Autorretrato de un idioma

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7. Por lo que mira à las Etymologías hace la Académia la misma ingénua expressión, como se reconocerá por el discurso de ellas, que en adelante se pone. Habla la Académia de las Etymologías con el pulso y moderación que corresponde al peligro de errar: y tiene por mas congruente evitar muchas, antes que exponerse à un errór cierto, que justamente se le impugnasse.

8. De las voces próprias pertenecientes à Artes liberales y mechánicas ha discurrido la Académia hacer un Diccionario separado, quando este se haya concluído: por cuya razón se ponen solo las que han parecido mas comúnes y precisas al uso, y que se podían echar menos.

9. En el cuerpo de esta obra, y en el lugar que les corresponde, se ponen várias voces peculiares y próprias, que se usan freqüentemente en algunas províncias y réinos de España, como en Aragón, Andalucía, Astúrias, Murcia, &c. aunque no son comúnes en Castilla: y en las de Aragón se omiten las que vienen de la Léngua Lemosina, y no están autorizadas con los Fueros, Leyes, y Ordenanzas de aquel réino.

10. Tambien se annotan las voces de la Gerigonza, ò Germanía, de que suelen usar los que vulgarmente se llaman Gitanos, y los preciados de guapos para entenderse entre sí, segun la explicación que de ellas hizo Juan Hidalgo en su Vocabulario, y se halla en el de las Lénguas Españóla y Francesa de César Oudin, impresso en Bruxelas el año de 1625. assi por ser casi todas las dichas palabras en su formación Castellanas, aunque tomadas en diverso significado, como por encontrarse muchas veces en algunas obras jocosas de prosa y verso de Autóres clássicos, à fin de que se entienda y perciba el sentído en que las usaron.

11. Las citas de los Autóres para comprobación de las voces, en unas se ponen para autoridád, y en otras para exemplo, como las voces que no están en uso, y el olvído las ha desterrado de la Léngua, de calidád que se haría extraño y reparable el que hablasse en voces Castellanas antíguas, que yá no se practican; pero aunque la Académia (como se ha dicho) ha elegido los Autóres que la han parecido haver tratado la Léngua con mayor gallardía y elegáncia, no por esta razón se dexan de citar otros, para comprobar la naturaleza de la voz, porque se halla en Autór nacionál, sin que en estas voces sea su intento calificar la autoridád por precissión del uso, sino por afianzar la voz: y en los Autóres que la Académia ha elegido para comprobar las voces por castízas y elegantes, se ponen las citas, [i.VI] sin graduación ni preferéncia entre sí, evitando hacer este juício comparativo, siempre odioso: pues solo ha puesto el cuidado de citar los que usaron con la mayor propriedád la voz de que se habla.

12. Los synonymos que se ponen en este Diccionario, para declarar è ilustrar las voces, son pocos; pero los mas escogidos, semejantes, è immediatos al significado, porque bien examinada la energía de la Léngua Españóla, son mui limitados los synonymos que en ella corresponden enteramente: y assi se ha determinado omitirlos, no haciendo falta para la explicación de las voces, y solo se expressan los que no admiten duda en lo conforme de la significación.

13. Es fecundissima esta Léngua en los diminutivos, y aumentativos, cuyas derivaciones son várias en ito, en illo, en ote, en azo: como de perro, perrito, perrillo, perrote, perrazo, de macho, machito, machillo, machote, machazo, ò en ita, y en illa: como de tabla, tablita, tablilla, tablote, tablazo: y de este genero se pueden sacar diminutivos, y aumentativos de casi todas las voces, como igualmente los superlativos, porque en esto es la Léngua mui voluntária, cuya expressión sería sumamente difusa y penosa, y en este Diccionario se ponen solo los mas usados, y que se hallan autorizados por los Escritores escogidos.

14. Se han puesto todas y solas las voces apelativas Españólas, observando rigurosamente el orden Alphabético en su colocación: y assi todas se deben buscar por él, y no por sus raíces y voces primitívas de quienes se derívan, haviendo tenido la Académia este méthodo por mas claro: del qual solo se exceptúan los particípios de los verbos, porque en ellos para mayor brevedád, y no repetir todos los significados de cada uno (que algunas veces son muchos) se ponen immediatos à los verbos, no observando en ellos el rigor Alphabético, en cuyo orden várias veces tuvieran lugar mui lejos de sus verbos, y las mas antes que estos, lo que sería de notable desproporción: y han quedado excluídas del Diccionario todas las voces y nombres próprios de personas y lugáres, que pertenecen à la História, y à la Geographía, y se han excusado tambien todas las palabras que significan desnudamente objeto indecente: y en cada voz se explica la parte que es de la oración, si verbo, nombre, ò particípio, &c. con la adverténcia de haver puesto en los verbos los tiempos que tienen irreguláres: como en andar, anduve, en traher, traxe, y lo anómalo de otros verbos.

15. La priméra vez que se ponen las voces para explicarlas se han escrito con letras versáles, para que se puedan hallar con mayor facilidád, y quando se repíten en artículo aparte, por razón de tener otro sentído, ò estar en princípio de phrase, ò refrán, se ponen con versalillas. Y atendiendo à que en las fundiciones de esta espécie de letras no hai accentos, y que para notícia del modo de pronunciar la voz podrían hacer falta, se ha tomado [i.VII] el medio de que à las dicciones, que en los artículos de su explicación ván repetidas en las autoridades ù por otro motívo, se les ponen alli los accentos que les corresponden, y en las que no hai esta oportunidád se repíten de letra pequeña entre parénthesis, immediatamente à las versales, y se les ponen los accentos que necessítan: y aun esta circunstáncia se suele tambien excusar en aquellas cuya pronunciación es conocida de todos, como los infinitivos de los verbos, que no se puede ignorar ser larga la última sylaba, y en los particípios en que lo es la penúltima.

16. Se refieren las voces primitívas con su definición, descripción, ò etymología, y las derivadas y compuestas, y las pocas que hai synónymas, con los epithétos mas usados, sus phrases, y los refránes que convienen con las próprias voces, y son mas moráles: omitiendo la Académia referirlos todos, porque algunos son sumamente sencillos, y de literal significación: además, que haviendose estampado en los años de 1555. de 1568. y 1619. los refránes ò adagios, que recogió en romance y glossó Hernan Nuñez de Guzmán, llamado el Pinciano, y mas comunmente el Comendador Griego, y antes juntó en gran parte el Marqués de Santillana Don Iñigo Lopez de Mendóza, impressos en Sevilla en el año de 1508. y la Philosophía vulgár de Juan de Malára en mil refránes glossados, y los que explicó y sacó à luz el año de 1675. el Licenciado Geronymo Martin Caro y Cejúdo, y otros Autóres, sería trabájo mui inutil expressar los que no tienen moralidád, y buen sentído, quando todos ò la mas se pueden ver en los Autóres que los han impresso.

17. Despues de todas las acepciónes que convienen à cada voz, y ván en artículos aparte, se ponen todas las phrases que le corresponden, y luego los refránes, observando tambien en uno y otro el riguroso orden Alphabético.

18. En la versión Latina de las voces ha procurado poner la Académia la mayor conformidád; aunque muchas veces es casi impossible convertir igualmente la voz Castellana en otra Latina, por cuya razón para inteligéncia de los extrangéros se ha usado de algunas phrases en los casos que ha sido preciso, con el deséo de la mayor claridád, y conocimiento de los Lectóres: y tambien por evitar no volver la voz Españóla en otra Latina, menos expressíva, y no tan correspondiente.

19. Algunos Autóres se han citado por los folios, ò páginas de sus obras, para mas conveniéncia de quien quisiere cotejar la autoridád que se refiere: y tambien porque no dividiendose sus escritos por Capítulos, ò con otro género de distinciones, ha sido preciso usar de este méthodo, para la comprobación, si se buscare: y para inteligéncia de las cifras de sus nombres y obras, se pone al princípio de cada tomo la declaración conveniente de los Autóres que en él se citan.

20. Los verbos se han de buscar por los infinitivos: como arrojar, [i.VIII] atender, herir. Los nombres adjetivos se deben buscar en su terminación masculina.

21. Los refránes se hallarán en su voz dominante, y quando tienen dos, en una ò en otra: y las phrases se encontrarán de la misma suerte, aunque por lo general ván puestas en el verbo que les corresponde.

22. La V, y la B, las confunde la Léngua Españóla, por la poca adverténcia, y por esta razón no se puede dár regla fixa. En el tratado de Orthographía, que la Académia ha hecho para su uso, se explica la diferéncia de estas dos letras: y quien buscáre alguna voz, como abilantéz en al a, y b, sino la hallare, la encontrará en la av, avilantéz.

23 Las voces principáles, que siguen el orden Alphabético, están escritas en todas sus letras, segun el tratado de Orthographía; pero se debe advertir, que en la explicación de las voces, y en los textos de los Autóres citados, se encontrará alguna variedád, ocasionada assi por la incúria de los Impressores, como porque en algunas voces es mui dudosa la letra con que se deben escribir, hallandose en ellas B, ò V, cuya determinación es de bastante estúdio: y hasta que estas voces lleguen à ser principáles no se pueden fijar: por cuya razón podrá suceder que se hallen con alguna variedád en lo escrito.

24. Estas adverténcias y consideraciones ha tenido presentes la Académia, para manifestarlas à los Lectóres con la mas ingénua sinceridád, remitiendo à su prudente juício las demás que hallaren, y se hayan omitido por descuido inculpable: como igualmente las faltas, erróres, ò equivocaciones que tenga este Diccionario: pues una obra de tanto estúdio y grandeza no puede salir enteramente perfecta en muchos años de trabájo, y sin la repetición de algunas impressiones; pero lo que no se empieza no puede llegar el caso de que se concluya: y para que se emiende y perficione, pone oy la Real Académia Españóla à vista del Orbe literário este primer volúmen de su obra, con la satisfacción de haver vencido tantos, y de tan graves embarazos como havían ocurrido para su logro: y sírvala de mérito, para disculpa de sus omissiones involuntárias, su ardiente zelo por la glória de la Nación. [i.IX]

 

La normatividad implica estratificación, es decir, una disposición en capas de la sociedad en la que, en consecuencia, se distinguen niveles superiores e inferiores. El artificio de imponer una norma supone una nueva dimensión de la estratificación social derivada del conocimiento o desconocimiento de la norma lingüística definida como estándar o estándar culto. Penny defiende que «las variedades habladas por grupos política y económicamente poderosos son las únicas con probabilidades de ser seleccionadas como base de una lengua estándar»,2 por lo que la selección del estándar siempre estará relacionada con ciertas élites. De estos grupos de poder depende la imposición de la norma y en función del desconocimiento de este estándar de prestigio se inicia un proceso de descrédito e infravaloración que lleva a la estratificación social. La fundación de la Real Academia Española (en adelante RAE) ha de analizarse en este sentido desde un punto de vista crítico como el inicio de una relación de eterna tensión entre la norma y el uso, entre lo culto y lo coloquial o vulgar, que estratifica, más allá de lo socioeconómico, a partir de lo lingüístico.

De todas las obras de la RAE, sin duda el ya conocido como Diccionario de Autoridades constituye el germen de la entronización de lo prescriptivo desde una posición institucionalizada. Fue esta obra la que dio sentido inicialmente a la creación de la Academia, y por todo ello constituye en conjunto una obra clave de la historiografía lingüística del español. El texto que se comenta es el «Prólogo» realizado a esta obra, un texto fundamental si se busca conocer de primera mano la posición lingüística e ideológica académica, así como sus principios fundacionales.

Como advierte Del Valle «las representaciones ideológicas del lenguaje son inseparables de las circunstancias de su producción, del contexto en el cual están insertas»,3 y es por ello que es necesario realizar una lectura glotopolítica del texto que presentamos teniendo en cuenta el contexto histórico en el que se fundó la Academia y en el que se publicó el Diccionario de Autoridades.

Entre los elementos paratextuales que conforman la megaestructura de los repertorios lexicográficos,4 es decir, el conjunto de elementos heterogéneos que circundan y conforman la corteza de los diccionarios más allá del lemario y los artículos lexicográficos, destacan, sin duda, los prólogos como discursos en los que las personas responsables de un diccionario depositan la declaración de intenciones de la obra y aprovechan para destacar los principales valores de su trabajo. El prólogo al Diccionario de Autoridades resulta fundamental en cuanto que este repertorio constituía el principal objetivo de la RAE desde las reuniones previas a su fundación.

Como decimos, el propósito inicial de la Academia —patente en el punto 1 de este «Prólogo»— era la realización de un diccionario prestigioso a la altura de los publicados por las academias francesa e italiana, por lo que, tras la primera sesión académica celebrada el 3 de agosto de 1713, los miembros fundadores de esta institución comenzaron los trabajos preparatorios para su diccionario. A finales de ese mismo año, Andrés González Barcia presentó la Planta y méthodo, con las normas lexicográficas que se establecerían para su realización.

En 1717, y como relata Lázaro Carreter, se comienzan a planear los preliminares del diccionario. En concreto, «Pardo, Casani y Torreplana se encargan de traer sendos proyectos».5 Cuando en 1723 se hace urgente disponer ya de los prolegómenos, Gonzalo Machado, que tenía el encargo de refundir los proyectos presentados, se percata de que ha perdido todos estos papeles, por lo que en 1724 se solicitan proyectos nuevos a Acevedo, Connink y Cardona, que refunde Casani en un proyecto único. Lázaro Carreter refiere que el encargado finalmente de redactar el «Prólogo» fue Fajardo, al que por tanto corresponde la autoría del texto, a pesar de que la infraestructura ideológica fuese compartida por el conjunto de miembros iniciales de la institución.

La impresión de este Diccionario comienza en octubre de 1724 y, entre 1726 y 1739, ven la luz los seis tomos que componían la obra con el título completo de: Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases ó modos de hablar, los proverbios ó refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua.

Como se ha comentado en innumerables ocasiones, el paradigma académico nació a partir de la suma de diversas tradiciones heredadas de siglos pasados. Estas tradiciones explican, en gran medida, el purismo que la institución refleja en su proceder en cuanto a temas como la inclusión de nuevas palabras o de extranjerismos, entre otros. Estas tradiciones se recogen en la obra de Fries, Limpia, fija y da esplendor. La Real Academia Española ante el uso de la lengua, y se pueden resumir en tres líneas principales: (i) la idea de que las lenguas se desarrollan de manera semejante a los organismos vivos, (ii) la competición lingüística internacional y (iii) el cuidado institucionalizado de la lengua. El prólogo de Autoridades emana estas tres ideas en los diferentes puntos, e insiste de este modo en su propia identificación con la salvaguardia institucionalizada y legitimada de la lengua.

Con el tiempo, el Diccionario de la lengua castellana o Diccionario de Autoridades, publicado por la RAE, que contaba con aproximadamente 37.600 entradas, se colocó en un lugar de privilegio dentro del panorama lexicográfico europeo, incluso por encima de la Academia della Crusca y de la Académie Française, lo cual también suponía un reto para los miembros de la RAE que habían evaluado las lenguas en términos imperialistas de cantidad, calidad, reconocimiento y prestigio. El desafío de realizar una foto fija a la lengua en el estado que consideraban de más alta perfección estaba conseguido, y con esa victoria llegó el inicio de la construcción del imaginario de prestigio de la lengua a través de su fijación normativa, estandarizada e institucionalizada.

El texto analizado posee una gran relevancia desde la perspectiva glotopolítica. La lexicografía académica, identificada como entidad que salvaguarda los valores de la pretendida grandeza de la lengua española, es central en la conformación de la identidad nacional y transnacional. En términos identitarios, el diccionario académico constituye un elemento de importancia radical como parte del imaginario de prestigio y unidad de los hablantes de la lengua española, especialmente en España, y de forma más discutibles en el resto del ámbito hispanohablante. Desde luego, la lengua española en contextos anglófonos también proporcionará a sus hablantes, desde el punto de vista identitario, un lastre como lengua sumamente racializada y estigmatizada. Pero, más allá de la identificación entre lengua e imperio y de la conversión de valores según los contextos, el diccionario académico significó y significa un referente legitimador en el uso culto, lo cual implica, como se advirtió al inicio, un nuevo nivel de estratificación social a partir del uso de la lengua. Todas estas ideas están expresadas de multitud de formas distintas en algunas de las líneas que conforman el «Prólogo», que podrían sintetizarse en consonancia con los puntos que lo dividen como: (1) competición lingüística internacional, (2) novedad sin (casi) precedentes, (3) selección de autoridades de prestigio, (4) referentes extranjeros, (5) gloria de la lengua a través de su pureza, (6) la fijación de la ortografía, (7) la dificultad de las etimologías, (8) un diccionario general y de uso, no especializado, (9) la inclusión de voces propias de provincias y reinos de España, (10) la inclusión de voces de germanía, (11) las autoridades como forma de acreditar los usos castizos y elegantes, (12) la sinonimia en el diccionario, (13) la presencia de formas derivadas apreciativas, (14) restricciones del lemario, (15) significación de la tipografía, (16-17) paremiología, (18) equivalencias latinas, (19) identificación de las citas, (20) lematización de verbos, (21) lematización, (22-23) alternancia ortográfica y (24) captando benevolencia y glorificando la nación. El análisis de este texto desde una perspectiva crítica ha de centrarse principalmente en los puntos 1, 14 y 24.

El punto 1 constituye un exceso valorativo, un derroche de ornamento en la descripción de la lengua española acorde con la consideración capitalista y moderna de las lenguas como mercancía, como parte de la industria cultural en la que las lenguas pasan a tener un valor cuantificable, comparable y material. Puesto que desde la tradición de la competición lingüística internacional ya se abría el camino hacia la competencia entre lenguas de poder, en el primer punto del prólogo se asiste a una aglomeración de calificativos que ponen de manifiesto un ejercicio de modalización valorativa al servicio del marketing del español (grandeza, poder, hermosura, fecundidad, elegancia y pureza). En este sentido, como advierte Moreno Cabrera se recurre a «uno de los mitos fundamentales de la cultura occidental: el mito de la lengua perfecta».6 Este mito ha sido desmontado por la investigación lingüística, y en la actualidad se sabe que no puede ser el fundamento de la autoridad de las academias, que están por el contrario sustentadas por «los estamentos política, cultural y económicamente dominantes de las sociedades en las que ejercen su papel».7 Por tanto, en la exaltación de la grandeza de la lengua se encuentra de forma inherente una escala imaginaria de valores en la que las lenguas se podrían disponer en diferentes puntos, y dentro de la cual la lengua española ocuparía el lugar más alto.

El punto 14 pone de relieve un paso más en la noción de pureza de la lengua y en el ejercicio de estratificación social a través del cuidado institucionalizado de la lengua. Cuando se trata de la selección del lemario, las restricciones puristas se ponen de manifiesto: «se han excusado también [sic] todas las palabras que significan desnudamente objeto indecente». Estos lemas fueron incorporándose progresivamente en las sucesivas ediciones del diccionario, pero normalmente con retraso con respecto a otros diccionarios y, desde luego, siempre aparecían junto con marcas como «malson.» o, en menor medida, «vulg.». Garriga Escribano ya señala que la reflexión sobre el uso y las formas de censurarlo viene desde los trabajos de Nebrija y Covarrubias, e incluso del Vocabolario degli Accademici della Crusca (1612), que se mostraban preocupados con la presencia y marcación de las voces en el diccionario. Este mismo investigador, al abordar en concreto la marca empleada por la RAE para la censura de los usos considerados vulgares, señala que los académicos identificaban estos usos como propios del «estilo vulgar», usos de la «gente vulgar», en definitiva, usos del «vulgo». Junto con la marca «vulgar», en autoridades también se censuraban usos populares con la marca «bajo». Entre estas formas no solo se encontraban las que designaban «desnudamente objeto indecente» y palabras tabú, sino otras vivas en zonas rurales o empleadas por grupos marginales.8 Se infiere de esto que los académicos establecieron sin titubeos niveles de hablantes, entre los que se distinguía un primer nivel de hablantes cultos y un segundo nivel conformado por «el vulgo». La cuestión es que de este modo se reforzó la capacidad de la lengua y, en especial, de su control institucional, para establecer hablantes de primera y de segunda clase, una idea que todavía no se ha superado y en la que descansa la afirmación generalmente asumida de que las personas que hablan una lengua deben someterse a los principios del estándar culto sobre los principios funcionales de la comunicación, incluso cuando eso puede suponer un esfuerzo. De este modo, las personas y colectivos que no han podido tener acceso a la educación o que por su adscripción diatópica presentan determinadas particularidades no estándar quedan al margen de los grupos de prestigio, constituyen parte del vulgo, del pueblo, y se categorizan como un grupo social marginal en función del uso de la lengua.

 

Por último, el punto 24 avanza varias ideas que se repetirán hasta la saciedad en los prólogos venideros de las obras académicas:9 la dificultad que supone la empresa lexicográfica, la justificación de carencias y erratas y la identificación entre la glorificación de la lengua y de la nación, esto es, la lengua como símbolo de la fortaleza y unidad del imperio. La RAE se reviste a sí misma en este texto de un halo casi sagrado, pidiendo redención por sus posibles faltas con «la mas ingénua sinceridad» al tiempo que se exhibe como autora de una obra que roza lo enteramente perfecto. Como colofón, el texto recurre a la alusión de la «grandeza» de la obra emprendida, el diccionario, en los mismos términos que a su inicio remitía a la «grandeza» de la lengua española. Esto es, el prólogo se cierra en sí mismo de manera circular en la línea de vanagloria y exaltación general de la lengua y el diccionario, de manera que se convierte en la semilla del imaginario de prestigio tanto de una como del otro.

1REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (1726): «Prólogo», Diccionario de Autoridades. http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle.

2Penny 2004: 295.

3Del Valle 2015b: 20.

4Hartmann y James 1998; Rodríguez Barcia 2016.

5Lázaro Carreter 1972: 62.

6Moreno Cabrera 2011: 157.

7Moreno Cabrera 2011: 158.

8Garriga Escribano 1994: 1.

9Rodríguez Barcia 2013.