El ABC de la iluminación

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Confusión

La confusión es una gran oportunidad. El gran problema con la gente que no está confundida es que creen que saben, pero no saben. La gente que cree tener claridad está realmente en un gran apuro; su claridad es muy superficial. En realidad, no saben nada de la claridad; lo que llaman claridad no es otra cosa que estupidez.

Los idiotas son muy claros, y lo son en el sentido de que carecen de inteligencia para sentir confusión. Sentir confusión requiere una gran inteligencia. Sólo los inteligentes sienten confusión; los mediocres, en cambio, van por la vida sonriendo, riéndose, acumulando dinero y luchando por más poder y más fama. Si los ves, sentirás un poco de envidia; parecen tan felices y confiados…

Si triunfan: si su dinero aumenta, su poder se acrecienta y su fama se extiende, tendrás un poco de envidia. Tú estás tan confundido mientras ellos lo tienen tan claro en la vida… tienen un sentido y un objetivo; saben cómo alcanzarlo y se las arreglan para conseguirlo, de hecho, ya lo están consiguiendo; ya van trepando por la escala. Y tú estás ahí parado y confundido, sin saber lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer; lo que está bien y lo que está mal. Pero siempre ha sido así: el mediocre conserva la certidumbre y queda para el más inteligente sentir confusión y caos.

La confusión es una gran oportunidad. Indica simplemente que no hay salida a través de la mente. Si realmente estás confundido, como cuando dices: «Estoy sumamente confundido», eres afortunado. Ahora puede ocurrir algo, algo enormemente valioso; estás en el borde. Si estás sumamente confundido quiere decir que la mente ha fracasado, que ya no puede proporcionarte más certidumbres. Cada vez te acercas más a la muerte de la mente. Y eso es lo más grande que le puede ocurrir a un hombre en la vida; la mayor de las bendiciones, porque una vez que descubres que la mente es confusión y no hay salida a través de ella, ¿por cuánto tiempo seguirás aferrado a la mente? Tarde o temprano tendrás que desprenderte de ella y, aunque no quieras, se desprenderá por sí sola. La confusión llegará a ser tan grande y tan densa que caerá por su propio peso. Y cuando la mente cae, la confusión desaparece. No, no puedo decir que alcances la certidumbre, pues también esa palabra es aplicable únicamente a la mente y su mundo. Donde hay confusión puede haber certidumbre; cuando la confusión se desvanece, también lo hace la certidumbre. Simplemente eres claro: ni confuso ni seguro, sólo una claridad, una transparencia. Y esa transparencia está dotada de belleza y elegancia; es exquisita.

El momento más hermoso de la vida es cuando no hay confusión ni certidumbre. Uno simplemente es: un espejo que refleja lo que existe, sin sentido ni dirección, sin proyectos ni futuro, sólo plenamente en el momento, rabiosamente en el momento. Cuando no hay mente, no puede haber futuro ni proyecto alguno de futuro. El momento lo es todo, el todo dentro del todo; ese momento es la totalidad de la existencia. Toda la existencia empieza a converger en ese momento, y el momento se vuelve tremendamente importante. Tiene profundidad, altura, misterio e intensidad; tiene fuego e inmediatez y te atrapa, te posee y te transforma.

Conocerse a sí mismo

Uno de los mayores misterios de la vida es que nacemos con un ser pletórico de felicidad; pero seguimos siendo mendigos porque nunca examinamos lo que hay en nuestro interior. Lo damos por supuesto, como si supiéramos de antemano todo lo que tenemos dentro. Es una solemne tontería, pero impera en todo el mundo. Estamos dispuestos a ir a la Luna en busca de felicidad; pero no a entrar en nuestro mundo interior por la sencilla razón de que sin entrar siquiera ya pensamos: “¿Qué va a haber ahí?”.

Por alguna razón seguimos arrastrando la idea de que nos conocemos a nosotros mismos; pero no nos conocemos en absoluto.

Sócrates tiene razón cuando dice: «Conócete a ti mismo». En esa expresión se condensa toda la sabiduría de todos los sabios, pues conocerte a ti mismo es conocerlo todo, colmarlo todo y relizarlo todo.

No tenemos que volvernos perfectos, pues ya nacimos perfectos, ni tenemos que inventar la felicidad, sino sólo descubrirla. No se trata, por tanto, de un asunto tan difícil como la gente cree; es un proceso muy sencillo de relajación y reposo para ir centrándose poco a poco.

El día en que encuentras tu centro, de repente se ilumina todo; has encontrado el interruptor. Es como cuando andas a tientas en una habitación oscura: andas a tientas hasta que encuentras el interruptor y se hace la luz. Pero puedes quedarte sentado en la oscuridad y pasarte la noche gimiendo y llorando debajo del interruptor. Y ésa es realmente la situación; gemimos y lloramos innecesariamente. De ahí que los que han conocido alberguen sentimientos muy extraños con respecto a la gente. Sienten gran compasión y a la vez les produce mucha risa, porque pueden ver la estupidez que supone haberlo conseguido y seguir corriendo de acá para allá sin motivo alguno. Pero, como vas corriendo, no lo encuentras. También sienten gran compasión porque sufres, es cierto, pero tu sufrimiento es ridículo.

Este estilo de vida absurdo y ridículo tiene que cambiar completamente. Mira hacia dentro y, si no encuentras nada, mira hacia fuera. Pero afirmo categóricamente que nadie que haya mirado hacia dentro no haya dado con ello, así que no hay ninguna razón para que tú no lo encuentres. No hay ninguna excepción; es una ley universal: quienquiera que se vuelva hacia dentro lo encuentra; encuentra el reino de dios, la felicidad perfecta y la verdad absoluta. Y con ello llega la libertad y una intensa fragancia. La vida se vuelve danza, poesía y un éxtasis perpetuo que aumenta a cada instante.

Uno se queda perplejo ante la dimensión que puede cobrar el éxtasis: ¿podré albergar más? Pero uno puede albergar un éxtasis infinito. Por increíble que parezca, no para de aumentar, y piensas: “Éste es el límite; ya más no puede ser”; pero al día siguiente descubres que aún puede aumentar más. Es ilimitado. En este viaje hay un principio, pero no un final.

Conocer

El conocimiento corresponde a la dimensión del tener, y el conocer a la del ser. Parecen iguales, pero no lo son. Ni siquiera son parecidos, sino diametralmente opuestos el uno al otro. A medida que el hombre acumula saber, pierde conocer. El conocer necesita una mente como un espejo: pura e incorrupta. No estoy diciendo que el conocimiento no sirva para nada; si tu conocer es limpio y puro, como un espejo, puedes emplear el conocimiento de manera tremendamente útil. Puede llegar a ser beneficioso, pero primero tiene que existir el conocer.

El conocimiento es muy fácil; el conocer es muy difícil. Para conocer tienes que pasar por muchas pruebas.

Conocimiento

El conocimiento tiene alguna utilidad; no es completamente inútil. Pero si te vuelves hacia dentro, cada vez es más inservible; cuanto más profundizas, más inservible es. Si miras hacia fuera, te resulta más útil cuanto más te adentras en el mundo. El mundo respeta al erudito. Tiene necesidad de expertos; necesita todo tipo de personas que posean información, conocimiento y maestría. Pero en el mundo interior esto ni siquiera se plantea; en el mundo interior el propio conocimiento se convierte en un obstáculo. Lo que en el mundo exterior es útil, en el interior supone una barrera. Para el mundo es un puente, mientras que para la exploración interior constituye una barrera.

El conocimiento trata de dominar; te hace poderoso. La ignorancia te hace humilde. Procura, por tanto, no convertirte en un erudito. No permitas que el conocimiento se acumule a tu alrededor. El conocimiento se acumula diariamente a través de la experiencia; así que tíralo cada día. Es polvo que se acumula en el espejo de la conciencia.

Consejo

Escúchalo, pero no lo sigas. Escucha atentamente, pero sigue tu propio albedrío. No te guíes por el consejo de los demás. Escucha, desde luego, muy reflexivamente; trata de comprender lo que quieren transmitirte. Puede que realmente se trate de personas bien intencionadas; pero si empiezas a hacerles caso ciegamente, jamás conseguirás tu propia inteligencia. Siempre dependerás de muletas; siempre consultarás a los demás para que te digan lo que tienes que hacer y lo que no tienes que hacer. Siempre tendrás necesidad de líderes, lo cual constituye una situación muy malsana.

Escucha, porque la gente tiene grandes experiencias; y si las comparten, si tienen ganas de compartirlas, sería insensato por tu parte no escuchar. Compartir su experiencia puede aumentar tu discernimiento y ayudarte a ser más consciente; pero no la sigas.

La gente sigue literalmente, y lo único que consigue es volverse ciega. Si los demás te proporcionan todo aquello que necesitas, ¿para qué quieres tus propios ojos? Y si otros mastican por ti, ¿qué necesidad tienes de masticar por ti mismo? Poco a poco te vas quedando cada vez más débil, más depauperado, más desnutrido…

El verdadero amigo no es el que te da consejos sino el que te ayuda a ser más despierto, más consciente, y a saber más de la vida, de sus problemas, sus desafíos y sus misterios. Te ayuda, además, a seguir tu propio camino; te da valor para experimentar, buscar e indagar. No te da consejos estereotipados, pues los consejos estereotipados no tienen ninguna utilidad. Lo que hoy es verdad puede no serlo mañana, y lo que en una situación es correcto puede ser incorrecto en otra. Como las situaciones cambian continuamente, lo que necesitas no es un modelo de vida estereotipado sino una forma de videncia, de modo que, estés donde estés, sea cual sea la situación en que te encuentres, sepas espontáneamente cómo comportarte; cómo depender de tu propio yo.

 

Contracepción

Los anticonceptivos han transformado la cualidad intrínseca del sexo: el sexo se ha vuelto diversión. Ha dejado de ser el asunto serio que solía ser. Se ha convertido en un simple entretenimiento: dos cuerpos jugando el uno con el otro; eso es todo. No hay nada malo en ello; también se juega al fútbol, ¿qué hay de malo en ello?, o se juega al voleibol, ¿qué hay de malo en ello? Están involucradas dos energías corporales.

El sexo también es un juego, pero antes no lo era. Antes de los anticonceptivos era un asunto serio; pero éstos le han arrebatado toda su seriedad. En la actualidad, las religiones no pueden por menos que estar asustadas, pues todo el edificio puede venirse abajo por culpa de los anticonceptivos. Lo que los ateos no lograron durante siglos, los anticonceptivos pueden conseguirlo en pocas décadas. Lo han hecho ya: los anticonceptivos han liberado al hombre del sacerdote.

Los anticonceptivos son una bendición, pero el papa no puede estar a favor de ellos porque se juega su poder –y no sólo el papa, sino todos los dirigentes religiosos: los shankaracharyas, los ayatollahs y los imanes–; todos ellos se opondrán a los anticonceptivos. Peligra todo el negocio.

Contradicciones

La vida parece muy simple, pero a medida que profundizas en ella, se vuelve cada vez más compleja. Aunque la mayor complejidad estriba en que la vida se compone de contradicciones. Si lo entiendes, tales contradicciones acaban siendo complementarias; pero si no lo entiendes, se convierten en opuestos.

No obstante, en la unidad orgánica última hay espacio suficiente tanto para el sí como para el no. No sería unidad orgánica última si sólo hubiera espacio para el sí, la luz o el amor, pero no para sus opuestos.

Nuestra mente agrupa las cosas por categorías de oposición; pero la mente no es el factor decisorio definitivo. El factor decisorio definitivo es un estado de no-mente. En un estado de no-mente todo es posible. Lo incomprensible también es posible; lo imposible también es posible.

Convicción

La convicción es lógica e intelectual, y corresponde a la mente. No llega muy adentro y, detrás de cada convicción, persiste la duda. La convicción no cambia a nadie, pues, siendo algo de la mente, ¿cómo va a cambiar a la totalidad? Además, la convicción es prestada. Soy muy lógico con respecto a algo y te quedas convencido, pero sólo es debido a que soy muy lógico con respecto a ello. Mi lógica te engancha y no puedes argumentar contra ella, de ahí la convicción. La convicción es prestada; la tomamos de los demás. Te conviertes en un cristiano, un cristiano convencido, porque tus padres eran cristianos; o te vuelves un hinduista convencido, un hinduista perdido e inquebrantable, porque tus padres eran hinduistas, y así sucesivamente.

Una vez oí que la maestra de una escuela dominical interrumpió bruscamente la lectura de un pasaje de la Biblia y preguntó a sus pupilos:

—¿Por qué creéis en Dios?

Obtuvo una gran variedad de respuestas: unas impregnadas de fe sincera y otras a todas luces insinceras. La única que la dejó estupefacta partió del hijo del pastor más famoso de Chicago.

Éste frunció el ceño y respondió:

—Que yo sepa, nos viene de familia.

Así es como se adquieren las convicciones.

Corazón

Todos mis esfuerzos van encaminados a liberar la energía de tu cabeza, donde está aprisionada, para que pueda entrar primero en el corazón y después en el ser, que es tu verdadero centro. El corazón está a medio camino entre la cabeza y el ser. El pensamiento es la cabeza, que plantea preguntas sin darte nunca una respuesta. Es el mundo de la filosofía: el mundo de los necios. Por debajo está el mundo de los sentimientos, del corazón: es el mundo de los poetas.

¿Te has dado cuenta alguna vez de que los filósofos preguntan y los poetas responden? Cada poesía es una respuesta; no hay ninguna poesía que plantee una pregunta: todas son una respuesta. ¡El corazón responde! Por eso es mucho mejor y más sensato adentrarse en el mundo de los sentimientos; aunque todavía estás un poco lejos de una percepción totalmente clara, pues cuando la percepción es clara, ni siquiera hay respuesta, por no hablar de la pregunta. ¡Ni siquiera una respuesta!

El filósofo pregunta, el poeta responde y al místico no le interesan ni las preguntas ni las respuestas. Si acudes a un místico, todo lo que hará será destruir tus preguntas, tus respuestas y todo lo que lleves contigo hasta dejarte completamente vacío. Ése es el momento en que la percepción empieza a funcionar; te vuelves inocente.

Cordialidad

La cordialidad es el lenguaje de la vida. Cuanto más dejes que tu cordialidad fluya hacia los demás, más rica será tu vida. Y el secreto de la cordialidad es el amor, de modo que ama tan profundamente y a tanta gente como puedas. Y no sólo a las personas, sino a la existencia como tal. Es verdaderamente extraño que la gente pase junto a los árboles sin manifestar la menor cordialidad hacia ellos, que mire a las estrellas con ojos fríos y apagados, que hable con los demás sin el menor afecto ni en las palabras ni en el corazón, o que se den la mano flojamente y con frialdad. No es extraño que sufran tanto; pero es lo que han elegido.

Tal decisión tiene un motivo: les da miedo ser cariñosos porque pueden verse implicados, atrapados o comprometidos. Y la gente tiene miedo de implicarse o comprometerse, por eso huye de cualquier compromiso. Pero vivir una vida sin compromiso es evadirse; es privarla de esplendor. La vida necesita el reto del compromiso; requiere implicación. Uno ha de implicarse en cuantas más cosas pueda: el arte, la poesía, la música, la gente, la danza y en todo lo que pueda. Cuanto más te implicas, más eres; más grande es tu Yo.

Corriente

La mente corriente no nace corriente; la vuelven corriente vuestros sistemas de creencias, vuestras religiones, vuestros políticos y vuestra educación. Todos los niños son educados para ser corrientes.

La familia estima al niño corriente; no al muy inteligente. El niño muy inteligente es un engorro continuo y un problema. Hace preguntas que los padres no saben responder y se sienten molestos. El niño corriente jamás hace preguntas.

Para la mente corriente, el logro de la satisfacción material no supone ningún problema. Si no dejas de ser corriente, puedes poseer el mundo entero sin que te ocurra nada.

Pero puedes aguzar tu mente; el método es sencillo. Haz exactamente lo contrario de lo que te hicieron a ti. Si te dijeron que tengas fe, no la tengas; si te dijeron que creas, no lo hagas, duda; si te dijeron que sigas a la multitud, afírmate como individuo, y dejarás de ser corriente. Era algo que te habían impuesto.

El doctor, preocupado, trata de convencer al paciente de que tiene exceso de peso:

—Ahora sube a la báscula –dice el doctor–. Son… ¿lo ves? Ahora mira esta tabla y compara tu peso con el peso corriente para tu altura. Estás en el lado del exceso de peso.

—De ningún modo –replicó el paciente–, lo que pasa es que me faltan quince centímetros.

Corrupción

Lord Acton afirma que el poder corrompe. Es cierto en un sentido, pero en otro es completamente falso. Es cierto si te conformas con mirar la superficie de las cosas: el poder corrompe, desde luego, pues quien detenta el poder acaba corrompido. Objetivamente es cierto; pero si profundizas en el fenómeno deja de serlo.

El poder no corrompe; son los corruptos los que se sienten atraídos por el poder. Son personas a las que les gustaría hacer cosas que no pueden hacer si no están en el poder. En cuanto llegan al poder, toda su mente reprimida se impone; no hay nada que pueda detenerles ni nada que pueda impedírselo, ahora detentan el poder. El poder no les corrompe, lo único que hace es que salga a la luz su corrupción. La corrupción ya estaba allí en forma de semilla; ahora ha germinado. El poder se ha revelado como la estación óptima para que germinase. El poder no es más que la primavera para las ponzoñosas flores de la corrupción y la injusticia que hay en su ser.

El poder no es la causa de la corrupción, sino simplemente la oportunidad para que se manifieste. Por eso digo que básicamente, en lo fundamental, lord Acton está equivocado.

Costumbres

Hay que ser capaz de hacer las cosas según las situaciones, no según las costumbres. La vida cambia continuamente: es un devenir, mientras que las costumbres están estancadas. Cuanto más te rodeas de costumbres, más te cierras a la vida. No eres abierto; no tienes ventanas. No estableces ninguna comunicación con la vida; no haces sino repetir tus costumbres. Pero no son apropiadas; no son la respuesta adecuada a la situación: al momento. Siempre van rezagadas y siempre se quedan cortas. Son el fracaso de tu vida.

Así que recuerda: estoy en contra de todo tipo de costumbres. Que sean buenas o malas no tiene nada que ver; las costumbres no son buenas ni malas de por sí. Todas las costumbres son malas porque costumbre significa que algo inconsciente se ha convertido en el factor dominante de tu vida; se ha vuelto decisivo. Ya no eres tú el factor decisorio. La respuesta ya no procede de tu conciencia sino de un modelo, de una estructura que aprendiste en el pasado.

Dos miembros de la Residencia Shalom: Blustein y Levin, estaban dando un paseo alrededor de la mansión de Nelson Rockefeller.

—Si tuviese los millones de ese hombre –suspiró Blustein–, sería más rico que él.

—No seas bobo –dijo Levin–, si tuvieses sus millones, serías tan rico como él, no más rico que él.

—Te equivocas –replicó Blustein–, no te olvides de que yo, además, puedo dar clases de hebreo.

Creatividad

La naturaleza te ha conducido hasta un cierto punto a partir del cual debes tomar el crecimiento en tus propias manos. La naturaleza ha hecho de ti un ser humano; a partir de ahí no compete a la naturaleza. Hasta el ser humano es evolución; más allá de la condición humana es revolución. Evolución significa todo aquello que ha ocurrido pese a ti, mientras tú ibas montado en la cresta de la ola. Pero llega un momento –y la condición humana es ese momento, esa línea divisoria–, en que si no empiezas a avanzar por ti mismo te quedas estancado. La ola de la naturaleza te ha conducido hasta el límite máximo; hasta el límite óptimo. Más que eso ya no es posible. A partir de ahí tienes que viajar y esforzarte; tienes que ser creativo. Pero cuando digo creativo no me estoy refiriendo sólo a la pintura, la poesía o la escultura. No, ésas son creatividades muy corrientes.

Creas una pintura, un poema o una canción; pero no te creas a ti mismo. El poeta sigue estando tan insatisfecho como el no poeta, y el pintor sigue tan vacío como el que no lo es. Puede que el pintor haya pintado un magnífico retrato, pero él seguirá siendo tan feo como cualquiera. Si te gusta la obra de un poeta no vayas a verlo en persona o de lo contrario te sentirás defraudado. Tal vez la poesía sea hermosa; pero si vas a ver al poeta te encontrarás con un ser humano corriente, incluso a veces más corriente que los normales. Si te gusta una pintura, goza de ella y olvídate del pintor. No vayas nunca a ver al pintor o te quedarás defraudado. Tal vez te encuentres con un loco o un maníaco… pues no hay duda de que han creado algo, pero han olvidado completamente que la principal creatividad, la más esencial, ha de estar relacionada con el propio ser.

Has de ser creativo con respecto a tu propio ser.

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