El ABC de la iluminación

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Ambición

Las ambiciones son contagiosas. Evita a la gente ambiciosa o de lo contrario un poco de su fiebre acabará por infectarte; por afectarte. Puede que empieces a moverte en una dirección que no es la tuya o que empieces a hacer cosas que jamás creíste que llegarías a hacer; pero caíste en ciertas compañías…

No tienes más que echar un vistazo a tu vida: casi toda es accidental. No es esencial, sino accidental. Tu padre quiso que fueses médico y por eso eres médico. Ahora bien, ambicionaba que su hijo llegase a ser un médico famoso y colmó su ambición. Te utilizó como un medio para colmar su ambición. Eso no es amor, es explotación.

La ambición es la causa fundamental de la locura.

Trata de entender tu ambición; tus esfuerzos por ser alguien en el mundo acabarán por volverte loco. No seas nadie y se habrá acabado el problema. Renuncia a la ambición y empieza a vivir, pues el ambicioso no consigue vivir; siempre lo pospone. Su verdadera vida siempre será mañana, y el mañana nunca llega. El ambicioso no puede por menos que ser agresivo y violento, y la persona agresiva y violenta acabará inevitablemente loca.

La persona no ambiciosa es pacífica, cariñosa y compasiva. La ambiciosa siempre tiene prisa; siempre va corriendo: precipitándose hacia algo cuya presencia intuye vagamente, pero que nunca alcanzará. Es como el horizonte, que no existe; sólo lo parece. La persona no ambiciosa vive aquí y ahora, y estar aquí y ahora es estar cuerdo. Estar completamente en el momento es estar en tus cabales.

Amor

El amor no ha de ser tan sólo una relación; ha de ser un estado del yo. Cada vez que te enamoras de alguien, a través de ese alguien te enamoras del Todo. Y si realmente acontece el amor, descubrirás que de repente empiezas a amar a los árboles y a los pájaros y al cielo y a la gente. ¿Qué ocurre exactamente cuando te enamoras de un hombre o de una mujer? Cuando te enamoras de una mujer te enamoras de todas las mujeres. Esa mujer no es más que una representante: un ejemplo de todas las mujeres que en el mundo ha habido, hay y habrá; una puerta abierta a todas las mujeres. Pero la mujer no es sólo una mujer, es asimismo un ser humano, luego te has enamorado de todos los seres humanos. Pero la mujer tampoco es sólo un ser humano, también es un ser y, por lo tanto, te has enamorado de todos los seres. Si alguna vez te enamoras, te sorprenderá descubrir que tu energía amorosa se proyecta sobre todo lo que encuentra. Ése es el verdadero amor.

Amor propio

Nos han enseñado a censurarnos a nosotros mismos; nos han enseñado que somos despreciables. Nos han dicho de mil y una maneras que somos porquería, y eso ha entrado a formar parte de nuestra educación.

El primer paso es respetarte a ti mismo pues, si no te respetas a ti mismo, no podrás respetar a nadie más en el mundo.

Ámate a ti mismo, pues, si no eres capaz de amarte a ti mismo, no podrás amar a nadie más. Y si no puedes amarte a ti mismo, ¿cómo podrá amarte alguien? Cuando no hay amor ni respeto por tu propio ser, la vida se convierte en un desierto, pues sólo mediante el amor y el respeto puedes hacer que brote un jardín de tu propio ser y que empieces a aprender a tañer el arpa de tu propio corazón. Uno empieza a aprender a ser más poético, elegante, estético y sensible… pues la vida es una gran oportunidad que no hay que dejar escapar; un tesoro que no hay que dilapidar.

Así pues, el primer paso, y el más fundamental, es amarte y respetarte a ti mismo. Pero eso no quiere decir que te conviertas en un egoísta. Amarte a ti mismo no es crearte un ego. Tanto los árboles como los pájaros se aman a sí mismos y no tienen ego.

Androginia

Cada ser humano es a la vez hombre y mujer; pero se identifica únicamente con una parte de su ser. Crees ser un hombre pero dentro de ti hay también una mujer esperando a ser reconocida, acogida y aceptada. Pero te empeñas en negarla. Afirmas: «Soy un hombre». Acabarás desequilibrado. Si eres una mujer, también tienes a un hombre aguardando en tu interior, pero reniegas de él. De ese modo nunca llegarás a ser un todo; te quedarás escindido para siempre. Existe un punto de la conciencia, la comprensión o la percepción en que el hombre y la mujer que llevas dentro coinciden y se mezclan hasta disolverse el uno en el otro. Es lo que William Blake llamó el “matrimonio interior”, por el cual te conviertes en andrógino; hombre y mujer al mismo tiempo. En la India tenemos un símbolo perfecto para representarlo: Ardhanarishwar. Son estatuas de Shiva en las que una mitad del cuerpo es masculina y la otra mitad femenina. Es al mismo tiempo el amante y la amada; el yin y el yang. Es el andrógino.

El mismo tipo de unión entre opuestos se produce continuamente en múltiples direcciones y dimensiones. La necedad y la sabiduría son dos polaridades. Si eres sabio, pero niegas tu necedad, no eres sabio del todo, pues una parte de ti aún no ha sido absorbida. Una parte de ti anda rondando a tu alrededor; aún no se ha convertido en parte integrante de ti. Si eres necio y piensas que eres necio, estás negando y suprimiendo al sabio que llevas dentro. El sabio es ambas cosas y, sin embargo, ninguna. Las trasciende ambas, de modo que puede afirmarse que no es ninguna; pero como en él las dualidades han desaparecido convertidas en una nueva síntesis, se le puede llamar asimismo de las dos maneras.

Ángeles

Nadie cree en el sol o la luna porque existen. La gente cree en dios, los ángeles, los demonios y en esto, lo otro y lo de más allá porque no existen. Simplemente te montas sistemas de creencias a las que aferrarte.

Angustia

En todo corazón hay una gran angustia: la angustia de no conocerse a sí mismo, de no saber de dónde venimos ni a dónde vamos ni quiénes somos ni qué es la vida en realidad. «¿Cuál es el significado de la vida?»: ésa es nuestra angustia y nuestra congoja.

La vida parece sumamente fútil y carente de todo significado; pura repetición mecánica. No paras de hacer las mismas cosas una y otra vez. ¿Para qué? La angustia viene de que el hombre se siente muy accidental; como si no fuese importante. Y el hombre no puede vivir a menos que perciba que tiene algún sentido, que aporta algo significativo al mundo, que la existencia le necesita y no es tan sólo un fenómeno inútil; que no es accidental sino necesario, que está cumpliendo con algo tremendamente importante. A menos que uno sienta eso, está perdido.

Los pensadores existencialistas han hecho famosas muchas palabras. Una de ellas es angustia; la angustia es sufrimiento espiritual. No todo el mundo la siente. La gente es tan lerda, tan estúpida y tan mediocre que no siente angustia, sigue haciendo sus cositas durante toda la vida y se muere. Viven y mueren sin llegar a saber qué es realmente la vida.

De hecho, la gente descubre por primera vez que estaba viva cuando está a punto de morir; el contraste con la muerte los hace despertar: «He perdido una oportunidad». Ése es el dolor de la muerte. No tiene nada que ver con la muerte directamente, sino sólo indirectamente. Cuando uno se muere, siente un gran dolor; pero ese dolor no tiene ninguna relación con la muerte. El dolor es: «Estaba vivo y ahora todo se acaba sin que haya logrado hacer nada importante. No he sido creativo. No he sido consciente: he vivido mecánicamente, como un sonámbulo».

Anhelo

El deseo es objetivo; el anhelo no. El anhelo se refiere a lo que tiene ganas de explotar dentro de ti. Es interior; subjetivo. Si una rosa quiere convertirse en loto, es un deseo; pero si la rosa desea ardientemente llegar a ser una rosa, es un anhelo. Si la semilla quiere brotar y convertirse en un árbol es un anhelo. Es perfectamente admisible; es como debe ser. Pero si la semilla quisiera convertirse en una mariposa, sería un deseo.

El deseo es absurdo; el anhelo es existencial. El anhelo es bueno; el deseo es peligroso, y como la diferencia es tan sutil, conviene estar muy alerta.

Anhelo es la eclosión de lo interno; deseo es la acumulación de lo externo. El hombre desea dinero; el hombre anhela la meditación. El hombre desea poder; el hombre anhela la pureza. El hombre desea conocimiento; el hombre anhela la conciencia. El hombre desea el mundo; el hombre anhela a Dios.

Todo lo que en ti es intrínseco, es anhelo. Desvía tus energías del deseo hacia el anhelo. El anhelo es realización.

Anticristo

Cuando creamos una ficción, tenemos que crear la antificción. Los cristianos hablan de la llegada del anticristo. En primer lugar, Cristo era un pobre tipo inculto y un poco antojadizo: montado en su burro y predicando a un puñado de idiotas, que siempre los hay disponibles. Además, en toda su vida no pudo encontrar más que una docena de seguidores. Por eso los cristianos tuvieron que crear la idea del anticristo, pues sólo entonces Jesús se convierte en un Cristo verdadero: un auténtico salvador que te salvará del anticristo. Han transcurrido dos mil años y nadie ha encontrado a ningún anticristo. Muchos son los que la cristiandad ha condenado como anticristos, pero es precisamente a través de esa condena como se cumple el deseo de hacer de Cristo una realidad.

El sacerdote es el anticristo, el papa es el anticristo y los miles de misioneros católicos y protestantes son los anticristos. ¡El anticristo ya ha aparecido! El primer anticristo fue Pedro, el fundador de la Iglesia. En realidad ha hecho mucho más daño Pedro, el primer papa, que Judas. Judas contribuyó enormemente a la obra de Cristo: si Judas no hubiese vendido a Jesucristo a sus enemigos, puede que ni siquiera hubieses oído hablar de él. Si Jesús entró a formar parte de la conciencia humana fue gracias a la crucifixión. Judas no es realmente su enemigo. De hecho, George Gurdjieff solía contar una historia muy bonita –¡de su propia invención, por supuesto!–. Pero las historias inventadas por personas como George Gurdjieff tienen un inmenso significado. Solía decir que Judas vendió a Jesús por treinta rupias de plata –por sólo treinta rupias de plata– a sus enemigos, ¡pero a petición del propio Jesús! Fue un mandato suyo; él se lo ordenó a Judas. Y, por supuesto, siendo como era un discípulo fiel, no podía decir que no. Con lágrimas en los ojos y el corazón desgarrado cumplió su mandamiento, lo cual parece tener también una cierta relevancia, pues cuando Jesús fue crucificado, todos los discípulos huyeron; salieron corriendo. Nadie sufrió tanto como Judas. Judas se suicidó al día siguiente, antes de veinticuatro horas. No podía vivir sin Jesucristo.

 

Sólo es una historia, pero hay algo sobre lo que conviene meditar: Judas no perjudicó la causa de Jesús; él no es el anticristo, sino los llamados seguidores: las personas que fundaron la cristiandad; ellos sí que son el anticristo.

Apego

Nos apegamos con mucha facilidad y nos apegamos a casi todo. La vida es un devenir: nada se mantiene inalterable; pero esperamos y deseamos que nada cambie. En el mundo hay tanta frustración porque todas nuestras esperanzas quedan insatisfechas. Cada esperanza lleva aparejado un desastre.

Apego significa aferrarse a algo, deseando que nunca deje de ser como es. Pero eso es pedir lo imposible. El joven quiere permanecer joven para siempre, pero eso es imposible; más tarde o más temprano tiene que envejecer. Pero la vejez, más que proporcionar alegría, comporta sufrimiento, cuando, por el contrario, debería ser la culminación misma de la vida. Debería ser la cumbre más alta, coronada de nieve, pero es un agujero negro. Es un agujero negro porque nos hemos aferrado a la juventud. Nos aferramos al cuerpo, pero llegará un día en que el cuerpo desaparecerá. Habítalo, ámalo, respétalo y cuídalo, pero no te apegues a él. Recuerda que es una posada: un alojamiento para una noche; pero hay que partir por la mañana.

Y lo mismo ocurre con todo. Te enamoras de una persona, te apegas a ella y acto seguido empieza el sufrimiento. Te vuelves posesivo, pues temes que se enamore de otra persona; empiezas a ponerle trabas, a obstruir su libertad y a reducirla a un objeto. Todo el amor y el respeto empiezan a desvanecerse y dejan paso a un enfrentamiento continuo entre dos egos. Tú quieres poseerle a él y él quiere poseerte a ti. ¿Cómo puede haber amor en esa guerra constante? El apego destruye el amor; es veneno para el amor.

Ama profundamente, intensamente, pero no mezcles la posesión ni los celos. A buen seguro que aparecerán, si te apegas. El mayor arte que hay que aprender en la vida es a flotar sin apegos; a pasar por la vida sin resultar afectado por nada. Las cosas vienen y van, pero tú permaneces absorto en tu yo: concentrado y sereno.

Apertura

En un puño no hay espacio, mientras que en una mano abierta cabe la totalidad del cielo; pero sólo en una mano abierta. El significado es muy sutil, pero a la vez muy hermoso: si tratas de agarrarlo, lo pierdes, y si no lo intentas, sigue allí. Si no lo intentas, en tu mano tienes nada menos que la totalidad del cielo. Si tratas de agarrar el cielo, haciendo de tu mano un puño, todo desaparece.

Aprendices

Dicen que un adepto al zen no pierde nunca la mentalidad de aprendiz; nunca se convierte en un experto. Está dispuesto a aprender y no se cierra, sino que permanece vulnerable y abierto. Si tienes algún mensaje que transmitirle, no dice de buen principio que «ya lo sabe todo». La expresión mentalidad de aprendiz es muy importante.

¿Has tenido ocasión de comprobarlo? Cuando empiezas a hacer algo por primera vez, sientes una gran alegría. Cuando aprendes a conducir, por ejemplo: ¡disfrutas tanto…! pero al cabo de un mes, cuando ya has aprendido, la alegría se desvanece y se vuelve aburrido; pura rutina. Sigues conduciendo, pero ya no escuchas el zumbido del motor ni notas la corriente de aire ni observas el funcionamiento rítmico del coche. Ya no ves nada: ni los árboles ni los pájaros ni el sol; nada. Al principio, durante unos días, fue como una luna de miel: una luna de miel con el coche.

Y lo mismo ocurre con todas nuestras experiencias. ¡Al principio todo parece tan hermoso…! Te enamoras de una mujer y todo es tremendamente hermoso: increíble; pero al cabo de unas cuantas semanas todo se ha desvanecido: se ha acabado. Te encuentras en un callejón sin salida y buscas otra mujer, u otro hombre. ¿Qué ha ocurrido?, pues que has perdido la mentalidad de aprendiz.

La mente del aprendiz es una mente inocente; una mente ignorante. Mentalidad de aprendiz significa saber que no sabes nada. Como eres consciente de que no sabes nada, estás dispuesto a aprender: accesible y abierto. Pase lo que pase, tienes curiosidad por saberlo todo y te intrigan cada momento y cada matiz. Estás exultante, y pronto te conviertes en un experto. El día en que te vuelves un experto, el aprendizaje termina y empiezas a acumular saber.

Por eso, un verdadero hombre de conocimiento no pierde nunca la mentalidad de aprendiz. Nunca se convierte en un experto; nunca deja de aprender.

Aprendizaje

El conocimiento es prestado; el aprendizaje es tuyo. El conocimiento es a través de las palabras, el lenguaje y los conceptos; el aprendizaje es a través de la experiencia. El conocimiento siempre es finito: lo sabes; está completo. El aprendizaje nunca está completo. Nunca se completa; siempre está en marcha. El aprendizaje es un proceso: uno aprende y aprende, y hasta el último momento no cesa de aprender.

Armonía

No tienes más que verlo, todo es armonioso. Los árboles se balancean al viento; hay armonía. No luchan contra el viento, sino que bailan con él. Las estrellas se desplazan en tremenda armonía. Esta vasta existencia es como una gran orquesta: cada cosa concierta con todo lo demás. No hay conflictos, divisiones ni discordancias.

Sólo el hombre se puede considerar aparte porque tiene conciencia, y la conciencia te proporciona una alternativa. O te consideras distinto y caes en el sufrimiento y el infierno, o tratas de comprender la unidad y, de repente, surge la felicidad. Ser uno con el Todo es maravilloso; estar separado del Todo es sufrimiento.

Arrepentimiento

El término inglés “repent” (arrepentirse) precisa una explicación, pues ha sido mal interpretado a lo largo de muchos siglos. Jesús repite una y otra vez: «Arrepentíos»; pero no para de decir: «¡Arrepentíos! ¡Arrepentíos, que el fin del mundo se acerca!». La traducción del griego al inglés de las enseñanzas de Jesús supuso una gran calamidad para muchas palabras. La palabra “arrepentirse” es una de las que más lo padecieron. Se trata de una traducción del término griego “metanoia”, que significa volverse hacia adentro; “metanoia” significa meditación. “Arrepentirse” también significa retorno: retorno al origen. No tiene nada que ver con la idea de arrepentimiento que te han enseñado en las iglesias o que te han inculcado los sacerdotes. Arrepentirse no tiene nada que ver con el arrepentimiento. Arrepiéntete significa: «¡Vuélvete hacia dentro! ¡Regresa! ¡Vuelve al origen de tu yo! ¡Vuelve al centro mismo de tu yo!».

Arte

La paradoja del arte estriba en que primero tienes que aprender su disciplina y luego olvidarte completamente de ella. Si no sabes el ABC, no serás capaz de profundizar mucho en él. Pero si sólo conoces la técnica y no haces otra cosa que ponerla en práctica durante toda tu vida, podrás llegar a ser muy hábil técnicamente, pero no dejarás de ser un técnico; nunca llegarás a ser un artista.

En el zen se dice que si quieres ser pintor, tienes que pasarte doce años aprendiendo a pintar y luego doce años olvidándolo todo acerca de la pintura. Olvidarla completamente, como si no tuviese nada que ver contigo. Durante doce años medita, corta leña o saca agua del pozo; haz cualquier cosa, pero no pintes.

Y por fin, un día serás capaz de pintar. Veinticuatro años de formación: doce años formándote para aprender la técnica y doce años formándote para olvidarla. Después ya puedes pintar, la técnica ha entrado a formar parte de ti. Ya no se trata de un conocimiento técnico, sino que ha pasado a ser parte de tu sangre, de tus huesos y de tu médula. Ahora puedes ser espontáneo; ya no te pondrá trabas ni te aprisionará.

Arte objetivo

Arte objetivo significa algo que te ayuda a centrarte; que te ayuda a estar más sano y más integrado. Si contemplas el Taj Mahal en luna llena, te sumergirás en un espacio muy meditativo. Contemplando una estatua de Buda, con sólo que te sientes en silencio junto a una estatua de Buda, algo en tu interior quedará silencioso y sosegado; igual que Buda. Eso es el arte objetivo, y tiene una enorme importancia.

Pero el arte objetivo ha desaparecido del mundo porque han desaparecido los místicos. El arte objetivo sólo es posible cuando alguien ha alcanzado un plano superior de existencia; es obra de quienes han llegado a la cumbre. Pueden ver tanto la cima como el valle. Pueden ver tanto la culminación de la humanidad, su belleza, como su deterioro y su fealdad. Pueden otear al mismo tiempo las profundidades de los valles oscuros donde la gente se arrastra y las cimas iluminadas por el sol. Tienen la capacidad de crear ciertos mecanismos para ayudar a la gente que se arrastra en la oscuridad a alcanzar las cimas iluminadas. Su arte constituye un mecanismo para el crecimiento interior; para la madurez.

El arte moderno es pueril –no infantil, recuérdalo, sino pueril–; no inocente sino estúpido, insensato y patológico. Tenemos que deshacernos de esa tendencia. Hay que crear una nueva forma de arte, un nuevo tipo de creatividad. Debemos restituir al mundo lo que Gurdjieff llama el arte objetivo.