Soldados de la represión

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61 Salazar, La violencia política popularop. cit.; Milos, Pedro. Historia y memoria. 2 de abril de 1957. Santiago: Lom ediciones, 2007.

62 Gutiérrez, Cristian. La contrasubversión como política. La doctrina de guerra revolucionaria francesa y su impacto en la FF. AA.. de Chile y Argentina. Santiago: Lom ediciones, 2018.

63 McSherry, Patrice. Los Estados depredadores: la Operación Cóndor y la Guerra encubierta en América Latina. Santiago: Lom ediciones, 2005; Riquelme, op. cit.; Fisher, Eva. Colaboraciones transnacionales de los Servicios de Inteligencia en el Cono Sur en los años 1970 y 1980. El papel de Brasil en el contexto de la Operación Cóndor. Santiago: Documento de Trabajo, Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, 2015.

64 Simon, Roberto. O Brasil contra a democracia. A ditadura, o golpe no Chile e a Guerra Fria na América do Sul. Editorial Companhias das Letras, 2021.

65 Salazar, Manuel. Contreras. Historia de un intocable. Santiago: Uqbar editores, 2014; González, Mónica y Contreras, Héctor. Los secretos del comando conjunto. Santiago: Editorial Ornitorrinco, 1991; Salazar, Manuel. Las letras del horror. Tomo I. La DINA. Santiago: Lom ediciones, 2011; Salazar, Manuel. Las Letras del Horror. Tomo II. La CNI. Santiago: Lom ediciones, 2012; Villagrán, Fernando. Disparen a la bandada. Una crónica secreta de la FACH. Santiago: Planeta, 2002.

66 Ahumada, Eugenio et al. Chile la memoria prohibida. 3 Tomos. Santiago: Pehuén, 1989; Gómez, León. Que el pueblo juzgue. Historia del Golpe de Estado. Santiago: Terranova Editores, 1988; Gómez, León. Tras las huellas de los desaparecidos. Santiago: Ediciones Caleuche, 1990; Verdugo, Patricia. Los zarpazos del Puma. Santiago: CESOC, 1989; Pacheco, Máximo. Lonquén. Santiago: Editorial Aconcagua, 1980; Monckeberg, María Olivia; Camus, María Eugenia; Jiles, Pamela. Crimen bajo estado de sitio. Santiago: Editorial Emisión, 1986; Verdugo, Patricia. André de La Victoria. Santiago: Editorial Aconcagua, 1985.

67 Dinges, John y Landau, Saul. Asesinato en Washington. El caso Letelier. México DF: Lasser Press, 1982; Harrington, Edwin y González, Mónica. Una bomba en una calle de Palermo. Santiago: Editorial Emisión, 1987; Mayorga, Patricia. El cóndor negro. El atentado a Bernardo Leighton. Santiago: El Mercurio-Aguilar, 2003; Dinges, John. Los años del cóndor. Operaciones internacionales de asesinato en el cono sur. Santiago: Debate, 2021.

68 Bonnefoy, Pascal. Terrorismo de Estadio. Prisioneros de guerra en un campo de deportes. Santiago: Editorial latinoamericana, 2016; Salazar, Villa Grimaldi…, op. cit.; Rebolledo, Javier. El despertar de los cuervos. Tejas Verdes. El origen del exterminio en Chile. Santiago: Planeta, 2016 [2013].

69 Arce, Luz. El Infierno. Santiago: Tajamar Ediciones, 2017; Echeverría, Mónica. Krassnoff: arrastrado por su destino. Santiago: Catalonia, 2010; Guzmán, Nancy. Ingrid Olderock. La mujer de los perros. Santiago: Ceibo Ediciones, 2014; Salazar. Contreras, op. cit.; Guzmán, Nancy. El Fanta. Historia de una traición. Santiago: Ceibo Ediciones, 2016; Merino, Marcia. Mi verdad… “Más allá del horror, yo acuso”. Santiago: A.T.G.S.A., 1993.

70 VV. AA. Archivo y memorias de la represión en América Latina (1973-1990). Santiago: Lom ediciones, 2015.

71 Fuenzalida, Nicole. “Cuartel Terranova. Análisis de la configuración espacial en relación con las estrategias de represión y control de los detenidos y torturados”. La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología, núm. 7, 2011, pp. 49-63; Fuenzalida, Nicole. “Apuntes para una arqueología de la dictadura chilena”. Revista Chilena de Antropología, núm. 35, 2017, pp. 131-147; San Francisco, Alexander; Fuentes, Miguel y Sepúlveda, Jairo. “Hacia una arqueología del Estadio Víctor Jara: campo de detención y tortura masiva de la dictadura en Chile (1973-1974)”. Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, núm. 4, 2014, pp. 91-116.

72 Cáceres, Iván. Detenidos desaparecidos en Chile. Arqueología de la muerte negada. Tesis para optar al Título de Arqueólogo. Santiago: Universidad de Chile, 2011.

73 López, Loreto. “Lugares de memoria de las violaciones a los derechos humanos: más allá de sus límites”. En Universidad de Chile. Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos y Fundación Heinrich Böll. Recordar para pensar, memoria para la democracia. Santiago: Ediciones Böll Cono Sur, 2010, pp. 57-65; López, Loreto. Lugares de la memoria de la represión. Contrapunto entre dos ex centros de detención recuperados en Chile y Argentina: Villa Grimaldi y el Olimpo. Tesis para optar al grado de Magíster en Estudios Latinoamericanos. Santiago: Universidad de Chile, 2013; Ruttlant, Natalia. (Re) significaciones de un lugar en la ciudad, a partir del caso de la ex Cárcel Pública de San Fernando. Tesis para optar al grado de Antropóloga Social. Santiago: Universidad Alberto Hurtado, 2018; Suárez, Rodrigo. Memorias subterráneas: el caso de la Divina Providencia en Antofagasta. Tesis para optar al título de sociólogo. Santiago: Universidad Alberto Hurtado, 2015.

74 Aguilera, Carolina. El retorno del monumento. Forma urbana y espacio vivido de la memoria pública de la violencia política en ciudades posconflicto: el caso de Santiago de Chile. Tesis para optar al grado de doctora en Arquitectura y en Estudios Urbanos. Santiago: Pontificia Universidad Católica, 2016; Piper, Isabel y Hevia, Evelyn. Espacio y recuerdo. Archipiélago de memorias en Santiago de Chile. Santiago: Ocho Libros, 2012.

75 Cárcamo, Mindy, Castillo, Cristina y Oliva, Yennifer. Palacio de las sonrisas: preservación de la memoria histórica de los sucesos acaecidos en 1973 en Punta Arenas. Tesis para optar al título de profesor de historia. Punta Arenas: Universidad de Magallanes, 2013; Delgado, Higinio. Recuerdos de la guerra que no fue. Valdivia: Editorial Fértil Provincia, 2016; Real, Joaquín. Prisionero de guerra en Aysén. Valdivia: Kultrún Ediciones, 2014; Monsálvez, Danny. “Violencia y represión en un dispositivo local: Concepción, 11 de septiembre de 1973”. Revista Historia y Geografía, núm. 26, 2012, pp. 57-80; Brevis, Katherine. Represión política en cuatro comunas rurales de la Provincia de Biobío durante el primer año de la dictadura militar. Santiago: Instituto Nacional de Derechos Humanos, 2012; Carreño, op. cit.

76 Álvarez, Rolando. Desde las sombras: una historia de la clandestinidad comunista (1973-1980). Santiago: Lom ediciones, 2003; Hertz, Carmen; Ramírez, Apolonia, y Salazar, Manuel. Operación exterminio. La represión contra los comunistas chilenos. Santiago: Lom ediciones, 2016.

77 Amorós, Mario. La memoria rebelde: testimonios sobre el exterminio del MIR: de Pisagua a Malloco: 1973-1975. Concepción: Escaparate Ediciones, 2008; Garcés, op. cit.

78 Bernasconi, Oriana (ed.). Documentar la atrocidad. Resistir al terrorismo de Estado. Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2020.

79 Silva, Robinson. Resistencia política y origen del movimiento social anti dictatorial en Chile (1973-1988). Tesis doctoral. Barcelona: Universitat de Barcelona, 2014. Peñaloza, Carla. El camino de la memoria. De la represión a la Justicia en Chile, 1973-2013. Santiago: Cuarto Propio, 2015; Bastías, Manuel. Sociedad civil en dictadura. Relaciones trasnacionales, organizaciones y socialización política en Chile. Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2013.

80 Policzer, op. cit.; Riquelme, op. cit.; Seguel, Pablo. “La organización de la represión y la inteligencia en la dictadura militar chilena. Del copamiento militar del territorio al surgimiento de la Dirección de Inteligencia Nacional: Región Metropolitana, 1973-1977”. Revista Izquierdas, núm.49, 2020, pp. 767-796.

81 Dinges, op. cit. ; McSherry, op. cit.

82 Corvalán, Luis. La secreta obscenidad de la historia de Chile contemporáneo. Santiago: Ceibo Ediciones, 2012; Kornbluh, Peter. Pinochet. Los archivos secretos. Barcelona: Crítica, 2013; Salazar, Villa Grimaldi…, op. cit.; Simon, op. cit.

 

83 McSherry, op. cit., p. 71; Riquelme, op. cit., pp. 42-43.

84 Ostrovsky, Víctor y Hoy, Claire. By way of deception. The making and unmaking of a Mossad officer. New York: St. Martin’s Press, 1990, pp. 217-229.

85 Salazar, Villa Grimaldi…, op. cit.

86 Comisión Nacional Sobre Prisión Política y Tortura, op. cit.

87 Riquelme, op. cit. Llambías, op. cit.

88 Cabe indicar que la investigación de Freddy Timmermann ha avanzado en ese ámbito, entregando importantes antecedentes sobre el personalismo del régimen y su relación con los dispositivos de poder, pero no ha ahondado en la dimensión represiva propiamente tal. Timmermann, op. cit.

89 Es interesante constatar cómo en los estudios sobre los autoritarismos, la tensión entre la explicación “personalista” y la “estructuralista” ha sido uno de los elementos que ha diferenciado las explicaciones de las dictaduras. Kershaw, op. cit., pp. 101-130.

90 Sofky, op. cit. Brodeur, op. cit.

91 Fraenkel, Ernst. The dual state. A contribution to the theory of dictatorship. Oxford: Oxford University Press, 2017[1941].

92 Bertrand, Michel y Lemercier, Claire. “Introducción: ¿en qué punto se encuentra el análisis de redes en Historia?”. Redes. Revista hispana para el análisis de redes sociales, Vol. 21, núm. 1, 2011, pp.1-12. Brandes, Ulrik, Kenis, Patrick y Raab, Jörg. “La explicación a través de la visualización de redes”. Redes. Revista hispana para el análisis de redes sociales. Vol. 9, núm. 1, 2011, pp. 1-11.

93 Seguel, Pablo. “Politización, inmunización y excepción de la violación del Estado de derecho. Reflexión teórica a partir de los discursos sobre el quiebre de la democracia en Chile, 1973-1990”. Astrolabio, núm. 16, 2016, pp. 219-244.

94 Bourdieu, Pierre. Razones prácticas. Barcelona: Anagrama, 1994.

95 Bourdieu, Razones prácticas… Op. Cit. Bourdieu, Pierre. Sobre el Estado. Barcelona: Anagrama, 2014.

96 Weber, Max. Economía y sociedad. México DF: Fondo de Cultura Económico, 2014.

97 Luhmann, Niklas. Sociología política. Barcelona: Trotta editorial, 2014.

98 Wieviorka, Michel. La violencia. Buenos Aires: Prometeo, 2018, p. 23.

99 González Calleja, Eduardo. Asalto al poder. La violencia política organizada y las ciencias sociales. Madrid: Siglo XXI, 2017.

100 González Calleja, op. cit. Kalyvas, Stathis. La lógica de la violencia en la guerra civil. Madrid: Akal, 2010.

101 Aróstegui, Julio (coord.). Franco, la represión como sistema. Barcelona: Flor de Viento, 2012.

102 Aróstegui, Julio. “Violencia, sociedad y política. La definición de la violencia”. Ayer, núm. 13, 1994, p. 31.

103 Aróstegui, “Violencia, sociedad…”, op. cit., p. 32.

104 Weber, op. cit.

105 Bourdieu, Pierre. “Violencia simbólica y luchas políticas”. Meditaciones pascalianas. Barcelona: Anagrama, 1999, p. 225.

106 González Calleja, op. cit.

107 Oppenheimer, Franz. El Estado. Su historia y evolución desde un punto de vista sociológico. Madrid: Unión Editorial, 2014.

108 Weber, op. cit. Oppenheimer, op. cit.

109 Bourdieu, op. cit.

110 González Calleja, op. cit., p. 398.

111 Brodeur, op. cit.

112 González Calleja, op. cit.

113 Duhalde, op. cit. Calveiro, op. cit. Feierstein, op. cit.

114 Policzer, op. cit., pp. 19-33.

115 Seguel, La organización de la represión…, op. cit.

116 Brodeur, op. cit.

117 Brodeur, op. cit.

118 Águila. “La represión en la historia reciente argentina: fases…”, op. cit. Águila. “La represión en la historia reciente argentina: perspectivas…”, op. cit.

119 Bernasconi, op. cit.

120 Ricoeur, Paul. Fase documental: la memoria archivada. La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2004, pp. 208-236.

121 Da Silva Catela, Luciana. “El mundo de los archivos”. En: Luciana da Silva Catela y Elizabeth Jelin. Los archivos de la represión: documentos, memoria y verdad. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2002; Seguel, Pablo. Derechos humanos y patrimonio. Historias/memoria de la represión (para)estatal en Chile. Santiago: Subdirección de Investigación Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, 2019, pp. 43-84.

122 Osiel, Mark. “Perder la perspectiva, distorsionar la historia”. Revista Estudios Socio-Jurídicos, 7, 2005, pp. 43-112; Rincón, Tatiana. “La verdad histórica: una verdad que se establece y legitima desde el punto de vista de las víctimas”. Revista Estudios Socio-Jurídicos, 7, 2005, pp. 331-354.

123 Rincón, op. cit.

124 Garaño, Santiago. “Pabellones de la muerte: los límites difusos entre la represión legal y la clandestina”. Revista Entrepasados, núm. 34, 2008, pp. 33-53. Muzzopappa, Eva y Villalta, Carla. “Los documentos como campo. Reflexiones teórico-metodológicas sobre un enfoque etnográfico de archivos y documentos estatales”. Revista Colombiana de Antropología, Vol. 47, núm.1, 2011, pp. 13-42. Sarrabayrouse, María José. “Reflexiones metodológicas en torno al trabajo de campo antropológico en el terreno de la historia reciente”. Cuadernos de Antropología Social, núm. 29, 2009, pp. 61-83. Sarrabayrouse, María José. “El caso de la morgue judicial”. En: Juan Pablo Bohoslavsky (ed.). Ud. también, Doctor? Complicidad judicial durante la dictadura. Buenos Aires, Siglo XXI, 2015, pp. 147-161. Carnovale, Vera. El historiador del pasado reciente y los relatos consagrados: empatía, incomodidades y desafíos del campo historiográfico frente a los usos políticos del pasado. Ciencia e Investigación. Tomo 68, núm. 4, 2018, pp. 19-35.

125 Agamben, Giorgio. Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo Sacer III. Barcelona: Pre-textos, 2002. Ricoeur, op. cit.

126 Dinges, op. cit. Kornbluh, op. cit.

CAPÍTULO I

UNAS FF.AA. PARA LA SEGURIDAD NACIONAL Y LA CONTRASUBVERSIÓN: PROFESIONALISMO MILITAR ANTICOMUNISTA

Un hecho, como lo fue el cambio de Gobierno el 11 de septiembre de 1973, no habría pasado de ser un simple golpe militar, como muchos anteriores en otras partes del mundo, si no hubiese estado sustentado adecuadamente por una definida posición ideológica de sus gestores (…). No existía un documento que estableciera las bases doctrinarias de un pensamiento político del sector militar. Sin embargo, podemos establecer claramente que existe una notable unidad de doctrina en todo el cuerpo de oficiales, que permite que estos hayan asumido la gestión gubernativa con uniformidad de criterios y acción, que los partidos políticos tradicionales jamás supieron imponer a sus militantes (…). Estos principios conforman un modo de vida y sustentan una posición que el oficial del Ejército mantiene en la estructura social de Chile1.

La organización del grupo de oficiales y generales conjurados que pusieron en marcha el golpe de Estado de septiembre de 1973, se desarrolló al interior de instituciones y organizaciones burocráticas normadas legalmente. Esto supone entender que los marcos normativos que dotaron de legitimidad interna (ante la propia tropa) y externa (ante la sociedad) su accionar, se construyeron al interior de sus instituciones en contextos históricos específicos y en coyunturas sociopolíticas determinadas. La justificación del golpe de Estado no solo tomó sentido en el interior de los cuerpos armados en la coyuntura producto de la crisis política y social del país, de la debilitación del sistema político y la fragilidad del sistema institucional para resolver los conflictos de poder que cruzaban la sociedad chilena a comienzos de la década de 1970, como han sostenido el grueso de las investigaciones historiográficas sobre el quiebre de la democracia en Chile, sino que también producto de dimensiones internas a la propia institución y al desarrollo de dispositivos legales que permitieron ir posicionando a los militares como un factor de poder en diversas labores de seguridad interior y política nacional. Esta situación se materializó a través de cuatro factores. En primer lugar, la decretación del estado de emergencia y zona de catástrofe mediante la ficción jurídica de la “calamidad pública” en el período 1970-1973. En segundo lugar, la adopción de responsabilidades ministeriales en los períodos de crisis política. En tercer lugar, mediante la aplicación de la Ley de Control de Armas en los meses anteriores al golpe de Estado, que permitió una consolidación de la militarización de la función policial, entregando el control del territorio a las FF. AA. a través de las Comandancias de Áreas Jurisdiccionales de Seguridad Interior (CAJSI). Finalmente, mediante el desarrollo de las planificaciones de seguridad interior y el desarrollo de apartados de inteligencia y contrainteligencia que se adjuntaron en cada CAJSI.

Todos estos elementos contribuyeron al perfeccionamiento de la doctrina militar contrasubversiva, entendiendo por doctrina un discurso interno de la institución que estableció los límites normativos de la práctica y profesión militar, de carácter reglamentario y administrativo, que organiza la profesión militar y su ejercicio dentro del Estado2. Desde el punto de vista interno a las propias FF. AA., esto implicó el desarrollo de discursos, prácticas y experiencias organizacionales que permitieron ir instalando como un horizonte de posibilidad una intervención militar en el sistema político y en el conjunto del Estado bajo ciertas circunstancias, pese al intento por consolidar una doctrina de profesionalismo militar y no intervención a través de la doctrina Schneider. Como señala Jaime Llambías, “un hecho coyuntural (la existencia de militares constitucionalistas o progresistas) no podía explicar otro hecho estructural, el rol de las FF. AA. en el estado burgués (tanto el contenido de clase como la formación del hombre-militar)”3. En efecto, esto implicó el desarrollo de una imagen propia en torno al rol y función de los militares en relación con el Estado y la nación –es decir con la sociedad–, construida desde los comienzos de sus procesos de formación, institucionalización y deliberación que fueron modificando el desarrollo de la profesión militar construida a lo largo del siglo XX en lo que Augusto Varas y Felipe Agüero llaman los modos de integración civil-militar4.

 

En general, las FF. AA. se presentan a sí mismas como garantes del Estado, lo que puede ser identificado con el pensamiento corporativista. Como señala Llambías, “las Fuerzas Armadas se presentan como los únicos y verdaderos representantes de interés nacional, cuando la ideología corporativa se va transformando en doctrina política, doctrina política que los militares rechazan sostener, pues se consideran a sí mismos neutrales y apolíticos, más tecnócratas y pragmáticos, alejados de toda orientación ideológica”5. Un ejemplo de aquello es la construcción del discurso de la doctrina Schneider de parte del alto mando del Ejército y en particular desde el comandante en jefe, general Carlos Prats, quien se posicionó como un factor de contención de las presiones deliberativas internas que buscaban solucionar el conflicto de poder de la sociedad chilena en la década de 1970 a través de un golpe de Estado. No obstante, esta se constituye en una construcción doctrinaria tardía, cuya función era evitar la ruptura del profesionalismo y la subordinación de los militares a los poderes constituidos del Estado6, incapaz de revertir una tendencia institucionalizada y consolidada.

La FF. AA. son organizaciones burocráticas formadas por grupos sociales construidos para la prosecución de objetivos prescritos legalmente. El proceso de profesionalización de estas es un proceso que va aparejado a la constitución de los Estados modernos y al remplazo de los ejércitos de mercenarios y de reclutamiento forzoso, al paso de ejércitos permanentes, remunerados y a cargo del erario7. El proceso de organización de este y su modernización da paso al proceso de profesionalización de los cuerpos militares, es decir, la organización de una moderna organización burocrática militar, una transformación del pensamiento militar en base a la influencia de las disciplinas contemporáneas y al desarrollo de una carrera militar8. Como señala Genaro Arriagada, “El ejército pasó a ser cada vez más una organización construida sobre fundamentos racionales y normas impersonales que obligan coercitivamente a sus miembros”9.

Desde una perspectiva sociohistórica, esto supone entender lo militar como una profesión, como una institución y como un estilo de vida. A su vez, supone comprender que las condiciones sociopolíticas de un grupo social que en un determinado momento logra llevar adelante los procesos de institucionalización de la organización militar, permean las condiciones bajo las cuales se construye la institución determinada. Es decir, las condiciones que permitan objetivar las normas de una institución no están ajenas a las condiciones sociales e influencias políticas de los grupos que logran un proceso de institucionalización en una determinada coyuntura histórica. Esto permite entender cómo los valores, discursos e imaginarios de un determinado grupo social construyen los marcos normativos de una institución a través de los mecanismos de acceso y reproducción internos. En el caso de las FF. AA., esto se refuerza con el tipo de conocimiento (científico-técnico de lo militar y de la guerra) y estilo de vida que desarrollan los miembros de la institución. Como señala Morris Janowits, “la moderna tecnología produce un tan alto nivel de especialización que los hombres tienden a verse a sí mismos como miembros de un grupo de especialistas, y no como partes de una clase social. El crecimiento de la especialización produce profesionalización, la que, a su turno, influye en la conciencia social y política”10.

La profesión de los oficiales de ejército solo puede ser ejercida al interior de una organización burocrática de carácter público-estatal. Esto implica que la profesión militar más que una ocupación conlleva un completo estilo de vida, que se desarrolla sujeto a un conjunto variado de normas formales y mecanismos informales de promoción, adscripción y desarrollo interno11. Este rasgo propio de la interacción social dota a la profesión militar de características organizativas estamentales a diferencia de la lógica de la organización social en estratos y clases sociales. Esto conlleva una serie de características que la sitúan en lo que Erving Goffman llama instituciones totales12. Es decir, instituciones en las que: 1) todos los aspectos de la vida son realizados en el mismo lugar y bajo la misma autoridad; 2) cada actividad del día está programada de manera consecutiva bajo un sistema explícito de reglas formales administradas con grados variables de discreción por un cuerpo de funcionarios jerarquizados; 3) cada fase del día se realiza en compañía de un conjunto de miembros sometidos a las mismas circunstancias y reglas, los que son requeridos y tratados de la misma manera; y finalmente, 4) el conjunto de estas labores programadas es comprendido como parte de un plan general de carácter racional elaborado para el cumplimiento de la misión y objetivos institucionales13.

En el caso del Ejército, el lugar de trabajo y de residencia tiende a mezclarse. La institución dispone para su personal de una densa red de viviendas, asistencia sanitaria, casinos y espacios de esparcimiento. Esto repercute en que “la vida de los militares no solo consista en trabajar y residir en unos mismos lugares, sino también en emplear en común el tiempo libre”14. Este factor refuerza el carácter comunitario y estamental del vínculo profesional desarrollado al interior del Ejército, su identidad y sentido de pertenencia que refuerza la estratificación interna y la estructura disciplinaria de la misma, a la vez que refuerza la distancia entre el estilo de vida militar y la vida del conjunto de la población15. La disposición de un cuerpo de conocimiento y educación específico, sumado a mecanismos de promoción en la estratificación social interna regulados por criterios de promoción (el sistema de grados y antigüedad), mérito (juzgado por la autoridad) y calificación (educación formal al interior de la propia institución), favorece la construcción de un tipo específico de disciplina, estratificación y subordinación a la autoridad institucional. Este mecanismo se ve reflejado por valores sociales construidos al alero de la vida militar, en los que se destaca “la disciplina, eficiencia, tradición, espíritu de cuerpo, unidad, etcétera. Además, el autoritarismo con que se maneja la institución prepara a los militares de forma tal que los lleva a aplicar estos mismos principios a la vida civil”16.

Los puntos anteriores son señalados con claridad por el exgeneral del Ejército Idalicio Téllez en 1942, en la Revista Memorial del Ejército, quien indica que “Los oficiales en general, son una extraña mezcla de profesionales y empleados públicos: como profesionales se diferencian de muchos otros, en que necesitan mantenerse en incesante preparación y progreso. Ninguna otra profesión evoluciona y progresa con tanta rapidez como la militar (…)”. Si bien reconoce que la profesión militar es similar a la de los profesionales del servicio público, por su carácter normado burocratizado, su modo de vida establece una distinción clara. Sobre ese aspecto resalta que “El empleado público o particular, una vez cumplidas satisfactoriamente sus obligaciones, es un hombre libre que puede ir donde le plazca, vestir como mejor le parezca, vivir donde le convenga, excederse en la bebida (si no perjudica con eso su servicio) y hasta vapulear a su mujer. Nada de eso puede hacer un militar. Hay locales a donde no puede ir y otros, a donde no puede presentarse sino en determinadas condiciones: teatros, trenes, etcétera. Solo puede vestirse de forma correcta y decente y ha de llevar una vida privada intachable y de acuerdo con su categoría”17.

Todas estas dimensiones intragrupales, propias de la institución militar, contribuyeron a que el desarrollo del golpe de Estado se llevase a cabo en base a la convergencia de una serie de factores que otorgaron legitimidad interna y externa a la acción golpista. Por una parte, el desarrollo de un proceso de profesionalización militar que desde principios del siglo XX desarrolló una concepción organicista del Estado, implicó la construcción de un pensamiento anticomunista que se institucionalizó18. Por otra parte, el desarrollo de un discurso político-militar que otorgaba a los militares una función de seguridad en relación con el Estado en el contexto geopolítico de la Guerra Fría interamericana y el escenario geoestratégico latinoamericano permitió reforzar los procesos de recepción doctrinaria de las FF. AA. norteamericanas y aliadas19. Por otra parte, a nivel organizacional, la cohesión de las instituciones armadas se vio reforzada por un sistema disciplinario que permitió dotar de mecanismos coercitivos a la estructura organizacional, reforzado por un estilo de vida comunitario y hermético, que dotó de cierta uniformidad al cuerpo de oficiales. Como señaló el teniente coronel Richard Neeb Gevert, en las FF. AA.: “No existía un documento que estableciera las bases doctrinarias de un pensamiento político del sector militar. Sin embargo, podemos establecer claramente que existe una notable unidad de doctrina en todo el cuerpo de oficiales, que permite que estos hayan asumido la gestión gubernativa con uniformidad de criterios y acción, que los partidos políticos tradicionales jamás supieron imponer a sus militantes” (…) “Estos principios conforman un modo de vida y sustentan una posición que el oficial del Ejército mantiene en la estructura social de Chile”20.

El proceso de insubordinación de la década 1960, evidenciado al interior de las FF. AA., daba cuenta de un proceso más complejo de resistencia al cambio social de un sector de la sociedad, que veía en el proceso de transformación política y social iniciado con el Gobierno del Partido Demócrata Cristiano (PDC) y luego potenciado en el Gobierno de la Unidad Popular (UP) como una amenaza al Estado, a la institución militar y a sus estilos de vida. Desde ese punto de vista, la acción golpista para muchos militares fue entendida como una guerra necesaria y legítima, cuya justificación se extraía del propio discurso profesional de las FF. AA., del rol atribuido a las mismas en relación con el Estado y la nación, es decir, la sociedad.

Estos elementos, por su parte, son los que permiten comprender con posterioridad al golpe del Estado cómo logró institucionalizarse la dictadura como un régimen autoritario, personalista y policial con participación de las mismas FF. AA. Las burocracias de inteligencia y represión creadas para ello, si bien constituyeron una inflexión en las características de las burocracias similares desarrolladas al interior de las FF. AA. en las décadas anteriores, constituyen una exacerbación de la racionalidad organizacional de los cuerpos burocráticos de seguridad, adaptada a un discurso de contrasubversión en el contexto de crisis política, constituyéndose, por tanto, en un punto de llegada de un discurso y práctica de seguridad y contrasubversión que se fue desarrollando con anterioridad a la década de 1960, que se reelaboró y reforzó en el contexto geoestratégico chileno en el marco de la Guerra Fría interamericana y del desarrollo de los acontecimientos políticos internos durante los gobiernos del PDC y la UP.

Los antecedentes de este proceso histórico se desarrollaron al interior de las propias FF. AA. a través de la creación de un discurso y práctica de la seguridad nacional, en los que convergieron elementos del pensamiento y doctrina militar de la guerra contrasubversiva21, de la doctrina de seguridad hemisférica promovida por la influencia norteamericana22 y un anticomunismo militante desarrollado desde los orígenes del proceso de profesionalización militar a comienzos del siglo XX23, todo lo cual se potenció en un marco doctrinario desarrollado por las FF. AA. en un período de relación civil-militar, caracterizado por un repliegue político en el que los procesos de deliberación institucional y las tensiones de la sociedad chilena de la época se escindieron. Por una parte, las FF. AA. avanzaron en su proceso de profesionalización, recepción doctrinaria y elaboración de un discurso propio en torno al rol de los militares en relación con la sociedad y el Estado. Por otra, las problemáticas propias de la sociedad y el sistema político fueron elaborados por los militares bajo una concepción de la seguridad interior y la integridad estatal.