Arte, liturgia y teología

Tekst
0
Recenzje
Przeczytaj fragment
Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

Capítulo 2

Celebrar, participar, crear: equipos de liturgia

Amós López Rubio

Introducción

Durante varios años he tenido la posibilidad de conducir talleres de liturgia en varias provincias de Cuba, en espacios de formación facilitados por el Consejo de Iglesias de este país. Uno de los primeros momentos de estos talleres fue realizar un inventario de logros y dificultades que las diferentes iglesias allí representadas han tenido en sus prácticas litúrgicas. Comparto aquí algunos de estos logros y dificultades a partir de talleres celebrados en las ciudades de Baracoa, Santa Clara y La Habana.

Logros

* Que la congregación le dé importancia a cada una de las partes del culto.

* Equilibrio en la selección de los cantos en lo referido al uso de los coros y los himnarios.

* Que la congregación se sienta parte del culto.

* Un culto que se adapta a la realidad de las personas.

* Existe una preocupación por la identidad cultural de la liturgia.

* En los cultos se utilizan y promueven los talentos locales.

* El pastor aporta ideas novedosas y está abierto a los cambios.

* Desarrollo de los ministerios litúrgicos.

* Dinamismo.

* Participación de todas las edades en el culto.

* Planificación del culto.

Dificultades

* Falta de empleo de otras manifestaciones artísticas, además de la música.

* Cuando se imponen las tradiciones se frena el desarrollo del culto.

* Monotonía.

* No se lee correctamente la Biblia en público.

* El registro vocal de los himnos es muy alto.

* Oraciones desenfocadas.

* Falta de unidad temática en los cultos.

* Centralización en el liderazgo, imposición de criterios.

* Ritmos y danzas ajenos a nuestra cultura.

* Falta elaborar recursos

* Incoherencia entre la interpretación de los textos bíblicos que hace el equipo de liturgia y la de la persona que predica

Posiblemente muchas de las personas que lean este texto —incluso desde diversos países y realidades litúrgicas— compartan algunas de las experiencias que aquí se relatan. Tanto los logros como las dificultades apuntan a un elemento común: la asamblea que celebra el culto. Si es importante preguntarse por los contenidos y las formas de la liturgia cristiana, no es menos esencial responder a las siguientes preguntas: ¿quiénes celebran?, ¿desde dónde y con qué propósito? El objeto y el sujeto de la acción litúrgica se determinan mutuamente. El culto no sólo tiene una centralidad teológica sino también antropológica: las personas que se reúnen a celebrar su fe moldean, encarnan y orientan el sentido de ese culto para sus vidas.

Por tal razón, el tema de la participación en el evento litúrgico tiene que ser tomado muy en serio. Iglesias con jerarquías rígidas ofrecen muchos obstáculos a las posibilidades de participación de las personas en el culto. Los líderes preocupados por mantener sus espacios de autoridad, darán poco valor a las nuevas ideas en relación con las prácticas litúrgicas, y en el contexto del culto —como en otros espacios públicos— quien tiene el micrófono, tiene el poder.

Sin embargo, el mensaje de la liturgia es el que se construye desde todo el pueblo, porque la liturgia es la “obra del pueblo”1. El mensaje de la liturgia se transmite de muchas maneras, a través de múltiples lenguajes2, desde muchos espacios y experiencias de vida y de fe. Participar en su liturgia es el primer derecho que asiste a toda congregación cristiana. El culto es una obra comunitaria, no una performance en solitario. No “asistimos” al culto que otros preparan para su propio deleite y afirmación personal. No venimos a “consumir” el culto que otros nos ofrecen, sino que el culto es la responsabilidad de toda la iglesia, la expresión de la fe y la esperanza de toda la iglesia, la fiesta que todos y todas preparamos a fin de reafirmar nuestra identidad como grupo de creyentes; para fortalecer nuestro compromiso, nuestra misión en el mundo.

La pastoral litúrgica

La liturgia es una dimensión dentro de toda la acción pastoral de la iglesia y como tal, requiere de atención y cuidado por sus implicaciones pastorales, de trabajo con las personas, desde ellas y para ellas. La pastoral de liturgia será toda la acción desplegada por la iglesia para lograr una celebración activa, consciente y plena de toda la congregación3.

Por celebración activa entendemos calidad de participación. El culto es un evento comunitario; debe ser pensado, realizado, renovado y actualizado desde las necesidades, realidades y esperanzas de cada comunidad de fe. La congregación local es sujeto de su propia liturgia, independientemente de que se utilicen libros litúrgicos o se siga un orden de culto determinado por las prácticas de cada tradición cristiana. El carácter activo de la celebración tendrá en cuenta los niveles de participación de toda la comunidad y, dentro de ella, de los diferentes grupos etáreos que la integran: niños y niñas, juveniles, jóvenes, adultos, ancianos.

Y participar, insistimos, no es asistir. Es ser parte del proceso mismo de creación, conducción y evaluación de la experiencia litúrgica. De otro modo, el culto no será “nuestro” culto, aquel que nace de nuestras vivencias y sueños, aquel que expresa también nuestra manera diversa de adorar a Dios, incluso dentro de una misma iglesia local. La participación activa, claro está, también apunta hacia cómo las personas participan de manera concreta en el culto que se está desarrollando, por medio del canto, de la lectura bíblica, la predicación, las ofrendas, los grupos artísticos, la ambientación del espacio litúrgico, la relación viviente con los símbolos.

Celebrar de manera consciente indica hasta qué punto la asamblea conoce las razones por las cuales su culto es como es. ¿Cómo andan los conocimientos litúrgicos de la comunidad? ¿Tiene la congregación elementos —históricos, teológicos, litúrgicos, estéticos— para evaluar la manera en que se desarrolla su propio culto?4 El carácter consciente de la liturgia nos lleva al tema de la formación litúrgica de la congregación. La comunidad debe saber por qué su culto se organiza de una manera determinada, debe conocer los sentidos que están detrás de cada momento del culto. Si no, ¿cómo lograr la necesaria disposición de espíritu, sentimientos, razón y voluntad para que el culto sea una experiencia significativa y transformadora? Cuando las personas no conocen el sentido y significado de lo que sucede en su culto, ellas son “meras espectadoras”5.

La participación plena tiene que ver con la inclusión de todo nuestro ser en la vivencia del culto. No hay liturgia sin cuerpo, los cuerpos hacen posible la liturgia. La liturgia es

…acto y expresión del cuerpo humano o, más precisamente, de los cuerpos reunidos en un cuerpo mayor, un “cuerpo litúrgico”. De ahí su espacialidad. De ahí su materialidad […]. La espiritualidad de la liturgia depende de la espiritualidad del cuerpo. Son los cuerpos los que son espirituales… son los cuerpos que piensan, rezan, sienten alegría y tristeza, placer y dolor. Y, en esa cualidad corporal, realizan actos físicos como sentarse, arrodillarse, juntar las manos, abrir los brazos, abrazar a los hermanos, besarlos, dar las manos, trazar la señal de la cruz sobre el propio cuerpo y cantar. No se puede imaginar una congregación puramente espiritual, desencarnada. Una congregación de fantasmas6.

El protestantismo europeo y luego norteamericano apostó por un culto muy racional y dejó fuera de la liturgia la participación de nuestro cuerpo en toda su plenitud. Solo se participaba escuchando y cantando, mientras que el cuerpo permanecía inmóvil en el banco. Era una liturgia mutilante. Los procesos de renovación litúrgica en América Latina y otras partes del mundo, en las últimas décadas, nos han devuelto la posibilidad de degustar la liturgia, de llenar el espacio de colores y símbolos, de comunicarnos más a través del toque, del afecto, del mensaje vivo que emana de nuestros cuerpos.

La participación plena de la liturgia debe tener en cuenta la identidad cultural. Si la cultura anglosajona exportó a nuestros pueblos un cristianismo de baja temperatura y poco dinamismo, tampoco la alegría caribeña debe ser impuesta en otro contexto donde el ritmo de la vida es más pausado o meditativo. Lo importante es permitir que nuestro culto dé espacio a la participación de nuestros cuerpos, aunque la manera en que estos se expresen varíe de una cultura a otra. Ello implica un proceso educativo; en la liturgia aprendemos también a relacionarnos mejor, con nosotros mismos y nosotras mismas, y con otras personas. Sin violar individualidades, cuidando los tiempos y las etapas que cada persona necesita para abrirse a los demás, la liturgia debe ser algo que se disfrute, una experiencia placentera, agradable. En la medida en que eso se logre, será también una liturgia constructiva, sanadora, liberadora; será evangelio.

El siguiente esquema resume los principales elementos que hemos comentado en este apartado sobre la Pastoral Litúrgica:


Los equipos de liturgia

 

¿Cómo lograr una liturgia donde la comunidad participe de manera activa, consciente y plena? ¿Cómo promover esa participación? Los equipos de liturgia pueden ser la mediación para lograr estos propósitos. Pero esto no será posible si toda la acción pastoral de la iglesia está concentrada y retenida en pocas manos, así como en la observación inflexible de normas y tradiciones. La renovación litúrgica solo es posible si va acompañada de una renovación eclesiológica, y esto implica también cambios en lo teológico, lo misionológico y lo pastoral. La liturgia refleja el modo en que la iglesia se comprende a sí misma —nivel eclesiológico—, la forma en que comprende y vive la fe —nivel teológico—, y la manera en que comprende y realiza su misión en el mundo: nivel misionológico y pastoral.

Lo anterior puede ser ilustrado de la siguiente manera:


Conformar equipos de liturgia que puedan conducir procesos de renovación litúrgica en las iglesias es solo una etapa en ese proceso, y no es precisamente la primera. Toda renovación debe partir de una toma de conciencia de la necesidad de dicha renovación, y esta concientización debe ser sentida y compartida por toda la comunidad. De un primer momento de análisis de la realidad actual que tiene la iglesia en el área de la liturgia, identificando dificultades y necesidades, se pasaría a una etapa de reflexión y estudio, en la cual se deben revisar los fundamentos bíblicos, históricos, teológicos y pastorales del culto cristiano para que la comunidad en cuestión dialogue con su propia historia y su propia teología litúrgica, y aparezcan así nuevas visiones para el cambio. Finalmente, la iglesia hará propuestas concretas de transformación, las que deberán ir siendo supervisadas en la medida en que se vayan aplicando a la vida litúrgica de la comunidad, evaluando entre todos y todas los resultados que se vayan obteniendo.

La organización de equipos de liturgia podría ser una de esas propuestas que emergen de todo el proceso que hemos descrito anteriormente. Por lo general, las iglesias que asumen estos procesos, comienzan organizando un equipo de liturgia que dé los primeros pasos para lograr la participación activa, plena y consciente de toda la congregación en el culto. Pero, atención, este equipo tiene la responsabilidad primera de capacitarse en temas de liturgia, aunque esta capacitación marche de la mano con todo lo demás. Con el tiempo, y en dependencia de cómo se afiance el trabajo en la comunidad, este primer equipo puede fomentar otros equipos, con líderes formados en liturgia, que permitan una mayor representatividad en las celebraciones litúrgicas7.

Funciones del equipo de liturgia

Los equipos deben tener, por lo menos, tres funciones principales: 1) preparación del culto, 2) conducción del culto y 3) evaluación del culto. Vamos por partes. Si las iglesias generalmente tienen un culto principal cada semana, el equipo deberá reunirse semanalmente. ¿Qué hacer en esas reuniones? ¿Cómo proceder? Les sugiero seguir estos momentos en el encuentro del equipo de liturgia. Este encuentro tendrá en cuenta dos de las funciones ya descritas arriba: evaluación y preparación del culto.

* Bienvenida a los integrantes del equipo

* Un tiempo de oración y canto donde podemos pedir la guía del Espíritu de Dios en el trabajo que se va a realizar.

* Evaluación de la celebración anterior.

* Situarse en las necesidades de la comunidad y en el tiempo litúrgico.

* Trabajar con los textos bíblicos que orientan a temas específicos.

* Creatividad: sugerencias en cuanto al uso de los recursos litúrgicos y el cómo desarrollar cada momento del culto.

* Escribir un borrador con el orden de culto.

* Distribuir tareas y responsables: lo que hace cada uno.

* Ensayar el culto, verificar la práctica de las ideas y propuestas.

Comentemos algunos de los momentos de este encuentro.

Es común encontrar iglesias donde los cultos se preparan con cierta antelación. Es común que los cultos sean conducidos por una o varias personas. Lo que sí ocurre rara vez es el momento de evaluar el culto. Si no evaluamos nuestras liturgias, ¿cómo identificar las dificultades que van apareciendo, y cómo superarlas si no las identificamos? Por lo tanto, la evaluación tiene un movimiento hacia atrás y hacia adelante: revisar cómo se hizo, qué no salió bien, por qué, y proponer la manera en que se puede hacer mejor, cómo evitar repetir el mismo error. ¿Y las cosas que resulten positivas?… pues se las debe seguir promoviendo, aunque tratando siempre de hacerlas de diferente manera.

De vez en cuando, las evaluaciones deben alcanzar a toda la iglesia. Los equipos de liturgia tampoco avanzan mucho si no involucran a toda la comunidad en los procesos evaluativos a través de encuestas, encuentros, entrevistas dirigidas. Serán muy valiosas para los procesos de evaluación las opiniones de todas las personas que participan asiduamente en el culto. Las mejores ideas, observaciones y sugerencias no están reservadas solamente para los pastores, los líderes y los miembros del equipo de liturgia.

Situarse en las necesidades de la comunidad

Este paso, a la hora de evaluar, preparar y conducir liturgias, es una responsabilidad que está en sintonía con lo que hemos venido exponiendo: el culto es una experiencia de toda la comunidad y debe reflejar quién es esta comunidad, qué necesita y hacia dónde orienta su misión como iglesia de Jesucristo. Para ello, los equipos de liturgia deben conocer bien a su congregación, ser parte de su vida. Cuando existen diferentes equipos de liturgia conformados por diversos grupos de edad, se facilita mucho más la tarea de tomar en cuenta a todos y a todas. Elementos como los gustos y deseos personales8, las consideraciones estéticas y artísticas9, y las prácticas tradicionalistas10 deben ceder espacio a las necesidades de la comunidad. Los criterios pastorales deben tener prioridad incluso sobre los criterios litúrgicos11.

Situarse en el tiempo litúrgico

Aquí nos introducimos en el contexto más amplio de un determinado período dentro de la historia de la salvación que la iglesia recuerda y celebra en cada culto. El tiempo litúrgico —Resurrección, Adviento, Cuaresma— aporta su propia espiritualidad y su propia mirada, desde la fe, a la realidad que vivimos. Esta espiritualidad nos permite sentir y leer nuestra historia vital como ámbito de la salvación actuante de Dios. Como bien indica López Martin:

El año litúrgico es una epifanía de la bondad de Dios que ha hecho irrupción y se ha manifestado en el curso de la historia de la salvación. Pero es también el resultado de la búsqueda de una respuesta del Pueblo de Dios a esa bondad en la fe y la conversión, es decir, caminando en la presencia del Señor para vivir en fidelidad a la elección de que ha sido objeto… en la comunión de la alianza12.

El tiempo litúrgico, más que símbolos y colores, indicará contenidos y sentidos mayores que reafirman el caminar de la iglesia junto a Jesús en el anuncio de su reinado de paz, amor y justicia. La liturgia concilia entonces estas dos visiones: desde los valores permanentes de la fe cristiana y desde las necesidades contingentes de la comunidad. De este modo, la liturgia resultará ser —y ese es su mayor desafío— un diálogo entre el evangelio y la vida concreta de la comunidad.

El trabajo con los textos

Toda liturgia cristiana será un mensaje inspirado en la revelación bíblica. Independientemente de quién llegue primero, el tema del culto o el pasaje bíblico, los textos bíblicos ofrecen no solo los contenidos teológicos y pastorales, sino que también pueden sugerir los recursos a utilizar en la liturgia (cantos, oraciones, gestos, símbolos).

En cierta celebración de la cual participé, la narración evangélica de la mujer que derramó perfume sobre los pies de Jesús sugirió la utilización del perfume como símbolo central de la liturgia. En el momento en que la congregación se preparaba para concluir el culto, cada persona recibió una pequeña unción de perfume en las manos o la frente como señal de nuestra misión de ser buena noticia del amor de Dios, y ese amor nos acompañaba en ese momento por medio del aroma de aquel perfume. Como ejercicio final de un curso de liturgia, y teniendo como inspiración el texto de Hechos 2 y la fiesta de Pentecostés, los participantes elaboraron la siguiente oración de invocación:

Espíritu de Dios, ven a nuestras vidas.

Abre nuestros ojos para reconocer tu presencia en toda persona.

Abre nuestros oídos para escuchar tu voz revelada en los más pequeños.

Abre nuestra imaginación para descubrir tus propósitos en lo increíble e inesperado.

Toca nuestros corazones para estar atentos al clamor de otros y otras.

Espíritu de Dios, ven a nuestras vidas, muéstranos nuevamente tu salvación.

Amén.

Los textos bíblicos —o el texto bíblico— deben ser cuidadosamente estudiados e interpretados por el equipo de liturgia, haciendo uso de los recursos bibliográficos que estén a su alcance, como diccionarios y comentarios bíblicos, diferentes versiones de la Biblia, entre otros. En la medida en que este análisis sea riguroso y profundo, las ideas y propuestas para desarrollar la liturgia serán más abundantes y mejor fundamentadas. Por ello, el trabajo con los textos bíblicos prepara el próximo momento en el proceso de preparación de la liturgia.

La creatividad

A partir de lo que los textos sugieren, y de las ideas del grupo, comienzan a surgir propuestas para los momentos del culto: sugerencias de cantos, oraciones, gestos, lecturas, ambientación y organización del espacio celebrativo. Aquí es bueno aceptar, en principio, todas las ideas por muy descabelladas que parezcan algunas. Lo importante es dar rienda suelta a la imaginación sin censuras anticipadas. Posteriormente, el equipo que prepara el culto puede analizar con más calma y determinar, teniendo delante los contenidos fundamentales de la liturgia en cuestión, las propuestas más apropiadas.

Es en este momento de la creatividad cuando nos preguntamos qué recursos litúrgicos vamos a utilizar. Quisiera compartir algunas recomendaciones en aras precisamente de evitar la falta de creatividad.

* Tener un plan permanente para ampliar el repertorio de cantos litúrgicos buscando intencionalmente una variedad de contenidos y temáticas. En muchas ocasiones no tenemos cantos que apoyen un determinado tema en el culto.

* Llevar un registro de los cantos que se van utilizando cada domingo durante el año para evitar que estos se repitan muy seguido, además de poder utilizar la mayor cantidad de cantos disponibles.

* Desarrollar capacidades en los equipos de liturgia —a través de espacios de formación litúrgica y de redacción— para elaborar textos litúrgicos como credos, oraciones, bendiciones, envíos, entre otros. A veces, frente a un determinado tema en el culto, es preferible crear recursos propios que tomar algún texto de otra fuente y que no responde a lo que realmente necesitamos.

* Mantener un equilibrio entre la utilización de los símbolos tradicionales de la liturgia cristiana y la creación de nuevos símbolos litúrgicos que pueden ser más cercanos a la identidad cultural y las vivencias cotidianas de cada comunidad de fe.

* Explorar con más frecuencia el uso de gestos y acciones simbólicas, y no solamente la utilización de símbolos-objetos13. Estos gestos y acciones simbólicas deben inspirarse, preferiblemente, en los textos bíblicos, y tener en cuenta la manera en que cada comunidad expresa sus afectos, así como la presencia de personas con discapacidad, las cuales con frecuencia son excluidas de determinadas acciones, aun cuando esta exclusión no se haga de manera consciente.

* De eso se trata, de tomar conciencia de la diversidad existente en cada congregación que participa de su liturgia. Cada idea en el momento de la creatividad debe preguntarse si lo que propone brinda posibilidades de participación a todos y todas en la comunidad.

 

El primer borrador del culto

Terminado el momento de la creatividad, el equipo de liturgia debe poner en blanco y negro las ideas y sugerencias más apropiadas y conformar un primer borrador del culto a celebrar, es decir, el orden de culto con todos los recursos que han sido ya definidos. Decimos “primer borrador” porque sobre la marcha puede surgir la necesidad de hacer algún cambio, aunque este no debe ser sustancial. Cada integrante del equipo debe tener su copia del orden de culto.

Distribuir tareas y responsables

Seguidamente se distribuyen tareas y responsables: ¿quién coordina el culto y vela porque todo se haga tal y como se preparó?, ¿quién ensaya y dirige los cantos?, ¿quiénes hacen las lecturas bíblicas, y quizás otras lecturas?, ¿quién arregla el espacio donde ocurre la celebración y garantiza la ambientación adecuada?, ¿habrá necesidad de sonido, de algún equipo de audio para escuchar música gradaba?, ¿quién predica y cuáles serían las líneas generales por dónde se va a desarrollar el sermón?

Si cada momento y tarea dentro del culto no tiene nombres y apellidos, la liturgia se convertirá en un verdadero dolor de cabeza para la persona que coordina ese culto. No es conveniente que llegue el día de la celebración y todavía se estén buscando personas y repartiendo cosas para hacer en esa celebración. Este finalismo atenta contra el buen desarrollo de la liturgia. Es bueno que quien coordina el culto verifique, durante la semana, la participación y preparación de las personas que asumirán responsabilidades en la liturgia.

Ensayar el culto

Finalmente llegamos al momento del ensayo del culto, en el cual se verifican en la práctica las ideas y propuestas. Y cuando hablamos de “ensayar el culto” no nos referimos solamente al ensayo de músicos y animadores de cantos. Cada cosa que se vaya a hacer en el culto debe ser ensayada, anticipada, tratando de identificar qué puede funcionar y qué no. No debemos presuponer que toda iniciativa tendrá buen resultado y descuidar la preparación de las condiciones necesarias para que dicha iniciativa se realice sin contratiempos. La experiencia adquirida en el trabajo sistemático con la liturgia; el aprendizaje que vayamos teniendo a partir de los errores y los aciertos; el conocimiento de la comunidad a la cual servimos, del espacio donde nos reunimos, de los recursos con que contamos, son habilidades adquiridas que nos servirán de mucho en esta necesidad de anticiparnos a lo que puede suceder en la próxima liturgia.

Por otro lado, la liturgia, al igual que una obra de teatro, es una concatenación de escenas, mensajes y espacios; entradas y salidas de personas, alternancia de diversos climas —momentos de alegría, momentos de meditación, momentos de confrontación—. No solamente debe prepararse bien cada momento litúrgico, sino también los enlaces —puentes, transiciones— entre un momento y otro14. El desarrollo de la liturgia puede compararse a la acción de ir tejiendo diversos pedazos de tela que al final conforman un hermoso tapiz donde se percibe armonía y equilibrio.

¿Quiénes integran los equipos de liturgia y qué funciones tienen?

Hasta aquí hemos visto un método que nos puede ayudar en los procesos de evaluación y preparación de cultos. En cuanto a la conducción del culto, este es un asunto muy relacionado con lo que veremos ahora: los integrantes de los equipos de liturgia y sus funciones.

Antes de comentar algunas de las funciones o roles de los integrantes de un equipo de liturgia en la conducción y desarrollo de ésta, quisiera apuntar algunas cualidades y principios necesarios para aquellos y aquellas que tienen la responsabilidad de animar y guiar a la congregación para lograr una participación activa, plena y consciente de todos y todas en el culto.

Participar en la conducción de la liturgia, en cualquiera de los roles mencionados, exige de cada quien la convicción de que se está al servicio de una comunidad que celebra su propio culto. Como miembros del equipo de liturgia, nuestro deber y misión es facilitar la experiencia de adoración de toda la iglesia. No es la autocomplacencia o la manipulación de la congregación para satisfacer necesidades egocéntricas y narcisistas. Si estamos colaborando en la conducción del culto es porque la comunidad nos ha designado esa responsabilidad para colocarnos al servicio de su misión, al servicio de Dios y su reino, y no para mostrar virtudes y acaparar la atención.

En este aspecto, Jean Lebon destaca la necesidad de que quienes participan en la conducción del culto deben sentirse, antes que líderes, participantes de la misma liturgia como miembros de una comunidad. En la celebración

…yo, sacerdote, no estoy allí solamente para hacer rezar a los fieles, para hacerles oír la palabra, para ofrecer la eucaristía; yo, animador, no estoy allí solamente para ayudarles a cantar; yo, lector, no estoy allí solamente para proclamarles la palabra; también es preciso que, como bautizado, yo también rece, y escuche, y ofrezca y comulgue15.

La humildad, la amabilidad, el respeto a sí mismo y a la comunidad, la preparación y el espíritu de servicio deben caracterizar a quienes participan en la conducción del culto. Es requisito indispensable poder asumir con seguridad, pasión y entrega el momento que nos corresponda guiar en la liturgia; transmitir la espiritualidad requerida y ser canales de la proclamación del gran mensaje que es toda la liturgia. Como afirma Edwin Mora:

…toda la liturgia y no solo la predicación, proclama el evangelio del Reinado de Dios. Por medio de actos como los cantos, las oraciones, los testimonios, las intercesiones, los actos de solidaridad con los que sufren y hasta la misma ofrenda, se expresa el poder salvador de Dios […]. Nuestra vida debe ser una liturgia que proclama constantemente la Buena Nueva como individuos y como comunidad de fe y como individuos comprometidos con nuestra realidad16.

En los equipos de liturgia deben participar todas aquellas personas que de una manera u otra están involucradas en la celebración de cada culto: músicos, lectores/as, predicadores/as, sonidistas, decoradores/as, grupos artísticos, animadores/as de canto, ujieres o comisión de acogida, diáconos, coordinador/a del culto, entre otros. Veamos algunas de estas responsabilidades.

Coordinación del culto

Es la persona que debe garantizar que la liturgia se desarrolle según como fue preparada. Debe dominar lo que se hará en el culto de principio a fin; debe conocer quiénes son las personas que participan en cada momento y recordarles cuándo y cómo deben hacerlo. La coordinación de la liturgia debe asegurar que todos los detalles que posibilitan el buen desenvolvimiento del culto estén previstos (audio, equipo de música, instrumentos musicales, biblias y otros textos a leerse, himnarios o transparencias para colocar los cantos, limpieza del lugar donde se celebra el culto, disponibilidad de objetos simbólicos para la ambientación del espacio, etcétera).

Quien coordina el culto no tiene necesariamente que conducir toda la liturgia y presentar cada cosa que va a suceder. Esa puede ser una tarea compartida entre las personas que participan en el culto, lo cual posibilitará el desarrollo de sus habilidades. Una cualidad importante de la persona que coordina el culto es poder reaccionar con rapidez ante cualquier eventualidad que pueda presentarse en el desarrollo de la liturgia y que requiera de un cambio no previsto en el programa preparado. Otros cambios (o acciones no planificadas) pueden provenir de la propia observación de cómo se va desenvolviendo la liturgia17.

Animación del canto

Por lo general, en las iglesias evangélicas se utiliza la expresión “director congregacional” para indicar a la persona que conduce los cantos de la comunidad en la liturgia. Actualmente, en muchas iglesias los directores congregacionales han sido sustituidos por los “grupos de alabanza”, que desarrollan, en esencia, la misma función. Sin embargo, preferimos la expresión “animador” o “animadora de canto” porque expresa mejor la función de esta persona en la liturgia: no dirige, no canta para ser escuchada, sino que anima, sustenta, estimula el canto de toda la comunidad. El canto litúrgico por excelencia es el canto de toda la asamblea. Solistas, cuartetos, coros y otros grupos vocal-instrumentales pueden contribuir a embellecer la música y el canto en el culto, pero no deben sustituir el canto de la comunidad.

Quien anima el canto litúrgico puede motivar a la congregación haciendo una breve introducción a cada canto, en la cual comente el propósito, el mensaje y la espiritualidad del canto en cuestión. Los tonos musicales deben ser elegidos de acuerdo con el rango de posibilidades que la congregación tiene para cantar sin demasiado esfuerzo. Por lo general, deben evitarse tonos muy graves o muy agudos. El canto comunitario debe también ser conducido a un tiempo moderado, ni demasiado lento —que provoque cansancio— ni demasiado rápido —que atropelle el texto y no permita entender lo que se canta—. Quien anima el canto de la comunidad debe tener dominio del texto y la melodía: del texto, para comunicar bien el contenido y el propósito litúrgico de ese canto, y la melodía, con el fin de ayudar a la comunidad a cantar bien, con seguridad y expresividad.

To koniec darmowego fragmentu. Czy chcesz czytać dalej?