Violencia contra los periodistas

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Ubica a los periodistas en un rol de guardianes de la información y de testigos privilegiados de los acontecimientos, logrando ganar la confianza del público en la medida en que sean capaces de proveer una representación completa y veraz de la realidad a partir de la cual las personas puedan hacerse un juicio personal de los sucesos y tomar decisiones informadas. Por ello, esta tradición considera como obligaciones del reportero la exactitud, la imparcialidad y una adecuada expresión narrativa.

Con esta tradición se instauran los códigos de ética, los consejos de prensa, las comisiones de quejas y la figura del ombudsman, que responden a los procesos permanentes de evaluación del desempeño de los medios en términos de cómo defienden o deberían defender la democracia. También emergen los programas universitarios de enseñanza del periodismo y de la comunicación, los entrenamientos especializados y la creación de asociaciones profesionales.

Impulsa el reconocimiento de la gran diversidad de intereses sociales, culturales y políticos de los integrantes de una comunidad o de un país, con la consecuente necesidad de que estos se vean adecuadamente reflejados en los medios. Lo anterior deriva en asignar a los medios roles como promotores de la justicia social y como desveladores de problemáticas sociales y de abusos de poder. Bajo esta tradición se desarrollan algunas formas de periodismo investigativo. El prestigio de la actividad periodística está asociado a la importancia que le da la comunidad al servicio que esta profesión presta a los fines antes señalados.

Se trata de una tradición que busca encontrar un adecuado balance entre autorregulación y regulación pública, respeto a la identidad nacional y a la diversidad cultural, libertad y control, e intereses individuales y colectivos.

iv. Tradición de la participación ciudadana, 1970-

(Christians et al., 2009, pp. 58-63)

Tiene sus fundamentos en las ideas de los movimientos religiosos y políticos disidentes del siglo XVI, en las luchas por el derecho a la libertad de prensa en el siglo XVIII y en la prensa radical del movimiento laborista en el siglo XIX, pero la versión más contemporánea del concepto de la participación ciudadana está en los procesos de los llamados medios alternativos y en las radios libres de las décadas de 1960 y 1970.

Considera que los medios pertenecen a la gente, están comprometidos con la lucha por los derechos colectivos y tienen un propósito crítico, expresivo y de emancipación. A través de los medios comunitarios y alternativos es posible potenciar la participación de las comunidades locales, las cuales desempeñan un rol fundamental en el cambio social.

El diálogo es pieza central de esta tradición. La esfera pública se entiende como un espacio de hibridación de culturas en el que es posible confrontar las diferencias.

Critica al periodismo por considerarlo una profesión elitista, cercana a los poderes políticos y económicos y por excluir a la gente de la agenda pública. Alerta sobre tendencias peligrosas, como la vinculación de los medios a conglomerados financieros, al considerar que esto afecta la manera de abordar los asuntos públicos.

Considera necesario que los medios promuevan la redemocratización y la redistribución social del poder. En esa medida, los medios ciudadanos participativos se involucran en movimientos de cambio social, con lo que se defiende la idea de un periodismo público comprometido, en contraposición a las visiones más tradicionales que defienden la neutralidad del periodismo. Aunque es una tradición que presenta dificultades para aplicarla a los sistemas mediáticos nacionales o internacionales y a los medios de gran escala, considera que estos deben tener una actitud de compromiso y responsabilidad con sus audiencias, y fomentar la retroalimentación y la interactividad.

El nivel político o de los modelos de democracia

En el segundo nivel se trabajan de manera más precisa los modelos de democracia y las contribuciones de los medios a la marcha de la vida democrática. Cabe reiterar que desde este enfoque no existe una correspondencia uno a uno entre las tradiciones filosóficas normativas señaladas antes y un particular modelo de democracia entre los cuatro planteados por Christians et al. (2009): liberal-pluralista, elitista-administrativa, cívico-deliberativa y popular-directa.

En el caso de las teorías de la democracia, como se planteó antes con las teorías de los medios, hay que tener en cuenta que estas tienen un elemento normativo o prescriptivo y otro empírico o descriptivo. Una dimensión que resulta importante tanto en la teoría como en la práctica democrática es la distinción, por un lado, entre derechos individuales y libertad y, por el otro, entre igualdad y derechos colectivos (Christians et al., 2009, p. 26). Lo que deja ver esta propuesta es que las sociedades establecen sus prácticas democráticas de acuerdo con sus circunstancias históricas y sus culturas políticas y que esto supone unas determinadas demandas normativas para los medios y los periodistas.

A continuación se presentan los principales rasgos de cada uno de los modelos de democracia tal como los configuran Christians et al. (2009), a través de los cuales puede observarse el amplio rango de las sociedades democráticas en el mundo moderno. Sin embargo, estos autores advierten cómo la práctica de la democracia varía considerablemente de un lugar a otro y de una generación a otra, y cómo las crisis de muy diverso tipo —terrorismo, guerras, disturbios populares, inestabilidades financieras— pueden alterar el rol del Estado y redefinir qué es lo que significa vivir en una sociedad democrática (Christians et al., 2009, p. 95)

i. Modelo de democracia liberal-pluralista

(Christians et al., 2009, pp. 96-99)

Llamado liberal-pluralista, este modelo se fundamenta en la proposición de que los individuos, cuando así lo desean, pueden reivindicar más efectivamente sus intereses y preferencias si se conforman como grupos en torno a un esfuerzo conjunto por forjar políticas y programas que beneficien a todos. Como otras formas de democracia, reconoce la soberanía de la gente. El poder es disperso y descentralizado y el mercado se entiende como un motor de bienestar.

El pluralismo depende en parte de un sistema segmentado de medios que responda a los distintos intereses de los grupos, oponiéndose a los monopolios mediáticos. Los medios y el periodismo definen sus roles en la sociedad tal como lo desean. Tienden a promover y facilitar procesos de negociación al proveer plataformas para el análisis y los comentarios especializados; sin embargo, el mercado de los medios puede no servir a las necesidades del pluralismo al no dar acceso a voces competidoras.

ii. Modelo de democracia elitista-administrativa

(Christians et al., 2009, pp. 99-100)

Descansa en la idea de que el ciudadano común carece del interés y de la experiencia para gobernarse a sí mismo, de ahí que represente el triunfo de los líderes sobre los ciudadanos. Enfatiza en la necesidad de instituciones profesionales en la administración pública y en otros cuerpos especializados, con el fin de cuidar el bienestar de la gente.

Define el rol de los medios como guardianes de las instituciones y considera que el periodismo sirve a la democracia administrativa para alertar a la comunidad sobre crisis o emergencias, asuntos de corrupción o de incompetencia de los líderes.

iii. Modelo de democracia cívico-deliberativa

(Christians et al., 2009, pp. 101-103)

Presta especial atención a la solidez de la vida pública y a la responsabilidad que tiene la ciudadanía para lograr dicho fin. Espera de los ciudadanos un involucramiento activo en la construcción democrática.

El periodismo desempeña un papel destacado para mantener informado al ciudadano, garantizar un debate público calificado y promover la participación política, debido a la importancia que se da al razonamiento público entre iguales. Se espera de los medios que amplíen las formas de participación y se abran a voces diversas.

iv. Modelo de democracia popular-directa

(Christians et al., 2009, pp. 103-105)

Se fundamenta en el postulado del gobernarse a sí mismo y se manifiesta en el involucramiento del ciudadano de manera directa en los asuntos públicos. La manifestación moderna de este modelo es el gobierno por referendo o plebiscito con la decisión de la mayoría como regla. Rechaza los centros privados de poder y la acumulación o distribución de recursos, públicos o privados, que impliquen generar oportunidades desiguales para la participación política.

Considera que la libertad de prensa existe para servir a la comunidad y que uno de los roles del periodismo en la sociedad es facilitar el diálogo y la deliberación, asegurando que todos los asuntos reciben completa y justa atención.

El nivel mediático o de los roles del periodismo

El tercer nivel de análisis en el planteamiento analítico de Christians et al. (2009) se focaliza en los propios medios de comunicación y, en especial, en los roles del periodismo en la sociedad. Como se señaló, en el caso de dichos roles lo que propone este enfoque es la necesidad de considerar la dimensión normativa referente a las finalidades y obligaciones y la dimensión empírica o descriptiva de las prácticas y el desempeño cotidiano.

Para abordar este nivel los autores retoman la amplia definición de periodismo de James Carey, quien lo entiende como una serie de prácticas que se justifican en términos de las consecuencias sociales derivadas de ellas, es decir, la constitución de un orden social democrático (Christians et al., 2009, p. 18). Se trata de una definición ajustada para el fin analítico normativo que interesa a los autores; sin embargo, en este trabajo se tendrán en cuenta otras definiciones y dimensiones cuando se profundice en el debate sobre la identidad del periodismo en la primera década del siglo XXI, sus tradicionales y renovados valores y principios, y los desafíos que le han impuesto las transformaciones culturales y sociales derivadas del desarrollo y apropiación de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), la globalización y la reconfiguración económica del sector.

 

Los autores identifican desde esta perspectiva normativa contemporánea cuatro roles esenciales para los medios informativos en una democracia, advirtiendo que no se ajustan a alguna tradición normativa o modelo específico de democracia y que no pretenden abarcar con ellos todas las actividades posibles de los medios informativos y del periodismo. Son ellos el rol de monitoreo, el rol facilitador, el rol radical y rol colaborativo (Christians et al., 2009, p. 125). Para que esas tareas se lleven a cabo es preciso que haya confianza del público en los medios, y que estos sean percibidos como independientes y competentes; que exista un sistema amplio y eficiente de recolección y distribución de información y una intención editorial de dar cabida a un amplio rango de fuentes y puntos de vista; que haya una participación del periodismo en la acción y el debate democrático, y que esta dependa de un uso activo de la libertad de prensa en el contexto de una esfera pública saludable (Christians et al., 2009, p. 117).

Lo que nos interesa de dichos roles para la discusión en el presente trabajo es, de acuerdo con lo sugerido por estos autores, que contemplan asuntos centrales en el análisis actual del tema que nos compete, relacionados con la transparencia de las sociedades y el flujo de la información dentro de ellas; la facilitación de procesos sociales y políticos y de la participación ciudadana en el debate público; la independencia de los medios para ejercer la crítica por encima de intereses creados o instituciones establecidas, y la colaboración o no de los medios con las autoridades (Christians et al., 2009, p. 30).

A continuación se presentan los principales rasgos de los cuatro roles de los medios informativos en una democracia de acuerdo con el presente modelo de análisis normativo y se visualiza su ubicación en dos dimensiones (figura 3): la vertical, donde el rango va de un poder institucional fuerte a uno débil, y la horizontal, que indica una mayor o menor autonomía de los medios, tal como los configuran Christians et al. (2009).

Figura 3. Cuatro roles de los medios informativos


Fuente: Christians et al. (2009, p. 125). Normative theories of the media. Journalism in Democratic Societies. Urbana, IL: University of Illinois Press.

i. Rol de monitoreo

(Christians et al., 2009, pp. 139-157)

Es el rol más ampliamente divulgado y reconocido sobre lo que el periodismo y los medios informativos deben hacer. Incluye el actuar como informadores vigilantes y se refiere a la recolección, procesamiento y divulgación de todo tipo de información que pueda ser de interés público. El término monitoreo incluye la noción de proporcionar inteligencia, consejo y advertencia. Es el rol que está en la esencia de la actividad periodística.

Puede ser más o menos activo de acuerdo con la manera como los medios se implican en la sociedad. El tipo de relaciones que ellos establecen con los poderes políticos, económicos y sociales incide en el delineamiento de este rol, si se toma en perspectiva que un asunto central de las relaciones de los medios informativos y del periodismo con la sociedad es su independencia frente a los poderes.

Los medios contribuyen a delinear el marco de la esfera pública en la medida en que aportan voces, temas, eventos y perspectivas sobre los que se forma la opinión pública y se toman decisiones. El mejor desempeño de este rol, y de un periodismo de calidad, se da en contextos que prestan especial atención a la construcción de ciudadanía, que tienen una clara vitalidad de la sociedad civil y procesos democráticos saludables.

Es un rol más cercano a los modelos de democracia liberal-pluralista, pero los otros modelos de democracia no podrían operar sin él.

ii. Rol facilitador

(Christians et al., 2009, pp. 158-178)

Los medios se convierten en canales importantes de información pública al insertarse en procesos sociales y políticos, prestando su servicio a la sociedad en áreas como la política, el comercio, la salud o la educación. Proveen acceso a los reclamos del público en estos ámbitos, pero a su vez pueden facilitar las relaciones entre unos y otros, sin que esto comprometa su integridad, su credibilidad y su independencia. Contribuyen a mejorar la calidad del debate público promoviendo la participación, la multiculturalidad, la inclusión y el pluralismo y ayudando a dar contexto y significación a lo que acontece.

El rol facilitador de los medios se comprende mejor cuando se reconoce que el debate y la deliberación son esencialmente dialógicos y suponen interacción entre sujetos o posiciones diferentes.

Es el rol más cercano a los modelos de democracia cívica y es una respuesta al hecho de que las vidas humanas son culturalmente complejas y cargadas de múltiples interpretaciones.

iii. Rol radical

(Christians et al., 2009, pp. 179-195)

Los medios desempeñan este rol cuando proveen una plataforma para las voces y puntos de vista críticos de la autoridad y del orden establecido, o cuando ellos mismos son esa voz crítica. El desempeño de este rol desencadena intentos de suprimir o limitar la libertad de prensa. Es un rol que encaja bien en los modelos de democracia cívica y democracia directa.

Enfatiza en la absoluta igualdad y libertad de todos los miembros de una sociedad democrática. El periodismo, en este rol, hace todos los esfuerzos por asegurar que no se toleren las injusticias cometidas por poderes políticos y económicos hegemónicos. Eso implica una dimensión persuasiva en orden de movilizar la opinión y la acción para lograr una redistribución social del poder.

iv. Rol colaborativo

(Christians et al., 2009, pp. 196-218)

Demanda la cooperación de los medios en asuntos de interés nacional en momentos o procesos que requieran el apoyo a autoridades civiles o militares en la defensa del orden social ante las amenazas del crimen, las guerras, el terrorismo, la insurgencia, o en situaciones de emergencias y desastres naturales. Se da en procesos de construcción y desarrollo de las naciones o en momentos de transición política. Implica una relación de los medios con distintos centros de poder, sin devaluar los valores de la libertad y la autonomía de los periodistas y de los medios.

Se expresa de diversas maneras y dependiendo de los contextos y las circunstancias. Puede suponer que se acepten determinadas condiciones de censura. Desde un punto de vista normativo, el rol colaborativo se basa en acuerdos sobre el significado y los fines de la colaboración, que deben ser transparentes y conllevar un proceso deliberativo.

En la práctica, y de acuerdo con la manera como deciden operar los medios y desempeñar su labor los periodistas, se presenta una superposición entre los diferentes roles, así como oposiciones y conflictos.

Los más distantes entre sí son el rol colaborativo y el rol radical. Así como la crítica es en algunas ocasiones constructiva, el rol radical usualmente conlleva una postura de oposición a la autoridad establecida. Lo anterior es un recordatorio de que los medios no operan en una sociedad vacía y que están continuamente comprometidos con otros actores sociales así como con sus audiencias. Como se ha anotado, los medios pueden diferenciarse tanto por sus relaciones con el poder en la sociedad (dependientes u opositores) como por su grado de participación en tanto actores en actividades políticas y sociales (Christians et al., 2009, p. 32).

La anterior propuesta de análisis enriquece los tratamientos teóricos de la manera como tradicionalmente se ha abordado la defensa de las libertades de expresión, de prensa y de información, en la medida en que aporta elementos que, desde perspectivas filosóficas, políticas y mediáticas, permite hacer evaluaciones más complejas sobre su manifestación en determinadas sociedades y circunstancias. Vistas estas libertades en contexto, con los aportes de este enfoque contemporáneo de las teorías normativas es posible encontrar recursos explicativos y conceptos más variados y profundos que en el pasado.

De igual forma, enriquece la comprensión de las opciones que los medios y los periodistas asumen sobre sus roles y comparten como puntos de vista profesionales —lo que se conoce como milieus (Hanitzsch, 2011, p. 481)—, así como de las demandas que la propia sociedad hace a los medios de acuerdo con sus raíces y tradiciones culturales, su historia política o el momento histórico por el que pasa.

Periodismo y democracia: fundamentos de un contrato social resignificado

Las relaciones entre medios informativos, periodismo y democracia han sido descritas tradicionalmente en términos de un contrato social; eso quiere decir que se requieren mutuamente. El periodismo necesita a la democracia para tener libertad e independencia y la democracia necesita al periodismo para que haya flujo de información, para que pueda darse el debate público sobre asuntos políticos y para que el periodismo tenga la posibilidad de actuar como “perro guardián” frente a los abusos del poder (Strömbäck, 2005, p. 332).

La noción que comprende el periodismo en su rol crítico e independiente del Estado se basa en el papel que desempeñó en momentos determinantes al comienzo del siglo XVII en la guerra civil inglesa, en el siglo XVIII durante la Revolución Francesa o en la guerra de independencia de los Estados Unidos (McNair, 2009, p. 237). De igual forma, la defensa que hizo John Milton del pensamiento y la libertad de prensa en Areopagítica, al que ya se hizo referencia, estableció algunos de los postulados clásicos del periodismo moderno, dejando las raíces de una larga tradición de relaciones entre periodismo y democracia y los fundamentos para el surgimiento de una cultura de la crítica y la legitimación ideológica en la formación de la esfera pública emergente.

El desarrollo de la cultura de las noticias está entonces estrechamente ligado al proceso de construcción de sociedades democráticas. Si la democracia es, en palabras de Abraham Lincoln, “el gobierno de la gente, por la gente, para la gente”, entonces, el periodismo, en su mejor realización, desde la tradición liberal, se alimenta de esa misma inclinación pluralista. Es recurrente, por ello, encontrar citada la frase de James Carey (1999, p. 51): “Sin periodismo no hay democracia, pero sin democracia tampoco hay periodismo”.

Ahora bien, ¿cuáles son en concreto esas aportaciones del periodismo a la democracia? McNair (2009, pp. 239-240), teniendo en cuenta tanto las perspectivas normativas como las pragmáticas, realiza una buena síntesis del papel desempeñado por el periodismo —en especial del periodismo político—, en sociedades democráticas a lo largo de la historia:

i. El periodismo ha sido fuente de información para la democracia deliberativa, en la medida en que el éxito de la democracia radica en la existencia de información de calidad, fiable y precisa para el ciudadano. Desde una perspectiva normativa, el ideal democrático es el de la toma de decisiones informadas, de ahí que la labor del periodismo sea una contribución fundamental para la marcha de la democracia.

ii. El periodismo ha sido “perro guardián” en su rol de monitoreo y escrutinio crítico de quienes detentan el poder en los gobiernos, los negocios y otras esferas influyentes de la sociedad. Esta función la ha cumplido en representación de la ciudadanía.

iii. El periodismo ha sido mediador entre los políticos y los ciudadanos como instancia que asegura que la voz de estos últimos sea escuchada. A su vez, ha alentado el acceso directo de las personas a la esfera pública.

 

iv. El periodismo ha sido actor participante y defensor de determinadas posiciones en el debate público, buscando influir sobre las personas en relación con un determinado punto de vista.

McNair recoge allí aspectos coincidentes con la perspectiva de Christians et al. (2009), de tal manera que los estudios en comunicación van mostrando que en la base de las relaciones entre democracia, sociedad y periodismo está la capacidad del periodismo de suministrar información y comentarios de calidad, de abrir espacios para el debate público, de cumplir con el rol de monitoreo y de proveer un canal de doble vía entre ciudadanos y gobierno. Como se irá viendo a lo largo de este trabajo, los conceptos que aparecen estrechamente asociados a estas relaciones son la libertad, el pluralismo y la participación, en tanto resultan vitales de igual forma para el proceso democrático y para el ejercicio periodístico.

El periodismo, a lo largo de su historia, ha estado orientado por diversos tipos de motivaciones, entre otras, el sentido de responsabilidad pública, la defensa de alguna causa, la relación con partidos políticos o alguna ideología, la atracción por el arte de escribir y publicar, el objetivo de generar beneficios económicos y empleo. Al mismo tiempo, la actividad de publicar ha estado con frecuencia acompañada de restricciones y riesgos, por el potencial daño a los intereses de otros o de la sociedad en general (McQuail, 2013, p. 27).

En este ámbito aparecen como una dimensión de análisis los requerimientos informativos de la democracia en general, pues, como se verá más adelante, estos pueden cambiar de acuerdo con el modelo o la concepción de democracia desde la que se esté hablando. Estos requerimientos tienen que ver, entre otros aspectos, con el acceso y la circulación de información confiable y relevante sobre asuntos de actualidad y problemas de la sociedad; sobre partidos políticos, sus programas y sus líderes, o sobre medios y posibilidades para expresar las ideas de forma abierta y diversa. Con ello se logra un público informado, interesado y motivado para actuar con el fundamento que le da la información (McQuail, 2013, p. 39).

McQuail (2013) asegura que durante el siglo XX los medios de comunicación tradicionales proporcionaron posibilidades efectivas para satisfacer los requerimientos anteriores, demostrando su capacidad de propiciar que las sociedades y las personas se expresaran y pusieran en un espacio común sus diferencias, contribuyendo así a conformar una opinión pública abierta, pluralista y deliberativa.

Sin embargo, frente a las expectativas normativas sobre el desempeño práctico del periodismo en relación con sus funciones de informar, comentar, alertar, analizar, criticar o propiciar espacios de participación y debate, surge la necesidad de evaluar cómo y qué tan bien han sido o son cumplidos esos roles. Se plantea que las expectativas no satisfechas se han visto influenciadas en este comienzo de siglo por las presiones de la competencia mediática y la consecuente comercialización de los medios y del propio periodismo, por el efecto nocivo de las relaciones públicas en la política, por la tendencia al infoentretenimiento y por la concentración en la propiedad de los medios, aspectos que han terminado por minar tanto a la democracia como al propio periodismo (McNair, 2009, pp. 240-242).

Si bien la legitimidad de los periodistas ha sido ganada por su reclamo de servir al público en la democracia, qué tan bien le sirven es algo que ha sido ambiguamente contestado tanto por los periodistas como por las investigaciones del campo (Skovsgaard Albæk, Bro y De Vreese, 2013, p. 26). Lo anterior tiene que ver con que la función democrática de la prensa depende, a su vez, de la manera como es entendida y llevada a la práctica la democracia. Como se vio antes, la democracia no es unidimensional y presenta diferentes modelos y concepciones, lo que conlleva respuestas variadas sobre cuáles son los roles del periodismo, cómo interactúa en la sociedad y cuál es la información que debe proveer a los ciudadanos. Esto reafirma que las concepciones de democracia están asociadas a distintas expectativas normativas del periodismo y de los periodistas. Cuando se especifica a qué tipo de democracia se está haciendo referencia es cuando resulta posible determinar con mayor claridad las implicaciones normativas que esta tiene para el periodismo y comprender mejor cómo los medios informativos pueden afectarla (Strömbäck, 2005, p. 341).

El inicio del siglo XXI muestra que los estudios sobre la relación entre periodismo y democracia se preocupan cada vez más por entender precisamente los distintos modelos de democracia y, con ello, ganar claridad en las expectativas que las sociedades tienen sobre el desempeño de los medios; algo que empieza a incidir también en el tipo de estándares que se definen para evaluar la labor periodística. Así como Christians et al. (2009) basan su propuesta de análisis en los cuatro modelos de democracia antes presentados —administrativa, pluralista, cívica, directa—, es preciso referirse a una gran variedad de aproximaciones que retoman otros modelos de democracia planteados en las teorías políticas contemporáneas. Entre ellos, la democracia competitiva (Sartori, 1987, Schumpeter, 1975), la democracia participativa (Putman, 2000), la democracia deliberativa (Elster, 1998) o la democracia procedimental (Dahl, 2012), por ejemplo.

En las orientaciones de muchos estudios contemporáneos en el campo del periodismo en esta área se observa un interés por estructurar modelos que permitan operacionalizar el análisis de dichas implicaciones y aplicarlo a investigaciones comparativas con cada modelo de democracia, con diferentes tipos de medios y en distintos países (Strömbäck, 2005, p. 343).

Lo anterior tiene mucho que ver con las transformaciones de los sistemas mediáticos originadas en los procesos de transición de regímenes autoritarios a regímenes democráticos como consecuencia de la caída del Muro de Berlín y del bloque de los países comunistas, pero también con el acceso creciente del público a medios independientes, a sitios en línea y a otras formas de periodismo digital. En este sentido, el caso de Rusia, como el de muchas de las otras sociedades en transición en la última década del siglo XX y en la primera década del siglo XXI, evidencia que el establecimiento de una democracia genuina y duradera es inseparable del establecimiento de una prensa política libre, una esfera pública activa y una sociedad civil pluralista. Las restricciones a los medios, la intimidación y el asesinato de periodistas en la Rusia de Putin es algo que se interpreta como la antítesis de la transición del país hacia la democracia (McNair, 2009, p. 248). A pesar de lo anterior, es preciso anotar que aún en sociedades con ricas tradiciones democráticas la práctica de la democracia puede variar considerablemente de un lugar a otro y de una generación a la siguiente y que crisis de muy diverso tipo, como el terrorismo, los conflictos armados internos, las guerras, los disturbios populares, las inestabilidades financieras o los desastres naturales, pueden alterar el rol del Estado y redefinir qué significa vivir en una sociedad democrática (Christians et al., 2009, p. 95).

La prensa ha demostrado que puede hacer contribuciones importantes al fortalecimiento de Estados eficaces y democráticos, ya que si bien el periodismo como institución cívica por sí sola no puede resolver los problemas arraigados de violencia, seguridad y anarquía, sí contribuye a la construcción del Estado a través del monitoreo de sus acciones, con lo que aporta al elevar la atención de la sociedad sobre los problemas y a que se establezcan mecanismos efectivos de rendición de cuentas (Waisbord, 2007, p. 125).

Conviene tener en cuenta que los estudios sobre los roles potenciales de los nuevos medios digitales —con el aumento de las formas de participación e interacción que conllevan—, en el establecimiento de relaciones entre los ciudadanos y las élites políticas apenas es un campo emergente de investigación. Esto tiene que ver también con el rol de los nuevos medios en una esfera pública globalizada y en un contexto de nuevos conflictos internacionales.