La mujer migrante en Colombia

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4. Los riesgos para la mujer migrante

Las mujeres son más propensas a estar sometidas a distintos tipos de riesgos que a los que pueden estar los hombres, como así se demostrará adelante. Cuando hablamos de riesgo o violencia contra la mujer lo hacemos en los términos del artículo 1 de la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer anteriormente referida. Así, las mujeres experimentan mayores discriminaciones y están expuestas a más peligros que los hombres.

En ocasiones, la mujer se encuentra ante la ineficiente labor de las instituciones estatales para garantizar el respeto por la autonomía y libertades, e incluso para proteger los derechos a la vida e integridad física. Toda carencia de protección a las mujeres deja al descubierto la posibilidad de ejercer un poder contra ellas de manera negativa. Con ello, su dignidad es lesionada y deja en mayor evidencia la necesidad de una real y efectiva protección a sus derechos. Tampoco debe olvidarse que las mujeres se han visto más afectadas por la pobreza y a cargar con la mayor parte de la responsabilidad por labores de cuidado y domésticas, lo que históricamente les había impedido salir de sus hogares en busca de mejores oportunidades de superación, precisamente por esa desigualdad. En este sentido, la violencia se encuentra ligada a la desigualdad (económica, política y cultural), como causa principal de los hechos de injusticia y discriminación (Castro Soto y Pastor Escobar, 2010, p. 7). Si a esta discriminación se le suman otras categorías, por ejemplo, lo étnico, lo etario, el género o lo cultural, la complejidad es aún mayor. La desigualdad de género puede ser un elemento generador de migraciones, precisamente porque la exclusión y la violencia hacia ellas ha sido una constante en la vida de las mujeres a lo largo del tiempo.

Muchas veces, la violencia es silenciosa y oculta, y pese a esta característica de invisibilidad, la violencia puede ser aún más grave que la que se pueda ejercer de manera evidente, en tanto que en ese espectro se pueden presentar actuaciones de tolerancia, apatía, machismos, traumas, entre otros21. Por ello, muchas mujeres deciden emprender el viaje para huir de ese círculo y en ocasiones, de la muerte. Pese a que muchas huyen de alguna situación de violencia, este trayecto también lo encuentran permeado de contextos de riesgo, de rechazos, prejuicios, xenofobia, discriminación, presión psicológica y emocional, pero, con todo ello, deciden realizarlo con tal de encontrar nuevas oportunidades de vida.

Las razones que existen para emigrar son diversas y complejas, pueden estar vinculadas con la situación económica, violencia intrafamiliar, aspectos de política, la existencia de un conflicto armado, desastres naturales o, simplemente, la falta de oportunidades. También, debe considerarse que la migración puede ser un resultado del desarrollo global de los mercados, escenario en el cual puede existir intercambio tanto de mercancías, como de recursos humanos. En este sentido, la OIM señala que:

la migración está intrínsecamente relacionada con la geopolítica, el comercio y los intercambios culturales, y ofrece a los países, las empresas y las comunidades la oportunidad de beneficiarse enormemente de ella. La migración ha contribuido a mejorar la vida de las personas tanto en los países de origen como en los de destino y ha brindado a millones de personas en todo el mundo la oportunidad de forjarse una vida segura y plena en el extranjero. Sin embargo, no todos los movimientos migratorios se producen en circunstancias favorables. En los últimos años, hemos observado un aumento de las migraciones y los desplazamientos provocados por conflictos, persecuciones, situaciones de degradación y cambio ambiental, y una acusada falta de oportunidades y seguridad humana. Aunque la mayoría de los procesos de migración internacional se producen por vías legales, algunas de las principales situaciones de inseguridad que afrontan los migrantes, así como buena parte de la preocupación pública que suscita la inmigración, se asocian con la migración irregular. (Organización Internacional para las Migraciones, 2018)

El abordaje integral de la feminización de la migración es consecuencia de la triple relación que existe entre frontera, sexo y violencia22. Las fronteras representan espacios donde convergen múltiples dinámicas de diversas naturalezas, entre ellas: las sociales, culturales, económicas, políticas, jurídicas, situaciones de vulnerabilidad, así como la pérdida de los derechos más elementales de quienes migran, principalmente y de manera más gravosa, para la migración indocumentada o clandestina. Aunado a lo anterior, está el hecho de ser mujer y tener mayor posibilidad de estar expuesta a diversos riesgos.

Por lo general cuando las migrantes se ven en la obligación de circular de manera irregular, en ocasiones, resultan siendo víctimas de redes criminales23, que suelen lucrarse de la compra y venta de mano de obra esclava, así como de la explotación sexual, la venta de órganos, tráfico de migrantes, entre otros delitos24. También se encuentra que, en algunas ocasiones, la población migrante suele sufrir discriminación y xenofobia, por ejemplo, ante la realidad de la frontera entre Colombia y Venezuela, específicamente en materia de competencia por motivos de trabajo, para recibir ayudas sociales o ser atendidas en los hospitales para dar a luz, el Servicio Jesuita para Refugiados advierte la posibilidad de casos de xenofobia en estos escenarios (Agencia EFE, 2019).

Otro de los riesgos para las mujeres es el llamado tráfico ilícito de migrantes, en el cual se facilita su ingreso a un país determinado sin cumplir las exigencias y controles migratorios o burlándose de estos. El Protocolo Contra el Tráfico Ilícito de Migrantes por Tierra, Mar y Aire, que complementa la Convención de las Naciones Unidas Contra la Delincuencia Organizada Transnacional, lo define en el literal a del artículo 3, indicando: “Por ‘tráfico ilícito de migrantes’ se entenderá la facilitación de la entrada ilegal de una persona en un Estado Parte del cual dicha persona no sea nacional o residente permanente con el fin de obtener, directa o indirectamente, un beneficio financiero u otro beneficio de orden material” (Organización de Naciones Unidas, 2000a). Además, uno de los delitos que más afectan a los migrantes es la trata de personas25, la cual adquiere una naturaleza especialmente violenta, pues, aparte de que casi siempre se ensaña con los grupos más vulnerables, como mujeres y niños/as, supone una grave violación a la dignidad, integridad y libertad de las personas. Según considera la OIM, a menudo, la trata de personas implica movimientos de personas dentro de un país o a través de fronteras internacionales y “los migrantes (entre los que se incluyen trabajadores, refugiados, solicitantes de asilo y desplazados internos) pueden convertirse en víctimas de trata en diferentes contextos. Sin embargo, debido al carácter clandestino de esta actividad y a las escasas denuncias interpuestas, la recopilación de datos sistemáticos plantea problemas y las estimaciones mundiales sobre trata de personas son limitadas” (Organización Internacional para las Migraciones, 2018, p. 27).

Al respecto, la relatora especial de la Comisión de Derechos Humanos sobre los Derechos Humanos de los Migrantes expresó su preocupación sobre la situación en la que se encuentran las personas víctimas de trata, sobre todo las mujeres, quienes son especialmente vulnerables de caer atrapadas en redes criminales (Rodríguez, 2002, p. 2). Un reflejo real en Colombia de lo manifestado por la relatora especial se evidencia ante la situación de las migrantes, ya que, durante la investigación realizada en la Universidad del Rosario, se remitieron tres derechos de petición con el fin de indagar acerca de la situación de las migrantes provenientes de Venezuela y sus derechos humanos, especialmente ante peligros como la trata de personas.

Se remitieron las solicitudes de información al Comité Interinstitucional de lucha contra la trata de personas Ministerio del Interior, Comité Distrital de Lucha contra la Trata de Personas Alcaldía Mayor de Bogotá y al Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses —en adelante INMLCF—26. Al analizar de manera general el contenido de las respuestas se observa, para los últimos años, un mayor número de cantidad de reportes o de casos relacionados con vulneraciones a los derechos de niñas, adolescentes y mujeres, usualmente jóvenes, provenientes de Venezuela27, tales como posibles situaciones de trata de personas, violencia interpersonal, delitos sexuales, violencia intrafamiliar, homicidios y suicidios. Lo anterior origina la duda si estamos ante una mayor ocurrencia de dichas situaciones o un mayor registro y visibilización de este fenómeno, o incluso, ante una combinación de ambas hipótesis (Luna de Aliaga y Rojas Rodríguez, 2019).

En las respuestas a los mencionados derechos de petición, el Comité Interinstitucional de Lucha Contra la Trata de Personas señaló, por ejemplo, que para los últimos años (2017 y 2018) hubo 3 y 9 reportes de casos de posibles situaciones de trata de personas. Mientras que la Dirección de Derechos Humanos de la Secretaría Distrital de Gobierno de la Alcaldía Mayor de Bogotá señaló que desde 2016 hasta la fecha de la respuesta (marzo de 2019) habían brindado atención en 16 casos de trata de personas, de los cuales 12 (el 75% de la totalidad de las víctimas) tenían edades entre los 18 y 30 años, y los otros 4 casos (corresponden al 25% restante), la edad oscilaba entre los 31 y 35 años. Dentro de esta, se constatan casos de trata interna y externa, así como para distinta finalidad de explotación, entre estas, sexual, trabajos forzados, mendicidad ajena y servidumbre (Secretaría Distrital de Gobierno, 2019).

 

Se encontró, por ejemplo, que dentro de las cifras suministradas por el INMLCF28, se reporta el registro de exámenes médico legales por el presunto delito sexual a mujeres venezolanas, de las cuales en el año 2017 el número de víctimas llegó a 137, para el 2018 aumentó a 375 y, a marzo de 2019 se han registrado 79, en cuyos casos las víctimas oscilan entre los 0 y los 59 años. En cuanto a homicidios de mujeres de nacionalidad venezolana, para 2016 se reportaron 2, en el 2017 fueron 10 y en 2018 fueron 39, además del registro de 9 suicidios de este grupo poblacional.

Por otra parte, en cuanto a feminicidios, lo cual es una vulneración a los derechos de las mujeres, es lamentable que en contextos de migración también se deban sufrir por parte del colectivo este tipo de acontecimientos. En este sentido, según el Observatorio de Feminicidios Colombia de la Red Feminista Antimilitarista, en el año 2019 en el informe “Vivas nos queremos. Feminicidio de mujeres migrantes venezolanas en territorio colombiano desde abril a diciembre de 2018” (Observatorio Feminicidios Colombia, 2018, p. 5) se reporta la ocurrencia de 16 feminicidios de mujeres venezolanas y 1 en grado de tentativa, lo que representa el 1,9% de los feminicidios cometidos en Colombia en 2018. Aspecto importante que debe llamar a la reflexión de todos los colectivos en general, pues, son variados los peligros con los que las mujeres migrantes se pueden encontrar.

Es importante señalar que, otro tipo de violencia o riesgo contra las mujeres migrantes son los estereotipos y los estigmas sociales, lo que puede crear violencia psicológica o emocional en ellas, pues, al estar las sociedades permeadas de ideas retrógradas o machistas donde impera la idea de que la mujer debe estar de forma exclusiva en su hogar al cuidado de su familia, se juzga a las mujeres que migran señalándolas como las responsables de haber abandonado sus hogares, provocar la disfuncionalidad en sus familias y ser descuidadas con sus hijos/as. En este sentido, Echeverri Buriticá, señala que “el aumento de la presencia femenina en las corrientes migratorias procedentes de países latinoamericanos ha generado importantes cuestionamientos a los lugares y responsabilidades tradicionalmente asignados a varones y mujeres en el ámbito de la familia” (Echeverri Buriticá, Pedone, y Aráujo, 2013, p. 86). Explica la autora que estas “transformaciones han disparado discursos en los países de origen, como Ecuador y Colombia, que suelen asociar la migración femenina con el abandono de la familia, y diagnostican diversas “disfuncionalidades” a las familias con madres” (Echeverri Buriticá, Pedone y Aráujo, 2013, p. 86). Aspecto que ha tenido que ser contemplado por políticas públicas en el ámbito estatal como una forma de conexión entre género, familia y migración29. En un testimonio, citado por Echeverri Buriticá y otros, de un experto en migraciones y política migratoria de Pereira en 2010, sobre la estigmatización hacia las mujeres migrantes y que también recae a sus hijos/as, se indica que: “toda esa estigmatización al niño, además cuando se dice huérfano, se dice huérfano de madre. Por supuesto, ser huérfano de madre, el padre no hay problema, son más las mujeres que han abandonado a sus hijos” (Echeverri Buriticá, Pedone y Aráujo, 2013, p. 99). En esta afirmación se evidencia la clara señalización solo hacia la mujer que migra y las consecuencias que con su decisión les acarrean a las personas que dejó en su país de origen, principalmente a sus hijos/as.

Por otra parte, esas visiones, imaginarios y estereotipos que suelen construirse con la mujer migrante, muchas veces representan dicotomías, ambivalencias, críticas y rechazos, Marta Torres Falcón, indica al respecto que,

En su análisis sobre la maternidad transnacional, Hiroko Asakura analiza la centralidad de los mandatos y expectativas definidos como masculinos o femeninos: la idealización de la maternidad como destino incuestionable de toda mujer, la provisión económica a cargo del padre o esposo, el cuidado de los hijos e hijas, la decisión misma de salir de casa. Las migrantes son mujeres transgresoras que viven una paradoja: se separan de sus hijos (con lo cual se exponen a la censura), precisamente porque lo más importante para ellas son sus hijos (con lo cual acatan el mandato social). La provisión económica es una tarea masculina que estas mujeres suelen asumir. (Torres Falcón, 2012, p. 301)

Es importante referir a otras violencias existentes contra las migrantes, entre ellas está lo relacionado con aspectos de unidad y reunificación familiar, acceso a las autoridades y a la administración de justicia, cuestiones relacionadas con la ciudadanía y la nacionalidad no solo para ellas, sino también para sus familiares, entre otros (Rojas Rodríguez y Luna de Aliaga, 2018). Es importante dejar en evidencia que en el presente análisis no se pretende establecer una lista taxativa de riesgos, peligros y violencias que pueden enfrentar las migrantes, pues, estas son, además de diversas, situaciones que de forma usual están invisibilizadas, por ello, lo que aquí se pretendió fue hacer alusión únicamente a algunas de ellas y llamar a la reflexión en el tema.

Conclusiones

Se puede concluir que las mujeres migrantes cumplen cincuenta años de estar representadas en los estudios sobre migración, pues, desde los años setenta a nuestros días ha estado en mayor evidencia que ellas también migran, y son las propias cifran que así lo demuestran. Han llegado a números casi iguales que los hombres. Antes de ello, eran vistas como acompañantes de los varones o que viajaban luego de ellos para encontrárseles y continuar sus funciones junto a ellos, y no como personas independientes que hacían la travesía en busca de nuevas oportunidades. Hoy en día, muchas de ellas viajan solas o en grupo, pero no necesariamente con su pareja.

Estas travesías las pueden realizar cruzando fronteras internacionales o al interior de los países y, en algunos contextos y oportunidades, existe la posibilidad de estar inmersas en escenarios de riesgo y de vulneración a sus derechos humanos, dentro de los cuales se presentan fenómenos con múltiples connotaciones, por ejemplo, las delictivas, el tráfico ilícito de migrantes, la trata de personas en sus diferentes tipos y modalidades de explotación, el feminicidio, la violencia sexual, secuestros, homicidios, suicidios, los estereotipos, los estigmas sociales, la discriminación y la xenofobia. Por ello, la triple relación entre frontera, sexo y violencia es una realidad que demanda un abordaje necesario e integral de la migración como un asunto de derechos humanos.

Tanto en el ámbito internacional como nacional (Colombia) se encuentran instrumentos jurídicos que brindan directrices, obligaciones y parámetros para la protección de las mujeres ante las diferentes formas y escenarios de violencia, además de fundamentos que buscan la protección de la dignidad humana, la igualdad y el fomento de la solidaridad, con el propósito de salvaguardar los derechos más fundamentales de quienes son en mayor medida vulnerables, entre los cuales se encuentran las mujeres.

Si bien estas iniciativas surgidas en los ámbitos internacional y nacional han representado un avance frente a la escasa protección de la que se adolecía en el pasado, lo cierto es que la migración femenina aún necesita mayor visibilización y atención, tanto por actores estatales como no estatales, pues, así lo dejan en evidencia las cifras sobre las distintas realidades que las migrantes han tenido que soportar a lo largo de la historia y en la actualidad. Se hace necesario y además importante el emplear un enfoque de derechos humanos en el abordaje de la feminización de las migraciones.

Por ello, es necesario encontrar estrategias y políticas que ayuden a reducir las consecuencias negativas, principalmente sobre riesgos a los que se puede enfrentar la mujer migrante por el solo hecho de ser mujer, así como a potenciar los efectos positivos que puede conllevar la migración en general, entre ellos, los aportes a la economía por pago de impuestos, remesas y seguridad social; lo social y cultural; lo laboral; aspectos familiares, aunado a que en las cadenas de cuidado de hijos/as y otras personas, se puede involucrar a otras mujeres, quienes a su vez, podrían ser generadoras de otras cadenas que también producirían otros beneficios adicionales, lo que tiene efectos positivos tanto en los lugares de origen como de destino de las migrantes.

Finalmente, se hace un llamado interinstitucional e intersectorial para una protección integral de la mujer migrante, así como también la de su familia. Es necesario un ejercicio de reflexión que conlleve un trabajo articulado entre el sector público, organizaciones de la sociedad civil, organismos internacionales, academia, empresas y los individuos en general, para así lograr políticas públicas efectivas, escenarios seguros para las mujeres migrantes y una real y valiosa interculturalidad entre quienes migren y acojan, en tanto que es una responsabilidad social de todos los colectivos de las distintas sociedades del mundo para contribuir a una vida digna y libre de riesgos que impidan un pleno goce de los derechos humanos de las migrantes.

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