La venganza de un duque

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—Tía Holly, ¿estás segura de lo que vas a hacer?

Holly la miró y respondió:

—Por supuesto, cariño. Ese hombre no se va a burlar de ti. —Luego, se giró y empezó a caminar hacia la mansión.

Holly llegó a la puerta, llamó con la aldaba y el mayordomo no tardó en abrirle la puerta.

—¿Qué desea, señora? —preguntó Graves, enarcando las cejas.

—Soy lady Holly Pendelton. —Sacó una tarjeta del bolso, se la mostró y continuó diciendo—: Solicito una audiencia con su excelencia.

—Lo siento, milady, pero su excelencia no recibe visitas el día de hoy.

—Muéstrele mi tarjeta y verá cómo si me va a recibir.

—Espere un momento. —El mayordomo dejó la puerta entreabierta y fue a avisar al duque de esa inesperada visita.

Nolan se encontraba en el despacho consultando unos estados de cuentas que su administrador le había enviado por correo, cuando Graves llamó suavemente a la puerta, y entró portando una bandeja de plata con la tarjeta de Holly.

—Excelencia, perdonad que os interrumpa, pero en la puerta hay una dama que solicita hablar con vos. —Y le acercó la bandeja para que Nolan leyera la tarjeta.

Nolan se sorprendió de que la tía de Gina quisiera hablar con él y no sabía qué podía requerirle esa mujer. Después de pensárselo unos minutos, le dijo a Graves que la hiciera pasar, momento que él aprovechó para ponerse el antifaz porque estaba seguro de que Holly Pendelton lo reconocería.

El mayordomo regresó al despacho y anunció a Holly, luego le hizo una señal para que entrara. Ella entró e hizo una reverencia al noble, y le sorprendió ver que tenía el rostro cubierto por un antifaz.

—¿Desea tomar un té, lady Pendelton? —preguntó Nolan amablemente.

—No, excelencia. Lo que me ha traído aquí no me llevará mucho tiempo.

—Como usted desee. Graves, puedes retirarte. —El sirviente hizo una reverencia y salió de la estancia dejándolos a solas.

—Bien, lady Pendelton, ¿qué es lo que me quiere decir con tanta urgencia? —preguntó Nolan, divertido, que ni siquiera se había levantado por cortesía hacia la dama.

—Estoy al tanto de la sucia propuesta que le habéis hecho a mi sobrina, y quiero informaros de que ella no va a aceptar vuestras insinuaciones. No permitiré que la chantajee para ofrecerse a vos, a cambio de que nos permita seguir viviendo en nuestra casa.

Milady, y yo tengo que informarle de que si su sobrina no accede a mi propuesta, mañana me presentaré en su casa para desalojarlos a usted y a toda su familia.

—Mi sobrina no puede aceptar.

—¿Por qué?

—Porque está comprometida para casarse y está viajando para reunirse con su futuro esposo. Un noble de las tierras altas que ha pedido su mano en matrimonio, yo misma me reuniré con ella en los próximos días para ultimar los detalles de la ceremonia.

—No le creo ni una sola palabra, no pensará que me voy a creer esa sarta de mentiras, ¿verdad?

—Pensad lo qué vos queráis, excelencia, cuando queráis podéis ir a comprobarlo por vos mismo, así os daréis cuenta de que os estoy diciendo la verdad. —Holly hizo una reverencia y salió del despacho dejando a Nolan sorprendido. Gina había sido muy astuta para intentar librarse de él, y estaba más que decidido a encontrarla donde fuera y culminar su plan. Dejaría que Gina pensara que había ganado, solo así bajaría la guardia y él podría lograr lo que tanto ansiaba. En un principio había creído que Gina accedería a ser su amante para que su familia y ella no se quedaran sin su casa, ella quería jugar, pues muy bien, pero en ese juego solo iba a haber un vencedor y ese era él.

Cuando Holly salió del despacho, se encontró con el mayordomo que la acompañó hasta la puerta. Ya en la calle, por fin se permitió respirar aliviada, esperaba que el duque se hubiera tragado sus mentiras. Después, se puso a caminar hacia el carruaje, el cochero la estaba esperando con la portezuela abierta para que entrara en el interior del vehículo.

Dentro del carruaje, Gina se encontraba al borde de un ataque de nervios, porque no tenía ni idea de cómo le estaba yendo a su tía Holly con el malvado noble. Y esperaba de todo corazón que el plan que habían fraguado entre su tía y ella, saliera como deseaban.

Tan pronto Holly entró en el carruaje, Gina preguntó:

—¿Cómo ha ido todo, tía Holly?

—Enseguida te lo contaré, querida. Ahora lo importante es que nos pongamos en marcha cuanto antes. —Le indicó al cochero que ya era hora de emprender el viaje, ya que habían llevado el equipaje con ellas para no perder tiempo.

El carruaje se puso en marcha con un brusco bamboleo y poniendo rumbo al destino que había elegido para ocultarse.

—Ahora, cuéntame, ¿qué ha sucedido en la mansión?

—Todo ha salido como estaba planeado. —Holly soltó una carcajada—. Tenías que haber visto la cara de sorpresa que ha puesto cuando le he dicho que estabas comprometida para casarte y te encontrabas viajando para reunirte con tu prometido.

Gina también se rio, y respondió:

—Cómo me hubiera gustado verle qué cara se le ha quedado al altanero duque.

—Lo que importa es que te has librado de convertirte en su juguete por los pelos.

—Sí, tienes razón. Ahora espero que papá, Xavier y Jerome puedan evitar que nos quite nuestro hogar.

Holly puso la mano sobre la de su sobrina para darle ánimos, y respondió:

—Ya verás cómo sí. Ellos son hombres fuertes y no permitirán que ese malvado siga con sus planes de querer vernos arruinados.

—Gracias por todo, tía Holly, yo no hubiera sido capaz de enfrentarme sola a ese noble.

—Eres mi sobrina, y te defenderé de quien haga falta. Lo que sí me sorprendió...

—¿Qué?

—Ese hombre llevaba puesto un antifaz.

—Sí, a mí también me sorprendió que lo llevara puesto cuando le fui a ver, puede que tenga el rostro desfigurado y sea para cubrir alguna cicatriz.

—Bueno, dejemos de pensar en él, Gina. En Éxeter estaremos a salvo una buena temporada.

Gina asintió, y se pusieron a charlar de temas más agradables mientras proseguían el viaje. Las horas fueron pasando y la noche empezó a caer. Encontraron una posada en un pequeño pueblo; a simple vista, el establecimiento se veía en buenas condiciones, y Holly asomó la cabeza por la ventanilla para ordenar al cochero que detuviera el carruaje en el patio de la posada. El cochero detuvo el vehículo, bajó del pescante y ayudó a las damas a apearse. Después de bajar el equipaje y acercarlo a la puerta de la posada, Holly pagó al hombre el recorrido, segura de que a la mañana siguiente encontrarían algún medio de transporte para continuar el viaje. Tras darle las gracias, el cochero subió de nuevo al pescante, puso en marcha el carruaje y se perdió en la espesura de la noche.

Gina y Holly entraron en el establecimiento y pudieron comprobar que era acogedor y que estaba limpio. Con las maletas en la mano, se acercaron al mostrador y Holly preguntó al posadero si tenía habitaciones libres. El hombre le respondió que le quedaba una habitación con camas dobles. Holly asintió y el posadero les entregó la llave, anunciándoles que la cena se servía dentro de media hora, y les indicó las escaleras para que subieran a la habitación el equipaje. Holly y Gina subieron a la planta de arriba, y entraron en la habitación que les habían asignado. No era una habitación grande, pero resultaba confortable y estaba limpia. Aprovecharon que había agua en el aguamanil para asearse y cambiarse de ropa antes de bajar a cenar.

Veinticinco minutos después, bajaron y una de las mozas que atendían en el local las acompañó al comedor. La joven les preguntó qué iban a tomar y les dijo que esa noche había para cenar empanada o codillo de cerdo al horno con patatas. Ambas pidieron limonada para beber y se decantaron por el codillo. La chica no tardó nada en servirles la cena, y comprobaron que estaba sabrosa; luego, tomaron un té para que las ayudara a descansar mejor.

Tras beberse la infusión, Gina y Holly subieron a su habitación, mientras el comedor se iba llenando de huéspedes. Todavía era muy temprano, pero Holly le dijo a su sobrina que era mejor que se acostaran temprano, pues no sabía cuánto tiempo les iba a costar encontrar otro carruaje de alquiler a la mañana siguiente.

Ya acostadas, Holly no había tardado nada en quedarse dormida, pero Gina todavía permanecía despierta sin poder dormir. La imagen del duque aparecía en su mente para torturarla. Y no conseguía entender por qué no podía dejar de pensar en él y le afectaba tanto. Mentalmente, maldijo a ese hombre que se estaba adueñando por completo de su mente y de sus pensamientos. Y tenía que verlo como el canalla que era y que únicamente la quería para satisfacer su deseo. Pero algo se removía dentro de su pecho cuando pensaba en él. Y Gina no entendía qué le estaba pasando, cuando debería odiar con todas sus fuerzas al hombre que había llevado a su familia a la ruina y ahora quería quitarles su casa. Se removió incómoda en la cama diciéndose que tenía que sacar de su cabeza esos pensamientos que no la llevaban a ninguna parte, y que si estaba huyendo era precisamente para que él no lograra lo que pretendía de ella. Su tía y ella le habían demostrado que eran mucho más inteligentes que él, e iba a hacer todo lo posible para que no pudiera encontrarla y cumplir con lo que ese horrible noble pretendía de ella. Era una mujer decente y no iba a arruinar su reputación siendo su amante.

Como Nolan había dispuesto, a la mañana siguiente a las diez en punto, sus dos abogados se presentaron en la mansión para dirigirse a St. James House para desalojar a sus inquilinos. Nolan se subió al carruaje ducal y emprendió la marcha, mientras en otro carruaje lo seguían los abogados. Y no dejaba de pensar en cómo iba a disfrutar ese momento, y de paso, sabría si Gina se había ido como le aseguró su tía.

 

Cuando el carruaje se detuvo en la propiedad, por la ventanilla pudo apreciar el mal estado en que se encontraba la propiedad, y se alegraba de ver hasta qué punto había arruinado la vida de Gina y la de su familia, y tenía plena seguridad en que nunca se iba a arrepentir por ello; ella lo había despreciado y pisoteado sus sentimientos como si de un trapo sucio se tratara.

El lacayo que había acompañado al cochero en el pescante, bajó para abrirle a Nolan la puerta, él cogió el antifaz que había dejado en el asiento y con un eficaz movimiento se cubrió la cara, bajó del vehículo y se encaminó hacia la entrada de la casa seguido por sus abogados. Vernon ya había abierto la puerta nada más distinguir el carruaje ducal.

—Buenos días, excelencia, ¿qué os trae por nuestra humilde morada? —preguntó, mientras hacía una reverencia.

—Como estarás al tanto, sabrás perfectamente que hoy vence el plazo para que desalojéis la propiedad.

—¿Qué está pasando, Vernon? —los interrumpió Jerome.

—Sabes perfectamente a lo que vengo —respondió Nolan, sardónicamente.

—¡No tenéis derecho a hacernos esto, excelencia! —Jerome estaba empezando a enfadarse.

Nolan los miró desafiante, al tiempo que decía:

—Sí que puedo hacerlo, aquí están mis abogados para demostrar que estáis ocupando de forma ilegal una propiedad ajena.

—¡Eso es una vil mentira, no sé de qué sucia artimaña os habéis valido para lograrlo! ¡Pero de nuestra casa no nos vamos!

Xavier, que se encontraba en la biblioteca, oyó el griterío que se había formado en la puerta y salió a ver qué estaba pasando.

—¿Qué significan estos gritos, Jerome?

—Su excelencia viene a echarnos de la casa.

—¡No lo vamos a permitir! ¡Así que subíos a vuestro carruaje y largaos antes de que empecéis a tener serios problemas!

Nolan soltó una carcajada, eso enfureció a Jerome e intentó darle un puñetazo, pero Xavier lo detuvo a tiempo haciéndole ver que era un gran error y que los podían enviar a la cárcel.

—Sabia decisión —prosiguió diciendo Nolan—. Ahora quiero que todos los habitantes de esta casa salgan y se vayan. ¡Abogados, procedan!

—¡No os atreváis, imbéciles! —dijeron Jerome y Xavier, haciendo un frente común para evitar los avances. Poco después, llegó Willow y entre los tres hicieron todo lo posible para que el noble no se saliera con la suya.

Nolan se estaba cansando, y se negaba a creer que le habían ganado la batalla, por ahora no le quedaba más remedio que retirarse. Les lanzó una mirada de odio advirtiéndoles de que no iba a permitir que las cosas quedaran así. Luego se giró, e hizo un gesto a sus hombres para que se retiraran. Furioso, subió al carruaje y diciéndose que no iba a fallar en la última fase del plan.

Willow, Xavier y Jerome, respiraron aliviados cuando vieron que los carruajes abandonaban la propiedad. Entraron en el interior de la casa, fueron a la biblioteca y allí pidieron a Vernon que les sirviera una copa de brandy. El mayordomo asintió, todavía con el susto en el cuerpo, ya que, por unos instantes, había temido que el duque se saliera con la suya. Sirvió la bebida, mientras Xavier decía que habían ganado algo de tiempo y que su madre y Gina no habían tenido que presenciar la espantosa escena que se había producido con ese maldito hombre.

Mientras el carruaje avanzaba, Nolan pensaba en Gina, y no había podido saber si de verdad se había ido de viaje como afirmaba su tía. Y se juró así mismo que él la encontraría donde fuera que se estuviera escondiendo, porque ahora tenía más claro que nunca que estaba huyendo de él, y qué equivocada estaba si creía que lo podía engañar tan fácilmente.

Holly y Gina se levantaron tan pronto el alba empezó a despuntar sobre el horizonte, se asearon, se vistieron, recogieron el equipaje y bajaron a desayunar. Tras un copioso desayuno, Holly pagó la cuenta al posadero y le preguntó si había una cuadra cercana donde se pudiera alquilar algún carruaje, el hombre les dijo que había una a unos quinientos metros de distancia, le dieron las gracias y salieron del establecimiento siguiendo las instrucciones del dueño.

Cuando llegaron, preguntaron al jefe de cuadra si tenían algún carruaje para alquilar, el fornido hombre les dijo que estaban de suerte, ya que solamente le quedaba uno disponible. Tras pagar lo acordado, el cochero subió el equipaje y ayudó a las damas a subir al vehículo; minutos después, emprendían la marcha hacia Éxeter.

Fue entonces, cuando Gina preguntó:

—Tía Holly, ¿Graystone ya habrá ido a casa?

—Querida, no te angusties por eso, mis hijos y tu padre lo evitarán.

—Ojalá sea así. Me sentiría muy desgraciada si por mi culpa nos quedamos en la calle.

—Escúchame, Gina. Has hecho lo correcto, ninguna muchacha decente aceptaría esa denigrante proposición.

—Es cierto, y todavía me sigo preguntando por qué ese demonio se ha ensañado de esa forma con nosotros. No lo conocemos de nada y no sé qué diablos tiene en nuestra contra.

Holly se quedó unos minutos en silencio antes de responder:

—Cariño, no tengo ni idea, y tampoco tengo respuesta a tu pregunta.

—En Éxeter estaremos seguras, espero que para entonces Graystone se haya olvidado de todo.

—No lo creo, a un hombre solamente le hace falta que le nieguen algo, para querer lograrlo a toda costa.

Poco después, cambiaron de tema y hablaron de cosas mucho más agradables. Cuando entraron en el siguiente poblado, vieron que era día de mercadillo y bajaron a pasear entre los diferentes puestos, y pasaron una agradable mañana, en la que compraron algunos víveres para comer más tarde. Y la verdad es que Gina estaba disfrutando con la experiencia, porque por primera vez en muchos años se veía libre y sin preocupaciones en la mente.

Regresaron al carruaje y emprendieron la marcha. Más tarde pararían en algún descampado para comer. Gina se concentró en mirar por la ventanilla para observar el paisaje tan bello que pasaba ante sus ojos. Estaba feliz y deseosa de llegar a su destino y comenzar una nueva vida, y quizás allí podría conocer a un hombre del que poder enamorarse, casarse y ser feliz con él el resto de su vida. Y cuando regresara de nuevo a Londres lo haría del brazo de su flamante esposo. Una sonrisa iluminó su rostro con solo imaginárselo.

Para cuando Nolan llegó a la mansión, estaba tan furioso que tenía ganas de destrozarlo todo. Con mucho esfuerzo se contuvo, bajó del carruaje y con paso acelerado entró en la mansión. Pidió a Graves que no le molestaran y se encerró en el estudio. Allí se sirvió un vaso de whisky y se lo bebió de un trago, se acercó al escritorio, dejó el vaso vacío sobre el mueble con más fuerza de la necesaria, y se puso a dar vueltas por la estancia muy enfadado. Había estado a punto de lograr su venganza, y como un idiota había dejado que todo se le fuera de las manos. Tantos años analizando meticulosamente cada movimiento, para que ahora se hubiera dejado derrotar con tanta facilidad. Gina no sabía a qué poderoso enemigo se enfrentaba, y en cuanto la encontrara iba a ser mucho más cruel con ella por haber intentado burlarse de él, y no iba a descansar hasta que la tuviera nuevamente frente a él.

Después de varios minutos, por fin logró serenarse, y fue a sentarse al sillón tras el escritorio. No importaba el dinero que tuviera que invertir en la búsqueda de Gina St. James para encontrarla. Si era necesario, removería cielo, tierra y mar para encontrarla. No iba a permitir que la única mujer que se había burlado de él lo siguiera haciendo. Pero lo primero de todo, era hablar con un juez y pedirle una orden de desalojo para poder quitarles a esa gentuza lo único que les quedaba.

Se había convertido en un hombre duro y frío, porque una mala mujer había aplastado todas sus ilusiones de un plumazo, sin siquiera darle una oportunidad para poder conocerlo. Pero ahora las cosas eran diferentes, ya no era el muchacho pobre del pasado que había sido, ahora se había convertido en un hombre muy poderoso, poder del que se iba a valer para desquitarse de Gina. Ella siempre lo había mirado por encima del hombro, y haciéndole sentir insignificante.

Ahora lo imperante, era contactar con un buen detective que lo ayudara en la búsqueda de esa mujer. Encomendaría a Graves el encargo de contactar con el mejor detective de la ciudad, y diciéndose que la investigación tenía que dar frutos cuanto antes, ya que con Gina nunca sabía a lo que atenerse, y existía la posibilidad de que huyera incluso del país, y no podía darse ese lujo, si ella lograba salir, le sería mucho más difícil encontrarla, por no decir que sería imposible. No, eso no iba a suceder, Gina tenía que pagar y con creces por todos los desprecios del pasado y que seguían vivos en su memoria.

Se levantó del sillón y se acercó al cordón para llamar a Graves, y que le sirviera una taza de café bien cargado. El mayordomo no tardó nada en presentarse y cumplir las órdenes del duque. Nolan aprovechó para dar orden de que contactara con el mejor detective, y pensando que debía mantener la cabeza bien fría para poder pensar con claridad. Minutos después, estaba disfrutando de la cálida bebida, mientras observaba el paisaje a través de la ventana. Quisiera o no, Gina iba a caer irremediablemente entre sus brazos y en su cama. Cuanto más intentara ella evitarlo, más empeño pondría él, y por fin podría ver cumplido el sueño que había anhelado desde siempre.

Ahora que estaba mucho más tranquilo, se dijo que debía mantenerse firme para no perder el terreno que había ganado. En cuanto hablara con el juez, concentraría toda su atención en encontrar a Gina, allí donde se estuviera escondiendo, y porque había huido de él como la cobarde que era.

4

Ya habían pasado tres largas semanas, desde que Gina y Holly llegaran a Éxeter. Tres días después de su llegada, consiguieron que las contrataran para trabajar en la casa del conde Carling; Holly, como acompañante de la anciana madre del conde, y Gina, como doncella. Al principio, su tía se había opuesto a que su sobrina fuera una simple doncella, pero Gina le había hecho ver que necesitaban el trabajo para sobrevivir mientras permanecían en Ëxeter, y empleadas en la misma casa, tendrían una cama donde dormir y ahorrarían mucho dinero al no tener que pagar alquiler por una casa. Lord Aníbal y su esposa lady Vera, se portaban muy bien con las dos, pero con el hijo del matrimonio, las cosas eran muy diferentes, lord Jeremy Carling era un joven muy apuesto y se había encaprichado de Gina desde que la había visto, y no perdía ocasión para molestarla.

Ya era media mañana, y Gina se encontraba en uno de los dormitorios aireando la estancia y cambiando las sábanas de la cama, cuando Jeremy la increpó por la espalda, con un brazo la sujetó por la cintura, y con la mano que tenía libre le tapó la boca.

—Si sabes lo que te conviene, vas a hacer todo lo que yo te pida —le dijo al oído.

Gina intentó zafarse, y eso hizo que Jeremy se enfadara.

—¡Te he dicho que te estés quieta, me estás empezando a agotar la paciencia! —Y la apretó todavía más a su cuerpo.

Ella hizo un nuevo intentó de zafarse dándole una patada, pero falló en el intento.

Luego, la giró bruscamente y la empujó a la cama, después se tumbó sobre ella y empezó a levantarle la falda del uniforme.

Gina aprovechó ese momento para morderle la mano, flexionó la rodilla y golpeó a Jeremy en la entrepierna, él aulló de dolor mientras se doblaba, Gina se libró de él, se levantó de la cama y se alisó la ropa.

—¡Esto es para que aprenda que conmigo no se juega! —Y salió corriendo del dormitorio. En el pasillo se apoyó en la pared mientras intentaba tranquilizarse, pensando que no le quedaba más remedio que callar lo que había sucedido; si no lo hacía, su tía y ella se quedarían en la calle, y además, el hijo del conde diría que había sido ella la que había intentado seducirlo. Finalmente, logró tranquilizarse y continuó con sus quehaceres, diciéndose que de ahora en adelante debía tener mucha precaución y evitar quedarse a solas con Jeremy.

En el dormitorio, Jeremy seguía retorciéndose de dolor, al tiempo que decía:

—¡Esto no va a quedar así! ¡Vas a ser mía a como dé lugar!

Para alivio de Gina, el resto de la mañana no se volvió a encontrar con él, y preguntándose por qué había tenido que caer tan bajo, ella, que lo había tenido todo en la vida, y resultaba muy duro servir a personas que antes habían estado a su mismo nivel social.

 

Por culpa de Graystone, había tenido que huir de Londres como una fugitiva, y no iba a permitir que un canalla la deshonrara. Y de nuevo maldijo al duque porque todavía les seguía haciendo la vida imposible.

A la hora de comer, por orden de Patricia, el ama de llaves, otra doncella y ella sirvieron la comida al conde, a su esposa y a la anciana madre, Dolly, que estaba acompañada por Holly. Después de la comida, sirvieron té, y finalmente recogieron la mesa. Tras una pequeña comida en la cocina, Gina continuó con todo el trabajo que tenía que hacer.

Horas después de recoger la mesa de la cena, Gina se fue a su dormitorio a quitarse el uniforme, asearse y ponerse el camisón, como no tenía hambre, se tumbó en la cama y se puso a leer un rato para intentar distraerse y no pensar en nada. Ya apenas veía a Holly, pues a ella le habían puesto un pequeño camastro en los aposentos de la anciana.

Nolan había viajado a Éxeter, porque Danny Tramain, el detective que había contratado, le aseguró que la dama que buscaban se encontraba en la ciudad. Y ya llevaba casi una semana alojado en la suite del mejor hotel y todavía no sabía dónde se escondía Gina.

Ya pasaban de las diez y media de la noche, Nolan ya había bajado a cenar al restaurante del hotel, y ahora se encontraba en la suite dando vueltas de un lado a otro, tenía que encontrar a Gina, ella no se iba a burlar de él tan fácilmente. Danny le había dicho que estuvo preguntando en las casas que se habían alquilado durante las últimas semanas, pero ninguna de ellas fue alquilada por dos mujeres que encajaran con la descripción que Nolan le había proporcionado.

Luego, se acercó al mueble de las bebidas y se sirvió una copa de coñac, fue a sentarse al sofá y dio un sorbo a la bebida, y preguntándose qué más podría hacer para encontrar a Gina. Éxeter no era una ciudad tan grande, y ella no podía haberse esfumado de la faz de la Tierra. Y se dijo que seguiría buscándola hasta dar con su paradero. Gina había demostrado ser una mujer astuta, pero él le iba a enseñar que lo era mucho más, y que por mucho que intentara escapar de él, nunca lo iba a conseguir, porque la perseguiría hasta el mismísimo infierno si era necesario, porque Gina iba a pagar muy caro, e iba a disfrutar haciéndola pagar.

Se bebió el contenido de la copa, y entonces recordó que para esa noche se había organizado una partida de póquer en una de las salas del hotel. Se levantó del sofá, se recompuso la ropa y salió de la suite, decidido a pasárselo bien durante unas horas.

La suerte estaba de su lado, y a lo largo de la noche fue el ganador de la partida, aunque en esa ocasión no se había apostado dinero, simplemente había sido organizada para diversión de los caballeros que se alojaban en el prestigioso hotel.

Cerca de las tres de la madrugada, Nolan regresó a su suite. Allí se desvistió; en ese viaje había prescindido de su ayuda de cámara, ya que no tenía intención de quedarse para siempre en Éxeter. Luego, se puso el pantalón del pijama y se acostó en la mullida cama. Apagó la luz, y como estaba exhausto, poco a poco se fue quedando profundamente dormido, mientras la suave luz de la luna inundaba la habitación.

Y como otra noche cualquiera, soñó con Gina, con sus besos y sus caricias que tanto añoraba. Y Nolan era feliz porque ella le correspondía. Le encantaba sentir el tacto de la piel de ella sobre la suya, sus labios sobre los suyos y descubrir a qué sabían sus besos. Pero de pronto, el hechizo se rompió y Nolan despertó bruscamente y respirando con dificultad, diciéndose que solo había sido un sueño, pero demasiado real.

Separó las mantas de la cama, se sentó en el borde de la cama y se pasó las manos por el pelo, diciéndose que la obsesión por esa mujer lo estaba llevando a la locura, y si no la encontraba pronto y la hacía suya, acabaría volviéndose completamente loco. Y se negaba a creer que seguía enamorado de Gina, no, no lo podía estar, después de cómo ella lo había rechazado de forma tan cruel. Lo que sentía por Gina en esos momentos, era un deseo incontrolable por tenerla en su cama y poseerla. Y para lograrlo, tenía que encontrarla lo antes posible.

Para Gina, la noche no estaba pasando demasiado bien, y no podía pegar ojo, temiendo que Jeremy irrumpiera de un momento a otro en su cuarto para terminar con lo que había empezado esa mañana. Aunque tenía prohibido acercarse a los dominios de la servidumbre, Gina no se fiaba para nada, por eso había decidido pasar la noche con un ojo abierto y alerta. Sabía que a la mañana siguiente tendría un espantoso dolor de cabeza, pero eso era lo que menos le importaba, proteger su honra era mucho más importante que unas horas de sueño. Lo que no dejaba de preguntarse era hasta cuándo podría soportar esa situación, porque ella tenía conocimiento de que era la única sirvienta que Jeremy Carling violentaba y molestaba de la forma que lo hacía.

Cansada de dar vueltas en la cama, encendió la vela, hizo a un lado la ropa de cama, se levantó, se acercó a la ventana, descorrió la cortina, y se puso a contemplar la oscuridad de la noche a través del cristal. Pensando en que tenía que buscar una solución para evitar que Jeremy la siguiera molestando, pero por muchas vueltas que le diera al asunto, no encontraba una solución, ya que ella era una simple doncella y llevaba las de perder. Si se atrevía a decir una sola palabra, su tía y ella serían echadas a la calle como perros, y Gina tenía claro que no podía permitir que eso sucediera, tenían que permanecer en esa casa hasta que ahorraran el suficiente dinero para poder alquilar su propia vivienda.

Minutos después, cerró la cortina y regresó a la cama, se tumbó, se cubrió con las mantas, cogió el libro que había dejado sobre la cama y se dispuso a leer un rato, a ver si así la vencía el cansancio y lograba descansar el resto de la noche, pero la lectura no la atrapaba.

De repente, Graystone apareció en su mente. Se preguntó si él la estaría buscando o se habría rendido al darse cuenta de que no iba a conseguir nada de ella. Y esperaba de todo corazón que no la buscara y la dejara continuar con su vida tranquilamente. Pero tenía sus dudas al respecto, el duque no se había pasado tantos años intentando destruirlos para que de buenas a primeras se quedara tan tranquilo. Gina rezó de todo corazón para que ese malvado hombre se olvidara de ella para siempre, y por supuesto, que Jeremy Carling la dejara de molestar, solo así podría llevar una vida tranquila. Y, sobre todo, rezó por la familia que había dejado en Londres, para que su padre y sus primos se encontraran bien. No había sido fácil mentirles, pero era la mejor decisión que su tía y ella habían tomado, porque no quería que ellos fueran a reclamarle nada al duque, porque se podría ensañar con su padre y sus primos, y Gina jamás lo hubiera soportado.

A la mañana siguiente, a Gina no le quedó más remedio que tomarse varios analgésicos para eliminar el terrible dolor de cabeza que tenía, pues no había sido capaz de descansar en toda la noche, y necesitaba estar completamente despejada para poder desempeñar su trabajo.

Estaba acabando de vestirse, cuando una de sus compañeras llamó a su puerta.

—Gina, ¿puedo pasar?

—Adelante, Sandy. —La otra doncella abrió la puerta y entró.

—Buenos días, lady Vera, me ha enviado a buscarte porque quiere hablar contigo.

—¿Y qué quiere de mí? —preguntó, pero un escalofrío la recorrió de los pies a la cabeza, pensando que a lo mejor Jeremy la había delatado y la iban a despedir.