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Enfoques para el análisis de políticas públicas

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1 Es politólogo, magíster en Ciencia Política y doctor en Ciencias Económicas y Sociales con mención en Ciencia Política de la Universidad de Ginebra (Suiza). Actualmente, es profesor investigador asociado adscrito al Departamento de Ciencia Política y es coordinador del programa de Doctorado Interfacultades en Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Es líder del grupo de investigación Análisis de las Políticas Públicas y de la Gestión Pública (APPGP).

2 En otros textos (Roth Deubel, 2007a, 2007b, 2007c, 2008b), he expuesto los cuatro paradigmas vigentes en las Ciencias Sociales que se adosan a los distintos enfoques usados para el análisis de las políticas públicas.

3 Tal vez sea útil aclarar que se trata aquí de discutir los enfoques o marcos conceptuales construidos para analizar las políticas públicas y no para establecerlas o construirlas. Por esta razón, habría que distinguir, por una parte, los enfoques para el análisis y, por otra, las teorías, ideas, creencias e hipótesis usadas para establecer y construir las políticas públicas concretas, aunque es claro que existe una relación estrecha entre estas dos actividades. Justamente, porque señalar las variables importantes significa también indicar cuáles son las variables claves para modificar o transformar, en este caso, la política pública. Por lo tanto, la selección de un abordaje teórico conceptual frente a otro tiene una dimensión política o ideológica.

4 El término policía (en alemán, Policey) era definido por Justi como el “conjunto de las leyes y reglamentos que conciernen en el interior de un Estado y se consagran a consolidar y acrecentar su poder y hacer un buen uso de sus fuerzas” (en Foucault, 2006, p. 359).

5 Rousseau, en la Enciclopedia, definió la economía política como “una suerte de reflexión general sobre la organización, la distribución y la limitación de los poderes en una sociedad” (citado en Foucault, 2007, p. 30).

6 Esta definición hace eco de la división que estableció Jeremy Bentham entre agenda y no agenda; es decir, entre las cosas que se deben hacer y las que no se deben hacer desde el gobierno para incrementar la felicidad (citado en Foucault, 2007, p. 28).

7 El laissez-faire, el hecho de no actuar, intervenir o regular, es también una elección de política pública realizada por las autoridades gubernamentales.

8 Se puede apreciar en estas motivaciones, en particular, en el principio de la eficiencia y el uso de la experimentación científica, claras similitudes con los fundamentos que motivaron a Frederick Taylor (1911) a desarrollar sus principios de organización científica del trabajo a inicios del siglo xx.

9 Stone (2002) considera que los objetivos (goals) de las políticas públicas pueden organizarse alrededor de cuatro conceptos que las justifican: equidad, eficiencia, seguridad y libertad. Por nuestra parte, agregaríamos a estos el concepto de justicia, pues toda autoridad pública moderna, todo Estado, justifica sus decisiones y acciones en la prosecución de estos cuatro o cinco conceptos. Además, nos parece que hoy en día los derechos humanos expresan, desarrollan y buscan los mismos objetivos.

10 En Colombia, al igual que en otras partes del mundo, tanto la estructuración de los programas curriculares como los principales textos de introducción al estudio de las políticas públicas en el mercado usan generalmente también esta perspectiva. Los principales libros de texto empleados en Colombia son los de Aguilar Villanueva (1992), Mény y Thoenig (1992), Vargas Velásquez (1999), Salazar Vargas (1999), Roth Deubel (2002) y Muller (2002).

11 En el mismo sentido he utilizado la metáfora del Estado relojero para señalar esta perspectiva de soluciones mecanicistas (Roth Deubel, 2007d).

12 Retomando a Alvin Weinberg, Majone ([1989]1997) define lo transcientífico como el conjunto de “cuestiones de hecho que pueden enunciarse en el lenguaje de la ciencia, pero que, en principio o en la práctica, es imposible que esta los resuelva” (p. 37).

13 La palabra arte viene del latín ars que significa habilidad, oficio y conocimiento técnico. Durante el Medioevo no se distinguían las artes de las ciencias.

14 Majone ([1989]1997) considera que, con el paso del tiempo, “la eficiencia técnica como meta o como criterio de elección ha sido sustituida por la eficiencia económica” (p. 48).

15 Cómo lo señala Aristóteles en su Retórica, es necesario deliberar sobre “todo lo que puede ser de otra manera” (2005).

16 Se conoce esta clasificación bajo el nombre de las “tres íes”, por las iniciales de las palabras intereses, instituciones e ideas.

17 En este momento, tal vez es preciso recordar la clara relación existente entre el desarrollo de la retórica, como arte de la persuasión y del escuchar bien, y el florecimiento de la democracia. La democracia instaura el diálogo persuasivo y la deliberación como los modos de tomar decisiones, en vez de tomar decisiones unilaterales y autoritarias. Como lo señala Ramírez (2001), “la retórica es necesaria como antídoto de la mentalidad tecnocrática” (p. 73).

18 La práctica general del APP ampliamente ha desnaturalizado la ambición inicial de ser una actividad ilustradora y formativa para los ciudadanos, capaz de fortalecer los valores e instituciones democráticas, para volverse una práctica profesional de expertos ligados a las instancias gubernamentales, las universidades y las organizaciones privadas (los llamados “tanques de pensamiento” o thinks tanks). El resultado es una actividad empobrecida, en la que se ha minimizado tanto el estudio de los problemas como la importancia de la multidisciplinariedad, y que se pretende objetiva o apolítica, que hace del análisis un ejercicio frecuentemente tecnocrático e instrumentalizado que ofrece “recetas” para los gobiernos de turno en busca de reforzar su legitimidad.

19 En su concepción, una política neoliberal se caracteriza por fomentar la competición entre individuos y (eventualmente) organizaciones. Se parte de la idea que esta competición generará una distribución más eficiente de los recursos públicos. Por lo que se privilegia así la constitución de una sociedad basada en la lucha de todos contra todos y el individualismo (en particular, para obtener contratos y empleos públicos) y se desincentivan las acciones públicas que favorecen la ayuda mutua, la solidaridad y la cooperación entre individuos o grupos sociales.

20 Incluso las grandes instituciones internacionales (como el Banco Mundial, el Banco interamericano de desarrollo [BID], el Fondo Monetario Internacional, etc.) usan una perspectiva neoinstitucional para promover sus reformas pos-Consenso de Washington, aunque sus modelos simplificados de análisis son más bien pobres frente al potencial de esta perspectiva analítica. Compárese, por ejemplo, BID (2006) con Ostrom (1990; 2005).

21 En la literatura francesa, en particular, el concepto de acción pública tiende a remplazar el de política pública, como lo hace el de gobernanza con el de gobierno, para señalar la necesidad que tiene el Estado contemporáneo de coordinar sus intervenciones con otros actores, públicos, privados o asociativos, para formular e implementar sus decisiones. Específicamente, se puede decir que la acción pública tiende a privilegiar una mirada en interacción del tipo bottom up, que incluye a actores no estatales, mientras que la política pública se situaría más en una perspectiva top down, centrada en las actividades propias de las instituciones gubernamentales (Lascoumes y Le Gales, 2007, pp. 7-13).

22 Sabatier (1988) define una comunidad de política como “el conjunto de actores, personas pro- venientes de varias organizaciones tanto públicas como privadas […] que comparten una serie de valores y de creencias acerca de algún problema y que se coordinan en su actividad y en el tiempo para alcanzar sus objetivos”. En este sentido, las comunidades de política están en la base de las coaliciones de “militantes” (AC).

23 Al aplicar este modelo a la política ambiental colombiana (Roth Deubel, 2002, pp. 167-209), hemos detectado dos cambios paradigmáticos desde que el tema entró en la agenda pública ocurridos en 1936 y 1993. En cuanto a la política de derechos humanos, utilizando un modelo un tanto diferente, se consideró que el cambio paradigmático que ocurrió hacia 1990 y con la nueva Constitución de 1991 se quedó prácticamente en el plano discursivo, pues no logró consolidarse posteriormente (Roth Deubel, 2006). Al respeto, Surel (1998, p. 176) señala que, a diferencia de lo que ocurre con los paradigmas científicos, un paradigma “societal” no es remplazado totalmente por otro, sino que existen “retraducciones” de elementos, “mecanismos de resistencia” y de “adaptación” complejos y a veces contradictorios.

 

24 La lectura del trabajo de Cortés (2010), en el que se usa el marco de las advocaycoalitions (AC) para analizar los cambios ocurridos en la política pública para población afrodescendiente en Colombia, me ha sugerido una hipótesis explicativa relativa a la muy común brecha existente entre formulación e implementación: los cambios de política en Colombia ocurren sin que se modifiquen las normas o políticas generales en relación con un tema; lo que cambia es la coalición que domina el subsistema, generalmente luego de que ocurra un cambio en los factores dinámicos, como un cambio de gobierno, un evento externo o un simple cambio de un alto funcionario, cuyo impacto político administrativo es amplificado por las lógicas clientelistas. A partir de este cambio de coalición se inicia un proceso de modificaciones, más o menos paulatino, en la ejecución de la política mediante cambios más o menos discretos en la orientación operativa de la política, en el personal, en el presupuesto y su direccionamiento, y en normas de nivel inferior (decretos, reglamentación, procedimientos, etc.), que terminan aumentando la brecha entre las normas generales superiores que siguen vigentes y la implementación concreta, es decir, entre lo que se dice y lo que se hace. Este proceso genera una ampliación incremental de la brecha hasta que esta resulta ser “insoportable” y se logra un cambio en la política y las normas generales que la sustentan discursivamente. La brecha también puede mantenerse por años, en la medida en que aparezca como una especie de “fatalidad”, de “situación casi natural” o de “impotencia”. En cualquier caso, la formulación de las políticas, o sus principios, queda así relegada a un deber ser, cuya concreción queda siempre postergada.

25 La punctuated-equilibrium theory (PET) considera que una política pasa por fase de estabilidad e inestabilidad. La política cambia cuando los actores políticos logran redefinir la “imagen” de esta política e imponer así una nueva definición de la política a las instituciones. Al respecto, véase también True, Jones y Baumgartner, en Sabatier 2007).

26 El multiple streams approach se centra en el proceso de puesta en agenda, en el que se abre una “ventana de oportunidad” cuando convergen simultáneamente tres corrientes independientes (problemas, soluciones de política y contexto político), lo que provoca así el cambio de política. Al respecto, véase Zahariadis, en Sabatier 2007 y Roth Deubel (2002) y el número especial de la Journal of Comparative Policy Analysis (2009).

27 Esta sección corresponde a una versión ligeramente modificada que publicó el autor en Roth Deubel (2008a).

28 Un ejemplo de aplicación del marco de los referenciales al problema del estacionamiento vehicular urbano se encuentra en Meyer y Roth Deubel (1993).

29 Es de anotar que considerar que las ideas cuentan no es tan nuevo. El liberalismo del siglo xix estaba convencido de que las ideas cambiaban el mundo. Igualmente, Keynes creía en la primacía de las ideas sobre los intereses en los asuntos humanos: “I am sure that the power of vested interests is vastly exaggerated compared with the gradual encroachment of ideas” (Keynes citado en Parsons, 1995, p. 169).

30 El epistemólogo francés Latour (2005, p. 15) considera que el relativismo no es el enemigo de la ciencia, sino su mejor aliado, ya que las ciencias son relativistas por completo. Negar el relativismo es caer en su contrario: el absolutismo. La ciencia, la moral, la política avanzan cuando se ponen en relación con otros puntos de vista, lo que, sin embargo, no quiere decir que todo vale por igual.

31 En este sentido, vale la pena señalar con Hood (1998, p. 176) el carácter retórico, argumentativo y claramente no científico de la muy influyente obra de Osborne y Gaebler (1992). Basándose en unos pocos ejemplos exitosos bien seleccionados (conocida figura de la retórica) de reforma privatiza- dora a la gestión pública, los autores se proponían “reinventar el gobierno”. Este texto sirvió como “evidencia” para legitimar la reforma neoliberal del Estado y de la gestión pública, en particular en América Latina.

32 Es pertinente señalar que Majone 5([1989]1997) se distancia explícitamente del anarquismo metodológico, considerando que es necesario encontrar para el análisis (calificado por él más como un arte que como una ciencia) un camino, un “plan seguro entre el extremo de la certeza absoluta y el del anarquismo metodológico” (p. 80).

33 Latour (2005, pp. 81y ss. y 146-151) muestra también como la retórica, entendida como el estudio de la manera como se persuade a la gente de creer algo o de comportarse de una cierta manera, es la forma habitual de los debates, y que estos favorecen, a través de una retórica científica, el desarrollo de la ciencia.

34 Existe toda una corriente de investigación en política pública que se interesa particularmente en las prácticas y consecuencias de la globalización en las políticas públicas, en particular el import-export, la transferencia de políticas, la política internacional, que no hemos tratado en este libro, al igual que el análisis comparado de las políticas públicas.

35 Al respeto, nos parecen interesantes las reflexiones de Roiz (2008) sobre el curso particular del establecimiento del Estado occidental moderno a partir del siglo xin, concebido como un resultado de la constitución de una sociedad “vigilante”, que se caracteriza por considerar la vida como una guerra incesante y que termina identificando la política con la guerra. Su propuesta alternativa consiste en construir una nueva ciudadanía basada en la recuperación de la antigua tradición retórica mediterránea de Marco Fabio Quintiliano y Giambattista Vico.

VICTORIA ALEXANDRA CALDERÓN ROMANOV1

LA PERSPECTIVA DE HAROLD D. LASSWELL (1902-1978) PARA EL ANÁLISIS DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS (APP)

Introducción

Este capítulo presenta a Harold D. Lasswell, uno de los más importantes teóricos de la ciencia política, sus conceptos, métodos de análisis más importantes y sus principales aportes para la fundamentación epistemológica y metodológica del análisis de políticas públicas (APP).

El modelo de Harold D. Lasswell es determinante para el APP, porque establece que es posible comprender y estudiar las decisiones del gobierno a través del análisis de sus funciones o prácticas, así como se hace con cualquier otro proceso social. Este modelo, a pesar de numerosas críticas, aún continua vigente, tras su difusión y ampliación por parte de Charles O. Jones, a partir de 1970, como el policy process model.

Los procesos políticos de decisión, según Lasswell, pueden ser estudiados como una serie de acciones individuales o colectivas encaminadas a influenciar la obtención de determinados valores (influence process) y pueden ser descritos, a su vez, a través de siete prácticas o funciones: información (intelligence), promoción (promotion), formulación (prescription), adopción (invocation), implementación (application), finalización (termination) y evaluación (appraisal). El modelo de Lasswell es normativo, ya que establece que los valores son los propósitos de la decisión individual y fundamentan el proceso político de decisión. De acuerdo con esto, los individuos toman decisiones con el objeto de adquirir valores determinados en un marco institucional, mediante el uso de sus propios recursos y a través de estrategias de manipulación (manipulative strategies), de persuasión o coerción.

La función de los modelos normativos no es solo explicar las decisiones políticas, sino también proporcionar recomendaciones a las instituciones gubernamentales para optimizar el logro de alguna utilidad o valor político. Justamente, esta última es la aplicación que proponemos para el modelo de Lasswell, que tendría dos momentos: el análisis de las funciones de la acción gubernamental y la recomendación para la acción gubernamental.

El acierto de este modelo está en su capacidad de contener un gran número de elementos dentro de la categoría de la decisión individual y política; pero entre sus limitaciones está que el marco de valores propuesto es, a la vez, el punto de partida, el origen y la consecuencia de la decisión política. No obstante, la aproximación normativa al análisis de los procesos políticos de decisión proporciona un enfoque dinámico y estructurado para la comprensión y el APP, y, por ello, el modelo de Lasswell se mantiene vigente, hoy en día, como fundamento esencial para el estudio de la ciencia política y para el APP.

Antecedentes de la ciencia política en los Estados Unidos

Para pensar cómo orientar el APP en Colombia, es preciso revisar sus orígenes, que se encuentran en los modelos de investigación de la ciencia política estadounidense, pues, evidentemente, los discursos sobre las políticas públicas en Colombia no son propios, sino que pertenecen al contexto político y económico norteamericano (Jolly y Cuervo, 2007, p. 19). En primer lugar, entonces, es necesario recordar el contexto histórico que motivó la aparición de determinados conceptos y métodos epistemológicos en los Estados Unidos.

La Segunda Guerra Mundial dejó al mundo dividido en dos grandes bloques ideológicos que se disputaban, por así decirlo, el significado y la propiedad de la verdad política. Cada uno pretendía defender la validez de sus instituciones y de sus prácticas políticas, lo que demandaba un esfuerzo conjunto de sus dirigentes, científicos, artistas y de los ciudadanos en general. Esto significó que, tanto en la Unión Soviética como en los Estados Unidos, las instituciones gubernamentales enfocaron sus esfuerzos en defender la validez de sus ideas y valores. En Estados Unidos este contexto convirtió en un imperativo la defensa de los valores americanos liberales, tales como la democracia, la libertad de expresión y la propiedad privada frente a la amenaza del totalitarismo.

La academia no fue ajena a esta situación y los investigadores en el campo de la Ciencia Política se unieron en la defensa de los valores liberales, que, junto a la creciente preocupación por el avance científico de la disciplina, propició la creación de una disciplina muy particular que no pretendía quedar relegada a los muros de las universidades, sino que buscaba colaborar con el gobierno en la construcción de los valores democráticos y en la resistencia a los valores totalitarios del Estado soviético.

Con la llegada, durante los años treinta, de un considerable número de académicos extranjeros, principalmente refugiados alemanes, los métodos de investigación de la sociología y la psicología europeas comienzan a emplearse en el estudio de los procesos políticos norteamericanos, transformando radicalmente la aproximación al estudio de los fenómenos políticos (Dahl, 1961, p. 764). Es así como, en estos años, la Ciencia Política en los Estados Unidos no se constituyó, únicamente, como un proyecto académico o científico, sino que fue influenciada por las necesidades económicas, políticas y militares de este momento específico, lo que conllevó a que se apoyara en dos proyectos: un proyecto científico, que buscaba una mejor comprensión de la conducta y la opinión públicas (el comportamiento político de los grupos de interés, las preferencias de los votantes) y de las instituciones (los procesos de decisión del congreso y de las cortes); y un proyecto político nacional, que pretendía mejorar las condiciones sociales de los ciudadanos, proteger a la nación de las naciones enemigas, hacer crecer la economía y fortalecer la democracia. Estos dos proyectos fueron inseparables (Prewitt, 2005, p. 15).

 

Con el tiempo, el interés de la Ciencia Política viró hacia temas como las relaciones internacionales o los movimientos sociales, enfocándose principalmente, en la participación de la nación norteamericana en asuntos internacionales (Prewitt, 2005, p. 15). Al constituirse la Ciencia Política en dos proyectos entrecruzados, uno científico y otro político, esta enfocó toda su atención y energía en tratar de comprender y mejorar las prácticas políticas americanas (Prewitt, 2005, p. 15). Los responsables, en gran medida, de este proyecto fueron el profesor Charles E. Merriam (1874-1953), de la Universidad de Chicago, y uno de sus alumnos más brillantes y significativos para la Ciencia Política, Harold D. Lasswell (1902-1978).

Para Charles E. Merriam, era evidente que mientras las ciencias naturales, como la física y la biología, progresaban trayendo con esto un incalculable beneficio a la civilización (Crick, 2001), la ciencia política apenas se estaba preguntando por su objeto de estudio y por sus métodos. Por ello, esta debía apresurar su desarrollo y contribuir, al igual que las otras ciencias, al desarrollo de la democracia liberal y de sus instituciones políticas. La democracia liberal, para Charles E. Merriam, se encontraba en evidente peligro ante la presión de las ideologías totalitarias, como el nazismo y el comunismo, y por eso, para sobrevivir a sus embates, debía blindarse científicamente, apoyándose tanto en el método de la ciencia como en los auténticos valores liberales, como la libertad y la dignidad humanas. Por eso, según Merriam, con el fin de consolidarse definitivamente, la ciencia política debía ajustar sus métodos de investigación de acuerdo con la de metodología científica; es decir, estudiar los hechos políticos y los actores políticos a través de la observación y la cuantificación, para originar de ahí sus propios conceptos e hipótesis y, de esta manera, mejorar sus resultados de investigación.

Además, la figura de Charles E. Merriam fue de gran importancia para la investigación disciplinar, pues ayudó a promoverla a través de organizaciones y comités científicos, como la American Political Science Association, el Committee on Political Research y la National Conference on the Science of Politics. Del mismo modo, gracias a los esfuerzos de ThCharles E. Merriam, el Social Science Research Council fue fundado en 1923 (Crick, 2001).

Puede decirse, por tanto, que Charles E. Merriam representa el consenso acerca de los valores básicos de la sociedad norteamericana (Crick, 2001, p. 146) y la defensa de los métodos empíricos y cuantitativos para el estudio de los procesos políticos de decisión y, además, que fundamentó el marco epistemológico y metodológico de la ciencia política y su desarrollo en los siguientes treinta años.

La figura de Harold D. Lasswell

Harold Lasswell nació en 1902 en Donnellson, Illinois. Su infancia transcurrió en pequeños pueblos de Illinois e Indiana, donde su padre, un pastor presbiteriano, desarrollaba sus labores. En 1918 ingresó a la Universidad de Chicago, donde obtuvo su major en Economía. En 1927 recibió su doctorado de la misma institución con la tesis titulada Las técnicas de la propaganda en la I Guerra Mundial, obra fuertemente influenciada por el profesor Charles E. Merriam. Este trabajo será, posteriormente, reconocido como uno de los estudios más importantes en la teoría de la comunicación. Para su elaboración, Lasswell viajó a Europa, donde hizo trabajo de campo y se entrevistó con funcionarios de gobierno e investigadores.

En 1926 es nombrado profesor asistente (assistant professor) de Ciencia Política en la Universidad de Chicago y a partir de ese momento se dedica de lleno a la investigación en las líneas de Psicología y Política. Sus publicaciones, desde 1925 a 1929, en el American Journal of Psychiatry y en el American Political Science Review, reflejan de lleno su interés en la psicopatología y la política, que culmina con la publicación de Psicopatología y política en 1930. Esta obra representa el primer estudio sistemático y empírico de H. D. Lasswell, de los aspectos psicológicos del comportamiento político; en esta aparece el tema que persistirá a lo largo de la carrera de este académico: la ciencia política tiene la obligación de descubrir e inventar “una política de la prevención” de los sistemas políticos autoritarios, y debe aspirar a consolidar la dignidad humana y la libertad en el mundo a través de la detección y el tratamiento de las alteraciones de conducta y la personalidad de los individuos (Almond,1987, pp. 254-256).

En 1934, Lasswell publica World politics and personal insecurity, donde las proposiciones teóricas de la psicología y la política son explicadas a la luz de conceptos como el proceso político, los valores y las élites. En esta obra aparece, por primera vez, su fórmula más famosa: “la política es el estudio de quién obtiene qué, cuándo y cómo” (politics is the study of who gets what, when, and how) y se refiere, principalmente, a que el proceso político está constituido por un conflicto entre las élites por la distribución de los principales valores: la riqueza, el respeto y la seguridad. Esta obra representa el comienzo del análisis de los valores en el marco de la política pública, investigación que se consolidará en sus trabajos en conjunto con Myres McDougal, en la Escuela de Derecho de la Universidad de Yale en años posteriores (Almond, 1987, pp. 257-258).

En 1936, aparece el libro La política como reparto de influencia (Politics: who gets what, when and how), donde Lasswell presenta en una forma mucho más esquemática y sintética las proposiciones principales de World politics and personal insecurity.

A partir de 1938 y durante los años de la Guerra, la carrera académica de Lasswell transcurre en Washington D. C. donde se desempeña como consultor de la Office of War Information; la Office of Strategic Services; el Foreign Broadcast Monitoring Service of the Federal Communications Commision y la Army’s Psychological Warfare Branch.

En 1951, aparecen sus reflexiones sobre estos años de guerra en torno de la ciencia política en The Policy Sciences, que escribió en colaboración con D. Lerner. Este texto ha llegado a constituirse en uno de los textos de referencia obligatorios para el estudio de los fundamentos epistemológicos de la Ciencia Política.

Finalmente, en 1946 comienza a enseñar en la Facultad de Derecho de la Universidad de Yale. Allí se consolida su asociación con Myres McDougal, que converge en importantes innovaciones teóricas como el esquema funcional para el análisis de la decisión política en el interior de un marco de valores definido. En 1948, publica Power and Personality, donde subraya las relaciones de la personalidad en el marco de los procesos de decisión política. En Yale, Lasswell permanece hasta el momento de su retiro y hasta el día de su muerte; su productividad académica es formidable —escribe, edita más de cincuenta libros— y su contribución a journals de ciencia política, de sociología, de psicología, de psiquiatría y de derecho es enorme.

H. D. Lasswell recibió un gran número de reconocimientos durante su carrera (Almond, 1987, p. 267) y se desempeñó como presidente de importantes asociaciones como The American Political Science Association (1956) y The American Society of International Law (1966-1968) y participó activamente en The Committee for economic development, The Commission on the Freedom of the Press, The Rand Corporation, The American Association for the Advancement of Science y muchas otras. Lasswell muere el 18 de diciembre de 1978 en Nueva York, después de una brillante y productiva carrera académica.

La ciencia política como Instrumento para el desarrollo de un sistema de valores democráticos

Es el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial el que determina las pretensiones de Lasswell de aumentar la racionalidad de las decisiones políticas: “la evidente crisis de la seguridad nacional y la urgencia de la defensa nacional […] obliga a usar de manera más eficiente la fuerza de trabajo, las instalaciones y otros recursos del pueblo norteamericano” (Lasswell y Lerner, 1992, p. 79). Es de vital importancia pensar en “cómo crear una integración completa de los objetivos y métodos de la acción pública y privada” (Lasswell y Lerner, 1992, p. 79). Este contexto implica igualmente, “que el proceso de la política (policy process), su elaboración y realización, es objeto de estudio por derecho propio, fundamentalmente con la esperanza de aumentar la racionalidad de las decisiones” (Lasswell y Lerner, 1992, p. 80). Es evidente, para Lasswell, el avance de las disciplinas que cuentan con métodos cuantitativos, como la economía y la psicología, que no solo están consolidando sus métodos de investigación, sino que son las que prestan el mejor servicio al desarrollo y a la defensa de la nación; la psicología, a través del diseño de pruebas de inteligencia que alcanzan gran notoriedad después de la Primera Guerra Mundial, y la economía, a través de aplicaciones que buscaban aumentar la eficiencia del ejército norteamericano (Lasswell y Lerner, 1992, p. 84). Por ello, es innegable que el avance de las ciencias sociales se debe al método empírico y esto evidencia, para Lasswell, la imperiosa necesidad de elevar la competencia metodológica de las ciencias de la política para ampliar su contribución a la defensa de los valores nacionales y permitir que todos sus recursos se encaucen hacia los conflictos básicos de la civilización (Lasswell y Lerner, 1992, p. 89). Por este motivo, señala Lasswell que “la orientación hacia las políticas” no apunta meramente hacia las políticas, sino más específicamente hacia las ciencias de políticas de la democracia (Lasswell y Lerner, 1992, p. 83).