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La Senda De Los Héroes

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La Senda De Los Héroes
La Senda De Los Héroes
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Czyta Fabio Arciniegas
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Thor miró hacia abajo y vio de pronto una enorme serpiente Whiteback, deslizándose entre sus pies. Se quedó ahí parado, indefenso, enrollándose alrededor de sus piernas, luego de la cintura, después, de sus brazos. Se sintió sofocado, la vida se le iba, mientras la serpiente se enroscaba en todos los sentidos y lo miraba a la cara, a pocos centímetros de distancia, silbando, con su larga lengua casi tocando la mejilla de Thor. Y entonces se abrió su boca, revelando enormes colmillos, inclinados hacia adelante, y se tragó la cara de Thor.

Thor chilló, entonces se encontró de pie, solo, en el interior del castillo del Rey. Estaba completamente vacío, sin trono, donde solía estar La Espada del Destino yacía en el suelo, sin tocar. Las ventanas estaban rotas, los vitrales de colores tirados en montones sobre la piedra. Oyó música lejana, se volvió hacia el sonido, y caminó por una sala vacía tras otra. Por fin llegó a unas enormes puertas dobles, de treinta metros de altura, y las abrió con todas sus fuerzas.

Thor se situó en la entrada de la sala de banquetes del rey. Ante él, había dos mesas largas para banquetes, a lo largo del cuarto, rebosantes de comida – pero vacías de hombres. En el otro extremo de la sala había un hombre. El Rey MacGil. Se sentó en su trono, mirando a Thor. Él parecía estar lejos.

Thor sintió que tenía que llegar a él. Empezó a caminar a través de la gran sala hacia él, entre las dos mesas de banquetes. A su paso, toda la comida a cada lado se pudría, a cada paso que daba, volviéndose negra y de inmediato se cubría de moscas. Las moscas zumbaban y pululaban a su alrededor, destrozando la comida.

Thor caminó más rápido. El rey se acercaba ahora, apenas a tres metros de distancia, cuando un sirviente apareció de una cámara lateral, llevando una enorme copa, de oro de vino. Era una copa distintiva, hecha de oro macizo y cubierta de hileras de rubíes y zafiros. Mientras que el rey no estaba mirando, Thor vio que el sirviente dejaba escapar un polvo blanco en la copa. Thor se dio cuenta de que era veneno.

El criado lo acercó, y MacGil se agachó y la agarró con las dos manos.

"¡No!", Thor gritó.

Thor se lanzó hacia delante, tratando de derribar el vino, lejos del rey.

Pero no era lo suficientemente rápido. MacGil bebió el vino a grandes tragos. Cayó por sus mejillas, por su pecho, mientras él lo terminaba.

MacGil se volvió y miró a Thor, con los ojos abiertos de par en par. Él extendió la mano y agarró su garganta hasta que, teniendo arcadas, se desplomó y cayó de su trono; cayó de lado, aterrizando en el suelo de piedra dura. Su corona salió de él, golpeó el piso de piedra con un sonido metálico, y rodó varios centímetros.

Se quedó ahí, inmóvil, con los ojos abiertos, muerto.

Estopheles se abalanzó, aterrizó en la cabeza de MacGil. Se sentó ahí, miró directamente a Thor, y chilló. El sonido era tan estridente, que hizo que Thor sintiera un escalofrío en la columna vertebral.

"¡No!", Thor gritó.

*

Thor se despertó gritando.

Se sentó, mirando a su alrededor, sudando, respirando con dificultad, tratando de averiguar dónde estaba. Él todavía estaba tendido en el suelo, en la montaña de Argon. Él debe haberse quedado dormido aquí. La niebla se había ido, y al levantar la vista, vio que era el amanecer. Un sol rojo color sangre estaba apareciendo en el horizonte, iluminando el día. Junto a él, Krohn gimió, saltó a su regazo, y le lamió la cara.

Thor abrazó a Krohn con una mano mientras respiraba con fuerza, tratando de averiguar si estaba despierto o dormido. Le tomó mucho tiempo darse cuenta de que sólo había sido un sueño. Se había sentido tan real.

Thor oyó un chillido y se volvió para ver a Estopheles sobre una roca, a treinta centímetros de distancia. La enorme ave lo miró directamente y gritó una y otra vez.

El sonido hizo que Thor sintiera un escalofrío en la columna vertebral. Era el mismo grito de su sueño, y en ese momento supo, con cada onza de su cuerpo, que el sueño había sido un mensaje.

El rey iba a ser envenenado.

Thor se puso en pie y, a en la madrugada, bajó corriendo la montaña, en dirección a la Corte del Rey. Tenía que ver al rey. Tenía que advertirle. El rey podría pensar que estaba loco, pero no tenía otra opción – haría lo que pudiera para salvarle la vida al rey.

*

Thor corrió a través del puente, a la puerta exterior del castillo, y por suerte, los dos guardias lo reconocieron de la Legión. Ellos lo dejaron pasar sin detenerlo, y siguió corriendo, Krohn iba a su lado.

Thor corrió por el patio real, más allá de las fuentes, y a la puerta interior del castillo del rey. Allí estaban cuatro guardias que bloqueaban su camino.

Thor se detuvo, jadeando en busca de aire.

"¿Cuál es tu propósito, muchacho? ", preguntó uno de ellos.

"No lo entiende, tiene que dejarme entrar", jadeó Thor. "Tengo que ver al rey".

Los guardias se miraron entre sí, escépticos.

"Soy Thorgrin, de La Legión del Rey. Debe dejarme pasar".

"Yo sé quién es", un guardia le dijo al otro. "Él es uno de nosotros".

Pero el escolta líder dio un paso adelante.

"¿Qué asunto tienes con el rey?", presionó.

Thor todavía luchó para recuperar el aliento.

"Un asunto muy urgente. Debo verlo de inmediato".

"Bueno, él no debe estarte esperando, porque estás mal informado. Nuestro rey no está aquí. Se fue con sus caravanas hace horas, en asuntos de la Corte. Ellos no van a regresar hasta esta noche, hasta el banquete real".

"¿Banquete?", preguntó Thor, su corazón latía acelerado. Se acordó de su sueño, de las mesas del banquete, y extrañamente sentía volver a la vida.

"Sí, el banquete. Si eres de la Legión, estoy seguro de que estarás ahí. Pero ahora se ha ido, y no hay manera de que puedas verlo. Vuelve esta noche, con los otros".

"¡Pero tengo que darle un mensaje!", Thor insistió. "¡Antes de la fiesta!".

"Puedes dejar el mensaje conmigo, si quieres. Pero no puedo entregarlo antes que tú".

Thor no quería dejar un mensaje de este tipo con un guardia; se dio cuenta de que parecería una locura. Tenía que entregarlo él mismo, esta noche, antes del banquete. Sólo rezaba para que no fuera demasiado tarde.

CAPÍTULO VEINTISIETE

Thor se apresuró a regresar a las barracas de la Legión, al amanecer, por suerte llegó antes de que comenzara el entrenamiento del día. Él estaba sin aliento cuando llegó, Krohn a su lado, y se encontró con los otros muchachos, cuando estaban despertando, empezando a salir en fila para las tareas del día. Se quedó ahí, jadeando, más preocupado que nunca. Él no sabía cómo iba a soportar el entrenamiento; estaría contando los minutos hasta el banquete de la noche, hasta que pudiera advertir al rey. Estaba seguro de que el presagio le llegó a él, para que pudiera entregar el aviso. El destino del reino descansaba sobre sus hombros.

Thor corrió al lado de Reece y O'Connor mientras se abrían camino hacia el campo, pareciendo agotado, y empezó a alinearse.

"¿Dónde estuviste anoche?", preguntó Reece.

Thor deseaba saber cómo responder, pero realmente ni él mismo sabía dónde había estado. ¿Qué se suponía que debía decir? ¿Que se había quedado dormido al aire libre, en el suelo, en la montaña de Argon? No tenía ningún sentido, ni siquiera para él.

"No lo sé", contestó, sin saber cuánto podía contarles.

"¿Qué quieres decir con que no lo sabes?", preguntó O'Connor.

"Me perdí", dijo Thor.

"¿Te perdiste?".

"Pues, tuviste suerte de regresar ahora", dijo Reece.

"Si hubieras llegado tarde a las asignaciones del día, no te habrían dejado regresar a la Legión", añadió Elden, acercándose al lado de ellos, poniendo su mano carnosa en el hombro". Me alegra verte. Te extrañamos ayer".

Thor todavía estaba sorprendido por la diferencia en cómo Elden lo trataba desde que estuvieron en el otro extremo del Barranco.

"¿Cómo van las cosas con mi hermana?", preguntó Reece, en voz baja.

Thor se sonrojó, sin saber qué responder.

"¿La has visto?", preguntó Reece.

"Sí, la vi", comenzó a decir. "Nos la pasamos muy bien. Aunque tuvimos que dejarnos abruptamente".

"Bueno", continuó diciendo Reece, mientras todos se alineaban juntos ante Kolk y los hombres del rey"; la podrás ver más tiempo esta noche. Usa tu mejor ropa. Es la fiesta del rey".

Se le hizo un nudo en el estómago a Thor. Pensó en su sueño y sintió como si el destino estuviera bailando ante sus ojos, y que él no podía hacer nada, destinado a no hacer nada sino observar su desarrollo.

"¡SILENCIO!", gritó Kolk, mientras comenzaba a caminar ante los muchachos.

Thor se puso en posición de firmes con los otros, mientras guardaban silencio.

Kolk caminó lentamente hacia arriba y hacia abajo de las filas, examinándolos a todos.

"Tuvieron su diversión ayer. Ahora es hora de volver a la formación. Y hoy aprenderán el antiguo arte de la zanja de excavación".

Un gemido colectivo se escuchó entre los muchachos.

"¡SILENCIO!", gritó.

Los muchachos guardaron silencio.

"La zanja de excavación es un trabajo duro", continuó Kolk. "Pero es un trabajo importante. Algún día se van a encontrar en un páramo, protegiendo nuestro reino, sin nadie que les ayude. Estará helando, hará tanto frío que no podrán sentir los dedos de los pies, en la oscuridad de la noche, y harán cualquier cosa para mantener el calor. O puede que se encuentren en una batalla, en la que necesitarán resguardarse para salvarse de las flechas del enemigo. Puede haber un millón de razones por las que necesiten una zanja. Y una zanja puede ser su mejor amigo.

"Hoy", continuó, aclarándose la garganta, "pasarán todo el día cavando, hasta que las manos se les pongan rojas con los callos y la espalda se les esté rompiendo, y ya no puedan aguantar más. Entonces, en el día de la batalla, no va a parecer tan malo.

 

"¡SÍGANME!", gritó Kolk.

Se oyó otro gemido de decepción, mientras los chicos se dividieron en filas de dos, y comenzaron a marchar a través del campo, siguiendo a Kolk.

"Genial", dijo Elden. "Zanja de excavación. Así es exactamente cómo quería pasar el día".

"Podría ser peor", dijo O'Connor. "Podría estar lloviendo".

Miraron hacia el cielo, y Thor vio nubes amenazantes.

"Puede ser", dijo Reece. "No maldigas".

"¡THOR!", gritó alguien.

Thor se volvió para ver a Kolk mirándolo, a un lado. Corrió hacia él, preguntándose qué había hecho mal.

"Sí, señor".

"Tu caballero te ha llamado", dijo él, secamente. "Repórtate con Erec en los terrenos del castillo. Tienes suerte: estás fuera de servicio, por hoy. En vez de ello, vas a servir a tu caballero, como todos los buenos escuderos deberían. Pero no creas que vas a quedarte sin excavar la zanja. Cuando regrese mañana, vas a cavar zanjas tú solo. ¡Ahora, vete!", gritó.

Thor se volvió y vio las miradas de envidia de los demás, y luego corrió desde el campo hacia el castillo. ¿Qué podría Erec querer de él? ¿Tenía algo que ver con el Rey?

*

Thor corrió por la Corte del Rey, doblando por un camino que nunca había tomado antes, hacia las barracas de Los Plateados. Sus barracas eran mucho más grandes que los de la Legión, sus edificios eran del doble de tamaño, forrado de cobre y sus vías pavimentadas con piedra nueva. Para llegar ahí, Thor tenía que pasar por una gran puerta arqueada donde una docena de hombres del rey montaba guardia. Después el camino se ampliaba, extendiéndose a través de un campo abierto enorme, que culminaba en un complejo de edificios de piedra, cercadas por una valla, y custodiados por docenas más de caballeros. Era un espectáculo imponente, incluso desde aquí.

Thor corrió por el camino, visible a campo abierto. Los caballeros ya estaban preparados para su llegada, a pesar de que estaba muy lejos, dando un paso adelante y cruzando sus lanzas, mirando al frente, sin hacerle caso, mientras le bloqueaban el paso.

"¿Qué vienes a buscar?", preguntó uno de ellos.

"Me estoy reportando para el servicio", respondió Thor. "Soy el escudero de Erec".

Los caballeros intercambiaron una mirada cautelosa, pero otro caballero se adelantó y asintió con la cabeza. Ellos dieron un paso atrás, descruzando sus armas, y la puerta se abrió lentamente, sus puntas de metal se elevaron, crujiendo. La puerta era inmensa, por lo menos de sesenta centímetros de espesor, y Thor pensó que este lugar tenía aún más fortificación que incluso el castillo del rey.

"¡Es el segundo edificio a la derecha!", gritó el caballero. "Lo encontrarás en los establos".

Thor se volvió y corrió por el camino a través del patio, pasando por un conjunto de edificios de piedra, asimilándolo. Todo brillaba aquí, estaba impecable, perfectamente cuidado. Todo el lugar emanaba un aura de fuerza.

Thor encontró el edificio, y quedó deslumbrado por la vista delante de él: docenas de los caballos más grandes y más hermosos que había visto nunca, estaban atados en filas afuera del edificio, la mayoría de ellos cubiertos con armadura. Los caballos brillaban. Todo aquí era mejor, más grande.

Los Caballeros Reales trotaban en todas direcciones, llevando varias armas, pasando por el patio en su camino hacia adentro o hacia afuera, por varias puertas. Era un lugar muy concurrido, y Thor podía sentir la presencia de la batalla aquí. Este lugar no era para la formación; era para la guerra. La vida y la muerte.

Thor pasó a través de una pequeña puerta de entrada en forma de arco, abajo de un pasillo oscuro de piedra, y se apresuró a pasar un establo tras otro, en busca de Erec. Thor llegó al final, pero no estaba por ningún lado.

"Estás buscando a Erec, ¿verdad?", preguntó a un guardia.

Thor se volvió y asintió con la cabeza.

"Sí, señor. Yo soy su escudero".

"Llegas tarde. Él ya está afuera, preparando su caballo. Date prisa, entonces".

Thor corrió por el pasillo y salió de los establos hacia un campo abierto. Ahí estaba Erec, de pie ante un semental gigante, valiente, un caballo negro brillante con una nariz blanca. El caballo resopló cuando llegó Thor, y Erec se volvió.

"Lo siento, señor ", dijo Thor, sin aliento. "Vine tan rápido como pude. No era mi intención llegar tarde".

"Llegas justo a tiempo", dijo Erec con una sonrisa amable. "Thor, te presento a Lannin", añadió, señalando al caballo.

Lannin resopló e hizo cabriolas, a manera de respuesta. Thor se acercó y tendió una mano y le acarició la nariz; a cambio, relinchó suavemente.

"Él es mi caballo de viaje. Un caballero de rango tiene muchos caballos, como aprenderás. Hay uno para las justas, uno para la batalla, y otro para el viaje largo y solitario. Este es con el que forjarás la más estrecha amistad. Le gustas. Eso es bueno".

Lannin se inclinó hacia delante y metió la nariz en la palma de la mano de Thor. Thor se sentía abrumado ante la magnificencia de esta criatura. Podía ver la inteligencia que brillaba en sus ojos. Era extraño; sentía como si el caballo entendiera todo.

Pero algo que dijo Erec confundió a Thor.

"¿Dijo un viaje, señor?", pregunto él, asombrado.

Erec dejó de apretar el arnés, se volvió y lo miró.

"Hoy es el día de mi cumpleaños. He llegado a mi vigésimo quinto año. Es un día especial. ¿Has oído hablar de El Día de la Selección?".

Thor negó con la cabeza. "Muy poco, señor; sólo lo que los demás me dicen".

"Los Caballeros del Anillo siempre debemos seguir adelante, generación tras generación", comenzó a decir Erec. "Tenemos hasta nuestro vigésimo quinto año para elegir una esposa. Si uno no la elige para entonces, la ley dicta que tenemos que encontrar una. Se nos da un año para encontrarla y traerla de vuelta. Si volvemos sin una, entonces ésta nos es dada por el rey, y perdemos nuestro derecho a elegir.

"Así que hoy debo emprender mi viaje para encontrar a mi esposa".

Thor le devolvió la mirada, sin palabras.

"Pero, señor, ¿se va a ir? ¿Durante un año?".

El estómago de Thor se hizo nudo con solo pensar en eso. Sintió que su mundo se desmoronaba a su alrededor. No fue hasta ese momento que se dio cuenta de cuánto le simpatizaba Erec; de alguna manera, se había convertido en un padre para él; sin duda, más que un padre, que el que había tenido.

" Pero entonces, ¿de quién seré escudero?", preguntó Thor". ¿Y a dónde va a ir?".

Thor recordó cuánto le había ayudado Erec, como le había salvado la vida. Se sintió descorazonado ante la idea de su partida.

Erec echó a reír, con una risa despreocupada.

"¿Qué pregunta te respondo primero?", dijo él. "No te preocupes. Se te ha asignado un nuevo Caballero. Serás su escudero hasta mi regreso. Es Kendrick, el hijo mayor del rey".

El corazón de Thor se animó al oír eso; sentía un apego igualmente fuerte hacia Kendrick, quien, fue el primero en cuidarlo y le aseguró un lugar en la Legión.

"En cuanto a mi viaje…", Erec continuó diciendo, "… todavía no lo sé. Sé que voy a dirigirme hacia el sur, hacia el reino del que provengo, y buscaré una novia en esa dirección. Si no encuentro a una dentro del Anillo, entonces tal vez incluso cruce el mar, hacia mi propio reino, para buscar a una ahí".

"¿Su propio reino, señor?", preguntó Thor.

Thor se dio cuenta de que realmente no sabía mucho acerca de Erec, de dónde venía. Él siempre había asumido que había venido del interior del Anillo.

Erec sonrió. "Sí, de muy lejos de aquí, más allá del mar. Pero eso es una historia para otro momento. Será un viaje a un lugar muy lejano, y será largo, y tengo que prepararme. Así que ayúdame ahora. El tiempo es corto. Pon el arnés en mi caballo, y llénalo con todo tipo de armas"..

La cabeza de Thor daba vueltas mientras entraba en acción, corriendo hacia el Depósito de Armas y recuperando la armadura negra y plata, que pertenecía a Lannin. Corrió de vuelta con una pieza a la vez, colocando primero la cota de malla sobre el lomo del caballo, estirando la mano para cubrirla alrededor de su enorme cuerpo. Entonces Thor agregó el metal de chapa delgada para la cabeza del caballo.

Lannin relinchó cuando él hizo eso, pero parecía que le gustaba. Era un caballo noble, un guerrero, Thor lo notaba, y se sentía tan cómodo en la armadura como lo haría un Caballero.

Thor regresó corriendo y tomó las espuelas de oro de Erec, y ayudó a fijarlas a cada pie, mientras Erec montaba el caballo.

"¿Qué armas necesita, señor?", preguntó Thor.

Erec lo miró, pareciendo enorme desde esta perspectiva.

"Es difícil anticipar qué batallas pueden surgir a lo largo de un año. Pero tengo que ser capaz de cazar, y defenderme. Así que por supuesto, necesito mi espada larga. También debo llevar mi espada corta, un arco, un carcaj de flechas, un arpón corto, una maza, una daga, y mi escudo. Sospecho que eso es todo".

"Sí, señor", dijo Thor, y entraron en acción. Corrió al estante de armas de Erec, junto al establo de Lannin, y miró las docenas de armas. Había un arsenal impresionante para elegir.

Con cuidado sacó todas las armas que Erec le especificó, llevándoles una a una y entregándoselas a Erec para colocarlas de forma segura en el arnés.

Mientras Erec se sentó ahí ajustando sus guantes de cuero, preparándose para salir, Thor no podía soportar ver que se fuera.

"Señor, siento que es mi deber acompañarlo en este viaje", dijo Thor. "Yo soy su escudero, después de todo".

Erec negó con la cabeza.

"Es un viaje que debo hacer solo".

"Entonces, ¿puedo al menos acompañarlo a la primera travesía?", presionó Thor. "Si se va al sur, esos son caminos que conozco bien. Soy del sur".

Erec miró hacia abajo, tomándolo en cuenta.

"Si quieres acompañarme a la primera travesía, no veo ningún problema con ello. Pero es un viaje difícil, de un día, por lo que debo salir ahora. Toma el caballo de mi escudero, en la parte trasera del establo. Es el color marrón con la melena roja".

Thor regresó corriendo a la cuadra y encontró al caballo. Al montarlo, Krohn sacó la cabeza de la camisa y miró hacia arriba y se quejó.

"No te preocupes, Krohn", Thor lo tranquilizó.

Thor se inclinó hacia adelante, incitó al caballo, y salió de la cuadra. Erec apenas lo había esperado para alcanzarlo, cuando él y Lannin corrieron al galope. Thor siguió a Erec lo mejor que pudo.

Salieron juntos de la Corte del Rey, a través de la puerta, mientras varios guardias tiraban de ella, y se quedaron a un lado. Varios miembros de los Plateados estaban alineados, observando, esperando, y cuando Erec cabalgó, levantaron sus puños en señal de saludo.

Thor estaba orgulloso de montar al lado de él, de ser su escudero, y emocionado de acompañarlo, aunque fuera sólo en la primera cruzada.

Habían quedado tantas cosas que Thor no le había dicho a Erec, tantas cosas que quería preguntarle – y tanto qué agradecerle. Pero no hubo tiempo, ya que los dos galoparon al sur, corriendo por las llanuras, el terreno cambiaba constantemente, a medida que sus caballos pasaban por la senda del rey, en el tardío sol de la mañana. Al pasar junto a una colina, a lo lejos, Thor podía ver a todos los miembros de la Legión en un campo, rompiéndose la espalda cavando. Thor se alegró de no estar entre ellos. Mientras Thor los observaba, vio a uno de ellos detenerse y levantar un puño en el aire hacia él. Era difícil ver en el sol, pero estaba seguro de que era Reece saludándolo. Thor también levantó un puño mientras cabalgaban.

Las carreteras bien pavimentadas dieron paso a caminos rurales descuidados: más estrechos, más ásperos, y, finalmente, a caminos trillados cortando por la campiña. Thor sabía que era peligroso para la gente común andar por esos caminos, solos, especialmente en la noche, con todos los ladrones que acechaban en ellos, pero a Thor poco le importaba eso, especialmente con Erec a su lado; de hecho, si un ladrón los enfrentaba, Thor temía más por la vida del ladrón. Por supuesto, sería una locura para cualquier ladrón intentar detener a un miembro de los Plateados.

Cabalgaron todo el día, apenas tomando un descanso, hasta que Thor estaba exhausto, sin aliento. No podía creer la resistencia de Erec; pero no se atrevía a decirle que estaba cansado, por miedo a parecer débil.

Pasaron por una importante encrucijada, y Thor la reconoció. Sabía que si seguían a la derecha, los llevaría a su aldea. Por un momento, Thor se sintió abrumado por la nostalgia, y una parte de él quería tomar la carretera para ver a su padre, a su pueblo. Se preguntaba qué estaría haciendo su padre en este momento, quién estaría cuidando a las ovejas, qué tan iracundo podría haber estado su padre cuando Thor no había regresado. Tampoco es que se preocupara mucho por él. Extrañó momentáneamente lo que le era familiar. De hecho, se sentía aliviado de haber escapado de esa pequeña aldea, y otra parte de él no quería volver nunca.

 

Siguieron galopando más lejos y más al sur, incluso hacia territorios en los que Thor nunca había estado. Había oído hablar del crucero del sur, aunque nunca había tenido motivos para estar ahí. Era uno de los tres grandes senderos que llevaba a los confines meridionales del Anillo. Estaba a medio día de distancia de la Corte del Rey, y ya el sol se estaba poniendo en el cielo. Thor estaba sudando, sin aliento, estaba empezando a preguntarse con inquietud si volvería a tiempo para la fiesta del rey de esta noche. ¿Había cometido un error al acompañar a Erec tan lejos?

Doblaron una colina, y, finalmente, Thor lo vio, ahí en el horizonte: el inconfundible signo de la primera travesía. Se caracterizaba por una gran torre, delgada, la bandera del rey ondeaba de ella en todas direcciones y los miembros de la guardia de los Plateados, vigilaban en la cima de sus parapetos. Al ver a Erec, el caballero a lo alto de la torre, tocó su trompeta. Poco a poco, la casa del guarda se levantó.

Ellos estaban a pocos cientos de yardas de distancia, y Erec ralentizó su caballo hasta detenerse. Thor sentía un nudo en el estómago al darse cuenta de que esos eran sus últimos minutos con Erec, hasta quién sabe cuándo. ¿Quién sabía, de hecho, si incluso volvería? Un año era mucho tiempo, y cualquier cosa podía pasar. Thor se alegró, al menos, de haber tenido esa oportunidad de acompañarlo. Sintió que había cumplido con su deber.

Los dos caminaron a la par, con sus caballos jadeando, los hombres respirando con dificultad, mientras se acercaban a la torre.

"Puede que no te vea durante muchas lunas", dijo Erec. "Cuando vuelva, voy a llevar a una novia a cuestas. Las cosas pueden cambiar. Pero no importa lo que pase, sabes que siempre serás mi escudero".

Erec respiró hondo.

"Mientras te dejo, hay algunas cosas que quiero que recuerdes. Un caballero no se forja por medio de la fuerza, sino por la inteligencia. El valor por sí solo no hace a un caballero, sino el valor y el honor y la sabiduría juntos. Debes trabajar siempre para perfeccionar tu espíritu, tu mente. La caballerosidad no es pasiva, es activa. Debes trabajar en ello, mejorarte a ti mismo, cada momento de cada día.

"A lo largo de estos días, conocerás todo tipo de armas, todo tipo de habilidades. Pero recuerda: hay otra dimensión en nuestra lucha. La dimensión del hechicero. Busca a Argon. Aprenderás a desarrollar tus poderes ocultos. Yo les he percibido en ti. Tienes un gran potencial. No es para avergonzarse. ¿Me entiendes?".

"Sí, señor", contestó Thor, lleno de gratitud por su sabiduría y entendimiento.

"Elegí llevarte bajo mis alas por una razón. Tú no eres como los demás. Tienes un destino mejor. Tal vez más grande que el mío. Pero sigue sin cumplirse. Dale la importancia que tiene. Debes trabajar en ello. Para ser un gran guerrero, no sólo debes ser valiente y hábil. También debes tener el espíritu de un guerrero, y llevarlo siempre en tu corazón y en tu mente. Debes estar dispuesto a dar tu vida por los demás. El mejor caballero no busca riquezas, honor, fama ni gloria. El mejor caballero busca lo más difícil de todo: la búsqueda de ser una mejor persona. Cada día, debes esforzarte por ser mejor. No sólo ser mejor que otros, sino ser mejor que tú mismo. Debes buscar asumir la causa de los que son inferiores a ti. Debes defender a los que no pueden defenderse. No es la búsqueda de la alegría. Es la búsqueda de los héroes".

La mente de Thor giró, mientras asimilaba todo, ponderando las palabras de Erec, cuidadosamente. Se sentía muy agradecido con él, y no sabía cómo responder. Presintió que se necesitarían muchas lunas para asimilar el mensaje de esas palabras

Llegaron a la puerta del primer cruce, y al hacerlo, varios miembros de los Plateados salieron a saludar a Erec. Se acercaron a él, con grandes sonrisas en sus rostros, y cuando bajó del caballo, le dieron palmadas con fuerza en la espalda, como viejos amigos.

Thor bajó de un salto, tomó las riendas de Lannin, y lo llevó al guarda de la puerta, para alimentarlo y darle un masaje. Thor se quedó ahí parado, mientras Erec se volvió y lo miró, por última vez.

En su último adiós, había demasiadas cosas que Thor quería decir. Quería darle las gracias. Pero también quería decirle todo. Lo del presagio. Lo de su pesadilla. De sus temores por el rey. Pensó que tal vez Erec lo entendería.

Pero él no se atrevía a hacerlo. Erec ya estaba rodeado de caballeros, y Thor temía que Erec – y todos ellos – pensaran que estaba loco. Así que se quedó ahí parado, con la lengua trabada, mientras Erec alargaba la mano y la ponía en su hombro por última vez.

"Protege a nuestro rey", dijo Erec con firmeza.

Las palabras le hicieron sentir un escalofrío en la espina dorsal, como si Erec hubiera leído su mente.

Erec se volvió, atravesó la puerta, con los otros caballeros, y al pasar, de espaldas hacia él, las puntas de metal bajaron lentamente detrás de él.

Erec se había ido. Thor sintió un agujero en el estómago. Podría pasar todo un año hasta que lo volviera a ver.

Thor montó su caballo, agarró las riendas y dio una fuerte patada. Ya era la tarde y tenía que viajar medio día para llegar a la fiesta. Sintió las últimas palabras de Erec hacienda eco en su cabeza, como un mantra.

Protege a nuestro rey.

Protege a nuestro rey.