Violencia contra los periodistas

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Ahora bien, la complejidad de las relaciones entre medios y democracia comporta tres aspectos que deben ser considerados tanto desde la perspectiva normativa como desde la perspectiva empírica: i) el balance entre libertad e igualdad, ii) la conexión entre comunidad y comunicación y iii) la naturaleza de la opinión pública y el consenso popular (Christians et al., 2009, p. 93).

En relación con lo anterior, Christians et al. (2009, pp. 93-96) enfatizan en las características de las dos principales tradiciones modernas del pensamiento sobre la democracia: el republicanismo cívico, que surge de la revolución francesa y enfatiza en la importancia de los logros comunes y de los valores compartidos, y el liberalismo procedimental, con orígenes angloamericanos, que enfatiza en los intereses de libertad y autonomía de los individuos. En la tradición del republicanismo, a la que están asociados los modelos de democracia deliberativa (cívica y directa), se habla de autodeterminación cívica, es decir, de individuos autónomos políticamente en una comunidad de personas libres e iguales. Además, se buscan mecanismos para identificar y lograr objetivos comunes y valores compartidos para beneficio mutuo. Por su parte, en la tradición del liberalismo procedimental, a la que están asociados los modelos de democracia agregativa (pluralista y administrativa), se habla de red de interacciones de mercado estructuradas entre personas privadas. Es en este marco en el que puede observarse, de acuerdo con estos autores, el amplio rango de las sociedades democráticas en el mundo moderno.

En los modelos de democracia pluralista y administrativa, Christians et al. (2009, p. 97) señalan que la libertad es asignada más que conseguida, que la igualdad se da ante asuntos privados o frente a la garantía del voto y que la opinión pública se caracteriza por ser un agregado de opiniones individuales y de grupos, basada en una composición de intereses privados. Para el caso particular del periodismo observan que en el modelo liberal-pluralista se desarrollan prácticas de periodismo partidista, segmentado, que moviliza a integrantes de determinados grupos y aboga por sus intereses. En el caso del modelo liberal-administrativo, ven más un periodismo que hace cobertura de campañas y de crisis, que actúa ejerciendo control sobre el poder y alertando a los ciudadanos sobre los problemas inherentes al desempeño del poder político. Por su parte, para la tradición del republicanismo en los modelos de democracia cívica y directa, observan que la libertad se define de manera positiva y es afirmada por el Estado a través de sus políticas; la igualdad es una igualdad de condiciones y una cuestión pública de distribución de recursos y la opinión pública está asociada a la deliberación pública, que apela a objetivos comunes e intereses compartidos. En el modelo de republicanismo cívico ven que el periodismo facilita la deliberación, alberga y amplifica el debate y la discusión, mientras que en el modelo de la democracia directa el periodismo promueve el diálogo y sirve como foro para el debate y la discusión.

Así, la tradición liberal conlleva una visión más instrumental de la comunicación, mientras que en la republicanista las personas, además de intercambiar ideas, bienes y servicios, buscan descubrir objetivos comunes y compartir intereses. La libertad de comunicar en la tradición republicanista es

[…] entendida positivamente como una libertad que involucra a otro, una libertad individual definida y defendida con referencia al poder de la comunidad para transformar el propio interés individual en una forma de interés colectivo. Así, la libertad de comunicación no es simple o estrictamente un derecho individual sino más ampliamente un compromiso público por cultivar. (Christians et ál., 2009, p. 108)2

La relevancia que se le da en este trabajo a un enfoque que tiene en cuenta el ejercicio individual y colectivo de la democracia tiene que ver también con la premisa de John Dewey (1978 [1916]) de que la democracia más que un sistema de gobierno es una forma de vida y un asunto ético y moral de primer orden. A su vez, con planteamientos como el de Hannah Arendt (citada por Bernstein, 2015, p. 40), cuando en su mirada sobre el poder y la violencia cuestiona la concepción del poder como “poder sobre” y busca entenderlo como el empoderamiento que surge cuando los seres humanos actúan de forma conjunta. La aparición de este poder presupone, como lo plantea Arendt, acción colectiva, persuasión, deliberación e intercambio de opiniones, nunca de violencia. El llamado de Arendt a la creación de espacios públicos en los que prevalezca el debate genuino y la deliberación, tiene mucho que ver con el papel del periodismo en la sociedad, ya que, entre otras cosas, es en esos espacios de debate en los que puede haber una evaluación y verificación de las diversas justificaciones de la violencia.

Periodismo y sociedad: la dimensión empírica

Como se planteó en los apartados anteriores, se requiere un mayor y mejor tratamiento teórico sobre las relaciones de los medios informativos con la sociedad en general y del periodismo y la democracia en particular. Se profundizó también en la dimensión normativa o prescriptiva y se comentó cómo, además de esta dimensión normativa, es preciso abordar la dimensión práctica o empírica cuando se hace un acercamiento teórico a la temática.

La dimensión empírica ha sido estudiada principalmente a partir de las propias percepciones que tienen los periodistas sobre el rol que desempeñan en la sociedad. Así, los roles normativos identificados por Christians et al. (2009, p. 125) —monitoreo, facilitador, radical, colaborativo— pueden ser contrastados con otras tipologías, como las de divulgador, adversario, investigador-intérprete y movilizador popular (disseminator, adversary, interpreter-investigator, populist mobilizer) (Weaver y Wilhoit, 1996, p. 170), las de divulgador popular, “perro guardián” imparcial, agente crítico del cambio y facilitador (populist disseminator, datached watchdog, critical change agent, facilitator) (Hanitzsch, 2011, p. 484), o las que distinguen los roles de pasivo-neutral, pasivo-defensor, activo-neutral y activo-defensor (Donsbach y Patterson, 2004, p. 266, citados por Hanitzsch, 2011, p. 479).

Esta línea de investigación en los estudios de periodismo se desarrolla principalmente a través de entrevistas y encuestas con periodistas en todo el mundo, buscando identificar los valores esenciales del periodismo desde la perspectiva de quienes lo ejercen (Deuze, 2002; Carpentier, 2005; Donsbach y Klett, 1993; Hanitzsch, 2011; Weaver, 1998; Weaver y Wilhout, 1996). Las propias percepciones de los periodistas sobre sus roles, a pesar de guardar una cierta identidad con respecto a valores esenciales como la responsabilidad, el sentido de servicio público, la autonomía y el ser vigilantes del poder, muestras variaciones importantes en cada país y en los contextos políticos nacionales, es decir, fruto de diferentes culturas periodísticas y sistemas mediáticos (Gravengaard, 2012, p. 14).

De acuerdo con investigaciones recientes, Hanitzsch, encuentra cuatro perfiles emergentes en la actualidad, con los siguientes rasgos:

i. El primero, divulgador popular (populist disseminator), está profundamente orientado hacia la audiencia, de tal forma que privilegia brindar información de interés, centrada en lo que es atractivo para una audiencia lo más amplia posible. Aprecia la función de monitoreo, especialmente frente a las élites de los negocios. Este milieu es el único que aparece como genuinamente global.

ii. El segundo, “perro guardián” (datached watchdog), privilegia la posición de observador escéptico y crítico de las élites políticas y de los negocios, y enfatiza en la función de proveer información que le sirva a la audiencia para la toma de decisiones políticas. Tiene una cierta simpatía con el papel de agente de cambio, y en relación con la posibilidad de influir en la opinión pública y en la agenda política. Es el grupo más cercano a la tradición occidental reflejada en los ideales normativos de buena parte de la literatura sobre el periodismo.

iii. El tercero, agente crítico del cambio (critical change agent), similar al segundo en su papel vigilante de las élites, tiene una fuerte inclinación a intervenir en defensa del cambio social, a impulsar la participación de la audiencia en la actividad cívica y en las discusiones políticas.

iv. El cuarto, facilitador (opportunist facilitator), tiene como característica principal participar como socio del gobierno en los procesos económicos de desarrollo y de transformación política. Se inclina a apoyar las políticas oficiales y a dar una imagen positiva de los líderes políticos y económicos (Hanitzsch, 2011, pp. 484-486).3

De acuerdo con Hanitzsch, los mayores desacuerdos en relación con la función social del periodismo se dan en las tres dimensiones que se describen a continuación. Este autor argumenta, además, que la triangulación de estas tres dimensiones con las concepciones que tienen de sus roles los propios periodistas —que, como se vio antes, Hanitzsch denomina milieus—, es la que da el marco del campo periodístico:

i. Intervención: Radica en el grado en que los periodistas persiguen una misión particular y promueven determinados valores. La gradación se da entre dos tipos de periodista: el intervencionista, involucrado, comprometido socialmente, firme y motivado, y el independiente y no comprometido, guiado por la objetividad, la neutralidad, la equidad y la imparcialidad.

 

ii. Distancia del poder: Se refiere a la posición del periodista frente al poder en la sociedad. En un polo está el tipo de periodismo que, en su calidad de cuarto poder, desafía abiertamente a los poderosos. En el otro, los periodistas que tienden a verse más en un papel de colaboración con élites dirigentes en los procesos políticos.

iii. Orientación al mercado: Es un reflejo de las dos principales formas de entender la relación con las audiencias: como ciudadanos o como consumidores. La orientación al mercado es alta en culturas periodísticas que subordinan sus objetivos a la lógica del mercado. Los periodistas que dan prioridad al interés público, por el contrario, hacen hincapié en la información política y la movilización como mediadores para crear una ciudadanía informada (Hanitzsch, 2011, p. 481).4

El estudio del milieus en el periodismo constituye un aspecto importante para entender la cultura contemporánea de los medios. Los estudios que trabajan las percepciones de los periodistas sobre sus roles en la sociedad muestran que existe una tendencia que hace evidente cómo los periodistas se identifican mayormente con el papel de “perro guardián” independiente, una percepción que domina en la mayoría de los países occidentales y que se tiene como aspiración en muchos países no occidentales (Hanitzsch, 2011, p. 487). Esto tiene que ver con la idea extendida del periodista que observa, es imparcial, mantiene una actitud escéptica y crítica frente al poder político y las élites de los negocios. La percepción del rol del periodista como facilitador predomina en muchos países en desarrollo, en países en transición política o en contextos autoritarios.

Cuando la perspectiva toma en cuenta las concepciones de democracia que tienen los periodistas puede evidenciarse, por un lado, una idea del rol del periodismo más ligada a proveer a los ciudadanos la información necesaria para tomar decisiones fundamentadas al participar en procesos electorales o, por el otro, más ligada a proveer un foro público para la participación ciudadana en el debate democrático (Skovsgaard, Albæk, Bro y De Vreese, 2013, p. 27). Desde esta perspectiva, también se habla de roles como reflejo pasivo, vigilante, foro público y movilizador público (passive mirror, watchdog, public forum, public mobilizer) (Skovsgaard, Albæk, Bro y De Vreese, 2013, p. 27). Lo que revelan en general este tipo de estudios es que las distintas percepciones pueden ser más o menos enfáticas, y que en muchos casos resultan, a su vez, contradictorias.

Ahora bien, estas percepciones de los periodistas se contrastan con los reclamos que la sociedad le hace al periodismo. Esto tiene que ver con varios asuntos: la naturaleza de las necesidades de la sociedad que son o pueden ser cumplidas por el periodismo, las obligaciones que tiene el periodismo con la sociedad y que más allá del reclamo de libertad no podrían ser ignoradas, o los medios con los que cuenta la sociedad para movilizar estas obligaciones y exigir a los medios informativos que las cumplan. Pero también con las normas y los estándares que se aplican al ejercicio del periodismo, los controles y la responsabilidad relativos a la libertad de expresión (McQuail, 2013, p. 10).

El mismo McQuail (2013, p. 5) plantea que para observar esta dimensión empírica de las relaciones entre periodismo y sociedad es conveniente distinguir tres niveles de atención que aportan a la construcción de tratamientos más teóricos sobre el tema: i) la sociedad, ii) la organización periodística y iii) el periodista individual:

i. El nivel de la sociedad plantea asuntos de carácter teórico por razones como las siguientes: el periodismo está involucrado en todos los eventos públicos de mayor importancia, proporciona las bases para el debate público, pone en conocimiento de la sociedad las actuaciones del sistema judicial, transfiere los valores de la sociedad y presiona para la rendición de cuentas. Esto involucra las ideas relativas a derechos y obligaciones, presiones y exigencias, responsabilidad y control (McQuail, 2013, p. 5).

ii. El nivel de la organización periodística implica factores que afectan el desempeño del periodismo, como los sistemas legales y regulatorios de cada territorio, la estructura de propiedad y control de los medios, los lazos entre los medios y la política; las fuerzas, prácticas y presiones del mercado y las influencias generales derivadas de los requerimientos organizacionales y las rutinas de trabajo en la consecución, procesamiento y distribución de las noticias (McQuail, 2013, p. 6).

iii. El nivel individual llama la atención sobre las relaciones que establece el periodista en el ejercicio de su trabajo con las fuentes, los asuntos sobre los que realiza coberturas periodísticas, sus audiencias. En la medida en que eso supone relaciones en cierto grado recíprocas, las preocupaciones derivadas de ello tienen que ver con qué piensa el periodista sobre los otros y qué piensan los otros sobre los periodistas. El asunto fundamental son las potenciales obligaciones (profesionales o personales) de las que el periodista podría ser consciente. Son, entonces, las normas éticas y los estándares de la profesión los que, a su vez, deben ser considerados (McQuail, 2013, p. 7).

De esta forma, en todo análisis que comporte estudiar las relaciones entre periodismo y sociedad deben considerarse los tres niveles antes mencionados y las tensiones entre responsabilidad pública y garantías de libertad.

El periodismo y la construcción de una esfera pública activa y deliberativa

La primera asociación que se establece cuando se asesina a un periodista es con el silenciamiento de una voz en el debate público. Es la voz del individuo la que se silencia y a la vez la de muchos a quienes representa en su papel de mediador, de vocero de otros y de propiciador de espacios para la expresión de ideas. El periodismo ha sido entendido por muchos como un componente esencial en el proceso de una sociedad hablándose a sí misma, y de este modo, en la construcción de saber popular, conciencia y memoria compartidas (McQuail, 2013, p. 199).

La riqueza del debate público está en su capacidad de ejercerlo en libertad, en la participación de voces múltiples y diversas, en la calidad de sus contenidos y en la capacidad de poner en común y encontrar alternativas para el beneficio colectivo. Esto tiene que ver con la pluralidad que, como lo plantea Hannah Arendt (citada por Berstein, 2015, p. 139), involucra individualidad, distingo e igualdad. En este sentido, cada individuo aporta una perspectiva distinta a un mundo común. La vida en sociedad y la política implican, al decir de Arendt, la pluralidad humana y el encuentro de ciudadanos como iguales. Es en el espacio público, en el actuar conjunto donde se debaten y deliberan los asuntos públicos. En la construcción de estos espacios, como se vio en los apartados anteriores, los medios informativos y el periodismo desempeñan un rol determinante.

En este marco es en el que se revelan tres componentes importantes para analizar el impacto que los ataques a la prensa y las restricciones al ejercicio del periodismo pueden tener para la sociedad, tanto desde una perspectiva normativa como desde una perspectiva empírica. Estos son: la esfera pública activa y deliberativa, el pluralismo y el interés público. Abordar estos tres componentes al inicio del siglo XXI representa un desafío y la obligación de pensar en el surgimiento de una esfera pública globalizada, interactiva, en la que comparten espacio los periodistas tradicionales y los medios alternativos, en la que empieza a desarrollarse un periodismo en red, en la que se han multiplicado las posibilidades de participación, en la que se ha ampliado la idea de ciudadanía al rebasar esta las fronteras de los Estados nacionales. Una esfera pública que revela cómo se requieren hoy formas de democracia sensibles a centros de discusión y poder que no están demarcados por la geografía.

El periodismo, como se ha venido argumentando en esta fundamentación teórica, ha sido ampliamente entendido como una parte vital de las sociedades democráticas. Pero ¿qué pasa cuando las sociedades cambian, cuando sus miembros empiezan a conectarse y a actuar de maneras radicalmente diferentes? (Heinrich, 2013, p. 92). Lo que se tiene por delante, como lo plantea Heinrich es una esfera global de información en la cual más actores toman parte en el proceso de producción de noticias, una esfera digital conectada, con nuevas voces, más puntos de vista y más información. Con el crecimiento de esta esfera pública globalizada el control de la información se está erosionando (McNair, 2009, p. 242), pero a su vez se han multiplicado las formas de vigilancia y presión.

La digitalización de la vida contemporánea, con su correspondiente hibridación de medios masivos y personalizados, muestra inmensas bondades frente al acceso y la apropiación de tecnologías de comunicación e información, frente a las nuevas formas de organización y movilización social y frente a la capacidad de hacer oír la voz de muchas voces que por siglos no han podido participar con plenitud en el debate público. Pero, a su vez, este optimismo tecnológico requiere cautela, en la medida en que en la esfera global digital se evidencia un fomento de conductas despojadas de cualquier noción de democracia, respeto por el otro y solidaridad; recrudecimiento de la xenofobia, el racismo, la homofobia y otros discursos del odio; el perfeccionamiento de las estrategias de control de la libertad individual y colectiva; vigilancia masiva y vigilancia dirigida; lógica de comercialización galopante; concentración de usuarios; captación y monetización de la atención; exacerbación del narcisismo digital; agresividad y la falta de civilidad (Waisbord, 2015, p. 4).

La idea general de esfera pública radica en la existencia de un espacio donde ciudadanos informados se involucran en un debate y una reflexión crítica. La esfera pública se concibe, a su vez, como

[…] el espacio de la sociedad civil entre las instituciones estatales y los ciudadanos. En las sociedades democráticas podría proveer más o menos autonomía y una ámbito abierto para el debate público y la formación de la opinión pública, así como lineamientos pluralistas. (Christians et al., 2009, p. 8)5

La reformulación de la concepción de esfera pública de Habermas dejó atrás la idea de un agregado de individuos reunidos como un único público, para entenderla ahora como “una red para comunicar información y puntos de vista” (Curran, 2005, p. 263) que conecta el mundo privado de la experiencia ordinaria con el sistema político.

Las agrupaciones de la sociedad civil, en su explicación normativa, deberían evitar que la esfera pública se viera subvertida por el poder, llamar la atención sobre los problemas sociales, interpretarlos, proponer soluciones y asegurarse de ser escuchadas y es ahí donde los medios actúan ya que deberían transmitir sus preocupaciones y generar un debate público. (Curran, 2005, p. 263)6

Al enlazar la idea de esfera pública con la sociedad civil, Christians et al. (2009, p. 9) plantean que Habermas ofrece un importante panorama para analizar cómo los medios ganan centralidad e influencia en el debate público contemporáneo, precisamente porque la esfera pública requiere una ciudadanía bien informada y capaz de desarrollar un discurso que la involucre en la deliberación, reconociendo los intereses y los derechos de los otros. La opinión pública, desde la perspectiva habermasiana, puede existir solo si se presupone un público que razona, y cuando esta opinión pública se forma en un proceso racional de deliberación dentro de la sociedad, es cuando se otorga legitimidad al régimen democrático. De ahí también la importancia de la vitalidad del ejercicio periodístico. Por un lado, Habermas llama a restablecer la posibilidad de lograr una situación ideal de debate, mientras que Bourdieu se interesa por que se den unas condiciones sociales óptimas para la producción de conocimiento especializado y formas modernas de ciudadanos ilustrados (Benson y Neveu, 2005, p. 9). En este sentido, cabe anotar que los enunciados normativos defienden alguna forma de libertad para expresar opiniones en un foro público sin retaliación, al mismo tiempo que el debate público abierto debe conducir a la verdad (Christians et al., 2009, p. 72).

Ahora bien, el componente del interés público es señalado como uno de los pilares en la toma de decisiones de los medios informativos sobre los contenidos que publican y como premisa que guía en general la labor de los periodistas. A su vez, se utiliza “como un dispositivo ideológico para ocultar ambiciones regulatorias injustificadas por parte de los gobiernos o como arma para defender la libertad de expresión o de la empresa comercial” (McQuail, 1998, p. 27). El interés público comporta para los medios informativos los ejercicios de autorregulación y rendición de cuentas, cada vez más demandados por la sociedad.

 

El pensamiento en el trasfondo del tema es si la libertad de publicar, aun cuando lesione a individuos, puede ser justificada; y estaría justificada solamente cuando es posible argumentar que existe un verdadero interés público. En este contexto, el interés público se refiere a aquellos asuntos que incrementan la transparencia, exponen irregularidades o comportamientos criminales, apoyan la rendición de cuentas y la responsabilidad de los poderes políticos y económicos, expresan la opinión pública y protegen el interés de los ciudadanos. (McQuail, 2013, p. 30)7

Lo que interesa reafirmar en este trabajo es que el componente del interés público establece una estrecha relación con la crítica abierta y el debate activo en la esfera pública (McQuail, 1998, p. 453).

1 Traducción libre de la autora.

2 Traducción libre de la autora.

3 Traducción libre de la autora.

4 Traducción libre de la autora.

5 Traducción libre de la autora.

6 Traducción libre de la autora.

7 Traducción libre de la autora.