Narrar el oficio

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Consideraciones finales

En este trabajo dimos cuenta de la imagen deseada que el Museo Histórico de Gendarmería Nacional ofrece a quienes se acercan a visitarlo. Así, luego de una descripción general y focalizada del recorrido guiado por sus cinco salas, nos hemos centrado en el análisis de tres dimensiones que el relato institucional destaca como fundamentales para contar quiénes son.

Abordamos primero la cuestión del origen institucional y el linaje que ellos construyen con algunas milicias históricas que reconocen como antecedentes. Pasamos luego a ocuparnos de cómo, mediante la exhibición de los caídos en actos de servicio, se construye una imagen heroica del gendarme. Finalmente nos dedicamos a dar cuenta de la manera en que se construye un relato de las funciones del gendarme en el cual –sobre un trasfondo de múltiples y heterogéneas tareas– sobresale su rol histórico como fuerza fronteriza.

Hemos descripto asimismo un proceso de identificación selectiva transversal a todas estas dimensiones. Esta selectividad se manifiesta en la construcción y visibilización de determinados rasgos, funciones y filiaciones históricas que se exhiben como propios, así como también en el ocultamiento o, al menos, la minimización de otros tantos que, o bien aparecen sin ser destacados o, más aun, están ausentes. Sobre esto último, Escolar destaca agudamente la representación fragmentaria sobre la cuestión de los derechos humanos, orquestado al silencio conjurador “del propio pasado represivo y dictatorial” (2017: 128). Y, como contrapunto de este ocultamiento, la visibilización de las misiones de paz en distintas partes del mundo. El autor también acierta al iluminar otra ausencia sobre las nuevas tareas de la GNA en seguridad urbana o el accionar represivo sobre manifestaciones de trabajadores u organizaciones políticas y sociales,18 así como también sobre pueblos originarios.19

Sobre las pocas referencias al trabajo en seguridad urbana –o sea, a las funciones que comparten con cuerpos policiales– que se ofrecen en el Museo, entendemos que en ello existe continuidad con un hecho que hemos percibido reiteradamente durante nuestro trabajo de campo y que plasmamos en nuestra tesis de doctorado (Melotto, 2017). Nos referimos a que mujeres y hombres gendarmes, aunque realizan funciones policiales, no solo no se identifican con las fuerzas policiales sino que buscan separarse de ellas manifiestamente. En sus discursos, la policía aparece como una alteridad signada por la corrupción y la falta de disciplina. Desde el punto de vista nativo, y más allá de la diferencia en las funciones que la ley asigna a cada institución, sería la ética profesional, fundada en una disciplina férrea, lo que marcaría la distancia entre unos y otros. De esta manera, los relatos institucionales buscan evitar la “contaminación” por la mala reputación que, ellos entienden, la sociedad asigna a las instituciones policiales. Esto tiene repercusiones sobre la forma en que el Museo busca mostrar la flexibilidad de la GNA, que se hace también de modo selectivo apelando a funciones como las misiones de paz, el trabajo de montaña, la guerra, el trabajo en las fronteras, pero sin decir casi nada sobre aquellas tareas que podrían emparentarlos con las instituciones policiales.

Además de “una Gendarmería muy profesionalizada y con una genealogía distintas que el ejército” (Escolar, 2017: 130), podemos afirmar que el relato que nos ofrece el Museo Histórico da cuenta de una imagen institucional deseada que se construye a través de la identificación selectiva de rasgos, tareas y eventos históricos legítimos a los ojos de los integrantes de la fuerza, pero también de quienes no lo son. Dicha imagen deseada da cuenta de una fuerza que señala como sus antecesores a dos milicias históricas, el Cuerpo de Blandengues y la División de Gauchos Infernales de Güemes, debido al desempeño de estos en las fronteras políticas de sus territorios respectivos. El Museo también ofrece, en diferentes puntos de su recorrido, la exhibición del sacrificio de la vida de sus miembros. Lo hace principal aunque no exclusivamente remitiendo a los caídos durante su bautismo de fuego en Malvinas. Aquí coincidimos con Diego Galeano cuando, al referirse al culto a los muertos en la policía, afirma que “aparece como un rito fundamental que galvaniza la figura del héroe” (2011: 15). Finalmente, el relato museístico da cuenta de una institución “flexible”, entendiendo por ello una gran capacidad de adaptación para realizar diferentes tareas. Pero al mismo tiempo destaca como característica su función de control y vigilancia de los límites nacionales fronterizos. Esta tarea se realizaría en territorios lejanos, inhóspitos y “salvajes”, a los cuales la GNA llevaría los beneficios y adelantos tecnológicos propios del “mundo civilizado” representados por la Nación y su poder central en Buenos Aires.

Bibliografía citada

ALABARCES, Pablo (2007), Fútbol y patria, Buenos Aires, Prometeo.

ANDERSON, Benedict (1993), Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del nacionalismo, México, Fondo de Cultura Económica.

ESCOLAR, Diego (2017), Gendarmería. Los límites de la obediencia, Buenos Aires, SB.

GALEANO, Diego (2011), “«Caídos en cumplimiento del deber»: Notas sobre la construcción del heroísmo policial”, en Diego Galeano y Gregorio Kaminsky (comps.), Mirada (de) uniforme. Historia y crítica de la razón policial, Buenos Aires, Teseo, pp.185-220.

MAGARIÑOS DE MORENTÍN, Juan Ángel (1996), “Manual operativo para la utilización de la semiótica de enunciados”, mimeo.

MELOTTO, Mariano (2017), “Ingresando a la fuerza: un estudio antropológico sobre las escuelas de formación básica de la Gendarmería Nacional Argentina”, tesis doctoral en Antropología Social, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

NOVARO, Marcos y Vicente PALERMO (2006), La dictadura militar 1976-1983. Del golpe de Estado a la restauración democrática, Buenos Aires, Paidós.


Foto 1. Sector de la Sala I referido a Martín Miguel de Güemes y sus Gauchos Infernales. Foto del autor.


Foto 2. Uniformes de Gendarmería Nacional Argentina con detalles de las Fuerzas de Paz de Naciones Unidas. Foto del autor.


Foto 3. Bandera original del Escuadrón Alacrán. Foto del autor.


Foto 4. Gendarme del Destacamento Adelantado Saénz Peña (Chaco), primer escuadrón instalado en 1939. De fondo se observa un paisaje rural. Foto del autor.

1. La investigación de campo para este trabajo ha contado con la valiosa e indispensable colaboración de la doctora Mariana Galvani y de la licenciada Valeria Gramuglia. Agradezco a ellas su profesionalismo y amistad. Asimismo, agradezco a Valeria Gramuglia por sugerir parte de las ideas vertidas en este trabajo.

2. Ver también el texto de Diego Escolar en este mismo volumen.

3. http://prensagendarmeria.gob.ar/museo y www.argentina.gob.ar/museo-de-gendarmeria-nacional.

4. Todos los nombres han sido modificados con el fin de proteger la identidad de nuestros interlocutores.

5. La GNA fue creada por la ley 12.367 de 1938. Allí se especifica que es una fuerza policial militarizada por su estructuración orgánica, y que su personal se halla sujeto a leyes y reglamentaciones del Ejército. Asimismo, se define el objetivo de la Gendarmería Nacional de la siguiente manera: “Contribuir decididamente a mantener la identidad nacional en áreas limítrofes, a preservar el territorio nacional y la intangibilidad del límite internacional”.

6. La ley 23.554, promulgada en 1988, establecía la dependencia de la GNA del Ministerio de Defensa. Posteriormente, en 1992, con la promulgación de la ley 24.059, GNA mantendrá su dependencia a dicho ministerio en lo referido a la defensa nacional, pero se establece su dependencia del Ministerio del Interior en lo atinente a seguridad interior.

7. La palabra “gendarme” es usada de dos maneras diferentes dentro de la institución. Por un lado, se emplea para referirse de manera genérica a cualquier integrante de la fuerza independientemente de si pertenece al cuadro de oficiales o suboficiales; por ejemplo, cuando dicen: “Nosotros, los gendarmes”. Por otra parte, “Gendarme” es la primera jerarquía del escalafón subalterno. En este trabajo usaremos ambos sentidos del término, con minúscula cuando lo hagamos en el primer sentido (gendarmes), y con mayúscula (Gendarmes) para referirnos al segundo uso aquí mencionado.

 

8. Este nombramiento, previo al golpe de Estado popularmente conocido como “revolución fusiladora”, aparece en la Orden del Día Pública N° 3869 con fecha 8 de agosto, donde se comunica que por superior decreto 12.466 se designa como director general de Gendarmería Nacional al comandante inspector Marcelo Barbieri. Vale destacar que, si bien Barbieri provenía del Ejército, ingresó a la Gendarmería Nacional en 1938, momento en que fue nombrado jefe de la Sección de Comunicaciones por el entonces director nacional Manuel M. Calderón. Así, es importante destacar que al momento de ser nombrado director general de la fuerza ya hacía diecisiete años que desarrollaba su carrera dentro de la GNA.

9. El Instituto de Capacitación Cabo Juan Adolfo Romero, situado en la localidad de Mercedes (Buenos Aires), lleva el nombre de un suboficial fallecido en 1964 en un enfrentamiento con el Ejército Guerrillero del Pueblo durante el Operativo Santa Rosa (Orán, provincia de Salta). Asimismo, la Escuela de Suboficiales Raúl Remberto Cuello (Jesús María, Córdoba) toma su denominación de un suboficial de la GNA muerto en el derribo de un avión Hércules por parte de la agrupación Montoneros, al despegar el 28 de agosto de 1975 del aeropuerto Teniente General Benjamín Matienzo, provincia de Tucumán, durante el Operativo Independencia.

10. En la misma página se aclara que, por tener funciones tanto policiales como militares, la Gendarmería depende del Ministerio de Seguridad, integrando el Sistema de Seguridad Interior previsto en la ley 24.059, pero al mismo tiempo integra el Sistema de Defensa Nacional conforme a lo normado en la ley 23.554. Disponible en https://prensagendarmeria.gob.ar/quienes-somos.

11. Este conflicto bélico entre la Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña se inició con el desembarco de las tropas argentinas en las islas el 2 de abril de 1982 con el fin de recuperar la soberanía de las islas, que habían sido invadidas en 1833 y anexadas como territorio británico de ultramar. La guerra se extendió hasta el 14 de junio, día de la rendición de las fuerzas armadas locales. En la guerra de Malvinas murieron 649 argentinos, siete de los cuales pertenecían a la GNA.

12. Nos referimos a sectores de la sociedad, como estancieros y colonos, que formaban parte de la comunidad imaginada (Anderson, 1993) para la mirada de las elites que lideraron la construcción del estado nación argentino desde el último tercio del siglo XIX. Quedan fuera de esta categoría los pueblos originarios, los “vagos” y “malentretenidos”, los “malevos” y bandidos rurales, los inmigrantes anarquistas, entre otros grupos que no solo no eran considerados parte de la comunidad imaginada sino que además fueron etiquetados frecuentemente como “enemigos internos” a ser combatidos.

13. Vale destacar que estas funciones forman parte de los relatos construidos de manera selectiva sobre lo que es o, en este caso, hace la GNA; como afirma Diego Escolar, “el museo luce depurado de sus huellas represivas” (2017: 130).

14. En su libro La dictadura militar 1976-1983. Del golpe de Estado a la restauración democrática, Marcos Novaro y Vicente Palermo afirman que desde la derrota en Malvinas y la subsiguiente recuperación de la democracia en nuestro país “los militares de carrera terminaban su más larga experiencia en el ejercicio del poder repudiados y negados por casi todos los civiles” (2006: 462). Las denuncias sobre la desaparición forzada de personas por parte de organizaciones de Derechos Humanos como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, sumadas a eventos como el descubrimiento de fosas comunes en octubre de 1982 por parte del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), evidenciaron el terrorismo de Estado e iniciaron una serie de investigaciones que despertaron el horror por lo acontecido. Esto no solo puso en jaque la legitimidad de los militares en su rol de actores políticos, sino que además provocó un fuerte rechazo por parte de la opinión pública.

15. Nos referimos a operativos como el realizado en 2003 en el barrio Ejército de los Andes (Fuerte Apache), o los operativos Cinturón Sur y Centinela en 2011, entre otros menos divulgados mediáticamente, varios de los cuales ya han sido desarticulados.

16. El eslogan institucional reza “Centinelas de la Patria”.

17. Su vida fue convertida en canción por el cantautor rosarino Adrián Abonizio (“Historia de Mate Cosido”) y en chamamé por Nélida Argentina Zenón (“Mate Cosido”). León Gieco, por su parte, también lo nombra en la canción “Bandidos rurales”.

18. Entre las represiones a trabajadores y organizaciones sociales más conocidas en las que participó la GNA podemos mencionar la represión a los trabajadores del frigorífico Lisandro de la Torre en enero de 1959, la represión de organizaciones piqueteras durante los cortes de ruta en Plaza Huincul y Cutral-Co, provincia de Neuquén, en junio de 1996; el accionar represivo sobre estatales y docentes durante el corte del puente General Belgrano que une Corrientes con Chaco en diciembre de 1999, donde fueron asesinados dos manifestantes; la represión a los piquetes sobre la Panamericana, en la provincia de Buenos Aires, de trabajadores despedidos de la autopartista Lear en junio de 2014; la represión a los choferes de la línea 60 en julio de 2015, en la misma provincia; la represión a una murga de niños en la villa 1-11-14 del Bajo Flores, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en enero del 2016; la represión a trabajadores despedidos de la empresa Mascardi en junio de 2016 en la provincia de Buenos Aires; la represión a organizaciones políticas en Panamericana y ruta 197 por cortes en el marco del paro nacional general del 6 de abril del 2017; la participación en la represión a diferentes organizaciones sociales y políticas durante la manifestación contra la Ley de Reforma Previsional frente al Congreso de la Nación en diciembre de 2017; la represión a los trabajadores despedidos de la empresa Cresta Roja en la ruta 205 durante mayo de 2018.

19. Además de la ya mencionada masacre de Rincón Bomba en 1947, donde fueron asesinados entre 750 y 1000 integrantes de la comunidad pilagá, podemos nombrar la anterior represión de 1924 por parte del Regimiento de Gendarmería de Línea (más tarde Gendarmería Nacional) en conjunto con la policía del Territorio Nacional del Chaco a una protesta indígena en la reducción de Napalpí con el triste resultado de cientos de integrantes de las etnias qom y mocoví asesinados. Otro caso de violencia institucional contra pueblos originarios lo encontramos en la represión de la GNA al corte de la ruta nacional 86 realizado por la comunidad qom La Primavera, en reclamo de tierras ancestrales en noviembre de 2010. En esa oportunidad, luego de que la GNA despejara la ruta y que la policía de la provincia de Formosa desalojara reprimiendo y asesinando al qom Roberto López, la GNA ocupó el predio para su custodia. Por último, debemos incluir aquí la represión en el territorio mapuche del Pu Lof en Resistencia de Cushamen, provincia de Chubut, en agosto de 2017, con la consecuente desaparición y muerte de Santiago Maldonado.

2. Relatos policiales de Chubut: visita al Museo Comisario General Mariano H. Iralde

Pilar Pérez

En la Patagonia las policías fueron verdaderas organizadoras de un espacio social tardíamente incorporado a la matriz estado-nación-territorio argentino. Sus historias institucionales aparecen ligadas a la persecución del delito, pero también destacan el compromiso social de sus miembros como hacedores del proceso civilizatorio en su labor cotidiana. La policía –en particular en el interior de los territorios nacionales– fue prácticamente la única y principal autoridad. Esta impronta se encuentra en las vitrinas, imágenes y guiones del museo policial de Chubut. Está emplazado en la capital provincial de Rawson y nos permite indagar en las múltiples formas en que la institución se piensa y se hace a sí misma, en sus relaciones con el territorio y su población, y en su proyección a futuro en tanto espacio de construcción de un legado de personas, registros, objetos, técnicas y conocimientos. El propósito de este trabajo es analizar los modos en que la institución se narra a sí misma a partir de la disposición del Museo, así como indagar en sus interlocutores y circulaciones (deseadas y concretas) desde la conformación y el mantenimiento del Museo Comisario General Mariano H. Iralde.

El museo policial

Acercarse a las narrativas policiales suele ser una tarea compleja debido a los varios resguardos que la institución y sus sujetos despliegan muchas veces frente a la pregunta curiosa. Por esto, una visita al museo policial puede abrirnos las puertas y las reflexiones para adentrarnos en un mundo un tanto familiar y ajeno a la experiencia propia. Mi relación con el Museo empezó varios años atrás, producto de las preguntas que guiaban mi tesis de doctorado. En ese momento perseguía documentos, libros y expedientes que allí se conservan para reconstruir la relación entre estado y pueblos originarios –mapuche y tehuelche– después de la Conquista del Desierto. Si bien las policías de los territorios no eran en principio mi objeto de estudio, su injerencia en la territorialización, tanto de la población indígena como del propio estado, las fueron volviendo un articulador central de mi trabajo.1 En esta segunda entrada al Museo mis preguntas venían ligadas al Museo en sí, su historia, su conformación y los relatos que buscaba exponer y compartir. Aquí mi distancia con la institución a la cual no pertenezco me llenaba de incertidumbres y curiosidades y volvía evidente mi desconocimiento de muchos lugares comunes que allí se presentaban.

Por ser esta una primera aproximación al museo policial de Chubut, me interesó hacer un recorrido un poco ecléctico respecto de los diferentes enfoques posibles que nos proponen aquellos estudiosos de los objetos y los museos. Más que centrarnos en una investigación a partir de la biografía de los objetos que conforman las colecciones (Alberti, 2005), o como contracara al guion y emplazamiento del museo respecto de qué se recuerda y cómo (Persino, 2008), o tomarlos como lugares de la memoria (Nora, 2009), me interesa combinar estas diferentes opciones metodológicas para conocer las narrativas construidas en la experiencia del visitante. Para esto utilizaré un registro etnográfico del Museo que me permitió transitarlo reparando en sus relatos y también extrañarme frente a la duda respecto de objetos y narraciones vagamente comprensibles a simple vista. Es decir, me interesa combinar diferentes estrategias metodológicas, para poder acercarme al Museo –y a una serie de museos policiales, aun por explorar desde la academia–, sin sesgar definiciones de antemano (Heuman Gurian, 2001).

No por esto dejo de incluir este Museo en las reflexiones respecto de otros museos de la Patagonia,2 ya que estos comparten enfoques históricos recurrentes que retoman la construcción de un relato hegemónico y excluyente de otras voces subalternas (Nagy, 2012; Piantoni, 2015). La historia oficial de la Patagonia abre su período “civilizatorio” con un primer período: la Conquista del Desierto, evento que epitomiza la entrada de la modernidad y el progreso sobre un territorio construido discursivamente como un “desierto”. La Conquista del Desierto remite a las campañas de ocupación militar del norte la Patagonia (1878-1885), mediante la cual se garantizó la extensión de la soberanía argentina sobre un territorio largamente pretendido pero bajo control indígena, el fin de la amenaza indígena o bien de la “barbarie” y, finalmente, la anexión de millones de tierras que fueron de ahí en adelante administradas por el Poder Ejecutivo Nacional. Esta versión oficial de la Conquista, difundida las más de las veces por las fuerzas armadas,3 se reprodujo y celebró por más de un siglo ocultando el proceso genocida de sometimiento de los pueblos originarios (Delrio et al., 2018), con efectos sociales que perduran hasta el presente.

 

El siguiente período señalado en esta historia oficial, fortalecido desde la historiografía local y regional, está marcado por una sociedad “hecha a sí misma” a partir del esfuerzo individual y familiar de pioneros, colonos e inmigrantes. Este segundo relato, conocido y recordado –al igual que la Conquista– en museos, nombres de pueblos y calles, fechas, etc., también esconde las políticas de estado que viabilizaron esta construcción excluyente y racista, así como marginaron a la población no europea del relato de progreso de la Patagonia (Pérez, 2016).

Dentro de esta narrativa hegemónica, ¿qué rol cumple la institución policial? ¿Cómo se relata dicha narrativa para la sociedad en general y para la familia policial en particular? ¿Qué diálogos emergen entre civiles y policías?

Los museos policiales forman parte de ese conjunto de relatos y narraciones que buscan educar y legitimar trayectorias y prácticas policiales a partir de movilizar las emociones y los sentimientos de apego de miembros de la institución (Sirimarco, 2010). Por esto, nos interesa indagar no solo el rol que cumple el museo policial dentro de la sociedad, sino su aporte a la construcción institucional de la policía de Chubut.

El museo policial de Chubut fue creado por el comisario general Mariano H. Iralde por medio de una orden del día en diciembre de 1974. Recién el 4 de diciembre de 1995 abrió sus puertas al público, en un edificio policial de 1930. En 2013 el Museo pasó a manos de la Comisión de Amigos del Museo Policial. En declaraciones a la prensa con motivo de su reapertura, tras un breve período de refacciones, el comisario mayor retirado Alun L. Jones reflexionó:

Acá está resguardado el trabajo de generaciones de policías. Ese trabajo es el que hoy nos permite orientarnos para encontrar soluciones a los hechos que acosan a nuestra sociedad… [El museo es una] unidad operativa, la cual es conducida por retirados que no dejamos el compromiso policial para continuar con el servicio.4

¿Cuáles fueron los reveses que motivaron la dilación de la apertura del Museo? En el libro de memorias Para que la huella no se pierda, del comisario general –e impulsor– del Museo, Mariano Iralde (2017), las razones que se expresan son múltiples. En principio, una demanda planteada como generacional, en la que el autor dice buscar de forma “apasionada” los orígenes, las trayectorias y los antecedentes de la Policía de Chubut. Una pasión que sus colegas en funciones parecen desconocer o desdeñar. Iralde reclama por cierta desidia humana e institucional con relación a la historia policial. También argumenta en diferentes pasajes que hubo, a lo largo de su carrera (entre 1949 y 1984 en servicio y como director del Museo entre 2000 y 2013), reconocimientos y homenajes que se basaron en errores históricos, por desconocimiento de los hechos y las personas que conformaron las diferentes policías que operaron en el territorio chubutense. Finalmente, en el “Prólogo Institucional” se reconoce, desde la actual dirección del Museo, a la Comisión de Amigos, a las y los retiradas/os de la fuerza, a los familiares de policías y luego a las jerarquías policiales, por el trabajo realizado. En suma, la valorización de la historia no parece ser un piso común dentro de la institución, pero sí un objetivo que merece ser defendido por quienes quieren seguir construyendo institución, aun retirados, y quienes destacan prácticas olvidadas o postergadas de ejercer el mandato policial.

Indudablemente, este Museo plantea un diálogo con la sociedad chubutense, ya que, entre otras cosas, es parte del circuito turístico oficial propuesto por la provincia, y también, en especial, cumple una función para con las mujeres y los hombres policías. Tanto para con los Aspirantes –la escuela de personal subalterno se encuentra contigua al Museo y sus visitas son habituales– como con aquellos policías en funciones que visitan, sea en servicio o en su descanso, el Museo. Por último, es un espacio de encuentro entre quienes son jubilados de la fuerza.

Esto se vuelve evidente mirando el Libro de oro de visitas del Museo, donde se registran agradecimientos por parte de múltiples miembros de la fuerza, así como de familiares de ellos. Pero además el Museo mantiene, por lo menos desde su reapertura en el 2014, una política activa en las redes sociales a través de Facebook, por medio del cual trae al recuerdo –a través de fotos, recortes de diario o relatos breves– figuras relevantes (sea por su jerarquía o por alguna responsabilidad singularizante) trayectorias de agentes o personajes queridos, así como hechos de la historia policial que habilitan un intercambio entre los seguidores. En los comentarios o preguntas se reponen datos como nombres, fechas, trayectorias, imágenes y recortes de prensa para ampliar el “disparador” propuesto desde el Museo.

Las policías patagónicas tienen la particularidad de haberse conformado en 1887 solo después de la llamada “Conquista del Desierto”. Los territorios nacionales –tanto del sur como del norte– tuvieron la característica de carecer, a pesar de diferentes instancias de demanda, de derechos políticos y ciudadanos por más de setenta años. Las autoridades eran definidas por el Poder Ejecutivo Nacional a través del Ministerio del Interior. Recién en la década de 1950 se produce la provincialización de los territorios del sur (con la excepción de Tierra del Fuego). En 1957 se crea la ahora provincia de Chubut con una policía definida por la Constitución provincial.

A pesar de esta trayectoria común de las fuerzas de seguridad patagónicas, la policía de Chubut se destaca por su capacidad de construcción de una historia propia. Así, a lo largo del siglo XX ha tenido revistas policiales (en las décadas de 1930, 1960, 1980 y en el presente), se ha preocupado por financiar y publicar una Historia de la Policía del Chubut en dos tomos (Dumrauf, 1994) y por tener uno de los mejores y más completos museos policiales –a diferencia de Río Negro, por ejemplo, que carece de uno, y en sintonía quizás con Neuquén y sus dos museos policiales: el Tricao Malal en el norte de la provincia y el Archivo y Museo Policial en su actual capital–. A esto cabe agregar que, recientemente, en 2016, la provincia de Santa Cruz abrió las puertas de su Museo Histórico de la Policía en la ciudad de Río Gallegos.

Es llamativo quizás que, en un contexto de avance del neoliberalismo en los 90, la institución policial chubutense haya reforzado su historia dentro del contexto provincial. Tal vez visitar este Museo nos permita conocer algunas de las causas.

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