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Enfoques para el análisis de políticas públicas

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Política pública como descripción densa

El foco, en el ámbito social, ha tomado los significados culturales como su foco central. Uno de los métodos básicos empleados para explorar y descubrir los significados incrustados en el lenguaje y en las acciones de los actores sociales es la descripción densa propuesta por Clifford Geertz. Este proceso es a la vez descriptivo e interpretativo.

Geertz escribió que el antropólogo confronta una multitud de estructuras conceptuales complejas, que son extrañas, irregulares y no explícitas. Él pone en práctica su método a propósito de las peleas de gallos en Bali, incluyendo en ella el entendimiento de las relaciones sociales, las creencias tradicionales y las prácticas religiosas. Lo que es en apariencia un juego económicamente irracional, nos revela la estructura social y el estatuto en las relaciones de la comunidad. Mientras el antropólogo usa la descripción densa para describir relaciones presentes, el método de presentación guarda una estrecha relación con la escritura histórica y con varias formas de biografía y literatura documental.

En particular, Thompson quizo aplicar este enfoque al campo de las comunicaciones en el que se hacen las políticas. Al hacer esto encontró dos ventajas:, descubrir y revelar las complejidades y conexiones ocultas, sacando a la luz los significados más profundos. Además, esto puede facilitar el proceso democrático mediante el cual se hacen las políticas, porque vuelve transparentes las agendas que oculta la élite dentro de las estructuras burocráticas, o detrás del velón de la jerga científica. Logrando, en lo posible, una significativa participación en la deliberación pública (Thompson, 2001, pp. 63-77).

Este asunto tiene que ver con la relación de lo subjetivo con lo empírico. Los postempiristas tienen la tarea de situar lo empírico dentro de la estructura interpretativa, en lugar de pretender establecer explicaciones que permanezcan independientes de los significados sociales, o que traten a los sentidos como manifestaciones de un fenómeno objetivo.

Hay varias visiones sobre las relaciones entre lo interpretativo y lo empírico, lo cualitativo y lo cuantitativo. El construccionismo social toma toda investigación fundado en una dimensión subjetiva. Kritzer (1996, pp. 1-32) elabora las dimensiones interpretativas del análisis cuantitativo, que busca subrayar este olvido en el trabajo cuantitativo. Para él, uno y otro tipo de análisis involucran una interpretación extensiva, con similares instrumentos de análisis interpretativo. Además, este autor se vale de conceptos tomados de la teoría lingüística y literaria. Las más importantes cuestiones empíricas exigen la interpretación de métodos y de datos.

Kritzer identifica tres órdenes básicos de interpretación en el análisis cuantitativo. Primero se pregunta cuál es el significado de los tests estadísticos. La respuesta típica, que dice que entre más grande el resultado es mejor, no responde esta pregunta.

El segundo orden usa los resultados estadísticos para identificar problemas en los datos y en el análisis. Estos tienen que ver, por ejemplo, con datos anómalamente distantes de un agrupamiento de datos más general, que conduce a una inesperada correlación de coeficientes.

¿Cómo poder interpretarla? y ¿cuál deberá descartarse? El tercer orden de interpretación es mucho más complejo, pues consiste en conectar los resultados estadísticos con modelos teóricos más amplios. La tarea aquí consiste en usar los datos para probar y desarrollar proposiciones teóricas, lo que casi siempre requiere del uso de elementos contextuales, información lateral y teoría sustanciosa, usando luego modelos para unir descubrimientos específicos con los elementos contextuales.

En suma, según Kritzer, el análisis cuantitativo usa paradigmas contextuales y tropológicos. Los tropos se necesitan para facilitar la interpretación y uniformizar su comunicación. La metáfora es un tropo que hace una comparación implicada que nos permite ver algo desde otra perspectiva.

McCloskey usa el mismo argumento para el análisis estadístico. Una estadística significativa depende de una conversación retórica que la acompaña. Por ejemplo, en la comparación entre las víctimas del ataque a las torres gemelas, y los 30 000 niños que mueren de pobreza y hambre cada día en el mundo. En ambos casos, es la retórica de los argumentos y no los números por si solos los que determinan el significado de estos argumentos. Entonces, no podemos ser cándidos acerca de las creencias que subyacen a los datos, porque estos no hablan por sí mismos.

McCloskey, también explica cómo dos grupos de economistas pueden mirar los mismos resultados estadísticos y sacar diferentes conclusiones, a propósito de los precios del petróleo. Esto no significa que no exista la objetividad, sino que necesitamos un entendimiento más sofisticado de ella que reconozca que los conceptos descansan en definiciones sociales y que nosotros debemos estar de acuerdo con la gente que comparte nuestros parámetros de comparación.

Para el matemático Armand Borel, algo se hace objetivo tan pronto como nosotros estamos convencidos que eso existe en las mentes de otros de la misma forma que lo hace en la nuestra, y que podemos pensarlo y discutirlo juntos. Hablar del grado de confianza en la verdad de un hallazgo en un análisis empírico es hablar de validez.

Se trata de una validez interna descrita como la relación isomórfica entre un conjunto de datos y el fenómeno que se cree que estos datos representan. Pero hoy es más relevante la compatibilidad de las realidades construidas que existen en las mentes de los que responden una investigación con las que les son atribuidas. Está relación es mejor denominarla credibilidad o confiabilidad.

Para Erlandson (1993), “una investigación creíble generalmente tiene el efecto en sus lectores de una imagen de mosaico, a menudo imprecisa en términos de definir límites y relaciones específicas pero muy rica en proveer en profundidad al significado y riqueza de entendimiento”. Ahora bien, la atención debe dirigirse hacia la obtención de una interpretación comprensiva de estas realidades que pueda ser afirmada por la gente en un escenario contextual. Algunos teóricos cualitativos han desarrollado una serie de estrategias para alcanzarlo.

La investigación cualitativa debe proveer a su audiencia con evidencia que muestre, en caso de réplica, que sus descubrimientos pueden ser repetidos. En el paradigma de la investigación analíticoempírica esta cualidad se refleja en la preocupación por la confiabilidad, que se refiere a la consistencia, predictibilidad, estabilidad o exactitud. La confiabilidad es una precondición de validez. No puede haber una suposición empírica de una relación isomórfica entre la observación y la realidad si los intentos por replicarla conllevan a diferentes resultados.

El investigador intérprete, no obstante, cree que la inestabilidad observada puede atribuirse no solo al error, sino también a los cambios de la realidad, por lo que no indaga sobre la invariabilidad, sino sobre una varianza observable, una variabilidad que puede adscribirse a fuentes particulares.

La consistencia es concebida en términos de dependencia. Este es un concepto que abarca la estabilidad implícita en la confiabilidad y en el seguimiento requerido de los cambios explicables. Un procedimiento para hacerlo es la auditoría de funcionamiento, que no solo documenta los incidentes críticos, los documentos y las notas de entrevistas, sino que da cuenta del proceso de investigación como lo hace el diario de campo del investigador.

Mientras el análisis cuantitativo usa el lenguaje riguroso de la validez y de la confiabilidad, mucho de lo que se incluye en ese análisis está infundido con juicios interpretativos que desaparecen en el reporte final. La diferencia primaria son las comunidades en las cuales los analistas buscan establecer la credibilidad.

Los analistas empíricos buscan a sus pares en la comunidad científica relevante, y el investigador cualitativo toma a los sujetos mismos como punto de referencia para establecer la credibilidad de su investigación. La lógica para ambos es la misma: usar la interpretación y la argumentación persuasiva en lugar de una prueba y una demostración per se.

En vez de descartar o de desvirtuar la investigación cuantitativa, el argumento aquí busca elevar el análisis interpretativo. La interpretación es la unión entre ellos, lo cual tiene efectos tanto en la enseñanza como en la investigación. Debe entenderse que la ciencia social está anclada en las narrativas interpretativas del mundo social que busca explicar y dar cuenta de más grandes relaciones estructurales de las cuales los actores mismos no son conscientes, lo cual libera a las ciencias sociales de un estrecho metodismo.

Con todo, hay un reconocimiento para el análisis cualitativo que proviene de King, Keohane y Verba, quienes le reconocen un fundamento a lo cualitativo, pero con la intención de incorporarlo a la explicación empirista, en el sentido de que ofrezca una prueba empírica de sus resultados, a través de la lógica de la ciencia empírica, descrita como la única lógica de la inferencia. Otras lógicas de inferencia no conducen a un conocimiento real.

Sin embargo, el objetivo primario de la indagación cualitativa es otro: examinar los entendimientos narrativos de los actores, para corregir o corroborar una perspectiva. Por este motivo es que se sabe que el anterior reconocimiento no entiende la investigación cualitativa y pretende neopositivizarla. Con todo, aunque los métodos empíricos han probado su efectividad en muchos contextos, ellos permanecen con limitada utilidad cuando se dedican al estudio del significado social.

 

Por ejemplo, cuando el significado social está en categorías derivadas de la descripción del objeto en el reino material se pierden las dimensiones de la experiencia social y la temporalidad misma. El reino del significado se captura solo a través de los matices cualitativos de su expresión en el lenguaje ordinario, valiéndose de disciplinas, como la historia y el criticismo literario, que trabajan en las expresiones del lenguaje.

La cuestión, entonces, no es saber si cabe o no la interpretación, sino qué tanta interpretación está envuelta en un análisis particular, el cual está determinado en su mayor parte por la naturaleza del problema investigado. Esto fuerza a una redefinición del entendimiento convencional que tiene el neopositivismo de la objetividad y de la naturaleza de la causalidad en la explicación científica social.

El analista de la política deliberativa

Ahora es el momento de tratar el tópico del analista como un facilitador de prácticas deliberativas o, como Jay Forester (1985) lo llama, un practicante deliberativo. El experto sirve como un facilitador del aprendizaje público y del empoderamiento político. Aunque esta es una concepción diferente, no es nueva del todo. Lasswell avistó el papel del profesional de la política como el clarificador de los asuntos que sirven para la deliberación pública.

Lasswell seguía lo sugerido por el educador y filósofo John Dewey cuando buscaba educar a una ciudadanía en la participación en la deliberación de los asuntos públicos. Este autor sugiere extender la ciencia de la política más allá del reino profesional para incluir los hallazgos y los juicios de la ciudadanía, o lo que él llamó la ciencia de la política de la democracia.

Esta orientación contextual se perdió con el advenimiento de la ciencia de la política tecnocrática, y ahora hay un regreso a estos tópicos en las literaturas postempíricas. En los años 90, estas ideas habían pasado adelante en la discusión teórica de los círculos de la administración y la planeación. Había una búsqueda por nuevas formas de conocimiento y razón que no tenían la pretensión de poseer o buscar una verdad universal inmutable.

El giro argumentativo o comunicativo en la planeación y en el análisis de la política adquiere un significado social central al entender la realidad social como algo que está constituido por creencias compartidas. En vez del ocultamiento detrás del disfraz de la neutralidad valorativa, el experto tiene que activamente emplear su propia subjetividad parar reparar en las visiones de otros. Este giro provee una descripción de las verdaderas relaciones entre los ciudadanos y los expertos más útil y realista. Más aún, la vida es el medio primario que le da significado a los complejos fenómenos sociales. La narrativa es el dispositivo que sitúa los datos empíricos en el fenómeno como un todo.

El facilitador postempírico también acepta la tarea de trabajar para encajar tal investigación en la organización y en los procesos de política. Un ejemplo de esto es la conferencia del consenso, cuyo objetivo es el de establecer mecanismos institucionales que permitan utilizar el conocimiento obtenido.

El modelo de comunicación o de argumentación se ha convertido en los últimos 15 años en la orientación teórica dominante, entendimiento dominante en el contexto de las prácticas de planeación. Su objetivo consiste en examinar la manera en la que el planeador se compromete con las prácticas profesionales y políticas. Este modelo examina “los actos de poder tales como las palabras en uso que representan formas de pensar y representan la política institucional. Al mismo tiempo, significa analizar las formas de planeación participativa y colaborativa” (Ploger, 2001, pp. 219-241).

Los académicos consideran que la principal actividad de los planificadores es la de facilitar los procesos de deliberación. Reconociendo que las instituciones en las cuales los planeadores trabajan son una fuente de distorsión básica, los analistas críticos tienen que focalizarse en la política de quién dice qué, cuándo y cómo en las organizaciones de planeación localizada. Como Ploger lo explica, el objetivo es formar planeadores de política y analistas más conscientes de las formas ocultas del poder comunicativo, para lograr una comunicación pública racional y democrática.

Por medio de este proceso, estos planeadores buscan crear espacios y oportunidades para promover los modos consensuales de planeación y de hacer política. Para quienes se adhieren a la teoría de la acción comunicativa, la planeación comunicativa y el análisis de política pueden ser analizados en términos de los requisitos normativos de un habla ideal.

Esta política está fundada en los requisitos de una pragmática universal que es entendida como inherente al lenguaje. Estos criterios universales pueden servir como líneas prácticas morales que promueven una comunicación intersubjetiva y democrática, y como premisas de una razón no coartada, sino, por el contrario, como el resultado de la discusión.

Claro está, ahora la teorización de una política discursiva, que se traduce en necesarias prácticas deliberativas, constituye un modo novedoso de teorizar la política pública y de practicarla. Este enfoque implica una apuesta en el sentido de incorporar los postulados de la democracia deliberativa que han construido Jürgen Habermas y sus interlocutores, articulando los discursos liberal y social-demócrata para darle cabida a la participación de la ciudadanía, a los gobernados de antes en la argumentación y en el diálogo, sin permitirles a estos la capacidad de decidir. Esta facultad se mantiene como un oligopolio y/o monopolio en cabeza de los gobernantes.

Conclusiones provisorias

Lo hecho hasta ahora demuestra un avance significativo en procura de la recuperación de la democracia en su sentido pleno, es decir, deliberación más decisión. El anterior modelo habermasiano sigue preso en la cárcel de la supuesta indeterminación, donde reinan soberanas las elites ilustradas, esto es, “una capa definida (que) domina la sociedad; liberal, ya que esta capa deja a los ciudadanos una cierta cantidad de libertades negativas o defensivas” (Castoriadis, 2005, p. 154).

El mismo Cornelius Castoriadis, refiriéndose a las sociedades capitalistas avanzadas, planteaba que la denominada democracia deliberativa resultaba en una suerte de mezcla híbrida entre la norma del dinero y la norma jerárquico-burocrática, como un tipo ideal de las sociedades liberales contemporáneas, que aquel denomina como “sociedades de capitalismo burocrático fragmentado” (Castoriadis, 2005, p. 155).

En sentido contrario, existe igualmente un proyecto alternativo de autonomía individual y colectiva que se piensa y se practica a partir de la invención griega de lo político, que toma necesariamente distancia de la metafísica de la representación, que para nada tiene la entidad de una filosofía en sentido fuerte.

La filosofía de la libertad, de conformidad con la democracia, destapa el velo de la ignorancia puesto por la ideología liberal que nos es coetánea en el sentido en el que esta “oculta la realidad socio-histórica del régimen establecido […] una cuestión decisiva, la del fundamento y de la correspondencia antropológica de toda política y de todo régimen” (Castoriadis, 2005, p. 166).

Todo esto permite que se abra otro horizonte de sentido que estimula la imaginación creadora de nuevas formas de lo común, donde la complejidad de la autonomía se despliegue en su inagotable potencia y dé existencia a formas autoinstituyentes y autoorganizadas de convivencia humana. Esto implica también ir más allá de la artificial división privado-público, para darle entidad y posibilidad a las formas positivas de lo íntimo y lo común que hacen posible la política del amor y la biosociedad que liberan a la vida de la cárcel del biopoder (Herrera et al, 2009).

De ese modo, inauguramos una teoría de la autogestión social de lo común que, a raíz de sus premisas fundantes, es de suyo posible yendo más allá del capitalismo. Es este un proyecto revolucionario en su propia génesis anticapitalista, puesto que implica la activa participación de las multitudes como un sujeto autónomo colectivo que cuestiona la democracia deliberativa y la forma oligárquica de su acción pseudodemocrática.

Más aún, este proyecto recupera el poder decisorio de tod@s y cada un@ sobre lo que les corresponde decidir, actuar, organizar y gestionar. Lo cual implica crear y desarrollar una forma abierta de autogobierno que no puede ser sino contraria a la explotación, la dominación y la subordinación inscrita en el horizonte de liberación que anima la existencia de los grupos y clases subalternas glocalmente5.

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1 Es profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia, líder del grupo Presidencialismo y Participación y estudiante del doctorado en Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Correos electrónicos: maherreraz@unal.edu.co, miguel.herrera@transpolitica.org

2 Hay un escrito del mismo nombre elaborado el 14 de mayo de 1867. Ver la biografía de Charles Sanders Peirce arriba citada.

3 Gregory Bateson retomó el concepto de la abducción, un aporte original de Peirce, que hizo posible una tercera metodología científica distinta a la inducción y a la deducción. Esta nueva metodología constituye la base de un enfoque holístico y cualitativo. La abducción es un método de comparación de patrones de relación que toma en consideración simultánea tanto su simetría como su asimetría en los seres vivientes. Esto se hace, ante todo, con una fuerza explicativa en los sistemas orgánicos y mentales complejos, sin caer en ninguna tentación determinista.

4 Es fundamental la obra How to Do Things with Words (traducido al español como Cómo hacer cosas con palabras), con la que Austin renovó la Filosofía del lenguaje y que es la coronación de su teoría sobre los actos del habla. Esta propuesta define, con las contribuciones del filósofo Ludwig Wittgenstein, el llamado giro lingüístico del pensamiento, el cual fue explicitado por las contribuciones del neopragmatismo de Richard Rorty.

5 Glocalmente, porque implica pensar la articulación compleja entre los territorios global y local cuando ya no es posible discernir más, claramente, un adentro y un afuera. Ver al respecto reflexiones como las de Zygmunt Bauman, Ulrich Beck, y, particularmente, Michael Hardt y Toni Negri, en la serie Imperio, Multitud y Common wealth.