¡Aquí mando yo!

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¿Cómo entendernos mejor para avanzar hacia el autocontrol? La riqueza afectiva humana es inmensa. Se debe, por una parte, al componente cognitivo de las emociones y, por otra, a los afectos que derivan de las relaciones interpersonales. Emociones, sentimientos y afectos tienen diferente nivel cognitivo. Como no existen propiamente regiones solo afectivas o solo cognitivas, ya que las redes neuronales establecen en ellas los puntos de confluencia o nodos, la influencia mutua es continuada. La elaboración desde las emociones primarias a los sentimientos y a los afectos en el cerebro se conforma a base de integrar sucesivamente más elementos cognitivos. Las emociones básicas universales, que compartimos con los animales, generan estados positivos o negativos. No conforman nuestro ser, sino nuestro estar: malestar o bienestar.

Del «yo siento» surgen esos otros sentimientos genuinamente humanos y que van conformando mi carácter y personalidad, permitiéndome ser como soy, no solo estar a gusto o a disgusto. El circuito afectivo conecta la región prefrontal ventromedial y cingular anterior con el núcleo accumbens. Conduce a la corteza la información de la recompensa o castigo del estímulo, la culpa, los celos o el orgullo. La autoconciencia siente como propias las emociones y hacer consciente el estado físico del cuerpo emocionado es parte del mundo interior de cada uno. Hacen de la vida afectiva una especie de sexto sentido que hemos elaborado con las experiencias registradas en nuestro cerebro y que este ha guardado como memoria.

Ese mundo tiene una enorme importancia en la elaboración de nuestra propia identidad, en la conducta e incluso en la salud mental. Desempeña un papel esencial en la toma de todo tipo de decisiones. Las acciones son libres, propias, queridas si son autorreguladas.

El circuito de control ejecutivo une Cabeza–Corazón–Acción. La cabeza es la corteza que intercambia información con el corazón. El núcleo accumbens es el centro del corazón, donde se halla el sistema de recompensa/castigo, que evalúa–motiva la acción y la pone en marcha a través de los ganglios basales. La vía córticosubcortical de la amígdala calcula el valor máximo del estímulo e interconecta bidireccionalmente con las regiones órbitofrontal y cingular anterior. Entre ambas conducen hasta la corteza la información, permitiendo controlar la conducta motivada cognitivamente. En esas trayectorias la persona puede intervenir voluntariamente si quiere y si sabe cómo.

Entre sentir y vivir está siempre el recuerdo, y este se aloja en ese corazón del que hablamos. «Una persona vale lo que vale su corazón». Ese valor, en realidad, está en lo que contiene. Nosotros podemos intervenir para guardar en él lo que nos parezca y entrenar cómo purificar el recuerdo si así lo queremos. Con lo estudiado hasta ahora, cabe afirmar que lo importante no es lo que entra, pues muchas veces esto no depende de nosotros mismos. En cambio, lo que sale del corazón y pasa a la acción sí que es lo importante: es de dentro de donde salen envidia, rencores, victimismo, perdón, amor, afán de servicio, aprendizaje, arrepentimiento, etc.

A los recuerdos, el contenido del corazón del cerebro, acudimos para proyectar y para decidirnos:


Podemos entrenar lo que queremos dejar pasar: lo que entra, así como lo que sale. Somos dueños de nuestros sentimientos. Si nuestra mente fuese siempre plenamente consciente y cognitiva, actuaríamos de forma racional y predecible, pero esto no es así porque el mundo interior inconsciente impacta en la forma de comportarnos. Por eso, ser consciente de los resultados que obtengo y de los mecanismos que pongo en marcha me permitirá tomar las riendas y emplearme en los ajustes internos que sean necesarios para cambiar el modo de actuar y conseguir lo que de verdad me importa.

Los sentimientos revelan aspectos significativos de mi interior y de mi relación con los demás, puesto que informan de las metas, prioridades, motivaciones, deducciones y decisiones.


El control cognitivo-afectivo o autocontrol se basa en los mismos circuitos neuronales de la red frontoparietal que mantiene la memoria de trabajo. Por ello, el entrenamiento sistemático de la memoria de trabajo realizado en un contexto emocional (memoria de trabajo emocional) tiene el potencial de aumentar la regulación de las emociones. Tenemos la capacidad de actualizar la información emocional. La actividad cognitiva de actualizar la información emocional consigue cambiar el contenido de lo que es mantenido en presente en la memoria de trabajo, con lo que se podrá realizar el trabajo mental necesario para ejercer el autocontrol.


Para enfocar los eventos emocionales desde otra perspectiva y favorecer que aparezcan emociones positivas que compitan con las negativas, contamos con dos medios: la reflexión y la reevaluación. Hay personas que, por predisposición o educación, tienen facilidad para una o para las dos estrategias de control. El resto, las podemos aprender y utilizar con más esfuerzo al principio que después, pues todo lo que el cerebro aprende tiende a automatizarlo en modo ¡ahorro de energía! La buena noticia es que adquirir un hábito resulta costoso al principio pero deja de serlo al poco tiempo si hay tesón.

Resultado en los comportamientos:

1 Personas con destreza para actualizar la memoria de trabajo tendrán más recursos para regular la emoción incluso en respuesta a situaciones de alta amenaza que generan emociones negativas de gran excitación, como la ira y estados de ansiedad. Tienen control y con el Paro y Pienso reasignan significado.

2 Personas entrenadas para inhibir el deseo ante señales de recompensa inmediatas como el dinero, la comida u otros estímulos y, por supuesto, las drogas, y son capaces de esperar. Muestran una mayor actividad en las regiones de la corteza prefrontal asociada con el autocontrol y una reactividad reducida en las regiones asociadas con el procesamiento de recompensas: corteza órbitofrontal y núcleo accumbens. Más aún: la magnitud de esta reducción se correlaciona con un aumento de la actividad en el prefrontal lateral ligada a la memoria de trabajo. Paran y piensan, reevalúan lo que van a conseguir y lo ponen en relación con el futuro y con lo que pretenden alcanzar, siendo capaces de retrasar la recompensa por otra mayor aunque no inmediata.

5.1.1. Algunas aplicaciones prácticas


En la educación de los hijos: ¡cuántas veces cedemos a los caprichos de los niños por no oírlos gritar o llorar! Es importante mantener la calma, respirar hondo, ¡paro y pienso! Saber que la ira es como una ola que viene con fuerza y se va cuando llega a la orilla. Esperar, no darle de inmediato al niño lo que exige. Con esta actuación, alcanzamos control sobre nosotros mismos, que querríamos huir del dolor e incomodidad que nos producen los gritos y, por otra parte, educamos el control del niño haciéndole esperar por lo que desea, fortaleciendo su capacidad de dilatar la recepción de una recompensa, adaptándose y afrontando la realidad humana que de por sí tiene limitaciones y muchas veces viene con momentos o situaciones de escasez. El dolor nos hace fuertes, no todo dolor es malo y experimentarlo nos hace conscientes de nuestra propia limitación y nos ayuda a ser personas que aceptan y se adaptan a la realidad; esto hay que cultivarlo desde que el ser humano es pequeño para no vivir sobreprotegidos en una burbuja. Los datos actuales de depresión en niños y de suicidios en adolescentes en el primer mundo es la más alta de la historia, y en este sentido es crucial entender la importancia de apoyar la adquisición de hábitos saludables de control emocional y de recompensa en los pequeños, para que su cerebro adquiera recursos que los preparen para las situaciones estresantes y difíciles que sin duda aparecerán en sus vidas.

Otro medio para mejorar la calidad y valor de nuestro corazón es el olvido activo. Son procesos que nos ayudan a reescribir lo vivido (aprender de lo que ha pasado, encontrar un sentido a algo duro, etc.) para nuestro propio beneficio.

Guardar rencor, cultivar deseos de venganza o hacer lo mismo que me hicieron a mí me perjudica, pues sigo construyendo mi cerebro con mis decisiones. A veces, olvidar no es posible, pues no se puede borrar, es difícil, pero sí se puede reescribir y darle enfoque y/o sentido.

Para todos, cabeza y corazón son inseparables. Lo cognitivo emociona y lo emocional aporta conocimiento. No se trata solo de suprimir lo negativo, sino de potenciar lo positivo y actuar con control para llegar a la meta a la que me dirijo, con propósito vital.

En la vida cotidiana, las relaciones personales generan, junto a muchos motivos de gratitud, conflictos que requieren la capacidad de perdonar y ser perdonado y también de pedir perdón, que mucho suele costar. Entrenar el corazón para responder con reconciliación, comprensión, empatía y olvido marca la diferencia, puesto que las reacciones naturales que experimentamos con el «agresor» son precisamente las contrarias: ira, venganza, castigo, ansiedad, etc.

Para reescribir y entrenar este Aquí Mando Yo es necesario mantener el control del pensamiento, cambiar la emoción y profundizar en los niveles cognitivos necesarios para establecer conexiones y relaciones saludables o, al menos, llevaderas. Se trata de pensar y…

 

 seguir creyendo en la capacidad del otro, sin llevar cuenta de todos sus fallos, pero sí alcanzando lo mejor posible la verdad de lo ocurrido

 y seguir creyendo en que las experiencias personales admiten una reescritura, puesto que no recordamos tanto los sucesos, como las experiencias de ellos.

Las emociones necesitan ser dichas, asociarlas a los acontecimientos para agradecer o reclamar lo que sea necesario a las personas que corresponda. Agradecer y poner límites es tan importante como ajustar las responsabilidades de cada uno. Perdonar no es olvidar, sino la reescritura que mantiene el recuerdo y modifica la carga emocional del afecto positivo por decisión propia.

Los afectos pueden ser modulados voluntariamente acudiendo a la memoria para crear experiencias: celebrar juntos, rememorar éxitos de equipo, de familia… Los patrones de activación cerebral son distintos para las emociones prosociales fuertes (como la ternura, el afecto…) y para las antisociales (como el orgullo).

Por eso, entrenar los circuitos positivos y hacerlos más rápidamente transitables depende de cada uno. Estudios de recuperación emocional biográfica han recogido y puesto de manifiesto el beneficio de recordar repetidamente episodios autobiográficos que evoquen afectos positivos, porque mejora los patrones de activación del cerebro relacionados con la ternura y el afecto. Por tanto, en nuestra mano está activar esa virtud y hacernos más afectuosos. De ahí la felicidad que suponen, insisto, las celebraciones familiares, con los amigos, colegas, etc. Es un hallazgo alentador el hecho de que se pueda aumentar la regulación de las emociones con un sencillo entrenamiento de la memoria de trabajo, repitiendo una tarea simple a diario y en un contexto emocional adecuado.

La facultad de regular las emociones crece gracias al trabajo diario bien realizado, que requiere atención y aumenta la memoria de trabajo emocional. ¡Como hago una cosa, hago todo! Atendiendo un foco, trabajando un hábito, consigo otros beneficios igualmente positivos casi sin darme cuenta. Por eso no hay que agobiarse y sí centrarse en mejorar un área cada vez, con metas asequibles pero retadoras. La mejora será sustancial en un amplio espectro.

Respecto a los afectos, decir que también se entrenan con los recuerdos que guarda el corazón. Puedo quedarme enfocada en los puntos negativos que tiene un ser querido y alejarme de corazón cada vez más de él o pensar y enfocarme en los positivos que me permitan una relación más cercana, asertiva y compasiva.

¡CABEZA, CORAZÓN, ACCIÓN!

5.2 ¿Soy Dios?

Siguiendo con la idea del autocontrol, es necesario ejercerlo para gestionar la parte cognitiva y tener una actitud abierta hacia los demás sin juzgar sus intenciones, facilitando la confianza para que se den relaciones saludables y enriquecedoras. De ahí que al inicio de nuestros entrenamientos siempre hago esta pregunta: ¿quiénes de los que estamos aquí somos Dios? Si hay algún Dios en la sala, que suelen salir varios, sabemos que estos sí nos pueden juzgar, pero el resto tomamos conciencia de que siendo solo humanos no tenemos acceso al interior de la gente ni a saber lo que guardan en su corazón. Esta apertura hacia los demás, limpia, inclusiva y sin prejuicios, favorece las conexiones y relaciones personales.

Por otra parte, el principio 10/90 de Stephen Covey también nos enfrenta a una realidad potente: de nuestro día (en nuestra vida) no tenemos el dominio sobre el 10 % de lo que nos pasa (perder el bus, una enfermedad, etc.) pero sí lo tenemos sobre la interpretación que damos y lo que hacemos con eso que nos ha sucedido y de lo que no hemos tenido el control. Otra vez control y autocontrol. La regulación del pensamiento. Esto significa que en realidad tenemos el control sobre el 90 % de nuestra vida.

5.3 El poder del pensamiento creativo

Darle sentido a lo que nos pasa y buscar soluciones es una actividad propiamente humana, y a esto nos ayuda nuestro pensamiento creativo, que está íntimamente relacionado en el proceso de la Resiliencia personal y organizacional: «El pensamiento creativo es fundamental para las artes, las ciencias y la vida cotidiana. ¿Cómo produce el cerebro el pensamiento creativo? Los investigadores han cuestionado durante mucho tiempo si el pensamiento creativo implica más o menos control cognitivo. La investigación diferencia entre los subprocesos de la cognición creativa (por ejemplo, la generación de ideas y la evaluación) y los métodos de análisis de datos de imágenes neurológicas que evalúan las interacciones entre las regiones del cerebro».6 En general, las investigaciones apuntan a varios factores que favorecen el pensamiento creativo, como la relajación, el humor y la introspección, estos estados llevan a disminuir la frecuencia en hertzios de las ondas cerebrales. El lóbulo temporal derecho (que, entre muchas otras cosas, se encarga de asociar elementos alejados en el tiempo y el espacio) muestra una gran actividad cuando surge el pensamiento creativo. Precisamente, esa disposición asociativa se antoja fundamental, puesto que de esas conexiones con recuerdos del pasado surgen asociaciones con estímulos del presente que favorecen la aparición de nuevas ideas.

También se han observado ondas alfa que surgen en el hemisferio derecho, facilitando más asociaciones. Las ondas alfa aparecen cuando estamos relajados y son fundamentales en la aparición del pensamiento creativo. Así, para favorecer este tipo de pensamiento es importante aprender a mantenernos distendidos. Hay una frase famosa que dice que lo mejor es que la inspiración nos encuentre trabajando, pero no es del todo cierta: hay que combinar la concentración en el trabajo y el tiempo consciente dedicado a divagar con preguntas creativas que nos quiten límites y nos lleven más allá de la lógica, precisamente para enriquecer el propio trabajo. Disminuir nuestra actividad consciente y dar así rienda suelta a nuestro pensamiento creativo calibrando el momento y el contexto adecuados puede mejorar el rendimiento y resultados generales del trabajo: ¡estar concentrado, converger y permitirse divergir es un ejercicio mental apropiado para que también aparezca la serendipia.

Estos poderes son la base para adquirir nuevos hábitos intelectuales que, con la práctica, ayudan en nuestro crecimiento y nos enriquecen.


5.4. Manejar el piloto automático

Nuestro cerebro automatiza las respuestas y ahorra energía, y eso es fundamental para llevar una vida normal. Sin embargo, no siempre es práctico ir con el piloto automático; a veces, lo indicado es pararse a evaluar si esa respuesta automatizada nos favorece de verdad y, aunque hace falta trabajo para adquirir esa habilidad, conviene estar entrenado para pasar a control manual. Empleando un símil de aviación: una vez que el avión despega, alcanza la altura adecuada y establece la ruta a seguir, el comandante conecta el navegador automático, pero si en mitad de la travesía encuentra turbulencias, recupera la navegación manual. Y ante las turbulencias de la vida, saber pasar de automático a manual es muy importante para tomar el control.

Resulta muy efectivo tomar conciencia de los sesgos cognitivos que tenemos (algunos de ellos, compartidos por la mayoría de nuestro entorno cultural, laboral, etc.) y de que cada uno conforma su cerebro con la herencia genética y las experiencias vividas, que son intransferibles. Por eso es importante proponerse el ¡Paro y Pienso! para cortar el flujo neuronal automático y decidir sobre los pensamientos, sentimientos, afectos y acciones con control. Cambiar el modo de mirarnos a nosotros mismos y de mirar a los demás nos beneficia para desaprender con garbo, sustituyendo unos hábitos por los que favorezcan las relaciones intra e interpersonales y enfocarnos en nuestro propósito de vida.

5.5 El arte de gestionar las emociones

¿Se podrán lograr máquinas emocionales? Quizá las máquinas puedan llegar a interpretar todos los movimientos conscientes e inconscientes de nuestros músculos y sepan decirnos, a través de sus logaritmos programados, cuál es el estado emocional que tenemos en un momento dado e incluso reproducirlo ellas mismas en un intento simulado de empatía. Ahora bien, la posibilidad de transformarlas solo la tenemos las personas en el ejercicio de nuestra libertad con el adecuado manejo del pensamiento para conseguirlo.

Tradicionalmente, lo emocional se ha contrapuesto al pensamiento. Sin embargo, hoy sabemos la importancia que tienen las emociones en cuanto que influyen sobre nuestros juicios y decisiones y conocemos que el razonamiento requiere emoción. Las emociones nos dan la clave de la vida afectiva: en la experiencia ética, intelectual y estética. Confeccionan la empatía en la experiencia social y configuran nuestro mundo interior. La emoción decide y la razón justifica, por eso la importancia de ser conscientes de ellas y de manejarlas con habilidad.

Emoción y conocimiento son inseparables, afirman las neurociencias. Conocer su procesamiento cerebral en la infancia y edad adulta nos informa de que la reestructuración del cerebro emocional durante la adolescencia lleva consigo un cambio en la forma de unir emoción y razón y conocer que la gestión emocional se puede aprender con la práctica del autocontrol del pensamiento. De ahí la importancia de unir cabeza, corazón y acción. Control cognitivo y emocional son clave para que de verdad ¡aquí mande yo!

Hablábamos de las tres áreas concéntricas que conforman el cerebro humano y su desarrollo en el espacio físico y en el tiempo. La mente, con unas medidas y un espacio geométrico, conforma nuestro cerebro a través de las decisiones que tomamos, por este motivo aprender a manejar las emociones, comprender su función y para qué aparecen en nuestro día a día nos permite estar equipados para la vida.

La auténtica gestión de las emociones consiste en controlar la vivencia subjetiva: modificar los pensamientos para influir en las memorias y comportamientos que tenemos.

5.5.1 La inteligencia emocional: habilidades

Podemos considerar precursor de la inteligencia emocional al psicólogo Edward Thorndike en 1920 con su concepto de inteligencia social. En 1990 surgió un gran interés por la IE, ya que se constató que el coeficiente intelectual, al que se le había dado tanta importancia, no resultaba un predictor de tanto éxito como cabía esperar en el puesto de trabajo y en otros ámbitos de la vida. H. Gardner elabora en el Proyecto Zero la hipótesis de las inteligencias múltiples, y dos de ellas se refieren a nuestra condición para comprender las emociones humanas: la interpersonal y la intrapersonal. Daniel Goleman agrupa ambos tipos de inteligencia bajo el nombre de Inteligencia Emocional. En 1995 Goleman publica el libro Inteligencia Emocional, que resulta un éxito y consigue que se popularice el término y aumente aún más el interés por el tema. Llega a todos los ámbitos: educativo, empresarial, organizacional, etc. Incluso la UNESCO pone en marcha en 2002 una iniciativa mundial que remite a 140 países para activar 10 principios básicos con los que poner en marcha programas de aprendizaje social y emocional.

Resumiendo: podemos decir que la inteligencia emocional es nuestra capacidad de comprender nuestras emociones y las de los demás. Determina la resistencia a la frustración, a la confusión y a nuestra manera de reaccionar ante la adversidad.

La capacidad para aprender e interactuar con el mundo de forma receptiva y adecuada está íntimamente ligada a nuestra inteligencia emocional. Goleman señala como áreas de trabajo:

 Autocontrol: dominio de uno mismo.

 El entusiasmo como aptitud maestra para la vida.

 La empatía: ponerse en la piel de los demás.

 Inteligencia emocional en el trabajo.

Algunas de las habilidades implicadas en estas áreas se relacionan con:

1 Tener conciencia de las propias emociones. Quien no se percata de sus emociones queda a merced de las mismas. Identificar las propias emociones al evaluar situaciones en las que estamos implicados nos ayuda a tener el control.

2 Manejarlas: supone capacitarse en controlar los impulsos para adecuarlos a un objetivo. Puede entrenarse para nuestra vida; de hecho, para su trabajo los actores lo hacen.

 

3 Automotivarse: las emociones nos ponen en movimiento. Acrecentar la disposición de entusiasmarnos con lo que tenemos que hacer, con pensamientos que nos ayuden a conseguirlo, mejora el rendimiento en cualquier actividad que emprendamos.

4 Empatizar: que significa ser capaz de reconocer las emociones en los demás, perfeccionar la destreza para interpretar el lenguaje corporal de los otros. Imprescindible para la comunicación humana.

5 Manejar las relaciones para que sean saludables y ricas: para esto se hace necesario controlar la vivencia con los demás. Visualizar el resultado que queremos y construir una estrategia para mantener el pensamiento positivo, la actitud esperanzada, la asertividad para decir lo que pensamos y lo que necesitamos, sin herir pero con claridad.

5.5.2. ¿Qué son y cuántas emociones tenemos?

Una emoción es una reacción compleja del cerebro ante un estímulo externo (algo que veo u oigo) o interno (un pensamiento, recuerdo, imagen interna, etc.). «Emoción» viene del latín «emovere», que quiere decir «mover hacia o desde». Las emociones son transitorias, no permanentes, y nos sacan de nuestro estado habitual. Las emociones son energía que se mueve a través de nuestro cuerpo y que solo se estanca si las reprimimos. Las emociones por tanto nos impulsan hacia la acción, son más intensas y duran menos tiempo que los sentimientos y tienen un propósito positivo: ¡ayudarnos! Por eso hay que aprender a entenderlas y a gestionarlas.

Hay diversas formas y criterios de clasificar las emociones; desde mi perspectiva, vamos a tratar sobre las seis emociones que considero básicas, universales para todos los hombres de todos los tiempos, de cualquier parte del mundo y con cualquier cultura:

1 Tristeza.

2 Alegría.

3 Ira.

4 Miedo.

5 Asco.

6 Sorpresa.

Técnicamente, las emociones no son ni buenas ni malas, nos generan estar bien o peor y nuestro cerebro las procesa con una función concreta y un propósito positivo. Por este motivo, desde mi punto de vista me atrevo a afirmar que las emociones, todas y siempre, ¡siempre!, son buenas. Están para ayudarnos, otra cosa es qué hagamos nosotros con sus avisos y cómo las gestionamos.

Como símil, relacionar que al igual que el sistema digestivo está compuesto por diversos órganos que realizan diferentes funciones, todas ellas necesarias para cumplir con la de nutrir a la persona, de la misma manera las distintas partes del cerebro dotan al sujeto de los datos y recursos necesarios para su supervivencia y bienestar. En otros momentos de la historia se despojó a las emociones de su papel y parecía que lo propio de una persona educada y evolucionada era reprimirlas y no manifestarlas y, por el contrario, en momentos más cercanos a la actualidad, se les ha concedido un gobierno casi total y parece que lo que siento ha de estar por encima de cualquier otra razón. Ni lo uno ni lo otro, soy yo la que calibra y regula las emociones. Aprender a conocerlas, escucharlas y gestionarlas es propio de la persona responsable y madura y hay que enseñar a los niños desde pequeños a saber escucharlas y a «mandar» sobre ellas, muy agradecidos del servicio que nos prestan pero controlándolas cada uno.

Por tanto, una mala gestión de las emociones es tratar de anularlas eliminando la comunicación y guardando para sí lo que se siente. Disimular la conmoción (la cara de póquer) genera un estrés que llega a afectar a la salud psíquica y física. La represión (silencio impuesto, insinceridad) controla únicamente la conducta emocional, pero no los sentimientos, que se desarrollan con la experiencia y la cognición y que pueden perjudicarnos si no los manejamos. Cabe construir un corazón con vacíos que hacen daño a medio y largo plazo. Tanto porque no gestionar las emociones y no manifestar los desacuerdos lleve a guardar rencores o a buscar compensaciones allá donde no nos convenga la satisfacción (incluidas las adicciones), como que se lleguen a experimentar las emociones con más intensidad de lo normal y nos produzcan trastornos psicológicos.

Por tanto, hablar con nuestras emociones y hablar de nuestras emociones con los demás es beneficioso para nuestra salud y bienestar, tengámoslo en cuenta.


5.5.3 De qué nos hablan las emociones y cuáles son sus funciones

Las emociones son una dimensión esencial de la vida afectiva y todas son funcionales:

Miedo: Protección. Prevenir y aprender del peligro.

Sorpresa: Orientación frente a una nueva situación.

Asco: Rechazo hacia algo percibido como insalubre.

Ira: Conseguir justicia.

Alegría: Repetición–reproducción de lo que nos agrada.

Tristeza: Reintegración personal. Superar el duelo.

Miedo: nos comunica que podemos perder la vida, que estamos en riesgo. Nos sirve para protegernos y tener prudencia cuando hay una exposición real. Por eso es importante parar y pensar, calibrar los hechos, atender al peligro y a partir de ahí actuar. El miedo también aparece como miedo psicológico. ¿Qué pasa cuando no hay un peligro real? Nos puede paralizar e invadir de tal manera que no podamos hacer nuestras cosas con normalidad. Por tanto, calibro y actúo a pesar del miedo. Aprender a gestionarlo.

Sorpresa: esta emoción es la que suele tener menos connotaciones respecto a si nos hace estar en un estado de agrado o desagrado, porque en realidad nos previene. Algo va a ocurrir sin saber si es positivo o negativo. Nos alerta para afrontar acontecimientos inesperados. Desencadenantes de la sorpresa pueden ser los estímulos novedosos, inesperados, interrupciones, cambios bruscos, etc. Es una emoción muy importante debido a su función adaptativa en el medio natural.

Asco: el asco nos informa de que algo no está en buen estado y nos va a resultar perjudicial. También sirve para ampararnos ante estímulos peligrosos que pueden comprometer nuestra vida. El asco es una emoción básica y universal necesaria para asegurar la supervivencia, ya que nos preserva de la ingestión de sustancias peligrosas para el organismo así como del contagio de enfermedades.

Ira: nos apercibe de una injusticia y suele mover a la acción: reclamar, poner límites, etc. No olvidemos que el que algo me parezca una injusticia no significa que lo sea de hecho, por eso Paro y Pienso y, con reflexión y medida, actúo: o bien para reclamar, separarme del otro, para decir lo que nos pasa o lo que convenga. La rabia es positiva si la escuchamos y modulamos su respuesta. Con ella expresamos ciertas necesidades.

Alegría: nos habla de estar a gusto, en estado positivo con lo que se esté haciendo… con lo que la provoca. Facilita el contacto con otros, compartir y exteriorizar lo que nos está agradando. Si no se gestiona, la alegría también trae resultados negativos, pues provoca un estar más fuera de sí y afecta tanto en la concentración como en el acierto en la toma de decisiones importantes. Para estas es necesario un estado de serenidad y control, ni eufóricos ni enfadados ni deprimidos.

Asimismo, estar pendientes de que no se convierta en una alegría fingida. Preguntas del estilo «¿cómo estás?», a la que contestamos que estamos bien cuando en realidad estamos fatal, nos hacen daño. Permitirnos vivir otras emociones además de la alegría nos ayuda a tener un mayor abanico emocional.

Tristeza: habla de pérdida. Sirve para darnos un tiempo, un espacio hacia adentro y reflexionar. Permitir sentirnos tristes es importante para elaborar los grandes o pequeños duelos que nos impone la vida (pérdida de un ser querido, cambio de casa, cambio de situación laboral, ruptura de una relación, marcha de los hijos de la casa...). Hay intensidades desiguales, la tristeza es adaptativa

5.5.4 Sentimientos, afectos y estados de ánimo

Como explica la neurociencia, las emociones dan preferencia a unos recuerdos filtrando la memoria, aumentado la cantidad de detalles memorizados y la sensación de realidad. En esos momentos es cuando la emoción da paso a los sentimientos, a los afectos y al estado de ánimo, que se produce por la connaturalidad en un modo de sentir y de pensar. La preferencia se realiza en función del estado de ánimo presente cuando se produce el acontecimiento y modifica el conjunto de los componentes de la memoria.