Czytaj książkę: «Antes del Amanecer »
Morgan Rice
Morgan Rice tiene el #1 en éxito de ventas como el autor más exitoso de USA Today con la serie de fantasía épica EL ANILLO DEL HECHICERO, compuesta de diecisiete libros; de la serie #1 en ventas EL DIARIO DEL VAMPIRO, compuesta de doce libros; de la serie #1 en ventas LA TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA, novela de suspense post-apocalíptica compuesta de tres libros; de la serie de fantasía épica REYES Y HECHICEROS, compuesta de seis libros; y de la nueva serie de fantasía épica DE CORONAS Y GLORIA. Los libros de Morgan están disponibles en audio y ediciones impresas y las traducciones están disponibles en más de 25 idiomas.
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Algunos comentarios sobre Morgan Rice
“¡Un libro que puede rivalizar con TWILIGHT y VAMPIIRE DIARIES, y que te dejará con ganas de seguir leyendo hasta llegar a la última página! Si te gusta la aventura, el amor y los vampiros, ¡este libro es ideal para ti! "
–-Vampirebooksite.com (sobre Convertida)
"Rice hace un gran trabajo jalándote en la historia desde el principio, con una gran calidad descriptiva que trasciende la mera pintura del entorno … .Bellamente escrita y es extremadamente rápida de leer."
–-Black Lagoon (sobre Convertida)
"Una historia ideal para los lectores jóvenes. Morgan Rice hizo un buen trabajo creando un giro interesante … refrescante y único. La serie se centra en una chica … ¡una chica extraordinaria! … Fácil de leer, pero con un ritmo muy acelerado … Calificación PG ".
–-The Romance Reviews (sobre Convertida)
"Me llamó la atención desde el principio y no me soltó … .Esta historia es una aventura increíble con un ritmo rápido y llena de acción desde el principio. No podrás encontrar un solo momento aburrido.”
–-Paranormal Romance (sobre Convertida)
"Repleta de acción, romance, aventura y suspenso. Pon las manos sobre este libro y déjate enamorar de nuevo.”
–-vampirebooksite.com (sobre Convertida)
"Una gran trama, y sobre todo es el tipo de libro que tendrás problemas para dejar de leer por la noche. Al ser tan espectacular, el final te deja con tantas expectativas que vas a querer comprar inmediatamente el siguiente libro, sólo para ver qué pasa.”
–-The Dallas Examiner (sobre Amada)
"Morgan Rice demuestra de nuevo que es una narradora de gran talento … .Este libro puede gustar a una amplia gama de lectores, incluyendo los aficionados más jóvenes al género de vampiros / fantasía. El final es de un suspenso inesperado que te deja conmocionado.”
–-The Romance Reviews (sobre Amada)
Libros de Morgan Rice
OLIVER BLUE Y LA ESCUELA DE VIDENTES
LA FÁBRICA MÁGICA (Libro #1)
LA ESFERA DE KANDRA (Libro #2)
LOS OBSIDIANOS (Libro #3)
LAS CRÓNICAS DE LA INVASIÓN
TRANSMISIÓN (Libro #1)
LLEGADA (Libro #2)
ASCENSO (Libro #3)
REGRESO (Libro #4)
EL CAMINO DE ACERO
SOLO LOS DIGNOS (Libro #1)
UN TRONO PARA LAS HERMANAS
UN TRONO PARA LAS HERMANAS (Libro #1)
UNA CORTE PARA LOS LADRONES (Libro #2)
UNA CANCIÓN PARA LOS HUÉRFANOS (Libro #3)
UN CANTO FÚNEBRE PARA LOS PRÍNCIPES (Libro #4)
UNA JOYA PARA LA REALEZA (Libro #5)
UN BESO PARA LAS REINAS (Libro #6)
UNA CORONA PARA LAS ASESINAS (Libro #7)
DE CORONAS Y GLORIA
ESCLAVA, GUERRERA, REINA (Libro #1)
CANALLA, PRISIONERA, PRINCESA (Libro #2)
ESCLAVA, GUERRERA, REINA (Libro #3)
REBELDE, POBRE, REY (Libro #4)
SOLDADO, HERMANO, HECHICERO (Libro #5)
HÉROE, TRAIDORA, HIJA (Libro #6)
GOBERNANTE, RIVAL, EXILIADO (Libro #7)
VENCEDOR, DERROTADO, HIJO (Libro #8)
REYES Y HECHICEROS
EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Libro #1)
EL DESPERTAR DEL VALIENTE (Libro #2)
EL PESO DEL HONOR (Libro #3)
UNA FORJA DE VALOR (Libro #4)
UN REINO DE SOMBRAS (Libro #5)
LA NOCHE DE LOS VALIENTES (Libro #6)
EL ANILLO DEL HECHICERO
LA SENDA DE LOS HÉROES (Libro #1)
UNA MARCHA DE REYES (Libro #2)
UN DESTINO DE DRAGONES (Libro #3)
UN GRITO DE HONOR (Libro #4)
UN VOTO DE GLORIA (Libro #5)
UNA POSICIÓN DE VALOR (Libro #6)
UN RITO DE ESPADAS (Libro #7)
UNA CONCESIÓN DE ARMAS (Libro #8)
UN CIELO DE HECHIZOS (Libro #9)
UN MAR DE ARMADURAS (Libro #10)
UN REINO DE ACERO (Libro #11)
UNA TIERRA DE FUEGO (Libro #12)
UN MANDATO DE REINAS (Libro #13)
UNA PROMESA DE HERMANOS (Libro #14)
UN SUEÑO DE MORTALES (Libro #15)
UNA JUSTA DE CABALLEROS (Libro #16)
EL DON DE LA BATALLA (Libro #17)
LA TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA
ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS (Libro #1)
ARENA DOS (Libro #2)
ARENA TRES (Libro #3)
VAMPIRA, CAÍDA
ANTES DEL AMANECER (Libro #1)
EL DIARIO DEL VAMPIRO
TRANSFORMACIÓN (Libro #1)
AMORES (Libro #2)
TRAICIONADA(Libro #3)
DESTINADA (Libro #4)
DESEADA (Libro #5)
COMPROMETIDA (Libro #6)
JURADA (Libro #7)
ENCONTRADA (Libro #8)
RESUCITADA (Libro #9)
ANSIADA (Libro #10)
CONDENADA (Libro #11)
OBSESIONADA (Libro #12)
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Copyright © 2016 por Morgan Rice
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Se trata de una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos e incidentes son producto de la imaginación de la autora o son usados como ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas es pura coincidencia.
Imagen de la portada Derechos de Autor iStock.com/nsilcock
“Ven, noche gentil; ven, noche amante, negra como la ceja;
Dame mi Romeo; y, cuando yo muera,
tómalo y córtalo en pequeñas estrellas,
Y él hará de los cielos la cara tan fina
Que todo el mundo se enamorará de la noche…”
― William ShakespeareRomeo y Julieta
CAPÍTULO UNO
Kate se despertó en la mañana de su decimoséptimo cumpleaños sintiendo un agujero en el estómago. Deseaba sentirse entusiasmada; pero sabía, con un sentimiento de temor, que no habría ningún regalo esperándola, ni un desayuno especial de cumpleaños, ni pastel. No habría tarjetas de felicitación. Tendría suerte si alguien en su familia llegara a recordarlo.
Sintió el cálido sol de Santa Bárbara en los párpados, abrió los ojos y parpadeó. Su habitación aún estaba llena de cajas de mudanza, un desorden caótico que no lograba ponerse a ordenar. Tal vez era, se dio cuenta, porque no quería estar allí. No quería estar con su familia en ningún lugar. ¿Por qué querría estar con ellos? Ellos la odiaban.
Kate jaló el cobertor sobre su cabeza bloqueando la luz, no quería salir de la cama y comenzar el nuevo día. Lo mejor, decidió, sería salir de la casa lo más rápidamente posible e ir directamente a la escuela. Al menos, tenía a sus amigas. Ellas sabían muy bien cómo era su vida en su casa, y festejarían su cumpleaños.
Finalmente, Kate salió de la cama y se puso sus cómodos pantalones vaqueros favoritos y su playera negra. Luego, se puso los Converse rojos gastados y pasó el peine por su pelo café oscuro para soltarlo un poco, pero no lo suficiente como para modelarlo de una determinada manera. Ya que era una ocasión especial, se puso un poco de rímel y se delineó los ojos con kohl. Dio un paso hacia atrás y se observó en el espejo. Su madre odiaría su atuendo. Eso la hizo sonreír.
En el pasillo, el olor a panqueques, tocino y jarabe de arce flotaba en el aire. A su madre le fascinaba pretender ser la Gran Madre Americana, con su peinado de mamá dedicada al hogar. No era más que una falsedad. Todo en ella era una mentira. Se suponía que todas las mamás-americanas amaban a sus hijos -no elegían a una hija a quien adorar mientras hacían sentir pequeña e insignificante a la otra.
Kate ya sabía que los panqueques no eran para ella. Serían para su padre y su hermana, Madison, y su hermano, Max, pero no para ella. La burla de su madre hacía eco en su mente.
Si tan sólo practicaras un deporte, podrías tomar un buen desayuno. Pero como te pasas todo el día adentro leyendo, tienes que cuidar tu figura.
Kate se preparó antes de entrar en la cocina.
La cocina en la nueva casa estaba decorada con buen gusto, estaba llena de todos los últimos aparatos eléctricos. Parecía como si la hubieran recortado de una revista. Era todo lo que su madre necesitaba para mantener su farsa de la familia perfecta.
Su padre estaba sentado a la mesa, con los ojos todavía rojos por haber estado bebiendo la noche anterior. Miraba con tristeza su café negro. Sus panqueques estaban sin tocar frente a él. Kate sabía que tenía demasiada resaca para poder comérselos.
Madison, también en la mesa, estaba ocupada aplicándose maquillaje frente a su pequeño espejo de mano. Su cabello oscuro peinado con ondas suaves le caía sobre los hombros y brillaba a la luz del sol. Complementaba su look con un lápiz labial rojo brillante, con lo que parecía más una estudiante de la universidad que de la escuela preparatoria, lo que era en realidad. Si alguien viera desde afuera, no parecía que hubiera sólo dieciocho meses de diferencia entre las dos muchachas. Madison era más como una mujer, mientras que Kate, en muchos sentidos, todavía se sentía como una niña escuálida.
Kate arrastró los pies por la cocina y agarró su bolsa del piso. Max la miró y le sonrió. Tenía catorce años y, con mucho, era la mejor persona en la familia de Kate. Al menos trataba de interesarse en ella.
"¿Quieres un poco?", él le dijo, señalando su pila de panqueques.
Kate sonrió. Sabía que a Max le encantaban los panqueques y probablemente había tenido que emplear hasta la última gota de su fuerza de voluntad para no devorárselos. A ella le tocó su gesto.
"Estoy bien, gracias", dijo.
En ese momento, su madre se dio vuelta desde donde había estado vertiendo jugo, junto a la ventana de la cocina.
"No hay panqueques para Kate," ella dijo. "Parece que has engordado un par de libras recientemente."
Miró a Kate de arriba a abajo, sin molestarse en ocultar la repulsión en su cara. Kate le devolvió la mirada con frialdad.
Max bajó la mirada hacia su plato, sintiéndose culpable por haber causado que su madre criticara a Kate.
"No te preocupes, Mamá," dijo Kate sin emoción. "Conozco las reglas."
Por lo general, Kate tenía cuidado de no responder a su madre. Eso sólo empeoraba las cosas. Pero había algo diferente ahora. Tal vez, porque tenía diecisiete años. Se sentía un poco más fuerte, un poco más poderosa. En el fondo de su mente, sentía como si estuviera en la cúspide de algo emocionante.
Kate abrió la nevera y sacó un yogur natural. Era lo único que su madre la dejaba desayunar por el momento.
Tomó una cuchara y empezó a tomar su yogur recostada en la isla de la cocina, no quería unirse al resto de su familia desayunando en la mesa.
Su madre se acercó a la mesa con la jarra de jugo de naranja y sirvió un vaso a todos los demás.
Madison cerró su espejo de mano y miró a su hermana.
"¿Quieres que te lleve con Max a la escuela?", dijo, sus ojos viajaron desde los zapatos gastados de Kate a sus vaqueros rotos hasta su muy poco favorecedora camiseta.
Kate miró a Max. Se veía más culpable que nunca. Max siempre había ido a la escuela en bicicleta con ella, pero desde que se habían mudado a la casa nueva y el viaje era más largo, Madison lo llevaba en el coche. A ella no debería importarle, era un viaje de una hora a la Escuela Preparatoria San Marcos desde la nueva casa, a diferencia de los solo quince minutos en coche, pero echaba de menos esa sensación de solidaridad entre los dos. Era como si ir juntos en bicicleta mostraba, en silencio, su desaprobación de la ley del más fuerte prevaleciente en la casa, donde Madison estaba claramente en la parte superior. Pero ahora hasta esa tranquila protesta había sido reprimida. En sus momentos más paranoicos, Kate se preguntó si su madre había insistido en mudarse a esta casa en Playa Mariposa sólo para separarla de Max.
“Ningún aventón", advirtió su madre, aunque su tono era más suave con Madison. "Kate necesita hacer ejercicio."
Kate miró a los cuatro sentados alrededor de la mesa del desayuno y sintió una punzada de envidia. Su familia era completamente disfuncional pero, aun así, era todo lo que tenía, y estar separada de ellos le dolía.
"Voy a buscar mi bicicleta", Kate respondió con entusiasmo.
Madison se encogió de hombros. No era demasiado cruel con Kate, pero nunca hacía nada para defender a su hermana. Madison era la hija favorita de la casa y estaba bastante cómoda en la cima. Que la vieran demasiado junto a Kate podría dañarla. Sabía de primera mano cómo era caer en desgracia, y no haría nada que la pusiera en riesgo.
Desde el otro lado de la habitación, Max llamó la atención de Kate y articuló un lo siento.
Ella sacudió la cabeza y pronunció un está bien.
No era la culpa de Max, quien siempre estaba atrapado en el medio de todo. Él no debía sentir que era el culpable de la injusticia de su madre.
Max señalo la bolsa de Kate y levantó las cejas.
Kate frunció el ceño y miró adentro de su bolsa. Había un sobre con brillantina azul en el interior. Ella jadeó. Evidentemente era una tarjeta. Se sintió abrumada de gratitud. Él había dejado una tarjeta de cumpleaños para ella.
Kate levantó la cabeza e hizo contacto visual con él, quien le devolvió una sonrisa con timidez.
Gracias, ella articuló.
Él asintió con la cabeza con una gran sonrisa.
"¿No tienes práctica hoy, querida?" La mamá le preguntó a Madison, con los ojos brillantes de orgullo mientras miraba a su hermosa y talentosa hija mayor.
Las dos comenzaron a charlar sobre la práctica de las porristas, comentando con malicia sobre cuál de las chicas era una decepción para el equipo, o cuál había engordado demasiados kilos recientemente. Eran como dos guisantes en una vaina, su madre y Madison. La madre de Kate había sido una porrista exitosa en la escuela preparatoria y se había decepcionado cuando Kate había rechazado esa actividad por la lectura y la escritura.
En ese momento, su padre se levantó de la mesa. Todo el mundo se quedó congelado. Era un hombre muy alto, y se cernió sobre ellos, proyectando una sombra oscura en la cocina que, de otro modo, era brillante y soleada.
"Se me está haciendo tarde para el trabajo," él murmuró.
Kate se puso tensa. Parecía que el único lugar al que su padre debía ir era la cama para dormir la resaca. Se encontraba en un estado terrible, con su camisa fuera del pantalón y con la barba crecida en el mentón. Tal vez su problema con la bebida era una de las razones por las que su madre era tan crítica del aspecto de Kate; tal vez no podía controlar la apariencia de su padre y, por eso, se la tomaba con su hija.
Todos en la habitación se quedaron inmóviles y en silencio mientras contenían la respiración. Su padre se movía pesadamente a su alrededor mientras tomaba las llaves del coche del tazón sobre la mesada de la isla, y el maletín del piso. Sus movimientos eran desordenados, y a Kate le preocupó que condujera el coche al trabajo en ese estado. Se preguntó qué pensarían sus compañeros de él. ¿Sabían lo mucho que bebía por las noches? ¿O era tan buen actor como su madre? Cuando estaba en el trabajo, ¿se transformaba en otra persona, era otro hombre, un hombre mejor, un hombre de familia, un hombre que exigía respeto? Lo habían promovido varias veces, los que les permitió mudarse a esta hermosa casa en una zona envidiable, debía estar haciendo algo bien.
Una vez que la puerta se cerró con un golpe y el coche se puso en marcha, todo el mundo se relajó un poco. Pero no mucho. A veces, sólo el temperamento impredecible de su papá podía mantener en jaque a mamá. Sin él, ella era el jefe de todos y de todo, sobre todo de Kate.
"Entonces," dijo ella, volviendo sus ojos fríos a su hija menor. "He estado revisando nuestras cuentas desde que nos mudamos a la nueva casa, y todo parece indicar que no podrás asistir a la universidad, Kate."
Kate se quedó congelada. Todo su cuerpo se convirtió en hielo.
"¿Qué?"
"Ya me escuchaste," dijo su mamá. "Este barrio es caro y no podemos darnos el lujo de enviar a las dos a la universidad. Madison tendrá que ser nuestra prioridad. Puedes terminar tu último año de la preparatoria, y luego tomar el próximo año para ayudar a pagar la colegiatura de Madison.”
Kate sintió que el yogur se le batía en el estómago. Estaba tan devastada por la noticia que sentía que iba a vomitar en cualquier momento.
"Tú… no puedes hacerme eso", balbuceó.
Max se puso en cuclillas en su asiento. Madison también se veía incómoda, aunque Kate sabía que, de ninguna manera, iba a ponerse de su parte.
"Soy tu madre y, mientras vivas bajo mi techo, puedo hacer lo que yo quiera. Madison ha sido aceptada en una gran universidad y no voy a poner en peligro su oportunidad de sobresalir.” La expresión de su madre era feroz. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho con fuerza. “Podrías haberla felicitado", se burló. "No creo haber oído ni pío de ti desde que Madison recibió la carta. Ni siquiera te acercaste para partir el pastel.”
Su madre había organizado una fiesta de celebración para Madison el lunes, cuando había llegado la carta. Había preparado un pastel – aunque le había dicho a Kate que no podía tomar ni una rebanada- incluso había colgado un estandarte. La fiesta de Madison había sido exactamente igual a la fiesta de cumpleaños que Kate no iba a tener. A Kate le martilleaba el corazón. Una niebla roja comenzó a descender sobre su mente.
De repente, se le soltó la boca.
“¿Y yo?", exclamó. "¿Qué tal un feliz cumpleaños? ¡Ni siquiera recuerdas que cumplo diecisiete! ¿Por qué todo tiene que ser sobre Madison? ¿Qué tal preocuparte por mí, para variar?"
Max y los ojos de Madison se hincharon de miedo. Kate nunca le había respondido antes y ambos estaban preocupados por las consecuencias.
Por la expresión en su rostro, era claro que su madre se había olvidado por completo de que el cumpleaños de Kate era hoy. Pero ella no iba a admitir su error, nunca lo hacía.
"No voy a discutir esto con usted, señorita. Vas a limpiar casas conmigo para ayudar a pagar la matrícula de Madison y no se habla más del asunto.” Su tono era sin emociones y frío. "Si te escucho hablando más sobre esto, te saco de la escuela y ni siquiera vas a graduarte de la preparatoria. ¿Entendiste?” Miró a Kate con una mirada de asco. "Ahora, ¿no estás llegando tarde a la escuela?", añadió.
Kate se quedó echando humo. Los ojos se le llenaron de lágrimas. Otros niños esperaban recibir regalos y tener una fiesta en sus cumpleaños. Lo único que Kate recibió fue la noticia de que le habían quitado su futuro.
Tiró el bote de yogur y salió de la casa. Era mayo y el sol quemaba abrasando su piel pálida. Tomó su bicicleta de donde la había dejado el día anterior después de la escuela y comenzó a avanzar por la calle, pedaleó con toda su fuerza, mientras trataba de encontrar una manera de aliviar la ira que pulsaba en su interior.
Odiaba a su madre. Odiaba su estúpida nueva casa. Odiaba a su familia. Todo era una mentira. Lo único que la había sostenido todos estos años era saber que un día se escaparía de ese lugar, de su horrible, sofocante madre y del inútil bebedor de su padre. Que un día iría a la universidad. Quería ir a la costa este, para estar lo más lejos de todos, como fuera posible.
Ahora, su sueño había terminado.
CAPÍTULO DOS
Kate llegó en bicicleta a la escuela en tiempo récord. Por lo general, en algún momento Madison la rebasaba pero, como estaba muy enojada, había llegado allí en menos de cuarenta y cinco minutos.
El sudor le picaba la espalda mientras aseguraba su bicicleta en los bastidores junto a la playa de estacionamiento. Sabía que su cara estaría de un rojo carmesí y llena de manchas.
En ese momento, un coche se detuvo en el espacio justo detrás de ella y Tony saltó del interior.
“Oh, Dios," Kate murmuró en voz alta.
Tony era su amor platónico. Jugaba en el equipo de fútbol, salía con todos los chicos buena onda, y sin embargo, era una persona realmente encantadora. Era la clase de tipo que tenía tiempo para todos. No veía a los chicos de la escuela preparatoria a través de la lente de sus grupos. No veía a Kate como una chica marginal, no era más que Kate Roswell. A veces, Kate sentía que él era la única persona que no la comparaba con su hermana que era más bonita, más popular, y más divertida.
"Kate", dijo, cerrando de golpe la puerta del coche. “¿Qué onda?"
Kate no pudo evitar sentirse incómoda. Deseaba no estar cubierta de sudor, ni verse agotada.
"Bien," dijo ella, fue lo único que le vino a la mente.
"Ey," él dijo con una expresión ligeramente burlona. “Hoy te ves diferente. Te hiciste algo en los ojos.”
“Es máscara", ella respondió, sintiéndose aún más incómoda.
"Se te ve bien," dijo de una manera natural. "No me había dado cuenta de lo azules que son tus ojos."
El estómago de Kate se arremolinó. Si él no quería ligarla, estaba haciendo un muy mal trabajo.
"Ey, ¿estoy en lo cierto que hoy es tu cumpleaños?", añadió.
Ella no pudo evitar desmayarse. ¿Cómo lo sabía? No recordaba habérselo dicho.
"Uh, sí, lo es," dijo.
Tony sonrió, mostrando sus preciosos dientes, como perlas. "Feliz cumpleaños."
Se inclinó y le dio un abrazo. Kate se quedó tiesa. Todo su cuerpo parecía vibrar con la electricidad. Quería abrazarlo, pero le preocupada que si levantaba los brazos, mostraría unos parches de sudor del tamaño de China.
Tony la soltó y se echó hacia atrás.
"Gracias", ella murmuró, sintiéndose como la mayor idiota en el mundo. Deseó poder verse tranquila. Sabía que Madison nunca habría perdido el control si su amor platónico la hubiera abrazado.
“Ey, mira," dijo Tony, mirando sobre su hombro al equipo de fútbol que caminaba por el estacionamiento. "Tengo prisa. Que tengas un lindo día de cumpleaños, ¿de acuerdo?” Él se alejó mientras hablaba por encima del hombro. "Si te veo en el almuerzo, te daré una magdalena." Luego se alejó con sus amigos.
Kate agarró la bolsa con fuerza, sabía que había estado terrible. Había sido el comentario sobre sus ojos lo que la había sacado de onda. No podía dejar de preguntarse si Tony había estado coqueteando. Tal vez una pequeña parte de Tony también estaba enamorado de ella.
“¡Kate!", alguien gritó, y Kate se dio vuelta para ver a sus tres mejores amigas correr hacia ella.
Dinah Higgins, Nicole Young, y Amy Tan habían sido las mejores amigas de Kate desde el noveno grado. Dinah era afroamericana y provenía de una familia grande, cálida que parecía interesarse en Kate más que su propia familia. Llevaba el pelo recogido en trenzas, con hilos rojos y blancos entretejidos. Nicole vivía solo con su padre, su madre había muerto de cáncer cuando ella era muy pequeña. Era californiana de cabo a rabo, pero trataba de ocultarlo bajo capas de vestidos negros y botas de motociclista. Dado que su cabello era rubio natural, a menudo iba a la ciudad para teñirlo con todo tipo de colores. Ahora, los extremos eran de un naranja brillante. Amy era con quien Kate se sentía más cercana. Sus padres eran de origen chino y se habían mudado a los Estados Unidos para darles mejores oportunidades a ella y a su hermano. Como consecuencia, había una gran diferencia cultural entre Amy y sus padres. Ellos la veían con un poco de extrañeza, por su amor a la cultura pop, su obsesión por la reality TV, y su personalidad algo torpe. Por estas razones, Kate y Amy se sentían muy cercanas. Amy también se sentía como una extraña en su familia.
Las tres chicas tomaron a Kate y la envolvieron en un abrazo de oso.
“¡Feliz cumpleaños!" Todas gritaron.
Muchos de los chicos más fresas que estaban en el estacionamiento las miraron con disgusto – se creían mucho para comportarse así en público. Pero a Kate no le importaba. Amaba a sus amigas y lo especial que siempre la hacían sentir, a pesar de que fuera simple y aburrida en comparación con Madison.
“¡Tenemos regalos para ti!" Dinah dijo, sacando un regalo mal envuelto de su bolso y depositándolo en los brazos de Kate.
"Abre primero el mío," Nicole añadió, empujando una pequeña caja hacia Kate.
"No vas a adivinar lo que es," dijo Amy, dándole un paquete en forma de libro.
Kate se sintió abrumada por todos los regalos. "Gracias, chicas," con una sonrisa radiante. "No sé qué decir."
“¡Ábrelos de una vez!", exclamó Nicole.
Todas se sentaron sobre la hierba junto a las canchas de tenis. Kate abrió todos sus regalos -una caja de bombones de Dinah, unos pendientes con forma de cráneo y con cruces de hueso de Nicole, y un ejemplar de segunda mano de Romeo y Julieta. Kate amaba a Shakespeare y amaba las tragedias románticas, y se podía pasar toda la noche leyendo, si pudiera.
"Ustedes son las mejores", dijo, abrazando a cada una.
Amy le dio un codazo a su amiga. "Así que … ¿qué te dijo la Mamá Monstruo esta mañana? ¿Te dijo feliz cumpleaños?"
Kate sacudió la cabeza. "No" Entonces, se acordó de la tarjeta de Max. "Max fue el único que me hizo caso."
Ella sacó la tarjeta. Se había maltratado en su bolso. Abrió el sobre y vio una tarjeta de color rosa brillante con una flor en el frente. Era el tipo de tarjeta que se compraba para alguien de cuatro años, pero igual se sentía agradecida. Max debió gastar su dinero; seguramente su madre no le había prestado nada.
El interior de la tarjeta decía: "Para mi hermana, en su cumpleaños." Él no había escrito nada, simplemente "Kate" en la parte superior y "Max" debajo. Al ver la tarjeta tan simple se le encogió el corazón de nuevo, recordando la dolorosa y decepcionante mañana. Antes de que Kate pudiera evitarlo, su labio inferior empezó a temblar.
“¡Kate!", exclamó Dinah, poniendo sus brazos alrededor de su amiga. "¿Qué pasa?"
Kate trató de hablar a través de sus lágrimas, pero se sentía abrumada. Las tres chicas sabían lo difícil que era su vida en su casa – la habían escuchado y ayudado a lo largo de tres años de angustia- y estaban preocupadas por su amiga.
"Mamá me dijo," comenzó Kate, inhalando con fuerza, ”dijo que no puedo ir a la universidad. Que tengo que trabajar para ayudar a pagar la colegiatura de Madison.”
Amy abrió la boca. Dinah miró a Kate con una expresión de dolor. Nicole le apretó el brazo.
“¡Ella no puede hacer eso!", exclamó Amy.
"Es tan injusto," dijo Nicole, frunciendo el ceño con dureza. “Puedes quedarte con mi familia si necesitas salir de su casa."
"O con la mía", agregó Dinah. "Mi mama te adora. Tú lo sabes."
"Gracias", se quejó Kate. "Pero no sé qué haré si no puedo ir a la universidad. Es como mi plan para escapar, ¿saben? "
Las chicas asintieron. Habían hablado mucho de la universidad, incluso hablaron de asistir a la misma para no tener que separarse.
“La verdad, no sé qué hacer", agregó Kate, sucumbiendo una vez más a sus lágrimas.
"Supongo que Madison no te defendió," dijo Amy. Odiaba a Madison por no apoyar a Kate y siempre le estaba diciendo a Kate que no debía ser tan condescendiente con su hermana. Según Amy, Madison debía cuestionar a su madre por lo mal que trataba a Kate, en lugar de estar buscando sus elogios y su atención.
"No", respondió Kate, con tristeza.
"Ey," dijo Nicole, poniendo un brazo alrededor de su amiga. “Todo va a estar bien. Nos tienes a nosotras, te vamos a proteger. Algo va a pasar que cambiará las cosas. Te lo prometo."
Kate no sabía cómo podía estar tan segura. Nicole siempre decía que las cosas podían cambiar y que se resolverían con el tiempo, pero Kate creía que las cosas solo podían cambiar para lo peor. Su padre bebía cada vez más, y aun peor, su madre controlaba todo cada vez más, y Madison se distanciaba más y más mientras crecía su condición de niña dorada. La vida de Kate parecía seguir una trayectoria descendente; perder la posibilidad de ir a la universidad era la gota que rebalsaba el vaso.
Nicole seguía balbuceando. “Se está acercando la fecha del baile de graduación," dijo. "Quién sabe lo que puede suceder entonces."
"Oh, por favor", respondió Kate. “En este momento, pensar en chicos es la última cosa en mi mente."
"¿En serio?", dijo Amy levantado su ceja. "Porque me pareció ver un cierto Tony Martin dar a una cierta Kate Roswell un abrazo en el estacionamiento."
Aun con su tristeza, el pensamiento elevó un poco el ánimo de Kate. Sintió una sonrisa en sus labios. "Sí. Él, um, dijo que mis ojos se veían bien con la máscara.”
"Oh, Dios mío!", gritó Dinah. “¡Le gustas!"
Kate se rió y negó con la cabeza. "No sé. Él es amable con todos.”
"Sí, amable," dijo Amy, “¡estaba coqueteando!"
Nicole la estaba mirando con aire triunfante. "¿No te dije que las cosas pronto serían mejores?"
Kate agitó las manos, tratando de moderar el entusiasmo de sus amigas.
"Realmente no lo creo", dijo.
“A lo mejor te va a pedir que vayas con él al baile de graduación," chilló Dinah.
La idea hizo que Kate sintiera mariposas en el estómago por el entusiasmo. ¿Había alguna posibilidad de que se lo pidiera? En ese momento, se acordó de la máscara en sus pestañas y de cómo había estado llorando.
"Oh Dios, ¿estoy hecha un desastre?", preguntó, presa del pánico.
"No, chica," respondió Dinah. "Te ves bien. ¡Pero te voy a poner guapa para la hora del almuerzo, como regalo de cumpleaños! "
Dinah amaba el maquillaje. Como su familia era muy grande, no podía comprarse toda la ropa y zapatos que quería para estar al día con la moda, entonces ella misma se la pasaba modificando su ropa y creando maquillaje. Se había convertido en alguien increíblemente creativo. Siempre estaba alentando a las demás a experimentar más con su apariencia. Nicole era la otra chica preocupada por su apariencia. Amy trataba de verse neutral para no asustar a su familia, a pesar de que le gustaban las minifaldas y las botas altas hasta la rodilla y se las ponía cada vez que tenía la oportunidad.