Aires de revolución: nuevos desafíos tecnológicos a las instituciones económicas, financieras y organizacionales de nuestros tiempos

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TERCERA PARTE: NUEVAS TECNOLOGÍAS Y GESTIÓN ORGANIZACIONAL

Esta última parte contiene cinco trabajos que permiten dimensionar la complejidad de los retos que supone para las organizaciones la adopción de nuevas tecnologías, propia o por parte de sus competidores.

El primer capítulo de este grupo, escrito por la profesora Carolina Acosta y titulado “Blockchain: tecnología disruptiva al alcance de la Ventanilla Única de Comercio Exterior”, expone dos de los principales retos característicos de sistemas que articulan el trabajo de múltiples organizaciones: la disparidad de la infraestructura tecnológica en las organizaciones que deben trabajar juntas frente a la necesidad de interoperabilidad, y la cuestión de la gobernanza. Si bien Acosta propone estos retos en el contexto particular de una potencial adopción de blockchain para la Ventanilla Única de Comercio Exterior en Colombia, vale la pena considerar la transferibilidad (Lincoln & Guba, 1985) de estos retos más allá del contexto estudiado, en otras situaciones de características similares.

La disparidad en el nivel de madurez de la infraestructura tecnológica en las organizaciones que deben articularse para ofrecer un producto o servicio, en este caso un trámite al ciudadano, puede entorpecer la meta de interoperabilidad, entendida como la capacidad de un sistema de intercambiar datos e interactuar con otros de manera automática. Esta dispersión de infraestructura hace recomendable optar por un modelo federado, en donde cada organización participante es libre de definir su propia infraestructura de TI, lo cual hace necesario fortalecer la gestión de identidad digital en cada organización, para asegurar la seguridad y trazabilidad de las operaciones, lo cual requiere presupuesto con el que muy probablemente las organizaciones con infraestructuras más precarias no cuentan. En cuanto a la gobernanza, el reto es asegurar la neutralidad, independencia y autoridad de quien tome decisiones respecto al sistema como un todo (por ejemplo, respecto a la Ventanilla Única, en este caso de estudio) para asegurar su correcto funcionamiento y evolución en el tiempo.

Posteriormente, el capítulo “Proveedores colombianos de software como servicio (SaaS) que ofrecen pruebas gratuitas a las pymes colombianas: un estudio exploratorio”, de autoría de quien escribe estas líneas, nos sensibiliza sobre las dificultades que incluso los creadores de estas mismas tecnologías –aquí, proveedores colombianos de servicios de software en la nube– tienen para adaptarse y sacar provecho en sus negocios del cambio acelerado que estas tecnologías propician. En particular, el artículo permite ver que son relativamente pocas las empresas locales de software que han asumido el reto de transformar su oferta convencional a servicios en la nube, y que las que lo han hecho encuentran obstáculos importantes para maximizar los beneficios de sus esfuerzos de transformación interna. La autora argumenta que dichos obstáculos están asociados a acciones que demuestran poco conocimiento en temas centrales relacionados con las mejores prácticas actuales de emprendimiento –acercamiento y conocimiento del mercado objetivo previo al lanzamiento de un producto– y desarrollo de software –ejecución de pruebas de usabilidad–.

Una implicación de este escrito, discutida por un largo tiempo en los estudios en gestión, y aún vigente y altamente relevante para nuestra industria de software, es que la tecnología por sí sola no genera impactos organizacionales positivos, sino que es el conjunto de acomodaciones entre la tecnología y su entorno de aplicación –procesos, personas, cultura organizacional– el que puede producir impacto.

Los últimos tres capítulos nos acercan a varios de los principales retos que enfrenta el sector financiero, uno de los sectores económicos donde penetran más tempranamente y con mayor profundidad las nuevas tecnologías.

El capítulo escrito por el profesor Jorge Alberto Padilla, titulado “Fintech: el impacto de las nuevas tecnologías en la prestación de los servicios financieros”, recoge un conjunto de experiencias en las cuales nuevos competidores tipo fintech irrumpen con servicios innovadores en el área financiera y fuerzan una desintermediación de los servicios financieros, que puede debilitar en el mediano y el largo plazo la posición o el rol mismo en el mercado de actores tradicionales tales como los bancos y las sociedades comisionistas de bolsa. Las innovaciones tecnológicas inmersas en estos servicios financieros hacen posible a las fintech ofrecer a los clientes mejores condiciones de costo y rapidez que las propuestas por los actores tradicionales ya mencionados. Es apenas natural, como lo menciona Padilla, que una de las respuestas de estos actores sea asociarse con empresas fintech para hacer más competitivo su portafolio al consumidor financiero.

Por su parte, el estudio titulado “Redes neuronales artificiales para calificación de riesgo soberano”, escrito por Mauricio Avellaneda-Hortúa, emplea esta técnica de IA para emular la tarea que constituye la razón de ser de las agencias calificadoras de riesgo, actores centrales del sistema financiero internacional. Estas agencias se constituyeron con la misión de facilitar el funcionamiento de los mercados de capitales, mediante la emisión de opiniones expertas sobre la capacidad y voluntad de pago de los deudores del sistema, entre ellos, las naciones soberanas que asumen deudas en el sistema financiero. Estas opiniones son condensadas en calificaciones de riesgo crediticio, que estas agencias emiten y actualizan periódicamente. Así, y pese a sus conocidas imperfecciones, las calificaciones de riesgo crediticio son señales importantes para el comportamiento de los múltiples actores del sistema financiero internacional, bien sea como prestamistas, deudores o intermediarios (Peterson, 2013).

Históricamente, los detalles específicos de las variables y técnicas de cálculo empleadas para determinar estas calificaciones han sido tratados como un secreto industrial, a un punto tal que Avellaneda nos relata el surgimiento y evolución de una línea de investigación en finanzas interesada puntualmente en acercarse, cada vez con mayor precisión, a los resultados de las calificaciones emitidas por las principales agencias internacionales: Fitch, Moody’s y S&P. Para ello, los investigadores han empleado diversas técnicas de modelación matemática. Avellaneda se suma a estos esfuerzos empleando redes neuronales artificiales y nuevas variables, con resultados superiores a los de investigaciones previas.

Los trabajos de los profesores Avellaneda y Padilla se complementan muy bien entre sí, en tanto confirman que la aplicación de tecnologías propias de la 4RI tiene el potencial de reconfigurar la estructura del sistema financiero. A ellos podemos sumar el artículo de la profesora Constanza Blanco, para el tomo 2 de esta misma colección, el cual, a partir de un análisis de la disrupción causada por las fintech, invita a los reguladores a reflexionar sobre las bondades de un ordenamiento normativo centrado en el consumidor de servicios financieros, y no, como hasta ahora, en los oferentes de estos servicios (Blanco, 2021). Estos trabajos nos muestran que los retos del sector financiero son sumamente variados y pueden conducir a una transformación sustancial del sector, que aún no logramos visualizar del todo.

Finalmente, el capítulo que escribí en coautoría con el profesor Jorge Bejarano-Lobo, titulado “¿Es efectiva la gestión en seguridad digital de los bancos de América Latina y el Caribe?”, nos recuerda las dificultades que afronta el sector bancario para garantizar ambientes transaccionales digitales seguros a sus usuarios. Más que otras organizaciones, los bancos son objeto permanente de ataques informáticos y otros eventos adversos que comprometen la seguridad de la información en entornos digitales (Moore, 2020). Esta investigación, que utiliza datos previamente recogidos por la Organización de Estados Americanos (OEA) en una encuesta realizada a cerca de 200 bancos de la región, nos indica que, lamentablemente, no todas las prácticas adelantadas por los bancos son efectivas en su misión de garantizar la seguridad de la información.

En su conjunto, estos artículos nos invitan a pensar que los nuevos escenarios digitales retan a todas las organizaciones, independientemente de su sector, tamaño o cercanía con la industria de tecnología, y no únicamente a los actores más pequeños o a los adoptantes reticentes o tardíos (Rogers, 2003). Ni el sector financiero, que se suele caracterizar como un adoptante temprano de tecnología y se distingue de otros sectores económicos por su alto nivel de inversión en tecnología, ni el mismo sector tecnológico, que lidera la innovación digital desde el lado de sus creadores, están inmunes a las complicaciones y los desafíos propios de la creciente digitalización de las actividades empresariales. Todas las organizaciones se ven retadas por el cambio tecnológico, aun si lo protagonizan, ya que hacen parte del entramado social que produce, sostiene y regenera el entorno institucional.

Hago una invitación final, antes de dejar al lector en compañía de estos once trabajos. A la manera que propusiera Julio Cortázar sobre su propia obra, otras secuencias de lectura son posibles para descubrir conexiones entre los diferentes capítulos, y aun entre los otros tomos de la presente publicación “Así habla el Externado”, para extraer nuevas conclusiones de ellos. Aquí hago apenas dos sugerencias al respecto. En primer lugar, una agrupación de los tres artículos relacionados con innovación tecnológica en el sector financiero, es decir, de los capítulos de Rojas y sus colegas, Avellaneda y Padilla, nos podría regresar al tema central de la parte 2 de este tomo: con los insumos adecuados, las tecnologías de la 4RI pueden llevar a una desintermediación de los servicios financieros, y en consecuencia a una reconfiguración significativa de los actores actuales del sector, que conduzca a su vez a una reducción drástica del empleo. ¿Necesitaremos en el futuro a los bancos, a las agencias calificadoras de riesgo o a las comisionistas de bolsa? ¿Será el trabajo de los profesionales de las finanzas que allí se ocupan reemplazado por inteligencia artificial? ¿O veremos un fenómeno de complementar y aumentar el valor del trabajo humano, en lugar de sustituirlo, de acuerdo con la propuesta de Davenport y Kirby (2015), y respaldado en el enfoque optimista del estudio de Escobar y Díaz en este tomo?

 

En segundo lugar, sería posible agrupar los capítulos según el grado de dificultad que parece tener el proceso de adoptar e implementar nuevas tecnologías digitales. De acuerdo con esa lógica, los capítulos de Acosta, sobre la conveniencia y retos de implementar blockchain para la ventanilla única de comercio exterior en Colombia, y de Arévalo y Soler, sobre la posibilidad de que los recicladores de oficio de Bogotá adopten alguna tecnología de información para mejorar su gestión, parecen estar en el extremo de mayor dificultad, y nos llevan a reflexionar sobre las brechas que aún fracturan la realidad de nuestro país, en donde empresas altamente innovadoras, como Rappi o Ualet, están totalmente insertadas en la 4RI, mientras que muchas otras personas y organizaciones enfrentan retos que parecen insuperables para siquiera adoptar o hacer funcionar adecuadamente tecnologías de información anteriores a la 4RI.

REFERENCIAS

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PRIMERA PARTE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS, EL CAPITALISMO Y LAS MONEDAS NACIONALES

JOHN ALIRIO SANABRIA TÉLLEZ* LUIS ANTONIO OROZCO CASTRO**
Del capitalismo liberal a la economía colaborativa, nuevos modelos de negocio y retos para el marco institucional
From liberal capitalism to sharing economies, new business models and institutional framework challenges

Un sistema social que ya no logra satisfacer a las clases a las que se supone que ha de servir prioritariamente, está amenazado, sean cuales sean las razones por las que ya no lo consigue, las cuales no son manejables en su totalidad por los actores que detentan o creen detentar el poder.

BOLTANSKI & CHIAPELLO (2002, p. 29).

RESUMEN

En el marco de la administración en la era digital, emerge el concepto de economía colaborativa, para designar una forma particular de intercambios basados en plataformas, que puede ser un nuevo modelo económico que reta las lógicas del capitalismo en un ejercicio social de uso compartido, o una transformación del sistema capitalista que está mutando a un modelo en el que emergen nuevas corporaciones que crecen aceleradamente y adquieren en poco tiempo un poder sin precedentes por el dominio de plataformas y algoritmos. Sobre este debate se analiza la evolución del capitalismo y las particularidades de las economías colaborativas, sus organizaciones y modelos de negocio, la administración de la propiedad y el poder de los participantes, sus roles y los retos a los sistemas legales. Se llega a una definición de economía colaborativa y sus características y se brindan elementos de reflexión sobre las dinámicas organizacionales en la era digital1.

PALABRAS CLAVE

Economía colaborativa, capitalismo, modelo de negocio, plataformas digitales, gestión organizacional, marco institucional.

FROM THE LIBERAL CAPITALISM TO SHARING ECONOMIES, NEW BUSINESS MODELS AND INSTITUTIONAL FRAMEWORK CHALLENGES

ABSTRACT

In the framework of business administration in the digital age, the concept of sharing economy emerges, to designate a particular form of exchanges based on platforms, which may be a new economic model that retains the capitalism´s logic in a social exercise of shared use, or a transformation of the capitalist system, which is mutating to a model in which new corporations born that grow rapidly and in a short time acquire unprecedented power due to the dominance of platforms and algorithms. On this debate, the evolution of capitalism and the particularities of sharing economies, their organizations and business models, property management and the power of the participants, their roles and the challenges to legal systems are analyzed. A definition of the sharing economy and its characteristics is reached and elements for reflection on organizational dynamics in the digital age are provided.

KEYWORDS

Sharing economy, capitalism, business model, digital platforms, organizational management, institutional framework.

INTRODUCCIÓN

El sistema capitalista ha pasado por varias fases, que resultan de respuestas que dan las políticas, las legislaciones y las estrategias corporativas a diferentes crisis que ha experimentado la economía a través de la historia. Estas crisis y momentos de tensión pueden ser entendidas como una forma en la que el espíritu del capitalismo cambia o, como exponen Boltanski y Chiapello (2002), se transforma, en un proceso de ajuste a las tensiones entre empresas y Estados en la economía. El capitalismo fundamentado en la propiedad privada tuvo sus primeros pasos en el mercantilismo y la sociedad anónima de la Edad Media, pero los modelos tempranos del capitalismo se limitaban a grupos pequeños de la sociedad, particularmente mercaderes, con un desarrollo creciente a partir de 1700, donde la racionalidad económica de los burgueses penetró en diferentes grupos sociales: nobles, terratenientes, militares, campesinos, científicos y los nacientes empresarios de la primera revolución industrial (Bauman, 2000; Drucker, 1993), gracias a la protección de la propiedad. Más allá de las explicaciones dadas por Max Weber sobre la ética protestante, que no cobija el capitalismo temprano de los mercaderes venecianos o los banqueros Fugger de Augsburgo o los Medici de Florencia (López, 2006), el capitalismo surge como una forma de organizar las transacciones en el sistema económico a partir de la producción y el trabajo en masa, la reducción de precios, el aumento del consumo y las legislaciones que protegen la propiedad material e intelectual. Este sistema, fundado en la acumulación de riquezas a partir del cumplimiento de las normas legales (López, 2006), ha superado modelos como el socialismo y el comunismo, lo que ha permitido su expansión hasta ser el sistema económico dominante en la actualidad (Solimano, 2017).

La era digital y el impacto de la internet han generado nuevas formas de relación entre oferta y demanda, cambios en la dinámica de la propiedad y en el manejo de las relaciones entre los participantes de los modelos de negocio, lo que plantea disrupciones a las lógicas tradicionales de la economía capitalista, el cual soporta su legitimidad y operación en el marco de la ley y en el respaldo de élites económicas que orientan la legislación y las políticas de las naciones. Aparecen organizaciones con modelos de negocio disruptivos que promueven la conexión de oferta y demanda a partir de novedosos servicios basados en plataformas digitales y algoritmos de inteligencia artificial, en los que se busca la desconcentración productiva, la descentralización, la holocracia y promoción de bienes compartidos, lo cual genera retos en el marco normativo, regulatorio y cognitivo, porque implican cambios en el estilo de vida, en las relaciones laborales, de propiedad de activos, el acceso y manejo de información y nuevas formas organizacionales y servicios que no se ajustan a la legislación y las instituciones sociales tradicionales (Acquier & Carbone, 2019).

 

En este contexto emerge la denominada ‘economía colaborativa’ con una gran variante de denominaciones, todas ellas con la idea de nombrar las nuevas formas de transacción basadas en plataformas: consumo colaborativo, movimiento maker, peer production, finanzas participativas, capital distribuido, conocimiento abierto y colaborativo, intercambio de bienes, servicios o activos productivos, tiempo compartido, GIG economy, economía de pares, new economy, collaborative economy, sharing economy, access economy, on-demand economy, disaggregate economy (Botsman, 2019; Cañigueral, 2014; Durán-Sánchez, Álvarez-García, de la Cruz del Río-Rama, & Maldonado-Erazo, 2016; Pereira, 2018; Rodríguez-Antón, Alonso-Almeida, Rubio-Andrada & Pedroche, 2016).

Este modelo económico implica, o es el resultado de, nuevas formas de conducir los negocios digitales, basados en la gestión de datos y plataformas en los que se incorporan la información de los clientes, la gestión desde plazas virtuales distribuidas, con una constante comparación entre ofertas y demandas para desarrollar propuestas de valor desde tres enfoques: el contenido, la experiencia del consumidor y el desarrollo de la plataforma interna y externa (Weill & Woerner, 2015), en la que aparecen usuarios multipropósitos (Hagiu & Wright, 2019). En el marco de los modelos de negocio, la estrategia y la innovación es necesario entender los cambios en las arquitecturas organizativa y financiera de las organizaciones, que incluye supuestos implícitos sobre los clientes, sus necesidades y el comportamiento de los ingresos, costos y competidores (Teece, 2010), incorporando sistemas de actividades interconectadas e independientes que determinan la forma en que la compañía se relaciona con sus clientes, socios y proveedores y como cumple sus objetivos atendiendo diversos grupos de interés (Teece, 2009; Amit & Zott, 2015; Bocken, Short, Rana, & Evans, 2014; Cosenz & Noto, 2018). Así mismo, existen cambios en la estrategia competitiva, el diseño del producto o servicio, su definición de precios y costos, su propuesta de valor y cómo la empresa integra su propia cadena de valor con otras organizaciones (Bocken et al., 2014).

Dados los diferentes enfoques en el marco del concepto de economía colaborativa, el capítulo presenta un análisis de la evolución del capitalismo y sus diferentes fases con el fin de evaluar si esta economía responde a una transformación del sistema capitalista, como argumenta Dyal-Chand (2015) en su visión de una variante del capitalismo enfocado en mercados coordinados por plataformas, o es resultado de un movimiento social que crea un modelo económico disruptivo con nuevas formas de solidaridad e innovación transaccional en las que emergen organizaciones que no responden a las racionalidades del capitalismo tradicional (Castor, 2016; Codagnone & Martens, 2016), y proponer un marco conceptual para entender la economía colaborativa, su funcionamiento y las formas de gestión, con el fin de aportar a la discusión sobre los ajustes institucionales en los marcos legales, esquemas normativos y prácticas en el ámbito cultural-cognitivo.

1. EVOLUCIÓN DEL CAPITALISMO

La historia del sistema económico capitalista permite verlo como un “sistema complejo y adaptativo” que tiene un ciclo de vida ajeno a cualquier intento de control individual, y se transforma en respuesta a los cambios del entorno (Mason, 2016). Boltanski y Chiapello plantean que estos cambios pueden ser generados por el mismo sistema, como mecanismo de evolución, que son respuesta a las tensiones de grupos críticos como empresarios, políticos y trabajadores, y obligan al surgimiento de propuestas que llevan a replantear su forma de operar y por ende perdurar en la sociedad (Boltanski & Chiapello, 2002).

Las variedades del capitalismo se han estudiado de forma comparativa, con especial atención en los actores que participan (personas, grupos, organizaciones e instituciones) y las relaciones que se dan entre estos (Aguirre & Lo Vuolo, 2013), con una participación variante del Estado, en unos casos como simple observador, en otros como moderador y en otros como regulador y árbitro, en un proceso de negociación constante entre grupos de interés y tensiones que reflejan la necesidad de introducir cambios que conduzcan al bienestar social y la prosperidad de las naciones, como se ve en la figura 1.

FIGURA 1. CRITERIOS DE EVALUACIÓN DEL CAPITALISMO


Fuente: los autores a partir de Aguirre & Lo Vuolo (2013) y Boltanski & Chiapello (2002).

El pensamiento ortodoxo busca un modelo genérico para el capitalismo, pero las crisis del sistema capitalista y las dificultades generadas durante esta negociación dan lugar a la aparición de pensamientos heterodoxos en la economía (Brown, Spencer, & Brown, 2014; Trautwein, 2017), que entienden que el modelo económico es un régimen situado en sociedades específicas (Aguirre & Lo Vuolo, 2013). Así, se reconocen diversas fases del capitalismo, como se ve en la figura 2.

FIGURA 2. FASES DEL CAPITALISMO


Fuente: los autores a partir de Acquier & Carbone (2019), Aguirre & Lo Vuolo (2013), Gantman (2009) y Pastré & Vigier (2009).

El capitalismo como sistema económico, que desplaza el mercantilismo del siglo XVI, surge en el marco del reconocimiento legal de la propiedad privada y la pérdida del poder de las monarquías, aunado a un espíritu que reconoce que la creación y acumulación de riqueza, en vez de ser parte de uno de los siete pecados capitales –la avaricia–, es ahora una señal de que se está entre los elegidos para habitar en el reino de los cielos. Luego de la Revolución Gloriosa de 1688 en Inglaterra y los cambios que se dieron al deponer al rey Jacobo II, crear un parlamento, cambiar el sistema monetario y promover inversiones en sociedades anónimas como la South Sea Company, emerge el capitalismo con sus bondades y también con sus fallas, entre ellas, las crisis provocadas por la especulación y las burbujas en las que hasta las mentes más brillantes, como la de Isaac Newton, experimentaron enormes pérdidas (Levenson, 2020; Odlyzko, 2019). En el capitalismo liberal del siglo XIX, con el principio de laissez faire en el que no hay intervención del Estado en la economía, con el patrón oro como sistema monetario dominante, se genera un crecimiento económico sin precedentes cimentado en la producción en masa gracias a la innovación tecnológica de la primera revolución industrial (basada en la máquina de vapor y el telar), que genera bajos precios, aumenta el consumo y origina tanto riqueza a gran escala como satisfacción de necesidades. En este nuevo modelo de producción, en el que se reemplaza el sistema doméstico de trabajo por el sistema fabril, se van a formar grandes empresas industriales donde se marcará un nuevo orden de relaciones entre una clase dominante, el empresario burgués, que será la propietaria de los medios de producción y las rentas, y una clase social subordinada, el proletariado, y desposeída de propiedad y medios de producción. Se promovía un capitalismo global, con libre comercio, la movilidad irrestricta de capitales, bienes y servicios y la migración libre de la mano de obra (Solimano, 2017), ignorando las condiciones de trabajo y bienestar de los trabajadores y alimentando así el conflicto social de clases (Bauman, 2000).

Se generó una crisis económica a finales del siglo XIX, conocida como el pánico de 1873 o la gran depresión, que duró hasta 1879, en la que el aumento de la competencia, la reducción de precios y los problemas de liquidez en bancos y bolsas de valores dieron lugar a una serie de transformaciones en el capitalismo gracias a la emergencia de nuevas fuentes de energía (petróleo y electricidad), lo que, aunado al nacimiento de la industria química y de telecomunicaciones, marcaría el inicio de la segunda revolución industrial marcada tanto por la consolidación de grandes corporaciones monopólicas –denominadas trust– como por prácticas administrativas conocidas como mejoramiento industrial, en el que se buscó la cooperación y cohesión de la fuerza laboral para superar el conflicto social entre clases con iniciativas sindicales que carecían de apoyo estatal (Gantman, 2009, pp. 98-103), e inversiones orientadas a modificar las condiciones industriales, en que los empresarios unieron una visión religiosa de la moralidad –amparada por la encíclica Rerum Novarum del papa León XIII que invita a un cambio revolucionario de derechos y deberes entre el capital y el trabajo– con una serie de inversiones caritativas que buscaron progresos en las condiciones de los trabajadores, con hospitales, viviendas familiares, mejoras en las condiciones de higiene de puestos de trabajo, y espacios de recreación, sin afectar las prerrogativas de la libre empresa y la santidad de la propiedad privada y la ética del individualismo (Barley & Kunda, 1995, pp. 82-85). La premisa era que, si la empresa podía ser el eje sobre el cual giraba la vida de los trabajadores haciendo coincidir sus intereses, valores y creencias con los del empresariado, se lograría un orden comunitario y la paz industrial, eliminando el conflicto, y con ello la lucha de clases, reflejándose en mejoras en la rentabilidad y el control (Barley & Kunda, 1995; Orozco & Albarracín, 2019), así como en la prosperidad de las naciones y sus democracias, tal como lo profesara la madre de la administración moderna, Mary Parker Follett, a inicios del siglo XX (Follett, 1925/2013).