Violencia contra los periodistas

Tekst
0
Recenzje
Przeczytaj fragment
Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

En este trabajo, la aproximación a los roles de los medios informativos y del periodismo se hace desde el enfoque contemporáneo de las teorías normativas y se circunscribe al estrecho vínculo entre periodismo, sociedad y democracia. En esa medida, el concepto de rol, aplicado a los medios informativos y al periodismo, se entenderá como una combinación de tareas profesionales y propósitos ampliamente reconocidos, estables y perdurables (Christians et al., 2009, p. 119).

De acuerdo con los planteamientos normativos, una prensa libre en una sociedad democrática, como se señaló, no puede estar obligada a seguir algún propósito en particular, por el contrario, los roles de los medios informativos son un asunto de elección, reforzado por las tradiciones y la fuerza de los vínculos sociales. Teniendo esto en perspectiva, en la historia de los estudios en comunicación se configuran cinco roles esenciales (con una amplia variedad de enfoques, formas de enunciarlos y de definirlos):

i. Proveer información acerca de acontecimientos y de sus contextos.

ii. Proveer comentarios, incluyendo orientación y consejos en relación con los sucesos.

iii. Proveer un foro para la expresión de diversos puntos de vista y para la incidencia política.

iv. Proveer un canal de doble vía entre ciudadanos y gobierno.

v. Actuar como crítico o “perro guardián” con el fin presionar al gobierno en su obligación de rendir cuentas (Christians et al., 2009, pp. 29-30).

Si bien es cierto que las formulaciones de estos roles se han referido en el pasado fundamentalmente a aquello que es llamado “la prensa” —que en sentido amplio abarca los medios tradicionales—, el desafío aquí es tomar en cuenta, como lo plantean los enfoques contemporáneos de las teorías normativas, el cambio profundo en la naturaleza de los medios y del periodismo que se está dando en los inicios del siglo XXI, con lo que esto implica para la formulación y el estudio de sus roles en la actualidad. El desarrollo de internet, la apropiación de las TIC por los ciudadanos y la consecuente multiplicación de productores de información, el acceso abierto o la interactividad son realidades que están modificando los paradigmas en el hacer y en el pensar el periodismo.

El enfoque contemporáneo de las teorías normativas de los medios informativos y del periodismo

Este trabajo doctoral se nutre de la preocupación que mueve a autores como Christians et al. (2009, p. vii) sobre la necesidad de tratamientos más teóricos en torno a la relación entre medios y sociedad en general y entre periodismo y democracia en particular, y de responder al desafío intelectual de quienes se preguntan por la ética profesional, el desempeño responsable de los medios, la defensa de la libertad de expresión y la formación de los periodistas.

Tomar las teorías normativas como marco para abordar la violencia contra los periodistas tiene que ver, por un lado, con que una de sus características básicas es el intento de proporcionar una explicación razonada de las relaciones entre una concepción de democracia en una sociedad particular y los roles concretos de los actores en el debate público; esto, en el caso de la presente investigación, cobra sentido al intentar aportar fundamento a aquello que determina para el periodismo el deber de cumplir con unas u otras actividades en la sociedad y el consenso que puede lograrse alrededor de ello (Christians et al., 2009, p. 86). Y, por el otro, debido al nexo de estas teorías con la ética periodística y las políticas de comunicación que rigen el ordenamiento de los medios en asuntos relacionados con seguridad nacional, libertad de prensa, orden público, igualdad y diversidad en el acceso a los medios e impacto moral y cultural de sus contenidos (Igartua y Humanes, 2010, p. 58).

En un asunto como el estudio de la violencia contra los periodistas, sus causas, motivaciones y consecuencias, es pertinente contar con el enfoque de unas teorías que afirman la autonomía y la autorregulación de los medios y enlazan la libertad y la responsabilidad en un proceso dialéctico (Merrill, 1993, pp. 37-40).

Estas teorías normativas pueden cumplir una función legitimadora, aportar una explicación argumentada, determinar la importancia de la calidad del diálogo, dar un fundamento moral a las actividades de los medios informativos y poner sobre la mesa el concepto de verdad pública cultural, que tiene que ver con la veracidad y la honestidad de lo que se expone en la esfera pública (Christians et al., 2009, pp. 73-86).

Lo que se observa en la evolución reciente de las teorías normativas de los medios es que han ampliado su repertorio de explicaciones, incluidas aquellas que tienen que ver con la libertad de expresión, las nuevas dimensiones y una mirada global que las ha enriquecido con los aportes de tradiciones culturales no tenidas en cuenta antes en el paradigma occidental dominante, entre ellas, las de Asia, África, América Latina y el mundo islámico (Christians et al., 2009, p. 67).

Ahora bien, ese enfoque contemporáneo de las teorías normativas de los medios, que cuenta entre sus principales representantes con Clifford G. Christians, Theodore L. Glasser, Denis McQuail, Kaarle Nordenstreng y Robert A. White —cuyos planteamientos guiarán uno de los cuatro componentes del marco conceptual de este trabajo—, ha puesto su mirada en lo que estos autores ven como expectativas ciudadanas de una comunicación participativa más directa, intentando justificar y proveer fundamentos teóricos normativos para la participación de los ciudadanos en el debate público, algo cada vez más central en muchas sociedades hoy en el mundo. Esto tiene que ver con las distintas orientaciones que pueden darse hoy a las teorías normativas, por ejemplo, entre quienes están más cercanos a una concepción individualista y liberal sobre cómo garantizar la verdad y la libertad en el debate público y quienes defienden las aproximaciones que hacen en este sentido las concepciones comunitarias y orientadas socialmente (Christians et al., 2009, pp. 66-68). Los anteriores son aspectos de indudable impacto para el campo periodístico, cuyas vibrantes transformaciones reflejan en gran medida estas discusiones y preocupaciones.

En una teoría normativa de los medios, de acuerdo con Christians et al. (2009, pp. 71-73), los siguientes son asuntos fundamentales:

i. El deber de alcanzar un acuerdo sobre el acceso libre e igualitario al debate público. La tradición de los postulados normativos es defender alguna forma de libertad para expresar opiniones en el foro público sin represalias.

ii. La búsqueda de alternativas para resolver conflictos a través de la deliberación. Las grandes declaraciones sobre el modo adecuado en que debe darse el debate público han surgido, precisamente, en momentos en los que la crisis de las instituciones sociales amenaza la existencia de un debate libre y sin restricciones.

iii. La capacidad para lograr un balance entre el arte de la persuasión, la comprensión por todas las personas del debate público y la veracidad. Algunas de las declaraciones normativas más significativas en relación con el debate público se han dado en contextos culturales que tienen un especial aprecio por la estética en el estilo que se imprime a la comunicación.

iv. La relación entre la academia y el ámbito del debate público. Por lo general, los autores de postulados normativos de importancia han sido también maestros de la deliberación pública.

Dicho lo anterior, estos autores aportan para el análisis un esquema en el que identifican los principales actores sociales involucrados en un sistema normativo (figura 1), algo que será de utilidad al momento de aproximarse al fenómeno de la violencia contra los periodistas. Lo que se establece allí es una relación dialéctica entre los actores del sistema y los correspondientes asuntos normativos a ellos asociados.

Christians et al. (2009, pp. 69-71) organizan estos asuntos de forma jerárquica, ubicando en la parte superior los valores comunicativos de una cultura y en la parte inferior las prácticas cotidianas específicas de los grupos y los profesionales de la comunicación, con los criterios a partir de los cuales se guían para tomar sus decisiones. Así, lo que muestra el sistema es que en la base están los ideales personales de los profesionales, que a su vez se articulan con el estilo de una determinada cultura corporativa, el ethos de las salas de redacción, los códigos de ética de las asociaciones profesionales y los principios generales para quienes son maestros de la comunicación y para las instituciones mediáticas. Luego están las políticas normativas de las organizaciones mediáticas, las que rigen su operación; aquí se ubican los empresarios de los medios como actores. Siguen las normas nacionales e internacionales relacionadas con la comunicación; aquí son los legisladores y los políticos los que se convierten en actores del sistema. En este último nivel, las normas establecen entornos más o menos favorables para la independencia de los medios y configuran las fronteras de control que establecen los Estados para su funcionamiento. Aunque los medios aceptan una cierta regulación fundamentada en el interés público, tratan de mantener vigente el principio de independencia frente al control del poder del Estado, con el fin de proteger su función de guardianes y de vigilantes del cumplimiento de la responsabilidad social pública que les compete a los Estados. En el siguiente nivel se ubican las teorías normativas cuyos correspondientes actores son la academia y la comunidad filosófica. Finalmente, aparece como elemento normativo la filosofía pública de la comunicación, entendida como los valores y compromisos comunicativos generalmente difundidos por una cultura; aquí los actores del sistema son las audiencias.

 

Desde la perspectiva de este sistema normativo, cuando un periodista o un medio de comunicación es atacado por un miembro del gobierno o por otro integrante de la sociedad, se sugiere que es todo el sector mediático el que está siendo agredido y que lo anterior representa una amenaza política o económica si no se toman acciones para remediar la situación (Christians et al., 2009, p. 69).

Un aspecto que interesa de la propuesta de Christians, Glasser, McQuail, Nordenstreng y White (2009) en este trabajo doctoral es que los autores plantean la necesidad de observar las relaciones entre los medios y la sociedad desde la tradición del pensamiento normativo, teniendo en cuenta la democracia como eje. Para ello, no proponen una nueva tipología de teorías normativas con pretensión de universalidad, sino una apuesta metodológica que permite proporcionar un marco de análisis más sólido para aproximarse a las relaciones entre los medios informativos y la sociedad. De esta forma construyen el marco de análisis dando importancia a los modelos de democracia, con lo cual buscan enfocar la mirada más en la gente que en el funcionamiento de los medios. Así cobra importancia para el análisis la participación de los ciudadanos en el debate público.

Figura 1. Principales actores sociales en un sistema normativo


Fuente: Christians et al. (2009, p. 68). Normative theories of the media. Journalism in Democratic Societies. Urbana, IL: University of Illinois Press.

Si bien es cierto que determinado tipo de manifestaciones de violencia contra los periodistas cobran vigor en regímenes autoritarios, el modelo analítico basado en el fundamento de la participación ciudadana en el debate público no deja de ser pertinente para este otro tipo de contextos políticos. Lo anterior tiene que ver también con aspectos que resultan fundamentales para enmarcar cualquier modelo de democracia al que se haga referencia: primero, elecciones periódicas, libres y justas mediante las cuales el pueblo elige a quienes toman las decisiones políticas; segundo, existencia de libertad de expresión, de prensa y de información; tercero, ciudadanía incluyente; cuarto, derecho de todas las personas a asociarse y formar organizaciones libremente y, quinto, gobierno de la ley (Strömbäck, 2005, p. 333).

Cabe recordar aquí que en el origen del pensamiento contemporáneo sobre las teorías normativas de los medios está el clásico Four Theories of the Press, de Fred Siebert, Theodore Peterson y Wilbur Schramm, publicado en 1956, que estimuló la reflexión sobre el papel de los medios en la sociedad al afirmar que los sistemas mediáticos estaban estrechamente enlazados a diferentes filosofías y sistemas. Aun así, las teorías normativas son el resultado de un debate continuo a lo largo de más de 2.500 años entre los principales actores sociales, buscando entender cómo debe desarrollarse el debate público en un determinado contexto sociopolítico y cómo debe conducirse la comunicación en la toma de decisiones públicas y en determinados momentos y circunstancias (Christians et al., p. 65).

De ese diálogo sostenido a lo largo de la historia, se plantea que la comunicación es más un problema político y ético que semántico o psicológico (Peters, 1999, citado por Christians et al., 2009, p. 64), lo que sugiere que una aproximación normativa resulta adecuada para observar un fenómeno como la violencia contra los periodistas. Lo anterior, teniendo en cuenta la estrecha vinculación que tiene esta problemática con las circunstancias sociopolíticas, pero, a su vez, por el peso de una tradición de pensamiento normativo que asigna un rol determinante al periodismo en la vitalidad de las instituciones democráticas y que promulga la preservación y el fortalecimiento de unos valores éticos profesionales construidos a lo largo de la historia del ejercicio periodístico.

Aunque los planteamientos de Siebert, Peterson y Schramm han sido criticados y revaluados, se reconoce que su trabajo fue pionero e insertó en la década de 1950 un nuevo campo de investigación en la comunicación de masas, al hacer un análisis explícito de cómo los medios se relacionan con la sociedad en términos de valores políticos, ética profesional e historia intelectual (Christians et al., 2009, p. 4), a partir de la pregunta de por qué los medios de comunicación de masas aparecen en una amplia diversidad de formas y sirven a diferentes propósitos según los países y contextos donde actúan.

Como se planteó antes, un abordaje actual sobre la cuestión, valioso y pertinente, lo adelantan teóricos como Christians, Glasser, McQuail, Nordenstreng y White en su libro Normative Theories of the Media. Journalism in Democratic Societies (2009), al asignar sentido a las teorías normativas no como instrumentos ajustados a una determinada ideología o como variable dependiente del sistema de control social —algo que sucedía con Four Theories of the Press—, sino como instrumentos de emancipación del statu quo y para pensar críticamente el papel de los medios. La tradición normativa no se limita entonces solo a un grupo de teorías; por el contrario, abarca un complejo conjunto de valores que integra desde dimensiones de la ética personal hasta códigos profesionales, guías de la industria mediática, políticas nacionales e, incluso, asuntos de filosofía moral que deben ser conocidos tanto por los profesionales como por el público en general (Christians et al., 2009, p. 18).

A los autores de Four Theories of the Press se les criticó no haber observado el funcionamiento real de los sistemas de medios de comunicación ni de los sistemas sociales dentro de los que operaban, pues se ocuparon únicamente de las teorías o los fundamentos en los cuales se basaban esos sistemas para legitimarse (Hallin y Mancini, 2008, p. 9). La dificultad con ello fue hacer caso omiso a la existencia material de la prensa, al señalar que la diferencia entre sistemas periodísticos era una cuestión de filosofía (Nerone, 1995, citado por Hallin y Mancini, 2008, p. 9).

Lo que se afirmaba en Four Theories of the Press es que la prensa siempre toma la forma y la coloración de las estructuras sociales y políticas en las que opera, reflejando el sistema de control social y de las relaciones entre los individuos y las instituciones. Los autores plantearon entonces la existencia de cuatro teorías: la autoritaria, la liberal, la de la responsabilidad social y la soviético-comunista, lo que para algunos, más que cuatro teorías sobre la prensa, eran solamente cuatro ejemplos o tipologías de funcionamiento de la prensa (Christians et al., 2009, p. 3).

En su momento, Siebert, Peterson y Schramm señalaron como principal propósito de la prensa soportar e impulsar las políticas del gobierno en el poder y servirle al Estado en la teoría autoritaria; informar, entretener, vender y, principalmente, ayudar a descubrir la verdad y observar al gobierno, en la teoría liberal; informar, entretener y elevar el debate al plano de la discusión, en la teoría de la responsabilidad social, y, para el caso de la soviético-socialista, contribuir con el éxito y la continuidad del sistema soviético socialista, especialmente con el mandato del partido.

De Four Theories of the Press derivó una amplia gama de estudios sobre el rol de los medios en la sociedad, muchos de los cuales proponían nuevas tipologías. Christians et al. (2009, pp. 5-14) se han encargado de identificar estos estudios y sistematizarlos geográficamente de acuerdo con los realizados en Estados Unidos, Europa y los países en desarrollo. En Estados Unidos destacan los trabajos de Merrill (1974), Merril y Lowenstein (1991), Hachten (1981), Picard (1985), Altschull (1995) y Martin y Chaudhary (1983). En Europa, los de Williams (1962) —que abre la mirada del tema al plantear una comunicación democrática no solamente como un derecho individual, sino también como una necesidad social en la medida en que la democracia requiere una activa participación de todos sus miembros—, Goldwin y Elliot (1979), Curran (1991), Borden (1995), Nordenstreng (1973), McQuail (1983, 2005), Jakubowicz (2007), Hardt (2001) y Hallin y Mancini (2004). Los aportes que les merecen especial atención son los de Habermas (1989), con su teoría de la acción comunicativa y su concepto de esfera pública, que serán retomados más adelante en este trabajo. Para el caso de América Latina, Asia y África, indican que a pesar de su rica tradición cultural y filosófica, no hay aportes especialmente innovadores en cuanto a las teorías normativas; sin embargo, señalan algunos elementos importantes en los trabajos de Mowlana (1989), Masterton (1996), Mehra (1989) y Yin (2008).

Tres niveles de análisis en una nueva mirada normativa: tradiciones filosóficas, modelos de democracia y roles del periodismo

En la búsqueda de rutas alternativas para encontrar respuestas a la pregunta sobre cómo una sociedad, una nación o una comunidad pueden alcanzar fórmulas normativas contemporáneas más satisfactorias para trabajar en un apuntalamiento normativo efectivo de los roles de los medios informativos en una sociedad democrática, Christians et al. (2009, p. 16) elaboran una propuesta metodológica que enriquece los tratamientos teóricos de los nexos entre periodismo, sociedad y democracia que competen a este trabajo doctoral. En este apartado se recogen los elementos esenciales del modelo, con el propósito de aportar recursos teóricos a la observación de ataques al ejercicio periodístico a comienzos del siglo XXI.

Su propuesta se construye a partir de tres niveles de análisis que permiten cubrir un amplio rango de variaciones con la incorporación de cuatro entradas en cada uno de ellos:

i. Filosófico-Tradiciones normativas: corporativista, liberal, de responsabilidad social, de participación ciudadana.

ii. Político-Modelos de democracia: administrativa, pluralista, cívica, directa.

iii. Mediático-Roles del periodismo: de monitoreo, facilitador, radical, colaborativo.

De acuerdo con estos autores, el punto de partida es separar metodológicamente los niveles de análisis, pero, a su vez, mostrar cómo se interrelacionan, ya que no hay una correspondencia uno a uno entre tipos y niveles de análisis. Con ello están ratificando la complejidad de la cuestión de las teorías normativas, las profundas raíces históricas y culturales de los asuntos que tratan y la multiplicidad de niveles en los que estas deben ser confrontadas (Christians et al., 2009, p. 16).

A continuación se detallan los elementos explicativos, así como los fundamentos sobre los que descansan los tres niveles de análisis. La intención que subyace en este trabajo doctoral para hacerlo radica en la idea de que este modelo de análisis enriquece la aproximación al fenómeno de la violencia contra los periodistas y la comprensión de su comportamiento en determinados contextos sociopolíticos, momentos de la historia y entornos de valores culturales. De igual forma, permite examinar la perspectiva desde la que realizan su trabajo las organizaciones defensoras de la libertad de expresión que hacen seguimiento sistemático a las restricciones y agresiones a quienes ejercen este derecho, en especial los periodistas.

Lo interesante de esta perspectiva es que, como lo sugieren sus autores, contribuye a explicar, por ejemplo, cómo deberían resolverse algunos de los grandes problemas del debate público: cómo y por qué garantizar la libertad de expresión, cómo lograr las mejores decisiones colectivas y consensos sin coerción, cómo lograr que todas las personas accedan a la información que necesitan, cómo conseguir que asuntos como la verdad, la libertad y la participación se logren en tiempos en los que los medios se han ido transformando en grandes empresas corporativas (Christians et al., 2009, p. 66-67).

Más adelante se tendrá en cuenta otro tipo de aproximaciones desde los estudios de la comunicación a las relaciones entre medios informativos, periodismo, democracia y sociedad, las cuales aportan elementos históricos y de análisis para observar el tema que compete a este trabajo.

El nivel filosófico o de las tradiciones normativas

 

El primer nivel para el análisis es denominado filosófico por Christians et al. (2009, p. 18), ya que las cuatro tradiciones caracterizadas —corporativista, liberal, de la responsabilidad social y de la participación ciudadana— tienden a conectar las normas de una buena comunicación pública con explicaciones más profundas en términos de concepciones del ser humano y la sociedad. En este punto adquiere relevancia el concepto de ciudadanía, en la medida en que presupone la libertad de expresión, el derecho de participar en el proceso público de toma de decisiones y la definición del debate público como esencialmente dialógico y discursivo.

Lo que señalan los autores es que estas tradiciones no son un conjunto de ideas fijas sobre la forma como puede darse la comunicación pública en una sociedad de acuerdo con el enfoque normativo, sino, más bien, tendencias en un cuadrante, como el de la figura 2. El eje vertical indica los posibles desplazamientos entre una perspectiva más cercana al consenso y a una idea de mayor control y centralidad y otra de mayor diversidad y menor centralidad. El eje horizontal muestra las variaciones entre una menor y una mayor participación política y en la toma de decisiones por parte de los ciudadanos (Christians et al., 2009, p. 21). Este nivel, entonces, resulta apropiado para describir y evaluar un completo sistema mediático en un determinado periodo histórico.

Ahora bien, ¿cuáles son los principales rasgos de cada una de dichas tradiciones filosóficas tal como las configuran Christians et al. (2009)? y ¿qué elementos aportan para el análisis de los roles del periodismo en la sociedad y, por tanto, para examinar ciertas tendencias de la violencia contra los periodistas en determinados contextos y situaciones?

Figura 2. Cuatro tradiciones filosóficas normativas


Fuente: Christians et al. (2009, p. 21). Normative theories of the media.

Journalism in Democratic Societies. Urbana, IL: University of Illinois Press.

i. Tradición corporativista, 500 a. C.-1500 d. C.

(Christians et al., 2009, pp. 38-46)

Tiene su origen en la democracia directa de las pequeñas ciudades mediterráneas y deriva su nombre de una visión orgánica y armónica del universo. Es una tradición que se refleja bien en los tratados de ética, retórica y política de Aristóteles.

En ella se espera de los medios que cooperen en asuntos de interés nacional y en relación con otras instituciones sociales como la religión, la educación y la familia. Hoy tiene influencia en la manera de entender la comunicación pública en muchas democracias del sudeste asiático y en las culturas islámicas, con su subyacente consenso religioso y cultural.

Las élites de los medios están más propensas a alinearse con las élites sociales, políticas y culturales y a ser influenciadas por una política de unidad nacional y cultural. En esta tradición puede buscarse un alto grado de centralización y de control político.

Aporta a la evolución de las teorías normativas un conjunto de valores culturales importantes en el marco democrático actual: que las decisiones colectivas llegan mejor cuando son fruto de un debate participativo entre toda la comunidad, que la deliberación debe ser orientada hacia el bien común y basada en criterios racionales y veraces y que las prácticas culturales deben estar arraigadas en una justificación teórica informada y reflexiva. El trasfondo de la toma de decisiones fundadas en el debate participativo es fortalecer la igualdad política y comunicativa.

ii. Tradición liberal, 1500-1800

(Christians et al., 2009, pp. 47-52)

Esta tradición eleva el principio de la libertad de expresión al punto más alto de los valores que deben ser defendidos por los medios. Surge en la tardía Edad Media y en el Renacimiento como reacción al arraigado poder de las monarquías y las instituciones religiosas de la Europa de la época. Es el momento en el que se publica el clásico Areopagítica: Un discurso del Sr. John Milton al Parlamento de Inglaterra sobre la libertad de impresión sin censura de John Milton (1944 [1644]).

El reclamo de la libertad es supremo y absoluto y está fundamentado en la creencia profunda en la capacidad de razonar del ser humano y en la dignidad de la persona. De ahí que el derecho a la libertad de expresión ponga un acento especial en el deber de todas las personas de manifestar sus puntos de vista en el debate público, así como en el valor de estar plenamente informados como ciudadanos. La mejor manera de garantizar la verdad en la esfera pública es un debate libre, abierto, no controlado, en el que tanto el error como la verdad tengan acceso. Esto supone, además, un arraigado ejercicio de la tolerancia, entendida no solo como la aceptación del derecho a expresar puntos de vista erróneos, y aun eventualmente peligrosos, sino a considerarlos como beneficiosos para el debate público.

La mayor libertad de expresión se da cuando se asegura que los ciudadanos tienen acceso a fuentes alternativas de información acerca de asuntos públicos y cuando se asegura que el público cuenta con información completa, diversa, imparcial y objetiva.

Considera que la libertad de expresión se refuerza con la defensa de la propiedad privada de los medios, con las garantías de inmunidad frente a toda clase de censura o represalias antes, durante y después de la publicación, y con la existencia de un mercado libre de medios, ya que este facilita que se sirva mejor a los intereses de todos. Así mismo, entiende que los individuos tienen derecho a la propiedad de los medios y a utilizarlos para cualquier propósito que deseen, siempre en el marco de la ley.

Se entiende que los enemigos de la libertad de expresión pueden ser el gobierno o el Estado cuando intervienen para ponerle límites. En la medida en que los cargos públicos son delegados por los ciudadanos, quienes los ejercen tienen el deber de hacer rendición de cuentas, y el público, a su vez, el derecho y la responsabilidad de denunciar en la esfera pública los abusos del poder.

Esta tradición estima como valores esenciales: el ejercicio del poder por cada persona, la posibilidad de expresar las propias convicciones, la aceptación de posiciones minoritarias y de ideas nuevas para contrarrestar la tiranía de la mayoría, la tolerancia frente a la diversidad de creencias y pensamientos como una característica del debate público, la existencia de mecanismos de control del poder —incluido el de los propios medios—, la ilustración y la educación, y los medios como transmisores de opiniones e información de todas las fuentes.

iii. Tradición de la responsabilidad social, 1800-1970

(Christians et al., 2009, pp. 52-58)

El surgimiento de esta tradición se ubica al final del siglo XVIII con la Revolución Industrial, el nacimiento de las grandes ciudades y el desarrollo del emprendimiento periodístico que vio una oportunidad de mercado para la venta masiva de periódicos, los que, con la expansión del derecho al voto, se fueron convirtiendo en una importante fuente de información política. La prensa, entonces, fue adquiriendo un rol esencial en los procesos de constitución de gobiernos democráticos en Europa y América.

Esta tradición promulga la responsabilidad social como el principio básico para la organización de la comunicación en las sociedades. En esta medida, espera de los medios un equilibrio entre ejercicio de la libertad de expresión y responsabilidad. Bajo esta tradición es posible encontrar una amplia diversidad y grados a la hora de aplicar la responsabilidad social a los medios. Debido a lo anterior, en ella se puede estar cerca del pluralismo, pero también del control autocrático de los medios.

En su esencia están dimensiones primordiales del pensamiento sobre el periodismo: la autorregulación, la necesidad de personas expertas en su ejercicio y, como base para ganar credibilidad, la importancia de la diversidad y la pluralidad en los contenidos y la idea de interés público como fundamento en la toma de decisiones.