The Wallmapu

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Fernando, mientras cursaba la secundaria, se fue a vivir con su padre a Buenos Aires. Fue incluso peón de caballos de carrera en el stud Rubio B. También fue flogger, algo que —curiosamente— escandalizó a quienes esperaban dar con un joven mapuche anclado en otro siglo y aislado completamente de las tribus urbanas y la cultura pop. Hasta lo acusaron de “falso mapuche” por ello.

Fernando hoy es werkén, mensajero, de la Pu Lof en Resistencia de Cushamen. En dicha función, propia de eximios oradores, destaca por su lucidez y templanza. Es la mano derecha de su hermano lonko.

Fausto, el menor de los tres hombres del clan, también sabe de luchas y persecuciones policiales. Actualmente está imputado por la justicia por “usurpación y atentado contra la autoridad”, tras participar de una ocupación de tierras en Villa Mascardi, ello en noviembre del año pasado.

El predio, bajo jurisdicción de Parques Nacionales, fue desalojado a balazos por efectivos del grupo Albatros de la Prefectura Naval Argentina. Allí murió baleado Rafael Nahuel, un joven laburante de los barrios pobres de Bariloche. Fausto Jones fue uno de los mapuche que aquel día bajaron su cuerpo en una camilla hasta la ruta. Fue detenido en el acto.

Pese a su reconocido bajo perfil, Ramón, el padre de los tres, también ha sacado la voz por la causa étnica que todos en su familia han abrazado. A fines de 2017, tras visitar al lonko Facundo en la cárcel de Esquel, fustigó duramente a los medios por toda la desinformación reinante.

“Nosotros nos criamos todos acá; da bronca cuando dicen que los mapuche no somos de acá, que somos vagos o que yo soy granjero británico como publicó Clarín. ¿Por qué no preguntan antes? En Esquel me conoce mucha gente. ¿Qué tengo yo de británico?... Dejen de hostigar al pueblo originario”, disparó molesto.

Martiniano cree que el reencuentro de su familia con sus orígenes es un proceso irreversible. Una primavera que ya nadie podrá detener.

“Yo tardé muchos años en tener la confianza para manifestar mi identidad mapuche. Uno cuando niño sufrió el racismo y la marginación, el propio sistema está diseñado para que sientas vergüenza, ‘indio de mierda’ era lo más suave que nos decían en la escuela”, comenta.

Martiniano es clave en la historia de Facundo.

Fue de los primeros en la familia en transitar el complejo camino del autorreconocimiento. Él debió ser el lonko, reconoce, pero miedos y dolores acumulados desde niño se lo impidieron. No tuvo las fuerzas. Y cedió la responsabilidad —y el honor— a su sobrino.

“Es un proceso largo reconstruir la propia identidad, hay que acercarse a los mayores, volver al territorio, sanar muchas heridas. A veces pienso que es como aprender a caminar de nuevo”, agrega Martiniano.

Caminar. Es lo que el lonko dice extrañar estando preso en la cárcel o aquí donde su abuela Trinidad. Caminar por la Pu Lof, aquel territorio a la vera de la Ruta Nacional 40, vecino de la Estancia Leleque y que un 13 de marzo de 2015 decidieron con su familia y un puñado de otros jóvenes disputar a la firma italiana Benetton.

Allí desapareció —el 1 de agosto de 2017— el artesano anarquista Santiago Maldonado tras una violenta carga de Gendarmería. Su cuerpo fue encontrado 77 días más tarde flotando en las frías aguas del río Chubut, afluente cordillerano que atraviesa zigzagueante las tierras en conflicto.

Su caso impactó a toda la Argentina. Movilizó a miles dentro y fuera de sus fronteras. Pero también visibilizó injusticias de más de un siglo que persisten. La principal de todas, la alta concentración de la propiedad de la tierra en Patagonia. De tierra mapuche-tehuelche en manos ajenas.

***

Atilio Curiñanco recuerda que nació y creció en las cercanías de la estación de trenes de Leleque. Allí trabajaba su padre, un mapuche desplazado de sus tierras como tantos otros en la zona. Ya mayor, casado con Rosa Rúa Nahuelquir, buscó trabajo en la ciudad de Esquel, en un frigorífico. Ella hizo lo propio en una fábrica textil. Allí criaron a sus cuatro hijos. Y vieron nacer sus primeros nietos.

Pero una de las tantas crisis económicas cerró la textilera y también el frigorífico. Corría el año 2002. Fue cuando decidieron, alentados por sus hijos, volver a vivir al campo. Y dejar atrás para siempre aquella vida de mapuche urbanizados a la fuerza.

Entonces averiguaron. Había un predio en teoría fiscal llamado Santa Rosa sobre la Ruta 40, frente a la Estancia Leleque. Eran tierras conocidas por Atilio desde su infancia. Allí cazó liebres con sus primos. Y cuidó animales.

Existía además otro dato relevante: una familia de apellido Tureo figuraba entre sus últimos pobladores hace más de medio siglo. Una familia indígena de la zona. Desde entonces que el predio estaba abandonado. Decidieron ocuparlo y transformarlo en su nuevo hogar. Hasta se dieron el trabajo de informar de ello a la policía de Esquel. No buscaban problemas, solo estar mejor. Y ganarse la vida con sus propias manos.

En eso estaba el matrimonio: construyendo una casa, sembrando, habilitando la huerta, cuando al poco tiempo apareció por Santa Rosa un trío infaltable en la zona: abogados de estancia, jueces y fuerza pública, todos trenzados en Chubut desde que se instaló el primer alambre.

Sería el comienzo de una larga batalla judicial contra Benetton, el mayor terrateniente de Argentina con novecientas mil hectáreas de patrimonio.

En este punto es necesario volver al inicio de este reportaje. A la Argentina Southern Land Company, los ingleses que a comienzos del siglo XX adquirieron todas las haciendas colindantes con la Colonia Pastoril Cushamen, aquel refugio mapuche de posguerra.

“La Compañía” —que así la conocen todos— nació en 1889 y vía testaferros logró una serie de gigantescas concesiones por parte del Estado entre las provincias de Río Negro, Chubut y Santa Cruz. Su historia la cuenta en extenso el periodista Ramón Minieri en el libro Ese ajeno sur. Un dominio británico de un millón de hectáreas en Patagonia. Los ingleses llegaron a poseer un territorio cuarenta veces mayor que Buenos Aires, un feudo repleto de vacas, ovejas, alambradas y un batallón de peones de hacienda viviendo y muriendo en sus dominios.

Fue el año 1991, bajo el gobierno de Carlos Saúl Menem, que su gigantesco patrimonio fue adquirido por la familia Benetton. Sí, los mismos italianos de la marca de ropa y las publicitadas campañas en pro de la diversidad étnica y cultural.

Hoy son un verdadero poder fáctico en Río Negro y Chubut. Sus directivos ejercen gran influencia en la Sociedad Rural, el poder judicial, partidos políticos, el gobierno y otros grupos de poder. Según la Dirección del Registro Nacional de Tierras Rurales, el 22,9 por ciento del total de las tierras del Departamento de Cushamen están hoy en manos de extranjeros. Los Benetton, uno de ellos.

Vuelta del Río es uno de los varios parajes de Cushamen. Allí está ubicada la Pu Lof en Resistencia, comunidad formada por el lonko Facundo Jones Huala en tierras precisamente en poder de Benetton. La Pu Lof se ubica a un costado de la Ruta 40, a 90 kilómetros de Esquel y a escasos 20 kilómetros —en línea recta— del paraje Mina de Indio, donde se criaron los tíos del lonko. También en pleno trazado del recorrido de La Trochita, el histórico Viejo Expreso Patagónico que realiza viajes turísticos desde y hacia Esquel.

Todavía más cerca de la Pu Lof, siguiendo hacia el sur la Ruta 40, se encuentra Santa Rosa de Leleque, comunidad formada por Atilio y Rosa tras aquel retorno al campo del año 2002. Allí han resistido desalojos policiales, un par de juicios y hasta ofrecimientos de tierras y dinero de los Benetton con tal de que abandonen la propiedad.

Aún estamos vivos y resistiendo, Petu Mongueleiñ y Territorio mapuche recuperado rezan los múltiples lienzos instalados en el acceso a Santa Rosa y que son visibles desde la ruta. También la bandera mapuche-tehuelche que flamea allí desde el día uno.

Es una porfía y una dignidad que aterrorizan a los miembros de la Sociedad Rural Argentina, varios de ellos descendientes directos de quienes financiaron el ejército de Roca y luego se repartieron Puelmapu como un botín. Más de uno ha llegado al gobierno con Mauricio Macri.

Es el caso de Patricia Bullrich, la flamante ministra de Seguridad de la Nación. Su ancestro familiar es Adolfo Bullrich, militar y rico comerciante que llegó a ser intendente de Buenos Aires durante el segundo mandato de Roca, su amigo personal. El viejo Bullrich hizo fortuna rematando las tierras arrebatadas a los ülmen y lonkos mapuche tras la mal llamada Conquista del Desierto.

—Su lucha es como el retorno del malón antiguo —le comentamos al lonko Facundo Jones Huala, mientras charlamos de todas estas historias presentes y pasadas en casa de su abuela Trinidad.

—Ellos, los winkas, hicieron cosas malas y las siguen haciendo. Aquí la cuestión de fondo es la propiedad de la tierra y los privilegios de una clase. Acá se da además la combinación entre latifundio y trasnacionales, que es el caso de Benetton. Allí está el temor de la Sociedad Rural, que al cuestionar nosotros al gran capital luego pasemos a cuestionarlos a ellos. Por eso nos persiguen —agrega.

—Si lo extraditan a Chile, ¿se detiene esta lucha? —preguntamos.

—Las comunidades se están reorganizando en los territorios y la identidad mapuche está cada día más viva. Peñi, esta primavera no la para nadie —nos responde.

The Wall Mapu

La Tercera, 31/octubre/2018

La noticia sorprendió a muchos: Roger Waters, el mítico fundador de Pink Floyd, anunció hace unos días que una banda de rock mapuche lo acompañará en sus próximos conciertos por la República Argentina. ¿Los elegidos para ello? Puel Kona, joven agrupación de la ciudad de Neuquén, el lado oriental del histórico país mapuche.

 

Pero si la noticia impactó en el mundo artístico y las redes sociales, el detrás de escena de cómo fueron elegidos bien vale la pena relatar. Cuenta la periodista Gaby Cociffi, directora del portal de noticias trasandino Infobae y a quien contactó Roger Waters, que todo surgió de un mail que ella recibió hace al menos un año. Allí el músico fue bastante explícito en su petición.

“Las discográficas me están proponiendo distintas bandas como grupo soporte, pero se me ocurrió una idea alternativa. He estado siguiendo los problemas de los mapuche en Argentina y Chile, así que me gustaría tener músicos mapuche en mis shows como acto de apoyo a su lucha. ¿Qué pensás?”, le escribió el músico desde su gira mundial Us+Them Tour.

“Nuestro show en La Plata es exactamente en siete semanas. Tenemos muy poco tiempo. Pero estoy feliz y conmovido con lo que vamos a hacer”, replicó en un segundo correo.

Fue entonces cuando Cociffi contactó a Verónica Huilipán, dirigenta y werkén de la Confederación Mapuche de Neuquén, una de las principales organizaciones del lado mapuche trasandino. En un extenso mail, la periodista le contó del interés de Waters y le solicitó el dato de alguna agrupación musical.

“Los Puel Kona”, fue la respuesta inmediata de Huilipán.

“Son músicos que fusionan mapuzugun y castellano en sus letras. Y cuentan con sabiduría la cosmovisión de nuestro pueblo y la lucha de resistencia que históricamente hemos llevado las comunidades”, agregó la dirigenta.

La propuesta de Huilipán fue entonces enviada a Roger Waters junto al último disco de la banda.

“Gracias por compartir la respuesta de Verónica, estoy conmovido. Me encanta esta banda / sonido, arpa judía, flautas, tambores de rock, excelentes ritmos, grandes voces. Ninguno de los clips de YouTube tiene imágenes, ¿hay algún video de ellos? Estoy muy emocionado”, respondió el músico.

No solo eso. Minutos más tarde Gaby recibió otro mail. “Estuve buscando en Google, ¿sabés que su nombre significa “Guerreros del Este”? Bien hecho por encontrar a Lautaro (voz del grupo), observo que toma su nombre de un líder mapuche del siglo XVI”, comentaba Waters.

“El genio que hace delirar al mundo y llena estadios se había sentado una tarde para googlear los nombres de los integrantes de la banda”, relató Cociffi, maravillada por el genuino interés del creador de obras maestras de Pink Floyd, como The Dark Side of the Moon y The Wall, entre otras.

“Deciles que definitivamente los necesitaremos para ambos shows en Argentina, los cuidaremos adecuadamente y me aseguraré de conectarme para discutir el contenido con ellos”, finalizó el músico. Genio y figura por donde se lo mire.

Nueve años antes, Cociffi había escrito al ex líder de Pink Floyd, solicitando su ayuda para que la causa por la identificación de los soldados caídos en las Malvinas —en la que ella trabajaba con algunos veteranos— tuviera por primera vez apoyo oficial.

El músico, por cierto, accedió conmovido.

“Hasta antes de que Roger Waters le llevase la causa a la entonces presidenta Cristina Kirchner nadie había querido escuchar el ruego de las madres de los soldados argentinos enterrados sin nombre en Darwin”, relata Cociffi.

Pero el músico inglés no solo le dio voz a la causa, también le puso el cuerpo: habló con embajadores, miembros de la Cruz Roja Internacional y hasta funcionarios de las islas. Hoy ya son 101 los combatientes que fueron identificados y cuyos restos fueron entregados a sus familiares.

Ello forjó una relación de mutuo respeto entre ambos.

“Fue también la llave que abrió la puerta para que Puel Kona sea la banda elegida como soporte en los dos conciertos que Roger Waters dará en el Estadio Único de La Plata”, agrega la periodista, emocionada.

***

Lefxaru, Amaru, Umawtufe, Malen, Ignacio y Juan Pablo son los integrantes de Puel Kona. Debutaron con su primer disco homónimo en 2014 bajo la producción de Goy Ogalde, líder del grupo rock trasandino Karamelo Santo.

En 2017 presentaron Kintu Newen (Buscando la fuerza), disco hoy disponible en las plataformas YouTube, Deezer y Spotify. Han compartido escenario con Manu Chao, Las Manos del Filippi, Illapu e Inti Illimani, entre otras bandas. Y recorrido con su música todo el país mapuche, desde el Atlántico al Pacífico, incluido un show en la última versión del Festival Rapa Maquehue de Temuco.

La banda combina rock, ska, hip hop, reggae, cumbia y otros géneros latinos con sonidos e instrumentos tradicionales mapuche. Pero esta combinación de géneros también tiene sus límites: Puel Kona no introduce en sus canciones el tayül, que es un canto propio de ceremonias.

“Queríamos contar otra forma de ver el mundo, nuestra propia cosmovisión”, dice Malen Nawel, la única mujer del grupo. “La música fue un hilo conductor de nuestro mensaje. Somos un pueblo intercultural y nuestra música también lo es. Hay que trabajar mucho para cambiar lo que se dice sobre los pueblos originarios. Sobre todo lo que dicen las voces de afuera”, agrega convencida.

Las letras de Puel Kona, en su mayoría en mapuzugun, hablan del renacer de la identidad mapuche, de una discriminación que aún persiste y también de aquellos conflictos territoriales pendientes en uno y otro lado de los Andes.

“Ayer las carabelas hoy son las petroleras / La codicia extranjera de nuevo en nuestra tierra / Gasoductos y pozos, sangra el Wallmapu abierto / No importan las regalías si nos dejan un desierto”, denuncian al ritmo del ska en la canción Malditas petroleras. “Clandestino en tu propia tierra / Extranjero en tu propio origen / es nacer y estar condenado, existir pero ser invisible”, cantan por su parte en Clandestino.

Gran parte de los músicos pertenecen además al lof urbano Newen Mapu, de activa participación en el movimiento mapuche trasandino. Su sede, ubicada en el corazón del Islas Malvinas, un populoso barrio neuquino, es desde hace al menos dos décadas un hervidero de activismo y militancia juvenil.

“La música es nuestra vida y surge de la espiritualidad mapuche. Nosotros aprendimos primero a tocar nuestros instrumentos mapuche y después, ya de más grandes, la guitarra”, cuenta Lefxaru, voz principal de la banda.

“Luchamos por el derecho de vivir en paz en una sociedad intercultural, en un Estado Plurinacional; somos ciudadanos argentinos pero nuestra nacionalidad es y sigue siendo mapuche”, agrega.

“Para nosotros esto que está pasando es como un sueño porque coincidimos y compartimos muchos valores con Roger Waters”, complementa Umawtufe Wenxu, bajista de Puel Kona y trabajador radial en Neuquén.

“Nosotros desde pequeños nacimos sabiendo que somos mapuche, que somos parte de un pueblo originario que forma parte de los más de treinta y cinco pueblos originarios que residen en la Argentina. Somos preexistentes a los Estados y luchamos para que se reconozca que dentro de este territorio coexisten y cohabitan diferentes naciones”, agrega.

Sobre los próximos dos conciertos con la leyenda de Pink Floyd, Umawtufe no tiene duda de que será “un encuentro maravilloso”.

“Vamos a poder compartir con miles de personas la lucha que llevamos adelante como pueblo. Y al mismo tiempo podremos encontrarnos en un lugar que es sumamente mágico, de diversión y de alegría como lo es la música”, comenta el músico. Tiene razón Umawtufe, se trata de un verdadero sueño. Para ellos y también para su pueblo.

Un mapuche de selección

CNN Chile / Kulmapu

Llegamos hasta la comunidad Andrés Coliqueo en la comuna de Freire, para conversar con el único futbolista chileno que ha marcado goles en dos mundiales de fútbol. Hablamos de Jean André Beausejour Coliqueo, campeón de América con La Roja, símbolo de la causa mapuche y deportista con lúcida opinión política y social.

En Huilio, la tierra mapuche donde se crio, Jean Beausejour nos relata cómo vive su identidad y el ser mapuche en pleno siglo XXI. El miembro ilustre de la generación dorada del fútbol chileno, en exclusiva con Kulmapu, se refirió a su familia, al orgullo por sus raíces y también a luchas sociales pendientes en Chile y en Wallmapu.

También, por supuesto, habló de don Andrés Coliqueo, su querido abuelo materno y a quien desde niño reconoce como un padre, así como de sus vacaciones de infancia entre labores agrícolas y largos paseos por el campo.

A continuación les presentamos el lado más íntimo de Jean Beausejour, su lado mapuche.

—Mari mari peñi Jean.

—Mari mari peñi Pedro.

—Aquí estamos en la comuna de Freire, una tierra que te remite a cosas bien especiales, esta tierra es la de tu origen familiar mapuche.

—Así es peñi, la comunidad lleva el nombre de uno de mis tatarabuelos, el cacique Andrés Coliqueo, el mismo nombre de mi abuelo materno, y hacer la entrevista aquí es para mí muy especial, creo que es la primera vez que yo abro este espacio para que alguien pueda hacerme aquí una entrevista. Me siento muy emocionado de estar acá en la comunidad mostrando al mundo parte de lo que soy.

—Hay gente que se sorprende de la vivencia mapuche que tú has manifestado en los últimos tiempos en tus declaraciones y entrevistas. Pero esa gente —siento— desconoce que gran parte de tus vivencias infantiles y adolescentes tienen que ver con este territorio, con tu comunidad.

—Sucede que a la vista yo soy un negro africano pero por dentro, sin desmerecer esa otra parte que también quiero mucho, lo que más me ha marcado y siento a fuego es mi sangre mapuche. Los valores de esta cultura son los que me ha dado mi familia, principalmente mi abuelo que fue con quien yo me crie. Y son mapuche también las vivencias que tuve muy de pequeño. Teníamos la oportunidad de ir a los molinos por la harina, todos en carreta de rueda de fierro; son cosas que uno recuerda con cariño y nostalgia. Eran quizás cosas rutinarias y cansadoras para la gente del campo, pero en nuestra memoria siempre queda la nostalgia. Ahora uno agradece que haya llegado la modernidad, la gente tiene vehículos y la vida se hace un poco más fácil.

—Cuando visitas la comunidad, tus familiares, tus tíos, tus parientes ¿te hacen sumergir en la cultura mapuche?

—Sí, pero más que sumergirme yo lo veo como algo cotidiano. No es que yo me disfrace de mapuche. A veces la gente forma caricaturas de la identidad, piensa que cuando uno va cruzando el Biobío hacia el sur se pone el poncho y empieza con el kultrún y el trompe, pero no, acá yo soy el mismo tipo que soy en Santiago, la única diferencia es que me llaman por mi apodo de niño y asumo las cosas que acá son diarias. Me encanta ir a dejar los animales al campo, comer una tortilla de rescoldo, salir a buscar mora y maqui con un tarro como hacíamos con mi primo en las mañanas para hacer mermeladas; me encanta hacer las actividades normales del campo. El otro día mi hermano Patricio me dijo algo que me quedó grabado: “Nosotros lo que exigimos no es que prevalezca nuestra cultura sobre la cultura winka, lo que exigimos es que las dos culturas tengan una relación de igualdad entre sí”. Yo le encuentro toda la razón, ojalá exista sobre todo en los niños la posibilidad de crecer viviendo su cultura, sin perder tampoco la chilena, a eso se refieren me imagino las demandas por reconocimiento y autonomía.

—Has tenido la posibilidad de vivir en diferentes partes del mundo, en varios países, en diversos contextos. ¿Sientes que Chile está atrasado en torno a eso, en aceptar, vivir y encariñarse con la diversidad?

—Te voy a dar un ejemplo deportivo, cuando nosotros jugamos con los paraguayos. Te lo voy a graficar con algo súper simple: en las pelotas detenidas, que son situaciones de táctica fija, ellos hablan en guaraní y nosotros no tenemos nada que hacer, no entendemos nada. Se pueden estar diciendo “yo me voy con esta marca, tú con esta otra”, y nosotros no entendemos nada. Allí te das cuenta de que hay países que no están a mucha distancia de Chile y que asumieron la interculturalidad, el reconocimiento a los pueblos indígenas, de mucho mejor manera que nosotros.

 

—¿Le transmites a tu hijo ese amor por su cultura?

—Sí y le digo a mi abuelo que le hable en mapuzugun. De hecho, mi abuela le regaló un trompe en la última Navidad. Le gusta. Trato también de acercarlo a mi lado mapuche para que se sienta orgulloso, para que no suceda lo que décadas atrás, cuando mucha gente lo veía como una carga y no como un orgullo.

—¿Desde cuándo tienes este interés intelectual de estudiar, de aprender y profundizar más sobre nuestra cultura, sobre nuestra lengua?

—Pasa que en mi casa siempre se hablaron estos temas, también otros más políticos, sociales, culturales; siempre mi familia ha sido muy opinante. El tema mapuche no fue la excepción y siempre estuvo metido en la sobremesa, en cualquier reunión familiar para nosotros fue y es importante. Mi hermano es un profesor intercultural con posgrados en el exterior, entonces siempre fue tema. Mis hermanos mayores, Patricio Coliqueo y Marcelo Coliqueo, que en verdad son mis tíos, son mis referentes de vida.

—Este perfil tuyo es muy particular dentro de un ambiente futbolístico en el que las lecturas y las discusiones político-sociales no son muy recurrentes. ¿Cómo ha sido en el fútbol la recepción de tus opiniones públicas?

—De todo, positivas, también negativas, pero cuando uno es un poco conocido yo soy de la idea de que no tiene que ser ambiguo. Quienes son conocidos deben tener opinión política, tienen que opinar sobre las cosas que están pasando en su país; por algo la gente te reconoce públicamente y hay que gastar el capital y el crédito de popularidad que uno pueda llegar a tener, no saca nada uno con guardarlo. Uno tiene que opinar, no ser ambiguo, y tengo muchos pares que también opinan pero se lo guardan quizás para no ser impopulares. Yo no soy así.

—Tenemos un país que está cambiando, hay una generación distinta que está impulsando cambios y discusiones que este país tiene pendientes hace demasiado tiempo. Ustedes tiempo atrás apoyaron desde la selección la lucha estudiantil. ¿Observas que hay allí una batalla digna de dar?

—Nosotros los futbolistas no estamos ajenos a lo que pasa en la educación chilena, yo soy un hijo de la educación pública al igual que gran parte de mis compañeros de selección. Hemos vivido en carne propia lo que significa haber recibido educación pública. Te doy un ejemplo súper gráfico: yo años atrás llegué a vivir a Inglaterra con una nula base de inglés. Entonces no es que a mí me contaron que la educación pública chilena es mala; me tocó vivirlo y sufrirlo, me costó un mundo desenvolverme en Inglaterra, y si hubiera tenido una educación de calidad como corresponde hubiera sido tal vez diferente. A mí me hubiera encantado de niño tener la lengua mapuche como primera lengua y después asumir el castellano, el inglés y el francés, eso sería para mí educación de calidad. Pero está surgiendo una nueva era en la que los mapuche están queriendo rescatar su cultura y una de las formas es aprender mapuzugun. Yo en el futuro próximo espero ponerme a estudiar nuestra lengua.

—Qué te pasa cuando recorres tu comunidad y te reencuentras con espacios como estas canchas de fútbol rural, que pueblan la geografía de muchos campos del sur y que cuentan con cero apoyo.

—Los niños de campo crecen y se crían en estas canchas y ni siquiera en estas condiciones. Se supone que el fútbol es un deporte popular, masivo, y tienen ellos las mismas oportunidades de desarrollarse que tiene un niño winka de una población en Santiago.

—Si tu madre se hubiera quedado aquí en la comunidad y no hubiera migrado a Santiago, ¿habrías tenido la posibilidad de ser un futbolista profesional?

—Imposible, la verdad es que hubiese costado mucho. Yo siempre digo que mis abuelos fueron visionarios en el tiempo que les tocó vivir, ellos tuvieron que migrar a Santiago, a Viña del Mar, para tener las oportunidades y ni siquiera para ellos, porque sabían que sus vidas ya estaban marcadas; ellos lo que en verdad esperaban era una mejor vida para sus hijos y posteriormente para sus nietos. Una de esas oportunidades me la dieron a mí.

—Cómo lidias con tu identidad tan marcada que tienes como afrodescendiente y mestizo mapuche a la hora de representar a Chile como seleccionado nacional. ¿Tú sientes que es una camiseta por la cual valga la pena dejar todo en la cancha?, ¿está en ti ese sentimiento chileno también presente?

—Nunca me habían hecho esta pregunta y debe ser de las mejores que me han hecho. Es difícil responderla, porque hay una mezcla de sentimientos tan potentes, tan importantes que me cuesta. Lo que sí te puedo responder es que una vez que me pongo la camiseta de Chile trato de hacer lo mejor y siempre doy el cien por ciento. Ahora me hubiese gustado tener la posibilidad de por qué no jugar por una selección de Wallmapu, sería mi sueño, sin dejar de jugar por la de Chile, como lo hacen los jugadores de Catalunya, de Andalucía; tener la posibilidad de jugar aunque sea una vez al año por la selección de Wallmapu, sin que esto sea una declaración de independencia ni nada, es solo ser un poco soñador.

—Tienes otro compañero futbolista profesional que es de origen mapuche, Gonzalo Fierro Caniullán.

—Espectacular es mi relación con Gonzalo, nos conocemos desde las selecciones menores. Pasa que cuando las familias migran desde el sur a Santiago se va perdiendo el origen, la cultura y muchas veces sin que ellos quieran. Pero él usa en la jineta de capitán de Colo-Colo la bandera de Wallmapu y me parece espectacular. Hay gente que critica eso, ve ánimos independentistas, y la verdad es que uno tiene el ánimo de que se integren más las dos culturas. Y esas cosas, esos gestos, van uniendo las culturas.

—Te agradezco peñi la gentileza de recibirnos en tu lof, en tu territorio, abrirnos también un espacio muy íntimo de tu historia personal y desearte éxito en tu carrera. Esperamos tenerte pronto de nuevo en los campos y las comunidades de Wallmapu.

—Me siento feliz de haber abierto este espacio a gente como tú peñi, a gente que estimo.