El ABC de la iluminación

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Calendario

En Inglaterra cambian la fecha a medianoche. Realmente, no tiene sentido. Es absurdo, ya que nadie se levantará de la cama a medianoche sólo para cambiar la fecha. Es ilógico y poco práctico. Conforme al sentido común, la fecha tendría que cambiarse por la mañana. Siempre pasas tu calendario por la mañana. ¿Y por qué se ha hecho así? Hay un secreto.

Cuando en la India son las 5:30 de la mañana, en Inglaterra es medianoche. Hubo una época, antes de esta civilización, en que el pensamiento hindú imperaba en todo el mundo. Igual que cuando el imperio británico se extendía por todo el mundo, la hora de Greenwich era la hora oficial, a la que todos se referían. Actualmente, con la caída del imperio británico, la hora de Greenwich ha sido prácticamente olvidada. Pasados diez o quince mil años, nadie se acordará de ella.

Hubo un mundo anterior al Mahabharata –una guerra prehistórica india– en que el pensamiento hindú dominaba en todas partes. Cuando amanecía en la India, era el momento de cambiar la fecha, y como en Inglaterra era medianoche, ése era el momento en que cambiaban la fecha del calendario. Y así se quedó.

Te asombrará saber que, hace trescientos años, el parlamento de Inglaterra aprobó una ley extraordinaria para empezar el año el 1 de enero. Antes el año acababa el 25 de marzo. ¿Qué significado tiene que el año acabara el 25 de marzo? En sí, no tiene ninguno, pero ése era el día en que acababa el año indio. El 25 de marzo acaba el año indio, y así era también en todo el mundo. Tuvieron que aprobar una ley extraordinaria para cambiarlo.

Cambio

El dolor aparece porque no dejamos que el cambio se produzca. Tendemos a aferrarnos; queremos que las cosas sean estáticas. Si amas a una mujer, quieres que mañana siga siendo tuya, igual que hoy. Por eso aparece el sufrimiento. Si nadie sabe a ciencia cierta lo que va a pasar en el instante siguiente, ¿qué decir de mañana?

Un hombre consciente sabe que la vida cambia constantemente. La vida es cambio. Sólo hay una cosa permanente, y es el propio cambio. Todo cambia excepto el cambio. Ser feliz es admitir esa naturaleza de la vida y aceptar esa existencia cambiante con todas sus estaciones, sus humores y su continuo devenir que no se detiene un solo instante.

* * *

Descubre por qué estás aburrido. Cambia.

La vida es tan corta…

Asume riesgos; sé un jugador: ¿qué puedes perder?

Llegamos con las manos vacías y con las manos vacías nos vamos. No hay nada que perder. Sólo un ratito para ser juguetón, para cantar una bonita canción, y se acabó el tiempo.

Cada momento es precioso.

Caos

El caos siempre es bueno. El orden siempre suena a muerte. Del caos brotaron las estrellas; del orden, sólo Adolfos Hitler.

Así que yo no tengo ningún problema con el caos. En cambio, cuando todo está en orden, acaba siendo un campo de concentración.

El caos es precioso. Otro nombre del caos es libertad.

* * *

Estás viviendo en una de las épocas más maravillosas –lo viejo está desapareciendo, o ya ha desaparecido, y se ha producido el caos–, porque fue gracias al caos que nacieran las grandes estrellas. Tienes la oportunidad de crear un nuevo cosmos; una oportunidad que sólo se presenta de vez en cuando: muy raramente. Tienes la fortuna de estar vivo en estos tiempos críticos. Aprovecha la oportunidad.

Capitalismo

El capitalismo es el primer sistema en el mundo que crea capital, es decir, riqueza. Antes, existía el feudalismo, que nunca creó riqueza sino que explotaba a la gente; la expoliaba. La riqueza de que gozaban los reyes en el pasado era un crimen. Era fruto de la explotación; tomada por la fuerza a la gente, a los pobres; no la creaban ellos.

El capitalismo es el primer sistema que crea riqueza. Hace falta inteligencia para crear riqueza. Y a no ser que creemos tanta riqueza que la riqueza pierda todo significado, a menos que creemos un modelo de riqueza tan alto que automáticamente el pobre empiece a volverse rico… Nadie puede comerse la riqueza –¿qué vas a hacer con ella?–. Hay un punto de saturación, y cuando el capitalismo llega al punto de saturación, empieza a florecer el comunismo. Por eso llamo comuna a mi comunidad. Comunismo, el término comunismo, procede de “comuna”.

Creo en el capitalismo. Tal vez sea la única persona en todo el mundo que confiesa abiertamente creer en el capitalismo, porque por primera vez en la historia de la humanidad existe un sistema que crea riqueza, y puede crear tanta riqueza que, con la ayuda de la ciencia y la tecnología científica, hace innecesaria la pobreza. No hay necesidad de distribuir la riqueza, pues se distribuirá automáticamente. No hay necesidad de ninguna dictadura del proletariado. El capitalismo puede mantenerse en perfecta armonía con la democracia, la individualidad y la libertad de opinión. No destruye nada.

Por eso, mi opinión es que debemos difundir la idea de crear riqueza en lugar de distribuirla. ¿Qué vas a distribuir si no lo tienes primero?

Carácter

La sociedad respeta al hombre coherente; la sociedad llama a la coherencia “carácter”, pero el hombre real no tiene carácter. Un hombre de verdad carece de carácter o está más allá del carácter, pues no puede permitírselo sino a costa de la propia vida. Si renuncias a la vida puedes tener carácter, y si no renuncias a ella tendrás muchos caracteres, pero no tendrás carácter. Si no renuncias a la vida, ¿cómo puedes tener carácter? La vida es nueva a cada instante, y lo mismo pasa contigo.

La sociedad no te respetará: no serás un ciudadano respetable; pero ¿qué más da? Sólo los mediocres se interesan por el respeto de la sociedad. Lo único que preocupa a la persona auténtica es si está viviendo su vida o no; si está o no viviendo según su propio criterio, es su vida y se siente responsable de sí misma.

La responsabilidad principal no es para con la nación, la iglesia ni nadie; la verdadera responsabilidad es para contigo mismo, y consiste en que has de vivir según tu propio discernimiento y dejarte llevar por la vida sin ningún compromiso.

El hombre de carácter hace concesiones. Su carácter no es otra cosa que un esfuerzo para garantizar a la sociedad: «No soy peligroso», y proclamar ante ella: «Seguiré las reglas del juego; estoy a tu entera disposición».

Caras

Una vez me contaron que cuando Abraham Lincoln estaba buscando gente para el consejo de ministros, uno de sus consejeros le sugirió el nombre de cierta persona. Abraham lo rechazó.

—¿Por qué? –le preguntó el consejero.

—No me gusta su cara –respondió Lincoln.

—¡Ése no puede ser el motivo! –exclamó el consejero–; pero si él no es responsable de su cara… cuanto menos no debería ser un motivo. ¿Qué puede hacer? No puede evitarlo.

—No –dijo Lincoln–. después de los cuarenta, cada hombre es responsable de su cara.

Estoy de acuerdo con él. Es absolutamente cierto. A partir de los cuarenta eres responsable de tu cara. Es la forma en que has vivido, has amado y te has preocupado; es la forma en que te has comportado y relacionado; es lo desdichado o extático que te hayas permitido ser. Es tu autobiografía.

Cargas

He aquí un antiguo cuento sufí:

Había una vez un hombre muy abrumado por el sufrimiento. Acostumbraba rogar a Dios cada día: «¿Por qué yo? Todo el mundo parece tan feliz; ¿por qué he de ser el único que sufra de este modo?». Un día, presa de una gran desesperación, rogó a Dios: «Puedes darme el sufrimiento de quien sea, estoy dispuesto a aceptarlo; pero llévate el mío, pues ya no puedo soportarlo más».

Aquella noche tuvo un hermoso sueño, hermoso y muy revelador, en el que Dios se aparecía en el cielo y decía a todo el mundo: «Traed todos vuestros sufrimientos al templo». Cada uno estaba harto de su propio sufrimiento; de hecho, quien más quien menos había rogado alguna vez: «Estoy dispuesto a aceptar el sufrimiento de cualquiera; pero llévate el mío, ya que es excesivo; insoportable».

De modo que cada cual reunió sus sufrimientos en una bolsa y se encaminó al templo. Todos parecían muy felices; había llegado el día en que su súplica había sido atendida. Y también aquel hombre se precipitó hacia el templo.

Dios dijo: «Dejad las bolsas junto a la pared»; y pusieron todas las bolsas junto a la pared. A continuación, Dios proclamó: «Ahora podéis escoger; que cada cual tome la bolsa que quiera».

Pero lo más sorprendente fue que aquel hombre que no había parado de suplicar, ¡se precipitó hacia su propia bolsa antes de que nadie pudiera decidirse por ella! Aunque el sorprendido iba a ser él, pues cada uno se abalanzó sobre su propia bolsa; feliz de recuperarla. ¿Qué había pasado? Por primera vez, cada uno había visto las miserias y los sufrimientos de los demás, y sus bolsas eran igual de grandes, ¡si no mayores!

El segundo problema era que se habían acostumbrado a sus propios sufrimientos; luego ¿para qué quedarse con los de otro? ¿Quién sabe qué clase de sufrimientos habrá en la bolsa? ¿Por qué tomarse la molestia? Con tus sufrimientos, al menos, estás familiarizado; te has acostumbrado a ellos y te resultan soportables. Los has soportado durante muchos años, ¿por qué optar por lo desconocido?

Y todos regresaron felices a casa. No había cambiado nada: volvían con el mismo sufrimiento; pero todos estaban alegres, felices y sonrientes por estar de vuelta con su propia bolsa.

 

Por la mañana, rezó a Dios en estos términos: «Gracias por el sueño; nunca más volveré a pedir nada. Me des lo que me des, será lo más indicado para mí; por eso me lo habrás dado».

Caridad

Todas las religiones han servido a los pobres durante miles de años; pero la pobreza sigue aumentando. ¿Qué clase de servicio es ése? Después de miles de años, la pobreza tendría que haber desaparecido. Lo que hacen, en realidad, es alimentar la pobreza.

El verdadero servicio sería decir a los pobres: «estáis siendo explotados y tenéis que rebelaros contra los intereses creados». A menos que los pobres comprendan que la culpa de su pobreza es de unos pocos que los explotan; que les chupan la sangre… No es por culpa de sus vidas pasadas ni de sus malas acciones, sino del sistema social que descansa en la explotación.

Las religiones tienen que darse cuenta de que han estado prestando ese servicio durante siglos y, ¿cuál ha sido el resultado? Como el árbol se conoce por el fruto, si el fruto es infame, el árbol no será muy apreciado. Servicio resulta ser una hermosa palabra para ocultar una estructura social explotadora. Suena tan bien –servir a los pobres–… parece una gran virtud.

Ahora bien, ¿por qué sigue habiendo sobre todo pobres? ¿Quién los ha convertido en pobres?

Por un lado, vais sirviendo a los pobres y convirtiéndolos en católicos. El servicio no es servir a los pobres, el servicio consiste en aumentar el poder de la iglesia católica. Vais buscando huérfanos para convertirlos. ¿Cómo han llegado los católicos a ser seiscientos millones?, pues sirviendo a los pobres. El servicio tiene una finalidad.

Si realmente estuvieses interesado en acabar con la pobreza, combatirías sus raíces. Sólo tratáis los síntomas. ¿Cómo vas a ayudar a los pobres dándoles ropa o comida? Lo único que harás es mantenerlos en el nivel de subsistencia, permitiendo que los intereses creados los sigan explotando. ¿Ves el círculo vicioso?

Los capitalistas van haciendo donaciones a la iglesia y la iglesia va ayudando a los pobres, cuanto menos a sobrevivir, porque los trabajadores y los esclavos son necesarios. Incluso los esclavos eran alimentados por sus amos, y eso no era servicio. Si no das de comer a tu caballo, si no alimentas a tu vaca, perderás mucho dinero. Si no diese de comer a los pobres, el capitalismo desaparecería. ¿Quién trabajaría para él? ¿A quién explotaría?

Se trata, por tanto, de un juego muy ingenioso. El rico dona una pequeña parte del producto de su explotación a la Iglesia, y ésta mantiene a los huérfanos, los aborígenes y los pobres en el nivel de subsistencia. Los necesitan vivos, pues sin ellos todo el sistema se vendría abajo.

De modo que, por un lado, el capitalista dona dinero a la Iglesia para caridad, y por otro sigue explotando a los pobres. Y en medio de los dos, el sacerdote se lleva su porcentaje –es un intermediario–, con el que vive espléndidamente. Hay millones de misioneros por todo el mundo; pero sirven a los explotadores en nombre del servicio.

Carisma

¿Has observado alguna vez que cuando un político está echando una arenga rodeado de millones de personas que están pendientes de él, se produce un orgasmo sutil? Se siente feliz: hay tanta gente dirigiendo su atención hacia él, tanta vitalidad desbordando hacia él y tantas vibraciones corriendo hacia él, que se mezclan con las suyas y se produce un gran orgasmo. Se pone radiante; resplandece. Cuando un político es derrotado o sufre algún revés, todo el esplendor y todo el carisma desaparecen. Si ves a un político fracasado –por ejemplo: si ves a Richard Nixon en la actualidad–, te quedarás sencillamente asombrado de cómo ese hombre que fue tan poderoso ha podido volverse tan impotente. Todo el carisma ha desaparecido. ¡Pobre Nixon…!, ¿qué se ha hecho aquel hombre que fue tan poderoso? La energía que fluía hacia él ha dejado de fluir y el orgasmo ya no se produce. Ha perdido a su amada: la amada era la multitud; tenía una aventura con la multitud y ahora todo se acabó. Cuando han fracasado, los políticos parecen vacíos; cuando triunfan, se ven tan pletóricos…

Castigo

Somos castigados con nuestro pecado; no por nuestro pecado.

El castigo es el propio pecado. Si comes demasiado, sufres; si abusas de la bebida, sufres. Pero no es que el sufrimiento venga después, que sea una consecuencia. No, el sufrimiento está en el propio acto. Te lo diré de otra manera: somos castigados con el pecado; no por el pecado. Ese “por” ha causado muchos problemas al hombre porque “por” quiere decir “en el futuro”, tal vez en otra vida. ¿Y quién se preocupa por el futuro? Cuando llegue el momento ya haremos todo lo posible por evitarlo. Podemos confesarnos con el cura o ir a darnos un baño en el río Ganges para librarnos del pecado o buscar un santo que nos bendiga. Siempre se puede encontrar alguna estratagema; pero lo que yo digo es que no sois castigados por el pecado, sino con el pecado. Así que no hay manera de librarse de él.

Si comes demasiado, vas en contra de la naturaleza, e inmediatamente… el castigo. El castigo es instantáneo, no llega más tarde: está ahí y en ese momento; es inmediato. De modo que nadie puede evitarlo. Si quieres evitarlo, más vale que seas muy, muy consciente para no cometer el pecado.

El pecado es una forma de inconsciencia. Te enfadas y sufres por la propia ira, no por lo que venga después. La ira es fuego; la ira es veneno. Te envenena todo el sistema: te altera la salud, te trastorna la mente, te perturba la tranquilidad y te conmueve el alma, y luego se te queda pegado durante varios días. Hay que dejar que el trastorno remita; pero antes de que remita te enfadas de nuevo, y entonces se vuelve crónico. Se te queda pegado.

Mi opinión es que el castigo está en el propio acto, como también, por supuesto, la recompensa. Si eres amable, es el paraíso; si eres odioso, el infierno.

Catarsis

Ante todo hay que liberar al gorila, es decir, todas las represiones que hacen de ti un gorila. Sacar al gorila de tu ser es la más profunda de las purgaciones: la mayor de las catarsis. Y cuando toda la animalidad haya salido de ti, la condición de buda no estará lejos; apenas a un paso.

La condición de buda es tu derecho de nacimiento, y el gorila únicamente tu condicionamiento. La sociedad te dice continuamente que te reprimas, y la parte reprimida de tu ser no tarda en hacerse tan grande que te encuentras sentado en un volcán que puede entrar en erupción en cualquier momento; antes de que lo haga, es mejor liberarlo.

Así que primero sé un gorila; intensa y plenamente un gorila.

Antes de alcanzar las cumbres, tendrás que deshacerte de gran cantidad de basura y equipaje que has estado acarreando durante vidas y más vidas. He dispuesto mis meditaciones de tal modo que primero hay que purgar el gorila. Eso es lo que ocurre durante la Meditación Dinámica: permites que tu gorila se libere; sin inhibiciones. Si mantienes al gorila en tu interior, todo el mundo estará contento contigo; pero el gorila seguirá dentro y nunca estarás en paz. Lo que te digo es que lo dejes salir; se desvanecerá en el aire y lo que quedará tras él es puro espacio.

Ceguera

Todo el mundo puede decir que hay claridad y un arco iris en el cielo, y está saliendo el sol; pero si tengo los ojos cerrados, ¿qué sentido tiene para mí? El arco iris, los colores, el amanecer: todo eso es inexistente para mí, pues tengo los ojos cerrados; soy ciego. Si les presto demasiada atención y empiezo a creer demasiado en ellos, y, tomando prestadas sus palabras, me pongo a hablar también del arco iris que no he visto, de los colores que no puedo ver y del amanecer que no forma parte de mi experiencia, puedo acabar perdiéndome en la selva de las palabras.

Más vale decir: «Soy ciego, no distingo ningún color ni he visto ninguna luz, de modo que, a menos que se me abran los ojos, el sol no existe ni puede existir el amanecer». Insiste, hasta que puedas basarte en tu mirada. No te cargues de libros, pues no hablan más que de arcos iris vistos por otros y amaneceres que otros han experimentado.

Celebración

¿Te has preguntado alguna vez por qué en todo el mundo, en cada cultura y en cada sociedad, hay unos pocos días al año destinados a la celebración? Esos días de celebración son tan sólo una compensación, pues dichas sociedades han eliminado toda celebración de tu vida; pero si no te ofrecen nada en compensación, tu vida puede convertirse en un peligro para la cultura. Toda cultura tiene que darte alguna compensación para que no te sientas abocado al sufrimiento y la tristeza; pero tales compensaciones son falsas.

Los petardos y las luces no consiguen hacer que disfrutes. Sólo son para los niños; para ti son nada más que una molestia, mientras que en tu mundo interior puede haber un festival ininterrumpido de luces, canciones y placeres.

No olvides nunca que la sociedad te compensa cuando le parece que lo reprimido puede estallar en una situación peligrosa si no es compensado. La sociedad encuentra un modo u otro de permitirte que dejes salir lo reprimido, pero eso no es verdadera celebración, por lo que no puede ser auténtica.

La verdadera celebración emana de tu vida, está en tu vida y no puede ajustarse a ningún calendario; como que tengas que celebrar el primero de noviembre. Es curioso: eres desdichado todo el año y, de pronto, el primero de noviembre dejas de sufrir y te pones a bailar. O el sufrimiento era falso o lo es el primero de noviembre; ambos no pueden ser auténticos. Y una vez que ha pasado el primero de noviembre, vuelves a tu agujero negro: cada cual con su sufrimiento; cada cual con su ansiedad.

La vida ha de ser una celebración continua; un festival de luces durante todo el año.

Celos

El amor es el aliento del alma. Cuanto más amas, más alma tienes. Así que no seas celoso; no trates de limitar a nadie ni de monopolizar el amor. Hay ciertas cosas que no pueden ser monopolizadas.

Ves un pájaro volando en el aire y te parece hermoso: es libertad, alegría. Puedes atrapar al pájaro y encerrarlo en una hermosa jaula dorada; pero ¿crees que es el mismo pájaro? Aparentemente sí, pero en realidad no es el mismo.

¿Dónde queda la libertad? ¿Dónde están esas magníficas alas balanceándose en el aire? ¿Dónde están el cielo inmenso y la libertad sin límites? ¡Se lo has arrebatado todo al pobre pájaro y estás convencido de haberle dado una amplia y preciosa jaula de oro de veinticuatro quilates! Lo que has hecho es matarlo.

Eso es lo que ha pasado con el amor. El pájaro volando libremente en el cielo es una preciosidad, pero el pájaro en una jaula está acabado; su espíritu está muerto. Todavía respira, pero debe de estar soñando en la libertad de aquellos magníficos momentos en que se elevaba cada vez más alto en el cielo… o en aquellas hermosas mañanas… en la salida y la puesta del sol. Se lo has arrebatado todo.

El amor es un pájaro. Déjalo en libertad y no trates de monopolizarlo, pues en cuanto lo monopolizas, muere. Ésa es la razón por la cual, a pesar de que todo el mundo va diciendo «te quiero», no parece que haya amor en ninguna parte.

El motivo principal es que no hemos dejado en libertad al amor.