Aproximaciones a la filosofía política de la ciencia

Tekst
0
Recenzje
Przeczytaj fragment
Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

Cristina di Gregori y Cecilia Durán presentan conjuntamente el trabajo "Conocimiento y democracia: el valor epistémico y político de la opinión pública en la filosofía de J. Dewey". El interés de este texto está enfocado en la reflexión sobre la necesidad y la legitimidad, o no, de la participación pública en las políticas científicas. Tal apunta a aclarar algunos de los términos en los que pueda plantearse el problema, circunscribiéndose a ciertos puntos de partida que han planteado Habermas y John Dewey.

Habermas recupera tres modelos típicos de la relación entre saber especializado y política; el decisionista, el tecnocrático y el pragmatista. Este último es el único que refiere de forma necesaria a la democracia, surgiendo de él una nueva consideración y explicitación de la función de la opinión pública y su relación con el saber científico y la acción política, por el problema de comunicación que el modelo implica.

Dewey ofrece su modelo democrático, en donde la participación popular integral es definitoria de la democracia. El problema es que no se han descubierto los medios por los que el público actual pueda identificarse a sí mismo para definir y expresar sus problemas, pasando de ser una gran sociedad (asociación) a una gran comunidad (democracia). Cada individuo debiera liberar sus potencialidades en armonía con los intereses y los bienes que son comunes al grupo al que pertenece. Cada grupo debiera definir sus valores y aspiraciones y, entre grupos, debiera existir una flexible interacción y comunicación. Sólo así es posible la gran comunidad que promueva su beneficio de forma deliberada a través de una conciencia social y una voluntad general.

Continuan exponiendo los obstáculos al modelo democrático de Dewey y lo que para él resulta de suma importancia; considerar al conocimiento como el poder de concientización y desmitificación para formar un público democráticamente efectivo. Además, ofrece varias recomendaciones para la producción, difusión y utilización del conocimiento en general y del conocimiento científico en particular.

Dewey nos deja un marco de fundamentación complejo y rico para quienes defienden la pertinencia epistémica y política de la opinión pública, la cual, entre otras condiciones, es constitutiva e inseparable de un genuino modelo democrático.

"Neutralidad axiológica y filosofía política de la ciencia y la tecnología" es el título del trabajo de José Miguel Esteban. La neutralidad axiológica de la ciencia y la tecnología es una tesis que se ha sometido a diferentes críticas. Tales consideran que los instrumentos con que se evalúan los procesos que utilizan científicos e ingenieros están cargados de valor; valores epistémicos, económicos, políticos, sociales. Éstos determinan los objetivos que la ciencia y la tecnología persiguen y los medios que utilizan para alcanzarlos. Es necesario esclarecer el tipo de valores al que responde la producción de conocimiento y sus aplicaciones para entender la injerencia que tienen en la sociedad.

En el texto se plantea el pluralismo axiológico, su consideración incluye la reflexión acerca de los valores desde los que se definen los objetivos y los medios con los que se pretende alcanzarlos, tratándose de establecer un contrato social en el que tengan cabida valores que procuren el bienestar social y no el predominio de los determinantes valores empresariales y políticos que pudieran estarse ocultando detrás de esa "neutralidad".

John Dewey establece que la inteligencia es el proceso de rehacer lo viejo uniéndolo a lo nuevo, la transformación de la experiencia pasada en conocimiento, y la proyección de ese conocimiento en nuevos fines y propósitos. Para lograrlo es necesario responder congruentemente a ese pluralismo axiológico, el cual estaría formado por las inquietudes e intereses de la sociedad, por ser ella misma la que delibera con respecto a su pasado y decide por el bien de su futuro, en una participación informada que es necesaria para el sano funcionamiento del sistema democrático.

Cierra la sección el trabajo de Ricardo Gómez "Una nueva unidad no estándar de análisis". El autor sostiene que existe una nueva unidad de análisis para el conocimiento científico. Ésta se opone a la radical separación entre teoría y hechos, a la obsesión por el método (lógico-deductivo) y a la neutralidad valorativa de la concepción estándar de la ciencia.

La nueva manera de entender el conocimiento científico se amplía sincrónica y diacrónicamente abarcando grandes unidades de estudio; paradigmas, proliferación de teorías, programas de investigación. Ante el abandono de la demarcación entre contextos pierde relevancia el método y se hace flexible ante los distintos valores a los que responde, dándole importancia a los aspectos históricos, políticos o sociales. Ello no significa que los filósofos no estándar de la ciencia hayan abandonado la racionalidad, sino que ésta se ha ampliado, incluyendo la discusión racional de valores y objetivos, así como la presencia de argumentos no siempre lógicamente conclusivos.

La economía neoliberal es una unidad de análisis cuya crítica puede ser comprendida a través de esta concepción más rica de racionalidad. Para lograrlo, Gómez establece las partes que constituyen el "marco teórico" de esta unidad de análisis, pues el entendimiento de éstas ayuda a asumir una postura crítica respecto al sistema económico, sus medios, sus fines y la visualización de sus consecuencias.

En sí mismo, el neoliberalismo no admite objeciones, pues ya había sido sometido a una demostración metodológicamente científica que, por la vía estándar, dejó al mundo convencido de su viabilidad, asumiendo sus presupuestos acríticamente. El análisis no estándar desenmascara la racionalidad meramente instrumental por medio de la cual niegan la posibilidad de la complementariedad con la racionalidad práctica, dejando fuera toda connotación política en un mundo en el que lo económico tiene obvia injerencia en lo social.

Javier Echeverría abre la tercera sección del libro: Ciencia Tecnología y Sociedad. En su texto "Política de la tecnociencia. Los macroprogramas Converging Technologies como ejemplo" señala que el origen de la política científica se remonta a la época de la Segunda Guerra Mundial y a la decisión del gobierno estadounidense de mantener las estructuras científicas generadas durante la guerra, remodelándolas y diseñando nuevos objetivos, impulsando la ciencia y la investigación básica como una acción estratégica para el país, contribuyendo con su predominio.

Ello implicó un profundo cambio en la estructura de la práctica científico- tecnológica, una revolución tecnocientífica que se ha ido expandiendo desde 1950 por las diversas disciplinas y países, y que se diferencia del estudio de la anterior concepción de ciencias modernas por tres aspectos fundamentales entre "y" y "la"; en las tecnociencias contemporáneas, 1) la ciencia debe insertarse en un sistema más amplio que incluye, además de científicos, a ingenieros, técnicos, empresarios, políticos y militares, toda una agencia científica que se encarga de ir gestionando lo que gira alrededor del proceso tecnocientífico (investigación-desarrollo-innovación), 2) el componente financiero y económico de los proyectos tiene una función determinante y 3) existe una simbiosis entre ciencia, ingeniería y tecnología como condición necesaria para la actividad tecnocientífica.

Así es como logra modificarse la estructura interna de la práctica científica por una estructura organizativa de tipo empresarial, administrativa, política y jurídica de soporte, en donde no se divisa la diferencia entre lo estrictamente interno y lo externo, entre la teoría y la praxis, y por lo que es necesario contar con una filosofía de la práctica tecnocientífica para hacer una filosofía de la tecnociencia.

El resultado de la investigación tecnocientífica es validada por los desarrollos tecnológicos y la innovación, por los mercados y las sociedades, quienes aceptan o rechazan las propuestas que les son poco a poco insertadas para beneficio económico de los grupos que dirigen la tecnociencia. La innovación se convierte en la parte más importante del proceso tecnocientífico y ésta es medida de acuerdo con la mejora que supone en la competitividad entre las empresas o agencias científicas. La tecnociencia no sólo pretende conocer mejor el mundo, además tiende a transformarlo, sobre todo a modificar a las personas y a las sociedades. El ámbito de contrastación de las tecnociencias son las sociedades, por lo que resulta imprescindible hacer filosofía social y política de la ciencia. Hay que analizar y criticar las políticas científicas que promueven algunos de los proyectos tecnocientíficos pues, al ser propuestos por empresas, los conocimientos científicos pueden ser parte de un simple instrumento para el logro de sus objetivos, los que poco tienen que ver con el avance en el conocimiento y mucho con finalidades empresariales, políticas y militares.

El trabajo de Juan Carlos García Bermejo Ochoa se titula "Paradojas y cuestiones abiertas en la política de fomento de la innovación tecnológica". En este texto se hace una útil reflexión alrededor de los mecanismos habituales de protección de los derechos de propiedad intelectual e industrial, ésta es guiada por los planteamientos de la tradición económica neoclásica, pues reflejan una actitud creciente de revisión crítica y son referencia para respaldar teórica y políticamente esos mecanismos.

Esta revisión es importante por los continuos avances en los procesos de producción y distribución (cambios técnicos) de los bienes intelectuales y de su condición excluyente o no excluyente. Resulta una consideración valiosa, pues, al tratarse de conocimientos, cabe la pregunta de si deberían ser del dominio público o no.

 

Desde el punto de vista económico, los mecanismos de protección de los bienes intelectuales e industriales vigilan las ganancias obtenidas a través de ellos, al mismo tiempo, resultan un obstáculo para que la sociedad no pueda libremente alcanzar esos bienes a su favor. Los conocimientos y sus mecanismos de protección, responden a intereses privados, a la búsqueda de ganancias, y cualquier intento social por llegar a tales conocimientos resulta ilegal y representa pérdidas para las industrias y autores que los desarrollaron.

El cambio tecnológico es uno de los factores determinantes del crecimiento económico y del incremento en el nivel de bienestar social. Las ideas son el elemento que va creando nuevas oportunidades para combinar y emplear de diferentes maneras los recursos disponibles para obtener bienes más valiosos o mediante procedimientos más eficaces. Las ideas pueden favorecer la difusión del crecimiento económico entre naciones, pero los mecanismos de protección monopolizan esas ideas. La distribución del conocimiento es desigual y no beneficia a todos los ciudadanos, pues está sometida a intereses económicos, para los cuales resulta más importante la eficiencia que la justicia o la equidad. Para que la provisión de los bienes se acerque al nivel socialmente deseable es preciso que intervenga el poder público, estableciendo medidas que ayuden a financiar distintos proyectos, fortaleciendo el sistema educativo, otorgando ventajas fiscales a quienes inviertan en investigación y desarrollo, revisando y reformando los derechos de propiedad intelectual e industrial y los mecanismos de aplicación para beneficio de la sociedad, y reforzando el carácter no-excluyente del conocimiento.

En su contribución "Ciencia, tecnología e innovación para el desarrollo sustentable. Elementos para un marco de referencia", Hebe Vessuri sostiene que las actuales trayectorias convencionales de desarrollo son insostenibles. El impacto de las actividades humanas, los alcances de la ciencia y la tecnología, han tenido resultados positivos y negativos. Por un lado existen mejoras en la salud y educación, mayores oportunidades para compartir información y remedios ambientales efectivos en algunas partes del globo. Por otro lado, el riesgo de cambio climático por la continua emisión de gases y por la enorme cantidad de calor y agua requerida en el proceso de extracción de petróleo, están provocando un irremediable deterioro ambiental. Ante ello es necesario mejorar la eficiencia energética, esfuerzo que hasta ahora no se ha dejado ver como parte del compromiso entre el sector privado y los intereses de la sociedad, sin poder asegurar el bienestar del todo.

Las sociedades en riesgo no son sustentables, y las amenazas no resueltas imponen más riesgos a las generaciones presentes y futuras. El nuevo ambiente de vulnerabilidad mundial y la necesidad de nuevas vías para la gobernabilidad global requieren grandes avances en los distintos enfoques intelectuales, psicológicos y estratégicos. Se hacen necesarias nuevas concepciones (concientización) y nuevos enfoques que incluyan la participación entre los sectores público y privado, la regulación trasnacional y preocupación por la sustentabilidad a largo plazo.

Para lograrlo deben multiplicarse los diálogos e iniciativas, aumentar los incentivos, vincular las diferentes escalas de interacción, medir y definir el progreso, focalizar esfuerzos, poner a la ciencia y a la tecnología al servicio de los objetivos del desarrollo sustentable; teniendo en cuenta sus consecuencias, procurando la salud, el bienestar, evitando riesgos, conservando al planeta en sus mejores condiciones.

La preocupación por la sustentabilidad ha estado en la agenda global desde hace ya varios años, y la ciencia y la tecnología pueden contribuir efectivamente a lograr los objetivos planteados en todos los niveles de toma de decisiones dentro del gobierno, la industria y la sociedad en general. Una mayor comprensión científica y capacidad técnica son cruciales, así como la producción de conocimiento a partir de la investigación en ciencias naturales y sociales, fortaleciendo la colaboración de los distintos ámbitos disciplinarios.

Eulalia Pérez Sedeño en su trabajo "Ciencia, tecnología y (auténtica) democracia" explica cómo después de la Segunda Guerra Mundial surgieron diversos movimientos sociales que realizaron grandes críticas a las corrientes principales de la ciencia, dándole importancia a los factores sociales que determinan sus contenidos, logrando cambios en la producción de conocimiento, reformulando así, la filosofía de la ciencia.

Uno de esos movimientos es el feminista, el cual ha hecho contribuciones importantes desde una perspectiva política y en busca de la auténtica democracia. El feminismo analizó la forma y contenidos de la enseñanza de la ciencia para diseñar estrategias que motivaran la participación de mujeres en ella, promoviendo una ciencia más inclusiva, realmente universal.

Para lograrlo, las filósofas feministas aportaron el análisis de la localización social del sujeto cognoscente; la importancia que tiene el tiempo y el lugar desde el cual se determina el qué y el cómo se conoce, enfocándose más en las diferencias de género, en cómo hombres y mujeres difieren en la información a la que se acercan y su interpretación. Así, se establece que la empresa científica siempre se realiza desde un contexto cultural concreto, por lo que aquellos que se dediquen a ella incorporarán valores de su propia cultura, consciente o inconscientemente. Ello no tiene porqué ser negativo, al contrario, deberían las diferentes creencias de trasfondo constituir un recurso en vez de un obstáculo para el éxito científico, ampliándolo.

Como el mundo es rico, debemos abogar por el pluralismo en la ciencia, enriqueciendo la teoría con los resultados de las muchas y variadas innovaciones metodológicas locales, descubrimientos de nuevas fuentes de evidencia y desarrollo de teorías alternativas. Habría que promover una práctica científica en la que quepan las consideraciones ideológico-políticas por su importancia en el razonamiento y la interpretación de los contenidos de la ciencia, en donde todos los procesos estén abiertos al escrutinio y exista una verdadera transparencia que permita una auténtica democracia.

Matthias Kaiser en "Ciencia y política: una pareja sin romance" asevera que hay razones para asumir que la ciencia y la política han estado tan estrechamente relacionadas que llegan a ser virtualmente inseparables, contrariamente a lo que se pretendió en los comienzos de la ciencia moderna (siglo XVII).

Existen diferentes organizaciones que fueron creadas para suministrar las bases científicas, técnicas y analíticas para una inteligente e informada toma de decisiones políticas que demuestran esta unión ciencia-política. Un ejemplo de estas organizaciones son aquellas que analizan temas relacionados con el cambio climático (ipcc, grupo intergubernamental sobre el cambio climático) o con respecto a la supervisión o protección de ballenas (iwc International Wildlife Coalition). Estas instituciones están constituidas por científicos que llegan a desarrollar un perfil político que los ayuda a enfrentar las nuevas circunstancias, teniendo que desarrollar habilidades que no formaban parte de la formación o entrenamiento propio de un científico, siendo su trabajo restringido por límites de tiempo establecidos por la agenda política, en donde no sólo es necesario presentar el resultado del conocimiento obtenido, sino que también deben hacer ver cuáles son las incertidumbres y dónde existen aún campos de ignorancia, teniendo, a veces, que lidiar con información incierta o insuficiente por la presión política de los asuntos sociales que dependen de estas materias.

Debe existir un gran compromiso entre científicos y políticos, pues si los trabajos de investigación de unos son realizados con base en las decisiones que deben tomar los otros es necesaria la amplia comunicación y responsabilidad de ambos, pues su desempeño tiene consecuencias sociales y ambientales importantes y previsibles. Se debe seguir promoviendo el intercambio activo de ideas entre disciplinas y tradiciones, preparar con mejores herramientas a nuestros científicos y políticos para que puedan responder de la mejor manera y ante las más adversas circunstancias.

Sergio Martínez en "La caracterización del riesgo tecnológico como problema filosófico", expone que la regulación del riesgo generado por el desarrollo tecnológico es uno de los temas centrales en los estudios sobre la ciencia y tecnología. Una tarea importante es el desarrollo de una categorización significativa en la práctica que nos permita detectar los riesgos y con base en esa clasificación sugerir maneras de tratarlos. Implícita o explícitamente esto requiere introducir el concepto de incertidumbre y reflexionar sobre la ontología implícita en nuestros juicios de probabilidad, y en particular sobre el tipo de juicios que pueden hacerse cuando somos ignorantes de las posibilidades que pueden jugar un papel en la caracterización del riesgo. En la literatura reciente se hace una distinción entre "enfoques precautorios" y "enfoques científicos" en el tratamiento del riesgo. Esta distinción es un avance importante en relación con enfoques anteriores, pero sigue asumiendo una cierta caracterización del concepto de riesgo y de incertidumbre, asociada con una manera de entender lo que es la ciencia y su relación con la tecnología. Martínez examina estos conceptos y algunos de los presupuestos que interesa hacer explícitos. Una crítica filosófica del concepto de ciencia, implícito en esas discusiones, va a llevarnos a implicaciones interesantes para la forma en la que puede regularse el riesgo en una sociedad democrática. Esto va a requerir incorporar una manera de entender cómo los procesos de decisión pueden llevarse a cabo colectiva y cooperativamente, a través de instituciones.

"Participación ciudadana, gestión y evaluación tecnocientífica" es el artículo de León Olivé que centra su atención en las condiciones epistémicas, sociales y políticas para que pueda desarrollarse una buena gobernanza de la ciencia, la tecnología y la tecnociencia, la cual es indispensable en las sociedades contemporáneas para una auténtica democracia. Por gobernanza Olivé entiende los procesos de gobierno y administración de asuntos públicos basados en la interacción de autoridades políticas convencionales y la sociedad civil; esta última representa una participación e influencia relevantes en las decisiones que toman las autoridades, que deben ser en todo momento responsables ante la ciudadanía de la manera más transparente. Con estas connotaciones la gobernanza se aproxima mucho a un gobierno auténticamente republicano que además de la participación continua en los asuntos públicos requiere de la virtud cívica que involucra, tanto aspectos epistémicos (prudencia, apertura al diálogo), como éticos (veracidad, honestidad) y políticos (prelación del bien común).

Olivé señala que para que la ciudadanía pueda participar responsablemente es indispensable que se fortalezca la cultura científica, tecnológica, tecnocientífica y humanística. Que dentro de esa cultura se compartan creencias objetivas con los científicos o tecnólogos, y en general con todos los interlocutores que participen en el diálogo y deliberación plurales respecto a los asuntos socialmente relevantes de la ciencia, la tecnología y la tecnociencia. Además es indispensable que los expertos en ciencia y tecnología, así como las autoridades correspondientes, tengan una amplia sensibilidad para escuchar y atender los diversos puntos de vista de la ciudadanía y llegar a legítimos acuerdos en conjunto.

Dentro de los temas y problemas más relevantes de las políticas en materia de ciencia y tecnociencia, León Olivé destaca las evaluaciones de los riesgos que conllevan para proyectos específicos, como podría ser la manipulación genética de semillas. El tipo de creencias objetivas y argumentos que se requieren para una buena decisión al respecto, no puede limitarse al conocimiento experto de científicos y tecnólogos, ni tampoco podrían ser prioritarios sus intereses como científicos, sino que deben concurrir otros tipos de saberes, intereses y valores de distintos sectores y grupos sociales. Así la inclusión es otra condición necesaria para la buena gobernanza de la ciencia, la tecnología y la tecnocienia. Para construir estas condiciones de la buena gobernanza de la ciencia, el autor considera muy pertinente la formación de comunicadores y de gestores de la ciencia y la tecnología que promuevan el diálogo plural e incluyente y puedan mediar para superar conflictos y propiciar acuerdos.

 

En su artículo "Valoración social del riesgo tecnocientífico: controversias sobre el desarrollo y la innovación" Jorge Linares observa que en los últimos años la relación política entre la sociedad y el desarrollo tecnocientífico se ha modificado debido a la creciente complejidad de los riesgos tecnológicos y a la dificultad de evaluarlos adecuadamente, ya que dichos riesgos exceden nuestras capacidades colectivas de previsión y constituyen una propiedad emergente de los sistemas tecnológicos actuales.

Los riesgos en el mundo tecnológico son de una dimensión novedosa por la complejidad multicausal y la aceleración del encadenamiento de efectos que los producen. Esta situación obliga a abandonar la idea de que la previsión de riesgos es cuestión exclusiva de expertos y gobiernos. Por el contrario, se requiere un nuevo modelo de relación entre la sociedad y la tecnociencia que procure reducir los riesgos derivados de las interacciones, mediante la deliberación y el control público. Para ello se requiere crear procedimientos de participación ciudadana que enfrenten las aporías del riesgo desde un marco de principios y reglas mínimos ampliamente consensuado. Entre éstos, Jorge Linares propone los siguientes: Principio de responsabilidad, principio de precaución, principio de potenciación de la autonomía y principio de justicia distributiva. Linares coincide con Olivé en que la participación ciudadana en las deliberaciones de política tecnocientífica requiere una amplia comunicación y educación científica y tecnológica de la ciudadanía. Concluye su artículo enfatizando la necesidad de democratizar la tecnociencia para que ésta, a su vez, democratice a la sociedad.

La cuarta y última sección integra varios estudios de caso sobre la relación entre ciencia, tecnología y política. El primero de ellos es el de Mechthild Rutsch "Entre ciencia, política internacional y comunidades científicas". Este texto expone la relación entre saber y poder en el contexto de lo que se ha llamado ciencias del sur y del norte o relaciones entre países centrales y periféricos. Intenta dilucidar una de las formas en que se articulan la antropología y la arqueología mexicanas, con la organización que de estos saberes se estructuró en los países imperialistas a principios del siglo XX.

Las comunidades científicas libran sus propias batallas; pactan alianzas de acuerdo a coyunturas históricas y ámbitos nacionales, se adecuan a facciones de intereses, aceptan valores que muchas veces están condicionados por la búsqueda de beneficios personales. Tales batallas se presentan en la construcción de una ciencia mexicanística. Se analiza la forma en la que los elementos contextuales han alterado o no la estructura del conocimiento de las disciplinas antropológicas en nuestro país y qué lugar guardan dentro del panorama internacional de las ciencias, en un escenario poblado por científicos de diferentes nacionalidades y culturas, con sus respectivas redes de amistad, alianzas o contradicciones. El propósito del texto es mostrar cómo las redes del poder geopolítico se imbrican en las redes científicas.

A continuación Ana Barahona presenta el texto "Introducción e institucionalización de la genética en México en la primera mitad del siglo XX". El trabajo apunta hacia la conformación del campo disciplinario de la genética en México, entendida como la creación de las instituciones alrededor y en las que las actividades científicas se llevaron a cabo. La ciencia es concebida como un fenómeno social en el cual la aceptación o rechazo de nuevas teorías, el uso o la introducción de técnicas nuevas, no depende exclusivamente de su objetividad, sino de la manera como se ha recibido por una comunidad científica en un momento histórico particular. Esta reconstrucción histórica permite entender, por un lado, la estructura de los conceptos y teorías de la genética, y por el otro, cómo se establecieron en una sociedad y finalmente se consolidaron en las instituciones.

La primera etapa de desarrollo de la investigación acerca de la genética aplicada al mejoramiento general fue liderada por Edmundo Taboada durante el gobierno de Lázaro Cárdenas. Sus objetivos estuvieron influenciados por el movimiento revolucionario de 1910, buscando el beneficio de pequeños agricultores y logrando la creación del Instituto de Investigaciones Agrícolas. La segunda etapa corresponde a una mirada más capitalista y se da durante el gobierno de Manuel Ávila Camacho. Ésta buscaba incrementar la producción en el próspero sector privado de la agricultura, dando lugar a la creación de la Oficina de Estudios Especiales, con la colaboración de la Fundación Rockefeller y sus investigadores norteamericanos.

Estas dos tendencias compartían los mismos objetivos; lograr un aumento en la producción de alimentos básicos en México. Sin embargo, las dos líneas enfocaban la investigación agrícola de manera diferente, con objetivos, apoyos económicos e intereses políticos diferentes, que propiciaron una relación distante entre ellas y que son muestra de la incidencia que el contexto y la política tienen en los procesos de investigación y desarrollo científico con miras al beneficio social o a intereses particulares.

Rafael Guevara Fefer es autor del artículo "El imperio francés, el emperador austriaco y la tradición científica mexicana". Considera que resulta pertinente estudiar las condiciones sociales e intelectuales en las que los científicos crean conocimientos y desempeñan su quehacer. El caso de las políticas científicas del Segundo Imperio y de Francia ayuda a esclarecer los términos de la relación entre ciencia y sociedad, pues los hombres que las pusieron en marcha, a su modo, construían la nación y el imperio, al tiempo que inventaban las nuevas disciplinas científicas y daban forma a la asimetría de las prácticas científicas que imperaba entre los países del norte y del sur.

Este texto es una reflexión sobre las políticas científicas a través del uso parcial y personal de la diversa historiografía de la ciencia mexicana, una sugerencia sobre lo que hoy entendemos y aceptamos que es y que debe ser la política científica en los países como el nuestro. La revisión historiográfica permite valorar el estudio de las políticas científicas de México y Francia durante el Segundo Imperio como una ruta crítica para explicar el devenir de las ciencias en general y de las de México en particular. Al conocer y comparar la situación científica de dos países decimonónicos que participaron al mismo tiempo y de forma harto distinta en la gestación de las ciencias contemporáneas, estaremos en condiciones de construir un punto de vista privilegiado para observar cómo se imaginaron e inventaron las ciencias y cómo éstas lograron adquirir un lugar tan importante en el espacio social de nuestros tiempos.

Acercarse al ambiente científico del Segundo Imperio a través de los trabajos y los días de la Comission Scientifique de Mexique, de la Comisión Científica, Artística y Literaria, así como de la Academia Imperial de Ciencias y Literatura, permite conocer la forma en que se fueron configurando las nuevas disciplinas científicas al abrigo de los imperios y las naciones.

Edna Suárez Díaz presenta el trabajo "Determinismo tecnológico revisitado: algunas ideas en torno al impacto de la biotecnología en nuestras vidas –¿o viceversa?" Señala que la discusión en torno al determinismo tecnológico ha sido constante en los estudios sobre la tecnología. La idea cobra interés, e incluso vigencia, en el marco de los numerosos problemas que hoy enfrentan las sociedades ante los avances científicos y tecnológicos, pese a que difícilmente exista hoy en día algún pensador que defienda estrictamente el determinismo. Entre las razones para que el tema, sin embargo, continúe vigente, destacan dos. La primera tiene que ver con una experiencia generalizada en las sociedades industrializadas: la influencia y peso innegables que el desarrollo tecnológico tiene en las formas de vida. La segunda tiene un carácter epistémico. Se trata de una cuestión de interés fundamental y general en el ámbito de las ciencias sociales: la naturaleza de sus explicaciones. Una reflexión acerca de las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad difícilmente puede, aún hoy en día, eludir el problema del determinismo tecnológico. Se plantean ejemplos relacionados con las Técnicas de Reproducción Asistida para considerar las consecuencias sociales que irremediablemente tienen los desarrollos tecnológicos.