). Frente al esclavo existía una ambivalencia, ya que, a pesar de ser considerado una propiedad, no siempre se le consideraba cosa, y en ocasiones trabajaba al lado de los hombres libres al mismo nivel (Beard, 2016; Finley, 2003).

Según Toner,

Roma fue una de las grandes sociedades esclavistas de la historia, los esclavos constituían entre el 10 y el 1510 por ciento de toda la población; en Italia representaban entre el 15 y el 25 por ciento de toda la población que no pertenecía a la élite. Un solo amo podría tener alrededor de 400 esclavos. (2012, p. 11)

El esclavismo fue el resultado de diversos factores dentro de los cuales se destacan los avances logrados en la agricultura producto de desarrollos técnicos como el arado y la eficiencia en la ganadería, lo que permitió generar unos excedentes tales que resultaban insuficientes los hombres para cuidar y hacer buen uso de estos, de tal manera que los productos agrícolas se perdían y los animales volvían al estado salvaje. Para solucionarlo y seguramente por otros factores, los pueblos o Estados se enfrentaron en cruentas guerras de las cuales tomaban prisioneros que luego ocupaban como esclavos para poder así mantener sus sistemas de producción funcionando adecuadamente (Kuczynski, 1975). Para entender la magnitud de este fenómeno cabe anotar que “tan solo Julio Cesar fue responsable de haber capturado durante su campaña en la Galia un millón de esclavos” (Finley, 2003, p. 113).

Además de la guerra, existían otras maneras de incrementar la tenencia de esclavos, el pobre que quería evitar la indigencia podría convertirse en tal. No pagar deudas a un rico o el tráfico de personas era otro camino para ello. La subyugación de tribus agrícolas a tribus que criaban ganado era otra forma de incrementar el número de esclavos, es decir, las tribus débiles se acercaban a las fuertes y voluntariamente se sometían a su dominio. Otra forma, muy parecida a la anterior, consistía en que tribus pobres se acercaban y se sometían a tribus más ricas para asegurar su protección y sustento, especialmente cuando huían de sus tierras por factores climáticos, sequias y otras razones (Kuczynski, 1975). Finalmente, convertirse en esclavo por ser hijo de uno se fue conviertiendo en el mecanismo más importante en la medida en que el Imperio Romano se consolidó y disminuyeron sus guerras de conquista (Beard, 2016).

El sistema logró su máximo apogeo en Grecia y Roma y aunque no se dio en ciertos pueblos (eslavos, germanos, árabes y mongoles) tuvo presencia histórica alrededor de 3500 años en diferentes lugares del mundo (Shteerman y Sharevskaia, 1968). En Asia Menor, en Siria y en Egipto, la esclavitud nunca llegó a ser factor importante en el campo (Finley, 2003).

Economía

Había diversas clases de esclavos, estaban los esclavos-cosa que eran considerados exclusivamente una propiedad mueble, por captura o por deudas (Finley, 2003). Esto es importante entenderlo por la ambivalencia que había sobre estas personas, dado que en ocasiones se les consideraba estrictamente un objeto y, en otras, vivían a la par de hombres libres con quienes desarrollaban mucha afinidad (Finley, 2003).

En este orden de ideas, Finley critica la definición típica en la que se afirma que “un esclavo es una propiedad sujeta a las reglas y procedimientos de la propiedad respecto a venta, alquiler, robo, multiplicación natural , etc.” (2003, p. 100). Si bien esta definición es cierta, no es completa, por cuanto existían matices diversos cuando se hablaba de un esclavo. Más allá de imaginarlo como una propiedad que se usa como peón o se pone al servicio de los artesanos, como afirma Toner (2012), existen unos matices que sorprende conocer. Los esclavos además de ser peones que ayudaban en canteras, ocuparon diversos roles, por ejemplo, fueron incorporados a los ejércitos romanos como combatientes al nivel de los mismos romanos; este fue el caso de los iliotas, un pueblo subyugado que no pertenecia de manera particular a alguna persona en específico. Beard (2016) también critica la visión típica que se tiene del esclavo como un ser paupérrimno ya que su vida se desarrollaba entre “la crueldad y la penuria hasta rozar el lujo”, llegaban incluso, según la autora, a actuar como “médicos privados y consejeros literarios de ciudadanos muy adinerados” (p. 352).

 

Finley refiere que en el periodo clásico griego y romano los esclavos fueron fundamentales no solo por su aporte al trabajo, sino que las clases superiores les concedieron un papel importante en la estructura social. Por ejemplo, algunos libertos en Roma y metecos11 en Grecia alcanzaron elevados niveles dentro de la escalera social. En Grecia, el esclavo público era un tipo de esclavo diferente al privado que predominaba en esta época, tenía funciones diferentes, entre ellas, recoger los muertos que resultaban en la vía pública (Picard, 1953).

El trabajo doméstico era otro de los trabajos de los esclavos, podían fungir como mensajeros, secretarios, lectores, cocineros, sirvientes, contadores e incluso médicos (Beard, 2016). Estos también podían trabajar en áreas relacionadas con el comercio, las finanzas y otra serie de tareas de orden productivo o industrial. Este es el caso de los que operaban bajo la figura del peculium, algo así como una franquicia en la que el propietario podía prestar al esclavo para diversas labores, inclusive se podía hacer el préstamo a sí mismo para que trabajaba por su cuenta y ahorrara para comprar su libertad. Hubo además esclavos célebres, como es el caso de Pasiono, quien estuvo al frente de la operación bancaria más importante de Atenas (Finley, 2003).

La minería era atendida casi que exclusivamente por esclavos, mientras que el servicio doméstico se prestaba tanto por esclavos y libertos. Cocineros, mayordomos, doncellas, niñeras (pedagogas), hilanderas, tejedores, contadores, administradores, eran cargos que se ejercían de manera indiferente tanto por hombres libres como por esclavos (Finley, 2003). La mano de obra libre contratada era casual y estacional, por ejemplo, en época de cosecha, en la construcción o en los muelles cargando mercancía en los barcos.

Según Finley,

Durante todo el periodo clásico, la administración griega y romana, urbana y rural, fue patrimonio de esclavos y libertos, al menos en los grandes establecimientos, aquellos en donde el propietario normalmente no tomaba parte activa. Es evidente que los hombres del status más elevado no querían ni podían dedicarse a administrar sus propiedades y otros negocios, su estilo de vida lo hacía imposible. (2003, p. 120)

No solo de la esclavitud vivían los antiguos, ellos tenían una economía ampliamente desarrollada, “cosechaban, comerciaban, manufacturaban, explotaban las minas, gravaban con impuestos, acuñaban moneda, depositaban y prestaban dinero, obtenían ganancias o sufrían pérdidas” (Finley, 2003, p. 48).

La guerra era otra fuente importante de la economía romana y de esta época en general, los botines que llegaban a Roma resultaban muy atractivos y jalonaron el crecimiento de la ciudad ya que esta riqueza atraía a personas del campo que veían allí una oportunidad de mejorar su economía personal (Nieto, 2013).

Propiedad privada

El concepto de riqueza, como se conoce hoy, aparece en esta época debido al incremento de la producción de alimentos derivado de la cría del ganado, del pastoreo y, en gran proporción, por lo botines de guerra. La riqueza acumulada a través de estos medios (proceso que se produce muy lentamente) luego se convertiría en propiedad privada como tal. Aunque Babilonia ya era un estado con un desarrollo comercial amplio, que exportaba entre otras mercancías cereales, dátiles y aceite de sésamo a destinos como Egipto (Poliansky, 1965a), el comercio tanto local como regional se desarrolló mucho en la última etapa, especialmente debido a la expansión de los imperios que establecieron colonias muy lejanas. Con estas mantenían un comercio fluido dentro del cual se destacaban los cereales, el vino, el aceite y algunos productos manufacturados por los artesanos; la producción minera también formaba parte de los productos incluidos en el comercio organizado (Shteerman y Sharevskaia, 1968).

La organización social

y el desarrollo cultural

La primera división social que se puede hacer de la sociedad romana era la de hombres libres y esclavos, los últimos estaban en lo más bajo de la escala social, solo superaban a los indigentes que representaban alrededor del 10 % de la población, pero inclusive los indigentes preferían sentirse ciudadanos de Roma en vez de serviles (Toner, 2012); de cualquier manera, el hombre libre, así fuera el más pobre, era considerado de un nivel superior al esclavo (Shteerman y Sharevskaia, 1968).

Aunque en Grecia la ciudad era el epicentro de la vida social y económica, existía de manera paralela una comunidad campesina que vivía especialmente del cultivo y del pastoreo, que podían ser grupos humanos resultantes de las guerras que tenían alguna subordinación con las clases superiores, o campesinos independientes originarios de los territorios griegos. Estos convivían con pastores nómadas que aprovechaban terrenos no explotados para alimentar a sus rebaños. De igual forma, en Roma, vivían en el campo personas de manera cómoda generando su subsistencia de la agricultura y de la cría del ganado (Picard, 1953).

Las ciudades griegas contaban con una guardia cívica, lo que podría ser hoy la policía. Estas eran desordenadas, sus calles estrechas y se construyeron sin mucho criterio urbanístico. Como en cualquier ciudad de hoy, por lo menos en el llamado Tercer Mundo, la escasez de agua era común al igual que la insalubridad. En general, los robos eran comunes, inclusive a la luz del día, y, además, los servicios sanitarios eran escasos y carecían de una iluminación adecuada. Es curioso el contraste entre las grandes construcciones oficiales de teatros, ágoras, monumentos y templos, con lo pobre de sus calles y de los hogares de la gente del común. Podría decirse que lo público estaba por encima de la comodidad doméstica (Picard, 1953).

En Grecia, para ocupar el tiempo libre, la gente se entretenía de diversas maneras: por un lado, estaban los grandes juegos atléticos y el teatro, a los cuales se acudía en masa, pero también en los hogares se acostumbraba a practicar ciertos juegos que han sobrevivido a nuestra época como la oca, el trompo, el juego de pelota, los bolos, el columpio, entre otros. Fuera del hogar se podía pasar el tiempo con peleas de perros, gatos y gallos. En las ágoras se podían encontrar encantadores de serpientes, exhibidores de animales, prestidigitadores, tragadores de sables y el teatro de siluetas (Picard, 1953).

Las ciudades romanas, por su parte, eran planificadas a partir de un estándar que se tenía en la época y existían edificios de más de una planta. Eran notables los acueductos construidos que permitían tener agua disponible para el consumo en fuentes públicas o en los hogares a través de personas, denominadas Aquator, que vendían el agua a domicilio.

Aparece la venta puerta a puerta a través del Aquator, personaje que vendía agua a domicilio en los hogares griegos.

Adicionalmente, las ciudades ofrecían a los ciudadanos espacios para arrojar las basuras y hacer sus necesidades; otras atracciones era la oferta de diversos juegos que podrían disfrutar los ciudadanos. A pesar de estos desarrollos y prestaciones, las ciudades romanas, en general, eran desordenadas, sucias y contaminadas por las industrias y por la vida doméstica de sus habitantes; la inseguridad, especialmente de noche, era común también en esta época (Nieto, 2013).

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