Liberando el Alma

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Acá te espero

Recorrieron esta noche mis pies

caminos solitarios solo para hallarte.

Largas calles. Árboles.

Árboles llenos de recuerdos.

Busqué en el aire tu voz,

creí que el viento la llevaría a mis oídos.

Busqué tus ojos en el cielo azul,

reflejados en él creí encontrarlos.

Mientras tanto, en mi inútil búsqueda,

el reloj seguía avanzando.

El sonido de las agujas inquietaba a mi alma dolida

que no encontraba tus brazos para poder al fin descansar.

Y aún mis pasos marcaban el camino,

dejando en cada huella una lágrima

y un por qué sin respuesta.

Me rendí ante el mundo,

ante la oscuridad de la noche,

ante la inmensidad de las calles

en las que no te hallaba.

Regresé vencida,

la agonía ganaba la batalla.

¿Dónde estabas,

cuando yo te buscaba?

Y acá,

entre la oscuridad de una habitación fría,

en mis manos sigue avanzando el tiempo,

no se detienen las agujas del reloj

que atormenta a mi ansiedad.

Acá te espero.

Y se torna insoportable esta ausencia tuya.

Y como el reloj de mis manos,

así corre también el tiempo de mi corazón,

aguardándote.

Mientras el llanto inunda las pupilas de mis ojos,

de mis ojos tristes,

que solo anhelan verte llegar.

Y acá te espero.

Y el tiempo pasa, aún sigue avanzando.

Se burla de mí como ayer, como hoy.

Como cuando no estás,

cuando yo te busco.

Ahí, donde voy a encontrarte

Sé que voy a encontrarte ahí donde el camino termina,

donde las lágrimas no pesan y el alma es más libre.

Sé que voy a encontrarte como te soñé algún día,

y vas a mirarme... y voy a ser la misma.

La misma que dejó volar el sueño

fugitivo de tus brazos,

esclavo de un amor cobarde,

pero tan verdadero.

La misma que en los labios guarda tu beso,

como la única prueba de que el amor existió.

Y ya van a ser en vano las palabras,

se habrá pasado la vida como una ráfaga de viento,

como la fugaz estrella que concedió mi deseo.

Sé que voy a encontrarte ahí

donde las horas no pasan,

donde el reloj no marca las doce.

Y ahí estaré con mi gran vestido.

Un ramo de bellas flores en mis manos.

Zapatos de cristal.

Ahí, así te estaré esperando.

Amor dormido

A mi lado duerme el amor.

¿Qué tan lejos estaré de sus sueños?

Dulce ángel que sus ojos ha cerrado

para descansar y seguir volando,

allí, en donde la inconsciencia de la mente

recoge pensamientos.

Silenciosa su voz,

un enigma su sueño.

¿Estaré perdida en el valle de su amor?

Y sus ojos se iluminan...

Todo es misterio aún.

Amor perfecto

Una vez me enamoré tanto de un hombre, pero tanto,

que hasta creí morir de amor.

Lo curioso de esa historia es que él no era

en realidad lo que yo buscaba.

Él no me hacía reír,

pero más de una vez me robó una lágrima.

Él no era romántico, ni atento,

ni siquiera tenía porte de caballero.

Era más bien un don Juan,

de todas y de ninguna,

seductor,

pero embustero.

Él fue inspirador de infinitas poesías

que desolada, enamorada,

mi alma le escribía.

No tenía la mirada sincera,

era más bien sombría,

intrigante,

pero tenía esos ojos de mar

que hacían naufragar a cualquiera.

Su palabra no valía nada,

inocente aquella que le creía,

pero besaba de una forma tan apasionada,

que poco importaban sus mentiras.

¿Y cómo fui a caer en su trampa?,

si no era él lo que yo pretendía.

Comprendí un día que no era él a quien yo amaba,

lo que en realidad amaba era un amor que no existía.

Había creado en mi mente un amor perfecto,

un amor de ensueño,

lo había materializado en su cuerpo

y lo había convertido, a él, en mi dueño.

Pero nada era real...

Y ahí arriba, sublime, desafiante,

lo coloqué a él:

mi idealización más perfecta.

Aquella casa

Ella no era como los castillos de los cuentos,

no era poseedora de grandes lujos,

pero esa ventana al costado de la puerta

dejó tantas veces observar la mañana.

Sus habitantes no eran reyes,

pero yo los coroné.

La infancia quedó atrapada entre sus húmedas paredes,

en el aire flotó el aroma a ternura.

Tan lleno de todo estuvo alguna vez,

hoy tan vacía la encuentro.

Los recuerdos quedaron guardados en una valija vieja

y la sombra de un árbol cubrió el cuarto abandonado.

El reloj de la pared marcó el último segundo

de aquellas horas felices,

la taza de café quedó vacía

y ya no se oían voces alrededor de la mesa.

El paso del tiempo se llevó a sus habitantes

y la ventana, al costado de la puerta,

dejó de mostrarme las mañanas.

Aromas, recuerdos en el aire

Aromas que traen nostalgias,

recuerdos que reviven en el aire perfumado.

Aire perfumado de risas y llantos.

Aromas que poblaron una tarde de otoño,

un abril empañado,

un esperado diciembre.

Aromas que nos regresan el sabor de un beso,

la amargura de una despedida,

la nostalgia de lo que fue.

Aromas que flotan en el aire nuevo

y nos devuelven viejos momentos.

Aroma a esperanza, a desilusión.

Ese verano inolvidable

y aquel invierno que no deseas recordar,

el abrazo eterno en una esquina

y la lágrima que has dejado caer.

Todos vuelven con el aire,

escondidos tras un aroma.

El aroma que perfumó un instante.

Así te amaba

Así te amaba,

con tu voz dulce y serena,

ojos de mar que inundaron mi alma.

Amaba el sueño que inventé,

en el que vestías una capa azul

y llegabas a mi encuentro en un blanco corcel.

Te amaba héroe,

te amaba distante y a veces accesible,

te amaba príncipe y ogro.

Te amaba mío,

en mis sueños nada más que mío...

En mis sueños de luna llena y bosques de jazmines,

en mis sueños de vals bajo las estrellas.

Te amaba con cada beso que endulzaba mis labios

y con cada beso que negabas,

con cada beso que inventaba

y con los otros tantos que soñaba

en la almohada que mojó mi llanto.

Te amaba como eras y como yo te imaginaba,

don Juan empedernido,

dulce tentación de una tarde de verano,

mi gran amor,

valiente hombre rendido entre los brazos de quien te amaba.

¿Y quién te amaba más que yo?,

navegante de mares bravos que en mi puerto descansabas.

Nadie más que yo...

Esclava de tu nombre,

entregada sin condiciones al sueño de tenerte,

mariposa enamorada que volaba

dibujando corazones a tu alrededor.

Bella durmiente que nunca despertaba.

Te amaba con la inocencia que no entendías,

con la pureza del verdadero amor que no conocías.

Te amaba sin vueltas, sin medidas,

sin un pero ni un por qué,

sin preguntas ni respuestas.

Te amaba con la certeza de que te amaba.

Te amaba y solo yo veía tras tu sonrisa el arco iris,

solo yo veía el cielo en tus ojos.

Te amaba y mis manos tocaban las nubes

con la más fugaz de tus miradas.

Te amaba y las estrellas no se comparaban

con el brillo de mis ojos cuando estabas cerca.

Así te amaba,

perdida en el sueño de amor más profundo,

resistente al tiempo y la distancia.

Así te amaba,

con tu voz dulce y serena,

ojos de mar que inundaron mi alma.

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