Olvidar es morir

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LA NOCHE, ELEMENTO FEMENINO

Las secciones «nocturnas» de Ámbito pueden considerarse, formal y temáticamente, como una unidad con sentido propio. Desde el primer nocturno, «Cerrada»,16 hasta el final, «Posesión», se nos relata en gradación una historia. Los momentos clave tienen su centro en los poemas intermedios «Cinemática», «Agosto» e «Íntegra».17 En esos poemas (romances todos) se lleva a cabo un rito amoroso con la noche. La noche es vista como una mujer, y el sujeto poemático sale a su encuentro para lograr –título del último poema– su «Posesión».

En «Mar y noche»,18 el mar es descrito como elemento agresor y la noche como una bella y graciosa doncella que pasa indiferente ante la furia desatada de las olas. La visión de la noche como elemento femenino es constante en Ámbito.

«Cinemática», dentro de esta escala amorosa, es el introito al rito de la posesión. Tendrá su culminación en los otros romances citados.

Lo que exactamente sea esa noche o elemento femenino se entiende mejor con la lectura de «Agosto» e «Íntegra»; especialmente, del primero.

AGOSTO19

Plantada, la noche existe.

Vientos de mar sin esfuerzo.

Cuajante, estrellas resulta

–signos de amor– y luceros.

Luceros, noche, centellas 5

se ven partirte del cuerpo.

La noche tiene sentidos.

¿Qué buscas? Se te ven bellos

desplantes a solas; alzas

tu forma, cristales negros, 10

que chocan de fe y de luces

contra las brisas, enteros.

Rotunda afirmas la vida

tuya, noche, aquí en secreto:

secreto que está callado 15

porque el mundo entero es ciego:

que tú lo gritas, la noche,

te vendes, ¡te das!, en sueltos

ademanes sin frontera

para los ojos abiertos. 20

Todo el espacio partido

está para mí. Te encuentro

feliz y cierta, carente

ya de flojos, torpes lienzos,

liberales los sentidos, 25

los pulsos altos, enteros,

cuajante la forma impura

sin compasión, bajo el cielo,

y en la abierta sombra mate

tu sangre, erguida, latiendo. 30

Lleno de «signos de amor» (v. 4), el cuerpo de la noche parece ofrecerse. «¿Qué buscas?» (v. 8); la caracterización no renuncia a los detalles gestuales, obscenos, de solicitud amorosa: los «desplantes a solas» (v. 9), los «sueltos ademanes» (v. 18)... Los requerimientos se dirigen a aquellos seres que mantienen abiertos los sentidos, que no se han cerrado a la vida a pesar de los imperativos de una sociedad que yugula todo impulso liberador: «Rotunda afirmas la vida / tuya, noche, aquí en secreto: / secreto que está callado / porque el mundo entero es ciego» (vv. 13-16). Ceguera hipócritamente fingida. Secreto a voces: «que tú lo gritas, la noche» (v. 17). La noche se da a todos. De ahí la imagen de ramera con que el poeta se diría a primera vista que la ha dibujado: «te vendes, ¡te das!» (v. 18). El encuentro del cuerpo ofrecido de la noche, ya desnudo, y su apasionado observador, cierra el poema.

«Agosto» es una secuencia que tendrá su inmediata continuación en «Íntegra»,20 del mismo modo que «Agosto» era antes continuación de «Cinemática». El tema de la noche hilvana Ámbito. «Íntegra» retoma, como decimos, el acto de amor. El cuerpo del amante y el de la noche, yacentes, se vuelven uno:

Siento en mi cuerpo, ceñido,

un tacto duro: la noche.

(...)

¿Tu amor? Es la noche. Mío

es ya. (Me pasa el silencio:

le soy presente.) ¡En ti vivo!

Pero el cuerpo femenino en que se convierte el cielo de la noche, aunque en principio pueda ser identificado, como hemos dicho, con el de una ramera, de modo aún más inequívoco se asocia al de las míticas bacantes. Las fiestas en honor de Dionisos tenían en las bacantes el centro de la ceremonia pagana. Los cánticos, el vino, la danza, los adornos florales eran componentes importantes de esta liturgia. Se celebraba de noche, en forma de banquete orgiástico, cuyo significado, según Michael Grant,21 era la conciliación con los poderes ocultos que nos ligan a la tierra, a la fertilidad anual y, a la vez, a la esfera de la divinidad y de la vida de ultratumba.

El poema «Posesión» nos descubre, por una serie de sutiles indicios, la exacta naturaleza de esa noche: mujer poseída, pero también posesa por la demencia y el furor dionisíaco. Y el encuentro final entre «flores y frutos» (v. 19), «ebrio de luces» (v. 33), sobre el extendido mantel tan gongorino –«La noche madura toda / gravita sobre la nieve / hilada» (vv. 21-23)–, parece recién salido de las Bacantes de Tiziano o de Rubens.

LOS ARREPENTIMIENTOS

En el verano de 1927 Aleixandre da por concluido Ámbito y lo envía a Málaga, donde al cuidado de sus amigos Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, directores de Litoral, saldrá publicado el 10 de febrero de 1928, según reza el colofón, como VI suplemento de la citada revista malagueña.

El libro sufriría, en ediciones sucesivas, ciertos cambios y acomodos que no alteran en lo esencial ni la frescura ni la visión del mundo de la que había nacido. Estos cambios no son infrecuentes entre autores –especialmente poetas– con una exigencia de perfección grande, y obedecen tanto a la «ética de la forma», certera expresión creada por Paul Valéry, el permanente insatisfecho, como a complicados resortes de la psicología de cada creador. Aleixandre no dudó en introducir cambios en su primer libro cuando llegó el momento de su reedición, en 1950; pero nada comparable con la revisión profunda a que sometió Pasión de la Tierra, el libro suyo que más «historia interna» y larga génesis ha tenido, y en la que aquí no podemos entrar.22

De la primera a la segunda edición, Ámbito sufrió –recordado sea brevemente– cuatro importantes retoques: 1) se subsanaron las numerosas erratas de la edición princeps; 2) se sustituyó el poema «Las cinco»,23 de la serie «Reloj», por otro más acorde con el progresivo ciclo diurno titulado «Las ocho»;24 3) se eliminó «Tapia»,25 que daba, según palabras del poeta, «una imagen empequeñecedora de la naturaleza»,26 por el admirable retrato, aunque muy gongorino, «Cabeza, en el recuerdo»,27 inspirado en el rostro de Carmen de Granada y su larga cabellera negra sobre la almohada; y 4) se suprimen las cuatro primeras estrofas de «Posesión», para aligerar el poema del contagio guilleniano, y, además, se reescriben ciertas expresiones del resto para eliminar así la huella muy evidente de Góngora.28

Se mejoraba el libro con estas intervenciones, menos con la última. «Posesión», lejos de ganar, pierde. Sin los dieciséis versos introductorios, resulta un poema de menor fuerza expresiva que se resiente del contexto omitido. Y, siendo como es todo él un poema asimilado al culteranismo o gongorismo, no tenía demasiado sentido tachar ciertas fórmulas del maestro cordobés –como, por ejemplo, «nieve hilada»: metáfora de mantel– y tratar de reemplazarlas por otras menos barrocas. Aleixandre se da cuenta enseguida del error cometido con «Posesión». Y cuando aparece el libro, en la bella edición de Raíz, al regalárselo a sus amigos lo suele acompañar de una dedicatoria que es toda una rectificación –rectificación tardía, pero firme–, en la que se lee: «Para X, este libro, aunque la versión del último poema no vale».29 La tercera edición (Aguilar, 1960) recuperaría el poema en su forma primitiva, ciertamente barroca, pero de un barroquismo aprendido y exquisito, muy 1927.

Cuando la conciencia creadora permanece alerta y no admite desfallecimientos ni rendiciones en ese «camino de perfección» que debiera ser la obra propia, el publicar se convierte tan sólo en una fase más hacia la consecución del Libro (así, con mayúscula, al estilo de la Obra juanramoniana); un Libro, meta de los esfuerzos creativos y cristalización última de todo un proceso largo de sacrificio y superación. La recompensa es la obra acabada, insustituible. La que ya no necesita que se «la toque más», plena y exacta. Aleixandre supo de esta tortura de superación hacia la obra perfecta desde su primer libro, sobre el que volvió una y otra vez, con cambios de diverso grado e intención. Y una lucha aún más indesmayable es la que sostuvo luego, prácticamente durante toda su vida, con el segundo de sus libros, Pasión de la Tierra, modélico en cuanto a silenciosa contienda entre un autor y su obra, entre el siempre insatisfecho espíritu autocrítico y la obra resuelta y perfecta. En este sentido, puede decirse que Pasión de la Tierra duró, en su nunca abandonada génesis, casi tantos años como los de la vida de su autor, pues hasta la edición italiana de 1984, poco antes de su muerte, siguió introduciendo cambios esenciales en la ordenación de sus poemas y en la estructura del libro.30 En menor medida, algo similar ocurrió también con Ámbito.

 

POEMAS FRONTERIZOS

No es extraño que Aleixandre volviera sobre sus dos obras juveniles, consciente de que con la perseverancia del instinto creador se logra la geométrica perfección. Como escribe por aquellos años en «Mundo poético», una prosa con validez de proclama estética: «Tu mundo es geometría, poeta». Es decir: línea pura, sujeta a las razones de una matemática superior. Y ser poeta es alcanzar esa «forma transparente», la «diafanidad», el «resultado justo»...31

Lo que llama la atención verdaderamente es que Aleixandre, una vez entregado Ámbito a sus amigos malagueños, continúa escribiendo y publicando poemas al dictado de los mismos presupuestos estéticos y, en algunos casos, nos atreveríamos a decir que con resultado tal vez más expresivo y personal. No fue un corte brusco y radical, como a veces se ha creído, el que se produjo entre la pureza diamantina de Ámbito y el estallido de Pasión de la Tierra, sino que hay una etapa de dos, tres años, en que el eco del primer libro sigue oyéndose. Y no como se hubiera pensado, en débil declive, apagándose, sino con la misma fuerza y hasta con más certeros logros. Véanse poemas como «Mar femenina», «Flor enferma», «Forma» o «Mar muerto»,32 que hubieran podido entrar a formar parte de Ámbito en plano de igualdad con sus mejores poemas.

El poeta era consciente de la calidad de algunas de estas piezas, hasta el punto de seleccionar dos de ellas («Forma» y «Mar muerto»), frente a cuatro de Ámbito, para publicar en la antología de Gerardo Diego, de 1932, en donde aparecen como inéditas.33 Otros dos excelentes poemas son «Días» y «Tránsito»,34 que envía a Rafael Porlán, con destino a la revista sevillana Mediodía, en carta fechada el día 12 de noviembre de 1928.35 Aleixandre utiliza para firmarlos, como ya es sabido, el nombre de su amigo José Manuel García-Briz, y no duda, para acabar de redondear la broma, en dedicárselos a sí mismo. Magnífico poema descriptivo es también «Mar femenina», de una sensualidad carnal y tentadora, que se conserva copiado a mano por el poeta en el Cancionero para José María de Cossío, y que, pese a su belleza, tiene más justificada la exclusión del libro, pues el lugar que le hubiera correspondido dentro de Ámbito, por su tema marino, habría sido la sección «El mar» (con dos poemas), sección en la que se quiebra significativamente la regular alternancia impar del libro. Incluir en ella «Mar femenina» hubiera supuesto desatender las razones estructurales de este. En fin –y para no extendernos con más aporte de datos–, repárese en el poema «Cabeza, en el recuerdo»36 (entonces titulado solamente «Cabeza»), un prodigioso alarde culteranista, como vimos, pero que debió de dejar lo suficientemente satisfecho al autor como para incorporarlo a la segunda edición de Ámbito, eliminando para ello otro que no le parecía de suficiente entidad. «Cabeza...» fue dado también por Mediodía, en el número de febrero de 1929, por lo tanto, un año justo más tarde de la salida de Ámbito. Todo hace pensar que si no iba en la edición del 28, es porque debió de componerse después, cuando ya el libro estaba cerrado.

¿Qué destino era el que Aleixandre le tenía reservado a este grupo de poemas, hoy en tierra de nadie, y que marcan la línea fronteriza entre el ciclo de Ámbito y lo que vendría después? ¿Puede tratarse simplemente de la que llamamos, al comienzo de estas páginas, «cuarta fase» del proceso creador de sus obras? ¿Es la prolongación, como por un movimiento de inercia, de la estética desplegada desde 1924 a 1927? Desde luego no creemos, por lo que hasta hoy se sabe, que se planteara comenzar, a partir de esos textos, un nuevo libro. Aleixandre –y en eso nos recuerda otra vez a Juan Ramón–, por su temperamento curioso y por su apertura a nuevas exploraciones con el lenguaje, fue siempre un poeta en constante renovación. Era su naturaleza. La expresión «poesía en movimiento» acuñada para la de Juan Ramón, le conviene a él con igual exactitud y rigor. Admiraba a los poetas que en su desarrollo cumplían, como Propercio, Quevedo o Yeats, «una curva vital».37 Por consiguiente, no imaginamos a Aleixandre repitiendo la experiencia poética de Ámbito, en la misma línea de una pureza de difícil equilibrio.

¿Podría ser que le tentara reforzar y ampliar su libro con más poemas de signo semejante? ¿Hacer una segunda edición de Ámbito, acrecentada, más completa, a la manera de su amigo y maestro Jorge Guillén con Cántico? Bien pudiera ser. Pero ninguna prueba tenemos de esta intención, que, como hipótesis de trabajo, debemos manejar con suma prudencia.

La aparición de posibles nuevos documentos ayudará a comprender mejor esta laguna en la evolución de Aleixandre. El tiempo dirá. Conviene, no obstante, recordar que, aun siendo como es un poeta de etapas bien perfiladas y rotundas, también se sintió atraído por la poesía de frontera, la que sirve de enlace entre estilos y etapas diferentes. El libro Poemas varios38 tiene ese sentido, plural y abierto. Y si exceptuamos la sección unitaria de Nacimiento último,39 el resto es también de naturaleza miscelánea y aporta un aire fresco y renovado a la obra. Lo mismo podría decirse de Cantando en las Carolinas,40 otro buen ejemplo de poesía fronteriza, de puente tendido entre el irracionalismo en prosa y el irracionalismo en verso de su primera etapa.

Los textos descolgados de Ámbito fueron muy probablemente escritos para el libro, pero cuando éste ya había sido entregado a la imprenta, o en los años posteriores a su aparición. Nos crean la perplejidad de no saber si son un final o un principio. Suscitan preguntas que, de algún modo, como en un boceto provisional, aquí han quedado apuntadas, pero lejos aún de poder responderlas con seguridad.

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1. V. Aleixandre: Ámbito, Madrid, Clásicos Castalia, 1990. (Citaremos en adelante por esta edición crítica, a cargo de Alejandro Duque Amusco).

2. V. Aleixandre, D. Alonso et al., 1993.

3. El proyectado número de iba a dedicar todo un cuadernillo a los poemas de Aleixandre. Trece en total, que son los siguientes: «Forma. Anhelo», «Escultura», «Amante», «Materia», «Retrato (José Luis patina)», «Campo», «A ella muerta», «Sombra», «La fuente (Ingres)», «Retrato (R. S.)», «Adolescencia», «Final» y «El viento».

4. Véase Ámbito, p. 187.

5. Estos catorce poemas adelantados en revistas e incluidos luego en el libro son: «Cerrada», «Idea», «El viento», «Retrato ( A R. S.)», «Forma», «Riña», «Adolescencia», «Campo», «En el alba», «La una», «Las seis», «Las tres», «Materia» y «Posesión». Se enumeran siguiendo el orden en que aparecen dentro de Ámbito. Para más detalles bibliográficos, consúltese la edición de Castalia, antes citada.

6. Para el análisis detallado de la estructura de Ámbito, véase A. Duque Amusco, 1989, pp. 149-162.

7. A. Duque Amusco, 1989, p. 153.

8. Ámbito, pp. 77, 113, 133 y 172, respectivamente.

9. Ibíd., pp. 89, 137 y 145, respectivamente.

10. Ibíd., pp. 101, 127, 131 y 157, respectivamente.

11. Ibíd., pp. 119, 140, 151 y 169, respectivamente.

12. Ibíd., p. 153.

13. Ibíd., p. 179.

14. G. Correa, 1979, p. 42.

15. V. Doreste, 1950, p. 6.

 

16. Ámbito, p. 77.

17. Ibíd., pp. 89, 113 y 145, respectivamente.

18. Ibíd., p. 133.

19. Ibíd., p. 113.

20. Ibíd., p. 145.

21. M. Grant, 1960, pp. 199-200.

22. Remitimos a la edición de Gabriele Morelli: Pasión de la Tierra, de V. A., Madrid, Cátedra, 1987.

23. Ámbito, p. 194.

24. Ibíd., p. 165.

25. Ibíd., p. 201.

26. Ibíd., p. 37, n. 60.

27. Ibíd., p. 121.

28. Ibíd., p. 179.

29. Cita literal de la dedicatoria que Aleixandre puso en el ejemplar del poeta Ángel Pariente (pseudónimo de Manuel Aragón), a quien agradecemos desde aquí su permiso para reproducirla.

30. Tres años más tarde, saldría la edición española revisada de Pasión de la Tierra (1987), en Cátedra, y presenta aún nuevos pequeños cambios que obedecían a la voluntad expresa del poeta. Estos son: se le añade al poema «El solitario» el subtítulo («Juego de naipes»), se incluye en apéndice «Este rostro borrado» y se introduce algún mínimo retoque al pasaje final de la prosa aleixandrina «Saludo a unos lectores italianos».

31. Ámbito, pp. 217-220.

32. Ibíd., pp. 192, 195, 197 y 199, respectivamente.

33. G. Diego, 1932, p. 420.

34. Ámbito, pp. 202 y 204, respectivamente.

35. J. M. Barrera, 1998, p. 213.

36. Ámbito, p. 121, n. 16.

37. V. Aleixandre, 2002, p. 588.

38. V. Aleixandre, 2005, pp. 1215-1440.

39. V. Aleixandre, 2001, pp. 581-658.

40. Aunque se trata de poesía en verso, esta serie formada por doce poemas fue incluida, por razones que en la edición se explican, en el volumen de Prosas completas, 2002, pp. 919-932.