Historia intelectual y opinión pública en la celebración del bicentenario de la independencia

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Cambios cualitativos

Con relación a los cambios cualitativos que experimentó la opinión pública durante la segunda mitad del siglo XIX, el primero que llama nuestra atención es el anotado por Elías José Palti67 con respecto al aporte sustancial que hizo François Xavier Guerra a la historiografía del periodo. Guerra anotaba cómo la sociedad había empezado a ser pensada como una gran asociación de sujetos reunidos voluntariamente, cuyo conjunto era la nación o el pueblo. Mientras se experimentaba una nueva sociabilidad basada en individuos que se reunían por vínculos contractuales asumidos libremente, en ella se empezaba a fundamentar el nuevo imaginario social moderno. Según Guerra, en estas asociaciones de la segunda mitad del siglo XIX se constituyeron espacios autónomos, autogobernados y solidarios, en donde se promovía una sociedad libre, fraterna y republicana; de tal modo, además de ser una especie de escuelas en donde se impartía civismo y civilidad, las asociaciones también fueron sendos ejemplos de funcionamiento republicano.68 Las asociaciones no fueron solamente muestras de una opinión pública moderna, en tanto que eran espacios de discusión de temas en común —cabe señalar, lugares en los que las personas se reunían por iniciativa propia—, sino que también eran evidencia de aquello en la medida en que su organización interna permitía que los individuos de una sociedad practicaran vivamente la vida republicana.69 De tal modo, según su forma de conformarse, las asociaciones fueron motores de prácticas democráticas, ya que luego de la segunda mitad del siglo XIX fue posible implementar adentro de ellas cotidianamente la igualad social y la igualdad política entre sus miembros.70 Claro está que, en el marco de las reglas democráticas que comprendían la organización de las asociaciones, se crearon jerarquías y se formaron disputas entre los grupos que eran miembros por integrarse a la parte superior de ellas.71 Además, en la práctica, dichas asociaciones podían ser a la vez asociativas y exclusivistas; fueron una forma de integración social y de participación política igualitaria, pero al mismo tiempo mostraron sensibilidad ante las diferencias que había entre sus miembros.72 De tal modo, si en lo político eran restrictivas, en lo social no, o viceversa.73 Mientras que en las asociaciones políticas los principios políticos eran vigilados celosamente, en las asociaciones científicas, las élites culturales de los países tenían la posibilidad de mezclarse como compatriotas, y no como enemigos políticos. Precisamente dichos grupos fueron creados en México antes de la revolución; movimientos masivos no violentos, organizados para desarmar el autoritarismo: agrupaciones que construyeron además alianzas en otras regiones con otros grupos similares, así como con periódicos, clubes políticos, y otras asociaciones similares.74 Como se ha expuesto, dichas asociaciones tuvieron caracteres muy variados, y su relación con los partidos políticos también lo fue. Cabe señalar que el hecho de que aquellas colectividades tuvieran cercanía con un partido, o con una facción católica o protestante, no las hacía más o menos democráticas. No obstante, ante la falta de atención del Estado, en la mayoría del territorio latinoamericano los ciudadanos fueron más partícipes democráticamente en el ámbito de las asociaciones que en el ámbito puramente político; en consecuencia, se creó una contradicción entre las prácticas del día a día y la vida institucional.75 Mientras en su interior las asociaciones implementaban prácticas democráticas, en aquel mismo contexto las elecciones eran muy corruptas. En este caso se observa el ejemplo de México, en donde días antes de las elecciones de julio de 1910, el Gobierno federal instruía a los delegados locales para que arrestaran a los candidatos de su localidad, como fue el caso específico de Francisco Ignacio Madero, quien había sido encarcelado el 7 de junio de 1910, días antes de que se celebraran las elecciones de presidente y vicepresidente.76

Como ha sido mencionado, y será ejemplificado más adelante, el lenguaje referencial de la opinión pública fue el católico.77 En las celebraciones del centenario de la independencia de México y Colombia, la retórica católica resultó siendo utilizada para referirse a los héroes de la patria.78 Así, el vocabulario del catolicismo cívico79 fue trasmitido, tanto por las asociaciones como por la prensa, a lo largo del área rural y urbana de México.80 De esa manera, Carlos Forment afirma que algunas actitudes tradicionales, como mantener los referentes del catolicismo cívico, permitieron que se incorporaran nuevas prácticas políticas, con lo que se alejaron de una planteamiento dicotómico entre la tradición y la modernidad.81 Es posible encontrar algunos ejemplos de esas nuevas prácticas políticas, en los que se notan mezclas de tradición y modernidad política, principalmente en los eventos de promulgación de las primeras constituciones de la época de la independencia. Antonio Annino muestra un ejemplo de lo anterior cuando examina las coincidencias en los pueblos mexicanos de las fechas dedicadas a los santos con la de la promulgación de la Constitución de 1812. Tal situación no se dio solamente por iniciativa de la población, sino que las mismas cortes decretaron que cada párroco diera el sermón sobre las bondades del código, lo cual finalizó con una procesión con una copia de la Constitución por todo el pueblo; evento en el que participaron todos los estamentos de la sociedad.82 Junto con el sinnúmero de asociaciones estudiadas en el texto de Carlos Forment para los casos de México y Perú, en el caso de Colombia es fundamental una de particular interés. Además de ser un claro ejemplo de la puesta en práctica de procedimientos democráticos, en la Asociación San Vicente de Paul participaron algunos de los políticos más importantes de la época, y varios de los presidentes de la república del cambio de siglo. Dicha asociación, la cual fue creada en 1857,83 se caracterizó porque sus autoridades se escogían mediante la votación de sus miembros; y además porque adentro de sus funciones estaba educar a los artesanos según las necesidades de su labor. De igual modo, entre sus presidentes se cuentan José Manuel Marroquín84 y Carlos Eugenio Restrepo. Este último además fundó la Cruz Roja y la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín.85

Como consecuencia de la diversificación dada en las asociaciones, la sociedad se fragmentó en un sinnúmero de agrupaciones plurales que no buscaban acceder a una verdad como fin último, sino defender y articular mutuamente sus intereses específicos. En ese caso, se dio un quiebre de las idealizaciones de unificación de lo social y de un origen único primitivo, lo cual tuvo como resultado una nueva forma de realidad política.86 En aquel ambiente, la verdad que buscaba la opinión pública durante la primera mitad del siglo XIX por medio de argumentos racionales, fue sustituida por la consecución del bien común con base en acuerdos a corto plazo, lo cual obligó a que el orden se construyera y reforzara constantemente; en consecuencia, su percepción se hizo inalcanzable.87 En ese contexto, la prensa se constituyó como una nueva forma de articulación del espacio público; un escenario en el que se conciliarían las ideas de la deliberación racional y la democracia.88 Un ejemplo de lo anterior fue el esencial papel que desempeñaron los diarios en la creación y el desmoronamiento de las listas para las elecciones. En Colombia, por ejemplo, es de gran relevancia cómo algunos políticos se quejaban de encontrarse en varias listas, a pesar de no haber dado su autorización definitiva. Lo anterior es evidente además en la carta que Carlos Arturo Torres escribió a la Junta Republicana, en la cual afirmaba que se había enterado en la prensa y en las hojas volantes pegadas en las paredes de que había sido incluido en la lista de la Junta como candidato a la Asamblea Nacional Constituyente de 1910, en representación del Distrito Electoral de Tunja. Si bien aquel es un honor que Torres agradece, también lo declina, por no estar de acuerdo con el carácter restringido de los temas a tratar en dicha Asamblea.89 Por otro lado, en México, la correspondencia de Porfirio Díaz muestra quejas de políticos que advierten no ser incluidos en algunas listas electorales, a pesar del apoyo del general Díaz.90 En el siguiente apartado, se ampliarán esos temas, pues se explicará cómo la opinión pública pasó de concentrarse en el modelo forense a consolidarse en el estratégico; análisis organizado según los términos que propone Elías José Palti.91

Cambio del modelo jurídico al estratégico

En el presente apartado, se fijará la atención en uno de los cambios más importantes que experimentó la esfera pública, entre los señalados por Elías José Palti en sus escritos. Así se hace referencia al hecho de que, durante la segunda mitad del siglo XIX, se originó una reconfiguración de la opinión pública; reestructuración que condujo a que, adentro del ambiente deliberativo, se adoptará un discurso estratégico. Cabe señalar que, según Annick Lempérière, el modelo jurídico de la opinión pública tiene su origen antes del siglo XVIII, y significó el escrutinio de las acciones individuales en público; marco que supuso fijar la reputación de un individuo.92 Por su parte, Palti hace alusión al modelo jurídico como el concepto moderno de opinión, en el que la opinión pública sería un tribunal neutral que buscaba llegar a una única verdad por medio del contraste de pruebas y argumentos disponibles. Sin embargo, la prensa tuvo mucha importancia en la formación de dicho modelo jurídico (forense) de la opinión pública. Es fundamental señalar entonces que la prensa surgió en la Nueva Granada a finales del siglo XVIII, con la función de informar a los súbditos las decisiones de los gobernantes; no obstante, los periódicos que la conformaban comenzaron a ser utilizados para mantener la legitimidad de los gobernantes, al convertirse en instrumentos que buscaban disminuir el papel deslegitimador que tenían otros medios como el líbelo y el chisme. En medio de ese escenario, los periódicos abrieron un ambiente de debate y, de este modo, dieron lugar a la posibilidad de que el público pensara que contaba con el poder de fiscalizar las acciones de los gobernantes. De esa manera, la autoridad de los gobernantes del antiguo régimen se resquebrajó, al instituirse la opinión pública como el árbitro supremo de la legitimidad de la autoridad; así, se instaló el modelo forense de la opinión pública.93 Al privar a las autoridades políticas de una autoridad basada en una figura divina, como ya se mencionó, el sustento de la legitimidad pasó a concentrarse en la voluntad de los sujetos, lo cual se encarnaría en la opinión pública.94 Por eso, durante todo el siglo XIX los gobernantes invocaban el poder de la opinión pública en busca de respaldo. En aquel momento, se hizo muy difícil que los Gobiernos se mantuvieran en el poder si se oponían a la opinión pública; en consecuencia, como se explorará más adelante, buscaban estrategias para controlarla.95

 

La discusión sobre las acciones de los gobernantes llegaba a la fuerte confrontación, siendo promovida principalmente por la prensa; en aquel contexto, los actores “se enfrentaron de manera enconada”, con tal de llevar a cabo determinados proyectos políticos y programas sociales, y se llegó al extremo de embarcarse en la guerra misma si las condiciones así lo requerían, como fue el caso de la Guerra de los Mil Días. Tales confrontaciones surgieron por el deseo inamovible de construir un Estado y una sociedad acorde con actitudes fanáticas, intolerantes e irracionales. Así, se asentaron principalmente las relaciones basadas en la dicotomía que opone al amigo y al enemigo.96 Por eso, el respaldo de la prensa era tan importante para un mandatario. Según eso, la prensa mexicana fue vivo reflejo de cómo los gobernantes buscaban el respaldo de la prensa, en el momento de la celebración del centenario de la independencia. En primera medida, la tranquilidad y el desarrollo de la prensa obedecieron al fuerte control y al autoritarismo con que se trató la política durante el porfiriato. En esa medida, la prensa y la opinión pública fueron expresiones del fuerte control que ejerció Porfirio Díaz. De igual modo, tanto en Colombia como en México, los procesos de innovación tecnológica en gran medida surgieron en el seno de instituciones relacionadas con grandes sumas de capital y, en el caso de México, con las subvenciones del Gobierno. Por eso, los periódicos con capacidades superiores para responder a las necesidades del mercado, e imprimir un mayor número de periódicos a un costo más bajo, eran los que apoyaban a profirió Díaz, mientras que los pertenecientes a la oposición se veían enfrentados a la competencia desleal y a las persecuciones políticas.

El modelo jurídico de la opinión pública forense

En su artículo “La transformación del liberalismo mexicano”,97 Elías José Palti muestra cómo se conformó la opinión pública moderna o, como también la denomina en varios de sus escritos, el modelo jurídico de la opinión pública. Se lo llama de aquel modo porque esta era una especie de tribunal neutro que, luego de evaluar las evidencias y los argumentos que estaban en juego, buscaba llegar a la “verdad del caso”.98 En el contexto mexicano, la República Restaurada fue precisamente el punto culminante de la opinión pública forense. A lo largo de aquel periodo, se desarrolló un sinnúmero de periódicos que tuvieron una función clave para la articulación del sistema político, lo cual generó una crisis del concepto deliberativo de opinión pública.99 A pesar de que la prensa del momento se ufanaba al afirmar que era independiente de los asuntos del poder político, es notorio cómo sus intereses se mantuvieron inocultablemente adentro de la contienda política, e incluso adentro de los odios partidistas. Lo anterior, de igual modo, sucedió con las facciones que se integraban al interior de los partidos.100

El modelo estratégico de la opinión pública

En tanto que se abandonó la concepción de que podía haber una verdad posible en torno de la cual giraban los discursos para llegar a ella, la opinión pública dejó de ser un espacio de debate, y se convirtió en un contexto de disputa y de negociación estratégica.101 Según ese modelo estratégico, la opinión pública se empezó a definir como el parecer de un grupo limitado de hombres de honor, cohesionados como grupo y, por tanto, capaces de ofrecer dictámenes sobre problemas vitales de la sociedad.102 Hubo así una transición de un modelo jurídico, en el que predominaron los abogados, a un modelo estratégico de sociedad civil, en el que el plantel político dejó de ser conformado mayoritariamente por abogados, y empezaron a sobresalir los médicos. En aquel modelo, en el que la legitimidad no provenía de una autoridad externa, la sociedad comenzó a ser vista como la encarnación del ideal republicano del autogobierno; como la rúbrica del autocontrol de las tendencias antisociales.103 De ese modo, la sociedad comenzó a tener como objetivo la modelación de conductas colectivas, en cuyo caso los elementos que podían contaminar al conjunto de la sociedad eran apartados,104 en cárceles y sanatorios. Ese hecho explica por qué el primer acto del centenario de la independencia fue la inauguración del sanatorio de enfermos mentales de ciudad de México; edificación construida por el hijo de Porfirio Díaz. Lo anterior evidencia qué tan relacionada estuvo la celebración del centenario de la independencia, tanto en México como en Colombia, con su presente; muestra que aquella conmemoración no fue la recordación de un hecho tal y como pasó, sino un evento en el que se evaluó la experiencia adquirida para alcanzar la paz, el anhelado orden y el progreso, con la finalidad de así proyectarse hacia la civilización occidental. Cabe entonces señalar que ese último proceso de gradual integración a Occidente se había ido dando a lo largo del siglo XIX en los países latinoamericanos.105

Como se señaló con anterioridad, el espacio social se fragmentó en un sinnúmero de asociaciones, debido a que los actores sociales ya no buscaban una verdad absoluta, sino que se centraban en defender y armonizar sus intereses.106 En últimas, la sociedad en su conjunto no se organizaba en torno a una verdad única, sino alrededor de la búsqueda de un bien común. Consecuentemente, la negociación sobre ese bien común se convirtió en una lucha de intereses competitivos; así, era imposible mantener la noción de un solo interés común. En el caso de México, la oposición denunciaba que la competencia había dejado de organizarse en torno al bien común, y por el contrario era notoria la competencia por alcanzar los beneficios de un Estado regulador fortalecido.107 Por tanto, el orden era escaso, y permanecía en constante negociación y búsqueda. De esa manera, según el marco del modelo estratégico, el espacio público se convirtió en un foro de debate, de ideas de oposición y de articulación de intereses siempre singulares, en busca de lo que comenzó a llamarse el bien común, y no de la verdad, como se daba en el modelo forense o jurídico.108 Es así notorio cómo, en aquella época, los contemporáneos eran conscientes de tal situación. En su obra Idola Fori, Carlos Arturo Torres define los ídolos del foro, no como productos de la crítica racional, sino como “abstracciones que no corresponden a la concreción de una realidad categórica, a intangibles fantasmas de la plaza pública, se les han ofrendado más lágrimas y sangre que a las divinidades crueles del politeísmo oriental”.109 Es posible encontrar ejemplos de lo anterior, en los que la

prensa es un actor central en la arena política: refleja los puntos de vista de diversos sectores de la opinión pública, sirve para ventilar los pleitos y discusiones de la clase política e incluso es herramienta indispensable para los levantamientos armados.110

Dichas discusiones se vieron reflejadas en los temas de historia tratados con motivo de la celebración del centenario en Colombia. Entre los periódicos La Fusión y La Unidad, se discutió el significado de José Hilario López en la celebración del centenario de la independencia. Mientras La Unidad afirmaba que las fuentes utilizadas para incluir a José Hilario López como actor importante de la independencia no eran veraces, La Fusión decía que no era posible cuestionarlas porque eran inéditas. Como es notorio por el lenguaje utilizado, en esas discusiones se exaltaban más las pasiones que los hechos contundentes, con la finalidad de respaldar los debates. Para defender su postura, La Fusión arguye que ha “dicho que solo por pasión, ceguedad o decrepitud, puede argumentarse y cualquier persona imparcial tendrá que concedernos la justicia plena”.111

Lo anterior condujo a que, en el marco de la opinión pública, las asociaciones fueran internamente escuelas de prácticas democráticas; no obstante, como ya se señaló, eso no excluyó la ausencia de ciertos elementos fundamentales. Simultáneamente, se buscaba contrarrestar dicha exclusión entre los grupos por medio de negociaciones políticas momentáneas que debían conducir a un diálogo igualitario y no violento. Por eso, varios autores han señalado la relación que hay entre el honor y opinión pública a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Cabe mencionar entre ellos a Pablo Piccato, quien afirma que el honor y la opinión pública se relacionaban en tanto que se situaban en medio de los mecanismos sociales e ideológicos de la exclusión.112 De lo anterior da cuenta en México el prestigio que logró el grupo de los científicos, gracias a la disociación que hizo de los periodistas independientes.113 Esta actitud afectó la variedad y la autonomía que debían caracterizar a los periódicos en México. En principio, Porfirio Díaz controlaba los ataques opositores, subsidiando el mayor número de periódicos posible, para así manejar por todos los flancos a la oposición; sin embargo, con el paso del tiempo, dicha oposición se fue controlando cada vez más, hasta que solo con un periódico se apuntaba a alcanzar dicho objetivo: por esto, luego de la creación de El Imparcial en 1896, los subsidios se centraron en ese medio, y los demás periódicos tuvieron dificultades para sobrevivir, mientras que la censura y los ataques contra la prensa de oposición se intensificaron. Durante las dos últimas décadas del siglo XIX, aparecieron muchos periódicos liberales como El Diario del Hogar (1881-1912) y La Patria (1877-1914), pero El Imparcial (1896-1914), de Rafael Reyes Spindola, fue la publicación dominante del escenario noticioso, en tanto que mostraba la transformación del liberalismo y su conjugación con el positivismo científico. Con el paso del tiempo, los liberales se empezaron a dividir en dos: los que estaban en el poder, conocidos como positivistas y luego como científicos, y los radicales, doctrinarios, puros o jacobinos. Entre los primeros, las principales publicaciones destacadas como exponentes fueron El Imparcial y La Libertad, y entre los medios radicales es fundamental señalar El Diario del Hogar y El México Nuevo.114 De tal suerte, el prestigio social de los periodistas fue uno de los puntos neurálgicos según ellos consideraban; los ataques contra tal área les restaba credibilidad.115 En todo caso, a las persecuciones de Díaz se sumaba el ascenso social de algunos periodistas favorables al régimen, como producto de recomendaciones, subsidios y padrinazgos.116 Al mismo tiempo, la necesidad de los periódicos de sobrevivir, así como la ecuanimidad de las opiniones, ponían a los periódicos en una encrucijada por el uso que hacían el Gobierno y los políticos de los subsidios para controlar el medio.117

Tan fuertes llegaron a ser los enfrentamientos por el honor que, en muchos casos, tanto en Colombia como en México, incluso se optó por el duelo. En el caso de México, encontramos lances que tenían por lo general orígenes políticos, y que se usaban para someter a las partes en disputa a un arbitraje el cual permitía preservar la reputación y contaba con la aprobación de la opinión pública, a pesar de su naturaleza ilegal. En algunos casos, en el modelo estratégico de la opinión pública se ponía fin a la discusión con la muerte, y no con la argumentación organizada en busca de la verdad, como sucedía con mayor frecuencia en el modelo forense de la opinión pública. Como ejemplo de ese paso de las palabras a la acción, se encuentra el caso del duelo de honor llevado a cabo el 27 de abril de 1880 entre los periodistas Irineo Paz y Santiago Sierra, en el que aquel, hermano de Justo Sierra, perdió la vida.118

 

1 Para ampliar más esta postura con respecto a los estudios de opinión pública, es recomendable recurrir a Gonzalo Capellán, Opinión pública. Histórica y presente (Madrid: Editorial Trotta, 2008).

2 En Colombia se pueden encontrar trabajos como los de Miguel Ángel Urrego, Eduardo Posada Carbó y Renán Silva. Ver Rafael Rubiano Muñoz, Prensa y tradición. La imagen de España en la obra de Miguel Antonio Caro (Bogotá: Siglo del Hombre Editores, 2011), 30.

3 Para profundizar sobre este desarrollo ver Palti, “De la historia”.

4 Palti, El tiempo de la política, 16-17.

5 Para ver uno de los debates que se entablaron sobre la obra de François Xavier Guerra, recomiendo los artículos: Medófilo Medina, “En el bicentenario: consideraciones en torno al paradigma de François Xavier Guerra sobre las ‘revoluciones hispánicas’”, Anuario de Historia Social y de la Cultura 37, n.o 1 (enero-junio 2010); Roberto Breña, “Diferencias y coincidencias en torno a la obra de François Xavier Guerra. Una réplica a Medófilo Medina”, Anuario de Historia Social y de la Cultura 3, n.o 1 (enero-junio 2011), y Medófilo Medina, “Alcances y límites del paradigma de las ‘revoluciones hispánicas’”, Anuario de Historia Social y de la Cultura 38, n.o 1 (enero-junio 2011).

6 François Xavier Guerra, “El soberano y su reino. Reflexiones sobre la génesis del ciudadano en América Latina”. En Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectiva histórica de América Latina, coord. por Hilda Sábato (México: Fondo de Cultura Económica, 1999), 33-61.

7 Guerra, “El soberano”, 33.

8 Javier Fernández Sebastián, “Las revoluciones hispánicas. Conceptos, metáforas y mitos”. En La revolución Francesa: ¿matriz de las revoluciones? (México: Universidad Iberoamericana, 2010), 133-134.

9 Fernández Sebastián, “Las revoluciones hispánicas”, 133-134.

10 Para ver una referencia sobre la sociología funcionalista de la comunicación en las propuestas de Harold Laswell, consultar en Armmand Mattelart y Michele Mattelart, Historia de las teorías de la comunicación (Madrid: Paidós, 1997), 28-32.

11 Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua española castellana (Barcelona: Horta, 1943), 837-838.

12 Covarrubias, Tesoro, 886.

13 Real Academia Española. http://buscon.rae.es/ntlle/SrvltGUIMenuNtlle?cmd=Lema&sec=1.0.0.0.0.

14 Real Academia Española.

15 Real Academia Española.

16 Real Academia Española.

17 Cándido Monzón Arribas, La opinión pública. Teorías, conceptos y métodos (Madrid: Editorial Tecnos, 1987), 15.

18 Monzón Arribas, La opinión pública, 18.

19 Quentin Skinner, Machiavelli. A very short introduction (Nueva York: Oxford, 2000), 39.

20 Monzón Arribas, La opinión pública, 18-21.

21 Palti, El tiempo de la política, 188.

22 Guillermo Zermeño, La cultura moderna de la historia. Una aproximación teórica e historiográfica (México: Colegio de México, 2004), 34.

23 Vincent Price, La opinión pública: esfera pública y comunicación (Barcelona: Paidós, 1994), 23 y José A. Ruiz San Román, Introducción a la teoría clásica de la opinión pública (Madrid: Editorial Tecnos, 1997), 15-31.

24 Annick Lempérière, “República y publicidad a finales del Antiguo Régimen (Nueva España)”. En Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX, François Xavier Guerra (México: Fondo de Cultura Económica, 1998), 54-79.

25 Se pueden poner como ejemplos a Monzón Arribas con su texto sobre opinión pública, y a James Van Horn Melton, La aparición del público durante la ilustración europea (Valencia: Universidad de Valencia, 2009).

26 Francisco Ortega, Disfraz y pluma de todos: opinión pública y cultura política. Siglos XVII y XIX (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Centro de Estudios Sociales-University of Helsinki, The Research Project Europe, 2012), 16.

27 Cándido Monzón Arribas, La opinión pública, 11.

28 Elías José Palti, La invención de la legitimidad. Razón y retórica en el pensamiento mexicano del siglo XIX. (Un estudio sobre las formas del discurso político) (México: Fondo de Cultura Económica, 2005), 315.

29 El libro de Jürgen Habermas Historia y crítica de la opinión pública salió a la luz en 1962, y tuvo mucha acogida en distintos sectores de la sociedad europea. Primero, fue difundido en Francia; luego, se publicó en español, y más tardíamente apareció en inglés.

30 El mismo François Xavier Guerra echa de menos que la obra de Habermas se haya centrado únicamente en Europa al analizar la forma como se conformó la opinión pública, y no se tocara a América Latina, y sus especificidades. Ver François Xavier Guerra, Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX (México: Fondo de Cultura Económica, 1998), 9.

31 Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública (Barcelona: Gustavo Gili, 1997), 11.

32 Georg Leidenberger, “Habermas en el Zócalo: la ‘transformación de la esfera pública’ y la política del transporte público en la ciudad de México, 1900-1947”. En Actores, espacios y debates en la historia de la esfera pública en la ciudad de México, coord. por Cristina Sacristán (México: UNAM, 2005), 179-197.

33 Capellán, Opinión pública, 11-16.

34 Capellán, Opinión pública, 11-16.

35 Elías José Palti, “Pensar históricamente en la era postsecular. O el fin de los historiadores después de la historia”. En El fin de los historiadores. Pensar históricamente en el siglo XIX, ed. por Pablo Sánchez León y Jesús Izquierdo Martín (Madrid: Siglo XXI, 2008), 32-33.

36 Carlos Forment, Democracy in Latin America. 1760-1900 (London & Chicago: The University of Chicago Press, 2003), 437.

37 Hilda Sábato, “Nuevos espacios de formación y actuación intelectual: prensa, asociaciones, esfera pública (1850-1900)”. En Historia de los intelectuales en América Latina. Vol. 1. La ciudad letrada, de la conquista al modernismo, ed. por Carlos Altamirano (Buenos Aires: Katz Editores, 2008), 394.

38 Se hace alusión a lo sucedido después de los primeros intentos de Iturbide por imponer una monarquía.

39 Pablo Piccato, “Honor y opinión pública: la moral de los periodistas durante el porfiriato temprano”. En Actores, espacios y debates en la historia de la esfera pública en la ciudad de México, coord. por Cristina Sacristán (México: UNAM, 2005), 151-152.

40 Capellán, Opinión pública, 44.

41 Paula Alonso, “Introducción”. En Construcciones impresas. Panfletos, diarios y revistas en la formación de los Estados nacionales en América Latina, comp. por Paula Alonso (México: Fondo de Cultura Económica, 2003), 8-9.

42 Elías José Palti, “Los diarios y el sistema político mexicano en tiempos de la República Restaurada”. En Construcciones impresas. Panfletos, diarios y revistas en la formación de los Estados nacionales en América Latina, comp. por Paula Alonso (México: Fondo de Cultura Económica, 2003), 175.

43 Palti, “Los diarios”, 178.

44 Se hace referencia al partido comandado por Juárez y no por Porfirio Díaz y sus seguidores, los científicos. Antonio Saborit, “El movimiento de las mesas”. En Recepción y transformación del liberalismo en México. Homenaje al profesor Charles Hale, coord. por Josefina Zoraida Vázquez (México: El Colegio de México, 1999), 56-59.