Lo maravilloso y el poder

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ABREVIATURAS BIBLIOGRÁFICAS


ACL’Antiquité Classique
AJAAmerican Journal of Archaeology
AJPhAmerican Journal of Philology
ANRWAufstieg und Niedergang der römischen Welt
ARWArchiv für Religionswissenschaft
BCARBullettino della Commissione Archeologica Comunale in Roma
BEFARBibliothèque des écoles françaises d’Athènes et de Rome
BHACBonner Historia-Augusta-Colloquien
BJBonner Jahrbücher des Rheinischen Landesmuseums in Bonn
BLEBulletin de littérature ecclésiastique
BSAFBulletin de la Société nationale des Antiquaires de France
CAHThe Cambridge Ancient History
CILCorpus Inscriptionum Latinarum
CISAContributi dell’Istituto di Storia antica dell’Università del Sacro Cuore, Milano
CJThe Classical Journal
CPhClassical Philology
CRAIComptes rendus de l’Académie des Inscriptions et Belles-Letres
CRDACAtti del Centro ricerche e documentazione sull’antichità classica
DACLDictionnaire d’archéologie chrétienne et de Liturgie
DHADialoges d’histoire ancienne
DSCh. Daremberg, E. Saglio, E. Pottier: Dictionnaire des Antiquités grecques et romaines
EPROÉtudes préliminaires aux religions orientales dans l’empire romain
FGrHistF. Jacoby: Die Fragmente der griechischen Historiker
JRSJournal of Roman Studies
LGRMW. H. Roscher: Ausführliches Lexikon der griechischen und römischen Mythologie
LIMCLexicon Iconographicum Mythologiae Classicae
MDAI(R)Mitteilungen des Deutschen Archäologischen Instituts (Röm. Abt)
MEFRAMélanges d’Archéologie et d’Histoire de l’École Française de Rome. Antiquié
NSANotizie degli scavi di Antichità (Roma)
RARevue archéologique
REPaulys Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft
REARevue des études anciennes
REGRevue des études grecques
RELRevue des études latines
RGVVReligionsgeschichtliche Versuche und Vorarbeiten
RhMRheinisches Museum
RHRRevue de l’histoire des religions
RIDARevue internationale des droits de l’Antiquité
RPhRevue de philologie, de littérature et d’histoire anciennes
RSARivista storica dell’Antichità
RuKG. Wissowa: Religion und Kultus der Römer, Munich, 1912
TAPhATransactions and Proceedings of the American Philological Association
ThLLThesaurus Linguae Latinae
ZPEZeitschrift für Papyrologie und Epigraphik

EL EMPERADOR AURELIANO, SOL INVICTUS MITHRAS

Bajo la denominación de auspicia imperii, Flavio Vopisco Siracusano, autor de la vida del emperador Aureliano en la Historia Augusta, relata diez maravillosos fenómenos que copió,según dice, del escritor griego Calícrates de Tiro.

Calícrates de Tiro, un escritor que aventajaba en erudición al resto de los escritores griegos, dice que su madre fue sacerdotisa del templo del Sol invicto en la aldea donde habitaban su padres. Más aún, dice que poseyó un cierto olfato adivinatorio hasta tal punto que, una vez que reñía a su marido, al mismo tiempo que le censuraba su necedad y bajeza, decía: «Mirad al padre de un emperador». Con ello queda patente que aquella mujer tuvo conocimiento del destino. El mismo autor dice que los auspicios que auguraron el poder imperial a Aureliano fueron éstos: al principio, siendo aún niño, una serpiente se enroscó muchas veces a su palangana y jamás fue posible darla muerte, hasta que al fin su madre, que había contemplado este prodigio, no consintió que la mataran, como si fuera de la casa. Añade, además, que su madre la sacerdotisa, según dicen, confeccionó para su hijo unos juguetes del pequeño manto de púrpura que el emperador de su tiempo había ofrecido al Sol. Agrega también este otro prodigio: «Un águila levantó de la cuna a Aureliano fajado con sus pañales, sin hacerle ningún daño, y luego le colocó en un altar situado junto a un pequeño santuario que por azar se encontraba sin fuego. Este mismo escritor dice que a su madre le nació un novillo de dimensiones sorprendentes y de color blanco, pero con manchas de color púrpura dispuestas de tal manera que formaban en un costado el saludo «ave» y en el otro una corona.

Recuerdo que he leído en este mismo autor otros muchos prodigios infundados, como por ejemplo asegura que después de nacer Aureliano brotaron en el patio de la casa de esta misma mujer rosas de color púrpura, con olor de rosa pero con pétalos de oro. Después, cuando ya servía en el ejército, le acontecieron también múltiples augurios de que alcanzaría el poder, tal como luego confirmaron los hechos. Efectivamente, cuando entró en Antioquía en un carruaje, porque no podía hacerlo a caballo a causa de una herida, un manto de púrpura que habían extendido en su honor se vino abajo cubriéndole los hombros. Y, como deseaba trasladarse a un caballo, porque entonces estaba mal visto utilizar carruajes en la ciudad, le acercaron un caballo del emperador, y se montó en él pues tenía prisa. Pero, cuando se dio cuenta de dicha circunstancia, se cambió de nuevo al suyo propio. Además, cuando partió a Persia como legado, le regalaron una pátera, como la que el rey de los persas suele ofrecer al emperador, en la que estaba grabado un sol con la misma indumentaria con la que era adorado el Sol del templo en que su madre había sido sacerdotisa. También le regalaron un elefante extraordinario, pero él se lo ofreció al emperador, y así Aureliano fue el único ciudadano particular que poseyó un elefante propio. (S. H. A., Aurelian., IV, 2-7; V, 1-6)1

Como veremos en las siguientes páginas, el análisis pormenorizado de estos relatos, presentados por la Historia Augusta como presagios de imperio, permite plantear la hipótesis de que en la estructura interna de todos ellos existe un tema común que les da unidad: el intento por vincular desde su nacimiento al emperador Aureliano con el Sol Invicto. Fue Sol Invicto una divinidad de carácter supremo, imperial y total, resultado de su sincretismo con toda una serie de dioses solares como Mitra, Apolo o Júpiter, que a finales del siglo tercero y seguramente por influencia oriental alcanzó destacada importancia en la ideología imperial romana y, especialmente, en el programa político del emperador Aureliano.

Comprobaremos que partiendo de complejos ritos cultuales de los grupos mitraicos y de conocidas estructuras ideológicas relativas al poder, los omina imperii reflejan perfectamente el contexto histórico, y sobre todo ideológico, del reinado de Aureliano, convirtiéndose así en documentos fundamentales para el historiador de la Antigüedad. Evidentemente, este planteamiento contrasta con las teorias que, como señalamos en la introducción, definen los relatos ominales como una creación erudita tardía a partir de la copia o adaptación de citas literarias anteriores y, por tanto, carentes de significado histórico para el periodo en el que el biógrafo los sitúa.2

LOS PRESAGIOS DE AURELIANO Y EL SOL

Como ya comprobamos en los capítulos dedicados a Vespasiano, Antonino Pío, Alejandro Severo y Augusto de El emperador predestinado,3 la posible existencia de una unidad temática o ideológica en una parte o en la totalidad de las historias incluidas bajo la expresión omina imperii, no resulta fácil de captar sino tras un exhaustivo examen de la estructura interna de todos ellos y de cada una de sus particularidades. El caso de Aureliano confirma esta idea, ya que la primera impresión del lector al conocer sus presagios de poder es la de que nos encontramos ante historias con una clara diversidad e independencia en su naturaleza y contenido. Así, resulta difícil asociar relatos tan dispares como, por ejemplo, el que narra que una serpiente se enroscó repetidamente en torno a un barreño de su casa (S. H. A., Aurelian., IV, 4), aquél que cuenta cómo un águila levantó de la cuna a Aureliano y lo colocó sobre un altar (S. H. A., Aurelian., IV, 6) o la no menos increíble historia de que en casa de su madre brotaron rosas de color púrpura con pétalos de oro (S. H. A., Aurelian., V, 1).

En nuestro intento por establecer alguna vinculación entre todos ellos, sólo tres omina presentan, a primera vista, una clara relación. Nos referimos a aquéllos que narran que la madre de Aureliano era sacerdotisa del templo del Sol Invicto con cierto poder adivinatorio (S. H. A., Aurelian., IV, 2-3), el de que hizo para su hijo unos crepundia del pequeño manto de púrpura que el emperador de su tiempo había ofrecido al Sol (S. H. A., Aurelian., IV, 5) y el que señala cómo en el regalo que recibió cuando partió hacia Persia en calidad de legado (una pátera) aparecía grabado el astro rey con la misma indumentaria con la que era adorado el Sol en el templo en el que su madre había sido sacerdotisa (S. H. A., Aurelian.,V, 5). En los tres presagios la figura y el culto del Sol proporcionan un elemento de relación muy significativo, ya que, como veremos más tarde, el desarrollo del culto solar en época de Aureliano fue uno de los aspectos más característicos de su política religiosa.

 

SU MADRE, SACERDOTISA DEL SOL

A excepción de los problemas de crítica textual señalados por P. Soverini,4 que no afectan significativamente al sentido del relato, y de la polémica sobre la historicidad de Calícrates de Tiro,5 el primero de estos tres relatos no presenta, en mi opinión, ningún aspecto destacable. Por el contrario, forma parte de ese amplio grupo de omina que proceden de personas dotadas de ciertos poderes adivinatorios6 –en este caso de un familiar directo, su propia madre, que era sacerdotisa del Sol7 en la ciudad ilírica de Sirmio.8

Matrem quidem eius Callicrates Tyrius, Graecorum longe doctissimus scriptor, sacerdotem templi Solis, quod in uico eo, in quo habitabant parentes, fuisse dicit. Habuisse quin etiam non nihilum diuinationis, adeo ut aliquando marito suo iurgans ingesserit, cum eius et stultitiam increparet et uilitatem: «en imperatoris patrem». Ex quo constat illam mulierem scisse fatalia. (S. H. A., Aurelian., IV, 2-3)

A pesar de la evidente simplicidad del relato, y aun siendo un caso típico de la tradición ominal latina, este pasaje ha merecido cierta atención por parte de R. Syme, para quien el omen de Aureliano, así como el nombre del supuesto recopilador del resto de omina imperii de este emperador (Calícrates de Tiro), sería una erudita creación del verdadero escritor de la Historia Augusta, un africano, a partir de la primera oración de Dido en el libro primero de la Eneida, pues en este pasaje aparecen yuxtapuestos dos términos que también se hallan presentes en nuestro omen: el Sol y Tiro.9

nec tam aversus equos Tyria Sol iungit ab urbe. (Verg., Aen., I, 568)

Con esta valoración, Syme participa de la extendida teoría que supone que el origen de los omina imperii insertos en la Historia Augusta deriva de la erudición literaria de un falsario de época tardía que reutiliza y mezcla relatos literarios clásicos. Mas, como ya señalamos en anteriores trabajos,10 esta búsqueda de la cita literaria oportuna ha forzado el hallazgo de paralelos excesivamente débiles, que en muchos casos, como el que aquí presentamos, son verdaderos juegos de equilibrio, cuando no puros alardes de erudición.

EL MANTO DE PÚRPURA DEL SOL Y LOS CREPUNDIA DE AURELIANO

El segundo relato ominal presenta una mayor complejidad analítica. Allí se señala que su madre confeccionó para Aureliano unos crepundia aprovechando el pequeño manto de púrpura que el emperador de su tiempo había ofrecido al Sol.

His accedit quod ex palliolo purpureo, quod Soli sui temporis imperator optulerat, sacerdos mulier crepundia filio fecisse perhibetur. (S. H. A., Aurelian., IV, 5)

El valor del color púrpura como atributo del monarca o de la divinidad es un dato lo suficientemente conocido y estudiado para que no requiera mayores precisiones;11 junto a ello, el presente omen aporta otros elementos simbólicos muy significativos. Así, la expresión ex palliolo pupureo nos remite al termino pallium, prenda de vestir masculina de origen griego de forma rectangular y, en este caso, de pequeño tamaño (palliolum) y de color púrpura.12

Tanto por la forma de este manto, como por el hecho de que el Sol era el destinatario del mismo, me atrevo a plantear que no nos encontramos ante una ofrenda cualquiera realizada por el «emperador de su tiempo», sino ante un atributo fundamental en la iconografía de este dios e incluso en la de Mitra: se trata del pequeño manto desplegado por el viento que portan sobre sus hombros ambas divinidades y con el que aparecen representadas en numerosas manifestaciones artísticas.13 Esto significa que el emperador hizo entrega al templo del Sol en Sirmio de un rico manto destinado a vestir la imagen del astro divino, una tradición que todavía hoy pervive en numerosas comunidades católicas en las que los representantes o las personalidades más destacadas de la comunidad hacen entrega de mantos, de particular belleza o valor, para vestir en momentos de especial solemnidad las imágenes de sus patrones.

Pero tan importante como señalar el carácter de atributo divino del manto al que hace mención el relato, es establecer la finalidad con la que la madre de Aureliano lo reutiliza, lo cual nos obliga a introducirnos en el problema semántico de definir qué sentido posee en este párrafo el concepto de crepundia. El término crepundia, derivado del verbo crepare, «hacer ruido», designa los juguetes o abalorios que los niños romanos portaban suspendidos del cuello,14 aunque por extensión también define el concepto de niñez o lo relacionado con ésta.15 A partir de esta segunda acepción se entiende que, por ejemplo, en una edición italiana de la Historia Augusta se traduzca el término crepundia por gingilli,16 mientras que otra lo traslada con el valor de fasce o pannolini per neonato;17 que en la inglesa de Loeb se traduzca por swaddling-clothes;18 que Hohl lo vierta por Windeln en la edición alemana;19 Paschoud por langes en la francesa de Les Belles Lettres20 y que Picón y Cascón, en la edición española de la Historia Augusta, lo hagan por juguetes.21 La extendida traducción por pañales pesenta cierta similitud, ya indicada por la mayoría de autores, con uno de los omina imperii de Clodio Albino, en concreto aquél que narra cómo el futuro emperador fue envuelto, de recién nacido, con una venda ancha de color púrpura, siendo así que los particulares sólo usaban fasciolae blancas, pues las de color púrpura estaban reservadas a la casa imperial.22

Accessit omen, quod, cum pueri eius familiae russulis fasciolis inligarentur, quod forte lotae atque udae essent russulae fasciolae, quas mater praegnas parauerat, purpurea matris [fascea] inligatus est fascea: unde illi ioco nutricis etiam Porfyri nomen inditum est. (S. H. A., Alb., V, 9)

Junto a este ejemplo podríamos añadir como segundo paralelo uno de los omina imperii de Antonio Diadumeno, según el cual su padre ordenó que llevaran unas ropas de púrpura a la habitación donde dos horas después nació el futuro emperador.

Die, qua natus est, pater eius purpuras, tunc forte procurator aerarii maioris, inspexit et quas claras probauit, in id conclaue reduci praecepit, in quo post duas horas Diadumenus natus est. (S. H. A., Diad., IV, 1)

Pero la aparente semejanza entre estos tres relatos, que juegan con el valor simbólico del color púrpura, no puede hacernos olvidar una importante diferencia: frente al carácter profano de las telas de púrpura utilizadas en los casos de Albino y Diadumeno, el manto que tomó la madre de Aureliano es propiedad del Sol, está consagrado a éste; constituye, por tanto, una res sacra23 protegida por la divinidad, cuya transformación o sustracción puede motivar un castigo del dios por la impiedad de tal acto.24 De ahí que la idea de transfomar un atributo divino en pañales o juguetes para un recién nacido resulte anómala y extraña, más aún partiendo el sacrilegio de una sacerdotisa de su culto.

Frente a las traducciones antes apuntadas, que son en mi opinión muy problemáticas al no atender al carácter sagrado del objeto con el que se fabrican los crepundia, cabe señalar que este término también define –y éste es seguramente su significado original– los amuletos y talismanes que portaban los niños para protegerse contra, por ejemplo, el mal de ojo. Ésta es la razón por la que dentro de la categoría de crepundia puede incluirse la famosa bulla aurea o amuleto que los pueri romanos portaban hasta el momento que asumían la toga viril.25 Además, gracias a un pasaje de la Apología de Apuleyo, sabemos que el concepto de crepundia también define los símbolos materiales de reconocimiento que el fiel guardaba en recuerdo de su iniciación a ciertas religiones mistéricas.

Etiamne cuiquam mirum uideri potest, cui sit ulla memoria religionis, hominem tot mysteriis deum conscium quaedam sacrorum crepundia domi adseruare atque ea lineo texto inuoluere, quod purissimum est rebus diuinis uelamentum? (Apul., Apol., LVI, 1)26

Se trataba de objetos entregados por los sacerdotes que el iniciado mantenía ocultos a la vista de los profanos.

Sacrorum pleraque initia in Graecia participaui. Eorum quaedam signa et monumenta tradita mihi a sacerdotibus sedulo conseruo. Nihil insolitum, nihil incognitum dico. Vel unius Liberi patris mystae qui adestis scitis quid domi conditum celetis et absque omnibus profanis tacite ueneremini. (Apul., Apol., LV, 8)

Para Boyancé, estos fetiches que los devotos habían manipulado en el transcurso de las ceremonias iniciáticas poseían o mantenían parte de la fuerza divina de los ritos, por lo que su conservación no tenía sólo un valor meramente conmemorativo, sino que los crepundia eran objeto de un verdadero culto, de una continua veneración silenciosa por parte del iniciado.27 En efecto, esta práctica de entregar al iniciado los objetos que simbolizan su iniciación mistérica y la consiguiente conservación mágicorreligiosa de los mismos se encuentra bien documentada en numerosas religiones mistéricas. Por su similitud con nuestro relato, debemos señalar el hecho de que los iniciados a los misterios de Samotracia portaban una banda de púrpura, que se ligaban en torno al cuerpo, y con la que supuestamente encontraban defensa segura contra los naufragios.28 Los iniciados a los misterios de Orfeo solían ser enterrados junto a las llamadas tablillas órficas, que garantizaban su entrada en el más allá. Los miembros de esta secta portaban las tablillas suspendidas al cuello por una cadena de oro.29 Como afirmaba Apuleyo, esta creencia existía en los misterios de Liber Pater y, tal y como se desprende del estudio de Boyancé, también en los de Dionisio.30 En el cristianismo primitivo existía la costumbre de entregar al neófito durante el rito del bautismo una medalla o tesera que éste solía conservar durante toda su vida, costumbre que, más o menos desnaturalizada, pervive en las populares medallas de devoción.31 Gracias a ciertas expresiones de los discursos del emperador Juliano, podemos afirmar que la práctica de conservar los símbolos de la iniciación también se daba entre los miembros de las sectas mitraicas.32 Fue, en definitiva, un uso ampliamente difundido en la Antigüedad y, por tanto, bien conocido por la sociedad romana a pesar del silencio que sobre los misterios se exigía a los iniciados.

 

Esta nueva valoración del concepto de crepundia nos permite plantear la hipótesis de que este término no fue utilizado en nuestro relato con el sentido de juguetes o pañales para el recién nacido, como lo traducen las ediciones modernas del mismo, sino que con él se definió al objeto material que pasa a poder de Aureliano como símbolo de su iniciación cultual. Ello supone, a su vez, que no debemos tampoco comprender el verbo facio como sinónimo de transformación material del objeto, sino de transformación simbólica. El palliollum, que como ya he señalado es uno de los atributos clásicos del Sol o de Mitra, no fue destruido para fabricar unos juguetes o usado como pañales –lo que sería considerado un acto incomprensible para una sacerdotisa de su culto–, sino que después de alguna ceremonia de iniciación, en la que aquella prenda se habría utilizado para la realización de un rito,33 la capa es transformada o se convierte en el símbolo material de reconocimiento de la iniciación de Aureliano al culto solar o a los misterios mitraicos. Es decir, el omen imperii no es más que el reflejo reducido a su mínima expresión de dicho rito de iniciación a los misterios de Mitra.

Esto no significa necesariamente que Aureliano, definido por L. Homo como un pagano convencido y supersticioso, adepto ferviente a la religión solar,34 fuera miembro de los cultos mitraicos desde su más tierna niñez,35 aunque nada obsta,36 sino tan sólo que así lo percibía la población romana, ya que sin duda los omina imperii de Aureliano son un reflejo popular del programa ideológico de este emperador, articulado a partir de las estructuras mentales de los súbditos.

Junto a esta idea central, en el relato aparece una indefinición que resulta también muy significativa: el manto de púrpura ha sido ofrecido al Sol por un emperador coetáneo de la madre de Aureliano –sui temporis imperator–. Podríamos aquí especular respecto a qué emperador aludía el presagio,37 pero lo realmente importante es certificar el hecho de que en el origen del mismo, es decir, para aquellos que lo estructuraron, tal dato no era relevante, lo que explica que no se indicase o incluso que se perdiese. Resulta difícil pensar en el nacimiento de dicha omisión si nos encontrásemos ante una creación erudita, o si el relato procediese directamente de la propaganda oficial, pero no si su concepción fue plenamente popular, porque en este ámbito aspectos como el tiempo, el espacio e incluso la identificación de los personajes, siempre que no sean especialmente importantes para articular el sentido último del relato, suelen sufrir procesos de confusión, de transformación o de eliminación.

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