Maestros de la música

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GUSTAV MAHLER. Un vienÉs de FE

Gustav Mahler (1860—1911)


El 7 de julio de 2010, el mundo musical conmemoró los 150 años del nacimiento de Gustav Mahler.

Hoy en día es difícil no advertir que la música de Mahler está invadiendo las salas de conciertos, las transmisiones de la radio y las producciones discográficas. Si en la década de los setenta sólo los partidarios de la vanguardia musical paseaban por las calles de Nueva York en camisetas que decían «I love Mahler», ahora hasta gente con pocos conocimientos de música clásica dice que Mahler es su compositor preferido. Por un lado, el éxito de la música de Mahler atrajo más atención hacia la música de los representantes del modernismo vienés, tales como Schönberg, Berg, Schreker y Zemlinsky. Por otro lado, retrajo la atención de manera inmerecida de compositores como Bruckner, Tchaikovski y Richard Strauss. Más aún, este éxito tiene el peligro de convertirse en contra de su propio contenido, ya que con la repetición de las interpretaciones se pierde la magia de las obras. Mahler se convirtió en un mito sobre el que los musicólogos trabajan con el mismo interés con el que analizaban el «mito» de Beethoven a través de los estudios de percepción de su música. Los investigadores afirman que estudiar y entender la música de un compositor sin considerar el proceso de formación de su «mitología» es un hecho de gran complejidad. En el caso de Mahler resulta fácil observar que él, como ningún otro compositor, se quedó en el centro de la discusión entre el modernismo y el postmodernismo, y que en su herencia, con un relieve particular, están esbozados los problemas conectados con estas categorías. La música de Mahler se discute en los marcos de distintas temáticas: el progreso, el romanticismo tardío, la «nueva» música, la nostalgia, la vanguardia, el realismo, el idealismo, el arte de la ejecución y la creatividad compositiva. «Dentro de treinta o cuarenta años —decía Mahler—, las sinfonías de Beethoven no se ejecutarán más en los conciertos. En su lugar se ejecutarán las mías». Estas palabras, que habían sido citadas por un crítico de la época de Mahler, nunca se consideraron como una predicción relevante, pero a pesar de todo, la expresión tenía un carácter sumamente mahleriano. Mahler predecía el gran éxito de su música, y si observamos los programas de los conciertos de los últimos años, estará claro que su sueño de vencer a Beethoven se ha realizado.

La elevación de Mahler como director de orquesta y compositor fue impetuosa y furiosa. Él se sentía marginado como checo en Austria, como austriaco en Alemania y como judío por todo el mundo. Pero, según la confirmación de León Botstein en su artículo de la Guía sobre Mahler, él siempre trataba de ser un verdadero vienés por su fe y también la figura más notable de la política cultural de Viena.

Mahler era hijo de un comerciante de la pequeña localidad de Kaliště, próxima a la ciudad checa de Humpolec. A los 15 años fue llevado por los padres al Conservatorio de Viena para una audición. El profesor de piano Julius Epstein dijo enseguida: «Él es un músico innato». No obstante, Mahler no pudo ganar el concurso estudiantil de composición. Por eso decidió seguir perfeccionándose en el área de dirección orquestal. Su labor como director de orquesta inició en los teatros provinciales de ópera. Más tarde trabajó en Budapest y Hamburgo. Mucha gente veneraba su desempeño sobre el podio como si fuera una nueva religión. Una vez, luego de que Mahler terminara de dirigir la ópera Don Giovanni de Mozart, Brahms dijo que «nunca había escuchado nada mejor». El puesto del Director General de la Ópera de Viena en el año 1897 fue la recompensa por su éxito. Durante la primavera de 1907 Mahler negociaba su salario con la Metropolitan Opera de Nuevo York. Le ofrecieron el salario más alto jamás recibido por un músico: 75.000 coronas por tres meses de trabajo (en dinero actual, alrededor de 220.000 euros).

¿Se preocupaba en vano por el desprecio a su música en aquel entonces? Si observamos la lista de sus estrenos en Viena se puede notar que en la selección de la música contemporánea trataba de promover sus propias obras. Los que trabajaban bajo la dirección de Mahler en la Ópera debían soportar su presumida exigencia, los ataques de ira y los cambios de humor. «Cuando Mahler se encontraba en el podium, podía hacer tal magia con su batuta, que hasta lograba excelentes resultados de los ejecutantes de segundo nivel», decía el dramaturgo principal de la Ópera de Viena. Mahler no soportaba las óperas comunes. Le gustaban los espectáculos que se daban en los grandes festivales como los de Bayreuth, donde se realizaban las irreprochables obras operísticas.

La mayoría de los que asistían a los estrenos de Mahler, aun los que eran sus partidarios, notaban la furia en sus sinfonías. En la actualidad, cuando en las películas románticas se usan solamente las partes tranquilas de sus obras (como, por ejemplo, el Adagietto de la Quinta Sinfonía en la película Muerte en Venecia de Luchino Visconti), nadie cuestiona las otras cualidades de su música porque no las conocen del todo. Incluso Julius Korngold, uno de los protectores más firmes de Mahler en la prensa, dando su reseña de la Sexta sinfonía, mencionaba su satánica fuerza.

En la noche del 21 de febrero de 1911, estando en Nueva York y desobedeciendo al consejo de su médico, Mahler dirigió un programa de obras italianas. Fue su último concierto; una infección fatal, en forma de una endocarditis bacteriana subaguda, estaba extendiéndose por todo su cuerpo. Regresó a Viena, donde murió el 18 de mayo de 1911.


Revista QUID N° 28, junio 2010

MODEST MÚSORGSKI. La gran estrella fugaz

Modest Músorgski (1839—1881)


Modest Músorgski, el gran compositor ruso que produjo un importante impacto sobre la música del siglo XIX, nació el 21 de marzo de 1839. Pertenecía a una familia de la nobleza rusa que supuestamente procedía del primer gobernante de Rutenia, Rúrik, y los príncipes soberanos de Smolensk que le siguieron. Su infancia transcurrió en el pueblo de Karevo, 400 km al sur de San Petersburgo, en la atmósfera de la vida campesina patriarcal. En sus notas biográficas Músorgski resaltaba que «la familiaridad con el espíritu de la vida popular fue el principal impulso en mi labor creativa».

Su talento musical fue descubierto tempranamente. A los siete años de edad, Modest, bajo la tutoría de su madre, podía tocar algunas obras simples para piano de Franz Liszt y de John Field. Sin embargo, nadie en la familia pensaba seriamente sobre su futuro musical. De acuerdo con la tradición familiar, en 1849, Modest y su hermano mayor Filaret ingresaron al colegio alemán Petrischule en San Petersburgo y luego a la Escuela de Cadetes de Guardia. La formación del joven Músorgski en el entorno militar se llevó a cabo de una manera muy contradictoria: por un lado se destacaba en las materias de ciencia militar, pero por el otro tomaba clases de piano con el reconocido pedagogo Antón Gerke y asistía a los espectáculos de ópera. Los cadetes tenían que hacer guardia en el palacio real, participar en desfiles en la Plaza del Palacio y también realizar el servicio en los hospitales militares. Una vez allí, Músorgski se encontró con Aleksandr Borodín, un médico-químico y un famoso músico aficionado. Borodín describe a Músorgski en sus memorias: «Sus maneras eran agraciadas, aristocráticas. Hablaba tranquilo, intercalando sus palabras con frases en francés, un poco pretenciosas. Su cortesía y sus modales eran extraordinarios».

Mientras la vida de un cadete de guardia sopesaba a Músorgski, su interés por la música se hacía más profundo y serio. En una oportunidad Modest se encontró con el amigo de Mikhail Glinka, el famoso compositor Aleksandr Dargomyzhski, en cuya casa se reunían varios músicos para interpretar canciones y fragmentos de óperas. En la casa de Dargomyzhski, Músorgski por primera vez pudo percibir la actitud profesional hacia la música y también conocer gente que pensaba seriamente en el desarrollo de la cultura musical en Rusia. El efecto de la música de Dargomyzhski sobre el joven músico fue enorme. Su credo creativo expresado con la frase «quiero expresar las palabras con el sonido correcto», posteriormente se convirtió en el lema propio de Músorgski.

En 1856, después de su graduación, Músorgski fue nombrado oficial del regimiento Preobrazhensky. Ante él se abría una brillante carrera militar. Sin embargo, el encuentro con los músicos Cesar Cui y Mili Balákirev lo inspiró a elegir otro camino. A pesar de los ruegos de los amigos y de los familiares, dejó el servicio militar. Ese mismo verano, a raíz de la elevada carga emocional por la ruptura con el servicio militar y también por la intensa dedicación a la música, Músorgski sufrió un severo agotamiento nervioso. Por un tiempo ocultó su depresión, apatía, sensibilidad mórbida y las ideas místicas. Un año más tarde escribió a Balákirev: «Últimamente he hecho un esfuerzo para vencer mi enfermedad». Sin embargo, más tarde los brotes del malestar se repitieron.

En enero de 1860, para gran alegría de Músorgski, fue ejecutado su Scherzo para orquesta en un concierto de la Sociedad Musical Rusa bajo la dirección de Antón Rubinstein. El famoso crítico musical Aleksandr Serov hizo un importante comentario sobre la obra: «Interpretada junto con la música del maestro Meyerbeer, la composición de Músorgski no ha perdido ante ésta, sino que ha ganado».

Los años sesenta para Rusia fueron época de grandes cambios: se destruían las relaciones feudales y la nobleza y la monarquía estaban perdiendo su poder. La complejidad social se profundizó con la derrota de Rusia en la guerra de Crimea en 1856. Por supuesto todo esto tuvo una gran influencia sobre la vida cultural. En este período comenzó la formación del famoso «Grupo de los Cinco», integrada por Balákirev, Borodin, Cuí, Músorgski y Rimski-Korsakov, quienes eligieron el camino del desarrollo de las tradiciones musicales de Glinka. En 1868, Músorgski empezó a trabajar sobre su obra maestra, la ópera Boris Godunov y al mismo tiempo pensó sobre la Jovánshchina. En este período fue cuando se hizo cercano a Rimski-Korsakov. Desde el otoño de 1871 los dos compositores incluso compartían el mismo departamento. Desde la mañana hasta el mediodía el piano era utilizado por Músorgski, mientras el otro trabajaba con partituras. Después del mediodía Músorgski iba a trabajar al Departamento Forestal y Rimski-Korsakov se sentaba al piano.

 

Lamentablemente, en los años siguientes Músorgski se resistía cada vez menos a su obsesión por la bebida. Por sus frecuentes ausencias había perdido su trabajo en el servicio civil. Componía poco. A principios de 1881 sufrió cuatro ataques en rápida sucesión. A pesar de que sus amigos le habían encontrado una habitación cómoda en un buen hospital, la situación era desesperante. Ilya Repin pintó el famoso retrato que reflejó los últimos días del compositor. Una semana después de cumplir los 42 años, Mússorgski había muerto. Fue enterrado en el cementerio del Monasterio de Aleksandr Nevski en San Petersburgo.

«No sé cómo fue mi desempeño en el arte, pero siento que he hecho algo justo e irrevocable». El ciclo vocal de Canciones y danzas de la muerte, la suite Cuadros de una exposición, la pieza orquestal Una noche en el Monte Pelado, las óperas Boris Godunov y Jovánshchina son brillantes ejemplos del talento de Modest Músorgski.


Revista QUID N° 52, junio 2014

CARL NIELSEN. el alma de la música danesa

Carl Nielsen (1865—1931)


La música danesa estuvo en sus comienzos muy vinculada con la tradición musical alemana. Recién a comienzos del siglo XX, los compositores Hartmann, Lumbye y Gade dieron muestras de una producción propia diferente. No obstante, sólo Carl Nielsen logró alcanzar la fama y la valoración internacional de la música de su país.

Carl Nielsen nació el 9 de junio de 1865 en Norre Lyndelse, un pueblo cercano a Odense (ciudad natal de Hans Christian Andersen), en la isla Fionia. Fue el séptimo de 12 hijos de una familia pobre. Su padre era pintor de casas y un violinista aficionado que tocaba en los bailes de su vecindario, y su madre se ocupaba de las tareas domésticas y del cuidado de sus numerosos niños. A los 3 años, Carl generaba distintos sonidos de percusión con pilas de leña y a los ocho aprendió a tocar el violín. Tras un lapso en el que se desempeñó como aprendiz de zapatero, fue aceptado en la orquesta militar de Odense y así pudo, a los catorce años, dedicarse a la vida musical. Aprendió a tocar la trompeta mientras continuaba sus estudios de violín. A los dieciocho años se mudó a Copenhague, donde se inscribió en el Conservatorio para estudiar composición. Se graduó en 1886 y los años siguientes se ganó la vida componiendo ocasionalmente y tocando temporalmente en varias orquestas. En el año 1900, Nielsen recibió un subsidio del gobierno, que le permitió dedicarse a la composición. Obtuvo un puesto como profesor de la Academia de Música de Copenhague, cargo que desempeñó hasta su muerte. En 1916 fue nombrado profesor del Conservatorio de la capital danesa. Entre 1915 y 1921 fue director de la orquesta de la sociedad Musikforeninger, con la que dio a conocer gran parte de sus obras.

Entre las composiciones de Nielsen se destacan seis sinfonías que reflejan una gran preocupación por el contrapunto, el cromatismo, combinados con armonías no cromáticas en los puntos culminantes, y la tonalidad progresiva (utilizada también en cierta medida por Gustav Mahler), es decir que la música comenzaba en una tonalidad y evolucionaba hasta finalizar en otra diferente, algo que en el siglo anterior había sido considerado como contrario a las características del género sinfónico. Además de las sinfonías, otras piezas populares de Nielsen son las compuestas para el drama del poeta Adam Oehlenschläger Aladdin, las óperas Saúl og David y Maskarade, los conciertos para flauta y clarinete, así como también su Quinteto de viento. Además, es autor de numerosas canciones populares danesas. Asimismo, escribió dos grandes libros de canciones destinados a la escuela y a la familia.

Se casó con Anne Marie Brodersen, y su matrimonio duró hasta la muerte del compositor. Su esposa se dedicaba a la escultura, tenía una mente liberal y se desentendía del hogar y de los hijos; Nielsen tenía que criarlos y además atender sus obligaciones como músico. Sus problemas familiares y profesionales, así como la Primera Guerra Mundial, lo afectaron mucho y marcaron el carácter serio y algo sombrío de su Cuarta y Quinta sinfonía, consideradas por algunos críticos como las mejores. Anne Marie creó una serie de esculturas en memoria de su marido. Una de ellas es un joven tocando la flauta de Pan. En Odense, desde 1980 se celebra una competencia internacional musical en nombre de Carl Nielsen.

En este año del 150° aniversario del compositor, presentamos algunos hechos interesantes sobre Carl Nielsen que les permitirán completar su retrato personal y artístico:

1. Dicen que Nielsen fue un violinista regular: durante varios años de trabajo tocó en segundos violines de la orquesta del Teatro Real. En 1905, un año antes del estreno de su ópera Maskarade, cuando ya dirigía la orquesta regularmente, fue humillado al ser informado por la dirección del Teatro que para la próxima temporada tenía que volver a los segundos violines o renunciar.

2. Las opiniones de Nielsen sobre otros compositores podían ser muy maliciosas: Richard Strauss, por ejemplo, para él era «una persona muy antipática; un escalador social que trataba de mostrar su grandeza». Tampoco tenía miedo de ser provocativo: «Beethoven, a pesar de su gran poder compositivo, en realidad era sólo un letrista». «Weber será olvidado después de 100 años», escribía. «Hay algo gelatinoso en muchas de sus obras que el tiempo no va a soportar».

3. Siempre encontraba un modo para poder acomodarse a cualquier situación. Por ejemplo, en su visita a Londres para dirigir la Orquesta Sinfónica local en la interpretación de su Concierto para violín y la Cuarta Sinfonía, les dijo a los músicos en broma: «Señores, me alegro de verlos. Espero también estar contento de oírlos». En la misma visita, fue a tomar el té con la Reina Alejandra de Dinamarca en donde dejó desabrochado el primer botón de sus pantalones durante todo el evento para hacer espacio para los ricos pasteles.

4. Le gustaban mucho los bares. De hecho, tuvo la inspiración para su Segunda Sinfonía «Los Cuatro Temperamentos» mientras estaba sentado en uno. Él mismo explicaba: «En la pared de la taberna donde estaba bebiendo un vaso de cerveza con mi esposa y unos amigos, había una foto en color muy cómica, dividida en cuatro secciones en las que estaban representados los diferentes temperamentos: colérico, sanguíneo, melancólico y flemático. Mis amigos y yo estábamos divertidos por la ingenuidad de las imágenes, su expresión exagerada y la seriedad cómica. No obstante, algún tiempo después, empecé a trabajar en el primer movimiento de mi nueva sinfonía».

5. Era un hombre de gran energía y del «yo lo puedo lograr». Tenía unos 60 años y ya sufría de enfermedades del corazón cuando participó en los ensayos para una nueva producción de Maskarade en Copenhague. Cuando hubo problemas con las cuerdas sujetadoras en el escenario durante el ensayo, se ofreció a solucionar los inconvenientes con sus propias manos. Al día siguiente tuvo una serie de ataques al corazón, pero siguió viniendo a ver todas las presentaciones. A los pocos meses, en octubre de 1931, murió de un paro cardíaco.


Revista QUID N° 61, diciembre 2015

SERGEI PROKOFIEV. «El aire extranjero no conviene para mi inspiración»

Sergei Prokofiev (1891—1953)


No existe ningún compositor moderno que no haya pasado por una experiencia de dodecafonismo. Sin embargo, entre los oyentes existía y existe una fuerte resistencia hacia el lenguaje atonal. Había algo diferente, algo más atractivo y perdurable en la música de Prokofiev, a pesar de que componía en el mismo período que los compositores de la Segunda Escuela de Viena. Por algo sucede, que hasta el día de hoy, la música de Romeo y Julietta, sus conciertos para piano y violín, la Marcha de El Amor por Tres naranjas y otras composiciones del compositor, no desaparecen de los conciertos. Su música, que algunos de sus contemporáneos consideraban como un ejemplo de caos y destrucción, ahora se percibe como un modelo de originalidad y belleza emocional. La soleada naturaleza de Prokofiev era una poderosa fuente de atracción. Sus obras son unas de las más populares en la práctica musical actual.

La vida de Sergei Sergéievich Prokofiev podría ser dividida cronológicamente en tres partes. Y no solamente en los períodos que estamos acostumbrados a observar en cualquier biografía: la infancia, la juventud y la vejez de una persona. Más allá de esto, el caso particular de Prokofiev obtiene un fraccionamiento estrictamente ligado a los importantes acontecimientos históricos, políticos y sociales. Hay pocos ejemplos en los que un hombre con sólo 61 años experimenta la vivencia de tres épocas históricas distintas. Los primeros 26 años Prokofiev los vivió en la Rusia zarista, los siguientes 19 años en los Estados Unidos y Francia, y los últimos 17 años en la Unión Soviética. Ya con sólo imaginar toda la complejidad del panorama de las condiciones y los cambios sociales nace un gran interés por la personalidad y las cualidades artísticas de Prokofiev. En su Autobiografía Prokofiev escribe: «Nací en 1891. Borodín murió hace cuatro años, Liszt hace cinco, Wagner ocho y Músorgski diez. A Tchaikovski le quedaban todavía dos años y medio de vida. Había completado la Quinta sinfonía, pero todavía no empezaba la Sexta. Rimski-Korsakov recién había terminado su Scheherezade y estaba preparándose para revisar la ópera Boris Godunov de Músorgski. Debussy tenía veintinueve años, Glazunov veintiseis, Skriabin diecinueve, Rachmaninov dieciocho, Ravel dieciséis, Stravinski nueve y Hindemith no había nacido aún. Alejandro III gobernaba en Rusia; Lenin tenía veintiún años y Stalin once. Yo nací el miércoles 11 de abril (calendario gregoriano), a las cinco de la tarde».

El pueblo natal de Sergei Prokofiev se llamaba Sontsovka. Actualmente es el pueblo Krásnoye, situado en el distrito de Donetsk. El talento musical de Prokofiev se reveló a muy temprana edad, probablemente a los cuatro años. La madre pasaba varias horas estudiando piano. Comenzaba los estudios con los ejercicios de Carl Czerny. Sergei se acomodaba arriba de una silla. La madre practicaba sobre el registro mediano del teclado y dejaba a su hijo las dos últimas octavas, donde él realizaba sus experimentos infantiles. Para el ingreso al Conservatorio de San Petersburgo, Sergei Prokofiev, de 13 años, había traído dos grandes folios que contenían cuatro óperas, dos sonatas, una sinfonía y varias piezas para piano. El 5 de mayo de 1914, Prokofiev interpretó brillantemente su Primer Concierto para Piano en el examen final; esta vez egresaba del Conservatorio como pianista. Como recompensa por la eficaz finalización del Conservatorio, María Grigórievna le propuso a su hijo un viaje al extranjero. Sergei había elegido Londres, donde la Compañía de Ballet de Diaghilev se encontraba triunfando y parecía que el joven empresario ruso Sergei Diaghilev tenía la llave del éxito musical en Europa. El joven compositor había escrito tres ballets para Diaghilev.

Hasta el día de hoy se discute la cuestión: ¿por qué Prokofiev decidió volver a su tierra natal después de haber estado dieciocho años en el extranjero? La mayoría de los biógrafos del compositor describen este retorno como el resultado de la competencia con Stravinski. También por la repentina muerte de Diaghilev, o por la fría recepción de sus obras. Del mismo modo, existe la opinión de que Prokofiev fue «engañado» por sus colegas-músicos, que le habían comentado muchas cosas interesantes de la vida cultural en la Unión Soviética, pero que no le dijeron nada sobre la alarmante situación política. Pero qué puede ser más claro sobre el asunto sino las propias palabras de Prokofiev expresadas al crítico Serge Moreux: «El aire extranjero no conviene para mi inspiración, porque soy ruso. Tengo que permanecer en mí mismo, en un clima psicológico especial que no es sólo mi carrera».

 

Prokofiev y Shostakovich, dos gigantes de la música del siglo XX, nunca se entendían entre sí. Donde Shostakovish era reservado, Prokofiev era franco. Sin embargo, después de los acontecimientos de 1948 sus relaciones se convirtieron en mucho más cercanas. En octubre de 1952, tras el estreno de la Séptima Sinfonía de Prokofiev, Shostakovich le envió una emocionante carta de felicitaciones: «Le deseo al menos otros cien años de vida y de creación. Escuchar obras como su Séptima Sinfonia hace que vivir resulte mucho más fácil y dichoso».

Por una terrible ironía, Sergei Prokofiev murió el mismo día en que la muerte de Stalin fue anunciada. Su muerte casi no fue notada por los medios de comunicación de ese momento. En 1957, el Gobierno soviético le había otorgado póstumamente el Premio Lenin. Lamentablemente, es poco creíble que alguien de las autoridades hubiese podido sentir una terrible culpa por esclavizar el creativo genio del artista.


Revista QUID Nº 16, abril 2008

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