Za darmo

Arena Uno. Tratantes De Esclavos

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Presiento que se acerca a mí de nuevo, y esta vez, estoy demasiado golpeada para moverme. Me quedo allí boca abajo, luchando por recuperar el aliento. Se toma su tiempo. Es evidente que me va a matar cuando me alcance. Es el paseo de la muerte.

Estoy demasiado cansada y débil y delirante para hacer nada más que aceptar mi destino. Estoy destinada a morir. Aquí, en este lugar. En este momento. He fallado. He decepcionado a Bree.

Al estar ahí tirada, respirando con dificultad, la sangre sale de mi boca, lentamente, sobre el sonido del zumbido en mis oídos, por encima del estruendo de la multitud, llega gradualmente otro sonido. Es una voz. La voz de mi papá. Es una voz autoritaria. La voz que siempre usa cuando me va a castigar. Para obligarme a esforzarme. Para ser más de lo que podía ser.

¡Sea dura, Marine! ¡Deje de sentir lástima por usted misma! ¡Si usted piensa que usted es una fracasada, entonces usted lo es! ¡Sea fuerte! ¡SEA FUERTE!

Su voz se vuelve ensordecedora, ahogando todo. Miro hacia arriba, mi visión es borrosa, y por un momento juro que en realidad veo a papá, ahí de pie, con las manos en las caderas, con el ceño fruncido. Hay desaprobación, incluso indignación, en su rostro. Y eso es lo que me motiva. Eso es lo que hace que reaccione.

Nunca pude soportar que mi padre me desaprobara y siempre hacía lo que fuera sólo para callarlo, sólo para demostrar que estaba equivocado. Esta vez no es diferente. Siento una descarga de adrenalina con un acceso de ira, con la necesidad de demostrarle que estaba equivocado. Estoy llena de una nueva furia, y le da fuerza a mis manos y rodillas.

¡SEA FUERTE!

El bruto da tres grandes pasos, terminando por lanzar un tiro de gracia a mi cara. Si lo logra, me romperá todos los huesos de la cara.

Pero ahora estoy lista. Yo le sorprendo rodando fuera del camino en el último segundo, una fracción de segundo antes de que la patada me alcance. Él falla y en su lugar comienza a patear el cerco metálico con tal fuerza que su pie se atora en los eslabones de la cadena.

Me levanto de un brinco y en el mismo movimiento corro a través del ring y agarro la maza. El bruto jala su pie, tratando de sacarlo de la jaula, pero él se ha quedado atascado.

Esta vez, no espero. Esta vez, no vacilo. Finalmente, he aprendido mi lección.

Voy a la carga a través del ring, y con todo lo que tengo, giro la maza, lanzo la pelota. Sólo tengo una oportunidad en esto, así que apunto a su enorme cabeza calva y musculosa.

Me acerco a él. A tres metros... cinco... Me balanceo y dejo ir la bola.

De repente, libera su pie de la jaula y rueda y me enfrenta.

Yo ya he puesto la cadena en movimiento y la pelota ya da vueltas, volando sobre mi cabeza, a través del aire. Y cuando se vuelve para enfrentarme, la pelota se balancea alrededor y se aloja en la sien. Salen chorros de sangre, y suelto la barra.

La muchedumbre está callada del asombro.

El bruto da un paso atrás, tropieza, y luego sube la mano en estado de shock, agarra la barra, y la saca de su propia cabeza. Mientras lo hace, salen sus sesos y la sangre.

Me quedo ahí, horrorizada, paralizada. No puedo entender cómo alguien podría seguir funcionando después de un golpe así.

Pero entonces, después de un momento, tira la barra y se desploma sobre sus rodillas. Cae de bruces. Sus manos yacen inertes a su lado, y un segundo después, para mi sorpresa, me doy cuenta de que está muerto. Yo lo he matado.

Después de un segundo de silencio de asombro, el público se pone de pie de un salto. Ruge y grita más fuerte que nunca. Y esta vez, ellos corean mi nombre.

"¡BROOKE! ¡BROOKE! ¡BROOKE!".

Casi ni escucho. Cualquiera que sea la fuerza que quedaba en mí, de repente desaparece, y un momento más tarde, el mundo gira, mis rodillas se debilitan, y ​​yo colapso. La última cosa que veo es el suelo corriendo hacia mí, golpeándome en la cara.

Y entonces mi mundo es oscuridad.

V E I N T E

No estoy segura de si estoy viva o muerta. Me duele el cuerpo más de lo que podía imaginar, y me pregunto si esto es lo que se siente estar en el otro mundo. De alguna manera, siento como si todavía estuviera viva: si estuviera muerta, espero que no sea tan doloroso.

Abro un ojo y veo que estoy acostada, boca abajo, sobre un suelo metálico, en una habitación oscura, iluminada por las luces rojas de emergencia. Miro hacia arriba y lucho para distinguir lo que hay frente a mí.

"¿Brooke?", una voz pregunta. Se trata de una voz masculina, y sé que la reconozco de alguna parte, pero no recuerdo dónde.

"Brooke", pregunta otra vez, en voz baja.

Siento una mano sobre mi hombro, que me mueve suavemente.

Me las arreglo para abrir mi ojo un poco más, y finalmente reconozco la cara: Es Ben. Se inclina sobre mí, me mueve suavemente, tratando de ver si estoy viva.

"Esto es para ti", dice.

Es el sonido del plástico raspado contra el suelo de metal, y me llama la atención el olor de los alimentos. Pero estoy demasiado aturdida para mirarlo, y realmente no entiendo lo que está pasando.

"Ya tengo que irme", dice. "Por favor. Quiero que tengas esto".

Un segundo más tarde se oye el sonido de una puerta que se abre y la luz inunda la habitación. Se oye el sonido de botas que marchan, cadenas, esposas que son liberadas. A continuación, los pasos se alejan y la puerta se cierra, y al hacerlo, de repente, me doy cuenta: acaban de llevarse a Ben.

Quiero levantar mi cabeza, abrir los ojos para llamarle. Para darle las gracias. Para advertirle. Para decir adiós.

Pero mi cabeza está demasiado pesada, no se levantará, y mis ojos se empiezan a cerrar por su propia voluntad. Momentos más tarde, vuelvo a caer en un sueño pesado.

*

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que volví a despertarme. Siento el frío metal de la pista en un costado de mi cara, y esta vez soy capaz de levantar la cabeza poco a poco, y levantarme. Me duele mucho la cabeza, y cada gramo de mi cuerpo está adolorido.

Al sentarme, siento un fuerte dolor en las costillas, ahora en ambos lados. Mi cara está hinchada, tengo verdugones y contusiones por todas partes, y mi hombro me está matando. Lo peor de todo, es que siento una intensa punzada en mi pantorrilla, un dolor insoportable cuando intento enderezar la pierna. Al principio, no sé de dónde viene, y entonces lo recuerdo: de la mordedura de la serpiente.

Apoyándome sobre una mano, me las arreglo para sentarme a medias. Miro alrededor de la habitación a oscuras, para detectar cualquier signo de Ben. Pero él se ha ido. Estoy sola.

Hay una bandeja de comida delante de mí, sin tocar. Es su comida. Extiendo la mano y la toco: está fría. Me siento mal de que él la haya dejado, estoy segura de que la necesitaba tanto como yo. Me doy cuenta de lo que se necesitó para sacrificar esta comida. Si se trataba de su última comida, entonces ellos lo han llevado a luchar. Mi corazón salta al darme cuenta de ello. Seguramente eso significa que ya está muerto.

Miro hacia abajo de nuevo en la bandeja, y se siente como la comida de un hombre muerto. Yo no me atrevo a tocarla.

Hay un sonido de botas, y la puerta de metal se abre bruscamente. Entran marchando cuatro tratantes de esclavos, que me arrastran de mis pies y me sacan a empujones de la habitación. El dolor es indescriptible cuando me levanto y camino. Mi cabeza está tan pesada, y la habitación da vueltas, y yo no sé si voy a seguir sin derrumbarme.

Me empujan y me arrojan por el pasillo, y al ir caminando, el sonido de una multitud lejana se hace más fuerte. El corazón se me parte a medida que me doy cuenta de que estoy siendo llevada de nuevo a la Arena.

Si ellos piensan que puedo luchar de nuevo, están locos. Yo apenas puedo caminar. Cualquier persona que me pongan tendrá una presa fácil. Ya no me queda ninguna voluntad para luchar – ni fuerza alguna, incluso aunque así fuera. Ya he dado a esta Arena todo lo que tengo.

Me empujan por última vez, cuando el túnel hacia la arena se abre. El rugido se vuelve ensordecedor. Entorno los ojos ante la fuerte luz cuando me llevan por la rampa, contando mis minutos finales.

La multitud se levanta saltando cuando me ven. Ellos zapatean con violencia. Esta vez, en lugar de silbidos y abucheos, parecen amarme.

"¡BROOKE! ¡BROOKE! ¡BROOKE!"

Es una sensación surrealista. He logrado la fama, pero por acciones que detesto y en el último lugar en la Tierra en que me gustaría tenerla.

Me vuelven a empujar, hasta llegar a la primera fila del ring, de nuevo a la escalera de metal. Miro hacia arriba y veo la jaula abierta, y subo y entro sin poder hacer nada.

Al entrar, la multitud se vuelve loca.

Todavía estoy medio dormida, y esto es todo tan surrealista, que no puedo dejar de preguntarme si yo hice esto antes o si todo era un sueño. Miro hacia abajo y veo la enorme roncha en la pantorrilla, y sé que es real. No puedo creerlo. Estoy de vuelta aquí de nuevo. Esta vez, para una muerte segura.

No estaban bromeando cuando dijeron que no hay sobrevivientes. Ahora sé que no habrá excepciones.

Estoy parada en el ring vacío y examino el estadio, preguntándome quién será mi próximo rival, por donde entrará. Al hacerlo, llega de repente un grito de júbilo desde el otro lado del estadio. El túnel se abre, y entra otro concursante. No puedo ver de quién se trata, ya que está siendo bloqueado por un séquito de tratantes de esclavos. La multitud se vuelve loca cuando él se acerca. Pero mi visión está tan oscurecida, que no es hasta que llega al borde del ring, hasta que él está subiendo la escalera, hasta que se abre la jaula y lo empujan hacia adentro, que veo quién es.

 

Al hacerlo, cualquier onza de lucha que quede en mí, desaparece.

Estoy horrorizada.

No puede ser.

De pie, delante de mí, mirando con la misma conmoción, está Ben.

V E I N T I U N O

Me quedo ahí parada, en estado de shock, mirando a Ben, quien parece ciervo cruzando la calle ante un coche con los faros encendidos. No sé cómo pueden tener tanta crueldad. De toda la gente contra la que me podían enfrentar, ¿por qué tenía que ser él?

El público parece entender nuestro vínculo - y les encanta: gritan y claman mientras la jaula se cierra con una explosión. Ellos hacen sus apuestas frenéticamente, ansiosos por ver cuál de los dos está dispuesto a matar al otro primero.

Ben se queda parado ahí, parece tan perdido, tan fuera de lugar. Nos miramos y compartimos un momento especial. Sus grandes ojos azules, tan gentiles, se llenan de lágrimas. Parece un niño perdido. Ya puedo ver que nunca levantaría un dedo para hacerme daño.

Antes de este momento, me había resignado a irme tranquilamente a la tumba. Pero ahora, viendo a Ben aquí, atrapado en esta misma situación, tan indefenso, mi voluntad de vivir regresa. Tengo que encontrar una manera de que salgamos de aquí. Tengo que salvarnos. Si no es por mí, por él.

Pienso rápidamente, mi corazón corre a millones de kilómetros por hora, mientras trato de concentrarme, para acallar a la multitud ensordecedora.

La multitud estalla en abucheos y burlas, furioso de que ninguno de nosotros estamos haciendo un movimiento para luchar. Finalmente su decepción crece en cólera, y empiezan a tirar cosas en la jaula. Tomates podridos y todo tipo de objetos chocan contra el metal, mientras el público lanza cosas sobre nosotros.

De repente siento un choque eléctrico fuerte en mis riñones, y doy la vuelta y veo la picana insertada a través de la alambrada metálica. Un tratante de esclavos la retrae rápidamente mientras trato de arrebatársela. Ellos golpean a Ben al mismo tiempo. Es un truco sucio: están tratando de obligarnos a entrar en acción, de provocarnos para que nos enojemos, nos empujan a estar más cerca uno del otro. La multitud exclama su aprobación.

Pero todavía nos quedamos ahí parados, mirándonos el uno al otro, ninguno de los dos estamos dispuestos a pelear.

"Tú me diste tu última comida", le digo, por encima del estruendo de la multitud.

Él asiente con la cabeza, lentamente, demasiado paralizado por el miedo a hablar.

De repente, algo cae del cielo, aterriza ante nosotros. Es un arma. Un cuchillo. Lo miro de cerca, y estoy horrorizado al ver que se trata del cuchillo de mi papá, el logotipo de la Infantería de Marina, estampada en un costado.

El público vitorea al caer el objeto, suponiendo que eso hará que luchemos.

Ver el cuchillo del papá me hace pensar en Bree. Y me doy cuenta, una vez más, que tengo que sobrevivir. Para salvarla. Si ella todavía está viva.

De repente, la multitud se calla. Miro a mi alrededor, tratando de entender lo que está pasando. No los había visto guardar silencio antes. Miro hacia arriba y veo que el líder está de pie, en lo alto de su podio. Todo el mundo ha quedado en silencio con gran atención.

"¡Estoy declarando un cambio en las reglas de la arena!", anuncia, con voz grave, estruendosa. Habla lentamente, deliberadamente, y la multitud espera cada palabra suya. Es evidente que es un hombre que está acostumbrado a ser escuchado.

"Por primera vez en la historia, vamos a permitir que haya un sobreviviente. ¡Sólo uno!", anuncia. "Al ganador de este combate se le concederá el indulto. Así como a sus hermanos. Después de este combate, podrán irse".

El líder lentamente se vuelve a sentar, y al hacerlo, la multitud estalla en un murmullo de emoción. Se colocan más apuestas.

Vuelvo a ver el cuchillo, y ahora veo que Ben también lo mira.

Es una probabilidad de sobrevivir. De ser libres. No sólo para mí, sino también para Bree. Si mato a Ben, eso la salvará. Es mi oportunidad. Es mi boleto de salida.

Cuando veo a Ben mirando el cuchillo, puedo ver que mis mismos pensamientos corren por su mente, también. Es una oportunidad para él de salvar a su hermano pequeño.

Me lanzo por él, y en un solo movimiento, me agacho y lo recojo.

Recogerlo fue fácil. Ben ni siquiera hizo un movimiento para ir por él.

Pero yo soy de un corte de tela diferente a él. Necesito hacer lo que debo, para poder sobrevivir. Para que Bree sobreviva.

Así que me inclino hacia atrás, apunto y me preparo para lanzar el cuchillo de mi papá.

¡Hazlo, Brooke! ¡Salva a tu hermana! ¡Tú tienes una responsabilidad! ¡HAZLO!

Me inclino hacia delante y lo lanzo con todas mis fuerzas.

Y ese es el momento que lo cambia todo.

P A R T E I V

V E I N T I D O S

Lanzo el cuchillo de mi padre con todas mis fuerzas, y en ese momento, la multitud contiene la respiración, en completo silencio. El cuchillo destella en la luz, al ir volando dando vueltas por el aire. Es el lanzamiento más fuerte y más preciso que he hecho. Ya sé que va a llegar al objetivo. Y que va a significar una muerte segura.

En unos momentos, voy a ser libre.

Un segundo después, el sonido del metal entrando en la carne, perfora el aire, y veo que fue, sin duda alguna, un golpe perfecto.

Toda la multitud queda boquiabierta, horrorizada.

Por una vez en mi vida, he ignorado el consejo de mi padre. Yo no he matado a Ben.

He matado a su líder.

*

El cuchillo se aloja en el centro de la frente del líder; me las arreglé para lanzarlo a la perfección, lo bastante alto como para pasar la cerca, por un milímetro, y aun así mantener el ángulo perfecto para pegarle, a treinta yardas de distancia. Le golpea con tanta fuerza, que clava su cabeza a la silla. Él está ahí sentado, con los ojos bien abiertos, en estado de shock, muerto.

Hay un silencio que aturde, en la Arena. Durante varios segundos, la multitud está demasiado sorprendida para reaccionar. Puedo oír caer un alfiler.

Y entonces, un pandemónium. Miles de personas saltan de sus asientos y corren en todas direcciones. Algunos de ellos, aterrados, huyeron por sus vidas, mientras que otros ven esto como su oportunidad de ser puestos en libertad, y corren hacia las salidas, algunos empiezan a pelear entre ellos mismos, mientras que otros empiezan a pelear con los tratantes de esclavos. Es como si una energía violenta, largamente contenida, se hubiera liberado.

Los tratantes de esclavos corren en todas direcciones, tratando de mantener el orden.

Miro a la puerta de la jaula y me preguntó si se puede escapar por ahí, pero ya los guardias están manipulando su cerradura, tratando de abrirla para que puedan venir a buscarnos.

Corro junto a Ben, que todavía está allí parado, sorprendido, y le agarro del brazo.

"¡Sígueme!", le grito.

Tomo su mano mientras corro a través del ring, salto a la jaula y escalo su pared. Subo, aliviada al ver a Ben a mi lado.

Justo a tiempo. Los tratantes de esclavos abren de golpe la puerta de metal y corren a buscarnos.

Pero ya estamos en la parte superior de la jaula, de 4.5 metros de altura. Miro por encima del borde y dudo por un momento: se trata de una fuerte caída, y un aterrizaje aporreado. Ben duda, también.

Pero no tenemos otra opción. Es ahora o nunca.

Yo salto.

Aterrizo duro sobre mis pies, 4,5 metros abajo, en el concreto. La pantorrilla explota de dolor cuando caigo al suelo. Al caer, rodando, mis costillas rotas me duelen de igual manera. El dolor es insoportable, pero al menos no siento que me he roto nada más. Lo logré.

Miro por encima, con la esperanza de ver a Ben a mi lado en el caos, mientras la multitud se escabulle en todas las direcciones alrededor de mí. Pero se me parte el corazón al ver que no está allí. Él sigue estando a lo alto de la pared de la jaula, dudando. Tiene miedo de saltar.

Los tratantes de esclavos están llegando arriba, comienzan a subir, están a punto de atraparlo. Él está aterrorizado, congelado sin poder moverse.

Me pongo de pie y le grito.

"¡BEN!", le digo gritando. "¡SALTA! ¡HAZLO!".

Puedo oír el pánico en mi voz. No hay tiempo. Si él no salta ahora, voy a tener que irme sin él.

De pronto, por suerte, Ben se mete entre la multitud. Cae con fuerza al suelo, dando volteretas. Y luego, después de un momento, se levanta. Él se ve aturdido, pero por lo que veo, ileso. Agarro su brazo y corremos.

Es tal pandemónium que nadie se fija en nosotros. La gente pelea entre sí, luchando por salir. Me las arreglo para zigzaguear entre las masas, escondiéndome en el anonimato. Echo un vistazo y el grupo de tratantes de esclavos que nos persigue, está en nuestro camino.

Me dirijo hacia uno de los túneles de salida por donde cientos de personas huyen, y nos mezclamos con la estampida, agachándonos y zigzagueando entre la gente. Detrás de nosotros, percibo a los tratantes de esclavos dividiéndose a través de la multitud, que nos persigue. No sé hasta dónde podemos llegar. La multitud apenas se mueve.

Entro en la oscuridad de uno de los túneles, y al hacerlo, una mano me agarra con fuerza alrededor de mi boca y me da un tirón hacia atrás. Otra mano sujeta a Ben por la boca y lo arrastra hacia atrás, también.

Nos han atrapado, replegado en la oscuridad. Me están sujetando firmemente en un hueco de la pared, y mi captor me sostiene en un apretón fuerte y mortal. Soy incapaz de oponerme. Mientras estoy allí parada, me pregunto si estoy a punto de morir.

El grupo de tratantes de esclavos pasa frente a nosotros, por el túnel, pensando que nos están siguiendo. No lo puedo creer: los hemos perdido.

Ahora estoy agradecida por haberme hecho a un lado. Y cuando se afloja la sujeción alrededor de mi boca, me pregunto por qué mi captor nos hizo un favor. Él libera la sujeción por completo, y miro hacia atrás por encima del hombro para ver un gran soldado, vestido de negro, pero que no lleva una máscara. Él se ve diferente a los demás. Él parece tener aproximadamente 22 años, y sus rasgos cincelados son perfectos, con una fuerte mandíbula y cabello corto, de color marrón. Él se eleva sobre nosotros, y mira hacia abajo con sus ojos verdes que son un sorprendente contraste con su buen porte: rebosa suavidad y está marcadamente fuera de lugar aquí.

"Ven conmigo", dice apresuradamente.

Gira y desaparece por una puerta lateral, escondida en la pared. Ben y yo intercambiamos una mirada y luego al instante lo seguimos, pasando por debajo de la puerta y entramos en la cámara lateral.

Este hombre acaba de salvarnos la vida. Y no tengo ni idea de quién sea.

*

El soldado cierra la puerta con llave detrás de nosotros. Se trata de una pequeña habitación, como si fuera una celda, con una pequeña ventana en la parte superior. No entra la luz solar, así que supongo que todavía es de noche. La habitación también está iluminado sólo por una pequeña luz roja de emergencia. Se vuelve hacia nosotros y todos nos quedamos ahí, de pie, frente a frente.

"¿Por qué nos salvaste?", le pregunto.

"Aún no están a salvo", responde fríamente. "Todavía hay miles de esas cosas por ahí, buscándolos. Van a tener que sentarse quietos, esperar, hasta la luz del día. Entonces podemos tomar un descanso para él. Nuestras posibilidades son escasas. Pero no tenemos otra opción".

"¿Pero por qué?", insisto. "¿Por qué haces esto?".

Él se aleja, va a revisar la cerradura de la puerta de nuevo. Luego, de espaldas a nosotros, murmura, "Porque quiero salir de aquí, también".

Me quedo en silencio, Ben a un lado de mí y el soldado en el otro. Escucho la estampida de pasos a las afueras de la puerta, corriendo por el pasillo. Los gritos y exclamaciones parecen no terminar nunca, mientras que la turba enfurecida suena como si estuvieran buscándonos alternativamente y golpeándose entre ellos. He abierto la caja de Pandora: es un caos total más allá de esa puerta. Rezo para que a nadie más se le ocurra revisar el hueco de la pared, o si lo hacen, que la cerradura aguante.

Mi miedo se convierte en realidad, cuando escucho que menean el picaporte. El soldado alcanza lentamente su pistola, apunta a la puerta, y se inclina hacia atrás. Se mantiene firme, nivelándola hacia la puerta.

 

Me quedo ahí, temblando, el sudor corre por mi espalda a pesar de que hace frío aquí. El que está ahí afuera, sigue manipulando el mando. Si se abre, estamos acabados. Podríamos matar al primero, pero la bala alertaría a los otros, y toda la multitud nos encontraría. Aguanto la respiración por lo que parece una eternidad, y, finalmente, se detiene el manipuleo. Le oigo dar la vuelta y huir.

Doy un suspiro de alivio. Probablemente fue sólo un transeúnte, en busca de refugio.

Poco a poco, el soldado se relaja, también. Él baja y enfunda su arma.

"¿Quién eres tú?", le pregunto, hablando en voz baja, por temor a ser escuchada.

"Me llamo Logan", dice, no me ofrece su mano.

"Yo soy Brooke y él es…" Empiezo a decir, pero él me interrumpe.

"Lo sé", dice, de manera cortante. "Anuncian a todos los competidores".

Por supuesto.

"Todavía no has contestado a mi pregunta", insisto. "Yo no te pregunté tu nombre. Te pregunté quién eres".

Él me mira con frialdad, desafiante.

"Yo soy uno de ellos", dice a regañadientes. "O, al menos, solía serlo".

"¿Un tratante de esclavos?", Ben le pregunta, alzando la voz con sorpresa y disgusto.

Logan niega con la cabeza.

"No, un agente forestal. Estuve vigilando en la Arena. Nunca fui a misiones de tratantes de esclavos".

"Pero no dejas de ser uno de ellos", le digo, y puedo oír el ejercicio de juicio en mi voz. Sé que no debería molestarlo, después de todo, él acaba de salvarnos la vida. Pero aun así, pienso en las personas que se llevaron a Bree, y es difícil sentir simpatía alguna.

Se encoge de hombros. "Como dije, ya no los soy".

Lo atravieso con la mirada.

"Tú no entiendes", dice, a modo de explicación. "Aquí no hay opciones. O te unes a ellos o mueres. Es así de simple. No tuve otra opción".

"Yo hubiera elegido morir", le digo, desafiante.

Él me mira y en la penumbra veo la intensidad de sus ojos verdes. No puedo dejar de notar, a pesar de mí misma, lo guapo que es. Hay una nobleza en él, un atributo de caballerosidad que nunca había visto.

"¿Lo habrías hecho?", pregunta. Él me mira. "Tal vez lo habrías hecho", dice finalmente. "Tal vez seas una mejor persona que yo. Pero yo hice lo que tenía que hacer con el fin de sobrevivir".

Camina, cruzando hacia el lado opuesto de la habitación.

"Pero como he dicho, nada de eso importa ahora", continúa. "Lo que pasó, pasó. Yo me voy".

Me doy cuenta de que lo estoy juzgando y me siento mal. Quizá él tenga razón. Tal vez si yo todavía estuviera viviendo aquí, en la ciudad, me habría unido a ellos, también. No sé bajo qué presiones estuvo.

"¿Y ahora qué?", le digo. "¿Los estás dejando? ¿Vas a desertar?".

"Estoy escapando", dice. "Ya he tenido suficiente. Verte pelear – me sirvió de algo. Tenías ese espíritu. Sabía que éste era mi momento, que tenía que irme, aunque muera en el intento".

Oigo la sinceridad en su voz y sé que él dice la verdad. Me sorprende escuchar que le he inspirado. Yo no estaba tratando de inspirar a nadie, sólo mantenerme viva. Y estoy agradecida por su ayuda.

Pero en base a la cantidad de pies que oigo caminando afuera de la puerta, parece un caso perdido, de todos modos. No veo cómo podremos salir de aquí alguna vez.

"Yo sé dónde hay una lancha", continúa, como si hubiera leído mi mente". Está atracada en el lado oeste, en la Calle 42. Es un pequeño bote de motor. Lo usan para patrullar el Hudson. Pero la primera patrulla no sale hasta después del amanecer. Si llego al amanecer antes que ellos, puedo robarlo. Llevarlo río arriba".

"¿A dónde?", le pregunto.

Él me mira sin comprender.

"¿A dónde irías?", insisto.

Se encoge de hombros. "No lo sé. No me importa. A cualquier lugar que no sea éste. Adonde me lleve el río, supongo".

"¿Crees que puedes sobrevivir en las montañas?", pregunta Ben de repente. Puedo oír algo de perspicacia en su voz, algo desconocido, algo que no le he oído antes. Si no lo conociera, me sonaría a posesividad. A celos.

De repente, mi cara se sonroja cuando me doy cuenta: Ben siente algo por mí. Está celoso de Logan.

Logan se da vuelta y mira a Ben con frialdad. "Tú lo lograste", dice. "¿Por qué no iba a hacerlo yo?".

"Yo no llamaría sobrevivir a lo que hice", dice Ben. "Fue más como una muerte lenta".

"Es mejor que estar aquí", dice Logan. "Además, yo no soy un derrotista. Voy a encontrar una manera de sobrevivir. Tengo armas y municiones, y comida para unos días. Eso es todo lo que necesito. Voy a hacer lo que tengo que hacer".

"Yo no soy un derrotista", Ben replica, molesto.

Logan se encoge de hombros.

"En el bote caben dos personas", dice, apartando la mirada de Ben, hacia mí. Es obvio por su mirada que sólo quiere que vaya yo.

. Me pregunto si le gusto o si es sólo cosa de hombres, simplemente una típica rivalidad y celos por el bien de la misma. Logan debe ver la determinación en mi mirada, porque, añade, "Pero creo que, si es necesario, puede albergar a tres personas".

Él se pasea.

"Yo los ayudaré a escapar. Al amanecer, me van a seguir. Llevaremos el bote por el Hudson. Los dejaré en sus hogares, donde quiera que estén, a continuación, voy a seguir mi camino".

"Yo no voy a ninguna parte sin Bree", digo, con firmeza.

Logan gira y me mira.

"¿Quién es Bree?", pregunta.

"Mi hermana".

"Y yo no me voy sin mi hermano", añade Ben.

"Vinimos aquí por una razón", explico. "Para rescatar a nuestros hermanos. Y para traerlos de vuelta. No me iré sin ella".

Logan sacude la cabeza, como si estuviera molesto.

"No saben lo que están diciendo", nos dice. "Les estoy dando su pase de salida. Una entrada gratuita. ¿No se dan cuenta de que no hay otra forma de salir de aquí? Los perseguirán antes de caminen un metro. E incluso si encuentras a tu hermana, ¿qué?".

Me quedo ahí parada y cruzo los brazos, echando humo. De ninguna manera voy a dejar que me disuada de hacerlo.

"Además, no me gusta decir esto, pero..." su voz se apaga, deteniéndose él mismo.

"¿Pero, qué?", insisto.

Vacila, como debatiendo la posibilidad de decir algo. Respira profundo.

"No hay manera de que los encuentren".

Siento un gran peso en mi corazón. Lo miro fijamente, preguntándome lo que está conteniendo.

"¿Qué es lo que no nos estás diciendo?", pregunto.

Él levanta sus ojos de los míos a Ben, al suelo, evitando mi mirada.

"¿Qué sabes?", insisto. Mi corazón late con fuerza -- temo que va a decirme que Bree está muerta.

Vacila, pateando el suelo con la punta del pie, mirando hacia abajo. Por último, comienza a hablar.

"Ellos fueron separados", comienza a decir. "Eran demasiado jóvenes. Siempre separan a los más viejos de los más jóvenes. A los más fuertes, de los más débiles. A los chicos de las chicas. Los más fuertes, de mayor edad se reservan para la Arena. Pero los más jóvenes, y más débiles..." Se calla.

Mi corazón late con fuerza, preguntándome qué es lo que va a decir.

"¿Y bien?", Ben pregunta.

"A los hombres jóvenes, los envían a las minas".

"¿A las minas?", pregunta Ben, dando un paso adelante, indignado.

"A las minas de carbón. A Crosstown. Debajo de Grand Central. Los pusieron en un tren vía Crosstown. Los pusieron en los túneles de una mina, muy por debajo de la tierra. Ellos usan el carbón para el fuego. Ahí es donde está tu hermano. Ahí es adonde ese tren iba. Lo siento", dice, y suena genuino.

Ben camina repentinamente hacia la puerta, con la cara roja.

"¿A dónde vas?" le pregunto, alarmada.

"A buscar a mi hermano", Ben responde, sin siquiera ir más despacio.

Logan se levanta y extiende un brazo, bloqueando el camino de Ben. Ahora que los miro uno al lado del otro, Logan es más alto que Ben, quince centímetros más alto y el doble de ancho, con enormes y musculosos hombros. Junto a él, Ben parece diminuto. Son personas de aspecto muy diferente, polos opuestos: Logan es el típico atleta estadounidense, mientras que Ben, delgado y sin afeitar, con el cabello bastante largo y ojos expresivos, es el tipo artista, sensible. No podían ser más diferentes. Pero cada uno de ellos comparte una voluntad férrea, un afán de desafío.