Frente al Ángel

Tekst
0
Recenzje
Przeczytaj fragment
Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

Decisión

La campana dorada murmura llamas sobre unos cabellos frescos. Es el tiempo en que la juventud avanza como el humo y las nubes ahogan la voz de cada estación. Me digo: He vivido entre pájaros, en bosques, habitando laderas y lomas propias de animal abatido, a lo largo de praderas y ¿de qué han servido los ojos? Veo mis diplomas tallados por las letras y la angustia, y evades la aspereza de mi compostura. El esplendor del ángel radica en su dedo que mezcla un café. En tanto sigo el curso de la tradición, con un impulso de riqueza en un día de pago, me resultan incoherentes las palabras y la cruda ausencia de crecimiento. Soy un niño en la tormenta de un patio y me quedo alelado asimilando el arte de criar hijos. Convertirme en una almohada, es la decisión.

Anhelo

Yo que he leído tanta enciclopedia literaria, agotado mis ojos en los tratados de estética, escrito discursos sobre el diamante y la dialéctica, planto aquí mi intensión de exaltación y tristeza. Un tinto alimenta las mañanas de oficina en tanto los nudos de la garganta son la pretensión de sentirme artista, gurú o amigo con collar prestado para componer la pausa del canto popular. Mis noches hablan de licor, imprudencia y puertas derribadas, arrebatándole a la ley moral la necesidad de la meditación. Pero la función de ser elegidos no consiste en agregar un eslabón más a las historias de amor. ¿A dónde voy este fin de semana? Preguntan en coro una carta sin dirección, una voz y un telegrama compasivo, y la buena vecina cuida el bullicio de la feria ganadera y se ocupa de las puertas y ventanas. A nadie respondo, quedándome con la costumbre de leer interrogando a las caléndulas sobre las razones bióticas del porque estoy asustado ante una sombra indisciplinada. Yo, que multipliqué lectura en escritura a través de diálogos de amor en muchos días de sueños voluntarios; yo, que presumo del canto griego, la métrica clásica y el verso libre, quisiera escribir canciones viajeras y sentirme a su lado como un hippie en un tren.

Lecturas

A veces, entre panelas y bocadillos, repaso los versos de muchos poetas y amigos, entre líricos y satíricos, como invocando las enseñanzas de algún gurú lechero. La métrica se estanca al momento en que el ritmo desvía el humo del tabaco hacia la ruta de los aromas. Hablo de nombres propios que maquillan aureolas, heridas de fotografías que compendian la constancia de la memoria y su repertorio. Pienso en la posible topografía que despeja el camino del ser, pero ir del árbol al templo es fácil, solo basta la religión. Siento las burlas del pensamiento y el consuelo es un plato de arroz que enseña lo realmente cierto, la agonía del alimento diario. Todo reposa bajo la forma del símbolo, fermento de pasión y negligencia, es decir, un silencio que sorprende por la frágil extensión del día llamada vida. Al respirar en habitaciones sin aire, aspiro a los brazos de un ángel que realice la medida de la bocanada y evitar la crítica mordaz.

Visita

Las pestañas tienen sus aventuras sin fin alguno. Muestra el rostro un festival de remordimientos acumulados como un telón que tal vez sufra. En la atmosfera, el susurro diezma el hastío y no bastan un millón de escaleras para alcanzar la voz del afecto que multiplica suplicas y quejas. Entro en tu casa, estanque del loto sosegado cuando hace frío y falta el fruto, para interrogar algo incierto entre lo metafísico y lo terrenal. Los ojos de las flores cantan con veneración a través de un espejo que anochece sus vergüenzas. Al declinar los años, los próximos domingos dejaran entrever sus colores reconciliados en los extremos del tiempo. La llovizna humedece el árbol en el rumbo del pétalo que pregunta a una muchacha ¿cómo vas a entrar en mi pasado, si él ya es viejo? Al recomponer tu belleza, ten consideración con las manchas de mi lengua.

Sábado

Las tardes sabatinas son de Sonora Matancera con voces de controversia después del juego. El descanso consiste en escuchar música, esa la revelación de una historia de besos que lo vuelve a uno benévolo con la humanidad. Señora anciana gramática ¿quiere tomar un trago conmigo? De acuerdo, dice ella. Pero todo resulta ser pura lexicografía y prescripciones sobre el hipérbaton. Titilan los silencios en medio de la cantata vedada al vulgar oído. Cada canción trae en mayúsculas sus respectivas ansiedades. Mejor, para evitar la mala conciencia, volvamos a la media cuadra, al taburete manso por el sol y el agua, para discernir sobre los malabares esféricos. Y aunque amarre una floresta de goles a mis pies, ella tampoco pondrá mi camiseta en jabón. El tercer tiempo es largo y no se piensa. Descanso mi espalda contra la pared pensando en dónde encontrar una nueva botella, reliquia religiosa, pero sólo quiero caer derrotado en un lecho verde.

Grietas

Pesa tanto el pasado y su pulsación rítmica que termina por encanecer la ambigüedad. Así, la estabilidad consiste en llegar a casa y saludar al perro ajedrezado por su vital aullido, ese detalle callejero que confirma el horror de estar solo, sin destino cierto y la familia muerta en el huerto general. Uno se enconcha en sus lecturas de paticojos proverbios como si esto salvara el mundo a partir del hierático concepto de los filósofos que fraguan torpezas al ver la luna de octubre. La realidad, en correspondencia con lo cierto, son unas piernas femeninas con sus estrías estremecidas en mi cama de hipopótamo. Los ruegos solitarios de mi noche precedente capturan el misterio de la fe en la prosa que nos ahoga bruscamente. Son palabras y preceptivas que deslucen los festejos amorosos. En la casa, la pared se agrieta ante la ausencia de hijos, siempre amenazados por maldades inexistentes, pero la discusión económica es una grieta pasajera, ajuste de cuentas entre cervezas y pescado. Sin dinero judío terminamos resanando el corazón.

Viril

No tengo razones universales para llorar. No sé de recuerdos muertos enredados en las tardes de aeropuerto y lejanía. La vida es una tristeza con la extensión de un potrero, me digo tomando café. Pero dime muchacha, qué me quieres contar en éste compás de tiempo, música y comida, equívoco por asuntos de edad. Tienes un interés particular en encriptar tu destino. Constante en la culpa ajena, tal vez resuelvas en baile y paseos aquello que estás dispuesta a cambiar. Pero difícil cambiar la fatalidad que alumbra en tus ojos. Esta noche de sano estudio matemático entraremos en las inevitables arrugas del silencio que van de lo real a lo imprescindible. El alcohol adormece y un violín dice algo sobre tus manos sin fuerza, esas muecas encerradas en un paisaje miedoso. Extrañado en mi cuarto me llevas al campo viril de la ternura.

Reencarnación

Te vi en el infinito de mi reminiscencia platónica, una que otra variación circular con sus hechos y proclamas inteligentes. Algo consuela en esta transmutación constante y no son propiamente las penas que nos dicen algo con maquillaje. Es el dolor bravo de amar unos labios de hierbabuena que dirán adiós. Este es el presagio que se cumplirá a los ochenta años cuando tendremos filiación y sillas de mimbre para soñar ser jóvenes y añorar lo perdido. Entre nietos, desde ya, hasta ese día, daremos limosnas como devolviendo lo que no nos corresponde. Cerca del ocaso pensaremos en rencarnar cambiados de sexo para variar y gozar encontrándonos siempre amorosos. Así, el ciclo del espíritu superará la barrera cotidiana del lenguaje.

Butaca

La central de información para el empleo me ronda desde la conferencia de Zapata Olivella alrededor del orgullo negro. La butaca desde donde observo la historia es tan alta como una palmera llanera; se necesitan alas para subir a ella. En el centro comercial, una arquitectura de quioscos apacibles muerde el hielo. Alrededor de los pasillos adornados por helechos, un bosque de gente cambia cheques en un deambular por lentas filas y facturas endosadas. Las vitrinas proyectan un raro color en las blusas desteñidas que cuelgan en los almacenes especializados en asaltar compradores y boquiabiertos soñadores de Cherry pelirroja y brazicortica. Un día de renuncia al trabajo a veces resulta peor. Ahora, para los angustiados, suena el mambo en un patio interior. Unos ojos lloran alegres después de viajar lejos de Platón con el designio aleve de la tarde. La butaca mareada me recuerda los días de Nueva York leyendo a Miller, como corresponde al ser escritor, desarrugando los papeles de la expresión viajera. En lo posible es mejor estar en la burbuja del ángel y no en estas alturas.

 
To koniec darmowego fragmentu. Czy chcesz czytać dalej?