El legado de Cristo Figueroa

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Así, por ejemplo, Todorov y su noción de discurso polivalente apoyan la lectura de la novela Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón, de la escritora colombiana Albalucía Ángel, en la que se postula que “la disposición del discurso narrativo se basa en una múltiple confluencia de voces” (Figueroa, “Estaba la pájara” 26), las cuales, en términos semánticos y significativos, “constituyen una alegoría del terrible periodo de la historia nacional en que se enmarcan” (35). Posteriormente, para dar cuenta de la naturaleza plural de las voces de la novela neobarroca, serán Bajtín y las nociones de dialogismo y polifonía, entre otras, las que se siguen cuando afirma que El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez, “introduce voces y pensamientos plurales y su permanente oposición dialógica enfrenta distintos horizontes ideológicos, verbales y sociales” (Figueroa, Barroco y neobarroco 217). Así mismo, la propuesta bajtiniana acerca del carnaval se toma como referente para demostrar cómo en Rayuela su autor, Julio Cortázar, enuncia una nueva teoría de la novela, en la que “carnaval y libertad conforman las actitudes básicas del novelar y de la novela. Carnaval como manera de percibir el mundo. Libertad como posibilidad de afirmación” (Figueroa y Valderrama 29). Por otro lado, Genette y sus estudios sobre las anacronías temporales contribuyen a explicar cómo se genera “el sugestivo efecto de un tiempo-espacio resistido a descongelarse” (Figueroa, “Memoria y ciudades” 266) en El vuelo de la paloma, novela de Roberto Burgos Cantor. Como estos, se pueden citar muchos ejemplos en los que se observa cómo la teoría aporta categorías y nociones a una lectura crítica; cómo se establece un diálogo entre las apuestas interpretativas del lector y la teoría; cómo, en fin, hay una fecundación mutua, puesto que las nociones y categorías, al ser puestas en escena, adquieren un nuevo estatuto por efecto de la comprobación, tanto de su validez como de sus alcances, y lo que en principio podría tomarse como una conjetura de sentido se transforma en un juicio interpretativo, cuya fuerza y vigencia se ponen a prueba en el circuito crítico.

Esta manera de proceder resuena en la siguiente afirmación acerca de la praxis crítica: “significa un ‘continuum’ de contaminaciones y tránsitos teórico-críticos, el cual combina aproximaciones experimentales y eclécticas en productos literarios” (Figueroa, “La enseñanza de la crítica” 15). Así, por los múltiples artículos y conferencias de su fructífera vida académica desfilan autores y nociones de teorías literarias como el formalismo ruso, el posestructuralismo, la narratología, la poética sociológica, la semiótica, por citar los más sobresalientes. Este movimiento continuo de una noción a otra, de una teoría a otra, habla no solamente de un profesional inquieto, siempre a la caza de nuevos conocimientos que nutran su quehacer investigativo y docente; también confirma el lugar privilegiado del texto literario7 en el ejercicio de una crítica contextualizada y el rechazo a un único modelo y a la sujeción del crítico y del estudioso de la literatura a una forma de proceder estandarizada. Esta es otra de las lecciones que, entre muchas otras, imparte Cristo Rafael: la libertad del crítico, su independencia respecto tanto a teorías como a modas y presiones académicas.

Diálogo interdisciplinario

El examen, la explicación y la valoración de una obra reclaman no solo diferentes herramientas teóricas enunciadas desde la teoría y la crítica literaria, sino que también convocan diversidad de disciplinas de las ciencias sociales. Así, la praxis crítica “exige confluencia y diálogo interdisciplinario de saberes historiográficos, sociológicos, antropológicos, estéticos y de teoría y crítica literarias” (Figueroa, “El vuelo” 91). Pero esta cooperación interdisciplinaria no termina ahí y se invita a franquear los límites de los estudios literarios para adentrarse en el espacio de los estudios culturales, toda vez que

los aportes [de los estudios culturales] han hecho posible superar formalismos estrechos o inmanentismos ensimismados de los segundos [los estudios literarios]: las miradas interdisciplinarias en los estudios literarios hacen converger categorías provenientes de disciplinas afines, convirtiendo la literatura en objeto privilegiado del análisis cultural.8 (Figueroa, “Necesidad y vigencia” 170)

Entre muchos casos, puede citarse el análisis de la reconstrucción literaria de Cartagena por parte de los escritores Germán Espinosa y Roberto Burgos Cantor, en el que se conjugan diferentes propuestas interdisciplinarias sobre la memoria, con el fin de demostrar las resonancias significativas de algunas de sus novelas en el contexto cultural colombiano. La ciudad en la obra del primero se

reconstruye con sus sedimentos y persistencias coloniales, invocando una “memoria histórica y enciclopédica” de estirpe manierista, con el objeto de evidenciar crisis irresolutas de un pasado que se creía concluido; el segundo, la refunda imaginariamente, invocando una “memoria colectiva y regenerativa” de estirpe barroca, con el objeto de sacar a flote las asimetrías y desigualdades de los procesos de modernización y urbanización ocurridos desde la segunda mitad del siglo XX. (Figueroa, “Memoria y ciudades” 259)

Como puede observarse, el diálogo entre estudios urbanos, la historia literaria y las derivas interpretativas del crítico se conjugan para postular una hipótesis de sentido, por lo cual las obras en cuestión se presentan como respuesta a situaciones sociales y culturales objeto de preocupación en un contexto y situación histórico determinado.9 La cooperación entre los estudios literarios y los estudios de la cultura se precisa aún más en el siguiente fragmento de la conferencia “Horizontes y agendas de los estudios literarios en la actualidad”, que bien puede considerarse como una declaración de principios:

Como genealogista de los estudios literarios de las dos últimas décadas del siglo XX y de los efectos de la primera del siglo XXI, insisto en ascendencias, en genes recesivos y dominantes que tiene la denominada crítica literaria/cultural latinoamericana, cuyo código genético muta cada determinado tiempo; como cartógrafo trazo mapas, encuentro puentes visibles y otros invisibles, me sorprendo al descubrir intersecciones y atajos en los caminos de los estudios literarios que no conocía, encuentro salidas y el trazado que emprendo no siempre se corresponde con lo que intento caracterizar, pero usualmente lo circunscribe y hasta lo potencia en insospechados horizontes y vínculos interdisciplinarios. (2)

Así, se expresa que, en una propuesta de lectura con fines críticos, corresponde al genealogista precisar los rasgos de una postura estética que se actualizan, se renuevan o se transforman en una obra literaria. El cartógrafo, por su parte, determina, mediante el análisis, los puntos nucleares, formales y de sentido de ese mundo posible que propone una obra literaria. El trabajo del genealogista se justifica toda vez que, si bien es cierto que la historia literaria se pronuncia sobre posturas y movimientos estéticos en general y, en esa medida, aporta un marco teórico y descriptivo amplio, también es indudable, como bien lo señala Cristo Rafael (“Barroco criollo”, “México y Colombia”, Barroco y neobarroco), que el análisis particular de obras y autores permite detectar singularidades, rupturas o continuidades de un autor a otro, de una región a otra y en diferentes momentos históricos. Ejemplos ineludibles de este papel del genealogista son sus trabajos sobre el barroco y el neobarroco, que dan cuenta, además, de la elección, el desarrollo y la persistencia en el tiempo, de un interés, intelectual y pasional por un tema. Es desde esta perspectiva que en su libro Barroco y neobarroco en la narrativa hispanoamericana: cartografías literarias de la segunda mitad del siglo XX se propone demostrar cómo una serie de obras, “más allá de recrear fórmulas y procedimientos del barroco del siglo XVII, rehabilitan tradiciones propias, multiplican identidades, contemporanizan pasado y presente o instauran espacios heterogéneos” (21-22). La cartografía resultante de esta investigación constituye un aporte importante a la historia y a la crítica literaria de América Latina, en general, y, de manera muy particular, a la colombiana, toda vez que ofrece nuevas categorías, fundamentadas en un análisis riguroso y serio, para nombrar los cambios e innovaciones de la literatura de la nación. Autores como Rafael Humberto Moreno Durán y Germán Espinosa, para nombrar los dos casos más sobresalientes, son exponentes, el primero, de “neobarroquismos paródicos y carnavalescos que desestabilizan la modernidad ideológica del país, relativizando sus órdenes”; y el segundo, de “neomanierismos saturados de erudición y artificios centrados en enunciar imaginariamente la historia” (261).

Pero los resultados de esta investigación son interesantes también por lo que representan en términos de un llamado a los estudiosos de la literatura, para que la investigación y la crítica literaria dirijan sus esfuerzos hacia la generación de nuevos conocimientos que impacten y renueven la historia literaria, de forma tal que –es otra de las propuestas que se destacan– aquella se construya “desde el espacio inestable de las lecturas y no desde periodizaciones estáticas o estrechos marcos generacionales” (Figueroa, “Necesidad y vigencia” 167).10

En cuanto al propósito cartográfico, que se asume como uno de los objetivos de la lectura con aspiraciones críticas, vale anotar que la cartografía se toma “como modelo de análisis cultural que pone en crisis la legitimidad de los discursos centralizadores, al involucrar en su quehacer las experiencias cambiantes del conocimiento y las permanentes mutaciones de la percepción” (Barroco y neobarroco 20) y, en tanto tal, requiere de la experticia analítica del crítico. Y es en este punto donde nuevamente desempeña un papel importante la teoría literaria, en tanto provee, para seguir con la metáfora geográfica, una ruta metodológica y determina los elementos y aspectos a considerar al momento del análisis.

 

Entre las múltiples posibilidades de esa amplia gama de perspectivas y teorías acerca del texto literario, varios elementos se destacan por su recurrencia y funcionalidad en los ensayos críticos de Cristo Rafael. Asuntos como la estructura narrativa, los motivos temáticos dominantes, el autor implicado, la visión del mundo, el lenguaje y las estrategias de enunciación, el contexto histórico-cultural, las conexiones intratextuales e intertextuales, la filiación genérica, la recepción del texto por parte de otros críticos y, por supuesto, el valor y la singularidad estética de la obra son objeto de su atención en cada uno de sus ensayos críticos.

Esa mirada aguda que se detiene en cada detalle, en la funcionalidad y las resonancias significativas de cada uno de los aspectos antes enumerados, no olvida que cada obra de un autor forma parte de un proyecto creativo más amplio y constituye lo que denomina un universo literario, expresión con la que se quiere dar cuenta de cómo un autor configura un mundo ficcional con sus propias leyes y rasgos distintivos. La tarea del crítico es mostrar y demostrar cómo existe una relación entre las obras de un mismo autor y buscar entonces las conexiones, los puntos en común entre ellas, para establecer así una cartografía que contenga los rasgos de esa propuesta estética en particular. Para el caso de Germán Espinosa, autor cercano a sus afectos y a quien dedica muchos de sus trabajos –referentes obligados para los lectores y estudiosos de este autor–, Figueroa hace notar cómo su obra, desde 1954 hasta el 2007,

instaura una estética propia soportada en estrategias barrocas capaces de hacer visible lo invisible, en estructuras alegóricas de desatan los poderes reveladores de la memoria […] concibe la escritura novelesca como un espacio desde el cual es posible liberar la imaginación histórica, debilitar la oposición ficción/realidad y exorcizar significantes reprimidos de la conciencia colectiva. (“El legado novelístico” 58)

En esta suerte de síntesis del legado de Espinosa a la literatura colombiana se destacan, como rasgos comunes de su universo literario, su filiación a una postura estética: el barroco; la inclinación por cierta forma composicional cimentada en la alegoría, y una concepción de la escritura que habla de una visión del mundo por parte de su autor. Estos asuntos pueden pensarse también, por su función y presencia constante, como puntos nucleares de una propuesta de lectura con objetivos críticos, y decir entonces que la contextualización histórica, el examen de la estructura narrativa y, por su mediación, la determinación de la visión del mundo del autor constituyen puntos referenciales de ese mapa que se pretende trazar.

Cuando se habla de estructura narrativa o del diseño narrativo no se trata de una apuesta por el estructuralismo francés,11 sino del reconocimiento de que toda obra es una composición y, en tanto tal, tiene una particular forma. Se acoge el concepto de forma de Adorno, “aquello que […] al inventarse, se constituye en entidad crítica que posibilita que en el espacio de la obra de arte se confronten ideologías y se relacionen de otra manera hechos históricos […] surge de la manera que el autor tiene de situarse ante el mundo” (Figueroa, “Literatura e historia” 125)12 y, por tanto, es un asunto que trasciende de la técnica narrativa hacia los temas y motivos dominantes de una obra. En esa medida, su determinación hará explícitos tanto las estrategias de las que se sirve un escritor como el valor de ese diseño narrativo, en tanto signo de una visión del mundo. En el caso de Los parientes de Ester, de Luis Fayad, por ejemplo,

el entramado de diez y seis capítulos conforma sus secuencias ligadas estructuralmente dentro del tejido narrativo, en cuyo centro el autor implícito actúa a través de la voz del narrador [y] genera instancias discursivas donde cobran sentido las dinámicas sociales que ocurren en el seno de la ciudad y las diferentes formas de habitarla, padecerla o conquistarla. (Figueroa, “Representaciones literarias” 103)

Se revela, entonces, cómo “la disposición de la materia narrativa revela en sí misma un significado” (Figueroa, “El vuelo” 246); cómo esta, además de una función semántica, también constituye un rasgo de estilo que señala hacia el autor implicado y su visión del mundo.

Así, bien puede afirmarse ahora que la lectura con propósitos críticos, que se practica y por la que se aboga, se inscribe en una perspectiva cultural, amplia y plural, acorde con los desplazamientos y descentramientos de las nociones de cultura y literatura que se observan en lo que va del siglo XXI, según los cuales, para el caso específico del texto literario, este es “un espacio donde se producen y cruzan significados inestables, se inscriben ideologías, se representa el inconsciente colectivo o se alegoriza un sujeto provisorio y múltiple. Se tiene claro que el texto se construye con sus lectores y es, por tanto, móvil” (Figueroa, “Necesidad y vigencia” 167; “La enseñanza de la crítica” 12).

La naturaleza compleja, inestable y, sobre todo, sociocultural de la literatura resalta en esta concepción, que pone en jaque el carácter autónomo de la literatura,13 que, como bien se observa en los ensayos críticos de Cristo Rafael, resulta insostenible en el momento actual.

Como cierre a esta suerte de biografía intelectual, no puede dejarse de lado un término, lectura en filigrana, que parece condensar, en un juego metafórico y sincrético, el quehacer de Cristo Rafael como analista-crítico. Con esta expresión, que acuña Severo Sarduy y que Cristo Rafael acoge en sus estudios sobre el barroco y el neobarroco hispanoamericano, se define el trabajo sobre el lenguaje que caracteriza este movimiento. En el entramado discursivo del texto barroco se conectan, a manera de una red, diferentes textos y voces, de tal suerte que este reclama una “lectura en filigrana, en la que, subyacente al texto se esconde otro texto, que aquel revela, descubre o deja descifrar” (Figueroa, “Barroco criollo” 87; Barroco y neobarroco 100). Más allá de las resonancias estéticas, la expresión implica una concepción de la obra literaria como tejido en el que se hilan finamente significaciones, situaciones culturales que no se expresan directamente, a resultas de lo cual en todo texto hay un segundo texto que se oculta, se cifra en el primero. Corresponde al lector, al investigador y al crítico literario dar cuenta de él.

Decir que se señala así la necesidad de llevar a cabo un proceso de comprensión e interpretación del texto que trascienda su literalidad es ya un lugar común que no dice nada acerca de Cristo Rafael, de esa mirada minuciosa y apasionada del lector, del trabajo analítico y riguroso del crítico, del compromiso vital del docente y la inquietud del investigador y, en fin, de la manera como en sus clases, ensayos e investigaciones se correlacionan disciplinas, se convocan las voces de otros críticos, se entrecruzan modelos de análisis de los estudios literarios y los estudios culturales, se teje y desteje el texto para dar cuenta de su proyección significativa. Su quehacer analítico-crítico es también una red de conexiones que honra la naturaleza plural y compleja de la literatura y le otorga tanto a la obra literaria como al papel del estudioso de la literatura el lugar que les corresponde en el circuito cultural.

Para concluir, valga reiterar que la emoción y la pasión por cada una de las obras y autores que promueve, investiga o valora Cristo Rafael; la singularidad, pertinencia y relevancia de sus interpretaciones; la presencia en sus ensayos y sesiones de clase de teorías y diversas disciplinas, sin ostentaciones y con la mesura necesaria para honrar el papel protagónico de la obra literaria, son quizá las lecciones más importantes que imparte y que demuestra siempre, sin importar el escenario y la situación en que presenta los resultados de su hacer investigativo y docente.

Obras citadas

Figueroa Sánchez, Cristo Rafael. “Barroco criollo y neobarroco latinoamericano: encubrimiento y artificio”. Universitas Humanística 33 (1991): 78-88.

---. Barroco y neobarroco en la narrativa hispanoamericana: cartografías literarias de la segunda mitad del siglo XX. Bogotá: Editorial Universidad de Antioquia y Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2008.

---. “El legado novelístico de Germán Espinosa”. Revista de Estudios Colombianos 37-38 (2011): 54-61. ---.

---. “El universo literario de Germán Espinosa: un referente indiscutible de la cultura colombiana contemporánea”. Estudios de Literatura Colombiana 8 (2001): 9-38.

---. “El vuelo de la paloma en el universo narrativo de Roberto Burgos Cantor”. Fin de siglo: narrativa colombiana. Compilado por Luz Mary Giraldo. Bogotá: Editorial Universidad del Valle y Centro Editorial Javeriano, 1995. 239-255.

---. “Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón: la proliferación del enunciado en el discurso narrativo”. Universitas Humanística 25 (1986): 21-37.

---. “Horizontes y agendas de los estudios literarios en la actualidad”. XIX Congreso de la Asociación de Colombianistas, 1, 2 y 3 de julio. Medellín: Universidad de Antioquia y Universidad eafit, 2015.

---. “La enseñanza de la crítica literaria: entre el concepto y la praxis”. Colonizar lo humano: nuevos linderos de la literatura iberoamericana. Compilado por Paula Dejanon y Cristian Suárez. Medellín: Editorial Pontificia Bolivariana, 2016. 11-20.

---. “La explicación de textos en el Departamento de Literatura: una experiencia a través de los cursos”. Universitas Humanística 10 (1979): 203-229.

---. “Literatura e historia: otras posibilidades de relación”. Universitas Humanística 26 (1986): 125-131.

---. “Memoria y ciudades en la narrativa colombiana contemporánea: el caso de Cartagena de Indias”. Universitas Humanística 61 (2006): 257-271.

---. “México y Colombia en la historia literaria hispanoamericana (de las crónicas fundacionales a los albores del modernismo)”. Universitas Humanística 42 (1995): 85-91.

---. “Necesidad y vigencia de la teoría literaria/debates y reformulaciones contemporáneas en Hispanoamérica y Colombia”. Estudios de Literatura Colombiana 17 (2005): 161-181.

---. “Representaciones literarias de Bogotá (narrativa de Luis Fayad) y de Cartagena (narrativa de Roberto Burgos Cantor)”. Universitas Humanística 57 (2004): 97-115.

---. “Romanza para murciélagos y La balada del pajarillo de Germán Espinosa: regreso a la historia reciente y fundación de nuevas geografías narrativas”. Colombia y el Caribe: XIII Congreso de Colombianistas. Barranquilla: Ediciones Uninorte, 2003. 327-339.

Figueroa Sánchez, Cristo Rafael y Carmen Rosa Valderrama. “Rayuela o el ser de la novela”. Universitas Humanística 22 (1984): 23-48.

Piglia, Ricardo. Crítica y ficción. Madrid: Penguin Random House, 2014.

Sarduy, Severo. “El barroco y el neobarroco”. América Latina en su literatura. Compilado por César Fernández Moreno. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1972. 167-184.

Notas

1 Para ello, se resaltan en cursivas en los siguientes apartados.

2 En esa dirección se anota que “la función expresiva del lenguaje interpela la totalidad del lector, reclamando una respuesta vital”, y por mediación de la lectura “nos ponemos en contacto con la parte más íntima del autor, estableciéndose una comunicación totalizante: afectos, sentimientos, emociones” (Figueroa, “La explicación de textos” 214).

3 El enunciado con el que se cierra su libro sobre el barroco demuestra cómo esa relación afectiva con la literatura persiste inconmovible: “Entonces, si la reflexión sobre el barroco hizo que Eugenio D’Ors se reconociera como un hombre perpetuamente enamorado de una categoría, y si el barroco mismo se constituyó en una pasión para Jean Rousset, el estudio de la versión hispanoamericana no sólo ha sido apasionante, sino que nos ha permitido reconocer y revalorar los pliegues que han modulado en distintas intensidades nuestro imaginario cultural y literario” (Figueroa, Barroco y neobarroco 262).

 

4 Al respecto, Figueroa anota que debe evitarse la “aplicación acrítica de modelos resumidos, los cuales no solo constriñen la mirada, sino que a lo sumo ilustran o conceden la razón al autor del abstract, dejando de lado la contextualización de la lectura, el espacio existencial de la valoración crítica y el riesgo interpretativo” (“La enseñanza de la crítica” 14).

5 En “Necesidad y vigencia de la teoría literaria/debates y reformulaciones contemporáneas en Hispanoamérica y Colombia” se ofrece al lector un listado de algunas categorías consideradas como renovadoras (167-168).

6 En esa dirección se aboga por el conocimiento y el dominio de categorías críticas por parte de los estudiantes, ya que, al permitir que estos “conozcan la procedencia, el lugar epistemológico y el ámbito sociocultural donde aquellos se producen”, se logran varios propósitos pedagógicos: “se desarrolla el pensamiento analógico y se afina la percepción”, y estos procesos, a su vez, “generarían propuestas de lectura en los estudiantes, quienes entonces podrían optar/crear sus propias categorías de valoración y controlar la cobertura de su mirada en relación con la historia de intertextualidades que ellos construyen y que a su vez los construyen” (Figueroa, “La enseñanza de la crítica” 13-14).

7 Bien puede considerarse esta como una premisa fundamental de esta propuesta de lectura crítica e interpretativa. Ya en el año 1979, Cristo Rafael anotaba que, en la explicación del texto, “nos importa mucho leer al autor y a su mundo a través de la obra” (“La explicación de textos” 208); por lo tanto, el punto de partida “será la lectura atenta, respetuosa y comprensiva del texto […]. Por esta razón, la iniciación en la literatura es la introducción al conocimiento directo de la obra literaria y este se logra mediante una minuciosa y sistemática tarea analítica realizada sobre el texto mismo” (209).

8 Se advierte, eso sí, que la cooperación entre estas disciplinas no supone sujeción por parte de los estudios literarios, ni la pérdida de la naturaleza estética y singular de la obra literaria. Para ampliar esta idea pueden consultarse el artículo “Necesidad y vigencia de la teoría literaria/debates y reformulaciones contemporáneas en Hispanoamérica y Colombia” (2005) y la conferencia “Horizontes y agendas de los estudios literarios en la actualidad” (2015).

9 Este modo de proceder responde, además, a la recomendación dirigida a los profesores y estudiantes de crítica literaria, según la cual el crítico no debe dejar de lado “la contextualización de la lectura, el espacio existencial de la valoración crítica y el riesgo interpretativo” (“La enseñanza de la crítica” 14).

10 A este propósito anota: “la clave consiste en entender que frente a lo canonizado existe un corpus vivo de cuyas lecturas se desprenden visiones que deconstruyen ideologías, afirman búsquedas ocultas o permiten reubicar los mismos textos canónicos” (Figueroa, “Necesidad y vigencia” 167).

11 Así lo advierte Figueroa desde 1979, cuando se propone una “lectura estructural del texto, […] en el sentido de establecimiento de relaciones, por parte del lector” (“La explicación de textos” 218).

12 En su conferencia del año 2015, en el XIX Congreso de la Asociación de Colombianistas, igualmente refiere la posición de Vidal, inspirada en Adorno, y anota cómo este “privilegia la forma artística […] como principio articulador” y a la forma literaria “como totalización estética que niega ordenamientos convencionales” (“Horizontes y agendas” 3).

13 Asunto que se enfatiza al afirmar que los desplazamientos de los estudios literarios “renuevan la concepción canónica de la literatura, expandiendo sus límites más allá de la sacralizada autonomía de la función poética” (“La enseñanza de la crítica” 12).