Ética para directivos y consejeros

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Todo el conjunto de realidades comunes que hemos enunciado (fines, sistemas, órganos de decisión, estructuras organizativas, etc.) constituyen un ámbito específico de tipo institucional.

Especial importancia para lo que ahora estamos considerando es el modo como se deciden los asuntos en la empresa. En muchos casos, las cuestiones son estudiadas por varias personas y son decididos de forma colegiada. Para ello existen un conjunto de órganos de gobierno o de dirección: junta general de accionistas, consejo de administración, comités departamentales o de sección, etc.

Esos órganos de gobierno y dirección se ocupan de un conjunto amplio de decisiones que podríamos calificar de ‘institucionales’, 25 cuya dimensión ética no puede ser exclusivamente analizada desde una óptica individual. Se trata de decisiones que son tomadas habitualmente entre varias personas, atañen a la vida de la empresa y son analizadas desde una perspectiva corporativa: teniendo en cuenta unos fines conjuntos (misión, estrategia, etc.) y unos modos de hacer (valores, políticas, procedimientos, etc.), que han sido previamente acordados.

Por ejemplo, el consejo de administración a la hora de decidir el salario del director general, habrá de tener en cuenta las normas dadas por los accionistas, lo que ganan los otros altos directivos, los sueldos del mercado, la situación de la compañía, etc.

Veamos ahora cómo la calidad ética de las decisiones de gobierno se evalúa de un modo semejante al de las actuaciones personales.

Modo de evaluar la calidad ética de las decisiones empresariales

Las decisiones empresariales tienen una dimensión económica, social y ética, y por tanto han de ser analizadas al menos con base a los siguientes criterios:

• Criterios de tipo económico y financiero; que miden su impacto sobre la tesorería y el cashflow (realizando un análisis coste-beneficio, etc.).

• Criterios de naturaleza estratégica; que evalúan las consecuencias de las diferentes alternativas de acción sobre las ventajas competitivas de la empresa, en términos de calidad del servicio al cliente, adquisición de conocimientos o habilidades, relaciones con los stakeholders estratégicos, etc.

• Criterios de naturaleza social; que analizan las implicaciones de las decisiones sobre los empleados (su satisfacción, deseo de cooperar con los objetivos de la empresa, etc.) y sobre otros grupos afectados.

• Criterios de carácter ético; que miden la calidad moral de las decisiones. A continuación explicaremos cómo se puede realizar esa evaluación.

Referimos en el inicio de esta primera parte del libro que son buenas todas aquellas acciones que contribuyen al perfeccionamiento del ser humano, que lo desarrollan como persona. Más en concreto, vimos que su calidad moral dependía de que esas actuaciones fueran conformes a los bienes humanos (justicia y amistad, conservación de la vida, belleza, etc.) que pueden adquirir sus dinamismos corporales y espirituales esenciales.

De la misma forma el valor ético de las decisiones de gobierno o dirección ha de ser juzgado principalmente por la conformidad de las acciones que adopten con lo que perfecciona a la empresa, con un conjunto de bienes humanos, sociales y económicos que una buena empresa ha necesariamente de poseer. 26

Puede parecer que este modo de analizar la bondad de las actuaciones de los dirigentes es incompleto, ya que deja de lado un elemento ético muy relevante en los comportamientos personales: las intenciones de los que actúan. 27

Pero, tal como explicamos en el apartado anterior, la calidad ética global de cualquier actuación depende principalmente del valor en sí del acto exterior que es escogido por el sujeto; además la misma honestidad de la intención es también influida por las acciones adoptadas.

Lo mismo ocurre en el caso de una empresa, en la que la calidad moral de las actuaciones de los órganos de gobierno y dirección (por ejemplo realizar una campaña de publicidad para aumentar las ventas), se refleja también en gran medida en la bondad de los planes de acción que las implementan (la veracidad de los contenidos, la dignidad de las imágenes usadas, la responsabilidad social de la radio o televisión escogida, etc.)

Tal como estamos refiriendo, la calidad moral de una decisión empresarial puede ser evaluada prescindiendo de la intención con que fue hecha; 28 podremos, por ejemplo, afirmar que la aprobación de una venta fraudulenta por parte del director general es una acción éticamente reprobable, porque va contra la justicia que es debida a los clientes, independientemente de los motivos que le llevaron a hacerlo: alcanzar el objetivo de ventas que le había sido fijado, y obtener así el premio asociado con ese nivel de facturación; intentar salvar la empresa de una suspensión de pagos; etc. 29

Acabamos de explicar el papel central que los bienes (fines a alcanzar) esenciales de la empresa tienen en la evaluación ética de las decisiones empresariales. Veremos más adelante la importante función que también desempeñan en ese análisis un conjunto de principios éticos, como el de la dignidad humana o el de justicia. Pero antes de hacerlo conviene destacar que el que las actividades de gobierno tengan una dimensión ética social, no significa que no continúen existiendo aspectos éticos personales.

5. Responsabilidad personal en las decisiones empresariales

El ser humano al ser libre, y por lo tanto dueño de sus actos, es moralmente responsable por las acciones que realiza de forma consciente (con conocimiento del bien que está en juego) y voluntaria (que realiza deliberadamente, libremente, sin ser coaccionado).

Estrictamente hablando, sólo las personas –por ser sujetos inteligentes y libres– pueden ser responsabilizadas por sus actuaciones. Sin embargo, se habla, por ejemplo, de que las empresas son responsables por el impacto económico, social y ecológico de sus operaciones; y hasta se interponen demandas judiciales a las empresas que contaminan, que no cumplen la legislación laboral o no pagan impuestos. Cuando nos expresamos en esos términos estamos usando la palabra ‘responsabilidad’ en sentido análogo: consideramos que esas actuaciones son imputables a la actividad llevada a cabo por el conjunto de personas que integran la compañía.

Con relación a la responsabilidad moral personal en la empresa podemos distinguir entre las actuaciones individuales y las que se realizan bajo la influencia o a través de la cooperación de otros. 30

Actuaciones individuales

En el ámbito de las tareas que le fueron atribuidas los dirigentes toman de forma individual muchas decisiones, como por ejemplo negociar con clientes o suministradores, atribuir trabajos a sus colaboradores, controlar el cumplimiento de los objetivos de su área, etc. Son responsables no sólo por las acciones que realizan sino también de aquello que deberían hacer y omiten.

Algunas de esas acciones y omisiones son queridas de una forma consciente y deliberada (son realizadas voluntariamente y con un claro conocimiento de su necesidad y de las consecuencias que pueden derivarse). En otros casos, las acciones u omisiones se deben a la falta de virtudes como el orden, la fortaleza o la diligencia.

La responsabilidad por estas actuaciones individuales crece en proporción al grado de conciencia de su necesidad y de la gravedad de las consecuencias que pueden derivarse (principalmente de las que son previsibles y evitables).

Acciones que se realizan bajo la influencia de terceros

Los cargos directivos suelen llevar anejas ciertas atribuciones: evaluar y decidir los premios, decidir los ascensos profesionales, alabar o recriminar a alguien de forma pública, etc. Al ejercer sus funciones los dirigentes influyen, y en algunos casos de un modo muy significativo, en las actuaciones de sus subordinados.

También influyen en los demás a través de su conducta; pueden ser un modelo para otros empleados o dar mal ejemplo. La diligencia en el cumplimento de sus atribuciones, el sentido de justicia, lealtad o veracidad con que actúen, etc., tienen una gran influencia en la organización.

Los dirigentes son en alguna medida moralmente responsables de las acciones que inducen a otros a realizar.

Acciones realizadas con la cooperación de otros

En las empresas muchas acciones son realizadas en colaboración con otros. Una parte importante del trabajo de un dirigente es coordinar sus esfuerzos con los demás dirigentes y conseguir unificar las diferentes áreas de la organización. Con frecuencia se reúne con otras personas (empleados, directivos, proveedores, etc.) para tomar decisiones.

Como veremos a continuación también en este tipo de decisiones subiste un ámbito de responsabilidad personal.

Por una parte, porque quienes ejercen funciones de gobierno o dirección conservan un amplio campo de acciones y fines personales.

Por ejemplo, un consejero o directivo puede preparar mejor o peor las reuniones, mantener o no al día sus conocimientos y capacidades, esforzarse en mayor o menor medida en las reuniones por defender lo que considera que es justo, leal y verdadero.

Además, con sus decisiones y actuaciones trata de alcanzar determinados fines personales, que pueden o no ser honestos y tener mayor o menor calidad ética. Por ejemplo, un directivo podría dar su aprobación a una determinada propuesta del director general con el fin de que éste posteriormente le apoye en la contratación de una persona que conoce.

Por otra parte, aun cuando las decisiones sean tomadas por un conjunto de personas, como ocurre en un consejo de administración, subsiste siempre un ámbito de responsabilidad moral personal.

 

Los miembros de los órganos de gobierno y de dirección, aunque influenciados por las políticas y la cultura de la empresa, son libres y pueden influir, en alguna medida, en el tipo de decisiones que se tomen: manifestando su opinión sobre las propuestas objeto de análisis, votando a favor o en contra de su aprobación, o llegando incluso –si el asunto lo justificara– a presentar su dimisión.

Conviene por último referir que no todos los miembros de una organización tienen el mismo grado de responsabilidad moral por las actuaciones institucionales. Esa responsabilidad recae en mayor medida en aquellas personas que, por su poder o autoridad, tienen una mayor influencia en las decisiones que se toman; ese es el caso de los accionistas (principalmente los que tienen participaciones de capital más relevantes), los consejeros y los miembros del comité de dirección.

6. Elementos fundamentales de una ética empresarial: fines, principios y virtudes

Tal como explicamos en esta sección, la ética empresarial es una ciencia que nos aporta orientaciones para crear una ‘buena’ compañía –excelente y socialmente responsable– en la que se respeten y desarrollen las personas y se colabore para el bien de la sociedad; nos ofrece un conjunto de conocimientos que nos permite evaluar los efectos que las distintas decisiones puedan tener sobre la calidad humana y moral de la organización y, más en concreto, sobre la excelencia ética de las personas que las han de adoptar (directivos, empleados, etc.).

En este apartado vamos a ver más en concreto, con base a qué elementos podemos evaluar la calidad ética de las decisiones empresariales.

Varios autores, que entroncan con la concepción del hombre de la filosofía griega clásica, tal como fue asimilada y desarrollada por la tradición judaica y la filosofía cristiana, comparten la opinión de que una visión integral de la ética ha de incluir tres elementos: bienes, normas y virtudes. 31

Consideran que un planteamiento ético completo debe abarcar: unos bienes que, por su importancia para el conjunto de la vida humana, el hombre ha de pretender alcanzar (salud, descubrir la verdad, tener experiencia de lo bello, establecer relaciones justas y armoniosas con los demás, etc.); unos criterios de discernimiento moral (principios y normas) que le ayuden a conocer y a jerarquizar esos bienes, y a escoger acciones que se dirijan a alcanzarlos; y unas perfecciones (llamadas virtudes) que el ser humano puede adquirir, que le capacitan para apreciar los bienes más valiosos y para realizar acciones conforme a ellos.

Los bienes, normas y virtudes pueden considerarse como tres dimensiones esenciales de la ética, de tal forma que si faltara alguna de ellas el planteamiento ético estaría incompleto.

Nuestra investigación sobre los aspectos éticos del gobierno y dirección de una empresa se basa en los tres elementos referidos, pero realizamos algunas adaptaciones terminológicas que pasamos a explicar.

Dado que los conceptos de bien y de fin están relacionados, preferimos emplear la expresión ‘fines’ de la empresa y no ‘bienes’ de la empresa, por ser la primera más usual en la literatura empresarial.

El bien es una propiedad de las cosas: es el «ente en cuanto apetecible» por la voluntad humana (definición de Aristóteles citada por Tomás de Aquino en la Suma Teológica, I, q. 5, a. 1, c). Las cosas en tanto que son buenas (en la medida en que poseen perfecciones) son susceptibles de suscitar la adhesión de la voluntad. Por tanto, todo lo que posee algo de bien (alguna perfección) puede constituirse en un fin (en un objetivo) para la voluntad. El bien en cuanto término de elección de la voluntad, es llamado genéricamente ‘fin’.

Por otra parte, nos referiremos no sólo a las ‘normas’ sino también a los ‘principios’. Aunque ambos términos tienen un significado semejante –proposiciones racionales de carácter universal que expresan de modo normativo cómo se debe actuar– emplearemos la palabra ‘norma’ para designar reglas morales específicas: las que pueden ser usadas directamente como criterios para clasificar una acción como buena o mala.


Figura 3. Los tres elementos fundamentales de una ética empresarial.

El término ‘principio’ lo usaremos para referirnos a parámetros de referencia moral de carácter general, de los cuáles se derivan habitualmente un conjunto de reglas morales más concretas (las normas).

Nuestra ética de las actividades de dirección y gobierno corporativo incluye, por tanto, unos fines, unos criterios orientadores de la acción, y unas virtudes (ver figura 3). Consideramos que estos son los elementos fundamentales que sus dirigentes han de tener en cuenta para edificar una ‘buena empresa’, para que las decisiones que tomen contribuyan a la mejora de la calidad moral de sus miembros.

Fines de la empresa

Una buena parte del trabajo de los que dirigen y gobiernan una empresa es establecer los objetivos y las prioridades estratégicas a alcanzar, y los medios para lograrlos. Entre esos objetivos tiene una especial importancia los que podríamos calificar de fines propios y esenciales de una organización de naturaleza mercantil: crear riqueza, permitir el desarrollo humano de los que en ella trabajan, tener un impacto positivo en la sociedad, etc. Explicaremos en el próximo apartado que esos fines propios son la referencia ética fundamental para evaluar la bondad moral de las actuaciones de sus órganos de gobierno.

Esos fines, comunes a todas las empresas, necesariamente se formulan en términos muy genéricos y por ello no ofrecen una orientación suficiente para averiguar la calidad ética de una determinada decisión. Por ello, deben se complementados por algunos principios éticos.

Principios y normas éticas

Los que gobiernan la empresa han de recurrir a la ayuda de un conjunto de principios y normas para evaluar la dimensión ética de sus decisiones y para escoger aquellas alternativas de decisión (estrategias, objetivos, etc.), y planes de acción, que sean más importantes en cada momento para conseguir edificar una ‘buena’ empresa.

En esta obra, haremos referencia a principios como la dignidad de la persona humana, la justicia o el bien común que, al mismo tiempo que criterios para analizar el valor ético de una actuación de gobierno, son también guías para desarrollar lo que podríamos llamar una buena empresa. Veremos también normas más específicas, como son las que hacen referencia al buen uso del poder por parte de los que dirigen y gobiernan las empresas.

Virtudes

Examinemos por último cuál es el papel de las virtudes en nuestro planteamiento ético. Las virtudes son hábitos, o sea, disposiciones habituales y firmes, que inclinan a la persona a querer los bienes verdaderos y a actuar bien. Ejemplo de virtudes son la honestidad, la diligencia, la veracidad o la lealtad.

Las virtudes encaminan a la persona hacia bienes a los que debe aspirar, tanto en sus actuaciones estrictamente personales como institucionales.

Como veremos en la última parte del libro, las virtudes que posean sus directivos y gobernantes son muy relevantes para el crecimiento sostenible de la empresa y su buen gobierno. Uno de los factores que contribuye a que en una empresa se consolide una cultura ética es que los que la dirigen y gobiernan posean un conjunto de virtudes, como la prudencia, la justicia, la veracidad o la audacia. De hecho, escasa influencia tendrían en la vida de la empresa las referencias éticas que ofrecen los fines de la empresa o los principios, si las personas que han de aplicarlos no tienen desarrolladas sus virtudes, si no se esfuerzan por ser justas, leales, veraces, etc.

Las virtudes, al dar una cierta connaturalidad con el bien moral, ayudan a los que gobiernan y dirigen la empresa a descubrir y a apreciar los bienes éticos que están en juego en cada situación. Al mismo tiempo, las virtudes capacitan a los dirigentes para superar las dificultades que podrían entorpecer la implantación de decisiones arduas que sean importantes para mejorar la calidad ética de la empresa y de sus empleados.

Visión de conjunto de los temas que trataremos

en nuestra investigación

En la figura 4 recogemos de forma esquemática los temas que iremos analizando en el resto de nuestro trabajo. Dedicaremos una parte del libro a cada uno de los elementos fundamentales de una ética empresarial: los fines de la empresa, los principios éticos y las virtudes de los dirigentes.


Figura 4. Elementos fundamentales de una ética empresarial: resumen del contenido del libro.

7. Los fines de la empresa son los parámetros de referencia ética más importantes

Las decisiones empresariales tienen no sólo consecuencias económicas sino también humanas (desarrollo de las capacidades y conocimientos de los empleados, y de virtudes como la lealtad o la veracidad) y sociales (sobre las comunidades humanas y el entorno natural en las que operan). La ética tiene principalmente en cuenta las repercusiones humanas de las decisiones, y en concreto sus efectos sobre las virtudes morales de los dirigentes y demás empleados; de ese modo ayuda a evitar que se ocasionen años sobre los stakeholders, tanto a corto como a largo plazo, y a tomar decisiones que contribuyan a la mejora de la empresa y de la sociedad.

En el apartado anterior explicamos que los dirigentes, para tomar decisiones acertadas desde una perspectiva amplia –que incluyan los aspectos humanos y sociales–, necesitan tener en cuenta los fines que son propios de las empresas, un conjunto de principios éticos y cultivar personalmente las virtudes.

Veamos por qué los fines propios de las entidades mercantiles son los parámetros de referencia ética más importantes para tomar decisiones justas y adecuadas para construir una buena empresa.

En el primer apartado explicamos como una extensa reflexión filosófica y teológica sobre la persona y la dimensión moral de sus actuaciones, considera que son buenas todas aquellas acciones que contribuyen al perfeccionamiento del ser humano –que le ayudan a desarrollar las potencialidades de los dinamismos básicos de su naturaleza corporal y racional (afectividad, inteligencia, voluntad, capacidad de relacionarse con los demás, etc.)–, y lo conducen a una vida plena, a vivir bien, como es propio de un ser racional y libre. La perfección de esos dinamismos consiste en la adquisición de un conjunto de bienes humanos: conocer la verdad y ser consecuente con ella, apreciar lo que es bello, establecer relaciones justas y amistosas con los demás, conservar la vida, etc.

En consecuencia la moralidad de una actuación depende principalmente de su conformidad con los verdaderos bienes humanos, con los bienes que todo ser humano que desea llevar una vida lograda ha de tratar alcanzar.

De la misma forma el valor ético de las decisiones o actuaciones de los dirigentes de una empresa ha de ser juzgado principalmente por la conformidad de las acciones elegidas con aquel conjunto de perfecciones (finalidades) ‘esenciales’ y ‘constitutivas’ que una buena compañía ha de poseer. 32

’El adjetivo ‘esenciales’ hace referencia a que se trata de perfecciones que tienen que ver con lo que es una empresa, con sus características fundamentales: ser una comunidad humana, relacionarse con otras entidades y personas, poder existir o no, etc. También son ‘esenciales’ en el sentido de que son cualidades que una empresa ha de alcanzar necesariamente para mantenerse y desarrollarse de un modo sostenible, son como pilares sólidos sobre los que hay que edificar la organización.

El adjetivo ‘constitutivas’ es usado para significar que son perfecciones que se deben dar necesariamente para que podamos llamar ‘empresa’ a una organización humana.

Misión genérica y misión específica de las empresas

Podemos considerar que las finalidades esenciales constituyen el núcleo o sustrato de lo que podríamos llamar la ‘misión genérica’ de una compañía: de aquel conjunto de responsabilidades –humanas, sociales y económicas– ineludibles que una empresa ha de proponerse alcanzar por el hecho de serlo. Por ejemplo, cualquier empresa ha de satisfacer bien las necesidades de los clientes, crear valor económico para todos y contribuir a la mejora humana, profesional y ética de los empleados.

 

Toda verdadera empresa tiene una razón de ser; sus promotores y dirigentes se proponen satisfacer de un cierto modo alguna necesidad existente en la sociedad. Esa finalidad de fondo es lo que habitualmente se conoce por ‘misión’ específica’.

Ejemplos de algunas declaraciones de misión de grandes empresas: ‘Ayudar a resolver problemas de forma innovadora’ (3M); ‘Experimentar la satisfacción de avanzar y de aplicar tecnologías para el beneficio del público’ (SONY); ‘Dar a personas corrientes la oportunidad de comprar lo mismo que los ricos’ (WAL-MART).

La responsabilidad fundamental de los dirigentes es alcanzar la misión específica y genérica de la organización.

Alcanzar esa misión particular es quizá la responsabilidad fundamental de sus órganos de dirección y gobierno. Pero no menos importante es su responsabilidad de que se cumplan los fines que son constitutivos de las entidades mercantiles, o sea su misión genérica.

Santo Tomás de Aquino lo explicaba del siguiente modo: «Gobernar no es sino dirigir las cosas gobernadas hacia su fin, que está siempre cifrado en algún bien (Suma Teológica, I, q. 103, a. 3.) y que «como es fin de la gobernación llevar mediante ella a la perfección las cosas gobernadas, tanto mejor será el gobierno cuanto mayor perfección se consiga por el gobernante para las cosas gobernadas», Suma Teológica, I, q. 103, a. 6.

Los principios éticos y las virtudes, esos otros elementos que incluye nuestro planteamiento ético, pueden –dado su carácter más práctico y operativo– ayudar a los dirigentes a reconocer las finalidades de la empresa que son más relevantes en cada momento, a elegir las alternativas y planes de acción más adecuados para alcanzarlos y a consolidar una cultura ética en la organización.

En la próxima sección explicaremos cuales son los fines esenciales de una entidad mercantil y como esas finalidades pueden ser una preciosa ayuda para edificar una buena empresa.

Notas:

1. Usaremos el adjetivo ‘buena’ referido a la empresa en un sentido semejante al que se le atribuye en las expresiones ‘vida buena’ o ‘vida lograda’. Sobre el significado de ‘vida buena’ puede verse G. Abba, Felicidad, vida buena y virtud, Eiunsa, Madrid 1992, pp. 182-185. En la parte II explicaremos que consideramos que una ‘buena’ empresa es aquella que alcanza las perfecciones (fines) que le son propias: crear riqueza, satisfacer de un modo adecuado las necesidades de los clientes, permitir que los empleados se puedan desarrollar humanamente, tener un impacto positivo en el entorno social, etc.

2. Las palabras ética y moral no significan lo mismo para todas las personas. Así, hay quienes sitúan la moral en el ámbito de la religión, mientras que la ética pertenecería al ámbito de la filosofía. Sin embargo, en nuestro trabajo utilizaremos ambos términos como sinónimos.

3. Este tema es tratado con más detenimiento en D. Melé, Management Ethics. Placing Ethics at the Core of Good Management, Palgrave Macmillan, New York, 2012, pp. 12-22.

4. Una breve explicación sobre esas teorías puede encontrarse en D. Melé, Business Ethics In Action, Palgrave. Macmillan, 2009, pp. 89-94.

5. Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate (29.VI.2009), n. 45; disponible en http://www.vatican.va.

6. Para profundizar en esta interesante cuestión puede consultarse Á. Rodríguez Luño, Ética General, 5.ª ed., Eunsa, Pamplona 2004, pp. 115-154.

7. Una explicación acerca de las inclinaciones de la naturaleza humana puede encontrarse en J. Messner, Ética social, política y económica, a la luz del Derecho Natural, Ediciones Rialp, Madrid 1967, pp. 27-30.

8. Se dice que un conocimiento es verdadero en la medida en que se adecua a lo que las cosas son en la realidad («llueve», «estamos cinco personas en esta sala», etc.). Los entes son verdaderos en el sentido de que poseen una aptitud esencial que los hacen cognoscibles por el entendimiento humano. Cfr. T. Alvira, L. Clavell y T. Melendo, Metafísica, Eunsa, Pamplona 1982, pp. 151-156.

9. Cfr. R. García de Haro, La vida cristiana, Eunsa, Pamplona 1992, pp. 248-341.

10. Expondremos a continuación algunas ideas sobre las virtudes, pero remitimos a la parte cuarta del libro donde daremos una explicación más completa.

11. Esto no significa que en determinadas circunstancias la persona no haya de atender en primer lugar algunas de esas necesidades inferiores, porque de no hacerlo podría poner en riesgo su existencia y por tanto el alcanzar las otras perfecciones más nobles.

12. Veremos más adelante como la intención del sujeto (lo que quiere) y el valor moral de las acciones que realiza son los elementos principales que definen la moralidad de una actuación.

13. Enron era de una las mayores compañías de energía de Estados Unidos que, por mala gestión y por falsificación de la información sobre su situación financiera, quebró en el año 2001. Para más información puede consultarse M. Downes y G.S. Russ, Antecedents and consequences of failed governance: the Enron example, en «Corporate Governance», 5, 5 (2005) 84-98.

14. Esta doble dimensión de las virtudes morales era ya afirmada por Aristóteles: «la virtud es la que hace bueno al hombre y hace su obra buena», citado por Tomás de Aquino en la Suma Teológica, I-II, q. 20, a. 3, d. 2. En el presente trabajo utilizamos la siguiente edición de la Suma de Teología: Tomás de Aquino, Suma de Teología, Madrid 1960; Biblioteca de Autores Cristianos. Profundizaremos en estas ideas en la última parte del libro.

15. Esta es la sistematización seguida por una parte de la ciencia moral, fruto de las enseñanzas bíblicas y de los hallazgos de la reflexión filosófica sobre los actos humanos.

16. Por ejemplo, con la venta de un inmueble el director general de una empresa puede pretender generar un resultado extraordinario que hará aumentar los resultados de fin de año; espera que la divulgación de los beneficios anuales tenga un efecto positivo en la cotización de las acciones de la empresa; cuenta vender las acciones que posee de la compañía poco tiempo después del anuncio de los resultados y con ese dinero cambiar de casa. El poder comprar la nueva casa habría sido el fin principal que le llevó a tomar la decisión de vender el inmueble.

17. Los seres humanos pueden escoger como fin último para sus vidas a Dios o a otras realidades como la riqueza, el poder, el prestigio, el ser sabio o el bienestar de la familia. La fe cristiana nos habla de que el fin del hombre es dar gloria a Dios (cfr. Evangelio de San Mateo 22, 37) y amar a nuestros semejantes (cfr. Evangelio de San Marcos 12, 29-31). El punto 1723 del Catecismo de la Iglesia Católica lo explica así: «La bienaventuranza prometida nos coloca ante elecciones morales decisivas. Nos invita a purificar nuestro corazón de sus instintos malvados y a buscar el amor de Dios por encima de todo. Nos enseña que la verdadera dicha no reside ni en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni en ninguna obra humana, por útil que sea, como las ciencias, las técnicas y las artes, ni en ninguna criatura, sino en Dios solo, fuente de todo bien y de todo amor. El fin último ayuda a establecer prioridades cuando surgen conflictos entre diferentes fines».

18. Una persona no cometería un robo si se adueña momentáneamente de un coche que no le pertenece para llevar al hospital a alguien que acaba de tener un ataque de corazón.

19. Por ejemplo, el golpear la víctima de un robo haría aumentar la maldad de esa actuación (la violencia aquí es una circunstancia); pero si para conseguir sustraer lo que se pretende se dispara contra una persona (en una zona de su cuerpo en la que es probable que le ocasione la muerte), el objeto de ese acto no sería ya una apropiación indebida de un bien sino un homicidio con robo (la violencia pasaría a ser parte integrante del objeto moral). Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 2.ª ed., Asociación de editores del catecismo, Madrid 1992, n. 1754.

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